descripcion sobre las etapas en las cuales rene spitz hace su teoria ella llamada "relaciones con el objeto" la cual el divide en tres y se desarrollan en el primer año de vida del niño
Estrategia de prompts, primeras ideas para su construcción
Etapas de rene spitz
1. Etapas de RENE SPITZ.
Elaboró un sistema del desarrollo sobre la observación directa en los niños con sus madres.
Explica el desarrollo en términos de relación objetal. Considera la relación entre madre e hijo
porque es el catalizador que permite a la libido ser fijada en las distintas zonas erógenas.
Pre-objetal (o – 3 meses):
ETAPA SIN OBJETO
Spitz ha llamado esta etapa, la primera etapa pre-objetal o sin objeto. Comienza desde el
nacimiento y termina cuando aparece el primer organizador que es la sonrisa. La etapa sin
objeto coincide más o menos con la del narcicismo primario, ya que la percepción, la actividad y las
funciones de un recién nacido no están lo suficientemente organizadas, sino sólo estas zonas que
son indispensables para la supervivencia, como el metabolismo, la absorción de lo nutricio, las
funciones respiratorias, etc. Son funciones esenciales en el niño.
En este etapa el recién nacido no sabe distinguir una “cosa” de otra; no puede distinguir una cosa
(externa) de su propio cuerpo y no experimenta algo separado de él. Por ello también percibe el
pecho para satisfacer sus necesidades y proveer sus alimentos que los percibe, como una parte de
sí mismo.
Una multitud de observaciones, las nuestras entre ellas, confirman que el aparato perceptor del
recién nacido se halla escudado del mundo exterior mediante una barrera contra los estímulos.
Esta barrera protege al infante durante las primeras semanas de la percepción de los estímulos del
medio ambiente. Durante este período, toda percepción marcha a través de los sistemas
interoceptivo y propioceptivo.
Ahora bien, la excitación negativa del recién nacido es una respuesta a una estimulación excesiva,
debe ser considerada como un proceso de descarga. Siendo así un proceso puramente fisiológico.
Por ejemplo la ley de nirvana, que dice que la excitación se mantiene a un nivel constante y
cualquier tensión que exceda este nivel ha de ser descargado sin demora. Pasando el tiempo este
proceso fisiológico se desarrollará con el tiempo. Y una vez establecido esto, la función psicológica
se regirá por la ley del principio del placer y el displacer, hasta que este será reemplazado por el
principio de realidad.
Objeto precursor (3 – 7 meses):
PRECURSOR DEL OBJETO
Es el comienzo de la segunda etapa, esta comienza con la sonrisa, este objeto precursor es el
rostro humano, se le llama precursor por que el niño no reconoce el rostro determinado de
una persona, si no le llama la atención las figuras, contornos que resaltan del rostro, como lo es la
nariz, boca, ojos, etc. ahora la sonrisa es la primera manifestación activa, dirigida e intencional, y
esta desde ahora tiene un papel muy importante en la vida del niño.
En el tercer mes de vida el niño responde al rostro sonriendo, si se cumplen algunas condiciones,
estas serían que el rostro se mueva de frente, de modo que resalten las cosas que le llamen la
atención (ojos, boca, etc.) y que este cuente con una movilidad.
Contando con 2 meses de edad, los niños no sonríen con certeza a nadie ni a nada, pueden
incluso alcanzar el 6to. Mes, y seguirán reservándose su respuesta sonriente sólo para la madre y
conocidos, en pocas palabras para los objetos de amor, para el niño, y no suelen sonreír a los
desconocidos.
Ahora, en el 3er.mes de vida, su reconocimiento para los demás, no indica una verdadera
relación de objeto. Quiere decir que no perciben a ninguna persona o un objeto (lo libidinal), sino
sólo un signo. Lo que forma este signo, es una parte privilegiada de él. Lo que se reconoce durante
esta etapa preobjetal, son puros atributos secundarios, externos y no esenciales.
La Gestalt signo, que el niño reconoce a la edad de 3 meses, lo indica para surgir esta respuesta
sonriente, es una transición desde la percepción de “cosas” y también de preobjeto, por haber sido
dotado de cualidades esenciales en el intercambio mutuo entre la madre y el hijo. En este
intercambio, el objeto es investido con catexia libidinal, esto quiere decir que al objeto libidinal lo
distingue de otras “cosas”.
Objeto real ( 8 – 12 meses):
ETAPA DEL OBJETO REAL
2. El llanto ante extraños indica que el niño ya distingue a la madre de otras personas. Sabe que la
madre es quien lo cuida, lo protege de los demás, le da alimento, y lo ama. Y es por eso que
cuando está la madre surge el temor de la angustia, de perderla. El segundo organizador sería la
angustia y este es la diferencia entre libidinal y actividad agresiva.
La actividad agresiva seria una función psíquica recién adquirida a consecuencia de la maduración
nerviosa progresiva. El bebe, empieza a darse cuenta que esa persona que lo cuida y lo protege,
se ausenta por períodos, y provoca que el niño se angustie y cree el niño que esa angustia que
sintió la madre la percibe como una agresión que le causó daño. En este segundo organizador,
el niño no solo percibe y reconoce personas sino que también objetos inanimados.
El logro más grande que se produce aquí, es la capacidad de la comunicación. La transmisión
directa de mensajes corporales que se convierten en palabras.
Y con el habla culmina la relación objetal, que termina por los 9 meses, cuando inicia el 3er.
Organizador, que es, el NO. con el fin de proteger al niño, la madre debe de acceder a poner
límites hacia el niño, y diciendo verbalmente un no el niño debe de obedecer, aunque en un
principio le sea sumamente difícil. Esta negación viene significando la capacidad de juicio.
Logra la aceptación de este NO, cuando aprende la imitación.
El autor considera tres Organizadores:
Sonrisa (a partir del 3er. Mes)
Angustia ( a partir del 8vo. Mes)
El no (en el habla) a partir del 8vo o 9no mes
3. El papel del afecto en la relación madre e hijo
El hecho de tener un hijo, hace que la mujer cree un clima emocional , en la relación madre e hijo,
favorable en todos los aspectos al desarrollo del niño. Lo que crea ese clima son los
sentimientos de la madre hacia el hijo, y el niño responde a este afecto afectivamente. Esto
es esencial en la infancia, pues a esa edad los afectos son de una importancia muchísimo mayor
que en cualquier otra época de la vida. Durante estos primeros meses, la percepción afectiva y los
afectos predominan en la experiencia infantil. El sensorium, el aparato perceptivo, sensorialmente
discriminativo, aún no está desarrollado. Por eso la actitud emocional de la madre , su afecto
servirá de orientación a los afectos del infante y conferirá a la experiencia de ésta la calidad de
vida.
La personalidad del infante absorbe los patrones cambiantes en la personalidad de la madre en un
proceso en circuito, influyendo la gama de los afectos maternales con su conductas y sus
actitudes. De acuerdo con la personalidad de la madre, puede haber una diferencia, respecto a que
el niño sea precoz o retrasado, etc.
Un ejemplo de esto es la respuesta sonriente, que aparece como promedio en el tercer mes de
vida. En las variaciones influirá decisivamente el clima emocional de la relación madre e hijo.
Las diferencias en la actitud del bebé modelarán las relaciones diádicas. Así también los
problemas de la madre repercutirán en la conducta del niño, llevando en determinadas
condiciones, un conflicto creciente.
Por otro lado, la madre no es el único ser humano que se encuentra en el medio circundante al
infante, ya que ese medio circundante comprende al padre, a los hermanos de otros partos, a los
parientes y demás, y todos pueden tener una significación activa para en infante. Hasta el marco
cultural con sus costumbres ejerce una influencia sobre el pequeño. Estas influencias son
transmitidas al infante por conducto de la madre.
En la relación madre e hijo, la madre es la que representa el medio para el infante.
En esta relación, los factores de importancia son: la madre, con su individualidad estructurada y
madura; y el hijo, cuya individualidad va a irse desplegando progresivamente, desarrollando y
estableciéndose; los dos factores están entre sí en una relación mutua y circular de conducta.
Consecuencias y significación del establecimiento del preobjeto.
a) Esta es la etapa en que el niño se vuelve desde la recepción del estímulo venido desde dentro,
hacia la percepción del estímulo venido desde fuera.
b) Se establece la capacidad de suspender incondicionalmente el funcionamiento del principio de
placer, empezando a funcionar el principio de la realidad.
c) En el aparato psíquico se ha producido una división.
d) El reconocimiento de la Gestalt signo implica un cambio catéxico desde la representación
sensorial del precepto al rastro mnémico comparable de dicho precepto.
e) La capacidad de desviar las catexias de un rastro mnémico u otro. Comparando: “lo que se ha
depositado dentro, como una imagen, con lo que es percibido afuera”.
f) Se puede decir que se ha producido una estructuración dentro de la somatopsique. El yo y el
ello se han separado el uno del otro y dicho yo rudimentario comienza a funcionar.
El surgimiento del organizador primero y sus consecuencias.
Existen ciertos períodos críticos durante los cuales las corrientes del desarrollo se integrarán unas
con otras en varios sectores de la personalidad, así como con las funciones y capacidades
emergentes que resultan de los procesos de maduración. El producto de esta acción integradora
es una reestructuración del sistema psíquico en un nivel de complejidad superior. Dicha integración
es un proceso delicado y vulnerable, que, de tener éxito, lleva a un “organizador” de la psique .
Se han descripto, los signos visibles del establecimiento de uno de los organizadores; su indicador
es la aparición de la respuesta sonriente de reciprocidad. La respuesta sonriente es el síntoma
visible de la convergencia de diversas corrientes del desarrollo dentro del aparato psíquico. El
establecimiento de la respuesta sonriente indica que esas tendencias han quedado ahora
4. integradas, organizadas y de que ahora en adelante actuarán como una unidad separada dent ro
del sistema psíquico. El surgir de la respuesta sonriente una nueva era en el modo de vida del
infante. Este punto crítico se hace visible con toda claridad en la conducta del infante.
Estos puntos críticos, estos organizadores de la psique tienen una importancia extraordinaria
para el progreso ordenado y sin obstáculos del desarrollo infantil. Si el niño establece y
consolida con éxito un organizador, en el nivel apropiado, puede proseguir su desarrollo en la
dirección del organizador siguiente.
