2. Quien no recuerda la exclamación de Arquímedes
¡Dadme un punto de apoyo y moveré el Mundo!
En la sociedad actual existen muchas necesidades de todo tipo, retos
y situaciones problémicas que parecen imposibles de superar. Pero
ha habido muchas ocasiones en las que una pequeña fuerza ha
conseguido mover el mundo, porque con su fe, entrega, paciencia y
sapiencia han encontrado el punto arquimédico para transformar la
muerte en vida y la desesperanza en oportunidad. Este es uno de
esos grandiosos ejemplos.
3. Cuando nace un bebé en cualquier hospital del mundo, un
profesional de la salud examina inmediatamente cinco cosas:
Apariencia, Pulso, Gesticulación, Actividad y Respiración. Da una
puntuación máxima de dos puntos por cada una y obtiene un
número del uno al diez: el “APGAR”.
A lo largo de la historia, nada ha causado más muertes de niños y
niñas que los partos. Anteriormente, las madres morían
desangradas o por infecciones; los niños se asfixiaban al quedarse
obstruidos en el canal del parto. Durante siglos, habilidosos
médicos y comadronas fueron ingeniando técnicas para desatascar
al bebé; también inventaron los fórceps, los antibióticos, las
cesáreas, entre otros.
4. Gracias a los avances de la ciencia, desde comienzos del siglo XX todos los
principales problemas de los partos parecían resueltos. Pero en la década de
1930, varios informes oficiales en los EEUU hicieron sonar la alarma, ya que
pese a todas las innovaciones técnicas, las estadísticas mostraban que la
atención hospitalaria no suponía ninguna ventaja, pues los índices de
mortalidad eran más bajos para las mujeres que parían en casa, atendidas
por una comadrona. Entonces ¿Qué estaba ocurriendo?
Se realizaron comités, estudios e informes, pero a pesar de los grandes
adelantos y descubrimientos y de las innovaciones espectaculares de la
medicina, el índice de mortandad infantil no mejoró.
5. A principios de 1950 la mortalidad materna había descendido
enormemente, pero no podía decirse lo mismo de la infantil. Por
ejemplo, en los EEUU, la nación con mayor adelanto tecnológico y
en atención en salud en ese momento, uno de cada 30 bebés moría
durante el parto. Es decir, en un siglo apenas había tenido una leve
mejoría.
Aquí entra por fin en escena nuestra protagonista:
Virginia Apgar. Virginia nació en Westfield, New Jersey,
el 7 de junio de 1909, era la más joven de tres
hermanos siendo su padre Charles E. Apgar, el
ejecutivo de un seguro, y su madre Helen May Apgar.
Diciembre de 1936
6. Se graduó de la Escuela secundaria de Westfield en 1925 y entró en la
Universidad de Holyoke el mismo año, allí se especializó en zoología y se
apoyó económicamente con varios trabajos de media jornada.
En 1929 empezó su entrenamiento médico en la Universidad de Médicos y
Cirujanos, de Columbia siendo una de las nueve mujeres que iniciaron los
estudios ese año de una clase de noventa estudiantes.
Ella completó sus estudios en 1933 y empezó una pasantía quirúrgica en el
Hospital Presbiteriano por dos años y a pesar de su actuación prometedora
en la cirugía, después de su primer año, Allen Whipple quien fue su guía, le
aconsejó, teniendo en cuenta las perspectivas económicas de una mujer
cirujano, que siguiera la anestesiología a la que cambió después de su
segundo año de pasantía.
En 1938 ella volvió al Hospital Presbiteriano como Jefa
de la División de Anestesia dentro del Departamento de
Cirugía. Ella fue la primera mujer en dirigir una división
en este centro. En esta institución impartió la docencia a
estudiantes y médicos que rotaron en el Servicio de
Anestesia y desarrolló sus primeras investigaciones.
7. Apgar no era el tipo de persona que se desanima con facilidad. No le
gustaba echarle la culpa de sus problemas a la sociedad, solía criticar a
las feministas, diciendo que “una mujer está liberada desde que sale del
útero.”
