Historia Clínica y Consentimiento Informado en Odontología
Qué es un médico (nx power lite)
1. El día
que la
Universidad
me
confirió
el título
de
Facultad de Medicina de Buenos Aires Doctor en
Medicina
yo creí
que ya
lo era.
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2. Había hecho mío el conocimiento de la anatomía y la
fisiología, el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades.
Y así,
con mi ser
de científico
colmado de
saber con
pretensión
de omnipotente,
me fui por el mundo
a ejercer la medicina.
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3. Todo iba bien al principio.
Los medicamentos que prescribía
controlaban las afecciones
de mis pacientes,
y mi bisturí extirpaba
sus tejidos dañados.
Pero muy pronto la
corona de mi erudición
médica sufrió una
lastimosa abolladura.
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4. Amanecía un domingo cuando me llamaron del hospital
para operar a un niño agredido por un perro que le des-
trozó el rostro y el cuello. Sangraba abundantemente y
estaba agonizando. En medio de transfusiones reconstruí
con éxito las estructuras desfiguradas, pero en los días
siguientes noté que a pesar del satisfactorio resultado de
mi cirugía, el niño seguía abatido, desmejorándose cada
día, derrotando el optimismo que la ciencia me permitía.
Entonces me di cuenta de que
yo había sido enseñado para
tratar enfermedades, pero
no a personas enfermas.
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5. Me lo mostró ese niño que no
sufría por sus heridas, sino por
la falta de su padre ausente,
prófugo del hogar. De poco me
servirían todas mis teorías para
aliviarlo. Necesitaba también
confortarle en su turbación
emocional.
Con ello percibí que la verda-
dera medicina no consiste en
combatir la enfermedad como
si fuera un objeto que entró
en un cuerpo, sino en atender
en su integridad humana
a la persona que padece.
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6. Y así, hora tras hora iba descubriendo que era más lo que ignoraba que
lo que creía saber, y que llegar a ser un verdadero médico no se logra
con la mera obtención del título profesional, pues por encima del cono-
cimiento científico certificado, está la comprensión y la entrega para con
el semejante que padece, a fin de atenuar sus dolores físicos, atenderlo
en lo íntimo de sus temores, y confortarle en su interioridad que sufre.
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7. En el ejercicio de mi profesión he
presenciado el nacimiento de una
criatura escuálida en una pobre
choza, y el del bebé rozagante que
ve la primera luz rodeado de flores
en una clínica para ricos. He ates-
tiguado la agonía atemorizada del
valentón que siente escapársele la
vida por los agujeros de una bala, y
he estado ante los últimos esterto-
res del anciano que deja el mundo
con una plegaria de paz en sus la-
bios. Y entre esos extremos de vida
y de muerte, he quedado maravilla-
do ante los prodigios que obran en
la evolución de las enfermedades
la fe en Dios y la voluntad de supe-
rar los padeceres, despedazando
triunfalmente las estadísticas mé-
dicas y los pronósticos de
las eminencias.
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8. A través de los años en mi práctica profesional, descubrí
que tras los síntomas que manifiestan los pacientes, clama
el conflicto anímico que los ha originado, conflicto que
anda por los consultorios buscando encontrar a un médico
que lo reconozca, lo entienda y lo conforte para aliviarlo.
Pero...
Foto: Francisco Arámburo
¡Qué lejos están de estos asuntos íntimos de la vida
humana las páginas de los textos médicos y los
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9. He visto frente a mí la expresión desesperada
del adinerado que no se explica cómo su dinero
no puede comprarle una hora más de vida, y me
he acongojado al ver el rostro afligido del pobre
que vende su sangre para dar de comer a su
prole. He estado ante el hombre de mundo, an-
tes soberbio y arrogante, ahora intimidado has-
ta lo risible por una erupción de la piel, y me he
arrodillado para besar la frente de una madre
que oculta los dolores de su cáncer para
no mortificar a sus hijos.
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10. Con todo ello me quedó manifiesto
lo distinto que es cada paciente, y
el grave error que se comete al
generalizar con ligereza en el trata-
miento de los enfermos. Como si
todos los pacientes fuesen iguales.
Como si no tuviese cada uno sus
muy propios sentimientos
y circunstancias.
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11. He hurgado entre mis dedos la milagrería de los tejidos orgánicos en las
entrañas de la vida, y cada día se graba más en mi conciencia que mis
manos son sólo un modesto instrumento entre el Creador y mis enfermos.
Por ello, en ese filtrado de conocimientos que nos da la experiencia, me
quedó la firme convicción de que he de actuar ante quien padece, con
humanismo y espiritualidad, no de médico a paciente, sino de ser a ser.
Es mucho más lo que quiere decir
el paciente cuando suplicante pide:
"Doctor... ¿que me aconseja?"
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12. Escribo estos pensares dedi-
cándolos a la nueva genera-
ción 2009 de profesionales.
Coinciden ustedes, flaman-
tes colegas recién graduados,
en un mundo que les impone
la alternativa de ejercer
para la tecnología y lo cien-
tífico, o servir al hombre en-
fermo. Poseen sensibilidad
de lo humano, virtud que les
ofrece pasar de la ciencia
a la conciencia.
Dejar de vivir en el
racionalismo científi-
co, para convertirse
en emisarios de Dios.
Esto es lo que significa mi frase dirigida a las expectativas
más profundas del enfermo:
Estoy en ti. Estoy en tu entraña.
Porque vengo a ti en el nombre del Señor.
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13. Porque después de todo, nosotros los médicos sólo somos sencillos
intermediarios del Señor que nos ha encomendado la misión predilecta
de Cristo: curar a los enfermos para que, cumpliéndola, lleguemos
todos a merecer el noble título de “Doctor en Medicina”
Fin
¿Qué es un médico?
Texto: Dr. Jorge Fuentes Aguirre.
Adaptación técnica y formato:
Francisco Arámburo.
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