No obstante, cuando la consolidación del organizador se desvía, el desarrollo se detiene. Los
sistemas psíquicos que deberían haberse integrado, mediante interacciones con el medio,
permanecerán en el nivel inicial, menos diferenciados del desarrollo, previo al establecimiento del
organizador.
Por eso una perturbación en el despliegue de la personalidad del infante será seguido de una
alteración en el equilibrio entre las fuerzas del desarrollo y aquellas que han suscitado la
maduración. Este tipo de desequilibrio está, en gran medida, limitado a los primeros años de vida y
se suscita frecuentemente en ellos. Con los avances de la edad, decrece su ocurrencia,
desapareciendo por completo tras la pubertad.
El papel del yo.
Otra razón para la plasticidad de la personalidad del infante, durante el primer año de vida, es la
falta de una estructura psíquica bien establecida y diferenciada. La teoría psicoanalítica afirma
que el yo es esa esfera de la psique que media entre las relaciones con el interior y el
exterior.
El recién nacido, sin embargo, no tiene yo. No puede contender con los estímulos que llegan.
Pero cuando los estímulos que vienen son lo suficientemente fuertes, se produce una irrupción de
ellos, que puede modificar la personalidad del infante.
En el transcurso del desarrollo ulterior, los estímulos que vienen de fuera empiezan ahora a
modificar esta organización rudimentaria de la personalidad. El yo contenderá con los estímulos
que lleguen y los dominará.
Intercambios activos en la diada hijo y madre.
Se producen en el infante acciones y respuestas suscitadas por la madre, considerando a la madre
como un estímulo siempre cambiante. La existencia de la madre, actúa como un estímulo para las
respuestas del infante, su acción más pequeña, hasta aquellas que no estén relacionadas con el
pequeño, actúa como estímulo. Durante el primer año de vida, las experiencias y las acciones
intencionales ejercen una influencia más importante en el desarrollo de los diversos sectores de la
personalidad del infante.
Aquellos actos del infante que agradan a la madre son favorecidos por ella; y de eso se sigue que
sus preferencias tendrán una influencia directa sobre el desarrollo. Las facilidades en más amplia
medida para las acciones del infante no se las proporcionan los actos conscientes de la madre,
sino más bien las actitudes inconscientes de ella.
Estas actitudes provienen de dos orígenes diferentes. Uno de estos es “el sector de controles”.
Este sector muestra una estrecha afinidad con las demandas del superyo de la madre. El
otro sector expresa ampliamente las aspiraciones del ideal del yo de la madre. El sector de los
controles, como su nombre los indica, es una influencia restringente; en tanto que el sector de las
facilidades es liberación, aliento, fuerza progresiva. Los controles, así como las facilidades,
proporcionadas al niño desde el exterior, le capacitarán para desarrollar y establecer sus propios
controles, algunos de los cuales llevan a mecanismos de defensa. Los controles y los mecanismos
de defensa desarrollados por el niño son indispensables para que el niño se convierta en un ser
social.
A su vez, para la madre el ser testigo y el excusar la conducta infantil es una reactivación de todas
las fantasías culpables y al mismo tiempo deleitables que ella tuvo que domeñar.
La comunicación en el interior de la diada madre e infante.
5. Los afectos, la percepción y la comunicación.
Las señales afectivas generadas por la disposición de ánimo maternal se convierten en una forma
de comunicación con el infante. Esos intercambios entre la madre y el niño prosiguen
ininterrumpidamente, sin que la madre necesariamente se percate de ellos. Tal modo de
comunicación entre madre e hijo ejerce una presión constante que conforma la psique infantil.
El papel de los hechos traumáticos en el desarrollo de la personalidad es en realidad pequeño. Lo
que vemos son los resultados acumulativos de experiencias y los estímulos reiterados, de las
secuencias de respuestas repetidas sin cesar. El mismo principio de acumulación es válido para la
etiología de una neurosis posible después. Los eventos traumáticos aislados rara vez desempeñan
un papel decisivo en la provocación de la neurosis. En la neurosis es el efecto de las experiencias
acumulativas el causante del resultado patológico.
Consciente o inconscientemente, cada uno de los miembros de la pareja madre e hijo, perciben en
afecto del otro y a su vez responde con afecto, en un intercambio constante afectivo y recíproco.
Es de un interés especial que el despliegue de la percepción afectiva y los intercambios afectivos
preceden a todas las demás funciones psíquicas; estas se irán desarrollando subsecuentemente
sobre los cimientos proporcionados por los intercambios afectivos. Los afectos parecen seguir
sirviendo de guía al resto del desarrollo, al menos hasta el resto del primer año de vida.
El establecimiento del precursor del objeto libidinal inicia también el comienzo de la relacionalidad
de las “cosas”. Después de que el infante se halla vuelto capaz de percibir y de responder al rostro
humano, necesitará todavía otros dos meses para lograr reconocer el biberón, que sin duda es ña
“cosa” más familiar.
La historia natural de los afectos no placenteros y su dinámica.
Los afectos placenteros surgen en el transcurso de los primeros tres meses de vida, siendo la
respuesta sonriente su manifestación más notable. Las manifestaciones de displacer siguen un
rumbo estrechamente paralelo; se vuelven más y más específicas en el curso de los primeros tres
meses de vida. Al comienzo del cuarto, el niño expresa su desagrado al abandonarle su pareja
humana. Pero así como el infante de esa edad no sonreirá a nada que no sea un rostro humano,
tampoco mostrará desagrado cuando le quitemos un juguete suyo; llora solo cuando su compañero
de juego interrumpe este y lo abandona.
Alrededor del ,sexto mes, la especificación de la respuesta sonriente y de la respuesta de
desagrado de hacen más señaladas y se extienden a un número creciente de estímulos,
incluyendo aquellos conectados con “cosas”.
La respuesta sonriente es el indicador afectivo de la satisfacción que se espera de la necesidad; el
indicador de una descarga de tensión. El lloro cuando su pareja se va es el indicador afectivo de
una elevación de tensión en la expectativa. Estas dos experiencias, la del placer y la del displacer,
son las dos experiencias afectivas principales de la primera infancia. Estas representan la aparición
del preobjeto, que precede a la satisfacción y a la respuesta sonriente que le sigue; la otra es la
separación de su pareja, iniciando frustraciones expresadas por el llanto.
El papel de la frustración en la educación y el desarrollo.
El hecho de privar al infante del afecto de dispalcer, durante el transcurso del primer año de vida,
es tan dañino como privarle del afecto de placer. El papel de ambos es de igual importancia en la
formación del aparato psíquico y de la personalidad. Dejar inactivo a cualquiera de estos afectos
trastornará el equilibrio del desarrollo. Esta es la razón de que lleve a resultados tan deplorables
educar a los niños de acuerdo con la doctrina de un consentimiento incondicional. La importancia
de la frustración para el progreso del desarrollo no puede ser sobrestimada.
La frustración es el catalizador más potente de la evolución con que cuenta la naturaleza. En la
crianza de los niños en la actualidad se evitan al infante esas frustraciones que hacen que los
padres se sientan culpables. En realidad lo que les preocupa no es tanto la conducta del pequeño
como su deseo de evitar sentimientos de culpabilidad, conscientes o inconscientes.
6. El establecimiento del objeto libidinal.
La angustia del octavo mes.
Entre el sexto y el octavo mes se produce un cambio decisivo en la conducta del niño hacia los
otros. Ya no responderá el bebé con una sonrisa cuando un visitante casual se detenga junto a su
camita y le sonría moviendo la cabeza. Para esa edad la capacidad para la diferenciación
perceptiva diacrítica está ya bien desarrollada. Ahora el infante distingue claramente entre el amigo
y el extraño.
En la etapa de la ansiedad del octavo mes, si el niño reacciona al enfrentarse con un desconocido,
es porque este no es su madre: su madre “le ha dejado”.
Esto contrasta con el niño de tres meses, para el cual el rostro humano es lo mismo que otro, pues
representa la satisfacción de la necesidad. No obstante, cuando el desconocido se acerca al niño
de ocho meses, este se siente burlado, en su deseo de tener a su madre con él. La angustia que
manifiesta no es la respuesta al recuerdo de una experiencia desagradable con el desconocido; es
en respuesta a su percepción de que el rostro del desconocido no coincide con las huellas
mnémicas del rostro de la madre.
Como la respuesta sonriente a la edad de tres meses, la angustia del octavo mes, señala una
etapa diferente en el desarrollo de la organización psíquica.
En el octavo mes se ha establecido el objeto libidinal. Antes de esto, apenas se podía hablar de
amor, pues este no existe hasta que el amado puede ser distinguido de los demás.
El segundo organizador.
La angustia del octavo mes, indica la emergencia en la psique de un segundo organizador.
Esto significa también que uno de los períodos críticos queda situado aproximadamente en el
octavo mes de vida. Lo que señala una nueva etapa en el desarrollo infantil, en el curso del cual,
tanto la personalidad del niño como su conducta, sufrirán un cambio radical.
Ahora, tanto la forma en que se expresa el desagrado, como la percepción y reconocimiento del
estímulo que provoca el displacer se hacen aún más específicos. El displacer adopta la forma de la
angustia específica, cuando se acerca al pequeño un desconocido. Este desagrado específico es
originado por el temor del niño a haber perdido a su madre (el objeto libidinal).
Dos pasos principales que llevan a la constitución del objeto libidinal:
1. El establecimiento de la representación del rostro humano en el sistema mnémico como un
incentivo, nos informa del surgimiento del precursor del objeto;
2. Tres o cuatro meses después, en el octavo mes aparece la angustia. Esta indica que el niño
diferencia el semblante de la madre y le adjudica un lugar único entre todos los demás rostros
humanos.
Esto es lo que indica el establecimiento del “objeto” libidinal propiamente dicho.
El papel y la evolución de los impulsos instintuales.
Los impulsos libidinal y agresivos participan en igual medida en la formación de las relaciones de
objeto. Al nacer, los impulsos no están todavía diferenciados entre sí; se diferencian a través de un
proceso de desarrollo gradual.
Los impulsos libidinales y agresivos se diferencian entre sí en el transcurso de los tres primeros
meses de vida como resultado de los intercambios que se efectúan entre la madre y el hijo.
En los meses siguientes, el desarrollo avanza paso a paso, desde la etapa preobjetual a la etapa
de las verdaderas relaciones de objeto.