A lo largo de su carrera anestesió a más de 20000 pacientes. Le gustaban
especialmente los partos. Pero allí descubrió algo que la horrorizó. Según
cuenta Atul Gawande: “Los bebés que tenían malformaciones, eran
demasiado pequeños o que simplemente estaban azules y no respiraban
demasiado bien se registraban en la lista de mortinatos, se dejaban allí
donde no se les viera y se les dejaba morir. Se consideraba que estaban
demasiado enfermos para sobrevivir. Apgar no lo consideraba así, pero no
tenía autoridad para desafiar las convenciones establecidas. No era
tocóloga, y era una mujer en un mundo de hombres.” Entonces fiel a su
estilo, hizo algo mucho más eficaz que indignarse y culpar al
establishment. Consiguió dar la vuelta al sistema por una vía indirecta.
8. Virginia Apgar inventó una escala que medía el estado de salud del recién
nacido: dos puntos si estaba completamente sonrosado, dos por llorar, dos
por respirar de forma profunda y vigorosa, dos por mover los cuatro
miembros y dos si el ritmo cardiaco superaba las cien pulsaciones por
minuto. Cuando se publicó esta escala tuvo un efecto revolucionario. Su
sencillez hizo que se adoptara con muy poca resistencia. Pero el hecho de
“medir el Apgar” obligaba a observar meticulosa y sistemáticamente a cada
bebé. La condición de los recién nacidos dejaba de ser algo intangible y
subjetivo. Y enseguida esos números empezaron a recopilarse y
compararse. Los médicos empezaron a competir por tener los mejores
registros.
Virginia Apgar, además, estableció que su test debía realizarse dos veces:
una al minuto del nacimiento, y otra a los cinco minutos. Esto hizo evidente
que bebés con un Apgar espantoso en el minuto uno podían reanimarse con
medidas sencillas y sacar un buen Apgar en el minuto cinco. Pronto se
complementaron medidas menos sencillas y surgieron las UCIs de neonatos.
También la rutina del parto ordinario cambió, introduciéndose los
procedimientos que se demostraba que mejoraban el Apgar: anestesia
epidural, ultrasonidos prenatales, monitorización del latido fetal… docenas
de ajustes e innovaciones que se han incorporado a lo que hoy se llama a
veces el “paquete obstétrico”.
9. El test de Apgar es un
ejemplo de lo que Neil
Postman llamaba
tecnologías ocultas:
procedimientos tan poco
“materiales” y a menudo tan
simples, que seguramente
no los calificaríamos de
tecnologías, pero que
producen efectos muchas
veces de más largo alcance
que las tecnologías
“obvias” (como, en este
caso, los antibióticos o las
transfusiones) y con mucho
menos esfuerzo, al actuar
en puntos críticos del
sistema.
10. Su amigo íntimo y colaborador L. Stanley James mostró esto en su elogio:
"Ella era una de las personas más notables que yo haya conocido. Con
ella, la vida era excitante; su entusiasmo juvenil y energía eran ilimitados.
Ella era calurosa y compasiva, y al mismo tiempo tenía un gran sentido
del humor, a veces terroso. La integridad era su sello: ella era
absolutamente sincera y honrada y no podía tolerar ninguna forma de
decepción. Su acercamiento era franco, directo, realista, y práctico. Ella
era fiel y generosa, siempre fidedigna, y estaba preparada para ayudar a
aquéllos que estuvieran en una crisis. Y a pesar de sus muchos talentos,
ella tenía una gran humildad. Todas estas calidades, y muchos más, junto
con su magnetismo y encantamiento, contribuyeron a su grandeza..."
11. Que sería de nuestro país y del mundo, si solo hubiera un 10% de
Virginia Apgar dentro de nuestra clase política, nuestros
docentes, médicos, ingenieros, entre otros…
Solo se necesita creer en el ingenio humano, un sistema educativo
y voluntad política que en verdad transforme y apoye, porque en la
realidad la mayor tecnología y herramienta innovadora se
encuentra en nuestro cerebro… y, sobre todo, que muchos de
nosotros no cerremos nuestros corazones y mentes frente a las
necesidades de los demás y nos preocupemos, pensemos y
usemos esa grandiosa herramienta para ayudar a los demás…
Elaborado por:
MAG http://cepric.blogspot.com/
Fuentes Bibliográficas:
http://pseudopodo.wordpress.com/2010/05/18/virgina-apgar-y-el-punto-arquimedico
http://www.sld.cu/galerias/pdf/sitios/pediatria/virginia_apgar.pdf
http://www.nlm.nih.gov/.../biography_12.html
http://www.inventors.about.com/library/inventors/blapgar.htm