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​ ​PLATERO  
Y  
NOSOTROS 
AUTORES:​ ALUMNOS DE 2º ESO 
​ Antonia y el río desbordado
Yo era Antonia, una muchacha joven y guapa. Un día quise pasar el río, pero el agua
estaba tan crecida aquel día que no podía hacerlo sin mojarse los pies. Platero y Juan
Ramón fueron a ayudarme.
El arroyo traía tanta agua que los lirios amarillos de las orillas se ahogaban, y la
corriente del agua se los llevaba pétalo a pétalo.
Yo me preguntaba que por dónde pasaría yo con mi precioso vestido de domingo. Las
piedras que pusieron Juan Ramón y Platero se hundían en el fango. Seguí orilla arriba,
hasta donde estaban los chopos, a ver si podía ir por allí, pero no.
Entonces, Juan Ramón ofreció a Platero, caballeroso.
Yo, al principio, me puse nerviosa y sonrojada. Luego me eché a reír, contra el árbol. Al
final me decidí. Tiré a la hierba el pañuelo y corrí ágilmente como una galga, me subí en
él, dejé las piernas colgadas a cada lado como si fuesen libres.
Platero lo pensó un momento, y dando un salto seguro, se clavó en la otra orilla. Luego
le di suavemente con mis tacones en la barriga, y Platero salió trotando por todo el llano,
mientras me reía.
Juan Ramón tuvo que llamar entonces a Platero, porque nos alejábamos y lo
dejábamos solo junto al arroyo.
Alejandra Bustamante Prieto (2º A)
El veterinario
Yo era un médico francés que vivía en un apacible pueblo llamado Moguer, en un
pequeño huerto.
Un día vino a mi huerto un joven con un pequeño burro que parecía de algodón. Iba a
decirle que si podía dejar al borrico fuera. Él me dijo que a su pequeño burro le ocurría
algo, que no podía hacer su trotecillo alegre de siempre. Yo le dije que no era
veterinario, pero él insistió como si supiera qué hacer.
Terminé aceptando, recorrí las patas del animal con mi mirada confusa mientras me
quedaba embobado por la belleza del pelaje del animal. Miré hasta que vi un objeto
grisáceo y brillante.
Me percaté de que era un clavo. Cuando extraí el odioso objeto exclamé con el clavo
en la mano:
-¡Voilá, ce qui fait mal! Ça fait mal.
Entregué el clavo al joven en la mano. Caía la tarde, el sol se iba poniendo. Llegaba del
mar el olor a pescado y marisco.
Los naranjos empezaban ya a tener sus frutos redondos, suaves, todavía verdes.
El burro, gris y blanco iba y venía en el prado del huerto mirando al médico con sus
ojitos negros y contentos.
Al pobre médico se le saltaban las lágrimas mientras miraba aquella preciosa imagen:
el crepúsculo, el prado y el burrito trotando alegre.
Roberto Centeno (2º A)
​ ​ EL ECLIPSE
¿Qué pasa cuándo la luna se pone delante del Sol y nos tapa su luz? Que creemos
que es la noche pero es de día: es el efecto de un eclipse. Las gallinas nos cuentan
cómo vio Platero un día de un eclipse.
Nosotras, las gallinas , nos fuimos recogiendo y nos pusimos apiñadas, juntas y
subidas a nuestra escalera de palo.
El campo verde fue perdiendo su color. El mar lejano brillaba , se veían algunas
estrellas , pálidas.
Cuando se fue el Sol, las calles , las plazas del pueblo , la torre , los caminos del los
montes se quedaron pequeños , tristes.
Y allá en el corral , Platero y algunas gallinas se quedaron sorprendidos.
Platero parecía otro burrito distinto, como si fuera de mentira , como si fuera un
muñeco.
Antonio Lianes (2º A)
EL LORO
Un día estaba jugando yo con el joven poeta (Juan Ramón) y con su burrito (Platero),
en el huerto de mi dueño, el médico francés. De pronto una mujer joven, desarreglada,
llegó corriendo, cuesta abajo, hasta nosotros.La mujer con los ojos negros de angustia,
le preguntó a Juan Ramón si estaba en su casa el médico.
Detrás de ella, corriendo también, casi sin respiración, unos chiquillos mal vestidos
junto a otros hombres, estos un poco más retrasados, cargaban con un hombre pálido
y casi desmayado.
Este era un cazador furtivo que necesitaba traer comida a su familia y cuando disparó
se le reventó escopeta.
El médico se acercó cariñoso y cuidadoso al herido y mientras lo curaba, él no podía
aguantarse lágrimas y algún que otro grito de dolor.
Y, entonces, yo empecé a repetir las palabras que el médico francés decía mientras
curaba al herido.
-Ce n’est rien…
Estaba diciendo que no era nada.
¡El pobre hombre, su mujer y sus niños me escuchaban como si yo fuese también un
médico! ¡Decía lo que querían oír!
Y fue verdad; no era nada, aunque dolía mucho.
Ismael Martínez (2º A)
​ ​ PASEO
A veces Juan Ramón y yo, Platero, íbamos por el campo sin hacer nada. Sólo
mirábamos al cielo, al campo, al río; olíamos los olores de los frutos. ¡ Era tan
agradable un paseo por ese lugar ! Esta vez caminábamos hacia la noria.
Era el comienzo del verano ¡ Que bien íbamos ! Juan Ramón leía o cantaba o decía
versos al cielo. Yo mordisqueaba las hierbecitas que encontraba. Estaba más tiempo
parado que andando. El poeta, Juan Ramón, me dejaba hacerlo.
El cielo era azul, azul. El campo, silencioso y ardiente, brillaba. En el río veíamos una
pequeña vela blanca de una barquita que no se movía porque no había viento. Hacia
los montes veíamos la humareda de un incendio que formaba nubes negras.
Pero nuestro caminar fue muy corto. Cuando, entre un olor a naranja, se oyó el hierro
de la noria, yo, alegre, rebuzné.
¡ Qué gusto nos dio llegar ! Juan Ramón cogió un vaso del agua limpia y fría que
llevaba la balsa y bebió: parecía nieve líquida. Metí la boca en el agua y también bebí,
aquí y allá, feliz.
Mercedes Morillo(2º A)
La tormenta.
Era una fría y tormentosa noche de septiembre, el terrible cielo bajo ahogaba el
amanecer.
Yo, decidida a entrar en la salita y asustarlos justo después de cenar, me puse una
sábana larga y blanca sobre la cabeza. Luego, cogí mi farol negro, con su luz rota y
oscura, que parecía que estaba siempre apagado.
Al bajar a la salita, pequeña,fría, con la luz de un candil y todos dormidos, pasé por allí
silenciosamente. De repente, todos se despertaron asustados y sin dejar de mirarme.
Los truenos, sordos, retumbantes, interminables, como enormes cargas de piedra que
cayeran del cenit al pueblo, recorrían, largamente, todas las calles de Moguer.
Los relámpagos alumbraban el pueblo, como si el Sol hubiese aparecido en la noche.
El aljibe, rebosante de agua, llenaba el suelo del patio. El árbol del cuco, aquel gran
eucalipto, estaba totalmente doblado sobre el tejado de la casa.
Yo, sin pavor alguno, decidí salir al amplio y mojado patio.
En ese mismo instante, una luz brillante me deslumbró y caí al suelo. Era un rayo; yo
estaba muerta.
Laura Murillo.
“LA NOVIA”
Un día vi a una burrita preciosa.Y ella me vio a mí.
El claro viento del mar subía por la cuesta roja, llegaba al prado, reí entre las tiernas
florecillas blancas.La tarde se alegraba con el viento que venía con la suave frescura y
el olor del mar.El sol y el viento llenaban de gozo el corazón.
Yo llevaba contento,ágil,por la cuesta, a mi amo.Parecía que Juan Ramón no me
pesaba.Subimos por la colina como si fuéramos cuesta abajo.A lo lejos se veía el mar
como una cinta brillante entre las últimos pinos.Abajo, en los prados verdes, saltaban
los asnos de mata en mata.
Se notaba algo especial en el ambiente.Yo levanté las orejas,dilaté las narices
enseñando mis dientes amarillos.Estaba respirando un extraño olor que me llegaba al
corazón.
Y, de pronto,Juan Ramón lo entendió todo.Sí.Ahí tenía, en otra colina, a una burrita,a
su amada, fina y gris.Y los dos rebuznaron,contentos,al sentirse,aunque estuvieron
lejos.
Pero mi amo no me dejó acercarme.Me tenía que llevar a otro lugar.La bella novia del
campo lo vio pasar,triste ahora como él,con sus ojazos negros,de azabache,de cristal
negro.
Yo troté rebelde,intentando volver a cada instante.Mis pasos menudos,al
trotar,sonaban algo así:
-Parece mentira, parece mentira,parece mentira…
Al menos eso creía oir Juan Ramón,porque sabía muy bien lo que me hubiera gustado
a mí,a su burrito,suave y peludo.
Alba Moruno Sánchez(2º A)
SUSTO
Estábamos mis amigos y yo comiendo alrededor del mantel blanco y había muchos
geranios rojos. Los niños estaban discutiendo como si fueran mayores y al fondo yo vi
a una niña mirando las manzanas. Había una mujer dando el pecho a un pequeñuelo,
la madre era muy guapa, rubia, joven y nos estaba mirando sonriendo.
Por la noche había muchas estrellas y hacía mucho frío. De pronto, vi en la ventana
una silueta y salí corriendo a los brazos de la madre.
Me di cuenta de que todos se giraron para ver quién era y... era Platero. Se pusieron a
reír y dijeron:
-”Es el tonto de Platero”.
Yo también empecé a reír. Al final abracé a Platero y le dije que no me diera más
sustos, que este había sido muy grande.
Juan Paniagua (2º A)
EL FANTASMA 
Yo soy Anilla “La Manteca”. Me divertía vestirme de fantasma. Me envolvía en unas
sábana, me ponía harina en la cara y dientes de ajo en la boca haciendo ver que eran
los míos. Cuando después de cenar, estaban todos medio dormidos en la salita, yo
aparecía de repente, por la escalera de mármol, con un farol encendido, andando
lentamente y sin decir nada.
Mi figura blanca daba mucho miedo, pero nadie podía dejar de mirarme.
Todo pasó una terrible noche de septiembre. Juan Ramón era aún un niño, pero se
acordaría siempre de esa noche pavorosa. Se lo contaba a Platero para quitarse de
dentro ese espantoso recuerdo. La tormenta llevaba una hora sobre el pueblo,
descargando agua y piedras, con relámpagos y truenos. El depósito subterráneo de
agua -el aljibe- estaba tan lleno que el agua se salía inundaba el patio. Era de noche
cerrada, oscurísima.
Juan Ramón tenía sed y mucho miedo porque estaba solo en su habitación.
Haciéndose el valiente, se levantó y decidió ir a beber al comedor. Allí, en la verde
blancura de un terrible relámpago, vio el enorme eucalipto, al que ellos llamaban árbol
del cuco, completamente doblado sobre el tejado. La fuerza del viento lo inclinaba
sobre la casa.
De pronto, se oyó un espantoso ruido seco, y la sombra de un rayo intensísimo de luz,
que los dejó a todos como ciegos, pareció mover la casa. Cuando pasó y todos
volvieron a la normalidad y pudieron ver los muebles del comedor, se dieron cuenta de
que estaban en un sitio distinto. Y todos tuvieron además la sensación de que en ese
instante estaban solos, porque no sentían la presencia de los demás.
Lentamente se iba la tormenta. Todo el patio estaba lleno de agua y lo teñía de color
blanco. Todos salieron de la casa para ver qué había pasado y, de pronto, me vieron
en el suelo, junto a la flor de noche que tenía un olor muy desagradable
Yo, vestida de fantasma estaba muerta. Mi farol aún seguía encendido. Yo solo quería
disfrazarme de fantasma, pero no era la noche más adecuada y un rayo me atravesó.