El tercer organizador de la psique
7. Unas de las más importantes transformaciones que se inician con el advenimiento del segundo
organizador es la comprensión progresiva por el niño de las prohibiciones y la emergencia de los
primeros indicios de los fenómenos de identificación.
El dominio del “no” es un logro de consecuencias trascendentales para el desarrollo mental y
emocional del niño; presupone haber adquirido la capacidad primera para el juicio y la negación. La
adquisición del signo de negación y de la palabra “no” debe ser considerada como el indicador
tangible de la formación del tercer organizador.
El “no”, con el gesto y la palabra, es la expresión semántica de la negación y del juicio; al mismo
tiempo es la primera abstracción realizada por el niño, el primer concepto abstracto en el sentido
de la mentalidad adulta.
Poco después del comienzo del segundo año, el niño expresa la negación moviendo la cabeza. Así
comunica al medio el rechazo mediante un signo semántico.
8. El primer año de vida del niño.
Da cuenta del intercambio emocional y vivencial entre madre e hijo. Reflexiona acerca de la forma
en que esta relación, desde sus inicios, garantiza la supervivencia del infante y el desarrollo
somático y psíquico de su personalidad.
La principal cuestión planteada, es el desarrollo de esta relación tan fundamental para el ser
humaño. El niño, durante el primer año de vida se esfuerza en sobrevivir y en elaborar
formas de adaptación al medio. Todo aquello de lo que carece de pequeño, lo proporciona la
madre quien atiende de manera complementaria todas sus necesidades, y el resultado de este
cuidado y esta relación es una diada, principal herramienta para la supervivencia y la adaptación al
medio.
Enfatiza la necesidad de determinar y definir aquello por lo cual la relación se hace posible: objeto
libidinal, al que Freud se refirió como “El objeto de un instinto, es aquello en relación a lo cual o a
través de lo cuál el instinto es capaz de lograr su finalidad...” (1915, citado en Spitz, pág. 24).
El objeto libidinal no permanece en las mismas coordenadas de tiempo y espacio, sino que es
cambiante, no es nunca constante ni idéntico a sí mismo. La característica principal que lo hace ser
tan importante consiste en que puede ser descrito en términos de estructura y dirección de los
impulsos instintivos que van hacia él. Las relaciones de objeto son entre sujeto y objeto. Neonato,
quien se haya (durante los primeros meses de vida) en un estado de indiferenciación por lo que no
existe en él el funcionamiento psíquico esperado en todo ser humaño. Esta idea desemboca en
que el neonato es incapaz de definir al objeto y mucho menos establecer una relación de objeto
con el mismo. Ambas cosas lograrán un desarrollo progresivo, en el transcurso del primer
año de vida. Es por esto que SPITZ, distingue tres etapas para este desarrollo:
La etapa sin objeto (etapa preobjetal o anobjetal)
El precursor del objeto
El establecimiento del objeto libidinal
La etapa sin objeto (etapa preobjetal o anobjetal).
Menciona, como primera etapa de desarrollo de esta vital relación, la etapa sin objeto (etapa
preobjetal o añobjetal), que coincide con la etapa del narcisismo primario del infante. Se
refiere a ella como una etapa de no diferenciación, ya que la percepción, las actividades y las
funciones del recién nacido no están del todo organizadas en unidades, salvo aquellas actividades
y zonas relacionadas con la tarea de nutrición, la circulación, la función respiratoria y otras
funciones vitales.
La base para el entendimiento de esta fase es el hecho de que el infante es incapaz de distinguir
una cosa de otra, ni de distinguir los aspectos externos de su propio cuerpo y no vivencia el mundo
que lo rodea como algo que se encuentra separado de él. Incluso el recién nacido en sí no se
encuentra diferenciado ni organizado.
Durante los primeros días de nacido, incluso el primer mes, no existe para el infante el mundo
exterior, es como si su aparato perceptor se protegiera con una barrera sumamente fuerte que le
impidiera todo contacto con la realidad circundante. Durante este periodo, las experiencias
infantiles se determinan por medio del sistema interoceptivo o propioceptivo, las respuestas que
logra demostrar se refieren únicamente a la satisfacción de sus necesidades. En este punto
quisiera hacer mención de la discrepancia que refiere el autor acerca de las teorías que pretenden
una idea de percepción del bebé in útero, al igual que durante el parto. Para Spitz no existe
tal cosa del “trauma del parto” ya que al nacer el bebé no tiene conciencia por lo que el
momento del nacer no tiene en el infante un contenido psíquico.
El autor enfatiza el hecho de que un estado de displacer que puede llegar a observarse en el
niño al nacer dura prácticamente segundos; si se le deja en paz, todo esto desaparece solo, sin
ayuda. La excitación negativa del recién nacido, debe considerarse únicamente a modo de
descarga, este proceso es fisiológico y se rige por el principio de Nirvana según el cual la
9. excitación corporal se mantiene en un nivel constante, cualquier estímulo que exceda esta
excitación buscará la descarga sin demora. Sin embargo no se hablará en esta etapa de una
función psicológica que permita al infante la conciencia de lo que está pasando. Esta función
psicológica se desarrollará a su debido tiempo y se regirá por la ley del principio del placer y
displacer, que será, a su vez, sustituido (aunque nunca por completo) por el principio de realidad.
Plantea una pregunta referente al modo en que el neonato percibe los estímulos del exterior que
se requieren para que capte algo. El neonato no tiene imagen alguna del mundo exterior, ni
estímulos de ninguna modalidad sensorial que le permitan reconocer señales, por lo tanto, se
afirma que los estímulos que llegan a “chocar” con el aparato sensorial del infante son totalmente
ajenos en todas las modalidades de sensación, cada estímulo para ser percibido como tal, debe
ser transformado primeramente en una experiencia significativa, y solo entonces se podrán
convertir en una señal que creará a futuro el mundo externo para el bebé.
Qué condiciones capacitan al infante para lograr esta señal?
1) Barrera contra los estímulos que lo protegerá de todos aquellos a los que estamos expuestos a
diario. Esta barrera, por una parte hace referencia a que las funciones receptoras del infante no
están desarrolladas al nacer, y por otra parte el estado de vigilia del recién nacido se encuentra
totalmente reducido a los momentos en que este se despierta en demanda de su alimento
únicamente (La mayor parte del tiempo lo pasa durmiendo o adormilado). Para que comience a
detectar todos los estímulos que le llegan, deberá pasar por un desarrollo de esta función.
2) El proceso de dar significado a los estímulos también es resultado de un desarrollo.
3) También hay que tomar en cuenta la protección de la madre contra el exceso de estímulos de
cualquier clase (la cama protegida por los lados, la tibieza que procura al ambiente del niño, etc.).
4) Por otro lado es importante mencionar la tarea de la madre que también ayuda al niño a tratar
con los estímulos internos, proporcionándole las herramientas necesarias para aliviar la tensión
que estos le provocan, satisfaciendo sus necesidades en el momento en que estas se presentan.
5) Como otro punto, de gran importancia para el autor, menciona la relación de reciprocidad
establecida entre madre e hijo, que se basa en un “diálogo” de secuencia acción-reacción-acción.
Esta relación tan especial que logra establecerse es el fundamento para que el bebé logre
transformar los estímulos que llegan del exterior en señales significativas.
El neonato no puede percibir los estímulos de su entorno, sin embargo esto no quiere decir que no
guarde huellas mnémicas de sus primeros contactos con lo externo. Esto a través de un desarrollo
lleva al neonato a formar el tan esperado vínculo con lo externo y las deseadas señales que lo
lleven a conocer su entorno.
Ahora bien, desde los primeros días de vida el bebé muestra acciones y reacciones bastante
complejas, una de estas es la acción de mamar que efectúa el bebé y que implica varios
movimientos organizados y estructurados que llevan a tal respuesta. Pero, cómo percibe el
pequeño, el estímulo que ha de mostrarle que debe realizar tal acción de mamar? Spitz habla de
ciertos estímulos pertenecientes a un sistema de “captación” (que es distinto al sistema de
percepción que aparece únicamente en edades posteriores). Este sistema está a su vez
conformado por un sistema de “Organización cenestésica” que básicamente es visceral y se
manifiesta a través de emociones, perteneciendo, así, al sistema nervioso autónomo. Las
percepciones dadas en este sistema son distintas a las que alcanza en etapas posteriores, por lo
que el autor llama a este tipo de percepción “recepción”. Posteriormente el sistema presentado es
el de la “Organización diacrítica”, donde la percepción pertenece a órgaños periféricos localizados,
y las manifestaciones aquí se deben a procesos cognitivos más elaborados, como los procesos
conscientes del pensamiento. De esta manera menciona que tal acción de mamar pertenece al
primer tipo de organización, es únicamente visceral y responde a emociones principalmente, es tá
alejada de la conciencia y por lo tanto no puede pertenecer al sistema de organización diacrítica.
No son solo las percepciones las que se encuentran indiferenciadas en el neonato, sino también
los afectos, ya que, como se ha dicho hasta el momento la organización diacrítica no se encuentra
presente todavía y mucho menos la capacidad de distinguir entre una cosa y otra y de singularizar
el objeto libidinal, por lo que responde únicamente a estímulos internos.
cómo se da entonces la modificación en la conducta del infante, haciendo referencia específica a la
experiencia y aprendizaje que son los principales puentes para su relación con el mundo. Una de
las acciones primeramente sugeridas a través de la experiencia como una conducta dirigida hacia
un fin es el acto de mamar del pecho materno, a lo que refiere que si un bebé, que ha sido
10. amamantado desde su nacimiento, es sacado de su cuna alrededor del octavo día y se le coloca
en postura de mamar, el infante volverá su cabeza hacia el pecho de la persona que lo alza ya sea
hombre o mujer.
En un principio, el infante solo reconoce las gestiones del alimento solo cuando tiene
hambre, en realidad no identifica la leche como tal, ni el biberón, ni siquiera el pecho
materno, es solo que responde a este estímulo como a cualquier otro.
Es importante hacer referencia de las dos secuencias que menciona el autor que ayudan a
explicar lo anterior: una hace referencia al estímulo externo de la presencia del pezón que insita al
niño a succionar, el otro es su necesidad de satisfacer el hambre. El hecho de que se presente el
pezón, no es condición suficiente para que se lleve a cabo la succión, solo se percibirá el pezón en
la boca si se cumplen las siguientes condiciones:
1) que la tensión interna o el aparato propioceptivo del niño (el hambre) no esté nulificado por
alguna tensión externa desagradable.
