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Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
a
Historias del Clínico
Ángel Yela Funcia
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
b
El Clínico San Carlos no es un hospital cualquiera; eso es lo que
trato de plasmar en los relatos que siguen. Siempre me ha gustado la
historia, es una de mis vocaciones y para ella me preparé académica-
mente. Esta inclinación se vio incrementada tras la lectura de los ex-
celentes libros sobre nuestro hospital de Fernando Pérez Peña y
Carlos León Serrano. Me animaron a dar forma a mis aportaciones.
El origen de estas historias tiene su origen en unos acompaña-
mientos narrados que hice a alumnos de secundaria, los cuales vinie-
ron a conocer un hospital más de cerca. Intenté transmitirles que el
nuestro se explica más allá de su labor sanitaria y parece que los relatos
gustaron, tanto a los alumnos como a otros oídos. Por ello, los prime-
ros llegaron a publicarse, lo cual me motivó para continuar con mis
pesquisas (mil gracias a quienes ya sabéis).
Han ido surgiendo de forma espontánea, cada vez que la sempi-
terna curiosidad me inyectaba un interés concreto, o sugeridas por mis
siempre queridos compañeros. Se trata de lecturas rápidas, esbozos
que tratan de ser sugerentes para cualquier lector. Espero que ayuden
a comprender nuestro hospital desde otra perspectiva.
Contemplando mi trayectoria profesional, de la cual voy vislum-
brando su fin, me honra haber pasado la mayor parte en este hospital,
donde sigo dando gracias a todas las personas con las que me toca
compartir algo, por breve que sea, pues de uno u otro modo aprendo
lecciones valiosas, aquellas que ninguna universidad ofrece mejor que
la propia vida. Considero esta obrilla, pues, como un regalo, casi un
tributo. Espero que la disfrutéis.
Ángel Yela Funcia, 2023
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
c
ÍNDICE Pág.
DE REAL COLEGIO DE CIRUGÍA A HOSPITAL CLÍNICO .............. 1
UN BARRIO CON VOCACIÓN SANITARIA........................................ 6
“SI ME QUIERES ESCRIBIR…”....................................................... 11
COMO AVE FÉNIX.............................................................................. 16
LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE CLÍNICO SAN CARLOS......... 23
FORMA Y FUNCIÓN ........................................................................... 31
ÉTICA Y ESTÉTICA: DE LO APOLÍNEO........................................ 38
UN PATRÓN COMPROMETIDO........................................................ 46
LA JOVEN CANTORA DE AMÓN....................................................... 51
GIMBERNAT, LA CIRUGÍA, EL REY Y LAS ORDENANZAS ........ 57
EL TÚNEL............................................................................................ 65
LUCES, CÁMARA, ¡ACCIÓN! ............................................................. 71
BIBLIOGRAFÍA E INTERNET:.......................................................... 79
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
1
De Real Colegio de Cirugía
a Hospital Clínico
La creación de los pri-
meros grandes hospitales
de España tuvo un primer
impulso bajo los Reyes Ca-
tólicos y, posteriormente,
con Felipe II, a través de la agrupación de instituciones regentadas por
conventos y fundaciones. De este modo surge en 1579 el Hospital
General de Madrid, cuya tercera ubicación (iniciada en 1755) fue rea-
lizada por Francisco Sabatini; este edificio fue el resultado una fusión:
el Hospital General, de hombres, y el de la Pasión, de mujeres. Del
magno proyecto, que incluía una
gran iglesia y seis patios entre las
actuales calles Santa Isabel y
Atocha, solo se construyó el que
El actual Conservatorio de
Música. En la fotografía inferior,
con el recuerdo de San Carlos en su
fachada.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
2
constituye el actual Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y el
pabellón del actual Conservatorio Nacional de Música.
Tras las fundaciones de los Reales Colegios de Cirugía en Cádiz
(1748) y Barcelona (1760), ambos para militares, el rey Carlos III
buscó formar cirujanos civiles “con el propio objeto de la utilidad pú-
blica…”; así, decreta en 1780 la creación del Real Colegio de Cirugía
de San Carlos, institución independiente de la facultad de Medicina, y
en 1787 sanciona sus ordenanzas. Se inauguró con el discurso de aper-
tura “Sobre el recto uso de las suturas y su abuso” de su primer direc-
tor, D. Antonio Gimbernat y Arbós, cirujano de gran trayectoria que
había obtenido la cátedra de Álgebra Quirúrgica (tratamiento de frac-
turas y luxaciones).
En su primera
andadura, sus pacien-
tes ocuparon un só-
tano del Hospital
General, para ubicarse posteriormente en el primer piso del ala no-
roeste, el que ocupa el actual Real Conservatorio Superior de Música
de Madrid. Asimismo, en 1798 se buscó una sede propia para el Real
Colegio, eligiéndose el resto del solar que ocupó el Hospital de la Pa-
sión; se llevó a cabo en 1831 por el arquitecto Isidro González Veláz-
quez (hoy día, parte de este edificio alberga el Ilustre Colegio Oficial
de Médicos de Madrid). En 1836 se traslada a Madrid la Universidad
Placa conmemorativa
en el edificio original, calle
Atocha 106.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
3
Complutense de Alcalá y nace la Universidad Central, reorganizán-
dose las disciplinas académicas: el Real Colegio de Cirugía de San Car-
los cambió su nombre en 1842 por el de Colegio Nacional de
Medicina y Cirugía de San Carlos, incluyendo Farmacia. La segrega-
ción de ésta en 1845, dio lugar a la Facultad de Medicina.
En ella se seguía un patrón similar al modelo europeo basado en
la clínica, es decir, en el aprendizaje directo en la cabecera del enfermo
para su diagnóstico y tratamiento. Los médicos “clínicos” adquirieron
justa fama por su excelente formación y óptimos resultados, y esta
denominación se ha generalizado a los hospitales universitarios.
En 1867, la Diputación cede la to-
talidad del ala noroeste del Hospi-
tal General, denominado como
Pabellón de las Clínicas de San
Carlos. Fue
cerrado en
la revolu-
ción de
1868 y
reabierto en
1875, con el
definitivo
nombre de
Planimetrías del hospital, por Ma-
nuel Sánchez Arcas. Planta y diseño
original de la fachada este.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
4
Hospital Clínico de San Carlos. En 1911 se planteó la necesidad de
erigir una nueva facultad de medicina con su propio hospital; el lugar
elegido fue el Cerro del Pimiento, que es su actual ubicación, pero el
proyecto se incluyó en otro más ambicioso: la Ciudad Universitaria,
que se desarrollaría en la Finca de la Moncloa, cedida por la Corona.
En 1927 se crea la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria de
Madrid, cuyos impulsores fueron el Dr. Florestán Aguilar, cirujano y
odontólogo del rey, y el arquitecto Modesto López Otero, director del
proyecto. Éste reunió a grandes figuras de la vanguardia arquitectó-
nica del momento: Lacasa, Bravo, Aguirre, de los Santos, Sánchez Ar-
cas y el ingeniero Torroja. Para su financiación se contó con dos
millones y medio de pesetas aportadas por el erario real y con las re-
caudaciones de los sorteos de lotería nacional que se celebraban todos
los 17 de mayo (fecha de fundación de la Junta).
El edificio del Clínico, iniciado en 1932, se inscribe en el concepto
americano de campus como ciudad jardín académica. Fue concebido
como un sistema unitario, es decir, que albergaba todos los servicios
precisos. En palabras de D. Antonio Simonena, doctor miembro de
la Junta, “era más económico, simplificaba la atención al enfermo, re-
ducía transportes molestos, y facilitaba que médicos y profesores pu-
dieran acceder rápidamente a las distintas áreas”. Además, “el
emplazamiento del hospital permite la orientación exigida por todos
los tratadistas de la higiene de la edificación hospitalaria, … la que
resulta de la iluminación en correspondencia con la dirección de los
vientos reinantes”. Fue el primer gran proyecto de un hospital mo-
derno en Madrid.
Su autor, Manuel Sánchez Arcas, constructor del Hospital Pro-
vincial de Toledo, adopta un racionalismo desprovisto de ornamento
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
5
y sumamente funcional, diseñando una planta baja donde se encon-
traban los pabellones de consultas y docentes, plantas superiores con
despachos e infraestructuras, y los llamados “martillos” de hospitali-
zación (“peines”, entonces) orientados al sur y con grandes terrazas,
así como cuatro cuerpos cuadrangulares, donde se instalarían las cáte-
dras. Sánchez Arcas y el ingeniero Torroja habían ideado, además, un
sistema unificado de calefacción que optimizaba enormemente el
gasto energético: una central térmica externa que comunicaba me-
diante túneles todos los edificios del campus. El hospital contaría con
1.500 camas y estaba listo para su inauguración oficial en octubre de
1936, coincidiendo con el primer centenario del traslado de la Univer-
sidad Complutense de Alcalá a Madrid, pero la historia había previsto
otras fechas.

Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
6
Un barrio con vocación sanitaria
Encaramado en el cerro se encuentra nuestro hospital, a modo
de alcázar que contempla un barrio célebre desde antiguo por sus ser-
vicios sanitarios y de beneficencia. Moncloa ha sido llegada de viaje-
ros, espacio de recreo, de industria, de servicios públicos y hasta se
dice que observatorio de los paisajes que Velázquez plasmó en sus
cuadros (concretamente en la denominada, por ello mismo, Casa de
Velázquez). Hoy forma un gran distrito junto con Aravaca, pero antes
de finalizar el siglo XIX buena parte de este no era más que una finca
perteneciente a la Dehesa de la Villa, un lugar querido por los madri-
leños, que fue cedida por la monarquía al gobierno en 1860. Todos
reconocemos hoy que se trata de una importante área sanitaria, con
grandes hospitales y numerosas clínicas (alberga hoy día hasta siete
instituciones), pero esta vocación le viene de antaño, como veremos.
No todo era de carácter benéfico o sanitario, también había luga-
res para el disfrute y deporte, como el elegante club La Parisiana o el
Club de Tiro Nacional; para la actividad industrial, como la fábrica de
jabones Gal, que ocupaba la zona de Galaxia y de la que aún persiste
el edificio administrativo (actualmente acoge una residencia de seño-
ritas), o la muy visitada y desaparecida fábrica de gaseosas y merendero
El Laurel de Baco, entre las calles Arcipreste de Hita y Fernando el Ca-
tólico. Como curiosidad, cercana a la ubicación del actual arco de la
Moncloa se encontraba la estatua de Daoíz y Velarde, actualmente en
la plaza del Dos de Mayo. A estas edificaciones se sumaban otras de
más sombrío recuerdo, como la Cárcel Modelo, que estuvo en el solar
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
7
del Intercambiador y del Ministerio del Aire. Veamos, no obstante, las
instituciones de carácter solidario y científico que se alzaron en esta
zona entre finales del siglo XIX y la construcción del Hospital Clínico:
El antiguo Paseo de San Bernardino (actual calle Isaac Peral hasta
la plaza de Cristo Rey), debía su nombre al convento homónimo edi-
ficado en 1570, edificado en el lugar donde hoy día se encuentran las
residencias de profesores de la Universidad. En 1834, tras su exclaus-
tración, fue reconvertido en asilo por el Marqués viudo de Pontejos,
siendo a su vez la primera casa de socorro de Madrid tras unirse al
hospicio de San Fernando en 1842. En 1907 fue derruido debido a su
lamentable estado, alojando a sus necesitados en las instalaciones de
Nuestra Señora de la Paloma, actual colegio de Formación Profesional
en la calle Francos Rodríguez.
El Hospital de Infecciosos del Cerro del Pimiento, ocupaba la zona
situada entre la calle Andrés Mellado (por donde tenía su entrada), San
Francisco de Sales (antiguo Camino de Aceiteros), Isaac Peral y la
Plaza de Cristo Rey. Fue edificado en 1885 para combatir las epide-
mias de cólera y tifus exantemático de finales del siglo XIX y princi-
pios del XX. Su mala calidad constructiva acabó por precipitar su
demolición en 1905.
El Asilo de Santa Cristina fue construido entre 1894 y 1895. Ocu-
paba la zona comprendida entre el parque que limita con el Clínico
por su lado sur y el Museo de América. Era un complejo de treinta
pabellones donde no solo se atendían a huérfanos y pobres, sino que
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
8
desarrollaba funciones docentes y for-
mativas en un conjunto dotado con
comedores, escuelas, talleres, huerta e
iglesia. Destruido en la Guerra civil,
solo se conserva una imagen de la Vir-
gen, denominada “del asedio”, ya que
fue descubierta tras la guerra entre los
escombros de nuestro hospital. No
faltan flores en el templete que se eri-
gió para conmemorarlo, situado en el
citado parque. En las inmediaciones
del Clínico se conservan vestigios de
sus paramentos, además de restos de
un mirador.
El ámbito de la actual Funda-
ción Jiménez Díaz albergaba dos
centros: el Instituto Federico Rubio y
Gali fue una funda-
ción del excelso ga-
leno en 1896; se
dedicó a la terapéutica
operatoria y fue pro-
motor en 1909 de la
primera escuela de
anestesistas. El otro
Destruido en la Guerra Civil, del
Asilo de Santa Cristina solo se conserva una
imagen de la Virgen, denominada “del ase-
dio”, ya que fue descubierta tras la guerra
entre los escombros de nuestro hospital.
Vista del templete en la actualidad.
Vestigios del asilo de
Santa Cristina: restos del
mirador en las inmediacio-
nes del Clínico.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
9
edificio fue el Instituto Oncológico (1921), con su posterior Pabellón Pro-
vincial de Oncología Victoria Eugenia (1929), que tras la guerra dieron lu-
gar al Instituto Nacional del Cáncer. Ambos centros contaban con buenos
equipamientos de sus especialidades.
Al otro lado de la Avenida Alfonso XIII (actual Avenida de
Puerta de Hierro), se encontraba el Instituto de Higiene Alfonso XIII,
edificio perdido que ocupaba el espacio del actual Rectorado de la
Universidad. Creado en 1899 (calle Ferraz) y reubicado en Moncloa
en 1930, fue destacada entidad en la investigación bacteriológica,
sueroterapia y vacunación, y gran difusora de la salud pública.
Por último, en 1922, la Facultad
de Medicina acuerda la ubicación de
pabellones para albergar los heridos
de la guerra de África, eran prefabri-
cados tipo Docker (modelo construc-
tivo alemán), que serían demolidos en
1933 para iniciar la construcción del
actual Hospital Clínico San Carlos. La
elección de este emplazamiento no
fue en absoluto arbitraria, pues como
dice Pilar Chías en su libro sobre la
Ciudad Universitaria de Madrid:
“…La generación de un primer nú-
cleo universitario en la Moncloa se
realizó al abrigo de unos núcleos sani-
tarios preexistentes”. Y como indica la
autora, “… la necesidad sanitaria diri-
gió la creación de la universidad”.
Pabellones Docker, instalados
en el solar actual del hospital para
asistir heridos de la guerra de África.
Foto extraída de: “El Hospital
Clínico en la Batalla de Madrid”, de
Carlos León Serrano.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
10
Por ello, no resulta descabellado afirmar que el Clínico fue de
algún modo locomotora de la Universidad, y su afortunada ubicación,
cara a la ciencia y a la ciudadanía, es fruto de uno de los principales
barrios sanitarios de la capital.

Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
11
“Si me quieres escribir…”
7 de noviembre de 1936: la línea ofensiva del ejército de Franco
buscaba aislar la capital; una punta de lanza del ejército rebelde rompía
Madrid desde el río, ascendiendo desde el Puente de los Franceses
hasta el espolón que representaba nuestro hospital, que era tomado
por el general Asensio. Sus plantas eran disputadas por ambos bandos,
tratando de ganar terreno habitación a habitación. Una piqueta, un
cañón que asoma y un rápido barrido de metralla culminaban cada
conquista (en esta acción se hizo tristemente famoso “el legionario de
la piqueta”). Paralelamente, el día 16 los hospitales Clínico
y Provincial de Atocha sufrieron un bombardeo que obligó a evacuar
los cerca de mil pacientes al colegio del Pilar incluso por el metro.
Madrid fue la primera capital bombardeada por una aviación; años
más tarde le tocaría la
experiencia a Lon-
dres.
Fotografía del Hospital
Clínico en guerra, realizada
por Robert Capa para la
revista francesa Ce Soir.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
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Tras tentativas para su reconquista planta por planta, se inició una
guerra de minas que consistió en voladuras a través de galerías hora-
dadas desde el exterior. Hito estratégico para unos, orgullo de la resis-
tencia para otros, el frente del Hospital Clínico perduró de forma
estable durante el resto de la guerra. Se afirma, y no sin razón, que el
frente de Madrid fue realmente el de la Universidad.
No tardó en manifestarse un espíritu que a veces nos recuerda al
gran Gila. Soldados que a través de rendijas y patios intercambiaban
rancho y tabaco con pullas, gracejos y sarcasmos; pan blanco republi-
cano por latas de sardinas de los franquistas; mercadillos y partidos de
fútbol en tierra de nadie, etc. Algunas canciones se repetían en ambos
bandos, aunque con
evidentes variantes en
sus letras, como suce-
día con si me quieres
escribir, canción repu-
blicana que fue adap-
tada por las tropas
sublevadas y que se llegó a cantar en la División Azul, o Carrasclás,
tonadilla popular, ahora adaptada por falangistas y republicanos. Mu-
chos episodios de ataque se iniciaban con conversaciones a gritos,
subidas de tono y posterior disputa que terminaba en bronca y dispa-
ros. Se pasaba hambre, pero ahí estaba nuestra socarronería. Una pin-
tada en la estatua de Neptuno rezaba así: “o me dais de comer,
o me quitáis el tenedor”.
Cono de explosión en las in-
mediaciones del Hospital
Clínico.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
13
Y, cómo no, oportunidades para el ingenio: el legionario Mateo
Cabezón inventó el “cantimplorófono”, sistema de escucha por el go-
llete de una cantimplora enterrada en el suelo para delatar el trajín de
los mineros republicanos y prevenir su actividad. Más muestras: torti-
lla de patata sin patata ni huevo, elaborada con gachas con colorante
a modo de huevo batido y fritura del albedo blanco de las naranjas
como patatas.
Además de la confrontación entre columnas, a los tabores marro-
quíes y banderas de legionarios se opusieron las brigadas internacio-
nales, los batallones anarquistas y los “gremiales”. Una vez más,
ingenio y amargo gra-
cejo: el de peluqueros
era el batallón “Fí-
garo”; el de profesores,
“de la pluma”; el de los
matarifes, “leones ro-
jos”; el de futbolistas y
árbitros, “deportivo”.
En el clínico tocó el de
los mineros asturianos, “batallón del subsuelo”, que se encargó de la
subterránea guerra de explosivos, a los que se opusieron zapadores
rebeldes. El hospital soportó cuatro grandes explosiones, que pusie-
ron de relieve la resistencia de su estructura de hormigón armado.
Uno de los tres bunkers del
Parque del Oeste, esta vez
custodiado por palomas.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
14
Durante su frente estabilizado hasta el final de la guerra, corrieron
leyendas. Entre las falsas, que las granadas subían por los ascensores
para explotar en la planta marcada; o que los moros enfermaban al
comerse los animales de experimentación animal. El Clínico no tenía
los ascensores en funcionamiento ni animales para experimentar (aun-
que sí el Instituto de Higiene, donde parece que se dio el caso). Lo
que sí sucedió fue la muerte de Buenaventura Durruti. Su columna fue
una de las encargadas de la defensa del hospital, y en sus cercanías
(seguramente en la actual Avenida del Valle) murió el legendario líder
anarquista. Se dice que por una bala desde el Clínico, por los comu-
nistas ante sus muestras de indisciplina, o por un disparo fortuito de
su “naranjera”, fusil ametra-
llador de gatillo poco se-
guro. Quién sabe, pero sin
duda esto contribuyó a su
leyenda. El día 20, el Dr.
Bastos confirmó su muerte
en un Hotel Ritz reconver-
tido en hospital. El mismo
día que José Antonio, que
cruel ironía.
Muchas son las huellas que esos duros momentos nos han dejado:
en el Parque del Oeste, línea vital que fue desde el Manzanares hasta
el Clínico, quedan en pie tres bunkers. En la boca de disparo del más
alejado de ellos unas palomas han hecho su nido, bonita alegoría de la
Impactos que aún perduran en la
piel de la Universidad.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
15
paz. También impactos de bala en la piedra de la Universidad y cráte-
res de respetable diámetro debidos a granadas de mortero en el campo
del Clínico, que a simple vista parecen depresiones del terreno.
Las ruinas del hospital contemplaron el punto final de la Guerra
Civil Española, que tuvo lugar el 28 de marzo de 1939. Sus protago-
nistas fueron dos coroneles: el republicano Adolfo Prada y el fran-
quista Eduardo Losas. Prada, acompañado por su estado mayor,
rindió Madrid a los rebeldes dando así por concluida una terrible gue-
rra fratricida, quizá por ello, el acontecimiento más triste en la historia
de España.
Nuestro hospital resurgirá algunos años después, pero aun en
nuestros días, como un veterano combatiente, conserva algunas cica-
trices.

Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
16
Como Ave Fénix
"La primera destrucción de la Ciudad Universitaria fue motivada
por la ocupación de todos sus edificios, construidos para laboratorios,
aulas y seminarios, pero no para fortalezas ni cuarteles"…"Desapare-
cieron las delicadas instalaciones, arrancadas con el consiguiente van-
dálico destrozo, para los fines y empleos más absurdos. Las maderas,
así como el corcho de aislamiento, se emplearon como combustible
destruyéndose para tal fin costosos revestimientos; los libros y mesas
de laboratorio se utilizaron para inútiles parapetos; aparatos sanitarios
y mobiliario, fueron a parar a lejanos hospitales, oficinas y habitacio-
nes oficiales"...."Cuando en 1939 a la liberación de Madrid se hizo
balance de tanta destrucción, pudo comprobarse que fue mucho ma-
yor el daño de la acción personal y directa del hombre, que el estrago
de las armas bélicas".
Estado del Hospital Clínico tras la guerra.
Fotos: Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
17
Son anotaciones hechas en 1943 por Modesto López Otero, di-
rector del proyecto constructivo de la Ciudad Universitaria, recogidas
en la obra de Pilar Chías: La Ciudad Universitaria de Madrid: planea-
miento y realización.