Ricardo Paniagua.(2º A)
“LA MEJOR BATALLA DE BREVAS”
Amanecía. Había niebla. Era un buen día para comer brevas, los primeros higos que
dan unas higueras. Mi querido dueño, Juan Ramón, y yo nos fuimos con unas amigas
nuestras a comernos los higos a un lugar que llamaban la Rica.
Cuando llegamos, aún quedaban trozos de la noche, de sombra intensa, bajo las
grandes higueras que tenían más de cien años. En las anchas hojas había un montón
de gotitas de rocío; eran como pequeñas perlas blancas que se mezclaban con su color
verde.
Todos corríamos como locos a ver quién llegaba antes a las higueras. Rociillo llegó a
coger la primera hoja de uno de los árboles al mismo tiempo que mi querido Juan
Ramón. Adela muy enfadada al ver que no había llegado antes que nosotros. Juan
Ramón me dio unas cuantas brevas maduras y me las puso en el suelo, sobre las
ramas secas de una vid, para que no me aburriera y me las comiera.
A mi amiga Adela se le ocurrió la idea de empezar con un tiroteo de brevas. Llorando y
riendo le tiraron una breva a Juan Ramón en la frente. Durante muchas risas y gritos,
de repente me empezaron a tirar brevas y claramente, como no me podía defender
vino Juan Ramón a protegerme y comenzó otra vez la pelea de brevas.
Juan Ramón y yo ganamos la batalla contra Rociillo y Adela, porque ellas se echaron al
suelo, cansadas y vencidas, sin para de reir.
¡Fue para ellas la mejor batalla perdida!
Pilar Rey. (2º A)
MI TRÁGICA EXPERIENCIA
Un día después de lluvia, me encontraba yo, una niña con un vestido roto y sucio en un
gran arroyo. Estaba atascada con una carretilla vieja llena de hierba y naranjas. Tenía
miedo y pánico, pues no sabía cómo sacar de allí la carretilla.
Por eso, de un momento a otro me puse a llorar, por lo nerviosa que estaba y por lo
mal que lo estaba pasando. Intentaba ayudar al borriquito que llevaba la carreta para
sacarla del barro porque la rueda se había quedado estancada y no podía salir de allí.
Entonces, como si el cielo hubiese escuchado mi lamento y tristeza, el burrito Platero
que era fuerte y obediente, puso toda su fuerza y, como pudo, se enganchó a la
carretilla y tiró de ella hasta que la subió con todas sus fuerzas. Yo me quedé
impresionada y, a la vez, muy feliz, pues podía llevarle a mi familia las naranjas y las
hierbas para poder comer y no morirnos de hambre. Sonreía como cuando a un niño le
daban un caramelo y se le iluminaban los ojos.
Debido a lo feliz y emocionada que estaba, le di a Platero y a Juan Ramón, su amo,
dos grandes naranjas, redondas y muy jugosas, las mejores que tenía, porque me
habían ayudado mucho y se lo merecían.
Al principio se negaron, pero yo insistí tanto como cuando nos intentan convencer de
algo que no estamos muy de acuerdo. Al final, las cogieron muy agradecidos, pero con
la condición de que una se la iban a dar al débil borriquito por el esfuerzo que él
también había hecho y, otra, a Platero porque él es el que había ayudado a sacar la
carretilla.
En aquel momento, pensé que todavía había gente muy buena en el mundo y que
tenían la intención de ayudar a las personas que necesitaban ayuda y me sentí muy
afortunada y con mucha suerte de haberme encontrado a ellos dos por mi camino en
un momento como aquel.
Teresa Rangel Castillo (2º A)
Mi muerte
¿Quién fui yo? Juan Ramón nunca me olvidaría.
Lo que más me divertía era vestirme de fantasma. Me envolvía toda en una sábana, me ponía
harina en la cara y dientes de ajo en la boca haciendo ver que eran los míos.
Cuando después de cenar, estaban todos dormidos en la salita, aparecía yo de repente, por la
escalera de mármol, con un farol encendido, abandonado lentamente y sin decir nada. Mi figura
blanca daba mucho miedo, pero nadie podía dejar de mirarme.
Todo pasó una terrible noche de septiembre.
De pronto se oyó un espantoso ruido seco, y la sombra de un rayo intensivo de luz, que los
dejó a todos como ciegos, pareció mover la casa.
A uno le dolía la cabeza, a otro los ojos, a otro el corazón… Poco a poco se calmaron, les salió
el miedo del cuerpo, y todos volvieron a sus sitios.
Y de pronto, vieron en el suelo, junto a la flor de noche que, mojada, tenía un olor muy
desagradable, a mí, disfrazada de fantasma: estaba muerta.
El farol estaba aún encendido en mi mano, negra por el rayo. ¡Me quise disfrazar de fantasma
en una noche como esa! ¡Y un rayo acabó conmigo!
Juan Ramón lo vio todo cuando era niño y nunca lo olvidaría. Se lo contaba a Platero como si
el burrito pudiera entender lo que le decía. Solo contando las cosas pueden quitarse de dentro.
Andrea Sillero (2º A)
LA CRECIDA DEL RÍO​.
Yo era una muchacha muy guapa. Yo quería pasar el río, pero el agua estaba tan
crecida ese día que no lo podía hacer sin mojarme los pies. Platero y Juan Ramón
venían a ayudarme. El arroyo tenía tanta agua que los lirios amarillos de las orillas se
ahogaban, y la corriente del agua se los llevaba pétalo a pétalo.
¿Por dónde podré pasarlo yo, tan guapa con mi traje de los domingos? Las piedras que
habían puesto se hundieron en el fango. Seguí orilla arriba, hasta donde estaban los
chopos, a ver si por allí podía pasar…
No pude.
Entonces, Juan Ramón le ofreció a Platero, subirse a su espalda.
Yo primero me puse roja. Luego empecé a reír , contra un árbol. Al fin me decidí. Tiré a
la hierba un pañuelo rosa, corrí un poco y, ágil como una galga, me subí sobre Patero,
dejando colgadas a un lado y a otro sus piernas. Platero lo pensó un momento y, dando
un salto seguro, se clavó en la otra orilla . Luego le di suavemente con los tacones de
sus zapatos en la barriga, y Platero salió trotando por el llano, mientras que me reía.
Juan Ramón tuvo entonces que llamar con fuerza a Platero porque yo y Juan Ramón lo
dejábamos atrás, junto al arroyo.
Antonio Valencia (2º A)
PLATERO ES MI AMIGO
Después de aquel día, que caminé por el llano con Platero, seguía soñando con volver
a montar sobre su suave y peluda piel. Parecía que volaba ligeramente con su trote
saltarín y fue tan agradable disfrutar de la cálida brisa en mi rostro, que deseaba volver
a tener esa sensación de delicada caricia.
No sabia como pedirle a Juan Ramón que me dejara montar a Platero; me daba mucha
vergüenza.
Una tarde, fui con mi madre al campo para ayudarle a coger frutas porque a las afueras
de Moguer, mis padres tienen un frondoso naranjal con muchos árboles frutales:
naranjos, higueras, granados, manzanos y viñedos llenos de racimos de uvas rojas.
A Juan Ramón y a Platero le gustan mucho las uvas y las granadas y pensé que podría
llevarles unas cuantas y así tenía la excusa de ver de nuevo a Platero para poder
acariciar su cabeza blanca, suave y peluda.
No me lo pensé dos veces y subí a la Calle Nueva con una cesta en mi brazo llena de
frutas, cubierta con un paño de cuadros rojos y llegué a casa de Juan Ramón.
Un poco nerviosa entré, allí estaba Juan Ramón,tan amable como siempre. Cogí de la
cesta, que coloqué sobre la mesa de la salita, un racimo de uvas y nos fuimos juntos al
corral. Enseguida vi en su cuadra blanca como la nieve, asomar la peluda cabeza de
Platero. Rebuzno cuando nos vio con alegría.
Juan Ramón abrió el portón de la cuadra para que pudiese darle las uvas. Platero salió
al corral, olisqueó mi mano y rápidamente, con sus grandes dientes, se las comió.
Le acaricie una y otra vez.
Juan Ramón me dijo: “Antonia, Platero es tu amigo”
Ara Zapata (2º A)
​ ​ MI TERRIBLE HISTORIA
Yo soy Anilla la Manteca y Juan Ramón nunca me olvidará.
Lo que más me divertía era vestirme de fantasma. Me envolvía todo el cuerpo con una
sábana, me ponía harina en la cara y dientes de ajo en la boca haciendo creer a la
gente que eran míos.
Después de cenar, cuando estaban todos medio dormidos en la salita, aparecía yo de
repente, por la escalera de mármol y llevaba un farol encendido, y andaba lentamente y
callada. Yo daba mucho miedo y nadie podía dejar de mirarme.
En una noche de septiembre, cuando Juan Ramón era todavía un niño, la tormenta
llevaba una hora sobre el pueblo, estaba lloviendo y había relámpagos y truenos. El
depósito subterráneo de agua estaba muy lleno de agua, ya que se salía e inundaba el
patio.
Esa misma noche me levanté disfrazada de fantasma y fui a dar una vuelta alrededor
de la casa y me apeteció salir al patio. Fue una mala idea, ya que me cayó un rayo y
me mató.
Alba Barragán (2º B)
¿Cómo soy Yo?
Yo soy Platero, el burrito de Juan Ramón Jiménez. Soy pequeño, peludo, suave; soy
tan blando por fuera que parece que no tengo huesos, que soy de algodón. Pero mis
ojos negros, son como espejos de azabache, porque son duros como dos escarabajos
de cristal.
Cuando me dejan suelto, me voy al prado. Con mi hocico acaricio las flores rosas,
azules, amarillas. Y cuando me llaman, cuando oigo mi nombre, acudo enseguida
trotando, tan alegre que parece que me estoy riendo.
Yo como lo que me den. Me gustan las mandarinas, las uvas de color amarillo,
transparente como el ámbar, los higos morados…
Soy tierno y mimoso, pero por dentro soy fuerte y seco como una piedra.
Los domingos, cuando Juan Ramón, se monta en mí , vamos a las calles del pueblo
que dan al campo, los campesinos, con camisas blancas, limpísimas, se quedan
mirandome y me dicen:
- Tien’ asero…
Y es verdad que tengo “acero”, porque soy duro por dentro como el acero, pero por
fuera soy suave y peludo.
Algún anochecer, cuando Juan Ramón y yo entramos en el pueblo, lleno de la luz
morada del crepúsculo, por una calle muy humilde que da al río seco, los niños pobres
juegan a ser mendigos: uno se pone un saco en la cabeza, otro hace de cojo. Pero
enseguida se olvidan de su papel de pobres, y presumen de lo que tenían sus padres.
Uno dijo:
- Mi pare tié un reló e plata.
¡Su padre tiene un reloj de plata!
Nerea Cabanillas (2º B)
Capítulo “El eclipse”, (contado por Platero).
La otra tarde sucedió algo que me marcó mucho. La gente estaba sumamente
nerviosa y agitada. Algunos se asomaban por sus hermosas ventanas y fachadas con
cristales en sus manos. Yo no entendía lo que pasaba.
Y fue cuando, de repente, y cuando uno menos se esperaba que sucediese algo así,
se hizo de noche. Yo sabía que debía ser de día porque apenas hacía dos horas que
había sido el almuerzo. Era una oscuridad hermosa, pero también fría. Y ahí fue
cuando escuche el silencio. Por un motivo que aún no entiendo, la gente miraba al
cielo.
Los campos verdes se volvieron de un color tenue y todo parecía más triste de lo
normal. Las gallinas, por impulso natural, se fueron a dormir. ¡La hermosura de esa
tarde era incontenible!
Era como ver apagarse un fuego para que, por el milagro de una brisa, resucitase. Y
además de esa bella oscuridad, el largo silencio hacía parecer eso una noche de
invierno típica de Moguer, tranquila y llena de paz, sin que nada alterase la serenidad
del ambiente.