2) Otra cuestión de vital importancia es que el infante tenga hambre, de otra manera no succionará
el pezón.
Enfatiza el hecho de que si el infante se encuentra molesto o tenso, su única manera de eliminar
esto es descargándolo, de otra manera no se podrá percibir el estímulo externo. Para percibir
deberá de cesar el displacer y la descarga, solo cuando esto ocurre podrá reanudarse la
percepción del estímulo externo satisfactor de la necesidad.
Ahora bien, para pasar a la siguiente etapa ocurre un nuevo progreso en el niño, la
percepción el rostro humano. Durante las primeras seis semanas de vida, las huellas mnémicas
del rostro humano quedan fijadas en la memoria infantil, como la primera señal de la presencia del
satisfactor de la necesidad, y se observa en el infante la acción de seguir con la vista todos los
movimientos de esta primera señal.
El precursor del objeto:
La segunda etapa a la que Spitz llama El precursor del objeto, enfatiza el hecho de que el
rostro humano se convierte en un estímulo visual privilegiado y distinguido de todos los
demás estímulos circundantes. En el transcurso del tercer mes, la madurez física y psicológica
del infante le permitirán realizar su primera respuesta psicológica ante el estímulo externo: la
sonrisa ante el rostro humano.
A esta edad, no hay ninguna otra cosa, ni siquiera el alimento del niño, que provoque tal
respuesta. Sin embargo cabe mencionar que esta sonrisa es indiferenciada, así el niño
responderá a cualquier rostro que se presente frente a él, sin embargo es hasta los seis
meses de edad que comienza a reservar tal respuesta únicamente al rostro de mamá,
amigos y personas conocidas, es decir, la respuesta se torna hacia los objetos de amor.
Es importante aclarar que la reacción sonriente de los primeros tres meses de vida no indica, de
ninguna forma una verdadera relación de objeto. En realidad el infante no sonríe a una persona en
especial, ni a un objeto libidinal, simplemente sonríe a un signo. Este signo es proporcionado por
“partes” del rostro humano, como son los ojos, nariz y frente, todo esto en movimiento (esto
constituye lo que el autor denomina una Gestalt privilegiada).
El reconocimiento de esto pertenece a un desarrollo posterior, se necesitan otros 4 o 6 meses
para que el bebé distinga un rostro entre muchos, y sea capaz de dotar este rostro con las
características del objeto. Este es el indicador visual externo del proceso intrapsíquico de la
formación de objeto.
Lo que distingue el objeto de las demás “cosas” es que las cualidades esenciales del objeto son
constantes, sus atributos externos no son esenciales y por lo tanto pueden modificarse sin correr el
riesgo de no ser reconocido por el infante, por el contrario, en las “cosas” las cualidades externas
son las únicas que pueden ser percibidas, por lo que cualquier modificación de los atributos
11. externos hará difícil o casi imposible su reconocimiento.
Al exponer lo anterior surge en el propio autor la disyuntiva acerca de si lo que se necesita para
establecer esta primera señal del rostro humano es la percepción de la nariz, ojos y frente en
movimiento, será posible presentar a una muñeca mecánica ante el infante y observar la misma
respuesta de sonrisa? Esto no será posible porque un aspecto importante es el establecimiento de
una relación recíproca entre el bebé y otro ser humano. Con una muñeca, la relación sería solo
unilateral. La retroalimentación recíproca dentro de la díada madre hijo, es un flujo continuo y es de
vital importancia, aunque ésta no sea del todo simétrica.
Es de vital importancia para el autor que esta relación con la madre este basada en el afecto. La
madre deberá crear un “clima emocional” favorable en todos los aspectos de desarrollo del niño. El
afecto que la madre logre transmitir al pequeño servirá de orientación a los afectos del infante y
conferirá a su experiencia una buena calidad de vida. Las respuestas de la madre pueden ser
variantes, de día a día, entre horas o entre minutos y estos patrones cambiantes son absorbidos
por el niño como un proceso de circuito que influye en su conducta y en sus actitudes. Es evidente
que los conflictos de la madre también repercutirán en el infante llevando en varias ocasiones a un
conflicto creciente.
En la relación madre- hijo lo dado por la madre representa lo dado del medio, es más, ella es la
que representa al medio; por parte del niño, lo dado comprende su equipo congénito que le
permitirá madurar.
Las relaciones de objeto llevan desde el surgimiento del preobjeto hasta dotar a la madre de las
cualidades del objeto libidinal. Ahora bien, cual es la consecuencia y la significación del
establecimiento de este preobjeto?
1) Es en esta etapa en que ocurre la transición entre la recepción y la percepción propiamente
dicha.
2) Transición del principio del placer - displacer, que exige su atención del estímulo que viene de
adentro, ahora se puede demorar esta demanda de manera que comienza a funcionar el principio
de realidad.
3) El hecho de que el niño pueda reconocer el rostro humano y sonreír ante él, demuestra que hay
rastros de recuerdos, lo que implica que en el aparato psíquico ha habido una división (consciente,
preconciente e inconsciente).
4) También demuestra que el niño es capaz de desplazar cargas catéxicas de una función
psicológica a otra, y de un rastro mnémico hacia otro.
5) Esto también representa una estructuración en la somatopsique, el ello y el yo se separan el uno
del otro y una vez establecido el yo rudimentario, comienza a funcionar observándose en los actos
dirigidos e intencionados que el niño empieza a realizar. Este yo estará siempre al principio del
dominio y la defensa.
Desarrolla lo que llama Spitz una función “integradora” que lleva a la transición de lo
somático y lo psicológico.
6) La función protectora de la barrera contra los estímulos ahora es consecuencia y
responsabilidad directa de este nuevo yo que surge.
7) También se va a observar un cambio en el infante de la pasividad hacia una actividad dirigida en
la etapa en que aparece la respuesta de sonrisa.
8) Por último establece que esta respuesta sonriente es la base y premisa para todas las
relaciones sociales que se establecerán posteriormente.
Como se ha podido observar hasta este momento, Spitz enfatiza la importancia de las
experiencias del niño en su primer año de vida y la capacidad plástica que tiene la psique del
mismo durante este mismo periodo de desarrollo. El niño busca adaptarse de manera firme y
rápida a su medio. Mediante esta adaptación el infante es capaz de transformar las presiones
ejercidas por los impulsos agresivos y libidinales a conductas dirigidas y esto es gracias a la
plasticidad antes mencionada. Una de las principales razones de la existencia de dicha plasticidad
es que durante el primer año de vida hay una falta de estructura psíquica bien establecida y
diferenciada. El recién nacido no tiene yo, este es producto de la adaptación y desarrollo a lo largo
de las primeras etapas, sin embargo ante esta adaptación el yo del infante cumple con su papel en
tres situaciones características:
1)A la edad de tres meses el yo del niño solo responde a la gestalt signo del exterior . Esta
respuesta es una sonrisa que se da de manera indiscriminada, aún siendo amigo o extraño. Es un
12. yo característicamente rudimentario que a pesar de contar con muchas limitaciones es capaz de
actuar adecuadamente, por que cuenta con el yo auxiliar que la madre le proporciona.
2) A los siete meses y medio el yo deja de ser rudimentario y comienza a ser capaz de lograr una
percepción con algunos rastros mnémicos y de responder con expresiones de afecto positivo. Las
estructuras del yo comienzan a responder de una manera central y comienza a controlar los
accesos de la movilidad
3) Se hacen evidentes los procesos mentales que se esfuerzan en ser cumplidos.
Antes de adentrarnos en la tercera etapa propuesta por Spitz para el establecimiento del objeto
libidinal, quisiera enfatizar la importancia que representa la relación madre- hijo, sobre todo en este
primer año de vida.
El autor hace mención de que la existencia de la madre, incluso su propia presencia, actúa como
un estímulo para las respuestas del infante. Las acciones intencionales del mismo son las que
ejercen mayor influencia sobre el desarrollo de su personalidad.
La madre es la que proporciona las facilidades y controles de esta conducta dirigida, de esta
manera el niño tenderá a repetir las conductas reforzadas, evitando, por el contrario toda acción
que haya representado un fracaso en la aceptación de la madre. A pesar de esto, tanto los
controles como las facilidades son indispensables para el desarrollo aunque la proporción en la
que ambas se aplican son determinantes para la vida posterior.
Otra situación importante es la comunicación que se establece con la madre. El bebe está
acostumbrado a expresarse por medio de descargas afectivas que surgen en resultado de los
estímulos originados en su interior, que el niño percibe como displacenteros o desagradables. La
madre deberá desarrollar la capacidad para la empatía con su bebé para poder así percibir y
atender sus necesidades cuando estas aparezcan en forma de llanto o alguna otra descarga
emocional. Para Spitz las señales afectivas generadas por el ánimo maternal se convierten,
por su parte, en una forma de comunicación con su bebé. Estos intercambios afectivos entre
madre e hijo se dan de manera ininterrumpida sin que necesariamente la madre se percate de su
existencia.
Las experiencias investidas de afectividad por las que pasa el infante facilitan el almacenamiento
de rastros mnémicos de las situaciones externas dadas, y esto está muy de acuerdo con lo
propuesto por el autor acerca de los dos tipos de percepciones que caracterizan al infante: la
organización cenestésica y diacrítica. Donde si la primera se da de manera afectiva, será el único
puente que tenga el recién nacido para avanzar hacia la percepción diacrítica intensiva y lograrla.
No obstante el papel del afecto en el desarrollo de la personalidad, el autor enfatiza la importancia
de las frustraciones reiterativas e insistentes que se presentan en este desarrollo y que obligarán
al infante a volverse más activo y responsivo ante su medio. Las frustraciones van implícitas en el
desarrollo, sin embargo en la actualidad, se tratan de evitar estas frustraciones al niño por parte de
los padres, educadores y psicólogos. En realidad lo que les preocupa no es tanto la conducta del
pequeño sino su deseo de evitar sentimientos de culpabilidad conscientes o inconscientes. Para
lograr el bienestar del infante son necesarias las frustraciones ya que tienen el papel de comprobar
la realidad al infante y esta comprobación es vital importancia para el desarrollo satisfactorio de su
yo.
