Este documento contiene varias historias de personas que experimentaron enfermedades y cómo encontraron sanidad y curación a través de la oración y la fe en Jesús. Una historia cuenta cómo un niño que padecía asma fue sanado completamente después de orar repetidamente. Otra historia bíblica narra cómo Jesús sanó a 10 leprosos y sólo uno regresó a darle gracias.
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¡Buenos días!
Nº 3
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Yo soy Choclito. A mí me
salvaron de la sartén. Mis hermanos y compañeros, todos estarán
ya comidos o molidos – ¡pobrecitos! A
mí me rescataron. ¿Por qué a mí, y no a
otro? No lo sé. ¡Pero aquí estoy!
“Rescatados” me corresponde plenamente...
¡este periódico me enloquece! Estoy enamorado y me confundo con él, completamente.
¿Me encuentras feo? Lo siento. Puedes colorearme, como una verdadera mazorca,
o como una flor, un loro o el arco iris,
según te guste.
Desde ahora estoy en este periódico. A tu disposición.
Tu Choclito
¿Podría sanarme?
E nf e rmo...
¿de por vida?
¡Hola! Qué tal, ya nos conocemos. ¿No?
No entiendo mucho de la lepra. Sé que es
una enfermedad muy grave y bien difícil de
sanar. Gracias a Dios nunca, la he tenido.
Pero... sí he tenido varias otras cosas. Dolores de cabeza, una herida en la rodilla, un
corte pequeño en un dedo; cosas simples.
Era así hasta el día en que tuve asma. Se
trata de una enfermedad respiratoria. Era tan terrible que tenía una
tos tremenda. A veces no podía
dormir de noche. Toser me hacía
tanto dolor hasta pensar que me
podía morir en aquella noche.
Sabía que se puede orar a Jesús y
pedir que Él me sanara.
Entonces lo hice. Una y otra
vez. Si muchííííísimas veces. Fui también a ver al médico y él dio varias medicinas. Sin embargo, eso no ayudó mucho,
casi nada. Un día decidí ir a ver a un médico
especializado. Él hizo varios controles y por
fin me dijo: “Usted nunca va a sanar. Le
voy a dar una medicina que le va a calmar
el dolor. Ahora Usted va a aprender a vivir
con esta enfermedad”. ¡Que consuelo! ¡Te
imaginas qué grande era mi tristeza escuchando esas palabras!
En mi habitación continué orando a mi mejor amigo – Jesús. Aparentemente sin éxito.
Una palabra de la Biblia me vino a la mente: ¿Está alguno enfermo entre vosotros?
Llame a los ancianos de la iglesia, y oren
por él, ungiéndole con aceite en el nombre
del Señor. Razoné y pensé: si yo oro a Jesús
o si son los ancianos que lo hacen, es igual.
Sin embargo, Dios continuó diciéndome
que yo pidiera a los ancianos (en la Biblia
en Santiago 5:14). Así lo hice pero pasado
mucho tiempo.
Después de conversar con ellos, dos hermanos han orando conmigo. Y... no pasó nada.
Al menos en aquel momento. Pero, sin darme cuenta, después de más o menos tres
meses nuevamente podía hacer footing y
andar en bicicleta largas distancias sin tener
ni el más pequeño problema de respiración.
Dios escuchó las oraciones y me sanó completamente.
Emanuel
¡Cuánto le agradezco a Él!
2. ¿...y yo, he
dado gracias
siempre?
Nº 3 - marzo de 2005
El agradecimiento
Diez hombres que vivían en
los alrededores de una aldea,
entre Samaria y Galilea, estaban gravemente enfermos.
Sus cuerpos, llenos de heridas, producto de una
enfermedad contagiosa y muy dolorosa llamada lepra los había separado de
sus familiares
y de sus seres
queridos. No
existía ningún remedio
que pudiese
salvarlos de la muerte.
Un día, los diez leprosos estaban cerca del camino que
llevaba a Jerusalén y vieron
pasar a Jesús que se dirigía
a la ciudad y comenzaron a
gritar: ¡Maestro, Jesús, ten
misericordia de nosotros!
Con cuánta desesperación
gritaban, pues Jesús era su
única esperanza para poderlos sanar. El Señor cuando
los vio sólo les dijo: Vayan,
muéstrense con los sacerdotes. Ellos, obedeciendo, sin
dudar, se fueron a toda prisa,
Este hombre no
y mientras iban caminando,
sólo regresó a su
sus cuerpos fueron sanados
y sus heridas desaparecieron, casa limpio de
la enfermedad
¡cuan alegres estaban! Jesús
de su cuerpo,
había hecho un milagro en
sino que Jesús
sus cuerpos.
también limEntonces uno de
pió su alma cuando
ellos, un samaritale dijo: Levántate, tú fe te ha
no, profundamente
salvado.
agradecido, se volvió
a donde estaba Jesús
María Elisa de Montecinos
y se arrodilló ante Él y
Historia bíblica, Lucas 17: 11-19
de todo corazón le daba
gracias glorificando a
Dios a gran voz. Jesús le
preguntó: ¿dónde están
los otros nueve hombres
que fueron limpiados?
