Santa Luisa de Marillac nos muestra: Los escollos a evitar
Dom 29, oct. 21 domund
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Lectio Divina
Ciclo B, Dom 29, (Mt 28, 16-20)
Este domingo se llama Domingo Mundial de las Misiones, DOMUND. Tiene
textos propios que nos hablan de la vocación misionera de todos los
bautizados. ¡Cuántas veces hemos proclamado o escuchado el texto de
Mateo 28, 16 -20, pero el celebrarlo hoy, en el corazón del mes dedicado a
pedir y a trabajar para apoyar la obra misionera de la Iglesia, nos lleva a
reflexionar en la vocación que nos es común: ‘misionar’!
Jesús es el misionero del Padre. Fue su enviado y tiene muy clara su
vocación: “Tú, Padre, me enviaste a mí” (Jn 17, 18). “Yo he bajado del cielo, no para hacer
mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. Y su voluntad es que yo no pierda a ninguno
de los que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día” (Jn 6, 38-39).
“Tanto amó Dios al mundo que le dio a su único Hijo.... no para condenarlo sino para salvarlo
por medio de él” (Jn 3, 16-17). Jesús vino a realizar la salvación del cosmos, con su muerte
y muerte de cruz, sacrificio que culminó con su resurrección.
Jesús confió la misión que su Padre le delegó a sus discípulos, haciéndolos misioneros. Les
dio como tarea proclamar el Evangelio por todas partes y a todos los seres humanos, sin
distinción de raza ni de condición social.
Llamó a los que Él quiso para que estuvieron con Él (Mc 3, 14), y viviendo en su compañía
aprendieran a formar una comunidad, la comunidad primitiva, paradigma de toda comunidad
misionera. Los llamados fueron ejercitándose en el discipulado; eran sus amigos y por ello
se hicieron sus apóstoles, misioneros, enviados, testigos y mártires del Evangelio.
Seguimiento:
16. Por su parte los once discípulos partieron para Galilea, al cerro donde Jesús los
había citado.
17. Cuando vieron a Jesús, se postraron ante Él, aunque algunos todavía
desconfiaban.
18. Entonces, Jesús acercándose, les habló con estas palabras. “Todo poder se ha
dado en el cielo y en la tierra.
19. Por eso vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en
el nombre del Padre, y del Hijo y del espíritu Santo.
20. Y enséñenles a cumplir todo lo que Yo les he enseñado. Yo estoy con ustedes
todos los días., hasta que se termine este mundo.
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I. LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice
Cristo fue enviado por el Padre a
“evangelizar a los pobres y a levantar a
los oprimidos” (Lc 4, 18), “para buscar y
salvar lo que estaba perdido” (Lc 19, 10).
La Iglesia recibió como herencia esa
misión (Cfr. Vaticano II, LG 8).
Ella es naturaleza misionera. El Hijo, en
comunión con el Espíritu Santo, haciendo
realidad el plan del Padre (LG 2) le confió
a sus primeros apóstoles la gran tarea de
la evangelización. Les dejó como mandato
anunciar la verdad salvadora y ellos han
extendido esta misión hasta los confines
de la tierra (Hch 2, 8), y con Pablo y los
demás apóstoles, dice: ¡Ay de mi si no
evangelizara! (1 Cor 9, 26).
Ella sigue enviando misioneros para que la
obra de Cristo se irradie cada día más en
el mundo entero (LG 17).
Todo cristiano es misionero por ser
bautizado. Tiene una triple vocación en su
condición de hijo de Dios:
- Es sacerdote para ofrecer su vida, unida
a la entrega de Cristo Jesús, en favor de
los demás.
- Es profeta para predicar la Palabra, .
- Es rey para servir en la caridad a los
hermanos y formar comunidad.
El bautizado ha de ser testigo (mártir) con
su vida y sus obras en la sociedad,
haciendo creíble el mensaje de salvación.
Para entender mejor el texto de Mt 28,16-
20 tengamos presente, en primer lugar,
que este pequeño texto recapitula los
temas principales del evangelio.