Establecimiento del objeto libidinal.
La tercera y última etapa es la llamada “el establecimiento del objeto libidinal”:
Para comenzar a hablar de esta etapa Spitz introduce la idea fundamental de la angustia del
octavo mes que caracteriza un cambio decisivo en la respuesta del infante hacia los otros.
Ahora el infante distingue claramente entre el amigo y el extraño y se produce en él una negativa
de entrar en contacto con el desconocido; negativa que el autor califica como un matiz más o
menos pronunciado de angustia: “La angustia del octavo mes” que es considerada como la primera
manifestación de angustia propiamente dicha.
Ante esto el autor se ve en la necesidad de distinguir en el primer año de vida tres etapas de la
angustia como tal:
1) La primera entra dentro de la reacción del infante ante el proceso del parto. Freud habla de esta
reacción como un prototipo psicológico de toda angustia que se desarrolle posteriormente. Una
semana después de nacido el pequeño muestra manifestaciones de desagrado, sin embargo estas
13. no son catalogadas como angustia, ya que, aunque tengan las características de los estados de
tensión psicológica, carecen de significado psicológico.
Alrededor de la octava semana de nacido las manifestaciones de desagrado se hacen cada vez
más estructuradas e inteligibles y comienzan a aparecer los primeros matices de angustia.
A medida que las manifestaciones del niño se hacen más inteligibles, las respuestas del medio se
hacen más adaptadas a las necesidades que este expresa, y así, en el tercer mes de vida, las
huellas mnémicas de ciertas señales dirigidas por el niño hacia el medio queda de una forma
codificadas en su aparato psíquico.
2) Estos rastros mnémicos estarán cada vez más relacionados con matices de afectos agradables
y a veces desagradables. Los afectos desagradables, están estructurados de tal manera que su
reactivación se enfoca en una conducta específica que podría ser de retraimiento que son
representados como “miedo” en relación a una respuesta desagradable por parte del medio. Este
es el segundo paso para el establecimiento de la angustia propiamente dicha. Esta reacción de
temor es provocada por la asociación del niño con una experiencia desagradable previa. Cuando
el niño vuelve a presenciar la situación que le provoca dichos sentimientos de desagrado,
responde con la huida.
3) La angustia del octavo mes, descripta con anterioridad es enteramente diferente a esta actitud
de miedo y huida que caracterizan la segunda fase para el establecimiento de la angustia
propiamente dicha. En la reacción ante el desconocido, el niño responde a algo con lo que nunca
tuvo antes una experiencia desagradable. Entonces, porqué tal reacción? Spitz asegura que el
niño realmente esta respondiendo a la ausencia de la madre. Si reacciona ante un desconocido es
porque realmente este no es su madre: su madre “lo ha dejado”. Esta respuesta se da porque el
rostro del desconocido no coincide con las huellas mnémicas del rostro de la madre. El infante
descubre que este nuevo rostro es diferente y por lo tanto lo rechaza. Este desplazamiento de la
catexia a las huellas mnémicas que el niño ha logrado hasta el octavo mes de vida refleja con
seguridad el hecho de que ha logrado establecer una relación de objeto verdadera y que la madre
se ha convertido en el “objeto libidinal”, en su objeto amoroso.
Al mismo tiempo se observa en el niño un cambio al tratar a su medio, ya utiliza defensas no tan
arcaicas y adquiere la capacidad de enjuiciamiento y de decisión. Esto representa un desarrollo del
yo en un nivel intelectual superior.
Esta angustia del octavo mes, como la ha llegado a denominar el autor, representa también el
hecho de que uno de los periodos críticos ha quedado situado en esta etapa. Ahora la forma de
reconocimiento y percepción de estímulos negativos externos, y el desagrado mostrado ante estos
se vuelve más específico. Esta cristalización de los afectos, junto con la integración del yo y la
consolidación de las relaciones objetales son tres procesos que se desarrollan paralelamente
y son partes interdependientes para el desarrollo total de la personalidad en el individuo.
Quisiera hacer otro paréntesis ante esta afirmación del autor, ya que en un principio, surgió en mi
la pregunta de por qué el autor únicamente se enfocaba en el primer año de vida del niño,
habiendo experiencias tan significativas y determinantes para la personalidad en los años
subsiguientes? Solo hasta este momento esta duda ha quedado resuelta, ya que puedo percibir
cómo el autor, sin minimizar ni subestimar la importancia de las siguientes etapas del desarrollo
expone los logros que se esperan que una persona alcance en el primer año de vida; logros, que si
son manifestados por el infante, serán el puente directo para la obtención del éxito en la etapas
posteriores del desarrollo. Incluso marcarán al individuo durante el resto de su vida ya que abarcan
esferas de funcionamiento vitales para la estabilidad psicológica y la adaptación del individuo al
medio; estas esferas son, como ya las mencionamos, las reacciones afectivas ante el medio (la
capacidad de cristalizar los afectos), la integración de las funciones yoicas y el adecuado
establecimiento de las relaciones de objeto.
La angustia manifestada como tal ante un desconocido indica el hecho de que el niño
diferencia el semblante materno y le adjudica un lugar único entre todos los demás rostros
humanos. Desde entonces y unos meses más adelante, el niño preferirá el rostro de su madre y
rechazará todos los otros que difieran de él. Esto es, para el autor, lo que indica el establecimiento
del objeto libidinal propiamente dicho. Una vez que el objeto queda establecido, el niño ya no
confunde nada con él. Esta exclusividad permite al niño crear vínculos estrechos que otorgan al
objeto propiedades únicas e individuales. La angustia del octavo mes es la prueba de que el niño
ha encontrado “la pareja con la cual puede formar relaciones de objeto en el verdadero sentido de
14. la palabra” (pág.126).
Por otro lado, en esta misma etapa se encuentra una mayor maduración y desarrollo en la
organización psíquica de la persona. De este modo se observa un enriquecimiento del yo en
diversas fuentes, se establecerán los límites entre el yo y el ello, y el yo y el mundo exterior. En
esta integración y estructuración del yo se observará la diferenciación progresiva de la agresión y
la libido para luego fusionarse en el mismo objeto.
Cabe mencionar en este punto que el establecimiento del objeto libidinal y la resultante
relación de entre sujeto y objeto, estarán también determinadas por el medio cultural y
social que rodean a la díada. Las instituciones culturales desempeñan un papel significativo en la
formación de la personalidad. Una de las principales instituciones culturales, la familia, garantiza
al infante el establecimiento de una relación entre él y “una sola persona maternante”
durante el primer año de vida. Situaciones culturales diferentes tendrán influencias significativas
en la edad, fuerza y forma en que se establece el objeto y las relaciones con el mismo.
Por otro lado el desarrollo y evolución de los impulsos de instintos (libidinal y agresivo), participan
también en la formación de relaciones de objeto. Al nacer y durante la etapa de narcisismo
primario, dichos impulsos no están diferenciados, esto se logrará a través de un proceso gradual.
Logran diferenciarse a lo largo de los tres primeros meses de vida como resultado del intercambio
entre madre e hijo. Al principio estas experiencias e intercambios se producen en el sector
específico de cada uno de los impulsos, no se funden o conectan unos con otros. Esto resulta en la
etapa de preobjeto. A medida que estas etapas avanzan de la fase sin objeto al establecimiento del
objeto libidinal el desarrollo avanza y los impulsos se detienen en la satisfacción de las
necesidades orales del infante. Como la madre es la que satisface estos deseos del infante, se
convierte en el “blanco” de los impulsos agresivos y libidinales, sin embargo, este blanco no es
percibido como una persona unificada y permanente, o como “objeto libidinal”.
En esta etapa de no diferenciación el infante tiene dos objet os: el objeto “bueno” hacia el cual se
vuelve la libido y el objeto “malo” contra el cual se vuelca la agresión. Abraham denomina este
periodo como la etapa preambivalente. Al principio de esta etapa surge un yo rudimentario que
actúa centralmente y que permite descargar el impulso en forma de una acción dirigida que
producirá posteriormente la diferenciación entre los impulsos. El niño comienza a diferenciar entre
el objeto malo (que no satisface sus necesidades) y el objeto bueno (que si satisface sus
necesidades).
Alrededor de los 6 meses de edad se produce una síntesis, la influencia del yo y sus tendencias
integrativas se sienten en la integración de la huellas mnémicas de experiencias repetidas y por los
intercambios del hijo con la madre. Finalmente surge una sola madre (que integra a la madre mala
y buena), surge el objeto libidinal propiamente dicho. Llega un momento en que la madre deja de
ser percibida como un elemento bueno o malo de acuerdo a la situación específica en que es
experimentada y de esta manera atraerá hacia sí los impulsos agresivos del infante y los impulsos
libidinales. Es importante aclarar, sin embargo que los aspectos buenos de la madre sobrepasan el
peso de los aspectos “malos”, del mismo modo el impulso libidinal del niño, sobrepasa el impulso
agresivo. Es así como Spitz percibe el papel que juegan los impulsos en el establecimiento
del objeto libidinal y la relación con el mismo.
Finalmente el autor menciona el acto de la alimentación como un factor de importancia en la
relación establecida entre madre e hijo. El se basa en los horarios de alimentación, que
representan para el niño las facilidades o limitaciones que le otorga la madre. La madre al otorgar
más facilidades, favorece el desarrollo del objeto “bueno”, por el cont rario, al limitar en demasía al
niño, está favoreciendo el desarrollo del objeto “malo”.
A lo largo de todo el desarrollo el niño debe estar familiarizado con ambos tipos de relación con su
exterior: la relación que facilita (que se vive como recompensa del objeto bueno) y la relación que
limita y reprime (que es experiencia da como las fechorías del objeto malo). El hecho de que el
infante se enfrente a las limitaciones es inevitable, sin embargo, la compensaciones que da el
objeto bueno capacitan al infante a resistir las frustraciones mayores. Esta capacidad de tolerar
dichas frustraciones es el origen del principio de realidad y esto es un paso importante para la
humanización del individuo, para poder aplazar la satisfacción del impulso y esperar resultados
más benéficos debido a este aplazamiento y a esta espera.
