2. Hola, soy San Nicolás
de Bari.
He decidido escribirte
porque veo que en
muchas partes del
mundo los niños no
me conocen.
En parte tienen razón
porque hay muchas
personas que intentan
disfrazarse como yo.
Aunque me presentan
como un gordo, en rea
lidad fui delgado, enjuto y de tez olivácea.
3. Como muchas personas desconocen mi
historia y cuentan cosas raras sobre mí,
quisiera contarles mi verdadera historia:
“La
verdadera Historia de Santa Claus”,
o mejor dicho de San Nicolás
4. Nací de familia
adinerada en Patara de
Licia, Asia, hace más de
1700 años (a finales del
siglo III).
Mis padres me
educaron en la fe
pues eran fervorosos
Cristianos
5. Desde pequeño aprendí la fe de mis padres.
Ellos siempre me dieron el mejor ejemplo.
Recuerdo sus palabras:
“creer es amar, amar es compartir,
compartir es ser feliz
y hacer felices a los demás”.
6. Fui ordenado sacerdote a los 19 años por mi tío,
el arzobispo de Myra, al que muy pronto sustituí
en el cargo tras su deceso.
7. Al morir mis padres repartí toda mi fortuna
entre los pobres y me fui a vivir a Myra
(Anatolia, actualmente Turquía)
8. Ahí fui consagrado obispo
Dice la leyenda que varios sacerdotes y obispos
se encontraban discutiendo sobre quién sería el
futuro obispo, pues el anterior había fallecido.
Al no ponerse de acuerdo se decidió que fuera el
próximo sacerdote que
entrase en el templo
(que casualmente fue mi
persona).
9. El emperador Licino decretó una persecución
contra los cristianos, por lo cual fui encarcelado,
y como tortura me quemaron la barba
10. Sometido a trabajos forzados y a azotes
constantes, finalmente fui liberado por el
emperador Constantino
11. Me quedaron cicatrices gloriosas, las cuales
mostré después en Nicea y que besó Constantino
en la recepción final a los obispos concurrentes.
12. Mandé a demoler el templo de Artemisa por mi
celo de erradicar los cultos paganos
13. Participé, pues, en el primer concilio
de Nicea en el 325 convocado por el
Emperador Constantino I
Contra el hereje Arrio y
su Arrianismo que
negaba que Jesús era
Dios pues decía que había
sido Creado por Dios
14. A pesar de ser anciano, seguía viajando,
evangelizando y entregando juguetes a los niños
para recordar a todos que en Navidad recibimos el
mejor de los regalos a través de Cristo,
la esperanza de la Salvación Eterna.
15. Me sepultaron en la ciudad de Mira,
donde fui obispo.
Tiempo después, en 1087, cuando los
musulmanes invadieron la Catedral de Mira,
un grupo de 62 soldados católicos evitó que
mis restos fueran profanados. Sacaron mi
cuerpo en secreto y lo llevaron hasta Italia,
a una ciudad llamada Bari.
16. Allí, los italianos me recibieron con cariño y por
esa razón me llamaron: San Nicolás de Bari.
Ahora tenía dos nombres: San Nicolás de Mira
o San Nicolás de Bari.
Actualmente muchos católicos
me veneran en ese lugar,
especialmente el día de mi fiesta:
el día 6 de diciembre.
17. Algunos se preguntarán:
¿Cómo es posible que San Nicolás pueda
seguir ayudando a los seres humanos, si él
murió hace mucho tiempo?
La respuesta es fácil:
Los cristianos sabemos que la muerte física
no significa la muerte total.
18. Los santos continuamos existiendo y
ayudando más allá de nuestra vida terrena
y mortal.
Por eso los católicos
pronto me reconocieron como:
Patrono de los niños,
de los presos,
de los marinos y de las
jóvenes casaderas.
19. Patrono de los niños
porque, siempre
traté de hacerlos
felices, e incluso,
Dios me concedió
hacer un milagro:
resucité a tres
niños que habían
sido asesinados por
un carnicero. En
realidad, fue Dios
quien les concedió
el mejor regalo: el
de devolverles la
vida.
20. De los presos porque, con mi experiencia
luché por la libertad de los inocentes
De los marineros porque, con otro milagro
salvé una embarcación que peligraba en
una tormenta
21. Y finalmente, patrono de las jóvenes
casaderas. ¿Por qué?
Porque en aquel tiempo, las jóvenes que
querían casarse tenían que aportar para la
boda una cantidad económica llamada “dote”.
Lamentablemente las jóvenes pobres no
contaban con esa cantidad y casi siempre se
tenían que quedar solteras.
22. En una ocasión me
enteré que 3
doncellas querían
casarse pero no
tenían el dinero
suficiente: “la dote”.