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emoriz
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Seguramente,
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Versícu
el Señor con
mucha tristeza
reconoció que
sólo uno, un extranjero, un samaritano, había
enses 5:18
1 Tesalonic
dado gloria a Dios
por su sanidad.
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Crucigrama
¿Has estado enfermo alguna vez? ¿Cuantas cosas has
dejado de hacer por estar
enfermo?
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Leyendo en la Biblia el pasaje de Lucas
17: 11-19 se encontrarán las palabras del
crucigrama. Empezar por .
3. Jesús, el mejor amigo de los niños
¡Lee y
colorea!
Un día, Jesús estaba con sus discípulos. De repente vino un grupo de personas que querían llevar sus niños a Jesús.
Los discípulos intentaron impedírselo ya que pensaban: “Estos niños no
co mprend en
la enseñanza
del Maestro y
lo único que
consiguen es hacernos
perder el tiempo”.
Oyendo esto Jesús les
dijo: “Dejad a los niños
venir a mi y no se lo
impidáis; porque de los
tales es el reino de los
cielos”.
Jesús invitaba, con los
brazos abiertos, a los
niños a venir a él. Entonces los niños se
amontonaron a su alrededor. Comprendían que no tenían que tener miedo. Sentían que él los amaba con un cariño profundo y sincero.
Jesús los tomaba en sus brazos, uno
por uno, y los bendecía diciendo:”Dios
esté siempre contigo.”
Los niños regresaron todos contentos
para sus casas. ¿Sabéis por qué estaban tan contentos?
Pues, porque ahora tenían un amigo
que les quería con locura y que nunca
les iba a decepcionar.
Esto pasó hace muchos años. Ahora
Jesús está en el cielo, pero sigue amando a todos los niños. Quiere bendecirnos y ser nuestro mejor amigo. Por
medio de la oración podemos hablar
con él, a todas horas y en cualquier
parte del mundo.
¿Verdad que es maravilloso?
Betty
De la Biblia, Marcos 10: 13-16
4. ¡Envíanos tu foto para que la publiquemos en este espacio!
Tengo miedo del examen de
matemáticas...
La honra de Dios
«¿Estás orando?, cuchichea mi compañero de
banco.» «Sí», le respondo secamente. Pero me
siento avergonzado. Ya muchas veces yo había
orado en el colegio sin que alguien se hubiera
enterado. Pero esta vez ha sido tan inesperado
el anuncio de un examen que yo he juntado
mis manos espontáneamente, sin esconderlas,
y cerrado mis ojos
para comunicarme
con el Señor.
El maestro reparte
la prueba de matemáticas, y todo me
sale bastante bien.
A la semana siguiente, antes de
restituir los trabajos
corregidos, el maestro
«chilla» una moraleja diciendo que los
tres alumnos que han
alcanzado una nota satisfactoria dan la prueba
de que ha sido posible comprender la materia.
Repite varias veces mi nombre -ya que soy el
mejor- y que los demás tendrían que tomarme
por ejemplo.
¡Qué mal me siento! Y además hay algo que
me pone colorado. Mi conciencia sigue diciéndome:
¡Da la gloria a Dios, diles que has pedido la
ayuda del Señor! ¡Sería una oportunidad estupenda para dar testimonio de la fe!
Pero no digo ninguna palabra.
De repente mi compañero de banco alza la voz:
«¡Maestro, no es que Juan haya estudiado más
que nosotros; le he visto orar, y con la ayuda de
Dios todos nosotros hubiéramos alcanzado la
misma nota!»
«Ah. sí», dice el maestro algo molesto, y reparte los trabajos. En cierto sentido yo estoy
agradecido de mi compañero. De esta manera
por lo menos alguien ha aclarado el asunto, y
yo no tengo que acusarme de haberle quitado
la honra a Dios. Sería muy malo como dice la
Biblia en Marcos 8: 34-38.
A veces tenemos mucho miedo para honrarle a Dios delante de
nuestros amigos. Pero
no importa: ¡demos
siempre a Él las gracias y toda la honra!
Juan
Nº 3 marzo de 2005
publicacíon trimestral
dedicada a los niños.
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Mensaje de Paz
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