Galilea sirve de plataforma para la misión
universal (Mt 28, 10-16) como había sido
indicado al comienzo del Evangelio. El
envío del capítulo 28 ubica a Jesús en el
monte (Mt, 29, 16); hace una referencia
inmediata al monte de las tentaciones (Mt
4, 8-10), al sermón de la montaña (Mt 5 al
7) y a la transfiguración (Mt 17, 1-8).
El texto nos habla de los discípulos; entre
ellos había quien seguía convencido al
Maestro, pero también había quien dudaba
(Mt 28, 17).
La frase “Yo estaré con ustedes…” (Mt 28,
20) nos hace pensar en el Emmanuel, el
“Dios con nosotros” (Mt 2, 23) y en la
promesa: “Donde están dos o tres reunidos
en mi nombre, allí estoy Yo, en medio de
ellos” (Mt 18, 20).
La autoridad de Jesús expresada en su
frase: “Me ha sido dado todo poder en el
cielo y en la tierra” (Mt 28, 18) es un eco
de: “Todo me ha sido entregado por mi
Padre…” (Mt 11, 27).
El evangelio recoge el envío que está a lo
largo de todos los capítulos y lo lleva a su
final feliz.
Los discípulos se hicieron responsables
de la tarea que Jesús les confió.
Recibieron una misión. La cumplieron en
su nombre y con Él. A su vez, Jesús les
aseguró estar con ellos, siempre.
Los discípulos fueron enviados, pero ya
resucitado, es decir, glorificado Jesús,
tuvieron que actuar en su nombre.
La resurrección del Maestro marcó una
nueva era; su presencia espiritual era
igualmente efectiva; cuando les dijo que
hicieran lo que Él hizo, les confiaba un
campo inmenso para que actuaran en su
nombre (Mt 9, 37-38), corresponsable-
mente.
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El está en la Iglesia “todos los días hasta
el fin del mundo”, es decir, siempre y en
cualquier circunstancia.
El envío que hizo Jesús ya resucitado no
fue solo una tarea para que la realizaran
sus apóstoles inmediatos(Mt 28, 16); éste
es un mandato que rebasa las fronteras
temporales y personales, invitándonos a
cada uno a participar en su obra. Todos
estamos llamados a ser sus misioneros,
haciendo discípulos a todas las gentes (Mt
28, 19).
¿Dónde marcharon los once discípulos?
¿Qué actitud tomaron cuando vieron a
Jesús? ¿Para qué envía Jesús a sus
apóstoles? ¿En nombre de quién tendrán
que bautizar? Además de hacer discípulos
a las personas ¿qué tendrán que
compartirles? ¿Qué les asegura Jesús a
los apóstoles?
II. MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a la vida
Tengamos muy en cuenta los tres encargos que hizo Jesús resucitado a sus apóstoles:
a. “Hagan discípulos a todas las gentes”. “Hacer discípulos” (en griego matheteuo) significa
convencer a otros de que sean seguidores de Jesús (como el caso de José de Arimatea;
(Mt 27, 57). La referencia principal de esta acción es Jesucristo; si ser discípulo es seguir
a Jesús, “hacer discípulos” es adherir a otros a Jesús, animarlos para que se encuentren
con Él. No hay límites; las fronteras se superan, las barreras se eliminan, los prejuicios
se olvidan; toda persona, sin excepción, está en posibilidades de ser un auténtico
discípulo de Jesús.
b. “Bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. El verbo “bautizar”
por su trasfondo judío y por la raíz de la que proviene, significa: “introducirse en algo”,
“sumergirse”, “compenetrarse”, “llenarse”. En este sentido, aunque el verbo bautizar
estuviera haciendo referencia a un rito cristiano (el sacramento del bautismo) tiene en sí
mismo una idea fundamental: la consagración. Por esto, el encargo de bautizar (es decir,
consagrar, introducir) sólo se entiende en relación con la Trinidad, con la participación
den la vida de Dios.
c. “Enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado”. El verbo “enseñar” significa
“instruir” pero sobre todo acompañar. Jesús aparece en muchas ocasiones enseñando;
el evangelista Mateo lo presenta así, en 4, 23; 5, 2; 9, 35; 11, 1; 13, 34; 21, 23; 26, 55 y
subraya cómo su enseñanza no es como la de los fariseos; tiene autoridad (Mt 7, 29).