Estas afirmaciones completan el panorama sobre el efecto devas-
tador de balas, minas y granadas y obuses en el edificio. Tras el con-
flicto bélico, el hospital era una verdadera ruina: "Las redes exteriores
de abastecimiento y evacuación quedaron muy dañadas por los efec-
tos explosivos subterráneos…Pero las estructuras y fábricas resistie-
ron heroicamente, apareciendo sometidas a esfuerzos sorprendentes
y acciones mecánicas incomprensibles, con situaciones de equilibrio
que no podían explicarse…", como cita de nuevo López Otero. No
era más que una dolorosa sombra, pero seguía en pie.
Concluida la contienda, dos posturas pugnaron respecto al futuro
de la Ciudad Universitaria: una, defendida por no pocos ideólogos del
Régimen, postulaba que el conjunto debía permanecer en ruinas como
testigo de una cruzada; además, por solicitud del ministro Arrese, se
pretendía devolver la Universidad complutense a Alcalá para apartar
de la urbe a la siempre díscola masa estudiantil. Como dijo el catedrá-
tico de historia del arte, Bonet Correa: “El morbo arqueológico de
estas ruinas tenía mucho que ver con el intento de fijación de una
temporalidad bélica que negaba el futuro como realidad y se compla-
cía en la proyección del pasado sobre el presente”. La segunda postura
era la defendida por el propio Régimen, que optó por una transfor-
mación de la universidad republicana en otra nueva de corte nacional
católico. Como respuesta y por decreto de septiembre de 1939, el Es-
tado se hacía cargo de la total restitución de los servicios públicos co-
rrespondientes a su ámbito (nacional, provincial o municipal). Así, por
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
18
iniciativa del arquitecto Pedro Muguruza y con el sesgo cultural del
nuevo régimen, se creó en marzo de 1940 la Dirección General de
Arquitectura, y el 10 de febrero de ese mismo año la Junta Construc-
tora de la Ciudad Universitaria, que estaría presidida por el propio
Franco.
Respecto a los proyectos reconstructivos de la Junta, pueden hoy
contemplarse dos maquetas de 1943 en el amplio vestíbulo de la Fa-
cultad de Medicina: una, propiedad del Ejército del Aire, presenta el
estado de la universidad tras la guerra; otra, propiedad de la Universi-
dad, muestra el proyecto de reconstrucción (ver foto).
A partir de ese momento, resulta necesario explicar las causas que
dilataron tanto en el tiempo el traslado total del Hospital Clínico desde
la calle Atocha a la sede actual (1965) y su rehabilitación completa
(1969). El hospital se enfrentaría a las nuevas prioridades de la Direc-
ción General y a la escasez de recursos y ayudas: durante los años 40
y 50 por un lado, la reconstrucción de zonas devastadas en todo el
Maqueta del proyecto de
reconstrucción de la Uni-
versidad (1943), en la
Facultad de Medicina.
En primer plano, el Hos-
pital Clínico; al fondo y a
la derecha el ambicioso
proyecto para el Para-
ninfo, que nunca llegó a
construirse (hoy día al-
berga instalaciones depor-
tivas).
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
19
país, la construcción de nuevos barrios administrativos de alto simbo-
lismo, como el conjunto de Moncloa (arco de triunfo, panteón -hoy
Junta Municipal de Moncloa Aravaca- y Ministerio del Aire); por su-
puesto, también la construcción del Valle de los Caídos, proyecto in-
signia del régimen, pero también las de nuevos centros sanitarios
ligadas al concurso del INP para el Plan Nacional de Instalaciones
Sanitarias (1945-46), de donde surgirían por ejemplo, el traslado del
hospital de La Princesa a su actual sede o la inauguración de la Clínica
de la Concepción, ambas en 1955. Por último, ya en los años 60, las
nuevas construcciones sanitarias derivadas del periodo tecnócrata y
desarrollista, como el Hospital Universitario La Paz (inaugurado en
1964) y la Ciudad Sanitaria Francisco Franco, hoy día Hospital Uni-
versitario Gregorio Marañón (1968).
Tras el exilio del arquitecto
del hospital, Manuel Sánchez Ar-
cas, los encargados de su recons-
trucción fueron Miguel de los
Santos, Pascual Bravo y Agustín
Aguirre. La reforma estructural
del ala sur concluyó en 1949, pero
hasta 1957 no se encargó su com-
pleta reconstrucción y equipa-
miento al entonces director del
Clínico San Carlos en Atocha, el
Profesor Martín Lagos, que tam-
bién lo será del nuevo hospital en
1962. Mientras tanto, ya se había
Placa conmemorativa del primer
curso como director del Profesor Martín
Lagos, director del hospital, obra del es-
cultor Santiago de Santiago.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
20
iniciado la primera actividad asistencial en 1951, con la cátedra de Pa-
tología General del profesor Bermejillo en la planta segunda sur.
El tesón del Dr. Martín Lagos supuso el empuje definitivo para
el traslado del hospital desde Atocha, que tuvo lugar en 1965. Así ha-
blaba el profesor en 1969, en el discurso de transmisión de poderes al
nuevo director, D. Francisco Orts Llorca, recogido por el Dr. Pérez
Peña en La Delegación de Médicos y el Clínico de San Carlos:
“Cuando en 1957 se me encargó la reconstrucción del Hospital Clí-
nico, no contábamos más que con las ruinas gloriosas dejadas por la
guerra y unos planos […] en julio de 1962 se terminó la construcción
del Ala Sur del Hospital, con 100 camas, una clínica de Médica, otra
de Quirúrgica, todas las especialidades menos psiquiatría, inició Reha-
bilitación, Escuela de Enfermeras, Laboratorio, Rayos X y consulto-
rios. […] Pasados
tres años [...] se
inició la construc-
ción del Ala Norte
que ha sido más ac-
cidentada […] el
puente de unión de
ambas alas que
El Clínico según la maqueta
de 1943 y el edificio en
1982. Obsérvense las princi-
pales diferencias: pabellón de
consultas del ala sur en lugar
de los elementos circulares
previstos para cátedras y qui-
rófanos, y cierre completo de
la fachada este.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
21
hubo que reforzar con una obra ingente, ha atrasado más de un año
la construcción”. La inauguración oficial del ala norte no tendrá lugar
hasta 1969, asumiendo plenamente el hospital sus tres funciones: asis-
tencial, docente e investigadora.
Además, como cita Alberto Pieltáin en Los Hospitales de Franco:
“Los presupuestos que la Universidad podía destinar a las obras del
nuevo Hospital Clínico eran ridículos frente a los manejados por la
Caja Nacional del Seguro Obrero. Por ello hasta 1967 muchos de los
servicios del Hospital Clínico no pudieron trasladarse desde su anti-
guo emplazamiento […] al nuevo edificio […] Ese traslado de los úl-
timos servicios clínicos de la Universidad instalados todavía en Atocha
tuvo que realizarse a la fuerza y con prisas, porque su propietaria la
Diputación Provincial, obligada desde siempre a compartirlo con la
Universidad, estaba también de mudanzas”.
En 1962 se firmó el concierto entre el Instituto Nacional de Pre-
visión (INP) y la Dirección General de Enseñanza Universitaria, para
el ingreso de enfermos del Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE)
en el Hospital Clínico, abonando el INP la estancia: 220 ptas. diarias
por cama y 75 por acompañante. Por Último, en 1968 se firmó el
Convenio regulador de colaboración entre la Universidad y la Seguri-
dad Social, por el que ésta (representada por el INP), se hacía cargo
de la administración del centro. Volvemos al discurso de Martín La-
gos: "Abrir el hospital era relativamente fácil, el problema era mante-
ner 700 camas con 20 millones de pesetas de subvención, cuando el
presupuesto de gastos alcanzaba a 70 millones de pesetas. […] no ha-
bía más remedio que concertar con el INP.”
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
22
El Hospital había conseguido por fin resurgir de sus ruinas, y
aunque aún no se han borrado las huellas de la guerra (como así lo
demuestra el reciente hallazgo de obuses en este mes de julio), hoy día
es uno de los referentes de la sanidad pública. Como el ave Fénix,
murió para renacer con mayor pujanza.

Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
23
La importancia de llamarse Clínico
San Carlos
“Los médicos ni sangran, ni purgan, ni echan ayudas, ni limpian
sudores, que eso toca a los menestrales de la facultad: cirujanos y san-
gradores” (Nicolás Antonio de Araujo y Salgado, 1716).
Este texto expresa las diferencias existentes entre médicos y ciru-
janos en los albores del siglo XVIII. Los médicos aprendían latín y
filosofía en la facultad (denominados por ello como “latinos”), debían
certificar su limpieza de sangre, tener grado de bachiller en artes, haber
cursado cuatro años de medicina en universidad y dos años de práctica
bajo la tutela de un médico experimentado.
Los ciruja-
nos podían tener
dos categorías:
los llamados “la-
tinos”, de “ropa
larga” o de
“toga”, que para poder ser admitidos a examen debían acreditar, ade-
más de la consabida limpieza de sangre, tres cursos de artes, asistencia
El Porras Ilustrado,
manual bilingüe de
1733 para cirujanos
latinos y romancistas.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
24
simultánea durante tres años a las cátedras de medicina y cirugía y dos
años de práctica. El otro tipo, de inferior consideración, pero muy
experimentado, era el de los llamados cirujanos de “ropa corta” o “ro-
mancistas”, que desde 1603 para ser admitidos a examen solo tenían
que acreditar cinco años de práctica con personas hábiles en técnicas
concretas. Los nombres de unos y otros, pues, derivaban de su for-
mación y examen en latín o en lengua romance. Al resultar práctica-
mente igual de duro hacerse cirujano latino que médico y tener éstos
mejor consideración científica, social y económica, la mayoría optaba
por este último título.
La práctica de todos ellos estaba regulada por el Protomedicato,
una institución nacida en 1477 que culminó su reforma en 1588; se
encargaba de otorgar los títulos que habilitaban la práctica en sus di-
ferentes categorías y a vigilar la praxis médica. Estas diferencias pro-
fesionales hicieron que desde la Edad Media los aspirantes a cirujano
se asociaran a personas que de forma ambulante realizaban muchas
tareas de índole higiénica y sanita-
ria: los barberos. De este modo, y
para completar el panorama, se ge-
neró una pléyade de denominacio-
nes por actividad: cirujanos
barberos, sangradores, fleboto-
mistas, etc., que podían realizar
Estatua de Antoni Gimbernat i Arbós,
primer director del Real Colegio de Cirugía
de San Carlos (1787-1814), en la entrada
de nuestro hospital.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
25
extracciones de muelas, trepanaciones, fracturas, sangrías, asistencia
en partos, etc.
Obviamente, había muy pocos cirujanos latinos, y la diferencia de
categoría entre un médico y un cirujano romancista era demasiado
amplia: el médico era un profesional familiarizado con los clásicos y
el cirujano un artesano poco formado que trabajaba con las manos
(siempre peor considerado en nuestro país). La institución del Proto-
medicato, además, velaba por mantener estas diferencias. Los médicos
atendían “las fiebres” (interno) y los cirujanos el “cuerpo externo”
(heridas, fracturas y manifestaciones externas), pudiendo hacer san-
grías y purgas en presencia de médicos.
La medicina había tenido un importante impulso durante el siglo
XVI, pero la España del siglo XVII experimentó cierto estancamiento
respecto a Europa. La llegada de la Ilustración perseguía el bienestar
de las personas a través de la razón y el dominio de la naturaleza,
abandonando los dogmas o, al menos, considerándolo de forma muy
crítica. Como dijo Kant, la humanidad alcanzó con ello su mayoría de
edad. Asimismo, el desarrollo tecnológico, la geopolítica, las nuevas
necesidades de las armadas y los avances europeos en materia médica
obligaban a replantear una reforma de las necesidades sanitarias. En
Francia, Desault había realizado grandes avances en el conocimiento
de la cirugía y había reglamentado la enseñanza clínica dirigida. Era
preciso, pues, que Dupuytren, Herman Boerhaave y otros grandes
nombres de la ilustración fuesen conocidos y estudiados en nuestro
país. Fruto de esta necesidad surgieron los Reales Colegios de Cirugía
de Cádiz (1748) y Barcelona (1768).
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
26
El de Madrid ya había sido ideado (aunque no llevado a cabo) por
Fernando VI, quien dijo, como cita Juan Riera: “la finalidad de este
nuevo colegio en Madrid era cultivar sólidamente la cirugía y anatomía
por medio de la observación y experiencia, y asimismo para promover
su adelantamiento y perfección”. Carlos III enviaría a sus cirujanos
Gimbernat y Rivas a Inglaterra, Francia y Holanda para recibir estas
teorías y actualizaciones, que verán su fruto con la fundación del Real
Colegio de Cirugía de San Carlos en 1780. Gimbernat, su primer di-
rector, dotó a las instalaciones de Atocha de anfiteatro, biblioteca, au-
las, piezas anatómicas naturales y también artificiales (una interesante
muestra se pudo observar en “Arte y carne. La anatomía a la luz de la
Ilustración”, exposición celebrada en 2017 en la Facultad de Medicina
de la Universidad Complutense), además de atender una clínica de
cincuenta pacientes, asistidos por veinte estudiantes residentes en ré-
gimen de internado.
Placas madrileñas de la Calle del Hospital (antiguo Callejón del Niño Perdido y ala del
primer pabellón de hospitalización) y del neoclásico edificio del Colegio de Cirugía de San
Carlos, parte del cual es actual sede del Colegio de Médicos de Madrid. Ambas se encuen-
tran al final de la calle de Santa Isabel, junto al actual Museo Centro de Arte Reina Sofía.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
27
De este modo se potenciaba y actualizaba la metodología “clí-
nica”, basada en la observación a pie de cama y potenciada por los
primeros cirujanos ilustrados (el término “kliné” significa cama, pero
también inclinar, en referencia a la posición del médico sobre la cabe-
cera). Empezarán a proliferar las clínicas de especialidades, con la con-
siguiente observación del paciente durante todo el proceso y la
generación de las correspondientes historias clínicas.
Las dinámicas de los
reales colegios no coinci-
dían con los intereses de
las universidades y pug-
naban con el Protomedi-
cato, que aun
consideraba la cirugía
como un saber menor
que no necesita tanto
aporte teórico (“para ello
estaban los médicos lati-
nos”). El Consejo de
Castilla dictó la división
del Protomedicato en tres especialidades (medicina, cirugía y farma-
cia), y tras la reforma de Custodio Gutiérrez, demostrador de anato-
mías de hospital general y futuro presidente de la nueva entidad, el
Artículo en “La Ilustración”
sobre la nueva sede de la Facul-
tad de Medicina de Madrid,
dependiente entonces de la
Universidad Central (1849).
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
28
Real Colegio de Cirugía de San Carlos quedaría definitivamente regla-
mentado en 1787.
La pujanza y novedad metodológica del Real Colegio trajo un pe-
riodo de uniones y desuniones que cristalizarían en la creación de la
Facultad de Medicina. Ambas disciplinas no reunirán sus saberes hasta
1821 (Escuela especial de la ciencia de curar), 1827 (Real Colegio de
Cirugía y Medicina), y 1843, año de creación de la Facultad de Ciencias
Médicas, denominada definitivamente como Facultad de Medicina en
1845, y que contaba con su Hospital Clínico.
En 1846 el Hospital General (Provincial desde 1849) cedió algu-
nas salas de la primera planta del pabellón lateral (o de Sabatini) a la
Facultad de Medicina para que tuviera más camas y pudiera ingresar a
sus enfermos, y el 15 de agosto de ese año se hicieron públicas nuevas
Instrucciones generales para la organización y gobierno de las Clínicas
de San Carlos. Ciertos roces entre ambas instituciones (se decía que
las doscientas cuarenta camas de la facultad generaban un gasto similar
a las ochocientas del Hospital General), propiciaron que en 1867 se
crease el Hospital de las Clínicas de San Carlos, al ceder la Diputación
Provincial dicho pabellón a la Dirección de Instrucción Pública. El
nombre definitivo de Hospital Clínico de San Carlos se establece por
fin en 1875, gracias a las gestiones de don Julián Calleja, uno de los
grandes maestros de la anatomía en España.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
29
La normalización académica de medicina y cirugía y el desarrollo
científico y técnico europeo favorecieron la profesionalización de tra-
dicionales actividades sanitarias: los practicantes, reconocidos en
1857, las matronas, en 1876, y la primera escuela de enfermería, en
1896. Pero también nos ha quedado algún curioso recuerdo de los
primeros tiempos, como el poste de los barberos, cuyo origen era un
bol (símil de contenedor de sanguijuelas) sobre un cilindro rojo (el
brazo o el bastón donde éste se apoyaba) y otro bol debajo (batea),
que anunciaban la actividad del sangrado. Se acabó transformando en
una bola sobre un cilindro con franjas blancas para indicar la acción
de vendar (desde mediados del siglo pasado se podía presentar gi-
rando). El añadido de las franjas azules tiene varias explicaciones: la
sangre venosa junto a la arterial; que se completaban los colores de las
banderas de Francia y Estados Unidos, donde estos postes adquirie-
ron gran popularidad; o que el azul fue el color corporativo de los
barberos desde su separación de los cirujanos en la Inglaterra de 1800.
Publicación de la inauguración del hospital con su actual nombre en la calle de
Atocha (Gaceta de Madrid, 23 de noviembre de 1875).
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
30
De la mano de aquella hermana menor, de aquellos cirujanos re-
novadores, había surgido una nueva medicina. Como dijo Sagrario
Aznar (“Origen y fundación del colegio de cirugía”, 1991): “la historia
de San Carlos no es la historia de una simple institución, importante
por sí misma, sino la historia de toda la reforma médica en la España
del siglo XVIII”.

Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
31
Forma y función
Los primeros edificios hospitalarios documentados en España
(quedan restos de algunos de ellos), corresponden a las épocas romana
(los valetudinaria), visigoda (Xenodoquio de Mérida) y musulmana (maris-
tanes y al-madrasas de Córdoba y Granada), pero las tipologías de edifi-
cios sanitarios que acabaron imponiéndose partieron de instituciones
cristianas. Se trataba de hospitales con actividad no estrictamente sa-
nitaria, sino solidaria: atender a caminantes, pobres y enfermos, sobre
todo desde los inicios de las rutas de peregrinación. Beneficencia, alo-
jamiento, caridad y curación caminaban de la mano; por ello hostal y
hospital son palabras hermanas, que solo se disociarán de su origen
latino común a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando
despega la medicina social y se inicia un turismo aun de élites.
Los primeros hospitales medievales españoles eran recintos de-
pendientes y adosados a los centros religiosos, en principio de naves
simples, pero en otros casos seguían el modelo claustral monacal de
naves en torno a un patio. Por su gran serenidad y belleza este modelo
se llevó al ámbito palaciego desde finales de la Edad Media y comien-
zos de la Moderna, siendo imitado por la nobleza también en sus pa-
lacios; así, los hospitales de Granada, Santiago de Compostela, Sevilla
o Toledo responden a esta tipología, que se instaura definitivamente
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
32
en el siglo XVI
mediante trata-
dos, como el de
Filarete en Mi-
lán. Se trata de
edificios con
bellas portadas
e interiores con
logias en torno a un patio o naves en
cruz formando cuatro patios (tipo
preferido, pues la intersección per-
mitía observar a todos y escuchar la misa. Es el llamado sistema pan-
óptico).
Como vimos en números anteriores, los Reyes Católicos dieron
el primer gran impulso a los
hospitales, que en Madrid llega-
ron a ser cinco. Quedan en la
ciudad dos vestigios de uno de
ellos: el Hospital de La Latina,
cuya bella fachada principal se
encuentra expuesta en el exte-
rior de la Escuela Técnica Supe-
rior de Arquitectura y cuya no
menos bella escalera principal
se encuentra en la Real Acade-
mia de Ciencias Morales y Polí-
ticas (casas de los Lujanes, plaza de la
Villa). Se trataba de un simple edificio
Plantas de los hospitales Real de
Granada (izquierda, 1526) y
Maudes (Madrid, 1916).
Fachada del Hospital de La
Latina (1499), actualmente en la
Escuela de Arquitectura de Madrid.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
33
en torno a patio, cuya iglesia compartía con el monasterio de las Con-
cepcionistas. Debe su nombre a su fundadora, Beatriz Galindo, “La
Latina”, humanista y profesora de Isabel La Católica.
La entrada del concepto de hotel desde Francia, a comienzos del
siglo XVII, derivará hacia un modelo dieciochesco de grandes patios
con alas que lo abrazan y no más de tres alturas sobre la planta baja,
como se puede apreciar en el antiguo Hospital General de Madrid,
actual Museo Centro de Arte Reina Sofía. Otro modelo derivado del
barroco es el panóptico radial, de escasa aplicación en España, pero
con un original ejemplo en un revival de principios del siglo XX en
Madrid: el antiguo Hospital de Maudes, cercano a Cuatro Caminos.
Pero el modelo que más se impondrá en Europa y que se empleará
profusamente durante todo el siglo XIX será el de pabellones inde-
pendientes por especialidades, llamado también de colonias, como el
Stonehouse de Plymouth o el Lariboisière de París, que influirán en
España en el Sanatorio de Oza (A Coruña) o el Hospital Santa Creu i
Sant Pau (Barcelona).
Para acometer la construcción de nuestro Clínico, como para la
del resto de la Universidad, sabemos que en 1927 se realizó un amplio
viaje por EEUU, relatado en el libro “El viaje de la Utopía”, de Pablo
Campos Calvo-Sotelo. El modelo finalmente aceptado fue el recién
inaugurado en 1928 Medical Center de New York, del arquitecto
Gamble Rogers, cuya similitud estructural con nuestro hospital se
aprecia a simple vista (igualmente, se trataba de un hospital universi-
tario). El nuevo modelo hospitalario se debía en buena medida a dos
innovaciones: en primer lugar, la introducción de la teoría de gérme-
nes contra la tradicional de miasmas. Ésta última afirmaba que el ori-
gen de los contagios eran los gases que emanaban desde el suelo y
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
34
ascendían; la
primera, que
se debía a la
transmisión
de gérmenes
entre perso-
nas. Por
tanto, el aire
(y por ende la
altura) no era
ya un factor
de riesgo. Esto, y la difusión de los
ascensores (desde los años 20 para
todos los grandes edificios) favore-
ció el desarrollo en altura. Su
planta tenía forma de “peine”, las habitaciones de los pacientes se ubi-
caban en sus “púas” orientadas al sur (que en nuestro hospital recibi-
rán el nombre de “martillos”). En nuestro hospital se acabarían
añadiendo terrazas en los extremos. Los servicios centrales se encon-
traban en la base y los pisos se distribuían por especialidades, sustitu-
yendo a los tradicionales pabellones independientes. Este sistema
optimizaba la energía, la limpieza y disminuía los amplios recorridos
que se efectuaban en los hospitales de pabellones al centralizar los
servicios principales.