Algo me dice que Juan Ramón hablará de esto en ese libro que escribe sobre mí. Mi
mente nunca olvidará esa bella tarde de una hermosa oscuridad, pues este extraño
suceso es algo que no es fácil de olvidar.
Pablo Carrizosa (2º B)
​ ANILLA LA MANTECA
Soy Anilla , más conocida como “Anilla la Manteca “. Juan Ramón siempre me decía
que nunca me olvidaría porque tengo una rara afición de vestirme como un fantasma y
asustar a la gente de la casa.
Es septiembre, y esta noche hay una gran tormenta, pero yo, como siempre, voy
disfrazada de fantasma con una sábana blanca y la cara llena de harina , y unos
dientes de ajo.
El patio estaba inundado porque el aljibe rebosaba por el agua de la tormenta.
Juan Ramón,con miedo , fue a beber agua , mientras el eucalipto del jardín se cayó por
un rayo en el tejado. Yo estaba allí y desgraciadamente un rayo me cayó a mi.
Todos los muebles de la casa estaban destrozados y yo, fallecía en el suelo Todas las
personas de la casa tenían una horrible sensación en el cuerpo , como si no estuvieran
en el mismo lugar, y como si cada uno estuviera solo.
Juan Ramón tampoco me iba a olvidar nunca , por esta trágica noche de tormenta, que
él vivió cuando tan sólo era un niño.
Diana Cordero (2º B)
“LAS BREVAS”
Estaba amaneciendo y había niebla. Era un buen día para comer brevas, los primeros
higos que dan unas higueras. Yo me fui con mi amo Juan Ramón y unas amigas a
comerlas a la Rica.
Cuando llegamos, aún quedaban trozos de noche, de sombra intensa, bajo las grandes
higueras que tenían más de cien años. Desde la oscuridad, bajo las copas de los
enormes árboles podía ver la aurora que empezaba a pintar de color rojo el lugar por
donde iba a salir el sol.
Todos corríamos como locos para ver quién llegaba antes a las higueras. Rociíllo
consiguió coger la primera hoja de uno de los árboles, al mismo tiempo que mia amo
Juan Ramón. Adela, otra de mis amigas era gordinflona y pequeña, casi no sabía
correr, estaba enfadada al ver que habíamos llegado antes que ella.
Juan Ramón me cogió unas cuantas brevas y me las puso en el suelo para que no me
aburriese y las probase.
A Adela, que estaba enfadada, se le ocurrió la maravillosa idea de coger una breva y
comenzar el tiroteo.
Llorando y riéndose, le lanzó una a Juan Ramón en la frente.
Luego fue Rociíllo la que lanzó otra y, por último, mi amo, Juan Ramón. Los tres
comieron brevas por la boca, por los ojos, por la nariz, por las mangas, por la nuca, por
todas partes.
Una breva me dio a mí. Entonces, todos empezaron a tirármelas. Como yo no podía
defenderme , a Juan Ramón le dio pena se puso a mi lado para ayudarme. Y siguió la
batalla de brevas, pero ahora en todas las direcciones. Mi amo, Juan Ramón, y yo
ganamos a Rociíllo y Adela porque se echaron al suelo cansadas y vencidas.
Paula Corro (2º B)
“ EL NIÑO DIFERENTE”
Soy Juan García y tengo 10 años.Todos los días, tras llegar del colegio, me sentaba en
la puerta de mi casa en la calle San José desde donde me gustaba observar pasar a
los habitantes de mi pequeño pueblo Moguer.
Me encantaba mi sillita que fue de mi abuelo y después de padre hasta que llegó a mí.
No suelo jugar con niños, pero sí me gusta escuchar a mi canario cantar en su jaula.
Nunca lo saco por si se pierde y no sabe volver.
Todos los días veo cómo pasa Juan Ramón. Así lo llama mi padre, con su gran amigo
su burro. Creo que el hombre es un poco extraño puesto que siempre va hablando con
el animal, y le habla como si le contestara. Cada día, le cuenta una historia nueva. Los
dos al pasar me miran con cara de pena, sabrán que estoy enfermo. Sé que mucha
gente en el pueblo se cree que soy tonto aunque no es verdad, simplemente soy
diferente.
Aun ahora me sigue gustando ver pasar a las personas de mi pueblo por mi calle San
José, aunque la puerta de mi casa esté vacía y mi canario solo.
Juan Ramón y su burro, Platero, siguen pasando todas las tardes y contando historias
que han vivido juntos. Aunque ahora parece que el que está un poco enfermo y mayor
es Platero.´`
Sergio Cuadrado (2ºB)
Anilla La Manteca
Soy Anilla “la Manteca”, amiga de Juan Ramón.
Lo que más me divertía era vestirme de fantasma. Me envolvía en una sábana blanca,
me ponía harina en la cara y dientes de ajo simulando que eran los míos.
Cuando después de cenar, estaban todos medio dormidos en la sala, yo, iba a
disfrazarme y aparecía de repente, por la escalera de mármol, con un farol encendido,
lentamente y sin decir nada.
Esa noche había tormenta y llevaba sobre el pueblo alrededor de una hora, e iba
descargando truenos y relámpagos. Era una noche cerrada y oscurisima, así que
pensé que sería un buen momento para asustar a todos. Caminaba de un lado a otro
buscando mi disfraz, me lo puse y fui a buscar mi farol entre ruidos y luces de
relámpagos y truenos. Conmigo venía mi gran amigo Lord, el perro de la casa, que me
acompañaba a todas partes
Tenía miedo, pero estábamos muy cerca de aquel farol. Entramos en la oscura
habitación acompañados de la fuerza provocada por el viento. Buscamos el farol, hasta
que los pequeños ladridos de Lord hicieran que lo encontrara.
Bajando las escaleras, un gran rayo chocó contra la casa haciendo que cayera al suelo,
otro relámpago consiguió alcanzarme antes de llegar a levantarme.
​FIN
Esther Gahete (2º B)
La sanguijuela y yo
¿Habéis visto alguna vez una sanguijuela?
¿Sabéis qué es?
Un día , por la mañana , paré a beber en la ​Fuente del Pinete ​, y desde ese momento
se me metió una sanguijuela en la boca . No es que me molestara mucho , pero al
llegar la tarde , ya me empezó a doler y sangrar la boca . Juan Ramón , mí amo , que
iba montado en mi lomo y me dijo …
-Espera , hombre . Enseña …
Como sabréis , yo no entiendo algunas veces vuestro idioma , entonces yo permanecí
con la boca cerrada , hasta que mi amo llamó a rasposo , un labrador a Rasposo , un
labrador que paseaba por ahí .
Yo no quería abrir la boca porque me dolía el paladar demasiado para mantener la
boca abierta .
Entonces , Rasposo cogió palo gordo y lo partió en cuatro trozos y me dio con uno de
los trozos entre las quijadas , intentando que abriera la boca .
Yo estaba inquieto y no dejaba que me tocaran la cara . Entonces , vi una preciosa
mariposa y me quedé embobado mirándola . Me tranquilicé y lograron abrirme la boca .
En ese momento Juan Ramón me la quito con un palo y hui a unos arbustos .
Ya sin la sanguijuela , Juan Ramón la tiró a un río cercano para que no le chupara la
sangre a más burritos.
FIN
Marcos Gutiérrez(2º B)
La cuadra
Al formarse el ocaso naciente, sobre las siete de la mañana, yo, amanecía sobre una
de las suaves como el algodón y las nubes. Esta eran las patas del bonito burro. Sus
patas son como almohadas en las que yo yacía.
Yo me asomé al portal de la cuadra,al ver tal paisaje, moví la cola como las vacas al
espantar las moscas. Era la salida de los animalillos salvajes entre la hierba. Allí se
creaba y se sentía el gallo cantando al amanecer.
Era un lugar lleno de naturaleza, nacida en los extensos lugares de la marisma
onubense. Se respiraba un dulce olor de azahar, que dibujaba una sonrisa de
cualquiera en el rostro.
Desde un conjunto de piedras, que para algunos bichitos era su humilde y gran
morada, puede apreciar la belleza y el brillo de la alameda de Doñana. Las dunas de
este, aparentaba creer ver un mundo del más allá. Nunca vi tanta belleza junta. Del
fondo del lugar, salía una bandada de estorninos, los que parecían estrellas fugaces
desapareciendo entre el cielo ámbar y azul.
Para enseñarle dicha belleza a mi amo, lo desperté de su camastro y lo llevé a la
cuadra de Platero, para ir a buscarlo y que todos pudiésemos apreciar la belleza
expuesta al mundo.
Con lindos ladridos y cantares, lo llevé a la posada donde reposaba Platero. Este ya se
había desvelado de su sueño y con un rebuzno tenue le saludaba al amo. Yo para
intentar hacerle ver el paisaje, le saltaba en su pecho y le daba esos nerviosos. Platero,
también andaba nervioso y para calmar la abundante perturbación que yacía en el
ambiente, los llevé hacia la morada de los bichillos.
Mi nerviosismo se disparó al ver a un pequeño perdigón correteando por el prado verde
castizo. Entre la hierba alta, este se camuflaba. Sus plumas oscuras y marrones,
estaban alternadas con plumas grises y blancas. Su pico colorado picoteaba la tierra en
busca de su comida. Sus ojos acechaban a mi ser y con un vuelo se esfumó para su
salvación. Mi inquietud creaba ladridos desesperados. Juan Ramón, me calmó para
que no alterase al resto de pájaros y animales cercanos.
Platero cargaba con fuerza y cariño a Juan Ramón. Mi compañero de cuadra llevaba
un trote suave, que aparentaba el vuelo de un ángel.
Al llegar al lugar, pararon para acomodarse entre piedras e hierba. Ya quedaba poco
para la Romería de la Virgen del Rocío, celebrada en la marisma cercana. De lejos se
podía contemplar las carretas de los rocieros guiadas por mulos. Los rocieros trotaban
al paso español al ritmo de fandango con sus caballos nobles y leales.
Las niñas y las mujeres con sus atuendos rocieros relucían como estrellas en el
firmamento. Sus trajes coloridos al igual que el arcoiris, los cubrían lunares gitanos
blancos y negros. Los niños y los hombres iban vestidos con sus chalequillos rocieros
ajustados al torso. Sus pantalones eran anchos para poder aguantar la semana de
Rocío y el largo camino desde sus pueblos y aldeas.
Se oía un quejío rasgado por la guitarra a la voz de tres. Al finalizar al son de la música,
todo el mundo gritaba alabando al rociero con grandes piropos y jaleos.
Fin
Laura Juidías (2º B)
La perra y los cuatros perritos
Platero me conocía el día que Juan Ramón le habló de mi . Era la perra de Lobato un
cazador .
Os voy a explicar por qué Platero me conocía , él muchas veces paseaba por un
camino de Llanos y se encontraba conmigo .
Yo un día di a luz cuatro preciosos perritos en un hermoso prado lleno de luz y muy
soleado .
Mis cachorros estaban super a gusto cuando Salud , la lechera , me los quitó , todo por
el hecho de que su hijo estaba malo, por eso , llamó al médico y le dijo que un caldo de
perros recién nacidos le curaría .
Yo estuve buscancando a mis cachorros muchos días . Les pedí ayuda a muchos
animales como : pájaros , gatos , incluso a Platero . También hablé con el padre de mis
cachorros , pero él no me quería ayudar .
Pasaron varios días hasta que los convencí .
Todos los días iba al prado donde di a luz y por la noche aullaba para ver si encontraba
alguna respuesta .
Tenía mucha pena porque era los perritos más bonitos que había tenido nunca , al
igual que yo eran dorados y blancos .
Una noche ,mientras aullaba , escuché varios sonidos ; enseguida se lo comuniqué a
todos los que había avisado y todos empezaron a buscar .
Por fin, en una casa estaban todas las luces encendidas pero las puertas cerradas .
yo llamé a todos los amigos , familiares ...para que me ayudaran a entrar en la casa
para rescatarles .