Entonces decidí
ayudarles en secre
to, y por tres días
seguidos, cada noche
arrojé unas bolsas de
oro discretamente
por una ventana para
librar de la deshonra
a las tres doncellas
23. Una de las bolsas cayó
dentro de los
calcetines que colgaban
de la chimenea para
secarse y es por eso
desde entonces se
cuelgan los calcetines
en espera de regalos.
Resulta que alguien me
vio y divulgó la noticia.
Así se inició la
costumbre de colocar
medias en la chimenea
para recibir regalos.
24. Los artistas y pintores
me representaron
vestido de obispo, con
uno o varios niños cerca
(recordando a los niños
que salvé de la muerte),
o con tres monedas de
oro sobre un libro,
(recordando mi ayuda a
las mujeres pobres).
En ocasiones me
colocaron la “mitra” que
es el sombrero de
obispo.
25.
26. La tradición de San Nicolás arraigó de forma
especialmente intensa en Holanda, a partir del siglo
XIII. De hecho, el venerable santo turco fue
nombrado protector de Amsterdam, capital de los
Países Bajos.
Los holandeses gustaban representarme vestido con
los ornamentos eclesiásticos propios de un obispo.
29. Llevaron con ellos sus costumbres, entre las
cuales el de SINTERKLAAS, su patrono (cuya
festividad se celebra en Holanda entre el 5 y el
6 de diciembre).
30. En 1809 el escritor WASHINGTON IRVING,
escribió una sátira, Historia de Nueva York, en la que
deformó al santo venerado por los holandeses,
SINTERKLAAS, y combinando el nombre del santo en
alemán, San Nikolaus (pronunciado Niklaus), se llegó a
la burda pronunciación angloparlante SANTA CLAUS
31. El éxito popular del
personaje de Irving se
completó con una novela
de Clement C. Moore,
publicado en 1823, que
acabó de inventar el mito
del generoso y alegre
personaje navideño.
33. Algunos me han preguntado si de veras
vivo en el Polo Norte. La respuesta es
sencilla: ¡No! Aunque los santos podemos
brindar ayuda en cualquier parte del
mundo, incluso en el Polo Norte, no vivo
ahí, sino en un lugar mejor:
¡en el CIELO!
Allí estoy constantemente en la presencia
de Dios. Y desde ahí, como todos los
santos, trato de ayudar a todos porque:
“creer es amar, amar es compartir,
compartir es ser feliz y hacer felices a
los demás”.
34. La razón por la que me ubicaron en el polo
norte fue porque en , lugares como Rusia y
el norte de Europa, comencé a ser muy
venerado. Ahí me vistieron con ropajes
semejantes a los que usaban las personas,
especialmente con una piel y guantes para
protegerse del frío.
Con el paso del tiempo, algunos me
cambiaron el tocado de obispo por un
sombrero con una borla blanca en la punta.
35. De hecho una vestimenta de abrigo usada por el
papa emérito Benedicto XVI es parecida a la
descripción de la vestimenta de abrigo de San
Nicolás
36. Un dibujante satírico, Thomas Nast, entre 1863
y 1886, creó progresivamente la imagen básica
de Santa Claus a través de sus ilustraciones
publicadas en la revista Harper’s.
38. En 1931 una
compañía de
refrescos le
encargó al
pintor Habdon
Sundblom que
remodelara al
personaje de
Nast
supuestamente
para hacerlo
más “humano,
atractivo y
creíble”.
39. Mi sonrisa siempre fue una sonrisa de
alegría, fruto de mi unión con Cristo.
Pero mi alegría más bien fue una alegría
interior: la del que siempre trata de
ayudar en silencio y en secreto.
Por eso, en realidad el espíritu de
Navidad, es el espíritu del niño Jesús que
viaja por todo el mundo.
Él es quien hace que los niños sigan
recibiendo regalos y juguetes como yo se
los llevaba en vida.
Pero sobre todo: mucho amor
40. Su espíritu hace también que, algunos
adultos se conmuevan ante la inocencia de
los niños y colaboren conmigo.
Su espíritu hace que los adultos vean el
rostro del Niño Jesús en todos los niños
de la tierra.
Así no habrá en el mundo ningún niño que
deje de sonreír agradeciendo a Dios que
se haya hecho hombre para salvarnos.
41. Ésta es mi Verdadera Historia. Insignificante si la
comparamos con la Historia del Hijo de Dios
que vino al mundo a salvarnos.
Dios nos envió el más grande regalo: “Porque tanto amó
Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que
crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).
El murió por nosotros en la Cruz
y resucitó para darnos la Vida Eterna.
De Él aprendí el amor al prójimo,
y por Él me entregué a los demás.
Por eso concluyo diciendo
a los que están equivocados:
¡Santa Claus NO es la Navidad!
¡Cristo es la Navidad!