Los enviados no deben enseñar de cualquier modo ni sobre cualquier cosa. El mandato
misionero supone un modo de enseñar, o mejor aún, de acompañar al estilo de Jesús. Este
encargo supone un estilo; tener muy presente lo que Él ha dicho y ha hecho; es decir,
observar, cumplir, hacer vida, su vida.
El texto se refiere a las instrucciones que aparecen agrupadas de manera tan peculiar en
Mateo: lo que ha sido llamado “el discurso evangélico” (Mt 5, 1-7, 29), “la predicación del
Reino de los Cielos” (Mt 8,1-10,42), “el misterio del Reino de los Cielos” (Mt 11, 1-12, 50) y
“el discurso parabólico” (Mt 13, 1-52).
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Mateo cierra el evangelio con unas palabras que dan una seguridad plena: “Yo estoy con
ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Desde el comienzo del
evangelio se había dejado claro que el Mesías iba a ser llamado Emmanuel, es decir, “Dios
con nosotros” (Mt 1, 23). Las palabras y acciones de Jesús aseguraban su presencia, pero
los discípulos eran débiles y dudaban de Él; no entendían cómo podría darse. La misión que
les confiaba el Maestro era grande, mas ellos eran limitados. Esta fue la razón por la que Él
les aseguró estar con ellos, ‘siempre’.
Un elemento fundamental para la Iglesia es “hacer discípulos”, adherir a Jesús a las
personas. Siempre ha existido —y nuestra época no es la excepción— sin embargo, estamos
ante el peligro de generar membrecía grupal y no una adhesión personal a Jesucristo .
El encargo que Jesús hace a los suyos, y en ellos a cada uno de nosotros en muy claro:
Nuestra misión es hacer que los nuestros se entusiasmen por Jesucristo, que se
adhieran a su persona y a su mensaje; que Él sea para todos nuestro Maestro, nuestro
Salvador y no un personaje histórico que se conoce por lo que de Él se ha escrito o
dicho…
El Evangelio deja claro que la finalidad última de la tarea evangelizadora, es que la gente
participe de la vida de Dios, se consagre a la Santísima Trinidad: a Dios Padre, a su Hijo y al
Espíritu Santo.
No basta con decir que ya conocemos la doctrina, que tenemos ideas o comportamientos
que nos distinguen como cristianos, ni que busquemos a toda costa el número y no la
calidad en los que decimos ser de Cristo. No importa la cantidad sino calidad con la que
vivimos nuestra fe y sobre todo el amor con el que seguimos de persona al Señor.
Nuestro testimonio es el mejor evangelio que la gente puede comprender hoy más que
ayer.
La evangelización no es ni nunca ha sido una tarea fácil de realizar; viéndola desde fuera
puede parecer casi imposible. Sin embargo, no es la Iglesia la dueña y señora de la
evangelización en el mundo de hoy, sino la corresponsable de la misión que Dios Padre le
dio a su Hijo, para hacernos también hijos en Él.
Lo que decimos y hacemos, ¿evangeliza? ¿Qué significa para nosotros misionar? ¿Qué
hacemos para apoyar la misión evangelizadora en nuestro ambiente?
III. ORAMOS este texto desde nuestra vida
Dios bueno, te agradecemos que hayas querido que Jesús, nuestro
Hermano y Salvador nos hiciera conocerte. ¡Cuántos hermanos
nuestros todavía viven sin sentirte Padre, sin reconocerse hijos
tuyos! Concédenos la gracia de ser misioneros con Cristo y como Él.
Que lo que somos y hacemos lleve a quienes nos ven a descubrirte;
que se encuentren contigo y tengan vida, irradiándola a su derredor.
Gracia por las personas que con sus palabras y su ejemplo nos llevaron a creer en ti y en tu
enviado, Jesucristo. Que tu Espíritu fortalezca a los misioneros en tierras de misión y a todos
nos haga trabajar para que tu Reino crezca más y más entre nosotros. ¡Así sea!