El padre de los cachorros pensó en hacer una escalera humana para entrar por una
ventana , pero no funcionó . Por suerte al pájaro de Juan Ramón tuvo una brillante idea
. Al lado había un punto limpio donde había muebles viejos .
Todos acumularon los muebles y por suerte llegaron a entrar en la casa .
Allí seguí escuchando a mis cachorros y por fin los encontraron .
Los saqué sin que los dueños de la casa se dieran cuenta y con mucho cuidado los
saqué por la ventana .
Yo después de todo lo que había ocurrido los llevé al prado y los lavé .
Luego los llevé a casa de mia amo y este les cogió mucho cariño a los perritos y todos
vivieron felices .
Yo , por supuesto , les agradecí a todos los días que habían perdido buscando a mis
cachorros .
En cuanto al padre de los cachorros , también se fue a vivir con nosotros y nunca más
nos dejó desprotegidos.
Laura López (2º B)
​ LA BATALLA DE BREVAS
Yo corría como loca a ver quién llegaba antes a las higueras. Rociíllo, sofocada,
porque había corrido con todas sus fuerzas, riéndose, llegó a coger la primera hoja de
árboles al mismo tiempo que Juan Ramón. Yo tengo un aspecto físico muy peculiar;
soy gordinflona y chica, casi no sé correr, y aún estaba muy lejos y muy enfadada al
ver que habían llegado antes que yo.
El joven poeta cogió para platero unas cuantas brevas maduras y se las puso en el
suelo, sobre las ramas secas de una vid, para que no se le aburriera y las probara, ¡A
ver si le gustaba! De repente vi que...
… se le ocurrió coger una breva y empezar el tiroteo.
Yo que estaba enfadada porque no sabía correr como los demás, se me ocurrió coger
una breva y empezar el tiroteo. Llorando y riéndome, le tiré una a Juan Ramón en la
frente. Luego fue Rociíllo quién lanzó otra, y por fin, el poeta.
Nosotros tre comimos brevas por la boca, por los ojos, por la nariz, por las mangas, por
la nuca, por todas partes. Nos lanzábamos brevas sin parar, gritando, riéndonos y
jugando.
Juan Ramón y Platero nos ganaron a nosotras dos, porque nos echamos al suelo,
cansas y vencidas, sin parar de reír .
¡ Fue para nosotras la mejor batalla perdida !
Adela Molina (2º A)
​ “Antonia”
Juan Ramón, me decía que era una muchacha muy guapa, más guapa que algunas de
las estrellas.
Un día, yo quería cruzar el río, pero el agua corría tan fuerte como una ventisca de aire.
Entonces, Juan Ramón y Platero, acudieron a ayudarme. El arroyo tenía tanta agua
que los lirios amarillos de las orillas se ahogaban.
Juan Ramón me ofreció a Platero para cruzar el río sin mojarme. Primero, mepuse
colorada como un tomate y me eché a reír contra un árbol. Al fin me decidí, corrí hacia
Platero, y ágil como una galga, salté encima del burrillo, que era tan suave como el
algodón, tal y como dice Juan Ramón.
Platero se lo pensó un momento y, dando un salto, llegamos a la orilla. Dio un salto tan
bueno que parecía un saltamontes.
Al llegar al otro lado de la orilla, clavé suavemente los tacones en la barriga de Platero,
que salió con un trote muy suave.
Avanzamos tan alegres los dos, que Juan Ramón tuvo que llamar a Platero porque lo
dejamos solo en el otro lado de la orilla.
​ ​FIN
Patricio Manchón (2º B)
“El Rayo De Mi Escalera”
¿Quién es Anilla la Manteca?
Anilla la Manteca era yo, lo que más me gustaba era disfrazarme de fantasma.
Tenía todos los días harina en mi habitación, un par de dientes de ajo y unas sábanas
blancas. Todas las noches, cuando estaban medio dormidos, me vestía de fantasma y
bajaba con un farolillo por las escaleras lentamente sin decir nada.
Todos me miraban fijamente aterrados y cuando estaba cerca, gritaba “¡Buuu!” y me
quitaba las sábanas. Entonces, todos nos reíamos.
Un día, cuando estaba una noche de tormenta, aproveché para asustarles. Pero,
cuando bajaba las escaleras, un rayo cayó en nuestra casa y me alcanzó.
Desde ese día, todos me recordaron como Anilla la Manteca. Juan Ramón no lo
olvidaría y se lo contaría a Platero.
Juan Carlos Morillo (2º B)
EL CAZADOR
Era un día cualquiera. Fui a visitar a mi viejo amigo Juan Ramón Jiménez y, por
supuesto, también, a su precioso burrito Platero.
También, llevé conmigo a mi fiel loro parlanchín Pachi.
Estábamos todos en el huerto de Juan ramón. Entré en la casa simplemente para
coger un vaso de agua fría, debido a que por los espléndidos rayos de sol, tenía los
labios poco húmedos. Mientras, el poeta y su burrito, jugaban a correr uno tras el otro,
pero de repente, una mujer joven, poco agraciada y desarreglada, bajó corriendo la
cuesta abajo llegando a nosotros. La mujer tenía un rostro blanco como la nieve y ojos
negros como espejos de azabache y llenos de angustia. Le preguntó a mi amigo que si
yo mismo estaba en su casa.
Salí corriendo por la puerta, y vi que detrás de ella venían corriendo también, casi sin
respiración, unos hombres mal vestidos y pobres, que llevaban en brazos a otro con el
rostro pálido, casi desmayado debido a que se estaba desangrando.
Mientras atendía al herido, su mujer me iba contando que era un cazador furtivo.
Resultaba que iba a cazar un ciervo en el coto de Doñana, aunque todos sabíamos que
estaba totalmente prohibido.
Pero él cazaba porque era pobre y quería alimentar a su familia.
Al disparar, al hombre se le había reventado la escopeta, y el tiro le había dado en el
brazo.
Me iba acercando a él lo más cuidadosamente posible.
Le levanté unos trapos viejos que le habían puesto en el brazo y, cogí un trapo húmedo
para lavarle la sangre y desinfectar la herida.
Cuando acabé, le tocaba cariñosamente los huesos y los músculos. De vez en cuando,
le decía al pobre hombre que no era nada, en mi lengua natal, para que estuviera
tranquilo. “Ce n’est rien”.
Caía la tarde, el sol se iba poniendo hacia el oeste. Llegaba a la zona ese poderoso
olor a mar. Pachi estaba subido en una lila, y mientras curaba al herido, él iba y venía
de las zonas del árbol curióseandolo todo con sus ojitos redondos y pequeños.
Al pobre cazador, en algunas ocasiones, se le saltaban las lágrimas mientras le curaba,
e incluso, a veces, daba gritos de dolor. Por lo tanto, mi loro Pachi le empezó a repetir
las palabras que había dicho anteriormente en francés. “Ce n’est rien”.
En verdad, todos sabían que lo que le decía era mentira porque veían y sentían el dolor
que le causaba al cazador.
FIN
Paula Ortiz (2º B)
Con ayuda para cruzar el río.
Estaba yo tan guapa , con mi traje de los domingos , que no podía pasar el río.
El río se veía hermoso con tanta agua , y no podía pasarlo sin mojarme los pies , corría
muy deprisa , y hasta los lirios amarillos se ahogaban .
Puse piedras para poder pasar , pero se hundieron en el fango. Entonces, seguí orilla
arriba para ver si podía pasar , pero no podía.
Miré hacia atrás y vi a Juan Ramón y Platero que venían a mi ayuda.
Juan Ramón me ofreció a Platero para pasar el río , me puse roja , pero después me
eché a reír . Decidí montarme , tiré mi pañuelo rosa a la hierba , corrí y como una galga
me subí a Platero , dejé caer mis piernas a los dos lomos del burrito .
Platero se dirigió a dar un salto , y se clavó al otro lado de la orilla . Luego le di
suavemente con mis zapatos en la barriga , y salió trotando por el llano , mientras que
yo no paraba de reírme .
Después escuché gritar a Juan Ramón llamar a Platero , ya que los dos no íbamos y lo
dejábamos solo .
Claudia Torres (2º B)
MI CACHORRO PERDIDO
Platero sí me conocía, ya que un día Juan Ramón le habló de mí, aunque yo no tenía
nombre.
Yo era de Lobato, el cazador, mi amo. Platero me conocía bien porque me habían
encontrado los dos muchas veces por el camino de los Llanos… Si Platero tuviera
buena memoria, sabría perfectamente de qué perra le hablaba su amo: de aquella
dorada y blanca como el cielo de mayo cuando se pone el sol entre las nubes.
Un día parí cuatro perritos, y Salud, la lechera, me los quitó y se los llevó a su choza
porque tenía un niño enfermo y don Luis le había dicho que se curaría si le daba caldo
de perritos. Era una mentira muy grande.
Yo anduve como loca buscando mis cachorros todo el día, entrando y saliendo, yendo
por los caminos, subiéndome a las vallas, oliendo a la gente… Casi de noche me
vieron aullando como si llorase, sobre unos sacos de carbón. ¡Llamaba a mis perritos!
¡Yo sabía, que si no los encontraba, se morirían!
Pero al fin, lo conseguí. Desde la choza de la lechera, en donde estaban mis perritos, a
la calle de En Medio, en donde vivía Lobato, mi amo, había kilómetros. Cuatro veces fui
y vine yo durante la noche; y en cada uno de mis largos viajes me traje a un perrito en
la boca.
Al amanecer, cuando mi amo abrió la puerta, estaba yo allí, mirándolo dulcemente, con
los cuatro perritos agarrados a mis tetillas rosadas y llenas.
Platero vería meses después a mis perritos correr y saltar junto a mí, la perra dorada y
blanca de Lobato, el cazador.
Isabel Valenzuela (2º B)
El baño de platero
Yo era Macaria, una joven con el pelo largo, castaño, y siempre lo llevo recogido,
siempre que Platero estaba sucio, yo era la encargada de limpiarlo.
Como hoy había estado lloviendo, y Platero fue a jugar por el campo y a revolcarse en
los charcos que el agua había formado, entonces, al llegar a casa con Juan Ramón, yo
lo vi que estaba muy sucio.
Para empezar, le preparé agua calentita en la bañera, y encima de una silla puse una
toalla tan blanca y suave como el algodón, para así poder secarle un poco el pelo
después de bañarle.
Al comenzar, cuando llamé a Platero para que viniera a la ducha, a él le daba miedo, y
pues Juan Ramón me tuvo que ayudar a tranquilizarlo y meterlo en la ducha, porque
cuando vio el agua se escapó de casa y se puso a dar saltos.
Una vez que estaba en la bañera, empecé a frotarle con agua y jabón la espalda, luego
la barriga, a continuación la cabeza, y por último las patas, al finalizar el baño, el burrito
se sentía tan agusto que no quería salir, pero le enseñé un poco de hierba y salió en un
segundo!
Para terminar, cuando acabé de secarle y peinarle el pelo, Juan Ramón le dijo una y
otra vez que estaba muy guapo y que tenía el pelo muy blanco, Platero, avergonzado,
corría por el campo, y de repente se paró y hacía como si se estuviese comiendo unas
campanillas y se sentía tan limpito y guapo!!!
Paloma Valenzuela (2º B
 
LA LLEGADA DE LA PRIMAVERA​.
Se acercaba la primavera. Como cada año en el colegio “San José”, nos gustaba
celebrar la llegada de esta estación. Como cada año, había que subir al valle, llevar
comida y pasar allí el día haciendo actividades. Yo fuí con mi amigo Juan Ramón, los
dos cogimos nuestras mochilas con todo lo necesario para pasar el día allí y
emprendimos nuestro camino.
Al llegar allí nos juntamos con los demás compañeros.
Por la tarde, la profesora propuso un juego, que consistía en encontrar la flor más
bonita que hubiera. Mi amigo Juan Ramón y yo empezamos a buscar de un sitio a otro,
sin darnos cuenta que cada vez no alejamos más. Se nos hizo de noche.