15. DESARROLLO PRECOZ, APEGO Y CONTEXTO FAMILIAR
Consuelo Rollán García
1. Introducción
La formación de los apegos constituye uno de los pilares básicos del desarrollo de las
personas por garantizar la supervivencia física, la elaboración de las primeras emociones y la
construcción de la realidad, gracias a la proximidad con los semejantes y a las necesidades que
satisfacen. El apego es un vínculo afectivo de primer orden que garantiza la protección y seguridad
que el niño necesita a través de las interacciones que se establecen con los padres o sustitutos en
los primeros años de vida; la posibilidad de interactuar posibilita que el niño adquiera una noción
de la disponibilidad y accesibilidad de las figuras de apego y sobre la propia eficacia para
conseguir el acercamiento con la misma.(Bowlby 1969).
Los apegos constituyen una de las grandes necesidades primarias no
aprendidas siendo las otras la necesidad de relacionarse socialmente y la
necesidad de mantener contacto físico .El denominador común es la búsqueda
de proximidad para satisfacer las necesidades físicas, emocionales, sociales.
y garantizan la supervivencia, la defensa y la reproducción.
Cuando alguna de estas necesidades no encuentra satisfacción peligra
la salud física y psíquica de los individuos.
Las primeras vinculaciones afectivas se elaboran entre los cuidadores
primarios, generalmente los padres, y el niño durante los primeros años de
vida.
Los apegos, como vinculaciones afectivas de primer orden, se generan en un contexto
concreto, la familia tradicionalmente, y como parte del desarrollo precoz de los seres humanos
durante el primer año de vida por situarse en éste el establecimiento del objeto. (Spitz, 1979).
2. DESARROLLO PRECOZ según R. Spitz
René Spitz (1887-1974) nació en Viena y estudió
medicina en Budapest graduándose en 1910. Trabajó el
análisis con Freud resaltando la importancia de util izar el
procedimiento en la formación de los analistas. En 1938 se
trasladó a Estados Unidos y desempeñó diferentes
actividades como médico, psicoanalista, investigador y
docente. Su interés investigador se centró en el desarrollo de
los primeros años de vida del niño produciendo numerosas
publicaciones sobre el tema. Utilizó técnicas innovadoras
para la observación directa (películas, tests, etc.) de niños
realizando diversos estudios en instituciones como
horfanatos, guarderías, centros de adopción, etc.
Spitz elaboró su propia teoría acerca del desarrollo precoz del niño. Sus
antecedentes psicoanalíticos le permitieron ahondar en los conceptos
freudianos sobre el funcionamiento psíquico y la teoría de la libido.
Su interés se centra en las etapas sobre el origen de la relación objetal y de la
comunicación humana ofreciendo un enfoque nuevo de las mismas. Realiza
para ello una clasificación de los acontecimientos más relevante en la relación
entre madre e hijo durante el primer año de vida del mismo diferenciando los
siguientes momentos:
2. 1. Estadio pre-objetal o sin objeto.
2. 2. Estadio del precursor del objeto
2. 3. Estadio del objeto libidinal
El interés de estos estadios radica en la descripción que hace el autor de
comportamientos específicos en el niño que son “indicadores” de la
organización del psiquismo en el primer año de vida, y que evolucionan gracias
16. a los procesos de maduración y desarrollo teniendo como fin fundamental la
integración de la personalidad y son, en definitiva, la expresión de cambios
sustanciales.
2.1. Estadio no objetal
Spitz lo denomina estadio de la no–diferenciación porque todavía no hay
organización perceptiva y de la actividad ya que lo psíquico y lo somático son lo
mismo. No hay separación entre pulsiones y objeto y s e produce en los días
posteriores al nacimiento.
El mundo cobra interés ante estímulos internos (hambre, sed) o externos
(ruidos, frío) porque alteran al niño, le excitan y provocan el llanto que sirve de
descarga y de llamada de auxilio: la madre acude, calma al bebé, y se recupera
el estado de placer.
Spitz afirma que en los primeros días de vida el niño vive en una recepción que
se corresponde con la organización cinestésica, primaria, hasta que más tarde,
es posible la percepción diacrítica, cognitiva.
La actividad se concreta en la zona oral gracias a las pautas alimenticias y a
través del pezón materno o de la tetina del biberón.
Cobra también protagonismo el rostro materno que constituye la primera
experiencia perceptiva para el niño.
Existen, por tanto, dos variables relevantes: el tacto oral discontínuo del pezón
o de de la tetina y la percepción visual del rostro que inician la constancia
objetal y la formación del objeto.
2. 2. Estadio del precursor del objeto
A partir de los dos meses una mayor madurez física y psíquica permitirá
respuestas expresadas en sonrisas ante la aparición del rostro, de cualquier
rostro. Spitz se refiere a esta etapa como precursora del objeto y supone el
paso de la recepción de estímulos interiores a la percepción de estímulos
exteriores.
Por otro lado, la sonrisa como respuesta, es la base de relaciones sociales
posteriores; sin embargo, no sólo es un indicador afectivo sino una
manifestación de uno de los procesos primeros del pensamiento.
Spitz sitúa hacia el sexto mes las relaciones objetales como tales gracias a la
integración de las trazas mnemónicas establecidas en los meses anteriores
como fruto de las interacciones madre-hijo.
2. 3. Estadio del objeto libidinal
Aproximadamente a partir del octavo mes la percepción diacrítica se halla
adecuadamente desarrollada y el niño diferencia el rostro conocido del
extraño. Solicitará el primero y rechazará el segundo expresando este rechazo
en lo que Spitz denomina “angustia del octavo mes” o “angustia de pérdida del
objeto”. Puede decirse que es el momento en el que la madre se evidencia
como objeto libidinal.
Para que todo esto sea posible, además de las interacciones constantes y
satisfactorias con la madre, se han producido los siguientes cambios:
• El aparato sensorial se ha desarrollado suficientemente para lograr la
percepción diacrítica (mielinización de los fascículos nerviosos).
• El desarrollo cognitivo preciso para la realización de las operaciones
mentales y las acciones dirigidas (multiplicación de las trazas
mnemónicas)
• La organización psíquica necesaria para posibilitar descargas de tensión
afectiva.
En definitiva, el niño madura y al terminar el primer año, cuando ya es posible
la locomoción, incrementan las posibilidades de exploración y autonomía.
Descubrirá el “no” y sus efectos sociales, el gesto y sus posibilidades de
rechazo o de aceptación y tendrá multitud de posibilidades para poner a
prueba su relación con su primer objeto.
17. Los descubrimientos de Spitz no sólo interesan por sus aportaciones al
conocimiento del desarrollo de los primeros años de vida de las personas sino
por su proyección en la intervención de diversas patologías en él,
especialmente centradas en las vinculaciones entre madre e hijo.
3. El APEGO: VÍNCULO AFECTIVO PRIMARIO
El apego es un tipo de vinculación que consiste en la búsqueda de proximidad
física de un individuo hacia otro específico que se manifiesta en conductas
como estas:
• Mantenimiento de contacto sensorial privilegiado.
• Exploración del entorno desde la figura de apego como base segura.
• Búsqueda de la figura de apego en situaciones de malestar, tristeza,
miedo, etc.
• Ansiedad ante la separación
3.1. Investigaciones
La hipótesis del impulso secundario de sociabilidad supone que la atracción y
el interés por los semejantes aparecen en el niño por la necesidad de conseguir
alimento. La idea básica de esta afirmación es que el ser humano viene al
mundo dotado con unos impulsos somáticos primarios que le aseguran la
posibilidad de cubrir necesidades como la alimentación y el bienestar corporal.
La dependencia emocional es, según esta teoría, consecuencia de la
dependencia física y ésta conlleva el reconocimiento de los otros hasta que
aparece el impulso social y entonces se manifiesta la necesidad de estar con
otras personas.
Críticas hacia esta hipótesis
Harlow (1959) investigó el apego con macacos de la india. Crió macacos con
madres sustitutas, unas de felpa y otras de alambre observando que la mayor
parte del tiempo lo dedicaban a estar junto a la de felpa.*
Schaffer y Enmerson (1964) afirman que se los niños elaboran apegos fuertes
hacia personas que no son fuente de almentación.
*Harlow y Zimmerman (1959) demostraron que la satisfacción de la necesidad
de alimentarse, no explica, por sí sola, la formación de los vínculos afect ivos
entre los niños y sus padres o cuidadores. En su conocido experimento,
separaron a varias crías de monos de sus madres al nacer procurándoles
madres sustitutas, una de felpa y una de alambre. Las dos tenían el mismo
sistema de alimentación a través de un biberón incorporado.
El vínculo se produjo con la madre de felpa, incluso en el caso de los monos
alimentados por la de alambre con la que pasaban quince horas en contacto y
una, la correspondiente a la ingestión de alimentos, con la de alambre.
3.2. Fenómeno de la impronta
Heinroth (1910) y Lorenz (1971), describieron el fenómeno
de la impronta entendiendo por tal búsqueda de proximidad física
que procura la madre hacia el hijo y la identificación de la madre
por reconocimiento de sus características; además de esto
observaron en diferentes especies de aves y mamíferos cómo la
madre satisface las necesidades de sus crías con respuestas
específicas.
Estos estudios han influido notablemente en investigaciones posteriores acerca
de los vínculos en los seres humanos que, aunque no siempre han podido
obtener resultados contundentes, han abierto nuevos horizontes en la
comprensión del desarrollo de las personas. Entre los datos de mayor interés
podemos resaltar los siguientes:
• Existen mecanismos innatos en las crías de diferentes especies que
posibilitan la identificación de las madres improntándose a ellas.
• Las madres de diferentes especies tienen mecanismos innatos gracias a los
18. cuales satisfacen las necesidades específicas de sus crías.
• El fenómeno de la impronta favorece la supervivencia de la especie.
• La impronta está sujeta a un período crítico asociado generalmente a logros
importantes del desarrollo (locomoción, vuelo).
• Improntarse conlleva una preferencia definida y precoz y permenente.
