2. Es habitual que se responsabilice al alumno
por su éxito o fracaso escolar
desentendiéndose la escuela de este
resultado.
Se han construido muchísimas
argumentaciones para dar cuenta de por qué
a un educando le va mal en la escuela. Las
explicaciones más comunes frente a
fenómenos asociados con el fracaso tales
como la repitencia, la sobreedad, la baja
apropiación de conocimientos, recaen sobre
las “capacidades del alumno”. Para los
propios alumnos y padres esto es natural.
3. Hasta los años 70, el éxito o el fracaso escolar era
consecuencia de la capacidad intelectual del niño, no se
tienen en cuenta el contexto social, económico y
familiar.
En los años 80 el ámbito familiar era determinante en
el rendimiento escolar. Las expectativas, la motivación
y las técnicas de estudio que se generaban alrededor de
cada niño variaban en función de la familia que tuviese.
Una tercera postura defiende que el principal
responsable es el ambiente donde crece el niño
La cuanta postura cuestiona las tres anteriores: la
principal causa del fracaso es la escuela, la que
privilegia la cultura, los procesos y ritmos conocimientos
de determinados grupos sociales, en especial las
pertenecientes a las clases altas y medias.
4. Este tipo de explicaciones está asociado a
una visión determinista del aprendizaje, muy
arraigada en el sentido común social, que
concibe los fracasos como naturales y, por
ende, inevitables.
La perspectiva socioeducativa de matriz
crítica discute dos formas argumentativas
del determinismo. Por un lado, el impacto
del determinismo biológico sobre la
“capacidad de aprender”. Es una visión muy
extendida que argumenta como causa del
fracaso de un alumno que “su cabeza no le
da”.
5. Por el otro, el determinismo ambientalista,
sintetizando en el refrán popular de “tal
palo, tal astilla”, que considera que la
familia y el ambiente heredero en el que se
mueve el alumno constituye el límite
infranqueable que tendrá para
escolarizarse.
Esta última le quita la responsabilidad al
supuesto destino natural (biológico o social)
del alumno y traslada los interrogantes a
las condiciones desiguales de la estructura
educativa y social.
6. Así, el fracaso escolar es una construcción
social. No hay nada de naturaleza en él y,
por tanto, puede evitarse o, por lo menos,
atenuarse en sus efectos.
7. El fracaso en la escuela es, para algunos,
una situación transitoria que puede
superarse mejorando las prácticas
institucionales de la educación o las
condiciones individuales de personas o
familias, mientras que, para otros, el
fracaso es parte inescindible de la escuela
capitalista, ya que ésta constituye uno de
los mecanismos de reproducción y
legitimación de la desigualdad social.
Esta vertiente es conocida como crítico-
reproductivista.
8. Sobre esta base se construyeron las ideas
acerca del proceso de socialización que hoy
circulan en las escuelas y que se
caracteriza por la acción de la sociedad
sobre el individuo.
La posición de clase, es decir, el lugar
social que cada persona ocupa en función de
su grupo económico de pertenencia, era
definitoria de la trayectoria educativa que
se habilitaba a cada sujeto.
9. Una escuela que favorezca la reactualización de
experiencias vividas, que se aleje por momentos de
la pedagogía de lo concreto, esto es, del mundo
más próximo, de lo conocido, “de lo que ya se sabe
que es así” puede generar espacios nuevos para
estos sujetos, articulando sus propias condiciones
de existencia con nuevas experiencias de
descubrimiento acerca de lo desconocido. Podríamos
decir que cuando un sujeto adquiere el afán de
saber, ya no lo pierde jamás; es entonces cuando
las barreras sociales que articulan orígenes y
destinos, ya no actúan de manera eficaz y
selectiva.