Los dos, l algo asustados, nos refugiamos debajo de un
gran árbol y decidimos esperar a que fuese de día. Al amanecer empezamos a
caminar, vimos un camino y al lado un arroyo grande, que el agua de la lluvia lo había
hecho desbordar y llegaba a las viñas.
Fue entonces cuando nos dimos cuenta donde estábamos. Juan Ramón y yo
caminamos hasta el colegio.
Al llegar allí todo los demás compañeros nos estaban esperando, incluso “Platero”, que
al vernos se puso tan contento que no paraba e rebuznar.
FIN
Samuel Villarrubia (2º B)

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Relatos platero y nosotros (1)

  • 2. ​ Antonia y el río desbordado Yo era Antonia, una muchacha joven y guapa. Un día quise pasar el río, pero el agua estaba tan crecida aquel día que no podía hacerlo sin mojarse los pies. Platero y Juan Ramón fueron a ayudarme. El arroyo traía tanta agua que los lirios amarillos de las orillas se ahogaban, y la corriente del agua se los llevaba pétalo a pétalo. Yo me preguntaba que por dónde pasaría yo con mi precioso vestido de domingo. Las piedras que pusieron Juan Ramón y Platero se hundían en el fango. Seguí orilla arriba, hasta donde estaban los chopos, a ver si podía ir por allí, pero no. Entonces, Juan Ramón ofreció a Platero, caballeroso. Yo, al principio, me puse nerviosa y sonrojada. Luego me eché a reír, contra el árbol. Al final me decidí. Tiré a la hierba el pañuelo y corrí ágilmente como una galga, me subí en él, dejé las piernas colgadas a cada lado como si fuesen libres. Platero lo pensó un momento, y dando un salto seguro, se clavó en la otra orilla. Luego le di suavemente con mis tacones en la barriga, y Platero salió trotando por todo el llano, mientras me reía. Juan Ramón tuvo que llamar entonces a Platero, porque nos alejábamos y lo dejábamos solo junto al arroyo. Alejandra Bustamante Prieto (2º A)
  • 3. El veterinario Yo era un médico francés que vivía en un apacible pueblo llamado Moguer, en un pequeño huerto. Un día vino a mi huerto un joven con un pequeño burro que parecía de algodón. Iba a decirle que si podía dejar al borrico fuera. Él me dijo que a su pequeño burro le ocurría algo, que no podía hacer su trotecillo alegre de siempre. Yo le dije que no era veterinario, pero él insistió como si supiera qué hacer. Terminé aceptando, recorrí las patas del animal con mi mirada confusa mientras me quedaba embobado por la belleza del pelaje del animal. Miré hasta que vi un objeto grisáceo y brillante. Me percaté de que era un clavo. Cuando extraí el odioso objeto exclamé con el clavo en la mano: -¡Voilá, ce qui fait mal! Ça fait mal. Entregué el clavo al joven en la mano. Caía la tarde, el sol se iba poniendo. Llegaba del mar el olor a pescado y marisco. Los naranjos empezaban ya a tener sus frutos redondos, suaves, todavía verdes. El burro, gris y blanco iba y venía en el prado del huerto mirando al médico con sus ojitos negros y contentos. Al pobre médico se le saltaban las lágrimas mientras miraba aquella preciosa imagen: el crepúsculo, el prado y el burrito trotando alegre. Roberto Centeno (2º A)
  • 4. ​ ​ EL ECLIPSE ¿Qué pasa cuándo la luna se pone delante del Sol y nos tapa su luz? Que creemos que es la noche pero es de día: es el efecto de un eclipse. Las gallinas nos cuentan cómo vio Platero un día de un eclipse. Nosotras, las gallinas , nos fuimos recogiendo y nos pusimos apiñadas, juntas y subidas a nuestra escalera de palo. El campo verde fue perdiendo su color. El mar lejano brillaba , se veían algunas estrellas , pálidas. Cuando se fue el Sol, las calles , las plazas del pueblo , la torre , los caminos del los montes se quedaron pequeños , tristes. Y allá en el corral , Platero y algunas gallinas se quedaron sorprendidos. Platero parecía otro burrito distinto, como si fuera de mentira , como si fuera un muñeco. Antonio Lianes (2º A)
  • 5. EL LORO Un día estaba jugando yo con el joven poeta (Juan Ramón) y con su burrito (Platero), en el huerto de mi dueño, el médico francés. De pronto una mujer joven, desarreglada, llegó corriendo, cuesta abajo, hasta nosotros.La mujer con los ojos negros de angustia, le preguntó a Juan Ramón si estaba en su casa el médico. Detrás de ella, corriendo también, casi sin respiración, unos chiquillos mal vestidos junto a otros hombres, estos un poco más retrasados, cargaban con un hombre pálido y casi desmayado. Este era un cazador furtivo que necesitaba traer comida a su familia y cuando disparó se le reventó escopeta. El médico se acercó cariñoso y cuidadoso al herido y mientras lo curaba, él no podía aguantarse lágrimas y algún que otro grito de dolor. Y, entonces, yo empecé a repetir las palabras que el médico francés decía mientras curaba al herido. -Ce n’est rien… Estaba diciendo que no era nada. ¡El pobre hombre, su mujer y sus niños me escuchaban como si yo fuese también un médico! ¡Decía lo que querían oír! Y fue verdad; no era nada, aunque dolía mucho. Ismael Martínez (2º A)
  • 6. ​ ​ PASEO A veces Juan Ramón y yo, Platero, íbamos por el campo sin hacer nada. Sólo mirábamos al cielo, al campo, al río; olíamos los olores de los frutos. ¡ Era tan agradable un paseo por ese lugar ! Esta vez caminábamos hacia la noria. Era el comienzo del verano ¡ Que bien íbamos ! Juan Ramón leía o cantaba o decía versos al cielo. Yo mordisqueaba las hierbecitas que encontraba. Estaba más tiempo parado que andando. El poeta, Juan Ramón, me dejaba hacerlo. El cielo era azul, azul. El campo, silencioso y ardiente, brillaba. En el río veíamos una pequeña vela blanca de una barquita que no se movía porque no había viento. Hacia los montes veíamos la humareda de un incendio que formaba nubes negras. Pero nuestro caminar fue muy corto. Cuando, entre un olor a naranja, se oyó el hierro de la noria, yo, alegre, rebuzné. ¡ Qué gusto nos dio llegar ! Juan Ramón cogió un vaso del agua limpia y fría que llevaba la balsa y bebió: parecía nieve líquida. Metí la boca en el agua y también bebí, aquí y allá, feliz. Mercedes Morillo(2º A)
  • 7. La tormenta. Era una fría y tormentosa noche de septiembre, el terrible cielo bajo ahogaba el amanecer. Yo, decidida a entrar en la salita y asustarlos justo después de cenar, me puse una sábana larga y blanca sobre la cabeza. Luego, cogí mi farol negro, con su luz rota y oscura, que parecía que estaba siempre apagado. Al bajar a la salita, pequeña,fría, con la luz de un candil y todos dormidos, pasé por allí silenciosamente. De repente, todos se despertaron asustados y sin dejar de mirarme. Los truenos, sordos, retumbantes, interminables, como enormes cargas de piedra que cayeran del cenit al pueblo, recorrían, largamente, todas las calles de Moguer. Los relámpagos alumbraban el pueblo, como si el Sol hubiese aparecido en la noche. El aljibe, rebosante de agua, llenaba el suelo del patio. El árbol del cuco, aquel gran eucalipto, estaba totalmente doblado sobre el tejado de la casa. Yo, sin pavor alguno, decidí salir al amplio y mojado patio. En ese mismo instante, una luz brillante me deslumbró y caí al suelo. Era un rayo; yo estaba muerta. Laura Murillo.
  • 8. “LA NOVIA” Un día vi a una burrita preciosa.Y ella me vio a mí. El claro viento del mar subía por la cuesta roja, llegaba al prado, reí entre las tiernas florecillas blancas.La tarde se alegraba con el viento que venía con la suave frescura y el olor del mar.El sol y el viento llenaban de gozo el corazón. Yo llevaba contento,ágil,por la cuesta, a mi amo.Parecía que Juan Ramón no me pesaba.Subimos por la colina como si fuéramos cuesta abajo.A lo lejos se veía el mar como una cinta brillante entre las últimos pinos.Abajo, en los prados verdes, saltaban los asnos de mata en mata. Se notaba algo especial en el ambiente.Yo levanté las orejas,dilaté las narices enseñando mis dientes amarillos.Estaba respirando un extraño olor que me llegaba al corazón. Y, de pronto,Juan Ramón lo entendió todo.Sí.Ahí tenía, en otra colina, a una burrita,a su amada, fina y gris.Y los dos rebuznaron,contentos,al sentirse,aunque estuvieron lejos. Pero mi amo no me dejó acercarme.Me tenía que llevar a otro lugar.La bella novia del campo lo vio pasar,triste ahora como él,con sus ojazos negros,de azabache,de cristal negro. Yo troté rebelde,intentando volver a cada instante.Mis pasos menudos,al trotar,sonaban algo así: -Parece mentira, parece mentira,parece mentira… Al menos eso creía oir Juan Ramón,porque sabía muy bien lo que me hubiera gustado a mí,a su burrito,suave y peludo. Alba Moruno Sánchez(2º A)
  • 9. SUSTO Estábamos mis amigos y yo comiendo alrededor del mantel blanco y había muchos geranios rojos. Los niños estaban discutiendo como si fueran mayores y al fondo yo vi a una niña mirando las manzanas. Había una mujer dando el pecho a un pequeñuelo, la madre era muy guapa, rubia, joven y nos estaba mirando sonriendo. Por la noche había muchas estrellas y hacía mucho frío. De pronto, vi en la ventana una silueta y salí corriendo a los brazos de la madre. Me di cuenta de que todos se giraron para ver quién era y... era Platero. Se pusieron a reír y dijeron: -”Es el tonto de Platero”. Yo también empecé a reír. Al final abracé a Platero y le dije que no me diera más sustos, que este había sido muy grande. Juan Paniagua (2º A)
  • 10. EL FANTASMA  Yo soy Anilla “La Manteca”. Me divertía vestirme de fantasma. Me envolvía en unas sábana, me ponía harina en la cara y dientes de ajo en la boca haciendo ver que eran los míos. Cuando después de cenar, estaban todos medio dormidos en la salita, yo aparecía de repente, por la escalera de mármol, con un farol encendido, andando lentamente y sin decir nada. Mi figura blanca daba mucho miedo, pero nadie podía dejar de mirarme. Todo pasó una terrible noche de septiembre. Juan Ramón era aún un niño, pero se acordaría siempre de esa noche pavorosa. Se lo contaba a Platero para quitarse de dentro ese espantoso recuerdo. La tormenta llevaba una hora sobre el pueblo, descargando agua y piedras, con relámpagos y truenos. El depósito subterráneo de agua -el aljibe- estaba tan lleno que el agua se salía inundaba el patio. Era de noche cerrada, oscurísima. Juan Ramón tenía sed y mucho miedo porque estaba solo en su habitación. Haciéndose el valiente, se levantó y decidió ir a beber al comedor. Allí, en la verde blancura de un terrible relámpago, vio el enorme eucalipto, al que ellos llamaban árbol del cuco, completamente doblado sobre el tejado. La fuerza del viento lo inclinaba sobre la casa. De pronto, se oyó un espantoso ruido seco, y la sombra de un rayo intensísimo de luz, que los dejó a todos como ciegos, pareció mover la casa. Cuando pasó y todos volvieron a la normalidad y pudieron ver los muebles del comedor, se dieron cuenta de que estaban en un sitio distinto. Y todos tuvieron además la sensación de que en ese instante estaban solos, porque no sentían la presencia de los demás. Lentamente se iba la tormenta. Todo el patio estaba lleno de agua y lo teñía de color blanco. Todos salieron de la casa para ver qué había pasado y, de pronto, me vieron en el suelo, junto a la flor de noche que tenía un olor muy desagradable Yo, vestida de fantasma estaba muerta. Mi farol aún seguía encendido. Yo solo quería disfrazarme de fantasma, pero no era la noche más adecuada y un rayo me atravesó. Ricardo Paniagua.(2º A)