El arquitecto de nuestro hospital, Manuel Sánchez Arcas, que fue
uno de los expedicionarios, hace el siguiente comentario respecto al
hospital americano: “El problema fundamental, resuelto en este caso,
ha sido el relacionar íntimamente los distintos departamentos, clínicas
El Medical Center de Nueva York
(izquierda, 1928), un modelo para el Hos-
pital Clínico San Carlos. Fuente:
VV.AA., Radiografía de una estructura.
Eduardo Torroja y el HCSC de Madrid.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
35
de distintas espe-
cialidades, labora-
torios, facilitando
su cooperación,
evitando repeticio-
nes inútiles y cos-
tosas de muchas
instalaciones y de-
partamentos,
siendo, por esto mismo más eco-
nómico el funcionamiento del
edificio […] Entre los grandes
aciertos del edificio que nos ocupa ha sido determinar el grupo de
enfermos que corresponde a cada planta o clínica, y que es aproxima-
damente setenta” (Revista Arquitectura nº 119(2), 1929).
Así pues y tras esta referencia, nuestro hospital constituye un mo-
nobloque de especialidades independientes con 170.000 m2 de super-
ficie. Como buen modelo tiene su canon de proporciones, que da
rigor y homogeneidad al conjunto y permite su polifuncionalidad en
una malla ortogonal que se ideó para que se ajustara a cada uso, y
cuyas medidas básicas son 3,75 x 6,57 m., agrupadas en series más o
menos numerosas según exigencias funcionales de laboratorios y uni-
dades clínicas: diagnóstico, hospitalización, enseñanza e investigación.
Como innovaciones técnicas importantes destacan las estructuras
de hormigón del ingeniero Eduardo Torroja (abuelo de Ana, la célebre
cantante del grupo Mecano), el mismo autor del desaparecido Fron-
tón Recoletos y del voladizo del hipódromo de la Zarzuela, entre sus
más famosas obras. Su genialidad se plasma en dos estructuras: por
Manuel Sánchez Arcas (izquierda, revista
Nueva Forma) y Eduardo Torroja Miret
(derecha, página web del Instituto de Ciencias
de la Construcción Eduardo Torroja).
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
36
una parte,
las de cáte-
dras y qui-
rófanos,
cubiertas
poligonales
para estan-
cia en tea-
tro de 21,4
m. de diá-
metro con
una luz de
linterna de
10 m., que supusieron una revo-
lución para la contemplación de
sesiones y prácticas anatomo-
quirúrgicas. Por otra parte, los
magistrales estudios de flexibili-
dad y equilibrio de terrazas y losas de solárium, cuyas deformaciones
imposibles producidas en la guerra no fueron óbice para que se man-
tuviesen en pie junto a la estructura principal, lo que habla de su ex-
celente factura. Todas ellas se llevaron a cabo con un espíritu
experimental de comprobación y ensayo, construyéndose previa-
mente maquetas con tamaños y cargas proporcionales para llevarlas a
su dimensión definitiva una vez comprobadas sus resistencias.
Miguel de los Santos, Agustín Aguirre y Pascual Bravo empren-
derán la reconstrucción del hospital en los años 40 bajo los mismos
Estructuras de cátedras quirúrgicas, retí-
cula modular y losas de los solariums.
Fuentes: Antuña, J., Las estructuras de
edificación de Eduardo Torroja Miret, 2003
(izquierda).
Centro de Estudios Históricos de Obras
Públicas y Urbanismo (derecha).
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
37
principios que Arcas y Torroja. Su larga andadura y nuevas necesida-
des fueron dando paso a proyectos que han cambiado en parte su pri-
migenia fisonomía. Así, de las diez cátedras que llegaron a proyectarse
en las plantas bajas, siete cedieron a pabellones para consultas (sur) y
radiodiagnóstico, anatomía patológica y medicina nuclear (norte). Las
tres estructuras hexadecagonales que se pueden apreciar hoy albergan
dependencias con servicios administrativos del hospital, salas de ex-
tracción y pabellones de oncología y psiquiatría. Asimismo, el que fue
complicado cierre del frontal este del edificio alberga una nueva es-
tructura para albergar el servicio de Urgencias, habilitado en dos plan-
tas y con rampa de acceso.
El valor constructivo de nuestro hospital tiene su expresión en
que sea un edificio catalogado y protegido por el patrimonio arquitec-
tónico y monumental, considerando su gran importancia estética y
funcional. Como decía el arquitecto Louis Sullivan: “la forma debe
seguir a la función”, y nuestro hospital es un gran ejemplo de ello.

Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
38
Ética y estética: de lo apolíneo
La escultura de
nuestro hospital tiene
tres estilos bien dife-
renciados, y cada uno
de ellos es congruente
con su intencionali-
dad. En primer lugar,
se encuentra el rea-
lista, en la tradición de la imagi-
nería española barroca en
madera policromada. No hay
más que contemplar las bellas estatuas que se encuentran en nuestra
capilla, destacando tres tallas: Cristo crucificado, San Carlos y la In-
maculada, del autor caste-
llano Faustino Sanz
Herranz en 1975, en madera
de caoba.
Dentro de este estilo
realista, resulta interesante
la Virgen del pabellón C, a la
Las tallas de Faustino Sanz, heredero
de Gregorio Fernández y Salzillo; uno de los
últimos grandes imagineros madrileños.
Una sencilla Virgen de cemento, no por ello menos digna y evocadora.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
39
vista de muy pocos y no accesible.
Fue una contribución de la comuni-
dad de religiosas, y algunos la atri-
buían “facultades milagrosas
curativas”. Se encuentra en una de
las cubiertas de este pabellón. Su va-
lor artístico es más que discreto, pero
su evocadora ubicación es innegable.
En segundo lugar, se aprecia un
simbolismo alegórico, que es de tipo
expresionista en la obra del autor Ra-
món Lapayese, y se encuentra en
la puerta A (recordemos que es la
puerta más institucional del hospi-
tal, la que nos sigue vinculando a
su origen docente). En el interior se encuentra el San Carlos Bo-
rromeo, patrón de nuestro hospital, una escultura de gran formato que
presenta al santo con sus atributos de obispo (lo fue de Milán en el
siglo XVI); una talla en madera policromada que no abandona la tra-
dición española, muy propio de este autor.
La puerta A presenta en su exterior dos grupos alegóricos flan-
queando la entrada. También son obra del citado artista Ramón Lapa-
yese del Río, autor por otra parte, y entre su ingente producción, de
tallas en la Universidad de Córdoba y en la basílica del Valle de los
Caídos. En nuestro caso, el grupo de la derecha representa a la medi-
cina, y el de la izquierda a la cirugía. Sabiduría y virtud en figuras fe-
meninas, al estilo de las musas, que encarnan cualquier tipo de saber.
La medicina está representada por Higía, hija de Esculapio y diosa de
San Carlos Borromeo, cardenal, arzobispo
de Milán y patrón de nuestro hospital, obra
de Ramón Lapayese, que siempre se caracte-
rizó por su respeto a los materiales tradiciona-
les, en este caso, la madera.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
40
la curación, con sus atributos de copa y serpiente que bebe de ella, y
su vestido de peplo clásico. La figura principal del otro grupo, sin atri-
bución a diosa alguna, encarna la práctica de la cirugía y su enseñanza.
No quiso el hospital olvidarse de sus orígenes quirúrgicos.
Ambos grupos presentan la figura principal, dos aprendices y sen-
dos libros a sus pies, remarcando el carácter docente de la institución.
De Higía proviene el vocablo “higiene”, así como de otra de sus her-
manas, Panacea, el sustantivo que indica que todo lo cura. La copa y
serpiente de Higía, que representa hoy la farmacia, tiene su significado:
la copa es un símbolo femenino de contenedor que aloja el medica-
mento, los fitoextractos de la vida. La serpiente, que bebe de ella, es
el animal capaz de dejar atrás el mal y regenerarse, como sucede con
su cambio su piel.
Alegorías de la medicina y la cirugía en la entrada principal del hospital; obras de Lapayese
plenas de simbolismo, logro del autor entre el clasicismo y la abstracción.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
41
Los tres conjuntos de Lapayese fueron realizados a comienzos de
los años 70 del siglo pasado, y en ellos se manifiesta un acusado ex-
presionismo geométrico como herramienta de simbolismo.
Incluiremos dentro de este estilo
alegórico otra representación más de
Higía, esta vez de medio cuerpo y pre-
sentando un acabado imperfecto en su
piel, que rasca con una mano. Es una
obra donada por la Asociación de Afec-
tados por la Dermatitis Atópica, para
plasmar el día a día de los que padecen
esta enfermedad. Fue realizada en 2022
por el escultor Juan Francisco Pérez-
Rosas Hidalgo.
También la escultura expresionista ha
sido cultivada por personal de nuestro
hospital, como la obra “clamor”, alegoría
del dolor realizada y donada al centro el 4
de noviembre de 1992 por nuestra com-
pañera María del Carmen Gallego García.
Estatua de Higía (arriba) representando la convivencia
con la dermatitis, señales de una vida manifestada en
la piel, a través de un excelente acabado en resina de
poliéster. La acompaña una conmovedora representa-
ción del dolor (izquierda), obra de nuestra compañera
Mª Carmen Gallego. El Clínico siempre ha contado
con grandes aportaciones estéticas, habilidades y talen-
tos culturales de muy variado cuño entre su personal.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
42
Ambas se pueden contemplar en la puerta I, frente a la efigie del
fundador Gimbernat, de quien hablaré en breve.
El tercer estilo es realista,
conmemorativo e institucio-
nal, y se encuentra represen-
tado por imágenes de médicos
ilustres: la cabeza de Hipócra-
tes, el busto del fundador An-
toni de Gimbernat y el
bajorrelieve del Profesor Mar-
tín Lagos.
La primera es una pieza
donada por la Fundación Hu-
mans, fiel al estilo helenístico y que se muestra en la entrada de la
puerta G. La segunda es una réplica en bronce obra del escultor Paris
Matía, cuyo original se encuentra en la Facultad de Medicina de la
Universidad Complutense. La tercera es una placa conmemorativa del
legendario profesor, que da nombre a la calle de la fachada este del
edificio. Gimbernat y Martín Lagos ya quedaron citados en el capítulo
“Como Ave Fénix”. Es importante no olvidar las raíces y personali-
dades que han hecho grande a la medicina y a nuestro hospital.
Busto de Hipócrates de Cos, el legendario médico
griego (460-370 a. C.), para muchos, padre de
la medicina y cuyo juramento sigue siendo com-
promiso de los nuevos facultativos.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
43
Yéndonos hacia un campo estrictamente técnico, y aunque no se
encuentre en el recinto del hospital, en la Facultad de Medicina se aloja
toda una serie de esculturas en parafina realizadas en el siglo XVIII
por los artistas Juan Cháez y Luigi Franceschi, de una gran perfección
y que resultaron muy útiles para el Gabinete de Anatomía creado por
Gimbernat en 1787. Pudieron contemplarse en la exposición “Arte y
carne”, en 2016,
cuyo comisario
fue el paleoantro-
pólogo Juan Luis
Arsuaga. La Uni-
versidad alberga,
por otra parte,
magníficos mu-
seos temáticos.
En cuanto a
la pintura, pocos
son los ejemplos
de se pueden con-
templar en el hos-
pital, aunque la Facultad de Medicina también atesora obras que
otrora se encontraban en el San Carlos de Atocha, como las del hall:
“Lección X: la operación”, que refiere a una clase magistral del doctor
Argumosa, por Antonio Bravo (1880). También son muy destacables
los retratos de egregios médicos que se encuentran en la sala de pro-
fesores, ámbito de una solemnidad que incita al máximo respeto.
La lección X del profesor Argumosa, que nos retrotrae al célebre
cuadro “Lección de anatomía”, de Rembrandt. Se encuentra en el
hall de entrada de la Facultad de Medicina; fue trasladada desde
Atocha en los años 40.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
44
La obra pictórica más actual se encuentra en las paredes de acceso
al ámbito de UCI pediátrica y neonatología de nuestro hospital. Es
obra del artista cántabro Okuda San Miguel, grafitero de pop urbano
geométrico muy colorista y de gran éxito internacional, creador de fa-
mosas obras, como “New Mona Lisa”, en un bloque de edificios de
París, el mural “Entre dos mundos”, en la estación del Metro de Ma-
drid Paco de Lucía, o el más reciente ornato del faro de Ajo, en San-
tander. En nuestro caso se trata de murales digitalizados e impresos
en formica, realizados en 2017 y en colaboración con la Fundación
Aladina, que configuran un refrescante y positivo espacio en sintonía
con la esencia de vitalidad que caracteriza a la infancia.
La obra de Okuda, además, sirvió de motivación para muralizar
toda la planta de hospitalización de Pediatría, que se ha visto orna-
mentada desde 2019 por voluntarios de Telefónica, a través de su ini-
ciativa “CurArte con sonrisas”. El hospital recibe y devuelve, un
honesto intercambio.
Salud y arte, Apolo e Higía de la mano en nuestro hospital. Artis-
tas de gran renombre y propios de nuestra casa enriquecen la actividad
Las figuras y el color de Okuda han creado un espacio mágico que ayuda a mejorar la estan-
cia de los pequeños.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
45
sanitaria para crear armonía y salud. Como dijo Hipócrates: “la fuerza
natural dentro de cada uno de nosotros es el mayor sanador de todos”.

Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
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Un patrón comprometido
San Carlos Borromeo es el patrón de nuestro hospital, y ello se
debe a que fue el santo de Carlos III, bajo cuyo reinado nació el Real
Colegio de Cirugía de San Carlos, como ya hemos visto, origen de esta
institución sanitaria. No obstante, compartimos patronazgo, pues
también lo es de las
finanzas y economía
(es decir, de los em-
pleados de bolsa y
banca), y de los semi-
naristas. Como vere-
mos, tuvo un papel
destacado en la gran
peste que tuvo lugar
en Milán entre 1577 y
1578, cuestión más cer-
cana a nuestra actividad.
Su festividad se celebra el
4 de noviembre, el día siguiente a su fallecimiento.
Nació en 1538 en la localidad piamontesa de Arona en época de
otro Carlos, el recordado como quinto en España, aunque era nuestro
primero (preferimos el emperador frente al rey; ¡si los de Villalar le-
vantaran la cabeza!). Fue hijo de Médicis y sobrino del Papa Pío IV,
del cual fue valiosísimo aliado y ayudante. De joven, gustaba de la
caza, el ajedrez y la música (tocaba el violoncelo y el laúd, parece que
San Carlos Borromeo en la entrada principal del hospital.
Desde más de tres metros de altura nos infunde dignidad,
sabiduría y piedad. Buenos mimbres para empezar.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
47
bastante bien). En 1560 su tío le nombró cardenal; fue secretario de
estado y administrador de la archidiócesis de Milán desde 1564.
Su porte era más bien modesto, tímido y circunspecto; además,
tenía un pronto atolondrado al hablar que no le ayudaba a ser caris-
mático. Como dijo el cardenal Seripando: “Es hombre de frutos, no
de flores; de hechos y no de palabras”. De porte delgado, tenía una
importante nariz, que siempre proporciona digna severidad. Su for-
mación fue clásica; prefería la
mecánica a la naturaleza, todo
aquello relacionado con proce-
dimientos, lo minucioso y deta-
llista, a la metafísica. Poseía una
riquísima biblioteca y museo pri-
vado, y refundó la Academia
Delle Notti Vaticane, que es-
tuvo en activo durante tres años
(1562-1565). Se trataba de una
reunión nocturna de sabios pre-
lados en las que se comentaban
las obras de Virgilio, Cicerón, Aristó-
teles y otros autores grecolatinos.
Tuvo una formación humanística muy
sólida, ejerció la poesía y el ensayo y cultivó en profundidad la patrís-
tica. Todo ello le ayudó en gran medida en su gran actividad pastoral,
como correspondía al momento histórico del Concilio de Trento, el
que las dos iglesias cristianas occidentales se disputaban la supremacía
doctrinal.
El cardenal Carlos Borromeo,
por Giovanni Ambrogio Figino.
Biblioteca Ambrosiana, c. 1575.
Fuente: Wikipedia
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
48
El destino es caprichoso; es curioso que nuestro hospital se en-
cuentre cerca de la calle del saboyardo San Francisco de Sales, otro
gran hombre de su tiempo y uno de sus rivales intelectuales (más por
celo que por doctrina), quien a pesar de que le tuvo en alta estima, no
dejaba pasar la ocasión para lanzar alguna puyita sobre sus prédicas:
"El beato Carlo Borromeo tenía una ciencia muy mediocre y sin em-
bargo hacía maravillas". La riqueza lírica del de Saboya no era atributo
del de Piamonte, más sobrio y práctico. ¡Cuanto saber surgió en el
Renacimiento en torno a los Alpes!
Desconozco los fundamentos por los que San Carlos fue desig-
nado como patrón de la economía, de la banca y bolsa, supongo que
se debe a que, a pesar de pertenecer a la potente familia de los Médicis,
llevó una vida austera y renunció a la fortuna familiar. Su gestión como
arzobispo y administrador enriqueció mucho a la ciudad, lo cual per-
mitió que la venta de sus bienes en el momento de la peste trajese los
recursos que se precisaron ante la tragedia. El caso es que al santo
piamontés le ha tocado interceder por las instituciones financieras en
el más allá.
También lo es de los seminaristas, por su ingente labor pastoral
y de fundación de instituciones: orfanatos, asilos, colegios, e incluso
la Universidad de Brera (cedida a los jesuitas, con los que mantenía
excelentes relaciones). Fue un importante difusor pastoral para crear
un clero capaz y virtuoso. Como ha dicho recientemente Benedicto
XVI sobre su figura: "era consciente de que una reforma seria y creíble
debía partir precisamente de sus pastores".
Cuando Juan de Austria hizo su entrada en Milán el 11 de agosto
de 1577, con la intención de dirigirse a los Países Bajos, de donde era
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
49
gobernador, se declaró una gran peste en la ciudad. Las autoridades
abandonaron la urbe y Carlos asumió el mando absoluto en esas terri-
bles condiciones. Por iniciativa suya, el arzobispado vendió todos sus
bienes y recogió limosnas. Nuestro patrón se dedicó a la atención de
los enfermos día y noche; se dice que dormía un máximo de dos horas
a diarias. Por su abnegación y extraordinaria conducta hizo que este
episodio se recordara en el futuro como la “peste de San Carlos”.
Murió en 1584 y fue canonizado en 1610. Unos años más tarde,
a instancias de su primo y sucesor como arzobispo de Milán, Federico
de Borromeo, en 1624 comenzaron los trabajos para erigir un Sacro
Monte que celebrase su memoria, culminado con una gran estatua vi-
sible desde el lago Maggiore. Tal obra se conoce hoy como el Coloso
de San Carlo Borromeo. Se trata de una estatua sobre pedestal de 23 me-
tros de altura, la mayor escultura de Italia y la segunda escultura de
metal del mundo, tras la neoyorquina de la libertad. Está elaborada en
bronce martillado y el santo se presenta en posición de bendecir a
todo el que pase por allí. Tras disfrutarla desde fuera, se puede acceder
a su interior por una escalera hacia la cabeza. A través de sus ojos y
Estatua en el Sacro monte di San Carlo, en Arona. Detalle de la escalera interior de acceso.
Fuente: Wikipedia
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
50
oídos, se puede contemplar el bello lago Maggiore de Arona, en el
Piamonte italiano. El santo permite llegar a la cima del conocimiento
y el éxtasis estético a través de la exploración de su cuerpo. Dice un
dicho que los santos siempre tienen voces que les hablan al oído. No
puede ser más cierto en este caso: miles de personas visitan al año esta
estatua.
La estatua del hospital realizada por
Lapayese (ver la historia: “Ética y estética:
de lo apolíneo”) lo representa con atribu-
tos de obispo, incidiendo en su cargo de
administrador de archidiócesis, momento
en el que sucedió el hecho de la peste.
También se le representa así a la entrada de
la capilla, en una talla de madera sin poli-
cromar, obra del imaginero Faustino Sanz
Herranz. Ambas se realizaron a comienzos
de los años 70.
La vocación de servicio y abnegación
de este extraordinario prelado se recoge en
uno de sus más famosos aforismos: “Las al-
mas se conquistan de rodillas”. No puede
negarse que se volcó en la vida y significa
todo un ejemplo para nuestra actividad, que
nunca perderá su carácter piadoso.

El San Carlos de la capilla
presenta un santo más emocio-
nal. Nunca tuvo barba, pero
esta representación es más fiel
a arquetipos de la tradición
imaginera barroca.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
51
La joven cantora de Amón
Uno de los relatos más sugerentes vinculados a la historia del San
Carlos es el de su momia. Nuestro hospital no se remonta al antiguo
Egipto, pero en su época de Atocha sirvió de marco para el desven-
dado de una momia, posiblemente una princesa tebana, cuya última
morada lleva siendo más de un siglo la Facultad de Medicina de la
Universidad Complutense.
En 1884, Eduardo Todá (paisano tarraconense, como Gimber-
nat), era cónsul de España en el país del Nilo. Inquieto intelectual,
dominaba siete lenguas (catalán, castellano, francés, portugués, inglés,
alemán y chino). Fue, además, un gran conocedor de las culturas egip-
cia, china, filipina y japonesa, y su veintena de libros fue traducida a
varios idiomas (especialmente, portugués e inglés). Infatigable viajero,
recogió varios enseres y elementos del mundo egipcio; entre ellas esta
momia, que acabó ese mismo año en España, aunque en circunstan-
cias insuficiente-
mente detalladas.
Eduardo Todá i Güell,
con su atuendo de cón-
sul (Wikipedia) y dis-
frazado de momia en el
Museo de Bulaq, en la
expedición de 1886
(Félix Riera, La Van-
guardia, 20-6-2020).
