1. LEE EL TEXTO SOBRE LA EVOLUCION DE LA HIGIENE:
MARCA LOS ERRORES QUE CONSIDERES EN EL MANEJO DE LA HIGIENE DEL CUERPO DURANTE LA
EDAD MEDIA
SEÑALA COMO SERIA LA MANERA ADECUADA EN LA HIGIENE CORPORAL SOBRE TODO EN EL LAVADO
DE MANOS
¿POR QUE CONSIDERAS QUE ES NECESARIO UN ADECUADO LAVADO DE MANOS?
La Higiene a través del Tiempo
La limpieza y el cuidado del cuerpo han sido importantes para muchas culturas desde hace mucho tiempo Estamos tan
acostumbrado a las comodidades (a estar limpios, calientes y bien alimentados) que olvidamos lo recientes que estas son
en su mayoría. De hecho, tardamos una eternidad en conseguir estas cosas, y luego nos llegaron casi todas de sopetón.
Veamos la evolución hasta la edad media de algunos pueblos
EGIPTO Los egipcios se bañaban con aceites y ungüentos perfumados. Las jóvenes doncellas de Egipto esperaban su
baño de rodillas sobre esteras de juncos. La función de las esclavas era verter sobre ellas aguas perfumadas con mirra,
azafrán o canela.
GRECIA: Algunos griegos, en especial los deportistas, no se bañaban, pues decían que ésto los hacía débiles y les hacía
perder el olor fuerte de los atletas. Sin embargo, la mayoría de los griegos adoraban el baño. Les gustaba andar desnudos
(gymnasiun proviene del griego gymnos, que significa desnudez. Por tanto significa “el lugar desnudo”) y hacer ejercicio
hasta sudar de forma saludable, y tenían la costumbre de finalizar sus tareas diarias con un baño comunal.
Edad Media En el medioevo, en España, París y Londres, los baños de los ciudadanos eran las esquinas y los patios de
las casas. Durante la Edad Media la limpieza atrajo la atención de escritores, médicos y gente de la Iglesia. En efecto, si los
baños favorecían la higiene corporal, así como la prevención y el tratamiento de diversas enfermedades, también se
relacionaba con la prostitución, la violencia y los excesos. Los eclesiásticos fueron enemigos incansables de esta práctica,
que sólo recomendaban a los enfermos. Los médicos, por su parte, prescribían el baño para mantener la salud y erradicar
la enfermedad. El musulmán Avicena, consideraba que tomar baños de forma regular mantenía sano el organismo y
facilitaba la expulsión de las sustancias nocivas.
Incluso en las mejores casas, los suelos eran normalmente de tierra cubierta con cañas, encubriendo «escupitajos, vómitos
y orina de perros y hombres, cerveza derramada y restos de pescado y otra porquería indecible», tal y como sucintamente
resumió el teólogo y viajero holandés Desiderius Erasmus (Erasmo de Rotterdam) en 1524. Un par de veces al año se
depositaban nuevas capas de cañas, pero los viejos excrementos no se retiraban, por lo que, añadía Erasmus con
abatimiento, «el sustrato podía permanecer imperturbable durante veinte años». Efectivamente, los suelos eran un nidal
enorme, favorecido por insectos y roedores furtivos, la incubadora perfecta de la peste.
El dormir solía ser informal. Hoy en día «hacemos la cama» porque eso es lo que en realidad se hacía en la Edad Media:
extendías un jergón de tela o amontonabas un poco de paja, buscabas una capa o una manta, y te apañabas lo más
cómodamente posible.
En la Edad Media, la propagación de la peste obligó a la gente a replantearse su actitud con respecto a la higiene y a pensar
qué podía hacer para modificar su susceptibilidad a las epidemias. Por desgracia, todo el mundo llegó a la conclusión
equivocada. Las mejores mentes del momento coincidieron en que el baño abría los poros de la epidermis y fomentaba
que los vapores mortales invadieran el organismo. La mejor política era, pues, taponar los poros con suciedad. Durante los
seiscientos años siguientes, la gente dejó de bañarse, de mojarse incluso si podía evitarlo… y como consecuencia de ello
pagó un incómodo precio. Las infecciones pasaron a formar parte de la vida diaria.
Es evidente que no todas estas terribles enfermedades estaban directamente relacionadas con la higiene, pero la gente no
lo sabía, ni le importaba. A pesar de que todo el mundo era consciente de que la sífilis se transmitía por contacto sexual,
algo que, claro está, podía tener lugar en cualquier sitio, la enfermedad acabó imborrablemente asociada a las casas de
baños. En general, las prostitutas tenían prohibido acercarse a menos de cien pasos de las casas de baños,
2. establecimientos que al final acabaron clausurándose en toda Europa. Con la desaparición de las casas de baños, la
mayoría de la gente (que, todo hay que decirlo, ya se lavaba poco) perdió la costumbre de lavarse.
«Lávate las manos a menudo, los pies de vez en cuando y la cabeza jamás», decía un proverbio inglés. La reina Isabel,
según cuenta una célebre cita, se bañaba fielmente una vez al mes “lo necesite o no”. Bañarse no sería “el pan nuestro de
cada día”, pero sí lavarse aquellas partes más susceptibles de mancharse: cara, manos, axilas, pies y partes íntimas.