JOHN BOWLBY (1907)
John Bowlby estudió psiquiatría y se especializó en
psicoanálisis en la Tavistock Clinic de Londres. Años antes de la
segunda guerra mundial se interesó por las consecuencias de las
separaciones tempranas entre madres e hijos. Ejerció como
psiquiatra en el ejército y una vez concluido su servicio creó el
“Departamento para Niños y Padres” poniendo en práctica la
metodología que había practicado en su ejercicio militar. Fue
Secretario del Instituto de Psicoanálisis Británico y colaboró con la
OMS (Organización Mundial de la Salud) en Ginebra, en un
proyecto que pretendía paliar los efectos de las separaciones
entre padres e hijos como consecuencia de la guerra
Bolwlby fue el primer estudioso del desarrollo humano que abandonó la teoría
de las pulsiones de Freud y sustentándose de las teorías etiológicas y de la
cibernética
Aportaciones esenciales
• Existen, tanto en personas como en animales, constantes referidas al
acoplamiento, a los cuidados con las crías e hijos y a la vinculación de los
hijos hacia los padres.
• El comportamiento instintivo tiene carácter evolutivo durante los primeros
períodos de la vida. (Ej: cambios en la alimentación: chupar, morder)
• El comportamiento instintivo no se hereda: se hereda el potencial que
permite, gracias a los sentidos, desarrollar estrategias, comportamientos, y
son diferentes en función del entorno.
• Toda separación tiene consecuencias más o menos relevantes.
• La conciencia es un estado particular de nuestro psiquismo que permite
ciertos procedimientos:
. Clasificación, categorización, elaboración y transformación de la
información antes de almacenarse.
. Recogida de informaciones almacenadas.
. El pensamiento reflexivo
. La reorganización de ciertos aprendizajes
3.3. Evolución de los apegos
La elaboración de los apegos, necesita tiempo y cuidados especiales; el tiempo
lo ofrecen los primeros años de vida y los cuidados los adultos que atienden al
niño siendo relevante la calidad y cantidad de esas atenciones, para que sea
posible el reconocimiento, diferenciación y preferencia de unas personas
respecto a otras, por constituirse como figuras significativas para el niño.
Durante los primeros años de vida los apegos se elaboran, consolidan y
evolucionan, gracias a las posibilidades y necesidades tanto biológicas como
sociales de los seres humanos.
La percepción, a través del olfato, es la primera opción para el lactante de
conseguir bienestar: oler a la madre, a la persona que lo acoge en sus brazos
para alimentarle, calmarle y limpiarle es la garantía de sentirse a salvo. Para
lograr esto dispone del llanto, que desde las primeras semanas es asociado a
la, que lo regula deteniéndolo o acentuándolo en función de su proximidad,
tonalidad y volumen.
El rostro también actúa como mediador en el desasosiego del niño desde el
segundo mes de vida, aproximadamente.
Sin embargo, todavía no puede afirmarse que no sea más que percepción
19. acerca de algo previamente experimentado, sin existir nociones de los atributos
de la figura materna.
La capacidad perceptiva para discriminar el rostro, el olor y la voz que se
desarrolla durante el primer trimestre de vida, permite el reconocimiento de las
primeras figuras de apego expresándose en las siguientes conductas:
* Llanto diferencial
* Sonrisa
* Vocalización diferencial
Esto es posible gracias al diálogo que se establece en las situaciones
cotidianas;
La captación recíproca de atención entre ellos inicia y mantiene interacciones
expresadas en palabras, risas, caricias, etc. que deben ajustarse en
intensidad y duración, ya que el exceso de estimulación produce desasosiego y
nerviosismo que el niño mostrará llorando, desviando la mirada, etc.
La sincronía, afirma Stern (1977), es un elemento fundamental en la
formación del apego recíproco.
Superado el primer trimestre de vida los niños reconocen a su principal figura
de apego y son capaces de diferenciar su comportamiento.
Existen datos que permiten asegurar que cuando la madre cambia algún
comportamiento habitual hacia su hijo (no sonriendo, no hablando) éste llora y
se muestra nervioso como si no estuviera de acuerdo con la actitud materna y
protestara por ello. Sin embargo, cuando se ausenta responde análogamente a
diferentes personas.
Hacia el final del segundo trimestre de vida, aproximadamente, la figura de
apego principal se hace intransferible apareciendo la ansiedad de separación.
La proximidad de la figura de apego ofrece seguridad para explorar, mientras
que el alejamiento desencadena inhibición y búsqueda ansiosa a través de
quejas, llamadas y signos de desorientación.
• seguridad--------actividad, exploración
• inseguridad------inhibición, exploración ansiosa.
En este aspecto, nuestro comportamiento es similar al de otros animales como
los perros, los monos, algunas aves,etc .
Hacia el séptimo mes las figuras de apego se convierten para el niño, en fuente
de seguridad motivadora para las actividades físicas y sociales y,
simultáneamente, aparece el miedo a los extraños como contrapunto a la
seguridad. Hasta este momento, el niño discrimina entre conocidos y
desconocidos pero no ha aparecido el rechazo específico. Sin embargo, una
vez consolidados los apegos específicos (al padre, a la madre) se modifica la actitud ante figuras
desconocidas que puede manifestarse en reacciones de
nerviosismo, rechazo, temor. Este comportamiento es lo que Spitz (1950)
denominó “miedo de separación”, que evidencia el establecimiento del vínculo
significativo.
Desde orientaciones cognitivas (Kagan,1984) la explicación es atribuida a la
discrepancia entre lo nuevo y lo familar, es decir, en el desconocimiento, por
parte del niño de las características del desconocido, y la diferencia con el
esquema interno que ya tiene de las figuras de apego. No se explica desde
esta corriente, por qué se expresa menos temor ante el extraño cuando la
madre o el cuidador están presentes.
Por otro lado, si acudimos a descripciones etológicas, el argumento básico se
halla en una tendencia filogenéticamente heredada y útil para la supervivencia,
de carácter universal y constante cronológicamente.
En estudios recientes se afirma que el miedo a los extraños no aparece en
todos los niños; parece existir una relación importante entre la actitud del
extraño y la reacción de los niños ante ellos. Si el desconocido invade el
espacio del niño de manera brusca, intempestiva, es más probable que
manifieste temor, rechazo; por el contrario, si el adulto no se acerca brusca y
20. prematuramente y deja que el niño tome la iniciativa, la reacción de temor
disminuye o no aparece, incluso es más probable que desarrollen conductas
de aproximación al desconocido.
El segundo año de vida aporta importantes avances en el desarrollo de los
niños: caminan, hablan, expresan emociones, comprenden pequeñas nociones
de sus experiencias, es decir se abren paso en un mundo desconocido e
interesante para explorar.
Las relaciones afectivas también evolucionan. Marca sus necesidades pero
también aprecia que sus figuras de apego tienen también las propias, como,
por ejemplo, tienen una cama para ellos, un tiempo y un espacio en el que él
no tiene cabida; esto puede causar ambivalencia emocional, incertidumbre que
no será más que una fase más del desarrollo si no existe rivalidad con ninguno
de los progenitores y si los límites se elaboran y practican de común acuerdo.
Por otro lado, las relaciones externas al núcleo familiar se incrementan y se
generan nuevas posibilidades de separaciones y reencuentros. Es entonces
cuando se requieren nuevas adaptaciones que rozarán la ambivalencia en
muchas ocasiones, manifestándolas en protestas ante la separación de las
figuras de apego.
El grado de adaptación y el tiempo necesario para alcanzarla dependen de
circunstancias diversas: tipo de apego, edad, actitudes de los padres, de los
educadores, etc. Sin embargo, de manera general, puede describirse este
proceso a través de las fases siguientes:
a) fase de protesta, cuando se constata la ausencia de los padres,
expresada en llanto, ansiedad, alteraciones en los periodos de sueño,
dificultades en la alimentación, etc.
b) fase de ambivalencia. Si la separación es larga (más de diez días),
la fase de protesta se atenúa y aparecen reacciones de ambivalencia hacia los
cuidadores. Se trata de un estado de índole depresiva que con el paso del
tiempo conducirá a la aceptación de los nuevos cuidadores pero pudiendo
mantener reacciones fluctuantes de rechazo, que también podrían manifestarse
hacia la madre, o cuidador primario en su regreso.
c) fase de adaptación, cuando la separación entre el niño y sus figuras
de apego es de larga duración se logra la adaptación a los nuevos cuidadores,
desaparece la ansiedad elaborándose un nuevo vínculo.
Análogamente a este proceso puede describirse el que todos los niños
experimentan cuando son escolarizados. Sin exceso de dramatismo, es
relevante “cuidar” el periodo de adaptación a la escuela por parte de padres y
educadores. La escuela es un nuevo contexto físico, con unas actividades,
espacio y tiempo concretos, con personas desconocidas, normas diferentes,
hábitos compartidos que muchos niños no han aprendido todavía.
A partir del tercer año de vida podemos hablar de logros significativos en unos
aspectos fundamentales tales como la comunicación verbal, el conocimiento
social y el control emocional. Si la evolución ha sido satisfactoria los vínculos
afectivos se encuentran consolidados.
Los primeros años de los niños, en un sistema familiar con relaciones
satisfactorias, son quizá los más propicios para disfrutar de actividades
compartidas, para sembrar la confianza tan necesaria cuando llega la
adolescencia y para elaborar las pautas educativas que favorezcan el
autocontrol, la disciplina, la responsabilidad, los valores, etc., que pretendan
transmitirse a los hijos.
3.4. Funciones del apego
La función básica del apego es la adaptación al medio de manera que se
garantice la supervivencia de la especie.
La proximidad con los congéneres, durante los primeros años de vida de las
personas, satisfacen las necesidades y solventan los peligros gracias a las
conductas de crianza, además de elaboran los primeros vínculos afectivos en
21. la familia como primer entorno social.
El apego hacia la madre, el padre o hacia el sustituto de cualquiera de ellos,
permite al hijo calmarse cuando tiene miedo, se siente triste, y estimula la
exploración del mundo especialmente cuando es posible la locomoción.
• Regular la estimulación lingüística necesaria para la cognición y
comunicación.
• Elaborar la confianza , seguridad y bienestar
• Manifestar emociones a través de la expresión de las mismas.
• Satisfacer necesidades lúdicas a través de los juegos afectivos
propios de las interacciones entre padres e hijos.
3.5. Tipos de apego
El apego no tiene carácter positivo por sí mismo. No existe un único tipo de
apego afectivo y constructivo sino que es posible la elaboración de apegos
negativos e incluso destructivos en el peor de los casos. Sin embargo, la
vinculación afectiva en las personas, constructiva o destructiva, es
prácticamente indispensable.