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
52
El segundo actor de este relato es el egiptólogo Esteban Llagos-
tera, reputado arqueólogo que comenzó su búsqueda en 1976, cuando
realizaba un estudio radiológico de las momias del Museo Arqueoló-
gico Nacional de Madrid (en adelante, MAN). Allí encontró una ficha
con la anotación "San Carlos" (Archivo MAN, Expediente 1887/1),
que, según los registros del museo, estaba perdida. Según Llagostera,
correspondía a la hija del gran faraón Ramsés II, la princesa Isis, como
afirmó en el Congreso Internacional de Egiptología celebrado en 1995
en Cambridge. Tras años de averiguaciones, Llagostera supo que la
momia fue presentada el 24 de octubre de 1886 en la ceremonia inau-
gural del Aula Magna
del Real Colegio de
Cirugía de San Carlos,
después Facultad de
Medicina, cuyo nuevo edificio había sido
concluido en 1834. Todá habría llevado allí
el ataúd cerrado, abriéndolo en presencia
de numerosas autoridades, retirando la
máscara funeraria y los cartonajes y cor-
tando las vendas de la momia, que fueron troceadas y sus pedacitos
repartidos entre los asistentes. El ataúd, de cedro policromado, y los
cartonajes se han perdido, pero Todá documentó todo el conjunto,
dejando constancia del nombre de Isis y su rango, como figuraba en el
ajuar.
En tercer lugar, citaré un artículo de la revista de historia antigua
Gerión (vol. 36, nº 1), muy detallado al respecto y escrito por Miguel
Ángel Molinero (año 2017). Siguiendo a la prensa del momento, y ba-
Esteban Llagostera
Cuenca (foto del IPCE,
Instituto del Patrimonio
Cultural de España)
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
53
sándose en el acta que se encuentra en el Museo de Antropología Fo-
rense de la Universidad Complutense de Madrid, describe y analiza lo
sucedido: “En el curso de 1884 a 1885 siendo decano el Exmo. Sr.
Don Julián Calleja y Secretario Don Federico Olóriz, se verificó una
sesión memorable. Se trataba de una conferencia sobre conservación
de los cadáveres y sobre las momias recogidas por el agregado diplo-
mático de España en Egipto Sr. Todá. Este acto se verificó en el gran
anfiteatro con asistencia de numerosísimas personalidades científicas
y políticas entre ellas el Sr. Ministro de Instrucción Pública y [el] Mi-
nistro de Estado”.
El acta describe puntualmente lo sucedido: “Allí, sobre la mesa
de blanco mármol en que de ordinario se colocan los cadáveres, veíase
un paquete largo, de un metro y 20 centímetros próximamente, cu-
bierta una de sus extremidades, la más abultada, por una mascarilla y
el resto por cierta envoltura de cartón extrañamente dibujada. La mo-
mia, sobre la mesa del anfiteatro, aparecería cubierta por tres cartona-
jes, que quedan descritos: uno sobre la cabeza, otro sobre el pecho y
el tercero sobre abdomen y extremidades”. A partir de los jeroglíficos,
Eduardo Todá dedujo ante el auditorio que se trataba de una sacerdo-
tisa. Y también se comentó que se podía percibir “un olor balsámico
propio de las resinas aromáticas de Oriente, que recordaban el olor
por todos conocidos del benjuí, el incienso, la mirra, etc.” Es una in-
formación del acta que también recoge Llagostera cuando se refiere,
como ya se ha citado, al “triste destino de las vendas. […] Todá […]
las corta en trocitos y los va entregando a todos los asistentes al acto”.
Este arqueólogo también afirmó que "la momia pasó 111 años en
Madrid, olvidada, nadie sabía de su importancia". Lo cierto es que la
momia permaneció durante años arrinconada detrás de una pizarra,
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
54
en un aula de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense
de Madrid, acompañada por otras momias más recientes. Actualmente
se encuentra en el citado museo de esta Facultad, totalmente desven-
dada y sin ningún elemento del ajuar funerario original (posiblemente,
este pasó a formar parte del nutrido museo oriental de Todá).
Se discute mucho acerca de la identidad de la momia, y, por tanto,
sobre su cronología exacta. Los textos de Todá en La Ilustración Espa-
ñola y Americana, y los artículos de La Época y El Liberal (que resumen
la sesión del desvendado), dan a entender que la tumba fue descubierta
en Deir el Medina, frente a Tebas. Llagostera se inclina más por la
Composición y dibujos de Ruidavets sobre fotografías de Todá (La Ilustración Espa-
ñola y Americana, nº XLI, pág. 269)
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
55
ciudad de Akhmin, en el Egipto Medio. No ayuda a aclarar esta con-
fusión el hecho de que le fuese entregada a Todá en circunstancias
poco claras, por lo que no se puede precisar dónde estaba exactamente
la tumba.
En cuanto a la cronología, Todá y Llagostera se inclinan por el
Siglo XIII a. C., en la XIX dinastía, tiempos del gran Ramsés II. Por
supuesto, están de acuerdo en que se trata de la princesa Isis. Por con-
trapartida, Josep Padró y Mª Carmen Pérez Díez (directora de la Sec-
ción de Oriente Próximo y Egipto en el MAN), lo niegan con
argumentos convincentes y se inclinan más por la época de Ramsés
IV, a pesar de las afirmaciones de Todá y Llagostera. En este caso nos
remontaríamos al siglo XII a. C. Padró y Pérez son más partidarios de
que la momia perteneciese a una niña, posiblemente una familia de
decoradores de tumbas, tarea muy bien considerada y merecedora de
digno descanso.
Demos credibilidad a lo más sugerente y convengamos en que se
trata, efectivamente de la princesa Isis, cantora en el templo de Amón
en Tebas. Ser sacerdotisa era un destino común a las mujeres de la alta
nobleza egipcia (en este caso, tebana). Tiene sentido su relación con
la ciudad de Akhmin, cuna de la reina Nefertari, la esposa principal de
Ramsés II, lo que podría indicar que Isis fuese hija de la gran reina.
Ramsés II, gran mujeriego (como él mismo se reconocía), vivió 90
años y se dice que tuvo más de cien hijos con varias mujeres, entre
reinas y favoritas. Actualmente está siendo investigada la tumba KV 5
en el Valle de los Reyes, una gran sepultura colectiva de supuestos
hijos del gran faraón.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
56
La princesa era pues, cantora, y segu-
ramente también danzante y acróbata,
siempre bajo la dirección de la gran sacer-
dotisa de Amón, título que solía recaer en
la esposa de faraón. Así lo exigía el rito del
mayor dios de Egipto en este momento
del Imperio Nuevo. Volviendo a los estu-
dios hechos por Llagostera, murió a la
edad de 13 o 14 años a consecuencia de
una tuberculosis.
Desde que se empezó a investigar en el siglo XIX sobre Oriente
y Egipto, muchos hospitales se hayan prestado a hacer investigaciones
sobre momias (sean estas egipcias, guanches o andinas), ya que cuen-
tan con la tecnología para ello (sobre todo, desde la aparición de los
rayos X). Sirva como ejemplo este relato, pero si se busca otro más
reciente, en 2017 se inició una colaboración del MAN con Quirónsa-
lud para hacer autopsias virtuales; en concreto, sobre la momia de
Nespamedu, médico del faraón y sacerdote del mítico Imhotep.
Seguro que los cantos y el afecto por su dios de la creación se
encuentran bien custodiados en ese cuerpecito de pubertad abando-
nada. Que así permanezca el amor, siempre triunfante. Dice esta línea
del himno de Amón, que a buen seguro recitó innumerables veces: Su
beneficencia ha dado origen a la luz, […] y los corazones viven cuando le ven.

La llamada Momia de Isis. Foto del Instituto de Es-
tudios Científicos en Momias, IECIM
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
57
Gimbernat, la cirugía,
el rey y las ordenanzas
Sería injusto que aquí no apareciera un relato acerca de Antoni
de Gimbernat i Arbós, el primer gran nombre del hospital. Este será
un poco más largo, pero bien merece la pena. Fue el primer director,
junto con Mariano Rivas (que murió prematuramente en el 1800), del
Real Colegio de Cirugía de San Carlos; estudió con los mejores de
Europa y fue un innovador en cuanto a técnicas. Su labor junto a otros
nombres, como el citado Rivas y el de Pedro Virgili (su paisano y fun-
dador del Real Colegio de Cirugía de Cádiz) supuso el impulso de la
cirugía como disciplina académica unificada y sería el germen de su
posterior unión con la medicina en el siglo XIX, como hemos visto
en otros relatos.
Este tarraconense, nacido en Cambrils en 1734, vivió el empuje
que desde el ejército y la realeza se dio a la cirugía, dada la escasez de
nombres de altura a principios del 1700, y a la vista de la situación de
otros modernizados ejércitos, hospitales y universidades europeas.
Fernando VI y Carlos III intentaron elevar a nuestra medicina y ciru-
gía al mismo nivel, y este fue el motivo de la creación de los Reales
Colegios de Cirugía en Cádiz (1746), Barcelona (1760) y Madrid
(1787).
Gimbernat se formó como cirujano en la capital gaditana,
donde obtuvo su titulación en 1762. Ese mismo año pasó al Colegio
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
58
de Barcelona para explicar anatomía, y poco después fue nombrado
cirujano mayor del Hospital. En 1774, a instancias del propio rey Car-
los III, se le financió un largo viaje de estudios por el extranjero. Es-
tuvo en los hospitales de la Charité y en el Hôtel Dieu (Paris) y con el
gran John Hunter (Londres). Tras viajar a Edimburgo y Leyden, re-
gresó a España en 1778, y en este momento se le encarga el proyecto
para establecer un colegio de cirugía en Madrid. Después de muchos
años de planificación, este comenzó a funcionar en 1787 y Gimbernat
fue nombrado su codirector, junto a Mariano Rivas, siendo catedrá-
tico de operaciones y de "Álgebra Quirúrgica".
Firmemente adherido a la corriente renovadora de la cirugía del
siglo XVIII, fue organizador e ideólogo de las nuevas instituciones
docentes. Sus pilares básicos para la formación de un cirujano eran la
fisiología y, sobre todo, la anatomía. Su discurso inaugural del curso
1773 en Barcelona no dejaba lugar a dudas: la anatomía había de ser
Busto de Gimbernat en nuestro hospital, réplica del original de París Matía, y retrato en la
Real Academia de la Historia (óleo de Condoy).
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
59
“el principal y primer estudio” de los aspirantes a cirujanos, “la puerta
por donde se entra en el vasto y precioso campo de la Cirugía”, al ser
ella la que “conduce y guía por el dilatado e intrincado golfo de nuestra
máchina la mano y entendimiento del cirujano”. Como buen clínico,
tenía muy claro que las enseñanzas teóricas debían acompañarse de
una buena práctica. la Oración inaugural del Real Colegio de Cirugía
de San Carlos, “sobre el recto uso de las suturas y su abuso”, que dictó
en el acto apertura del colegio, marcaba también el inicio de una etapa
de su vida especialmente dulce. Además de encontrarse dirigiendo un
centro mimado por la Corona, vio pronto recompensada su trayecto-
ria con el nombramiento de cirujano de Cámara en 1789.
El apoyo de la corona se puede
ver reflejado en dos fragmentos del
Real Cédula de 1787 para las “Orde-
nanzas formadas para el gobierno
económico y escolástico del Real Co-
legio…”. En la introducción ya dice
el rey: “…sus Pueblos y mi Exército
tengan buenos Cirujanos Latinos […]
con absoluta independencia de la
Junta de Hospitales y Protomedicato
[...] que se costee de mi Real Erario al
lado del Hospital general el edificio
en que ha de darse la enseñanza pú-
blica”.
Recordemos que en la España de esa época convivían cirujanos
latinos, romancistas, sangradores, barberos, etc., cada uno autorizado
a realizar intervenciones quirúrgicas de diferente grado, habilitados
Facsímil en nuestro hospital
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
60
por el tipo de examen que hubiesen superado. Los latinos ocupaban
el escalón más alto, pudiendo emplear medicamentos para tratar las
enfermedades “internas” que pudieran estar involucradas con afeccio-
nes quirúrgicas; es decir, lo que se llamaban “afectos mixtos”. El pro-
fesor de esta cátedra, que Gimbernat y Rivas incluyeron entre los
contenidos del plan de estudios, debía explicar “todas aquellas enfer-
medades internas que se complican con las externas”. Con ello, los
cirujanos se encaminaban a ser profesionales capaces de reunir en sí
los atributos del médico y, claro está, del cirujano.
Las Ordenanzas mezclaban lo docente con lo militar. Así, junto
a su estructura académica se incluía un personal organizado al modo
castrense, a saber: cabo de salas (responsable de las salas, al modo del
cuartelero); cocinero; refitolero (responsable del refectorio, es decir,
de la sala de comidas, y de la cocina y su limpieza); oficiales del colegio
(secretario, bibliotecario, instrumentista -o “maestro cuchillero”-). La
tesorería corría por parte de la general del rey, ya que de él salían todos
los emolumentos.
En cuanto a los colegiales, el curso era de cinco años, en cada
uno de los cuales se podían obtener las calificaciones de “inhábil, me-
diano, bueno o sobresaliente”. Se incluía un examen de reválida final
y un concurso para obtener las mejores plazas. El programa de estu-
dios incluía las siguientes cátedras: “Anatomía, Phisiología e higiene,
Pathología y Therapéutica, Materia médica, Afectos chirúrgicos y su
adjunta de vendages; Partos y su adjunta de enfermedades venéreas;
Operaciones y su adjunta de Algebra chirúrgica” (álgebra, además de
su sentido matemático, también significa recolocar. Se refería al arte
de recomponer huesos, fracturas y luxaciones).
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
61
Esta Real Cédula recoge taxati-
vamente el apoyo a la idea de Gimber-
nat: “ordeno que […] se titulen y
revaliden de Cirujanos Latinos , gocen
los mismos privilegios y exenciones
concedidas por las leyes del Reyno á
los graduados en Facultad Mayor , cu-
yas mercedes extiendo igualmente
desde ahora á todos los Cirujanos La-
tinos, que se formen y salgan de los
Colegios de Cirugía establecidos en
Cádiz y Barcelona , y de los demás que
con el mismo método y principios
científicos que es este de Madrid se
erijan en adelante en mis dominios”.
Pero, además, añade: “A efecto de dar
la debida estimación y honor á los que profesan esta facultad he dis-
puesto también que señalándose á estos Alumnos ya revalidados des-
tinos útiles en mi exército y armada, hospitales y pueblos en que se les
pueda asignar por sus propios y arbitrios decente salario, los logren y
obtengan con preferencia á los Cirujanos romancistas, extendiéndose
de este modo la buena Cirugía Médica por toda España” (el subrayado
es mío).
Fuente: Biblioteca Nacional de España
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
62
Gimbernat no careció de obstáculos. El primero, el Protomedi-
cato, receloso de perder el monopolio de títulos de habilitación para
la práctica médica. Otro, los médicos, que consideraron que se estaba
invadiendo su terreno. Con sus
protestas, lograron que se pu-
blicara un decreto que estable-
cía que los médicos no podían
ejercer “de ningún modo” la
cirugía, ni los cirujanos la me-
dicina.
Nuestro maestro reac-
cionó y en 1799 una Real Or-
den estableció reunir ambas
disciplinas, tomando como re-
ferencia los colegios de cirugía,
ampliando su número e indi-
cando que deberían pasar a de-
nominarse Colegios de
Medicina y Cirugía. Incluía una Junta General de Gobierno de la Fa-
cultad Reunida (de la cual Gimbernat figuraba como uno de sus tres
miembros), que tenía a su cargo “expedir exclusivamente los Grados
y Licencias para curar de Medicina y Cirugía”. Por fin había recon-
quistado una posición privilegiada, pero la existencia de estos colegios
fue corta: en 1801 se puso fin al experimento aduciéndose que se ha-
bían encontrado “varios inconvenientes” para “la unión de faculta-
des”, y se volvió a la situación anterior. El tiempo daría la victoria al
Monumento a Gimernat en Cambrils, de Lluis
M. Saumell. La luz de la razón (eleneto supe-
rior) se opone a los elementos de hierro inferiores:
la lucha diaria del cirujano. Fuente: Web del
Ayuntamiento de Cambrils.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
63
de Cambrils: en 1843 se transformarán los Reales Colegios en las lla-
madas Facultades de Ciencias Médicas, y en 1845 en la Facultad de
Medicina.
El proceso significó para
Gimbernat un desgaste personal que
le granjeó la enemistad de los médi-
cos que defendían la separación de
las profesiones. Durante la ocupa-
ción napoleónica fue designado para
presidir el Consejo Superior de Sani-
dad, pero su vocación de progreso
no le hizo titubear a la hora de cola-
borar con los franceses, hecho por el
que Fernando VII, a su vuelta, le
destituirá de sus cargos. Se separó
de la vida pública, y los años restan-
tes de su existencia tienen tintes oscuros; precariedad económica y ce-
guera marcaron el final, en 1816, de una de las figuras más
sobresalientes de la ciencia española.
Gimbernat publicó unos cuantos trabajos de corta extensión;
entre estos destaca el que lleva por título “Nuevo método de operar
la hernia crural” (1793), donde expone con precisión la anatomía de
la región inguinal, describiendo el ligamento que llevará su nom-
bre. Un resumen de su vida y obras fue recogido por su hijo Agustín:
“Sucinta noticia del Sr. D. Antonio de Gimbernat”, de 1828, con el
fin de restituir el injustamente degradado nombre de su padre tras la
vuelta de un absolutismo no ilustrado.
Fuente: Biblioteca Nacional de España
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
64
Nuestro hospital no lo ha rele-
gado al olvido, y por ello tiene dos
grupos escultóricos en su puerta
principal: la medicina y la cirugía (ver
relato: “Ética y estética: de lo apolí-
neo”), que son, ni más ni menos, su
historia. Además, el hospital celebra
todos los años el Premio Antonio
Gimbernat a la Excelencia, un reco-
nocimiento de los mejores trabajos
científicos del año por parte de pro-
fesionales formados en nuestro hos-
pital, que hayan destacado en su
labor asistencial, docente e investiga-
dora. Justo reconocimiento a uno de
los más grandes, una figura coincidente en época, ciencia y cultura con
otros grandes nombres, como Jovellanos, Jorge Juan, Feijóo o el pro-
pio Goya. Don Antonio no fue menos grande que ellos, y su aporta-
ción, crucial.

Fuente: Biblioteca Nacional de España
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
65
El túnel
Siempre ha corrido de boca en boca entre el personal más vete-
rano del hospital la existencia de un túnel que comunica nuestro cen-
tro con la Ciudad Universitaria. Aunque teñida de fantasías, que suelen
acompañar la existencia de cualquier túnel no encontrado (“fue refu-
gio en la guerra, se utilizaron para volar el hospital desde abajo, se han
encontrado esqueletos”, etc.), es una estructura real.
Una vez que se construyeron los primeros edificios de la nueva
Ciudad Universitaria que tendría Madrid, se planteó la necesidad de
encontrar un sistema (pionero, por supuesto, como lo era todo el
planteamiento del campus) para generar agua caliente y calefacción de
forma centralizada; es decir, la creación de una Central Térmica que
abasteciese a todos sus edificios. Para ello, se encargó al arquitecto
Sánchez Arcas y al ingeniero Eduardo Torroja, que serían autores del
Clínico poco tiempo
después (ver relato:
“Forma y función”),
la construcción de
un edificio que al-
bergase el equipa-
miento de
producción de ca-
lor, junto a sus zo-
nas de oficina, taller, garaje y almacén, así
Situación de la Central Térmica
en la Ciudad Universitaria
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
66
como una vivienda para el responsable del mantenimiento de las ins-
talaciones. Ambicioso proyecto, sin duda, fruto de lo aprendido en
diferentes viajes que Sánchez Arcas realizó a Estados Unidos, donde
visitó la potente central Power House de Harvard (Boston), que podía
a calentar hasta ciento veinte edificios (algunos de ellos estaban situa-
dos a ochocientos metros de central), como también la Heating Plant
de Berkeley (California).
Desde los inicios se desechó la opción de calefacción por elec-
tricidad, dado su elevado coste; tampoco podría ser de vapor, pues su
complejidad no aseguraba el rendimiento que necesitaría la Ciudad
Universitaria. Se acordó, pues, instalar un sistema de agua caliente pro-
ducida por generadores, que circularía gracias a bombas en circuitos
cerrados. El equipamiento final lo constituyeron dos calderas Velox,
de gasoil, y una de carbón, tipo Borsig. Lo mejor de la época.
La obra fue realizada 1932. Se elaboró en el más puro estilo ra-
cionalista, con una planta trazada en forma de L, formada por dos
grandes volúmenes situados en distintas alturas, debido al desnivel del
terreno. Se construyó en ladrillo visto, con líneas ortogonales puras
Pasado y presente de la Central Térmica. Al pasear hoy, solo una placa explica los
rotundos volúmenes de ladrillo. Fuentes: Urbipedia (foto de 1932) y del autor (actual)
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
67
que solo se interrumpen por ventanas, dispuestas en bandas verticales
en una de sus fachadas y horizontales en la otra, lo que le da cierta
armonía estética. Destaca su singular tolva y deshollinador exterior,
elemento que sirve de bisagra a los dos volúmenes y es seña de iden-
tidad del conjunto. Su interior consta de grandes salas diáfanas, para
albergar las primitivas calderas de calefacción. Sánchez Arcas, del
mismo modo que hizo con el Clínico, siguió pautas que estéticamente
transmitieran sencillez, en la sobria línea estilística del autor. Sus netos
volúmenes y la ausencia de decoración dotan al conjunto de un carác-
ter eminentemente funcional, abandonando cualquier atisbo de len-
guaje monumental propio de otros edificios de la Ciudad. La obra
recibió el premio nacional de arquitectura en 1932.
El edificio fue seriamente dañado tras la guerra civil, por lo que
en 1943 hubo de ser reconstruido por el propio Eduardo Torroja,
aunque ya no pudo contar con Sánchez Arcas, que marchó al exilio
hacia la Unión Soviética y Polonia, donde se encontraba haciendo
hospitales (como el pediátrico de Nieklanska) y ayudando en la
reconstrucción de Varsovia. Intervenciones posteriores han variado
poco a poco la inicial fisonomía de la Central;
por ejemplo, la debida al Hospital Clínico, que al estar en una cota
superior necesitaba mayor presión de vapor, lo que supuso una am-
pliación con nueva sala, depósito y bombas. En 1977, el conjunto fue
declarado Bien de Interés Cultural.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
68
La instala-
ción funcionó
con gran eficacia
en el suministro
para todos los
edificios situados
en una cota simi-
lar o inferior a la
de la Central, con
la excepción ci-
tada del Clínico.
