2. Cuando pensamos en la mortificación, la primera cosa que
nos puede venir a la mente es el ayuno, o privarse de otra
comodidad externa. Pero, ¿qué pasa con la mortificación
interior —disciplina mental y emocional, control de la lengua,
poner primero a los demás, escuchar antes de hablar, amor
por la obediencia...— el tipo de modestia que se manifiesta en
nuestras acciones y en la forma en que nos conducimos?
3. “Sobre lo que me dice que se ha
propuesto trabajar en firme en
mortificar el propio juicio y la propia
voluntad de sus seminaristas, le diré,
padre, que esto no puede hacerse de
pronto, sino poco a poco, con mucha
mansedumbre y paciencia”.
San Vicente de Paúl
Obras completas
Volumen 5
Carta: 2017
Descripción: A Pedro de Beaumont, en Richelieu,
3 de octubre de 1655
Página: 415
4. ¿Qué quiso decir San Vicente con "mortificar el juicio y la voluntad"?
¿Cómo podemos practicar esto?
5. Al estudiar este tema, me encontré con un ensayo titulado "La
práctica de la mortificación cristiana", escrito por el cardenal
Désiré Mercier de Bélgica (1851-1926). Él nos desafía con 19
recomendaciones sobre la mortificación de la mente y la
voluntad. Creo que nos ayudarán a entender mejor lo que San
Vicente quiso decir cuando dijo: “Sobre todo, imitad a los que
más se distinguen en la mortificación”
San Vicente de Paúl
Obras Completas
Volumen: 9b
Conferencia del 9 de diciembre de 1657
Página: 971
6. 1 - Mortifica tu mente negándote las fantasías infructuosas, los
pensamientos inútiles o errantes que te hacen perder el tiempo,
disipan el alma y hacen desagradables el trabajo y las cosas serias.
7. 2 - Ha de ser desterrado de tu mente todo pensamiento sombrío y
ansioso. No debe preocuparte en absoluto lo que podría sucederte
más adelante. En cuanto a los malos pensamientos sobre ti mismo
que te molestan debes, al rechazarlos, tratarlos con paciencia. Al ser
involuntarios, simplemente van a ser para ti una ocasión de mérito.
8. 3 - Evita ser obstinado en tus ideas y terco en tus sentimientos.
Debes, de buen grado, dejar que los juicios de los demás
prevalezcan, a menos de que se trate de materias en las que tienes el
deber de dar tu opinión y hablar.
9. 4 – Mortifica la lengua, órgano natural de la mente. Practica el
silencio de buen grado, tanto si te obliga tu regla o te lo impones a
ti mismo por propia voluntad.
10. 5 - Escoge escuchar a los demás antes de hablarte a ti mismo; aún
así, habla adecuadamente, evitando los extremos tanto de hablar
demasiado (lo que impide que otros expresen sus pensamientos),
como de hablar muy poco (lo que sugiere una falta de interés
dañina hacia lo que te dicen).
11. 6 - Nunca interrumpas a quien te esté hablando y no te adelantes,
contestando con demasiada rapidez, a una pregunta que te hicieren.
12. 7 – Utiliza siempre un tono de voz moderado, nunca brusco o
áspero. Evitar constante, extremada y firmemente toda
exageración.
13. 8 – Ama la simplicidad y la sencillez. Los pretextos, evasivas,
equivocaciones deliberadas, a las que ciertas personas
piadosas se entregan sin escrúpulos, desacreditan en gran
medida la piedad.
14. 9 - Abstente del uso de cualquier palabra gruesa, vulgar o
incluso inútil, porque Nuestro Señor nos advierte que nos pedirá
cuenta de ellas en el día del juicio.
15. 10 – Sobre todo, mortifica tu voluntad; este es el punto decisivo.
Doblégala constantemente a lo que sabes que es la voluntad de Dios y
la regla de la Providencia, sin tener en cuenta ninguno de tus gustos o
disgustos. Sé sumiso, incluso ante sus inferiores, en los asuntos que no
se refieren a la gloria de Dios y a los deberes de tu posición.
16. 11 - Considera la más pequeña desobediencia a las órdenes, e
incluso deseos, de tus superiores [jefes, padres] como si
desobedecieses a mismo Dios.
17. 12 - Recuerda que practicas la mayor de todas las mortificaciones
cuando acoges ser corregido y cuando tienes la más perfecta
obediencia hacia aquellos a los que Dios quiere que te confíes.
18. 13 – Acoge ser minusvalorado y contado en nada; es el consejo de
San Juan de la Cruz, es el consejo de la Imitación de Cristo: habla
poco, tanto bien como mal, de ti mismo, y busca el silencio para
no ser reconocido.
19. 14 - Frente a una humillación, a un reproche... te sientes tentado
a quejarte, a sentir lástima de ti mismo. Di entonces, con David:
“Bueno es para mí el haber sido humillado".
20. 15 – No te entretengas en deseos frívolos: "Deseo pocas cosas —dijo
San Francisco de Sales—, y lo poco que deseo, lo deseo muy poco."
21. 16 - Acepta con la más perfecta resignación las mortificaciones
decretadas por la Providencia, las cruces y labores que pertenecen
al estado de vida en el que la Providencia te ha colocado. "Allí,
donde hay menos a nuestra elección —dijo San Francisco—, hay
más de la buena voluntad de Dios“. Nos gustaría elegir nuestras
cruces, tener una cruz distinta de la nuestra, llevar una pesada
cruz que nos diese al menos algo de fama, en lugar de una cruz
ligera que nos debilite por llevarla sin cesar. ¡Es una ilusión! Es
nuestra cruz la que debemos llevar, no otra, y su mérito no está en
el tipo de cruz que sea, sino en la perfección con la que llevamos.
22. 17 - No dejes que las tentaciones, los escrúpulos, la sequedad
espiritual te perturben: "Lo que hacemos en el tiempo de sequía
tiene más mérito, a los ojos de Dios, que lo que hacemos en el
tiempo de consolación", dice el santo obispo de Ginebra.
23. 18 - No te preocupes demasiado por tus imperfecciones, pero humillarte
a causa de ellas. Humillarse a sí mismo es buena cosa, algo que pocas
personas entienden; estar preocupado y molesto por uno mismo es algo
que todo el mundo sabe, y es malo, porque en ese tipo de angustia y
aflicción el amor propio siempre juega la mayor parte.
24. 19 - Cuidémonos de igual manera de la timidez y del desaliento que
mina nuestro valor, y de la presunción de que sólo es orgullo en
acción. Trabajemos como si todo dependiera de nuestros esfuerzos,
pero sigamos siendo humildes, como si nuestro trabajo fuera inútil.
25. “La mortificación, lo mismo que las
demás virtudes, no se adquiere más que
mediante actos repetidos, y
especialmente la de esa especie, que es la
más difícil. Por consiguiente, hay que
contentarse con llevar hacia allá a sus
seminaristas paso a paso, sin pretender
llegar de pronto, puesto que hay mucho
camino por hacer, a no ser cuando Dios
quiere dispensar de los caminos
ordinarios”.
San Vicente de Paúl /
Obras completas
Volumen 5
Carta: 2017
Descripción: A Pedro de Beaumont, en Richelieu,
3 de octubre de 1655
Página: 416