Si hablamos en términos de calidad podemos hacer referencia a la
investigación que Ainsworth (1975, p, 58), quien desarrolló el denominado
procedimiento de la ¨situación extraña¨ que consiste en la observación de la
siguiente secuencia de situaciones entre madres e hijos:
a) madre e hijo solos en una situación de juego
b) aparición de un extraño
c) la madre se ausenta y el extraño trata de consolar al niño.
d) la madre regresa y calma a su hijo.
e) el extraño se ausenta
f) la madre deja al niño solo
g) el extraño entra y trata de calmar al niño
h) la madre regresa
Las reacciones de los niños son evaluadas a través del siguiente paradigma:
22. ¿Cómo podemos interpretar esto?
Aunque no podemos hacer interpretaciones definitivas, si podemos reflexionar
acerca de la importancia de la calidad y cantidad de las interacciones entre
padres e hijos, y entre cuidadores primarios y niños. Esto no es algo baladí.
Las características de las experiencias de vinculación tienen una gran
repercusión en el desarrollo de la capacidad de elaborar apegos en los
primeros años, y no puede descartarse su efecto a largo plazo, a lo largo de
toda la vida.
Esto no significa que no sea posible el efecto reparador bien a través de
intervención especializada o bien gracias a nuevos vínculos más satisfactorios
cuando los primeros no lo fueron, pero obviamente no es lo ideal.
Por otro lado, existen otros factores que influyen en el modo en que se
desarrollan las interacciones tales como la personalidad del niño, el contexto de
convivencia, el acoplamiento, etc.
Las características del niño no son inocuas en el proceso de elaboración de
los vínculos afectivos. El temperamento, la facilidad o dificultad para calmarse,
el modo de respuesta a los estímulos, influye en la elaboración de un apego
más o menos seguro.
Unos padres sanos emocional y físicamente sentirán atracción hacia su bebé:
deseo de olerlo, abrazarlo, mecerlo, etc. El niño responderá con sonrisas,
miradas, tocando a quien le sostiene en brazos, etc.
La relación más importante en la vida de un niño es el apego a su cuidador
primario, en el mejor de los casos, la madre. Un apego saludable, construido
con experiencias de vínculo repetitivas durante la infancia, sustenta una base
sólida para futuras relaciones saludables. Por el contrario, problemas en la
23. vinculación y el apego pueden originar un desarrollo emocional frágil,
inestable. Cualquier factor que interfiera con las experiencias de vinculación,
puede interferir con el desarrollo de las competencias para desarrollar apegos.
Cuando las interacciones entre madre, padre e hijos se interrumpe o dificulta,
es difícil mantener las experiencias de vinculación. Las interrupciones pueden
ocurrir debido a problemas primarios con el niño, los adultos, el acoplamiento
entre ambos, el ambiente, etc.
El temperamento del niño influye en la vinculación. Un niño difícil de calmar,
irritable o que no responda a los estímulos con facilidad, puede dificultar el
acercamiento tranquilo de sus cuidadores, si estos no tiene buenas
competencias para responder.
Las conductas de los padres o cuidadores pueden afectar negativamente la
vinculación. Padres que critican, rechazan, evitan la intimidad, o se muestran
excesivamente punitivos, no crean contextos seguros para sus hijos.
Los factores externos también influyen en el desarrollo emocional, social,
cognitivo, etc. Situaciones de riesgo social permanente en las que la seguridad
física es precaria dificultan el desarrollo de los niños
Por último, el acoplamiento entre padres, madres e hijos es un factor relevante
en los primeros días de vida del niño, poniendo a prueba las capacidades y
recursos de los adultos para atender al lactante y las de este para responder a
los estímulos; la atención, y la respuesta a las señales de manera adecuada,
es esencial para mantener experiencias de vinculación que y el inicio de
apegos seguros.
4. El contexto familiar
La familia es contexto natural en que crecemos y nos educamos además de
constituirse como la primera escuela para la socialización en nuevos contextos.
En la familia nos formamos como personas a todos los niveles: físico, cognitivo,
afectivo, etc.
Los padres son agentes educativos primarios y su principal instrumento es su
propio comportamiento, sus actitudes desde el inicio con las funciones
nutritivas, inmediatas al nacimiento y simultáneas a las funciones afectivas y
cognitivas. Lo que los padres dicen y hacen y el modo en que son percibidos
por sus hijos tendrá como resultado un estilo educativo que se proyectará, en
gran medida, en un tipo de personas.
El desarrollo afectivo y social forma parte fundamental de la evolución como
seres humanos y en la incorporación a la sociedad en la que tendrán que vivir.
Las personas venimos al mundo con un programa genético y una identidad
sexual. Para sobrevivir necesitamos al grupo y el grupo necesita a los
individuos para mantenerse. El primer grupo de referencia lo constituye la
familia, generalmente, en el que se elabora la urdimbre afectiva a través de
tres variables fundamentales:
*La expresión emocional, con estilo propio en cada familia
*Los apegos con las primeras personas significativas en la vida del niño
*La educación de las emociones, a través del tipo de reacciones ante la
expresión emocional entre padres e hijos.
Mary Ainsworth(1979) afirma que la calidad del apego del niño hacia su
madre (o cuidador más cercano)se relaciona especialmente con el tipo de
atención que haya recibido el niño; De Wolff y van Ijzendoorn(1997) describen
una serie de características que consideran estimuladoras del apego seguro
son: sensibilidad, respuestas adecuadas a las señales del niño; actitud positiva,
expresando emociones positivas hacia el niño; sincronía, elaboración de interacciones
recíprocas con el niño; mutualidad, interacciones en las que el
niño y la madre atienden a lo mismo; apoyo, proporcionar apoyo emocional a
las actividades del niño y estimulación, dirigir con frecuencia acciones hacia el
24. niño.
La vinculación afectiva entre los miembros de la familia se elabora de modo
natural en la vida cotidiana a través de las rutinas familiares que favorecen la
regulación del “reloj interno”, facilitan las transiciones de una etapa a otra,
posibilitan la comprensión del mundo e inician la disciplina y el establecimiento
de límites basados en el afecto incondicional.
El contexto familiar, o el sustituto del mismo en su defecto, tiene una posición
privilegiada para favorecer el crecimiento personal de sus miembros, gracias a
las posibilidades de interacción entre los mismos.
4.1. FAMILIA Y CREMIMIENTO PERSONAL
El crecimiento personal de las personas se produce de manera natural en el
contexto familiar y se compone de aspectos como estos:
Autoconciencia: que adquirimos cuando descubrimos nuestra independencia
corporal (18 meses), y que logramos a través de la exploración y el manejo de
objetos que nos ofrecen datos de nuestras capacidades.
Autonomía: definida escuetamente como la capacidad de pensar y actuar por
uno mismo, y que comienza con nuestras primeras acciones en solitario. Para
favorecerla es importante la delimitación del propio espacio.
Responsabilidad: ser capaces de responder por lo que hacemos. Se aprende
imitando modelos de nuestro entorno más cercano y por el trato que recibimos
ante nuestras acciones.
Valores: que aprendemos experimentando emociones asociadas a nuestra
conducta y que proyectamos en nuestras interacciones cotidianas.
Autocontrol y disciplina: comienza desde los primeros meses de vida cuando
las emociones del lactante son reguladas por las primeras rutinas y debe
superar situaciones de frustración.
La familia como contexto de interacción con vinculaciones afectivas de primer
orden elabora su estilo educativo y establece límites entre sus componentes.
Para favorecer su eficacia podemos realizar las siguientes sugerencias.
Para que los límites sean eficaces y “saludables” deben, sin caer en meras
recetas imposibles, incorporar aspectos como estos:
* Basados en criterios que los justifiquen * Ser fundamentales y permanentes, no basados en
modas.
* Coherentes con el comportamiento de los modelos primarios.
* Su objetivo es la estabilidad emocional, la comprensión del mundo y la
adaptación social.
* Deben ser claros, justos, adecuados y sistemát icos aunque flexibles.
4.2. EL FENÓMENO DEL HOSPITALISMO Y LA EDUCACIÓN
COMUNITARIA
Cuando los niños se encuentran separados de su madre y no cuentan con un
sustituto que les atienda individualmente, manifiestan labilidad emocional,
trastornos de la alimentación y del sueño y en general su desarrollo es más
lento e incluso puede deteriorarse, aunque estén atendidos en su higiene y
alimentación.
Spitz, a quien nos hemos referimos anteriormente, describió las consecuencias
de la ausencia materna prolongada más de cinco meses y apreció un
acentuado deterioro en el desarrollo a todos los niveles: desaparición de la
locomoción, regresión del lenguaje, descontrol esfinteriano. Es lo que se ha
denominado “hospitalismo infantil” porque los niños estudiados se encont raban
en instituciones que los cuidaban fuera del contexto familiar.
Las consecuencias de la separación se relacionan proporcionalmente a las
relaciones establecidas entre madre e hijo antes de la misma de manera que
cuanto más intensas fueran mayores consecuencias negativas tendrán en el
niño. Por otro lado, existen dos variables relevantes en los efectos a corto y
largo plazo en la separación entre madre e hijo: la edad y la duración (López
1983). El período crítico se encuentra entre los seis meses y los tres años.
25. Intervienen también variables como la vulnerabilidad de cada individuo ante
situaciones adversa.
Cuando existe un modelo de madre sustituta que satisface las necesidades
afectivas del niño no aparecen graves regresiones una vez superada la
separación. (3)
5. RESUMEN
El desarrollo afectivo y el contexto familiar, parte central de la temática de este capítulo,
constituye uno de los aspectos clave para el trabajo preventivo con familias. Se ha pretendido una
aproximación al inicio de las relaciones entre padres e hijos por su trascendencia en aspectos
fundamentales de las personas tales como la estabilidad emocional, la responsabilidad, el respeto,
etc.
Se ha incluido una breve alusión a la teoría del desarrollo precoz expuesta por Spitz ya que
parecía necesario por tratarse de un autor primordial en esta materia y que favorece la
comprensión de las posibilidades de la interacción en los primeros meses de vida y sirven de
introducción a estudios recientes que describen el desarrollo afectivo y social .
Para terminar, breves referencias a la familia como contexto primario y privilegiado en la
elaboración del afecto a través de la educación como garantía para criar hijos suficientemente
seguros de sí mismos para adaptarse al mundo teniendo una buena referencia afectiva y social.