La Central Tér-
mica dio suminis-
tro a todas las
facultades y es-
cuelas técnicas construidas hasta los años cincuenta (Facultad de De-
recho, Filosofía y Letras, Medicina, Ciencias, Farmacia, Escuela de
Arquitectura), con una superficie total que ascendía a 11.715 m2. Tras
un funcionamiento normal durante quince años (1935-1950), empe-
zaron a producirse desenganches de los edificios a los que la Central
suministraba calor, pues se consideraba que las pérdidas que se pro-
ducían en las conducciones afectaban a su rendimiento (hecho aun
hoy, discutido). Poco a poco, algunas facultades y escuelas (y nuestro
hospital) se fueron desenganchando y creando sus propias centrales.
Además, se construyó un paso subterráneo en la plaza del Cardenal
Cisneros que cortaba varios conductos. Tras este período de esplen-
Plano de canalizaciones y su llegada al Hospital Clínico
Fuentes: La Ciudad Universitaria de Madrid.
Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, UCM, 1988, pág. 86
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
69
dor, la Central cayó en decadencia, y las nuevas
facultades que se construyeron a partir de 1970
con motivo de la creación de la Universidad Po-
litécnica, incorporaron centrales propias.
A fecha de este escrito, la Central sigue
funcionando, aunque ha cambiado de combus-
tible (de los iniciales carbón y gasoil, al gas na-
tural), su capacidad sigue siendo superior a las
demandas de los edificios que aún siguen conec-
tados a esta, como las facultades de Derecho,
Filosofía y Letras y Farmacia. Sigue en pie este
singular edificio, que actualmente pasa desaper-
cibido, pero existe un proyecto de Escuela de
Energías Renovables, adosado a la Central y en
comunicación con ella, que de prosperar podría
revitalizar el conjunto y restituirle la gran digni-
dad que tuvo.
La conducción subterránea desde nuestro hospital recorre el ex-
terior del ala norte, bajando por el parque Jaime del Amo, hasta llegar
a la Central. Si recorriésemos el camino de los pinos (desde la puerta
A hacia la Facultad de Medicina), iremos acompañados de la estruc-
tura de túneles. La entrada desde nuestro hospital a este pasadizo se
Canalización del vapor por galerías. Así debió ser el aspecto original de nuestro mítico túnel.
Fuente: Miguel Cantoral Hidalgo: “Escuela de renovables y la Central Térmica de
Ciudad Universitaria”. Universidad Politécnica de Cartagena, 2022
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
70
encuentra actualmente cegada, es impracticable. Desde luego, los tú-
neles de conducción ya estaban construidos y listos para su funciona-
miento al iniciarse la guerra, por lo que no es descabellado pensar que
pudieran ser utilizados de algún modo durante el conflicto, bien como
tramos de acceso o bien como lugares de almacenamiento. Dejemos
volar nuestra mente recordando el dicho de Borges: “La imaginación
está hecha de convenciones de la memoria. Si yo no tuviera memoria
no podría imaginar”.

Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
71
Luces, cámara, ¡acción!
A la cámara le gusta el Clínico, a juzgar por las cinco películas
en las cuales ha intervenido. Tiene su lógica en cuanto a las que refie-
ren a la guerra civil, era de esperar, pero otras más demostraron haber
sucumbido a sus encantos muchos años después de la contienda,
desde Neville a Almodóvar.
La primera a citar habla, pues, de nuestra dolorosa contienda.
Se trata de “Frente de Madrid”, una producción de los vencedores de
la guerra. Edgar Neville Romrée fue su autor, y contó con actores
como Rafael Rivelles, Conchita Montes y Juan de Landa. Neville, hijo
de un ingeniero inglés y una condesa española, era un multifacético y
curioso personaje: conde de Berlanga, artista, diplomático, escritor y
director de cine. También fue autor del documental “La Ciudad Uni-
versitaria”, grabado en plenas hostilidades, en 1938, uno de los prin-
cipales documentos audiovisuales de las batallas en la Ciudad
Universitaria y el Clínico, una durísima pelea que duró toda la guerra.
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
72
El Clínico sale en toda su desnudez, sin maquillajes, al natural.
Famélico y en los huesos, como los hambrientos combatientes, ex-
hausto y a punto de caer, pero milagrosamente en pie. El argumento
de la película responde a la propaganda de reconciliación que se em-
prendió tras la guerra. En ella, un falangista y un miliciano, debaten
malheridos en una zanja sobre la futilidad de la guerra.
Demos un salto hacia los años 60, una de las décadas de oro de
nuestro hospital en cuanto al séptimo arte. En 1962, “Héroes de
blanco” fue una coproducción hispano argentina, dirigida por Enrique
Carreras y reparto con Hurd Hartfield, Mercedes Carreras y Germán
Cobos; drama en el que una doctora se debate entre el amor de dos
hombres, en un marco de continuidad hospitalaria. El Clínico es el
marco principal de esta obra, mostrando con profusión despachos,
pasillos y varios interiores. Los planos son muy cortos y hay ausencia
de panorámicas y exteriores, como corresponde al cine de esta época,
aún con gran herencia teatral.
1963 alumbró “El sol en el espejo”, una historia de amor entre
una mujer y un escritor fracasado en una pensión donde todos tienen
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
73
problemas para pagar a fin de mes, pero el cartero traerá unos enig-
máticos cheques para cada uno. Está basada en la obra de Alfonso
Paso “Los pobrecitos”. Se trata de un melodrama con humor, sensi-
bilidad, emoción e intriga, dirigido por Antonio Fernández Román, y
en su elenco podemos reconocer nombres míticos del cine español de
esa época: Yvonne de Lys, Luis Dávila, José Isbert y María Asquerino,
con una jovencísima Gracita Morales. El papel del hospital es, en este
caso, más circunstancial, pero hay planos muy significativos de fa-
chada, escalera, quirófano y pasillos.
En “La visita que no tocó el timbre”, de Mario Camus (1965),
Alberto Closas y José Luis López Vázquez son dos hermanos solteros
que se encuentran a un bebé en la puerta de su casa, al que custodian
como pueden. Una comedia de intenso contenido social, que podría
asemejarse, salvando diferencias, a la norteamericana “Tres Padrinos”,
de John Ford (1948). La película es una adaptación de la obra homó-
nima: “La visita que no llamó al timbre”, de Joaquín Calvo Sotelo,
estrenada en 1949. El Clínico es el lugar de trabajo de Laura (Laura
Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
74
Valenzuela), la enfermera que les ayuda en los cuidados del bebé.
Demos un salto en el tiempo. “Siete mil días juntos” (1994), de
Fernando Fernán Gómez, es una comedia negra. José Sacristán, un
insatisfecho bedel de la escuela de anatomía del hospital, está casado
con una mujer mucho más joven que él (Petra, María Barranco). Las
discusiones son constantes; es una cruda película llena de sarcasmos,
un infierno matrimonial en un entorno mezquino y sórdido al que no
le falta el humor. El irónico esperpento de Fernán Gómez brilla con
la maestría interpretativa de los actores. El servicio de Anatomía Pa-
tológica del Clínico ayuda a enmarcar el patetismo de unos personajes
grises y dramáticos.
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  • 1. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia a Historias del Clínico Ángel Yela Funcia
  • 2. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia b El Clínico San Carlos no es un hospital cualquiera; eso es lo que trato de plasmar en los relatos que siguen. Siempre me ha gustado la historia, es una de mis vocaciones y para ella me preparé académica- mente. Esta inclinación se vio incrementada tras la lectura de los ex- celentes libros sobre nuestro hospital de Fernando Pérez Peña y Carlos León Serrano. Me animaron a dar forma a mis aportaciones. El origen de estas historias tiene su origen en unos acompaña- mientos narrados que hice a alumnos de secundaria, los cuales vinie- ron a conocer un hospital más de cerca. Intenté transmitirles que el nuestro se explica más allá de su labor sanitaria y parece que los relatos gustaron, tanto a los alumnos como a otros oídos. Por ello, los prime- ros llegaron a publicarse, lo cual me motivó para continuar con mis pesquisas (mil gracias a quienes ya sabéis). Han ido surgiendo de forma espontánea, cada vez que la sempi- terna curiosidad me inyectaba un interés concreto, o sugeridas por mis siempre queridos compañeros. Se trata de lecturas rápidas, esbozos que tratan de ser sugerentes para cualquier lector. Espero que ayuden a comprender nuestro hospital desde otra perspectiva. Contemplando mi trayectoria profesional, de la cual voy vislum- brando su fin, me honra haber pasado la mayor parte en este hospital, donde sigo dando gracias a todas las personas con las que me toca compartir algo, por breve que sea, pues de uno u otro modo aprendo lecciones valiosas, aquellas que ninguna universidad ofrece mejor que la propia vida. Considero esta obrilla, pues, como un regalo, casi un tributo. Espero que la disfrutéis. Ángel Yela Funcia, 2023
  • 3. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia c ÍNDICE Pág. DE REAL COLEGIO DE CIRUGÍA A HOSPITAL CLÍNICO .............. 1 UN BARRIO CON VOCACIÓN SANITARIA........................................ 6 “SI ME QUIERES ESCRIBIR…”....................................................... 11 COMO AVE FÉNIX.............................................................................. 16 LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE CLÍNICO SAN CARLOS......... 23 FORMA Y FUNCIÓN ........................................................................... 31 ÉTICA Y ESTÉTICA: DE LO APOLÍNEO........................................ 38 UN PATRÓN COMPROMETIDO........................................................ 46 LA JOVEN CANTORA DE AMÓN....................................................... 51 GIMBERNAT, LA CIRUGÍA, EL REY Y LAS ORDENANZAS ........ 57 EL TÚNEL............................................................................................ 65 LUCES, CÁMARA, ¡ACCIÓN! ............................................................. 71 BIBLIOGRAFÍA E INTERNET:.......................................................... 79
  • 4. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 1 De Real Colegio de Cirugía a Hospital Clínico La creación de los pri- meros grandes hospitales de España tuvo un primer impulso bajo los Reyes Ca- tólicos y, posteriormente, con Felipe II, a través de la agrupación de instituciones regentadas por conventos y fundaciones. De este modo surge en 1579 el Hospital General de Madrid, cuya tercera ubicación (iniciada en 1755) fue rea- lizada por Francisco Sabatini; este edificio fue el resultado una fusión: el Hospital General, de hombres, y el de la Pasión, de mujeres. Del magno proyecto, que incluía una gran iglesia y seis patios entre las actuales calles Santa Isabel y Atocha, solo se construyó el que El actual Conservatorio de Música. En la fotografía inferior, con el recuerdo de San Carlos en su fachada.
  • 5. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 2 constituye el actual Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y el pabellón del actual Conservatorio Nacional de Música. Tras las fundaciones de los Reales Colegios de Cirugía en Cádiz (1748) y Barcelona (1760), ambos para militares, el rey Carlos III buscó formar cirujanos civiles “con el propio objeto de la utilidad pú- blica…”; así, decreta en 1780 la creación del Real Colegio de Cirugía de San Carlos, institución independiente de la facultad de Medicina, y en 1787 sanciona sus ordenanzas. Se inauguró con el discurso de aper- tura “Sobre el recto uso de las suturas y su abuso” de su primer direc- tor, D. Antonio Gimbernat y Arbós, cirujano de gran trayectoria que había obtenido la cátedra de Álgebra Quirúrgica (tratamiento de frac- turas y luxaciones). En su primera andadura, sus pacien- tes ocuparon un só- tano del Hospital General, para ubicarse posteriormente en el primer piso del ala no- roeste, el que ocupa el actual Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Asimismo, en 1798 se buscó una sede propia para el Real Colegio, eligiéndose el resto del solar que ocupó el Hospital de la Pa- sión; se llevó a cabo en 1831 por el arquitecto Isidro González Veláz- quez (hoy día, parte de este edificio alberga el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Madrid). En 1836 se traslada a Madrid la Universidad Placa conmemorativa en el edificio original, calle Atocha 106.
  • 6. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 3 Complutense de Alcalá y nace la Universidad Central, reorganizán- dose las disciplinas académicas: el Real Colegio de Cirugía de San Car- los cambió su nombre en 1842 por el de Colegio Nacional de Medicina y Cirugía de San Carlos, incluyendo Farmacia. La segrega- ción de ésta en 1845, dio lugar a la Facultad de Medicina. En ella se seguía un patrón similar al modelo europeo basado en la clínica, es decir, en el aprendizaje directo en la cabecera del enfermo para su diagnóstico y tratamiento. Los médicos “clínicos” adquirieron justa fama por su excelente formación y óptimos resultados, y esta denominación se ha generalizado a los hospitales universitarios. En 1867, la Diputación cede la to- talidad del ala noroeste del Hospi- tal General, denominado como Pabellón de las Clínicas de San Carlos. Fue cerrado en la revolu- ción de 1868 y reabierto en 1875, con el definitivo nombre de Planimetrías del hospital, por Ma- nuel Sánchez Arcas. Planta y diseño original de la fachada este.
  • 7. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 4 Hospital Clínico de San Carlos. En 1911 se planteó la necesidad de erigir una nueva facultad de medicina con su propio hospital; el lugar elegido fue el Cerro del Pimiento, que es su actual ubicación, pero el proyecto se incluyó en otro más ambicioso: la Ciudad Universitaria, que se desarrollaría en la Finca de la Moncloa, cedida por la Corona. En 1927 se crea la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria de Madrid, cuyos impulsores fueron el Dr. Florestán Aguilar, cirujano y odontólogo del rey, y el arquitecto Modesto López Otero, director del proyecto. Éste reunió a grandes figuras de la vanguardia arquitectó- nica del momento: Lacasa, Bravo, Aguirre, de los Santos, Sánchez Ar- cas y el ingeniero Torroja. Para su financiación se contó con dos millones y medio de pesetas aportadas por el erario real y con las re- caudaciones de los sorteos de lotería nacional que se celebraban todos los 17 de mayo (fecha de fundación de la Junta). El edificio del Clínico, iniciado en 1932, se inscribe en el concepto americano de campus como ciudad jardín académica. Fue concebido como un sistema unitario, es decir, que albergaba todos los servicios precisos. En palabras de D. Antonio Simonena, doctor miembro de la Junta, “era más económico, simplificaba la atención al enfermo, re- ducía transportes molestos, y facilitaba que médicos y profesores pu- dieran acceder rápidamente a las distintas áreas”. Además, “el emplazamiento del hospital permite la orientación exigida por todos los tratadistas de la higiene de la edificación hospitalaria, … la que resulta de la iluminación en correspondencia con la dirección de los vientos reinantes”. Fue el primer gran proyecto de un hospital mo- derno en Madrid. Su autor, Manuel Sánchez Arcas, constructor del Hospital Pro- vincial de Toledo, adopta un racionalismo desprovisto de ornamento
  • 8. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 5 y sumamente funcional, diseñando una planta baja donde se encon- traban los pabellones de consultas y docentes, plantas superiores con despachos e infraestructuras, y los llamados “martillos” de hospitali- zación (“peines”, entonces) orientados al sur y con grandes terrazas, así como cuatro cuerpos cuadrangulares, donde se instalarían las cáte- dras. Sánchez Arcas y el ingeniero Torroja habían ideado, además, un sistema unificado de calefacción que optimizaba enormemente el gasto energético: una central térmica externa que comunicaba me- diante túneles todos los edificios del campus. El hospital contaría con 1.500 camas y estaba listo para su inauguración oficial en octubre de 1936, coincidiendo con el primer centenario del traslado de la Univer- sidad Complutense de Alcalá a Madrid, pero la historia había previsto otras fechas. 
  • 9. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 6 Un barrio con vocación sanitaria Encaramado en el cerro se encuentra nuestro hospital, a modo de alcázar que contempla un barrio célebre desde antiguo por sus ser- vicios sanitarios y de beneficencia. Moncloa ha sido llegada de viaje- ros, espacio de recreo, de industria, de servicios públicos y hasta se dice que observatorio de los paisajes que Velázquez plasmó en sus cuadros (concretamente en la denominada, por ello mismo, Casa de Velázquez). Hoy forma un gran distrito junto con Aravaca, pero antes de finalizar el siglo XIX buena parte de este no era más que una finca perteneciente a la Dehesa de la Villa, un lugar querido por los madri- leños, que fue cedida por la monarquía al gobierno en 1860. Todos reconocemos hoy que se trata de una importante área sanitaria, con grandes hospitales y numerosas clínicas (alberga hoy día hasta siete instituciones), pero esta vocación le viene de antaño, como veremos. No todo era de carácter benéfico o sanitario, también había luga- res para el disfrute y deporte, como el elegante club La Parisiana o el Club de Tiro Nacional; para la actividad industrial, como la fábrica de jabones Gal, que ocupaba la zona de Galaxia y de la que aún persiste el edificio administrativo (actualmente acoge una residencia de seño- ritas), o la muy visitada y desaparecida fábrica de gaseosas y merendero El Laurel de Baco, entre las calles Arcipreste de Hita y Fernando el Ca- tólico. Como curiosidad, cercana a la ubicación del actual arco de la Moncloa se encontraba la estatua de Daoíz y Velarde, actualmente en la plaza del Dos de Mayo. A estas edificaciones se sumaban otras de más sombrío recuerdo, como la Cárcel Modelo, que estuvo en el solar
  • 10. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 7 del Intercambiador y del Ministerio del Aire. Veamos, no obstante, las instituciones de carácter solidario y científico que se alzaron en esta zona entre finales del siglo XIX y la construcción del Hospital Clínico: El antiguo Paseo de San Bernardino (actual calle Isaac Peral hasta la plaza de Cristo Rey), debía su nombre al convento homónimo edi- ficado en 1570, edificado en el lugar donde hoy día se encuentran las residencias de profesores de la Universidad. En 1834, tras su exclaus- tración, fue reconvertido en asilo por el Marqués viudo de Pontejos, siendo a su vez la primera casa de socorro de Madrid tras unirse al hospicio de San Fernando en 1842. En 1907 fue derruido debido a su lamentable estado, alojando a sus necesitados en las instalaciones de Nuestra Señora de la Paloma, actual colegio de Formación Profesional en la calle Francos Rodríguez. El Hospital de Infecciosos del Cerro del Pimiento, ocupaba la zona situada entre la calle Andrés Mellado (por donde tenía su entrada), San Francisco de Sales (antiguo Camino de Aceiteros), Isaac Peral y la Plaza de Cristo Rey. Fue edificado en 1885 para combatir las epide- mias de cólera y tifus exantemático de finales del siglo XIX y princi- pios del XX. Su mala calidad constructiva acabó por precipitar su demolición en 1905. El Asilo de Santa Cristina fue construido entre 1894 y 1895. Ocu- paba la zona comprendida entre el parque que limita con el Clínico por su lado sur y el Museo de América. Era un complejo de treinta pabellones donde no solo se atendían a huérfanos y pobres, sino que
  • 11. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 8 desarrollaba funciones docentes y for- mativas en un conjunto dotado con comedores, escuelas, talleres, huerta e iglesia. Destruido en la Guerra civil, solo se conserva una imagen de la Vir- gen, denominada “del asedio”, ya que fue descubierta tras la guerra entre los escombros de nuestro hospital. No faltan flores en el templete que se eri- gió para conmemorarlo, situado en el citado parque. En las inmediaciones del Clínico se conservan vestigios de sus paramentos, además de restos de un mirador. El ámbito de la actual Funda- ción Jiménez Díaz albergaba dos centros: el Instituto Federico Rubio y Gali fue una funda- ción del excelso ga- leno en 1896; se dedicó a la terapéutica operatoria y fue pro- motor en 1909 de la primera escuela de anestesistas. El otro Destruido en la Guerra Civil, del Asilo de Santa Cristina solo se conserva una imagen de la Virgen, denominada “del ase- dio”, ya que fue descubierta tras la guerra entre los escombros de nuestro hospital. Vista del templete en la actualidad. Vestigios del asilo de Santa Cristina: restos del mirador en las inmediacio- nes del Clínico.
  • 12. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 9 edificio fue el Instituto Oncológico (1921), con su posterior Pabellón Pro- vincial de Oncología Victoria Eugenia (1929), que tras la guerra dieron lu- gar al Instituto Nacional del Cáncer. Ambos centros contaban con buenos equipamientos de sus especialidades. Al otro lado de la Avenida Alfonso XIII (actual Avenida de Puerta de Hierro), se encontraba el Instituto de Higiene Alfonso XIII, edificio perdido que ocupaba el espacio del actual Rectorado de la Universidad. Creado en 1899 (calle Ferraz) y reubicado en Moncloa en 1930, fue destacada entidad en la investigación bacteriológica, sueroterapia y vacunación, y gran difusora de la salud pública. Por último, en 1922, la Facultad de Medicina acuerda la ubicación de pabellones para albergar los heridos de la guerra de África, eran prefabri- cados tipo Docker (modelo construc- tivo alemán), que serían demolidos en 1933 para iniciar la construcción del actual Hospital Clínico San Carlos. La elección de este emplazamiento no fue en absoluto arbitraria, pues como dice Pilar Chías en su libro sobre la Ciudad Universitaria de Madrid: “…La generación de un primer nú- cleo universitario en la Moncloa se realizó al abrigo de unos núcleos sani- tarios preexistentes”. Y como indica la autora, “… la necesidad sanitaria diri- gió la creación de la universidad”. Pabellones Docker, instalados en el solar actual del hospital para asistir heridos de la guerra de África. Foto extraída de: “El Hospital Clínico en la Batalla de Madrid”, de Carlos León Serrano.
  • 13. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 10 Por ello, no resulta descabellado afirmar que el Clínico fue de algún modo locomotora de la Universidad, y su afortunada ubicación, cara a la ciencia y a la ciudadanía, es fruto de uno de los principales barrios sanitarios de la capital. 
  • 14. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 11 “Si me quieres escribir…” 7 de noviembre de 1936: la línea ofensiva del ejército de Franco buscaba aislar la capital; una punta de lanza del ejército rebelde rompía Madrid desde el río, ascendiendo desde el Puente de los Franceses hasta el espolón que representaba nuestro hospital, que era tomado por el general Asensio. Sus plantas eran disputadas por ambos bandos, tratando de ganar terreno habitación a habitación. Una piqueta, un cañón que asoma y un rápido barrido de metralla culminaban cada conquista (en esta acción se hizo tristemente famoso “el legionario de la piqueta”). Paralelamente, el día 16 los hospitales Clínico y Provincial de Atocha sufrieron un bombardeo que obligó a evacuar los cerca de mil pacientes al colegio del Pilar incluso por el metro. Madrid fue la primera capital bombardeada por una aviación; años más tarde le tocaría la experiencia a Lon- dres. Fotografía del Hospital Clínico en guerra, realizada por Robert Capa para la revista francesa Ce Soir.