  • 11. “LA MEJOR BATALLA DE BREVAS” Amanecía. Había niebla. Era un buen día para comer brevas, los primeros higos que dan unas higueras. Mi querido dueño, Juan Ramón, y yo nos fuimos con unas amigas nuestras a comernos los higos a un lugar que llamaban la Rica. Cuando llegamos, aún quedaban trozos de la noche, de sombra intensa, bajo las grandes higueras que tenían más de cien años. En las anchas hojas había un montón de gotitas de rocío; eran como pequeñas perlas blancas que se mezclaban con su color verde. Todos corríamos como locos a ver quién llegaba antes a las higueras. Rociillo llegó a coger la primera hoja de uno de los árboles al mismo tiempo que mi querido Juan Ramón. Adela muy enfadada al ver que no había llegado antes que nosotros. Juan Ramón me dio unas cuantas brevas maduras y me las puso en el suelo, sobre las ramas secas de una vid, para que no me aburriera y me las comiera. A mi amiga Adela se le ocurrió la idea de empezar con un tiroteo de brevas. Llorando y riendo le tiraron una breva a Juan Ramón en la frente. Durante muchas risas y gritos, de repente me empezaron a tirar brevas y claramente, como no me podía defender vino Juan Ramón a protegerme y comenzó otra vez la pelea de brevas. Juan Ramón y yo ganamos la batalla contra Rociillo y Adela, porque ellas se echaron al suelo, cansadas y vencidas, sin para de reir. ¡Fue para ellas la mejor batalla perdida! Pilar Rey. (2º A)
  • 12. MI TRÁGICA EXPERIENCIA Un día después de lluvia, me encontraba yo, una niña con un vestido roto y sucio en un gran arroyo. Estaba atascada con una carretilla vieja llena de hierba y naranjas. Tenía miedo y pánico, pues no sabía cómo sacar de allí la carretilla. Por eso, de un momento a otro me puse a llorar, por lo nerviosa que estaba y por lo mal que lo estaba pasando. Intentaba ayudar al borriquito que llevaba la carreta para sacarla del barro porque la rueda se había quedado estancada y no podía salir de allí. Entonces, como si el cielo hubiese escuchado mi lamento y tristeza, el burrito Platero que era fuerte y obediente, puso toda su fuerza y, como pudo, se enganchó a la carretilla y tiró de ella hasta que la subió con todas sus fuerzas. Yo me quedé impresionada y, a la vez, muy feliz, pues podía llevarle a mi familia las naranjas y las hierbas para poder comer y no morirnos de hambre. Sonreía como cuando a un niño le daban un caramelo y se le iluminaban los ojos. Debido a lo feliz y emocionada que estaba, le di a Platero y a Juan Ramón, su amo, dos grandes naranjas, redondas y muy jugosas, las mejores que tenía, porque me habían ayudado mucho y se lo merecían. Al principio se negaron, pero yo insistí tanto como cuando nos intentan convencer de algo que no estamos muy de acuerdo. Al final, las cogieron muy agradecidos, pero con la condición de que una se la iban a dar al débil borriquito por el esfuerzo que él también había hecho y, otra, a Platero porque él es el que había ayudado a sacar la carretilla. En aquel momento, pensé que todavía había gente muy buena en el mundo y que tenían la intención de ayudar a las personas que necesitaban ayuda y me sentí muy afortunada y con mucha suerte de haberme encontrado a ellos dos por mi camino en un momento como aquel. Teresa Rangel Castillo (2º A)
  • 13. Mi muerte ¿Quién fui yo? Juan Ramón nunca me olvidaría. Lo que más me divertía era vestirme de fantasma. Me envolvía toda en una sábana, me ponía harina en la cara y dientes de ajo en la boca haciendo ver que eran los míos. Cuando después de cenar, estaban todos dormidos en la salita, aparecía yo de repente, por la escalera de mármol, con un farol encendido, abandonado lentamente y sin decir nada. Mi figura blanca daba mucho miedo, pero nadie podía dejar de mirarme. Todo pasó una terrible noche de septiembre. De pronto se oyó un espantoso ruido seco, y la sombra de un rayo intensivo de luz, que los dejó a todos como ciegos, pareció mover la casa. A uno le dolía la cabeza, a otro los ojos, a otro el corazón… Poco a poco se calmaron, les salió el miedo del cuerpo, y todos volvieron a sus sitios. Y de pronto, vieron en el suelo, junto a la flor de noche que, mojada, tenía un olor muy desagradable, a mí, disfrazada de fantasma: estaba muerta. El farol estaba aún encendido en mi mano, negra por el rayo. ¡Me quise disfrazar de fantasma en una noche como esa! ¡Y un rayo acabó conmigo! Juan Ramón lo vio todo cuando era niño y nunca lo olvidaría. Se lo contaba a Platero como si el burrito pudiera entender lo que le decía. Solo contando las cosas pueden quitarse de dentro. Andrea Sillero (2º A)
  • 14. LA CRECIDA DEL RÍO​. Yo era una muchacha muy guapa. Yo quería pasar el río, pero el agua estaba tan crecida ese día que no lo podía hacer sin mojarme los pies. Platero y Juan Ramón venían a ayudarme. El arroyo tenía tanta agua que los lirios amarillos de las orillas se ahogaban, y la corriente del agua se los llevaba pétalo a pétalo. ¿Por dónde podré pasarlo yo, tan guapa con mi traje de los domingos? Las piedras que habían puesto se hundieron en el fango. Seguí orilla arriba, hasta donde estaban los chopos, a ver si por allí podía pasar… No pude. Entonces, Juan Ramón le ofreció a Platero, subirse a su espalda. Yo primero me puse roja. Luego empecé a reír , contra un árbol. Al fin me decidí. Tiré a la hierba un pañuelo rosa, corrí un poco y, ágil como una galga, me subí sobre Patero, dejando colgadas a un lado y a otro sus piernas. Platero lo pensó un momento y, dando un salto seguro, se clavó en la otra orilla . Luego le di suavemente con los tacones de sus zapatos en la barriga, y Platero salió trotando por el llano, mientras que me reía. Juan Ramón tuvo entonces que llamar con fuerza a Platero porque yo y Juan Ramón lo dejábamos atrás, junto al arroyo. Antonio Valencia (2º A)
  • 15. PLATERO ES MI AMIGO Después de aquel día, que caminé por el llano con Platero, seguía soñando con volver a montar sobre su suave y peluda piel. Parecía que volaba ligeramente con su trote saltarín y fue tan agradable disfrutar de la cálida brisa en mi rostro, que deseaba volver a tener esa sensación de delicada caricia. No sabia como pedirle a Juan Ramón que me dejara montar a Platero; me daba mucha vergüenza. Una tarde, fui con mi madre al campo para ayudarle a coger frutas porque a las afueras de Moguer, mis padres tienen un frondoso naranjal con muchos árboles frutales: naranjos, higueras, granados, manzanos y viñedos llenos de racimos de uvas rojas. A Juan Ramón y a Platero le gustan mucho las uvas y las granadas y pensé que podría llevarles unas cuantas y así tenía la excusa de ver de nuevo a Platero para poder acariciar su cabeza blanca, suave y peluda. No me lo pensé dos veces y subí a la Calle Nueva con una cesta en mi brazo llena de frutas, cubierta con un paño de cuadros rojos y llegué a casa de Juan Ramón. Un poco nerviosa entré, allí estaba Juan Ramón,tan amable como siempre. Cogí de la cesta, que coloqué sobre la mesa de la salita, un racimo de uvas y nos fuimos juntos al corral. Enseguida vi en su cuadra blanca como la nieve, asomar la peluda cabeza de Platero. Rebuzno cuando nos vio con alegría. Juan Ramón abrió el portón de la cuadra para que pudiese darle las uvas. Platero salió al corral, olisqueó mi mano y rápidamente, con sus grandes dientes, se las comió. Le acaricie una y otra vez. Juan Ramón me dijo: “Antonia, Platero es tu amigo” Ara Zapata (2º A)
  • 16. ​ ​ MI TERRIBLE HISTORIA Yo soy Anilla la Manteca y Juan Ramón nunca me olvidará. Lo que más me divertía era vestirme de fantasma. Me envolvía todo el cuerpo con una sábana, me ponía harina en la cara y dientes de ajo en la boca haciendo creer a la gente que eran míos. Después de cenar, cuando estaban todos medio dormidos en la salita, aparecía yo de repente, por la escalera de mármol y llevaba un farol encendido, y andaba lentamente y callada. Yo daba mucho miedo y nadie podía dejar de mirarme. En una noche de septiembre, cuando Juan Ramón era todavía un niño, la tormenta llevaba una hora sobre el pueblo, estaba lloviendo y había relámpagos y truenos. El depósito subterráneo de agua estaba muy lleno de agua, ya que se salía e inundaba el patio. Esa misma noche me levanté disfrazada de fantasma y fui a dar una vuelta alrededor de la casa y me apeteció salir al patio. Fue una mala idea, ya que me cayó un rayo y me mató. Alba Barragán (2º B)
  • 17. ¿Cómo soy Yo? Yo soy Platero, el burrito de Juan Ramón Jiménez. Soy pequeño, peludo, suave; soy tan blando por fuera que parece que no tengo huesos, que soy de algodón. Pero mis ojos negros, son como espejos de azabache, porque son duros como dos escarabajos de cristal. Cuando me dejan suelto, me voy al prado. Con mi hocico acaricio las flores rosas, azules, amarillas. Y cuando me llaman, cuando oigo mi nombre, acudo enseguida trotando, tan alegre que parece que me estoy riendo. Yo como lo que me den. Me gustan las mandarinas, las uvas de color amarillo, transparente como el ámbar, los higos morados… Soy tierno y mimoso, pero por dentro soy fuerte y seco como una piedra. Los domingos, cuando Juan Ramón, se monta en mí , vamos a las calles del pueblo que dan al campo, los campesinos, con camisas blancas, limpísimas, se quedan mirandome y me dicen: - Tien’ asero… Y es verdad que tengo “acero”, porque soy duro por dentro como el acero, pero por fuera soy suave y peludo. Algún anochecer, cuando Juan Ramón y yo entramos en el pueblo, lleno de la luz morada del crepúsculo, por una calle muy humilde que da al río seco, los niños pobres juegan a ser mendigos: uno se pone un saco en la cabeza, otro hace de cojo. Pero enseguida se olvidan de su papel de pobres, y presumen de lo que tenían sus padres. Uno dijo: - Mi pare tié un reló e plata. ¡Su padre tiene un reloj de plata! Nerea Cabanillas (2º B)