  • 15. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 12 Tras tentativas para su reconquista planta por planta, se inició una guerra de minas que consistió en voladuras a través de galerías hora- dadas desde el exterior. Hito estratégico para unos, orgullo de la resis- tencia para otros, el frente del Hospital Clínico perduró de forma estable durante el resto de la guerra. Se afirma, y no sin razón, que el frente de Madrid fue realmente el de la Universidad. No tardó en manifestarse un espíritu que a veces nos recuerda al gran Gila. Soldados que a través de rendijas y patios intercambiaban rancho y tabaco con pullas, gracejos y sarcasmos; pan blanco republi- cano por latas de sardinas de los franquistas; mercadillos y partidos de fútbol en tierra de nadie, etc. Algunas canciones se repetían en ambos bandos, aunque con evidentes variantes en sus letras, como suce- día con si me quieres escribir, canción repu- blicana que fue adap- tada por las tropas sublevadas y que se llegó a cantar en la División Azul, o Carrasclás, tonadilla popular, ahora adaptada por falangistas y republicanos. Mu- chos episodios de ataque se iniciaban con conversaciones a gritos, subidas de tono y posterior disputa que terminaba en bronca y dispa- ros. Se pasaba hambre, pero ahí estaba nuestra socarronería. Una pin- tada en la estatua de Neptuno rezaba así: “o me dais de comer, o me quitáis el tenedor”. Cono de explosión en las in- mediaciones del Hospital Clínico.
  • 16. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 13 Y, cómo no, oportunidades para el ingenio: el legionario Mateo Cabezón inventó el “cantimplorófono”, sistema de escucha por el go- llete de una cantimplora enterrada en el suelo para delatar el trajín de los mineros republicanos y prevenir su actividad. Más muestras: torti- lla de patata sin patata ni huevo, elaborada con gachas con colorante a modo de huevo batido y fritura del albedo blanco de las naranjas como patatas. Además de la confrontación entre columnas, a los tabores marro- quíes y banderas de legionarios se opusieron las brigadas internacio- nales, los batallones anarquistas y los “gremiales”. Una vez más, ingenio y amargo gra- cejo: el de peluqueros era el batallón “Fí- garo”; el de profesores, “de la pluma”; el de los matarifes, “leones ro- jos”; el de futbolistas y árbitros, “deportivo”. En el clínico tocó el de los mineros asturianos, “batallón del subsuelo”, que se encargó de la subterránea guerra de explosivos, a los que se opusieron zapadores rebeldes. El hospital soportó cuatro grandes explosiones, que pusie- ron de relieve la resistencia de su estructura de hormigón armado. Uno de los tres bunkers del Parque del Oeste, esta vez custodiado por palomas.
  • 17. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 14 Durante su frente estabilizado hasta el final de la guerra, corrieron leyendas. Entre las falsas, que las granadas subían por los ascensores para explotar en la planta marcada; o que los moros enfermaban al comerse los animales de experimentación animal. El Clínico no tenía los ascensores en funcionamiento ni animales para experimentar (aun- que sí el Instituto de Higiene, donde parece que se dio el caso). Lo que sí sucedió fue la muerte de Buenaventura Durruti. Su columna fue una de las encargadas de la defensa del hospital, y en sus cercanías (seguramente en la actual Avenida del Valle) murió el legendario líder anarquista. Se dice que por una bala desde el Clínico, por los comu- nistas ante sus muestras de indisciplina, o por un disparo fortuito de su “naranjera”, fusil ametra- llador de gatillo poco se- guro. Quién sabe, pero sin duda esto contribuyó a su leyenda. El día 20, el Dr. Bastos confirmó su muerte en un Hotel Ritz reconver- tido en hospital. El mismo día que José Antonio, que cruel ironía. Muchas son las huellas que esos duros momentos nos han dejado: en el Parque del Oeste, línea vital que fue desde el Manzanares hasta el Clínico, quedan en pie tres bunkers. En la boca de disparo del más alejado de ellos unas palomas han hecho su nido, bonita alegoría de la Impactos que aún perduran en la piel de la Universidad.
  • 18. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 15 paz. También impactos de bala en la piedra de la Universidad y cráte- res de respetable diámetro debidos a granadas de mortero en el campo del Clínico, que a simple vista parecen depresiones del terreno. Las ruinas del hospital contemplaron el punto final de la Guerra Civil Española, que tuvo lugar el 28 de marzo de 1939. Sus protago- nistas fueron dos coroneles: el republicano Adolfo Prada y el fran- quista Eduardo Losas. Prada, acompañado por su estado mayor, rindió Madrid a los rebeldes dando así por concluida una terrible gue- rra fratricida, quizá por ello, el acontecimiento más triste en la historia de España. Nuestro hospital resurgirá algunos años después, pero aun en nuestros días, como un veterano combatiente, conserva algunas cica- trices. 
  • 19. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 16 Como Ave Fénix "La primera destrucción de la Ciudad Universitaria fue motivada por la ocupación de todos sus edificios, construidos para laboratorios, aulas y seminarios, pero no para fortalezas ni cuarteles"…"Desapare- cieron las delicadas instalaciones, arrancadas con el consiguiente van- dálico destrozo, para los fines y empleos más absurdos. Las maderas, así como el corcho de aislamiento, se emplearon como combustible destruyéndose para tal fin costosos revestimientos; los libros y mesas de laboratorio se utilizaron para inútiles parapetos; aparatos sanitarios y mobiliario, fueron a parar a lejanos hospitales, oficinas y habitacio- nes oficiales"...."Cuando en 1939 a la liberación de Madrid se hizo balance de tanta destrucción, pudo comprobarse que fue mucho ma- yor el daño de la acción personal y directa del hombre, que el estrago de las armas bélicas". Estado del Hospital Clínico tras la guerra. Fotos: Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo.
  • 20. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 17 Son anotaciones hechas en 1943 por Modesto López Otero, di- rector del proyecto constructivo de la Ciudad Universitaria, recogidas en la obra de Pilar Chías: La Ciudad Universitaria de Madrid: planea- miento y realización. Estas afirmaciones completan el panorama sobre el efecto devas- tador de balas, minas y granadas y obuses en el edificio. Tras el con- flicto bélico, el hospital era una verdadera ruina: "Las redes exteriores de abastecimiento y evacuación quedaron muy dañadas por los efec- tos explosivos subterráneos…Pero las estructuras y fábricas resistie- ron heroicamente, apareciendo sometidas a esfuerzos sorprendentes y acciones mecánicas incomprensibles, con situaciones de equilibrio que no podían explicarse…", como cita de nuevo López Otero. No era más que una dolorosa sombra, pero seguía en pie. Concluida la contienda, dos posturas pugnaron respecto al futuro de la Ciudad Universitaria: una, defendida por no pocos ideólogos del Régimen, postulaba que el conjunto debía permanecer en ruinas como testigo de una cruzada; además, por solicitud del ministro Arrese, se pretendía devolver la Universidad complutense a Alcalá para apartar de la urbe a la siempre díscola masa estudiantil. Como dijo el catedrá- tico de historia del arte, Bonet Correa: “El morbo arqueológico de estas ruinas tenía mucho que ver con el intento de fijación de una temporalidad bélica que negaba el futuro como realidad y se compla- cía en la proyección del pasado sobre el presente”. La segunda postura era la defendida por el propio Régimen, que optó por una transfor- mación de la universidad republicana en otra nueva de corte nacional católico. Como respuesta y por decreto de septiembre de 1939, el Es- tado se hacía cargo de la total restitución de los servicios públicos co- rrespondientes a su ámbito (nacional, provincial o municipal). Así, por
  • 21. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 18 iniciativa del arquitecto Pedro Muguruza y con el sesgo cultural del nuevo régimen, se creó en marzo de 1940 la Dirección General de Arquitectura, y el 10 de febrero de ese mismo año la Junta Construc- tora de la Ciudad Universitaria, que estaría presidida por el propio Franco. Respecto a los proyectos reconstructivos de la Junta, pueden hoy contemplarse dos maquetas de 1943 en el amplio vestíbulo de la Fa- cultad de Medicina: una, propiedad del Ejército del Aire, presenta el estado de la universidad tras la guerra; otra, propiedad de la Universi- dad, muestra el proyecto de reconstrucción (ver foto). A partir de ese momento, resulta necesario explicar las causas que dilataron tanto en el tiempo el traslado total del Hospital Clínico desde la calle Atocha a la sede actual (1965) y su rehabilitación completa (1969). El hospital se enfrentaría a las nuevas prioridades de la Direc- ción General y a la escasez de recursos y ayudas: durante los años 40 y 50 por un lado, la reconstrucción de zonas devastadas en todo el Maqueta del proyecto de reconstrucción de la Uni- versidad (1943), en la Facultad de Medicina. En primer plano, el Hos- pital Clínico; al fondo y a la derecha el ambicioso proyecto para el Para- ninfo, que nunca llegó a construirse (hoy día al- berga instalaciones depor- tivas).
  • 22. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 19 país, la construcción de nuevos barrios administrativos de alto simbo- lismo, como el conjunto de Moncloa (arco de triunfo, panteón -hoy Junta Municipal de Moncloa Aravaca- y Ministerio del Aire); por su- puesto, también la construcción del Valle de los Caídos, proyecto in- signia del régimen, pero también las de nuevos centros sanitarios ligadas al concurso del INP para el Plan Nacional de Instalaciones Sanitarias (1945-46), de donde surgirían por ejemplo, el traslado del hospital de La Princesa a su actual sede o la inauguración de la Clínica de la Concepción, ambas en 1955. Por último, ya en los años 60, las nuevas construcciones sanitarias derivadas del periodo tecnócrata y desarrollista, como el Hospital Universitario La Paz (inaugurado en 1964) y la Ciudad Sanitaria Francisco Franco, hoy día Hospital Uni- versitario Gregorio Marañón (1968). Tras el exilio del arquitecto del hospital, Manuel Sánchez Ar- cas, los encargados de su recons- trucción fueron Miguel de los Santos, Pascual Bravo y Agustín Aguirre. La reforma estructural del ala sur concluyó en 1949, pero hasta 1957 no se encargó su com- pleta reconstrucción y equipa- miento al entonces director del Clínico San Carlos en Atocha, el Profesor Martín Lagos, que tam- bién lo será del nuevo hospital en 1962. Mientras tanto, ya se había Placa conmemorativa del primer curso como director del Profesor Martín Lagos, director del hospital, obra del es- cultor Santiago de Santiago.
  • 23. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 20 iniciado la primera actividad asistencial en 1951, con la cátedra de Pa- tología General del profesor Bermejillo en la planta segunda sur. El tesón del Dr. Martín Lagos supuso el empuje definitivo para el traslado del hospital desde Atocha, que tuvo lugar en 1965. Así ha- blaba el profesor en 1969, en el discurso de transmisión de poderes al nuevo director, D. Francisco Orts Llorca, recogido por el Dr. Pérez Peña en La Delegación de Médicos y el Clínico de San Carlos: “Cuando en 1957 se me encargó la reconstrucción del Hospital Clí- nico, no contábamos más que con las ruinas gloriosas dejadas por la guerra y unos planos […] en julio de 1962 se terminó la construcción del Ala Sur del Hospital, con 100 camas, una clínica de Médica, otra de Quirúrgica, todas las especialidades menos psiquiatría, inició Reha- bilitación, Escuela de Enfermeras, Laboratorio, Rayos X y consulto- rios. […] Pasados tres años [...] se inició la construc- ción del Ala Norte que ha sido más ac- cidentada […] el puente de unión de ambas alas que El Clínico según la maqueta de 1943 y el edificio en 1982. Obsérvense las princi- pales diferencias: pabellón de consultas del ala sur en lugar de los elementos circulares previstos para cátedras y qui- rófanos, y cierre completo de la fachada este.
  • 24. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 21 hubo que reforzar con una obra ingente, ha atrasado más de un año la construcción”. La inauguración oficial del ala norte no tendrá lugar hasta 1969, asumiendo plenamente el hospital sus tres funciones: asis- tencial, docente e investigadora. Además, como cita Alberto Pieltáin en Los Hospitales de Franco: “Los presupuestos que la Universidad podía destinar a las obras del nuevo Hospital Clínico eran ridículos frente a los manejados por la Caja Nacional del Seguro Obrero. Por ello hasta 1967 muchos de los servicios del Hospital Clínico no pudieron trasladarse desde su anti- guo emplazamiento […] al nuevo edificio […] Ese traslado de los úl- timos servicios clínicos de la Universidad instalados todavía en Atocha tuvo que realizarse a la fuerza y con prisas, porque su propietaria la Diputación Provincial, obligada desde siempre a compartirlo con la Universidad, estaba también de mudanzas”. En 1962 se firmó el concierto entre el Instituto Nacional de Pre- visión (INP) y la Dirección General de Enseñanza Universitaria, para el ingreso de enfermos del Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE) en el Hospital Clínico, abonando el INP la estancia: 220 ptas. diarias por cama y 75 por acompañante. Por Último, en 1968 se firmó el Convenio regulador de colaboración entre la Universidad y la Seguri- dad Social, por el que ésta (representada por el INP), se hacía cargo de la administración del centro. Volvemos al discurso de Martín La- gos: "Abrir el hospital era relativamente fácil, el problema era mante- ner 700 camas con 20 millones de pesetas de subvención, cuando el presupuesto de gastos alcanzaba a 70 millones de pesetas. […] no ha- bía más remedio que concertar con el INP.”
  • 25. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 22 El Hospital había conseguido por fin resurgir de sus ruinas, y aunque aún no se han borrado las huellas de la guerra (como así lo demuestra el reciente hallazgo de obuses en este mes de julio), hoy día es uno de los referentes de la sanidad pública. Como el ave Fénix, murió para renacer con mayor pujanza. 
  • 26. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 23 La importancia de llamarse Clínico San Carlos “Los médicos ni sangran, ni purgan, ni echan ayudas, ni limpian sudores, que eso toca a los menestrales de la facultad: cirujanos y san- gradores” (Nicolás Antonio de Araujo y Salgado, 1716). Este texto expresa las diferencias existentes entre médicos y ciru- janos en los albores del siglo XVIII. Los médicos aprendían latín y filosofía en la facultad (denominados por ello como “latinos”), debían certificar su limpieza de sangre, tener grado de bachiller en artes, haber cursado cuatro años de medicina en universidad y dos años de práctica bajo la tutela de un médico experimentado. Los ciruja- nos podían tener dos categorías: los llamados “la- tinos”, de “ropa larga” o de “toga”, que para poder ser admitidos a examen debían acreditar, ade- más de la consabida limpieza de sangre, tres cursos de artes, asistencia El Porras Ilustrado, manual bilingüe de 1733 para cirujanos latinos y romancistas.
  • 27. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 24 simultánea durante tres años a las cátedras de medicina y cirugía y dos años de práctica. El otro tipo, de inferior consideración, pero muy experimentado, era el de los llamados cirujanos de “ropa corta” o “ro- mancistas”, que desde 1603 para ser admitidos a examen solo tenían que acreditar cinco años de práctica con personas hábiles en técnicas concretas. Los nombres de unos y otros, pues, derivaban de su for- mación y examen en latín o en lengua romance. Al resultar práctica- mente igual de duro hacerse cirujano latino que médico y tener éstos mejor consideración científica, social y económica, la mayoría optaba por este último título. La práctica de todos ellos estaba regulada por el Protomedicato, una institución nacida en 1477 que culminó su reforma en 1588; se encargaba de otorgar los títulos que habilitaban la práctica en sus di- ferentes categorías y a vigilar la praxis médica. Estas diferencias pro- fesionales hicieron que desde la Edad Media los aspirantes a cirujano se asociaran a personas que de forma ambulante realizaban muchas tareas de índole higiénica y sanita- ria: los barberos. De este modo, y para completar el panorama, se ge- neró una pléyade de denominacio- nes por actividad: cirujanos barberos, sangradores, fleboto- mistas, etc., que podían realizar Estatua de Antoni Gimbernat i Arbós, primer director del Real Colegio de Cirugía de San Carlos (1787-1814), en la entrada de nuestro hospital.
  • 28. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 25 extracciones de muelas, trepanaciones, fracturas, sangrías, asistencia en partos, etc. Obviamente, había muy pocos cirujanos latinos, y la diferencia de categoría entre un médico y un cirujano romancista era demasiado amplia: el médico era un profesional familiarizado con los clásicos y el cirujano un artesano poco formado que trabajaba con las manos (siempre peor considerado en nuestro país). La institución del Proto- medicato, además, velaba por mantener estas diferencias. Los médicos atendían “las fiebres” (interno) y los cirujanos el “cuerpo externo” (heridas, fracturas y manifestaciones externas), pudiendo hacer san- grías y purgas en presencia de médicos. La medicina había tenido un importante impulso durante el siglo XVI, pero la España del siglo XVII experimentó cierto estancamiento respecto a Europa. La llegada de la Ilustración perseguía el bienestar de las personas a través de la razón y el dominio de la naturaleza, abandonando los dogmas o, al menos, considerándolo de forma muy crítica. Como dijo Kant, la humanidad alcanzó con ello su mayoría de edad. Asimismo, el desarrollo tecnológico, la geopolítica, las nuevas necesidades de las armadas y los avances europeos en materia médica obligaban a replantear una reforma de las necesidades sanitarias. En Francia, Desault había realizado grandes avances en el conocimiento de la cirugía y había reglamentado la enseñanza clínica dirigida. Era preciso, pues, que Dupuytren, Herman Boerhaave y otros grandes nombres de la ilustración fuesen conocidos y estudiados en nuestro país. Fruto de esta necesidad surgieron los Reales Colegios de Cirugía de Cádiz (1748) y Barcelona (1768).
  • 29. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 26 El de Madrid ya había sido ideado (aunque no llevado a cabo) por Fernando VI, quien dijo, como cita Juan Riera: “la finalidad de este nuevo colegio en Madrid era cultivar sólidamente la cirugía y anatomía por medio de la observación y experiencia, y asimismo para promover su adelantamiento y perfección”. Carlos III enviaría a sus cirujanos Gimbernat y Rivas a Inglaterra, Francia y Holanda para recibir estas teorías y actualizaciones, que verán su fruto con la fundación del Real Colegio de Cirugía de San Carlos en 1780. Gimbernat, su primer di- rector, dotó a las instalaciones de Atocha de anfiteatro, biblioteca, au- las, piezas anatómicas naturales y también artificiales (una interesante muestra se pudo observar en “Arte y carne. La anatomía a la luz de la Ilustración”, exposición celebrada en 2017 en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense), además de atender una clínica de cincuenta pacientes, asistidos por veinte estudiantes residentes en ré- gimen de internado. Placas madrileñas de la Calle del Hospital (antiguo Callejón del Niño Perdido y ala del primer pabellón de hospitalización) y del neoclásico edificio del Colegio de Cirugía de San Carlos, parte del cual es actual sede del Colegio de Médicos de Madrid. Ambas se encuen- tran al final de la calle de Santa Isabel, junto al actual Museo Centro de Arte Reina Sofía.
  • 30. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 27 De este modo se potenciaba y actualizaba la metodología “clí- nica”, basada en la observación a pie de cama y potenciada por los primeros cirujanos ilustrados (el término “kliné” significa cama, pero también inclinar, en referencia a la posición del médico sobre la cabe- cera). Empezarán a proliferar las clínicas de especialidades, con la con- siguiente observación del paciente durante todo el proceso y la generación de las correspondientes historias clínicas. Las dinámicas de los reales colegios no coinci- dían con los intereses de las universidades y pug- naban con el Protomedi- cato, que aun consideraba la cirugía como un saber menor que no necesita tanto aporte teórico (“para ello estaban los médicos lati- nos”). El Consejo de Castilla dictó la división del Protomedicato en tres especialidades (medicina, cirugía y farma- cia), y tras la reforma de Custodio Gutiérrez, demostrador de anato- mías de hospital general y futuro presidente de la nueva entidad, el Artículo en “La Ilustración” sobre la nueva sede de la Facul- tad de Medicina de Madrid, dependiente entonces de la Universidad Central (1849).
  • 31. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 28 Real Colegio de Cirugía de San Carlos quedaría definitivamente regla- mentado en 1787. La pujanza y novedad metodológica del Real Colegio trajo un pe- riodo de uniones y desuniones que cristalizarían en la creación de la Facultad de Medicina. Ambas disciplinas no reunirán sus saberes hasta 1821 (Escuela especial de la ciencia de curar), 1827 (Real Colegio de Cirugía y Medicina), y 1843, año de creación de la Facultad de Ciencias Médicas, denominada definitivamente como Facultad de Medicina en 1845, y que contaba con su Hospital Clínico. En 1846 el Hospital General (Provincial desde 1849) cedió algu- nas salas de la primera planta del pabellón lateral (o de Sabatini) a la Facultad de Medicina para que tuviera más camas y pudiera ingresar a sus enfermos, y el 15 de agosto de ese año se hicieron públicas nuevas Instrucciones generales para la organización y gobierno de las Clínicas de San Carlos. Ciertos roces entre ambas instituciones (se decía que las doscientas cuarenta camas de la facultad generaban un gasto similar a las ochocientas del Hospital General), propiciaron que en 1867 se crease el Hospital de las Clínicas de San Carlos, al ceder la Diputación Provincial dicho pabellón a la Dirección de Instrucción Pública. El nombre definitivo de Hospital Clínico de San Carlos se establece por fin en 1875, gracias a las gestiones de don Julián Calleja, uno de los grandes maestros de la anatomía en España.
  • 32. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 29 La normalización académica de medicina y cirugía y el desarrollo científico y técnico europeo favorecieron la profesionalización de tra- dicionales actividades sanitarias: los practicantes, reconocidos en 1857, las matronas, en 1876, y la primera escuela de enfermería, en 1896. Pero también nos ha quedado algún curioso recuerdo de los primeros tiempos, como el poste de los barberos, cuyo origen era un bol (símil de contenedor de sanguijuelas) sobre un cilindro rojo (el brazo o el bastón donde éste se apoyaba) y otro bol debajo (batea), que anunciaban la actividad del sangrado. Se acabó transformando en una bola sobre un cilindro con franjas blancas para indicar la acción de vendar (desde mediados del siglo pasado se podía presentar gi- rando). El añadido de las franjas azules tiene varias explicaciones: la sangre venosa junto a la arterial; que se completaban los colores de las banderas de Francia y Estados Unidos, donde estos postes adquirie- ron gran popularidad; o que el azul fue el color corporativo de los barberos desde su separación de los cirujanos en la Inglaterra de 1800. Publicación de la inauguración del hospital con su actual nombre en la calle de Atocha (Gaceta de Madrid, 23 de noviembre de 1875).
  • 33. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 30 De la mano de aquella hermana menor, de aquellos cirujanos re- novadores, había surgido una nueva medicina. Como dijo Sagrario Aznar (“Origen y fundación del colegio de cirugía”, 1991): “la historia de San Carlos no es la historia de una simple institución, importante por sí misma, sino la historia de toda la reforma médica en la España del siglo XVIII”. 
  • 34. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 31 Forma y función Los primeros edificios hospitalarios documentados en España (quedan restos de algunos de ellos), corresponden a las épocas romana (los valetudinaria), visigoda (Xenodoquio de Mérida) y musulmana (maris- tanes y al-madrasas de Córdoba y Granada), pero las tipologías de edifi- cios sanitarios que acabaron imponiéndose partieron de instituciones cristianas. Se trataba de hospitales con actividad no estrictamente sa- nitaria, sino solidaria: atender a caminantes, pobres y enfermos, sobre todo desde los inicios de las rutas de peregrinación. Beneficencia, alo- jamiento, caridad y curación caminaban de la mano; por ello hostal y hospital son palabras hermanas, que solo se disociarán de su origen latino común a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando despega la medicina social y se inicia un turismo aun de élites. Los primeros hospitales medievales españoles eran recintos de- pendientes y adosados a los centros religiosos, en principio de naves simples, pero en otros casos seguían el modelo claustral monacal de naves en torno a un patio. Por su gran serenidad y belleza este modelo se llevó al ámbito palaciego desde finales de la Edad Media y comien- zos de la Moderna, siendo imitado por la nobleza también en sus pa- lacios; así, los hospitales de Granada, Santiago de Compostela, Sevilla o Toledo responden a esta tipología, que se instaura definitivamente
  • 35. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 32 en el siglo XVI mediante trata- dos, como el de Filarete en Mi- lán. Se trata de edificios con bellas portadas e interiores con logias en torno a un patio o naves en cruz formando cuatro patios (tipo preferido, pues la intersección per- mitía observar a todos y escuchar la misa. Es el llamado sistema pan- óptico). Como vimos en números anteriores, los Reyes Católicos dieron el primer gran impulso a los hospitales, que en Madrid llega- ron a ser cinco. Quedan en la ciudad dos vestigios de uno de ellos: el Hospital de La Latina, cuya bella fachada principal se encuentra expuesta en el exte- rior de la Escuela Técnica Supe- rior de Arquitectura y cuya no menos bella escalera principal se encuentra en la Real Acade- mia de Ciencias Morales y Polí- ticas (casas de los Lujanes, plaza de la Villa). Se trataba de un simple edificio Plantas de los hospitales Real de Granada (izquierda, 1526) y Maudes (Madrid, 1916). Fachada del Hospital de La Latina (1499), actualmente en la Escuela de Arquitectura de Madrid.
  • 36. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 33 en torno a patio, cuya iglesia compartía con el monasterio de las Con- cepcionistas. Debe su nombre a su fundadora, Beatriz Galindo, “La Latina”, humanista y profesora de Isabel La Católica. La entrada del concepto de hotel desde Francia, a comienzos del siglo XVII, derivará hacia un modelo dieciochesco de grandes patios con alas que lo abrazan y no más de tres alturas sobre la planta baja, como se puede apreciar en el antiguo Hospital General de Madrid, actual Museo Centro de Arte Reina Sofía. Otro modelo derivado del barroco es el panóptico radial, de escasa aplicación en España, pero con un original ejemplo en un revival de principios del siglo XX en Madrid: el antiguo Hospital de Maudes, cercano a Cuatro Caminos. Pero el modelo que más se impondrá en Europa y que se empleará profusamente durante todo el siglo XIX será el de pabellones inde- pendientes por especialidades, llamado también de colonias, como el Stonehouse de Plymouth o el Lariboisière de París, que influirán en España en el Sanatorio de Oza (A Coruña) o el Hospital Santa Creu i Sant Pau (Barcelona). Para acometer la construcción de nuestro Clínico, como para la del resto de la Universidad, sabemos que en 1927 se realizó un amplio viaje por EEUU, relatado en el libro “El viaje de la Utopía”, de Pablo Campos Calvo-Sotelo. El modelo finalmente aceptado fue el recién inaugurado en 1928 Medical Center de New York, del arquitecto Gamble Rogers, cuya similitud estructural con nuestro hospital se aprecia a simple vista (igualmente, se trataba de un hospital universi- tario). El nuevo modelo hospitalario se debía en buena medida a dos innovaciones: en primer lugar, la introducción de la teoría de gérme- nes contra la tradicional de miasmas. Ésta última afirmaba que el ori- gen de los contagios eran los gases que emanaban desde el suelo y
  • 37. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 34 ascendían; la primera, que se debía a la transmisión de gérmenes entre perso- nas. Por tanto, el aire (y por ende la altura) no era ya un factor de riesgo. Esto, y la difusión de los ascensores (desde los años 20 para todos los grandes edificios) favore- ció el desarrollo en altura. Su planta tenía forma de “peine”, las habitaciones de los pacientes se ubi- caban en sus “púas” orientadas al sur (que en nuestro hospital recibi- rán el nombre de “martillos”). En nuestro hospital se acabarían añadiendo terrazas en los extremos. Los servicios centrales se encon- traban en la base y los pisos se distribuían por especialidades, sustitu- yendo a los tradicionales pabellones independientes. Este sistema optimizaba la energía, la limpieza y disminuía los amplios recorridos que se efectuaban en los hospitales de pabellones al centralizar los servicios principales. El arquitecto de nuestro hospital, Manuel Sánchez Arcas, que fue uno de los expedicionarios, hace el siguiente comentario respecto al hospital americano: “El problema fundamental, resuelto en este caso, ha sido el relacionar íntimamente los distintos departamentos, clínicas El Medical Center de Nueva York (izquierda, 1928), un modelo para el Hos- pital Clínico San Carlos. Fuente: VV.AA., Radiografía de una estructura. Eduardo Torroja y el HCSC de Madrid.
  • 38. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 35 de distintas espe- cialidades, labora- torios, facilitando su cooperación, evitando repeticio- nes inútiles y cos- tosas de muchas instalaciones y de- partamentos, siendo, por esto mismo más eco- nómico el funcionamiento del edificio […] Entre los grandes aciertos del edificio que nos ocupa ha sido determinar el grupo de enfermos que corresponde a cada planta o clínica, y que es aproxima- damente setenta” (Revista Arquitectura nº 119(2), 1929). Así pues y tras esta referencia, nuestro hospital constituye un mo- nobloque de especialidades independientes con 170.000 m2 de super- ficie. Como buen modelo tiene su canon de proporciones, que da rigor y homogeneidad al conjunto y permite su polifuncionalidad en una malla ortogonal que se ideó para que se ajustara a cada uso, y cuyas medidas básicas son 3,75 x 6,57 m., agrupadas en series más o menos numerosas según exigencias funcionales de laboratorios y uni- dades clínicas: diagnóstico, hospitalización, enseñanza e investigación. Como innovaciones técnicas importantes destacan las estructuras de hormigón del ingeniero Eduardo Torroja (abuelo de Ana, la célebre cantante del grupo Mecano), el mismo autor del desaparecido Fron- tón Recoletos y del voladizo del hipódromo de la Zarzuela, entre sus más famosas obras. Su genialidad se plasma en dos estructuras: por Manuel Sánchez Arcas (izquierda, revista Nueva Forma) y Eduardo Torroja Miret (derecha, página web del Instituto de Ciencias de la Construcción Eduardo Torroja).
  • 39. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 36 una parte, las de cáte- dras y qui- rófanos, cubiertas poligonales para estan- cia en tea- tro de 21,4 m. de diá- metro con una luz de linterna de 10 m., que supusieron una revo- lución para la contemplación de sesiones y prácticas anatomo- quirúrgicas. Por otra parte, los magistrales estudios de flexibili- dad y equilibrio de terrazas y losas de solárium, cuyas deformaciones imposibles producidas en la guerra no fueron óbice para que se man- tuviesen en pie junto a la estructura principal, lo que habla de su ex- celente factura. Todas ellas se llevaron a cabo con un espíritu experimental de comprobación y ensayo, construyéndose previa- mente maquetas con tamaños y cargas proporcionales para llevarlas a su dimensión definitiva una vez comprobadas sus resistencias. Miguel de los Santos, Agustín Aguirre y Pascual Bravo empren- derán la reconstrucción del hospital en los años 40 bajo los mismos Estructuras de cátedras quirúrgicas, retí- cula modular y losas de los solariums. Fuentes: Antuña, J., Las estructuras de edificación de Eduardo Torroja Miret, 2003 (izquierda). Centro de Estudios Históricos de Obras Públicas y Urbanismo (derecha).
  • 40. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 37 principios que Arcas y Torroja. Su larga andadura y nuevas necesida- des fueron dando paso a proyectos que han cambiado en parte su pri- migenia fisonomía. Así, de las diez cátedras que llegaron a proyectarse en las plantas bajas, siete cedieron a pabellones para consultas (sur) y radiodiagnóstico, anatomía patológica y medicina nuclear (norte). Las tres estructuras hexadecagonales que se pueden apreciar hoy albergan dependencias con servicios administrativos del hospital, salas de ex- tracción y pabellones de oncología y psiquiatría. Asimismo, el que fue complicado cierre del frontal este del edificio alberga una nueva es- tructura para albergar el servicio de Urgencias, habilitado en dos plan- tas y con rampa de acceso. El valor constructivo de nuestro hospital tiene su expresión en que sea un edificio catalogado y protegido por el patrimonio arquitec- tónico y monumental, considerando su gran importancia estética y funcional. Como decía el arquitecto Louis Sullivan: “la forma debe seguir a la función”, y nuestro hospital es un gran ejemplo de ello. 
  • 41. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 38 Ética y estética: de lo apolíneo La escultura de nuestro hospital tiene tres estilos bien dife- renciados, y cada uno de ellos es congruente con su intencionali- dad. En primer lugar, se encuentra el rea- lista, en la tradición de la imagi- nería española barroca en madera policromada. No hay más que contemplar las bellas estatuas que se encuentran en nuestra capilla, destacando tres tallas: Cristo crucificado, San Carlos y la In- maculada, del autor caste- llano Faustino Sanz Herranz en 1975, en madera de caoba. Dentro de este estilo realista, resulta interesante la Virgen del pabellón C, a la Las tallas de Faustino Sanz, heredero de Gregorio Fernández y Salzillo; uno de los últimos grandes imagineros madrileños. Una sencilla Virgen de cemento, no por ello menos digna y evocadora.
  • 42. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 39 vista de muy pocos y no accesible. Fue una contribución de la comuni- dad de religiosas, y algunos la atri- buían “facultades milagrosas curativas”. Se encuentra en una de las cubiertas de este pabellón. Su va- lor artístico es más que discreto, pero su evocadora ubicación es innegable. En segundo lugar, se aprecia un simbolismo alegórico, que es de tipo expresionista en la obra del autor Ra- món Lapayese, y se encuentra en la puerta A (recordemos que es la puerta más institucional del hospi- tal, la que nos sigue vinculando a su origen docente). En el interior se encuentra el San Carlos Bo- rromeo, patrón de nuestro hospital, una escultura de gran formato que presenta al santo con sus atributos de obispo (lo fue de Milán en el siglo XVI); una talla en madera policromada que no abandona la tra- dición española, muy propio de este autor. La puerta A presenta en su exterior dos grupos alegóricos flan- queando la entrada. También son obra del citado artista Ramón Lapa- yese del Río, autor por otra parte, y entre su ingente producción, de tallas en la Universidad de Córdoba y en la basílica del Valle de los Caídos. En nuestro caso, el grupo de la derecha representa a la medi- cina, y el de la izquierda a la cirugía. Sabiduría y virtud en figuras fe- meninas, al estilo de las musas, que encarnan cualquier tipo de saber. La medicina está representada por Higía, hija de Esculapio y diosa de San Carlos Borromeo, cardenal, arzobispo de Milán y patrón de nuestro hospital, obra de Ramón Lapayese, que siempre se caracte- rizó por su respeto a los materiales tradiciona- les, en este caso, la madera.
  • 43. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 40 la curación, con sus atributos de copa y serpiente que bebe de ella, y su vestido de peplo clásico. La figura principal del otro grupo, sin atri- bución a diosa alguna, encarna la práctica de la cirugía y su enseñanza. No quiso el hospital olvidarse de sus orígenes quirúrgicos. Ambos grupos presentan la figura principal, dos aprendices y sen- dos libros a sus pies, remarcando el carácter docente de la institución. De Higía proviene el vocablo “higiene”, así como de otra de sus her- manas, Panacea, el sustantivo que indica que todo lo cura. La copa y serpiente de Higía, que representa hoy la farmacia, tiene su significado: la copa es un símbolo femenino de contenedor que aloja el medica- mento, los fitoextractos de la vida. La serpiente, que bebe de ella, es el animal capaz de dejar atrás el mal y regenerarse, como sucede con su cambio su piel. Alegorías de la medicina y la cirugía en la entrada principal del hospital; obras de Lapayese plenas de simbolismo, logro del autor entre el clasicismo y la abstracción.
  • 44. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 41 Los tres conjuntos de Lapayese fueron realizados a comienzos de los años 70 del siglo pasado, y en ellos se manifiesta un acusado ex- presionismo geométrico como herramienta de simbolismo. Incluiremos dentro de este estilo alegórico otra representación más de Higía, esta vez de medio cuerpo y pre- sentando un acabado imperfecto en su piel, que rasca con una mano. Es una obra donada por la Asociación de Afec- tados por la Dermatitis Atópica, para plasmar el día a día de los que padecen esta enfermedad. Fue realizada en 2022 por el escultor Juan Francisco Pérez- Rosas Hidalgo. También la escultura expresionista ha sido cultivada por personal de nuestro hospital, como la obra “clamor”, alegoría del dolor realizada y donada al centro el 4 de noviembre de 1992 por nuestra com- pañera María del Carmen Gallego García. Estatua de Higía (arriba) representando la convivencia con la dermatitis, señales de una vida manifestada en la piel, a través de un excelente acabado en resina de poliéster. La acompaña una conmovedora representa- ción del dolor (izquierda), obra de nuestra compañera Mª Carmen Gallego. El Clínico siempre ha contado con grandes aportaciones estéticas, habilidades y talen- tos culturales de muy variado cuño entre su personal.
  • 45. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 42 Ambas se pueden contemplar en la puerta I, frente a la efigie del fundador Gimbernat, de quien hablaré en breve. El tercer estilo es realista, conmemorativo e institucio- nal, y se encuentra represen- tado por imágenes de médicos ilustres: la cabeza de Hipócra- tes, el busto del fundador An- toni de Gimbernat y el bajorrelieve del Profesor Mar- tín Lagos. La primera es una pieza donada por la Fundación Hu- mans, fiel al estilo helenístico y que se muestra en la entrada de la puerta G. La segunda es una réplica en bronce obra del escultor Paris Matía, cuyo original se encuentra en la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense. La tercera es una placa conmemorativa del legendario profesor, que da nombre a la calle de la fachada este del edificio. Gimbernat y Martín Lagos ya quedaron citados en el capítulo “Como Ave Fénix”. Es importante no olvidar las raíces y personali- dades que han hecho grande a la medicina y a nuestro hospital. Busto de Hipócrates de Cos, el legendario médico griego (460-370 a. C.), para muchos, padre de la medicina y cuyo juramento sigue siendo com- promiso de los nuevos facultativos.
  • 46. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 43 Yéndonos hacia un campo estrictamente técnico, y aunque no se encuentre en el recinto del hospital, en la Facultad de Medicina se aloja toda una serie de esculturas en parafina realizadas en el siglo XVIII por los artistas Juan Cháez y Luigi Franceschi, de una gran perfección y que resultaron muy útiles para el Gabinete de Anatomía creado por Gimbernat en 1787. Pudieron contemplarse en la exposición “Arte y carne”, en 2016, cuyo comisario fue el paleoantro- pólogo Juan Luis Arsuaga. La Uni- versidad alberga, por otra parte, magníficos mu- seos temáticos. En cuanto a la pintura, pocos son los ejemplos de se pueden con- templar en el hos- pital, aunque la Facultad de Medicina también atesora obras que otrora se encontraban en el San Carlos de Atocha, como las del hall: “Lección X: la operación”, que refiere a una clase magistral del doctor Argumosa, por Antonio Bravo (1880). También son muy destacables los retratos de egregios médicos que se encuentran en la sala de pro- fesores, ámbito de una solemnidad que incita al máximo respeto. La lección X del profesor Argumosa, que nos retrotrae al célebre cuadro “Lección de anatomía”, de Rembrandt. Se encuentra en el hall de entrada de la Facultad de Medicina; fue trasladada desde Atocha en los años 40.
  • 47. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 44 La obra pictórica más actual se encuentra en las paredes de acceso al ámbito de UCI pediátrica y neonatología de nuestro hospital. Es obra del artista cántabro Okuda San Miguel, grafitero de pop urbano geométrico muy colorista y de gran éxito internacional, creador de fa- mosas obras, como “New Mona Lisa”, en un bloque de edificios de París, el mural “Entre dos mundos”, en la estación del Metro de Ma- drid Paco de Lucía, o el más reciente ornato del faro de Ajo, en San- tander. En nuestro caso se trata de murales digitalizados e impresos en formica, realizados en 2017 y en colaboración con la Fundación Aladina, que configuran un refrescante y positivo espacio en sintonía con la esencia de vitalidad que caracteriza a la infancia. La obra de Okuda, además, sirvió de motivación para muralizar toda la planta de hospitalización de Pediatría, que se ha visto orna- mentada desde 2019 por voluntarios de Telefónica, a través de su ini- ciativa “CurArte con sonrisas”. El hospital recibe y devuelve, un honesto intercambio. Salud y arte, Apolo e Higía de la mano en nuestro hospital. Artis- tas de gran renombre y propios de nuestra casa enriquecen la actividad Las figuras y el color de Okuda han creado un espacio mágico que ayuda a mejorar la estan- cia de los pequeños.
  • 48. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 45 sanitaria para crear armonía y salud. Como dijo Hipócrates: “la fuerza natural dentro de cada uno de nosotros es el mayor sanador de todos”. 
  • 49. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 46 Un patrón comprometido San Carlos Borromeo es el patrón de nuestro hospital, y ello se debe a que fue el santo de Carlos III, bajo cuyo reinado nació el Real Colegio de Cirugía de San Carlos, como ya hemos visto, origen de esta institución sanitaria. No obstante, compartimos patronazgo, pues también lo es de las finanzas y economía (es decir, de los em- pleados de bolsa y banca), y de los semi- naristas. Como vere- mos, tuvo un papel destacado en la gran peste que tuvo lugar en Milán entre 1577 y 1578, cuestión más cer- cana a nuestra actividad. Su festividad se celebra el 4 de noviembre, el día siguiente a su fallecimiento. Nació en 1538 en la localidad piamontesa de Arona en época de otro Carlos, el recordado como quinto en España, aunque era nuestro primero (preferimos el emperador frente al rey; ¡si los de Villalar le- vantaran la cabeza!). Fue hijo de Médicis y sobrino del Papa Pío IV, del cual fue valiosísimo aliado y ayudante. De joven, gustaba de la caza, el ajedrez y la música (tocaba el violoncelo y el laúd, parece que San Carlos Borromeo en la entrada principal del hospital. Desde más de tres metros de altura nos infunde dignidad, sabiduría y piedad. Buenos mimbres para empezar.