  • 18. Capítulo “El eclipse”, (contado por Platero). La otra tarde sucedió algo que me marcó mucho. La gente estaba sumamente nerviosa y agitada. Algunos se asomaban por sus hermosas ventanas y fachadas con cristales en sus manos. Yo no entendía lo que pasaba. Y fue cuando, de repente, y cuando uno menos se esperaba que sucediese algo así, se hizo de noche. Yo sabía que debía ser de día porque apenas hacía dos horas que había sido el almuerzo. Era una oscuridad hermosa, pero también fría. Y ahí fue cuando escuche el silencio. Por un motivo que aún no entiendo, la gente miraba al cielo. Los campos verdes se volvieron de un color tenue y todo parecía más triste de lo normal. Las gallinas, por impulso natural, se fueron a dormir. ¡La hermosura de esa tarde era incontenible! Era como ver apagarse un fuego para que, por el milagro de una brisa, resucitase. Y además de esa bella oscuridad, el largo silencio hacía parecer eso una noche de invierno típica de Moguer, tranquila y llena de paz, sin que nada alterase la serenidad del ambiente. Algo me dice que Juan Ramón hablará de esto en ese libro que escribe sobre mí. Mi mente nunca olvidará esa bella tarde de una hermosa oscuridad, pues este extraño suceso es algo que no es fácil de olvidar. Pablo Carrizosa (2º B)
  • 19. ​ ANILLA LA MANTECA Soy Anilla , más conocida como “Anilla la Manteca “. Juan Ramón siempre me decía que nunca me olvidaría porque tengo una rara afición de vestirme como un fantasma y asustar a la gente de la casa. Es septiembre, y esta noche hay una gran tormenta, pero yo, como siempre, voy disfrazada de fantasma con una sábana blanca y la cara llena de harina , y unos dientes de ajo. El patio estaba inundado porque el aljibe rebosaba por el agua de la tormenta. Juan Ramón,con miedo , fue a beber agua , mientras el eucalipto del jardín se cayó por un rayo en el tejado. Yo estaba allí y desgraciadamente un rayo me cayó a mi. Todos los muebles de la casa estaban destrozados y yo, fallecía en el suelo Todas las personas de la casa tenían una horrible sensación en el cuerpo , como si no estuvieran en el mismo lugar, y como si cada uno estuviera solo. Juan Ramón tampoco me iba a olvidar nunca , por esta trágica noche de tormenta, que él vivió cuando tan sólo era un niño. Diana Cordero (2º B)
  • 20. “LAS BREVAS” Estaba amaneciendo y había niebla. Era un buen día para comer brevas, los primeros higos que dan unas higueras. Yo me fui con mi amo Juan Ramón y unas amigas a comerlas a la Rica. Cuando llegamos, aún quedaban trozos de noche, de sombra intensa, bajo las grandes higueras que tenían más de cien años. Desde la oscuridad, bajo las copas de los enormes árboles podía ver la aurora que empezaba a pintar de color rojo el lugar por donde iba a salir el sol. Todos corríamos como locos para ver quién llegaba antes a las higueras. Rociíllo consiguió coger la primera hoja de uno de los árboles, al mismo tiempo que mia amo Juan Ramón. Adela, otra de mis amigas era gordinflona y pequeña, casi no sabía correr, estaba enfadada al ver que habíamos llegado antes que ella. Juan Ramón me cogió unas cuantas brevas y me las puso en el suelo para que no me aburriese y las probase. A Adela, que estaba enfadada, se le ocurrió la maravillosa idea de coger una breva y comenzar el tiroteo. Llorando y riéndose, le lanzó una a Juan Ramón en la frente. Luego fue Rociíllo la que lanzó otra y, por último, mi amo, Juan Ramón. Los tres comieron brevas por la boca, por los ojos, por la nariz, por las mangas, por la nuca, por todas partes. Una breva me dio a mí. Entonces, todos empezaron a tirármelas. Como yo no podía defenderme , a Juan Ramón le dio pena se puso a mi lado para ayudarme. Y siguió la batalla de brevas, pero ahora en todas las direcciones. Mi amo, Juan Ramón, y yo ganamos a Rociíllo y Adela porque se echaron al suelo cansadas y vencidas. Paula Corro (2º B)
  • 21. “ EL NIÑO DIFERENTE” Soy Juan García y tengo 10 años.Todos los días, tras llegar del colegio, me sentaba en la puerta de mi casa en la calle San José desde donde me gustaba observar pasar a los habitantes de mi pequeño pueblo Moguer. Me encantaba mi sillita que fue de mi abuelo y después de padre hasta que llegó a mí. No suelo jugar con niños, pero sí me gusta escuchar a mi canario cantar en su jaula. Nunca lo saco por si se pierde y no sabe volver. Todos los días veo cómo pasa Juan Ramón. Así lo llama mi padre, con su gran amigo su burro. Creo que el hombre es un poco extraño puesto que siempre va hablando con el animal, y le habla como si le contestara. Cada día, le cuenta una historia nueva. Los dos al pasar me miran con cara de pena, sabrán que estoy enfermo. Sé que mucha gente en el pueblo se cree que soy tonto aunque no es verdad, simplemente soy diferente. Aun ahora me sigue gustando ver pasar a las personas de mi pueblo por mi calle San José, aunque la puerta de mi casa esté vacía y mi canario solo. Juan Ramón y su burro, Platero, siguen pasando todas las tardes y contando historias que han vivido juntos. Aunque ahora parece que el que está un poco enfermo y mayor es Platero.´` Sergio Cuadrado (2ºB)
  • 22. Anilla La Manteca Soy Anilla “la Manteca”, amiga de Juan Ramón. Lo que más me divertía era vestirme de fantasma. Me envolvía en una sábana blanca, me ponía harina en la cara y dientes de ajo simulando que eran los míos. Cuando después de cenar, estaban todos medio dormidos en la sala, yo, iba a disfrazarme y aparecía de repente, por la escalera de mármol, con un farol encendido, lentamente y sin decir nada. Esa noche había tormenta y llevaba sobre el pueblo alrededor de una hora, e iba descargando truenos y relámpagos. Era una noche cerrada y oscurisima, así que pensé que sería un buen momento para asustar a todos. Caminaba de un lado a otro buscando mi disfraz, me lo puse y fui a buscar mi farol entre ruidos y luces de relámpagos y truenos. Conmigo venía mi gran amigo Lord, el perro de la casa, que me acompañaba a todas partes Tenía miedo, pero estábamos muy cerca de aquel farol. Entramos en la oscura habitación acompañados de la fuerza provocada por el viento. Buscamos el farol, hasta que los pequeños ladridos de Lord hicieran que lo encontrara. Bajando las escaleras, un gran rayo chocó contra la casa haciendo que cayera al suelo, otro relámpago consiguió alcanzarme antes de llegar a levantarme. ​FIN Esther Gahete (2º B)
  • 23. La sanguijuela y yo ¿Habéis visto alguna vez una sanguijuela? ¿Sabéis qué es? Un día , por la mañana , paré a beber en la ​Fuente del Pinete ​, y desde ese momento se me metió una sanguijuela en la boca . No es que me molestara mucho , pero al llegar la tarde , ya me empezó a doler y sangrar la boca . Juan Ramón , mí amo , que iba montado en mi lomo y me dijo … -Espera , hombre . Enseña … Como sabréis , yo no entiendo algunas veces vuestro idioma , entonces yo permanecí con la boca cerrada , hasta que mi amo llamó a rasposo , un labrador a Rasposo , un labrador que paseaba por ahí . Yo no quería abrir la boca porque me dolía el paladar demasiado para mantener la boca abierta . Entonces , Rasposo cogió palo gordo y lo partió en cuatro trozos y me dio con uno de los trozos entre las quijadas , intentando que abriera la boca . Yo estaba inquieto y no dejaba que me tocaran la cara . Entonces , vi una preciosa mariposa y me quedé embobado mirándola . Me tranquilicé y lograron abrirme la boca . En ese momento Juan Ramón me la quito con un palo y hui a unos arbustos . Ya sin la sanguijuela , Juan Ramón la tiró a un río cercano para que no le chupara la sangre a más burritos. FIN Marcos Gutiérrez(2º B)
  • 24. La cuadra Al formarse el ocaso naciente, sobre las siete de la mañana, yo, amanecía sobre una de las suaves como el algodón y las nubes. Esta eran las patas del bonito burro. Sus patas son como almohadas en las que yo yacía. Yo me asomé al portal de la cuadra,al ver tal paisaje, moví la cola como las vacas al espantar las moscas. Era la salida de los animalillos salvajes entre la hierba. Allí se creaba y se sentía el gallo cantando al amanecer. Era un lugar lleno de naturaleza, nacida en los extensos lugares de la marisma onubense. Se respiraba un dulce olor de azahar, que dibujaba una sonrisa de cualquiera en el rostro. Desde un conjunto de piedras, que para algunos bichitos era su humilde y gran morada, puede apreciar la belleza y el brillo de la alameda de Doñana. Las dunas de este, aparentaba creer ver un mundo del más allá. Nunca vi tanta belleza junta. Del fondo del lugar, salía una bandada de estorninos, los que parecían estrellas fugaces desapareciendo entre el cielo ámbar y azul. Para enseñarle dicha belleza a mi amo, lo desperté de su camastro y lo llevé a la cuadra de Platero, para ir a buscarlo y que todos pudiésemos apreciar la belleza expuesta al mundo. Con lindos ladridos y cantares, lo llevé a la posada donde reposaba Platero. Este ya se había desvelado de su sueño y con un rebuzno tenue le saludaba al amo. Yo para intentar hacerle ver el paisaje, le saltaba en su pecho y le daba esos nerviosos. Platero, también andaba nervioso y para calmar la abundante perturbación que yacía en el ambiente, los llevé hacia la morada de los bichillos. Mi nerviosismo se disparó al ver a un pequeño perdigón correteando por el prado verde castizo. Entre la hierba alta, este se camuflaba. Sus plumas oscuras y marrones, estaban alternadas con plumas grises y blancas. Su pico colorado picoteaba la tierra en busca de su comida. Sus ojos acechaban a mi ser y con un vuelo se esfumó para su salvación. Mi inquietud creaba ladridos desesperados. Juan Ramón, me calmó para que no alterase al resto de pájaros y animales cercanos. Platero cargaba con fuerza y cariño a Juan Ramón. Mi compañero de cuadra llevaba un trote suave, que aparentaba el vuelo de un ángel. Al llegar al lugar, pararon para acomodarse entre piedras e hierba. Ya quedaba poco para la Romería de la Virgen del Rocío, celebrada en la marisma cercana. De lejos se podía contemplar las carretas de los rocieros guiadas por mulos. Los rocieros trotaban al paso español al ritmo de fandango con sus caballos nobles y leales. Las niñas y las mujeres con sus atuendos rocieros relucían como estrellas en el firmamento. Sus trajes coloridos al igual que el arcoiris, los cubrían lunares gitanos blancos y negros. Los niños y los hombres iban vestidos con sus chalequillos rocieros ajustados al torso. Sus pantalones eran anchos para poder aguantar la semana de Rocío y el largo camino desde sus pueblos y aldeas.
  • 25. Se oía un quejío rasgado por la guitarra a la voz de tres. Al finalizar al son de la música, todo el mundo gritaba alabando al rociero con grandes piropos y jaleos. Fin Laura Juidías (2º B)
  • 26. La perra y los cuatros perritos Platero me conocía el día que Juan Ramón le habló de mi . Era la perra de Lobato un cazador . Os voy a explicar por qué Platero me conocía , él muchas veces paseaba por un camino de Llanos y se encontraba conmigo . Yo un día di a luz cuatro preciosos perritos en un hermoso prado lleno de luz y muy soleado . Mis cachorros estaban super a gusto cuando Salud , la lechera , me los quitó , todo por el hecho de que su hijo estaba malo, por eso , llamó al médico y le dijo que un caldo de perros recién nacidos le curaría . Yo estuve buscancando a mis cachorros muchos días . Les pedí ayuda a muchos animales como : pájaros , gatos , incluso a Platero . También hablé con el padre de mis cachorros , pero él no me quería ayudar . Pasaron varios días hasta que los convencí . Todos los días iba al prado donde di a luz y por la noche aullaba para ver si encontraba alguna respuesta . Tenía mucha pena porque era los perritos más bonitos que había tenido nunca , al igual que yo eran dorados y blancos . Una noche ,mientras aullaba , escuché varios sonidos ; enseguida se lo comuniqué a todos los que había avisado y todos empezaron a buscar . Por fin, en una casa estaban todas las luces encendidas pero las puertas cerradas . yo llamé a todos los amigos , familiares ...para que me ayudaran a entrar en la casa para rescatarles . El padre de los cachorros pensó en hacer una escalera humana para entrar por una ventana , pero no funcionó . Por suerte al pájaro de Juan Ramón tuvo una brillante idea . Al lado había un punto limpio donde había muebles viejos . Todos acumularon los muebles y por suerte llegaron a entrar en la casa . Allí seguí escuchando a mis cachorros y por fin los encontraron . Los saqué sin que los dueños de la casa se dieran cuenta y con mucho cuidado los saqué por la ventana . Yo después de todo lo que había ocurrido los llevé al prado y los lavé . Luego los llevé a casa de mia amo y este les cogió mucho cariño a los perritos y todos vivieron felices . Yo , por supuesto , les agradecí a todos los días que habían perdido buscando a mis cachorros . En cuanto al padre de los cachorros , también se fue a vivir con nosotros y nunca más nos dejó desprotegidos. Laura López (2º B)
  • 27. ​ LA BATALLA DE BREVAS Yo corría como loca a ver quién llegaba antes a las higueras. Rociíllo, sofocada, porque había corrido con todas sus fuerzas, riéndose, llegó a coger la primera hoja de árboles al mismo tiempo que Juan Ramón. Yo tengo un aspecto físico muy peculiar; soy gordinflona y chica, casi no sé correr, y aún estaba muy lejos y muy enfadada al ver que habían llegado antes que yo. El joven poeta cogió para platero unas cuantas brevas maduras y se las puso en el suelo, sobre las ramas secas de una vid, para que no se le aburriera y las probara, ¡A ver si le gustaba! De repente vi que... … se le ocurrió coger una breva y empezar el tiroteo. Yo que estaba enfadada porque no sabía correr como los demás, se me ocurrió coger una breva y empezar el tiroteo. Llorando y riéndome, le tiré una a Juan Ramón en la frente. Luego fue Rociíllo quién lanzó otra, y por fin, el poeta. Nosotros tre comimos brevas por la boca, por los ojos, por la nariz, por las mangas, por la nuca, por todas partes. Nos lanzábamos brevas sin parar, gritando, riéndonos y jugando. Juan Ramón y Platero nos ganaron a nosotras dos, porque nos echamos al suelo, cansas y vencidas, sin parar de reír . ¡ Fue para nosotras la mejor batalla perdida ! Adela Molina (2º A)
  • 28. ​ “Antonia” Juan Ramón, me decía que era una muchacha muy guapa, más guapa que algunas de las estrellas. Un día, yo quería cruzar el río, pero el agua corría tan fuerte como una ventisca de aire. Entonces, Juan Ramón y Platero, acudieron a ayudarme. El arroyo tenía tanta agua que los lirios amarillos de las orillas se ahogaban. Juan Ramón me ofreció a Platero para cruzar el río sin mojarme. Primero, mepuse colorada como un tomate y me eché a reír contra un árbol. Al fin me decidí, corrí hacia Platero, y ágil como una galga, salté encima del burrillo, que era tan suave como el algodón, tal y como dice Juan Ramón. Platero se lo pensó un momento y, dando un salto, llegamos a la orilla. Dio un salto tan bueno que parecía un saltamontes. Al llegar al otro lado de la orilla, clavé suavemente los tacones en la barriga de Platero, que salió con un trote muy suave. Avanzamos tan alegres los dos, que Juan Ramón tuvo que llamar a Platero porque lo dejamos solo en el otro lado de la orilla. ​ ​FIN Patricio Manchón (2º B)
  • 29. “El Rayo De Mi Escalera” ¿Quién es Anilla la Manteca? Anilla la Manteca era yo, lo que más me gustaba era disfrazarme de fantasma. Tenía todos los días harina en mi habitación, un par de dientes de ajo y unas sábanas blancas. Todas las noches, cuando estaban medio dormidos, me vestía de fantasma y bajaba con un farolillo por las escaleras lentamente sin decir nada. Todos me miraban fijamente aterrados y cuando estaba cerca, gritaba “¡Buuu!” y me quitaba las sábanas. Entonces, todos nos reíamos. Un día, cuando estaba una noche de tormenta, aproveché para asustarles. Pero, cuando bajaba las escaleras, un rayo cayó en nuestra casa y me alcanzó. Desde ese día, todos me recordaron como Anilla la Manteca. Juan Ramón no lo olvidaría y se lo contaría a Platero. Juan Carlos Morillo (2º B)
  • 30. EL CAZADOR Era un día cualquiera. Fui a visitar a mi viejo amigo Juan Ramón Jiménez y, por supuesto, también, a su precioso burrito Platero. También, llevé conmigo a mi fiel loro parlanchín Pachi. Estábamos todos en el huerto de Juan ramón. Entré en la casa simplemente para coger un vaso de agua fría, debido a que por los espléndidos rayos de sol, tenía los labios poco húmedos. Mientras, el poeta y su burrito, jugaban a correr uno tras el otro, pero de repente, una mujer joven, poco agraciada y desarreglada, bajó corriendo la cuesta abajo llegando a nosotros. La mujer tenía un rostro blanco como la nieve y ojos negros como espejos de azabache y llenos de angustia. Le preguntó a mi amigo que si yo mismo estaba en su casa. Salí corriendo por la puerta, y vi que detrás de ella venían corriendo también, casi sin respiración, unos hombres mal vestidos y pobres, que llevaban en brazos a otro con el rostro pálido, casi desmayado debido a que se estaba desangrando. Mientras atendía al herido, su mujer me iba contando que era un cazador furtivo. Resultaba que iba a cazar un ciervo en el coto de Doñana, aunque todos sabíamos que estaba totalmente prohibido. Pero él cazaba porque era pobre y quería alimentar a su familia. Al disparar, al hombre se le había reventado la escopeta, y el tiro le había dado en el brazo. Me iba acercando a él lo más cuidadosamente posible. Le levanté unos trapos viejos que le habían puesto en el brazo y, cogí un trapo húmedo para lavarle la sangre y desinfectar la herida. Cuando acabé, le tocaba cariñosamente los huesos y los músculos. De vez en cuando, le decía al pobre hombre que no era nada, en mi lengua natal, para que estuviera tranquilo. “Ce n’est rien”. Caía la tarde, el sol se iba poniendo hacia el oeste. Llegaba a la zona ese poderoso olor a mar. Pachi estaba subido en una lila, y mientras curaba al herido, él iba y venía de las zonas del árbol curióseandolo todo con sus ojitos redondos y pequeños. Al pobre cazador, en algunas ocasiones, se le saltaban las lágrimas mientras le curaba, e incluso, a veces, daba gritos de dolor. Por lo tanto, mi loro Pachi le empezó a repetir las palabras que había dicho anteriormente en francés. “Ce n’est rien”. En verdad, todos sabían que lo que le decía era mentira porque veían y sentían el dolor que le causaba al cazador. FIN Paula Ortiz (2º B)
  • 31. Con ayuda para cruzar el río. Estaba yo tan guapa , con mi traje de los domingos , que no podía pasar el río. El río se veía hermoso con tanta agua , y no podía pasarlo sin mojarme los pies , corría muy deprisa , y hasta los lirios amarillos se ahogaban . Puse piedras para poder pasar , pero se hundieron en el fango. Entonces, seguí orilla arriba para ver si podía pasar , pero no podía. Miré hacia atrás y vi a Juan Ramón y Platero que venían a mi ayuda. Juan Ramón me ofreció a Platero para pasar el río , me puse roja , pero después me eché a reír . Decidí montarme , tiré mi pañuelo rosa a la hierba , corrí y como una galga me subí a Platero , dejé caer mis piernas a los dos lomos del burrito . Platero se dirigió a dar un salto , y se clavó al otro lado de la orilla . Luego le di suavemente con mis zapatos en la barriga , y salió trotando por el llano , mientras que yo no paraba de reírme . Después escuché gritar a Juan Ramón llamar a Platero , ya que los dos no íbamos y lo dejábamos solo . Claudia Torres (2º B)
  • 32. MI CACHORRO PERDIDO Platero sí me conocía, ya que un día Juan Ramón le habló de mí, aunque yo no tenía nombre. Yo era de Lobato, el cazador, mi amo. Platero me conocía bien porque me habían encontrado los dos muchas veces por el camino de los Llanos… Si Platero tuviera buena memoria, sabría perfectamente de qué perra le hablaba su amo: de aquella dorada y blanca como el cielo de mayo cuando se pone el sol entre las nubes. Un día parí cuatro perritos, y Salud, la lechera, me los quitó y se los llevó a su choza porque tenía un niño enfermo y don Luis le había dicho que se curaría si le daba caldo de perritos. Era una mentira muy grande. Yo anduve como loca buscando mis cachorros todo el día, entrando y saliendo, yendo por los caminos, subiéndome a las vallas, oliendo a la gente… Casi de noche me vieron aullando como si llorase, sobre unos sacos de carbón. ¡Llamaba a mis perritos! ¡Yo sabía, que si no los encontraba, se morirían! Pero al fin, lo conseguí. Desde la choza de la lechera, en donde estaban mis perritos, a la calle de En Medio, en donde vivía Lobato, mi amo, había kilómetros. Cuatro veces fui y vine yo durante la noche; y en cada uno de mis largos viajes me traje a un perrito en la boca. Al amanecer, cuando mi amo abrió la puerta, estaba yo allí, mirándolo dulcemente, con los cuatro perritos agarrados a mis tetillas rosadas y llenas. Platero vería meses después a mis perritos correr y saltar junto a mí, la perra dorada y blanca de Lobato, el cazador. Isabel Valenzuela (2º B)
  • 33. El baño de platero Yo era Macaria, una joven con el pelo largo, castaño, y siempre lo llevo recogido, siempre que Platero estaba sucio, yo era la encargada de limpiarlo. Como hoy había estado lloviendo, y Platero fue a jugar por el campo y a revolcarse en los charcos que el agua había formado, entonces, al llegar a casa con Juan Ramón, yo lo vi que estaba muy sucio. Para empezar, le preparé agua calentita en la bañera, y encima de una silla puse una toalla tan blanca y suave como el algodón, para así poder secarle un poco el pelo después de bañarle. Al comenzar, cuando llamé a Platero para que viniera a la ducha, a él le daba miedo, y pues Juan Ramón me tuvo que ayudar a tranquilizarlo y meterlo en la ducha, porque cuando vio el agua se escapó de casa y se puso a dar saltos. Una vez que estaba en la bañera, empecé a frotarle con agua y jabón la espalda, luego la barriga, a continuación la cabeza, y por último las patas, al finalizar el baño, el burrito se sentía tan agusto que no quería salir, pero le enseñé un poco de hierba y salió en un segundo! Para terminar, cuando acabé de secarle y peinarle el pelo, Juan Ramón le dijo una y otra vez que estaba muy guapo y que tenía el pelo muy blanco, Platero, avergonzado, corría por el campo, y de repente se paró y hacía como si se estuviese comiendo unas campanillas y se sentía tan limpito y guapo!!! Paloma Valenzuela (2º B  
  • 34. LA LLEGADA DE LA PRIMAVERA​. Se acercaba la primavera. Como cada año en el colegio “San José”, nos gustaba celebrar la llegada de esta estación. Como cada año, había que subir al valle, llevar comida y pasar allí el día haciendo actividades. Yo fuí con mi amigo Juan Ramón, los dos cogimos nuestras mochilas con todo lo necesario para pasar el día allí y emprendimos nuestro camino. Al llegar allí nos juntamos con los demás compañeros. Por la tarde, la profesora propuso un juego, que consistía en encontrar la flor más bonita que hubiera. Mi amigo Juan Ramón y yo empezamos a buscar de un sitio a otro, sin darnos cuenta que cada vez no alejamos más. Se nos hizo de noche. Los dos, l algo asustados, nos refugiamos debajo de un gran árbol y decidimos esperar a que fuese de día. Al amanecer empezamos a caminar, vimos un camino y al lado un arroyo grande, que el agua de la lluvia lo había hecho desbordar y llegaba a las viñas. Fue entonces cuando nos dimos cuenta donde estábamos. Juan Ramón y yo caminamos hasta el colegio. Al llegar allí todo los demás compañeros nos estaban esperando, incluso “Platero”, que al vernos se puso tan contento que no paraba e rebuznar. FIN Samuel Villarrubia (2º B)