  • 50. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 47 bastante bien). En 1560 su tío le nombró cardenal; fue secretario de estado y administrador de la archidiócesis de Milán desde 1564. Su porte era más bien modesto, tímido y circunspecto; además, tenía un pronto atolondrado al hablar que no le ayudaba a ser caris- mático. Como dijo el cardenal Seripando: “Es hombre de frutos, no de flores; de hechos y no de palabras”. De porte delgado, tenía una importante nariz, que siempre proporciona digna severidad. Su for- mación fue clásica; prefería la mecánica a la naturaleza, todo aquello relacionado con proce- dimientos, lo minucioso y deta- llista, a la metafísica. Poseía una riquísima biblioteca y museo pri- vado, y refundó la Academia Delle Notti Vaticane, que es- tuvo en activo durante tres años (1562-1565). Se trataba de una reunión nocturna de sabios pre- lados en las que se comentaban las obras de Virgilio, Cicerón, Aristó- teles y otros autores grecolatinos. Tuvo una formación humanística muy sólida, ejerció la poesía y el ensayo y cultivó en profundidad la patrís- tica. Todo ello le ayudó en gran medida en su gran actividad pastoral, como correspondía al momento histórico del Concilio de Trento, el que las dos iglesias cristianas occidentales se disputaban la supremacía doctrinal. El cardenal Carlos Borromeo, por Giovanni Ambrogio Figino. Biblioteca Ambrosiana, c. 1575. Fuente: Wikipedia
  • 51. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 48 El destino es caprichoso; es curioso que nuestro hospital se en- cuentre cerca de la calle del saboyardo San Francisco de Sales, otro gran hombre de su tiempo y uno de sus rivales intelectuales (más por celo que por doctrina), quien a pesar de que le tuvo en alta estima, no dejaba pasar la ocasión para lanzar alguna puyita sobre sus prédicas: "El beato Carlo Borromeo tenía una ciencia muy mediocre y sin em- bargo hacía maravillas". La riqueza lírica del de Saboya no era atributo del de Piamonte, más sobrio y práctico. ¡Cuanto saber surgió en el Renacimiento en torno a los Alpes! Desconozco los fundamentos por los que San Carlos fue desig- nado como patrón de la economía, de la banca y bolsa, supongo que se debe a que, a pesar de pertenecer a la potente familia de los Médicis, llevó una vida austera y renunció a la fortuna familiar. Su gestión como arzobispo y administrador enriqueció mucho a la ciudad, lo cual per- mitió que la venta de sus bienes en el momento de la peste trajese los recursos que se precisaron ante la tragedia. El caso es que al santo piamontés le ha tocado interceder por las instituciones financieras en el más allá. También lo es de los seminaristas, por su ingente labor pastoral y de fundación de instituciones: orfanatos, asilos, colegios, e incluso la Universidad de Brera (cedida a los jesuitas, con los que mantenía excelentes relaciones). Fue un importante difusor pastoral para crear un clero capaz y virtuoso. Como ha dicho recientemente Benedicto XVI sobre su figura: "era consciente de que una reforma seria y creíble debía partir precisamente de sus pastores". Cuando Juan de Austria hizo su entrada en Milán el 11 de agosto de 1577, con la intención de dirigirse a los Países Bajos, de donde era
  • 52. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 49 gobernador, se declaró una gran peste en la ciudad. Las autoridades abandonaron la urbe y Carlos asumió el mando absoluto en esas terri- bles condiciones. Por iniciativa suya, el arzobispado vendió todos sus bienes y recogió limosnas. Nuestro patrón se dedicó a la atención de los enfermos día y noche; se dice que dormía un máximo de dos horas a diarias. Por su abnegación y extraordinaria conducta hizo que este episodio se recordara en el futuro como la “peste de San Carlos”. Murió en 1584 y fue canonizado en 1610. Unos años más tarde, a instancias de su primo y sucesor como arzobispo de Milán, Federico de Borromeo, en 1624 comenzaron los trabajos para erigir un Sacro Monte que celebrase su memoria, culminado con una gran estatua vi- sible desde el lago Maggiore. Tal obra se conoce hoy como el Coloso de San Carlo Borromeo. Se trata de una estatua sobre pedestal de 23 me- tros de altura, la mayor escultura de Italia y la segunda escultura de metal del mundo, tras la neoyorquina de la libertad. Está elaborada en bronce martillado y el santo se presenta en posición de bendecir a todo el que pase por allí. Tras disfrutarla desde fuera, se puede acceder a su interior por una escalera hacia la cabeza. A través de sus ojos y Estatua en el Sacro monte di San Carlo, en Arona. Detalle de la escalera interior de acceso. Fuente: Wikipedia
  • 53. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 50 oídos, se puede contemplar el bello lago Maggiore de Arona, en el Piamonte italiano. El santo permite llegar a la cima del conocimiento y el éxtasis estético a través de la exploración de su cuerpo. Dice un dicho que los santos siempre tienen voces que les hablan al oído. No puede ser más cierto en este caso: miles de personas visitan al año esta estatua. La estatua del hospital realizada por Lapayese (ver la historia: “Ética y estética: de lo apolíneo”) lo representa con atribu- tos de obispo, incidiendo en su cargo de administrador de archidiócesis, momento en el que sucedió el hecho de la peste. También se le representa así a la entrada de la capilla, en una talla de madera sin poli- cromar, obra del imaginero Faustino Sanz Herranz. Ambas se realizaron a comienzos de los años 70. La vocación de servicio y abnegación de este extraordinario prelado se recoge en uno de sus más famosos aforismos: “Las al- mas se conquistan de rodillas”. No puede negarse que se volcó en la vida y significa todo un ejemplo para nuestra actividad, que nunca perderá su carácter piadoso.  El San Carlos de la capilla presenta un santo más emocio- nal. Nunca tuvo barba, pero esta representación es más fiel a arquetipos de la tradición imaginera barroca.
  • 54. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 51 La joven cantora de Amón Uno de los relatos más sugerentes vinculados a la historia del San Carlos es el de su momia. Nuestro hospital no se remonta al antiguo Egipto, pero en su época de Atocha sirvió de marco para el desven- dado de una momia, posiblemente una princesa tebana, cuya última morada lleva siendo más de un siglo la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense. En 1884, Eduardo Todá (paisano tarraconense, como Gimber- nat), era cónsul de España en el país del Nilo. Inquieto intelectual, dominaba siete lenguas (catalán, castellano, francés, portugués, inglés, alemán y chino). Fue, además, un gran conocedor de las culturas egip- cia, china, filipina y japonesa, y su veintena de libros fue traducida a varios idiomas (especialmente, portugués e inglés). Infatigable viajero, recogió varios enseres y elementos del mundo egipcio; entre ellas esta momia, que acabó ese mismo año en España, aunque en circunstan- cias insuficiente- mente detalladas. Eduardo Todá i Güell, con su atuendo de cón- sul (Wikipedia) y dis- frazado de momia en el Museo de Bulaq, en la expedición de 1886 (Félix Riera, La Van- guardia, 20-6-2020).
  • 55. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 52 El segundo actor de este relato es el egiptólogo Esteban Llagos- tera, reputado arqueólogo que comenzó su búsqueda en 1976, cuando realizaba un estudio radiológico de las momias del Museo Arqueoló- gico Nacional de Madrid (en adelante, MAN). Allí encontró una ficha con la anotación "San Carlos" (Archivo MAN, Expediente 1887/1), que, según los registros del museo, estaba perdida. Según Llagostera, correspondía a la hija del gran faraón Ramsés II, la princesa Isis, como afirmó en el Congreso Internacional de Egiptología celebrado en 1995 en Cambridge. Tras años de averiguaciones, Llagostera supo que la momia fue presentada el 24 de octubre de 1886 en la ceremonia inau- gural del Aula Magna del Real Colegio de Cirugía de San Carlos, después Facultad de Medicina, cuyo nuevo edificio había sido concluido en 1834. Todá habría llevado allí el ataúd cerrado, abriéndolo en presencia de numerosas autoridades, retirando la máscara funeraria y los cartonajes y cor- tando las vendas de la momia, que fueron troceadas y sus pedacitos repartidos entre los asistentes. El ataúd, de cedro policromado, y los cartonajes se han perdido, pero Todá documentó todo el conjunto, dejando constancia del nombre de Isis y su rango, como figuraba en el ajuar. En tercer lugar, citaré un artículo de la revista de historia antigua Gerión (vol. 36, nº 1), muy detallado al respecto y escrito por Miguel Ángel Molinero (año 2017). Siguiendo a la prensa del momento, y ba- Esteban Llagostera Cuenca (foto del IPCE, Instituto del Patrimonio Cultural de España)
  • 56. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 53 sándose en el acta que se encuentra en el Museo de Antropología Fo- rense de la Universidad Complutense de Madrid, describe y analiza lo sucedido: “En el curso de 1884 a 1885 siendo decano el Exmo. Sr. Don Julián Calleja y Secretario Don Federico Olóriz, se verificó una sesión memorable. Se trataba de una conferencia sobre conservación de los cadáveres y sobre las momias recogidas por el agregado diplo- mático de España en Egipto Sr. Todá. Este acto se verificó en el gran anfiteatro con asistencia de numerosísimas personalidades científicas y políticas entre ellas el Sr. Ministro de Instrucción Pública y [el] Mi- nistro de Estado”. El acta describe puntualmente lo sucedido: “Allí, sobre la mesa de blanco mármol en que de ordinario se colocan los cadáveres, veíase un paquete largo, de un metro y 20 centímetros próximamente, cu- bierta una de sus extremidades, la más abultada, por una mascarilla y el resto por cierta envoltura de cartón extrañamente dibujada. La mo- mia, sobre la mesa del anfiteatro, aparecería cubierta por tres cartona- jes, que quedan descritos: uno sobre la cabeza, otro sobre el pecho y el tercero sobre abdomen y extremidades”. A partir de los jeroglíficos, Eduardo Todá dedujo ante el auditorio que se trataba de una sacerdo- tisa. Y también se comentó que se podía percibir “un olor balsámico propio de las resinas aromáticas de Oriente, que recordaban el olor por todos conocidos del benjuí, el incienso, la mirra, etc.” Es una in- formación del acta que también recoge Llagostera cuando se refiere, como ya se ha citado, al “triste destino de las vendas. […] Todá […] las corta en trocitos y los va entregando a todos los asistentes al acto”. Este arqueólogo también afirmó que "la momia pasó 111 años en Madrid, olvidada, nadie sabía de su importancia". Lo cierto es que la momia permaneció durante años arrinconada detrás de una pizarra,
  • 57. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 54 en un aula de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, acompañada por otras momias más recientes. Actualmente se encuentra en el citado museo de esta Facultad, totalmente desven- dada y sin ningún elemento del ajuar funerario original (posiblemente, este pasó a formar parte del nutrido museo oriental de Todá). Se discute mucho acerca de la identidad de la momia, y, por tanto, sobre su cronología exacta. Los textos de Todá en La Ilustración Espa- ñola y Americana, y los artículos de La Época y El Liberal (que resumen la sesión del desvendado), dan a entender que la tumba fue descubierta en Deir el Medina, frente a Tebas. Llagostera se inclina más por la Composición y dibujos de Ruidavets sobre fotografías de Todá (La Ilustración Espa- ñola y Americana, nº XLI, pág. 269)
  • 58. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 55 ciudad de Akhmin, en el Egipto Medio. No ayuda a aclarar esta con- fusión el hecho de que le fuese entregada a Todá en circunstancias poco claras, por lo que no se puede precisar dónde estaba exactamente la tumba. En cuanto a la cronología, Todá y Llagostera se inclinan por el Siglo XIII a. C., en la XIX dinastía, tiempos del gran Ramsés II. Por supuesto, están de acuerdo en que se trata de la princesa Isis. Por con- trapartida, Josep Padró y Mª Carmen Pérez Díez (directora de la Sec- ción de Oriente Próximo y Egipto en el MAN), lo niegan con argumentos convincentes y se inclinan más por la época de Ramsés IV, a pesar de las afirmaciones de Todá y Llagostera. En este caso nos remontaríamos al siglo XII a. C. Padró y Pérez son más partidarios de que la momia perteneciese a una niña, posiblemente una familia de decoradores de tumbas, tarea muy bien considerada y merecedora de digno descanso. Demos credibilidad a lo más sugerente y convengamos en que se trata, efectivamente de la princesa Isis, cantora en el templo de Amón en Tebas. Ser sacerdotisa era un destino común a las mujeres de la alta nobleza egipcia (en este caso, tebana). Tiene sentido su relación con la ciudad de Akhmin, cuna de la reina Nefertari, la esposa principal de Ramsés II, lo que podría indicar que Isis fuese hija de la gran reina. Ramsés II, gran mujeriego (como él mismo se reconocía), vivió 90 años y se dice que tuvo más de cien hijos con varias mujeres, entre reinas y favoritas. Actualmente está siendo investigada la tumba KV 5 en el Valle de los Reyes, una gran sepultura colectiva de supuestos hijos del gran faraón.
  • 59. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 56 La princesa era pues, cantora, y segu- ramente también danzante y acróbata, siempre bajo la dirección de la gran sacer- dotisa de Amón, título que solía recaer en la esposa de faraón. Así lo exigía el rito del mayor dios de Egipto en este momento del Imperio Nuevo. Volviendo a los estu- dios hechos por Llagostera, murió a la edad de 13 o 14 años a consecuencia de una tuberculosis. Desde que se empezó a investigar en el siglo XIX sobre Oriente y Egipto, muchos hospitales se hayan prestado a hacer investigaciones sobre momias (sean estas egipcias, guanches o andinas), ya que cuen- tan con la tecnología para ello (sobre todo, desde la aparición de los rayos X). Sirva como ejemplo este relato, pero si se busca otro más reciente, en 2017 se inició una colaboración del MAN con Quirónsa- lud para hacer autopsias virtuales; en concreto, sobre la momia de Nespamedu, médico del faraón y sacerdote del mítico Imhotep. Seguro que los cantos y el afecto por su dios de la creación se encuentran bien custodiados en ese cuerpecito de pubertad abando- nada. Que así permanezca el amor, siempre triunfante. Dice esta línea del himno de Amón, que a buen seguro recitó innumerables veces: Su beneficencia ha dado origen a la luz, […] y los corazones viven cuando le ven.  La llamada Momia de Isis. Foto del Instituto de Es- tudios Científicos en Momias, IECIM
  • 60. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 57 Gimbernat, la cirugía, el rey y las ordenanzas Sería injusto que aquí no apareciera un relato acerca de Antoni de Gimbernat i Arbós, el primer gran nombre del hospital. Este será un poco más largo, pero bien merece la pena. Fue el primer director, junto con Mariano Rivas (que murió prematuramente en el 1800), del Real Colegio de Cirugía de San Carlos; estudió con los mejores de Europa y fue un innovador en cuanto a técnicas. Su labor junto a otros nombres, como el citado Rivas y el de Pedro Virgili (su paisano y fun- dador del Real Colegio de Cirugía de Cádiz) supuso el impulso de la cirugía como disciplina académica unificada y sería el germen de su posterior unión con la medicina en el siglo XIX, como hemos visto en otros relatos. Este tarraconense, nacido en Cambrils en 1734, vivió el empuje que desde el ejército y la realeza se dio a la cirugía, dada la escasez de nombres de altura a principios del 1700, y a la vista de la situación de otros modernizados ejércitos, hospitales y universidades europeas. Fernando VI y Carlos III intentaron elevar a nuestra medicina y ciru- gía al mismo nivel, y este fue el motivo de la creación de los Reales Colegios de Cirugía en Cádiz (1746), Barcelona (1760) y Madrid (1787). Gimbernat se formó como cirujano en la capital gaditana, donde obtuvo su titulación en 1762. Ese mismo año pasó al Colegio
  • 61. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 58 de Barcelona para explicar anatomía, y poco después fue nombrado cirujano mayor del Hospital. En 1774, a instancias del propio rey Car- los III, se le financió un largo viaje de estudios por el extranjero. Es- tuvo en los hospitales de la Charité y en el Hôtel Dieu (Paris) y con el gran John Hunter (Londres). Tras viajar a Edimburgo y Leyden, re- gresó a España en 1778, y en este momento se le encarga el proyecto para establecer un colegio de cirugía en Madrid. Después de muchos años de planificación, este comenzó a funcionar en 1787 y Gimbernat fue nombrado su codirector, junto a Mariano Rivas, siendo catedrá- tico de operaciones y de "Álgebra Quirúrgica". Firmemente adherido a la corriente renovadora de la cirugía del siglo XVIII, fue organizador e ideólogo de las nuevas instituciones docentes. Sus pilares básicos para la formación de un cirujano eran la fisiología y, sobre todo, la anatomía. Su discurso inaugural del curso 1773 en Barcelona no dejaba lugar a dudas: la anatomía había de ser Busto de Gimbernat en nuestro hospital, réplica del original de París Matía, y retrato en la Real Academia de la Historia (óleo de Condoy).
  • 62. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 59 “el principal y primer estudio” de los aspirantes a cirujanos, “la puerta por donde se entra en el vasto y precioso campo de la Cirugía”, al ser ella la que “conduce y guía por el dilatado e intrincado golfo de nuestra máchina la mano y entendimiento del cirujano”. Como buen clínico, tenía muy claro que las enseñanzas teóricas debían acompañarse de una buena práctica. la Oración inaugural del Real Colegio de Cirugía de San Carlos, “sobre el recto uso de las suturas y su abuso”, que dictó en el acto apertura del colegio, marcaba también el inicio de una etapa de su vida especialmente dulce. Además de encontrarse dirigiendo un centro mimado por la Corona, vio pronto recompensada su trayecto- ria con el nombramiento de cirujano de Cámara en 1789. El apoyo de la corona se puede ver reflejado en dos fragmentos del Real Cédula de 1787 para las “Orde- nanzas formadas para el gobierno económico y escolástico del Real Co- legio…”. En la introducción ya dice el rey: “…sus Pueblos y mi Exército tengan buenos Cirujanos Latinos […] con absoluta independencia de la Junta de Hospitales y Protomedicato [...] que se costee de mi Real Erario al lado del Hospital general el edificio en que ha de darse la enseñanza pú- blica”. Recordemos que en la España de esa época convivían cirujanos latinos, romancistas, sangradores, barberos, etc., cada uno autorizado a realizar intervenciones quirúrgicas de diferente grado, habilitados Facsímil en nuestro hospital
  • 63. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 60 por el tipo de examen que hubiesen superado. Los latinos ocupaban el escalón más alto, pudiendo emplear medicamentos para tratar las enfermedades “internas” que pudieran estar involucradas con afeccio- nes quirúrgicas; es decir, lo que se llamaban “afectos mixtos”. El pro- fesor de esta cátedra, que Gimbernat y Rivas incluyeron entre los contenidos del plan de estudios, debía explicar “todas aquellas enfer- medades internas que se complican con las externas”. Con ello, los cirujanos se encaminaban a ser profesionales capaces de reunir en sí los atributos del médico y, claro está, del cirujano. Las Ordenanzas mezclaban lo docente con lo militar. Así, junto a su estructura académica se incluía un personal organizado al modo castrense, a saber: cabo de salas (responsable de las salas, al modo del cuartelero); cocinero; refitolero (responsable del refectorio, es decir, de la sala de comidas, y de la cocina y su limpieza); oficiales del colegio (secretario, bibliotecario, instrumentista -o “maestro cuchillero”-). La tesorería corría por parte de la general del rey, ya que de él salían todos los emolumentos. En cuanto a los colegiales, el curso era de cinco años, en cada uno de los cuales se podían obtener las calificaciones de “inhábil, me- diano, bueno o sobresaliente”. Se incluía un examen de reválida final y un concurso para obtener las mejores plazas. El programa de estu- dios incluía las siguientes cátedras: “Anatomía, Phisiología e higiene, Pathología y Therapéutica, Materia médica, Afectos chirúrgicos y su adjunta de vendages; Partos y su adjunta de enfermedades venéreas; Operaciones y su adjunta de Algebra chirúrgica” (álgebra, además de su sentido matemático, también significa recolocar. Se refería al arte de recomponer huesos, fracturas y luxaciones).
  • 64. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 61 Esta Real Cédula recoge taxati- vamente el apoyo a la idea de Gimber- nat: “ordeno que […] se titulen y revaliden de Cirujanos Latinos , gocen los mismos privilegios y exenciones concedidas por las leyes del Reyno á los graduados en Facultad Mayor , cu- yas mercedes extiendo igualmente desde ahora á todos los Cirujanos La- tinos, que se formen y salgan de los Colegios de Cirugía establecidos en Cádiz y Barcelona , y de los demás que con el mismo método y principios científicos que es este de Madrid se erijan en adelante en mis dominios”. Pero, además, añade: “A efecto de dar la debida estimación y honor á los que profesan esta facultad he dis- puesto también que señalándose á estos Alumnos ya revalidados des- tinos útiles en mi exército y armada, hospitales y pueblos en que se les pueda asignar por sus propios y arbitrios decente salario, los logren y obtengan con preferencia á los Cirujanos romancistas, extendiéndose de este modo la buena Cirugía Médica por toda España” (el subrayado es mío). Fuente: Biblioteca Nacional de España
  • 65. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 62 Gimbernat no careció de obstáculos. El primero, el Protomedi- cato, receloso de perder el monopolio de títulos de habilitación para la práctica médica. Otro, los médicos, que consideraron que se estaba invadiendo su terreno. Con sus protestas, lograron que se pu- blicara un decreto que estable- cía que los médicos no podían ejercer “de ningún modo” la cirugía, ni los cirujanos la me- dicina. Nuestro maestro reac- cionó y en 1799 una Real Or- den estableció reunir ambas disciplinas, tomando como re- ferencia los colegios de cirugía, ampliando su número e indi- cando que deberían pasar a de- nominarse Colegios de Medicina y Cirugía. Incluía una Junta General de Gobierno de la Fa- cultad Reunida (de la cual Gimbernat figuraba como uno de sus tres miembros), que tenía a su cargo “expedir exclusivamente los Grados y Licencias para curar de Medicina y Cirugía”. Por fin había recon- quistado una posición privilegiada, pero la existencia de estos colegios fue corta: en 1801 se puso fin al experimento aduciéndose que se ha- bían encontrado “varios inconvenientes” para “la unión de faculta- des”, y se volvió a la situación anterior. El tiempo daría la victoria al Monumento a Gimernat en Cambrils, de Lluis M. Saumell. La luz de la razón (eleneto supe- rior) se opone a los elementos de hierro inferiores: la lucha diaria del cirujano. Fuente: Web del Ayuntamiento de Cambrils.
  • 66. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 63 de Cambrils: en 1843 se transformarán los Reales Colegios en las lla- madas Facultades de Ciencias Médicas, y en 1845 en la Facultad de Medicina. El proceso significó para Gimbernat un desgaste personal que le granjeó la enemistad de los médi- cos que defendían la separación de las profesiones. Durante la ocupa- ción napoleónica fue designado para presidir el Consejo Superior de Sani- dad, pero su vocación de progreso no le hizo titubear a la hora de cola- borar con los franceses, hecho por el que Fernando VII, a su vuelta, le destituirá de sus cargos. Se separó de la vida pública, y los años restan- tes de su existencia tienen tintes oscuros; precariedad económica y ce- guera marcaron el final, en 1816, de una de las figuras más sobresalientes de la ciencia española. Gimbernat publicó unos cuantos trabajos de corta extensión; entre estos destaca el que lleva por título “Nuevo método de operar la hernia crural” (1793), donde expone con precisión la anatomía de la región inguinal, describiendo el ligamento que llevará su nom- bre. Un resumen de su vida y obras fue recogido por su hijo Agustín: “Sucinta noticia del Sr. D. Antonio de Gimbernat”, de 1828, con el fin de restituir el injustamente degradado nombre de su padre tras la vuelta de un absolutismo no ilustrado. Fuente: Biblioteca Nacional de España
  • 67. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 64 Nuestro hospital no lo ha rele- gado al olvido, y por ello tiene dos grupos escultóricos en su puerta principal: la medicina y la cirugía (ver relato: “Ética y estética: de lo apolí- neo”), que son, ni más ni menos, su historia. Además, el hospital celebra todos los años el Premio Antonio Gimbernat a la Excelencia, un reco- nocimiento de los mejores trabajos científicos del año por parte de pro- fesionales formados en nuestro hos- pital, que hayan destacado en su labor asistencial, docente e investiga- dora. Justo reconocimiento a uno de los más grandes, una figura coincidente en época, ciencia y cultura con otros grandes nombres, como Jovellanos, Jorge Juan, Feijóo o el pro- pio Goya. Don Antonio no fue menos grande que ellos, y su aporta- ción, crucial.  Fuente: Biblioteca Nacional de España
  • 68. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 65 El túnel Siempre ha corrido de boca en boca entre el personal más vete- rano del hospital la existencia de un túnel que comunica nuestro cen- tro con la Ciudad Universitaria. Aunque teñida de fantasías, que suelen acompañar la existencia de cualquier túnel no encontrado (“fue refu- gio en la guerra, se utilizaron para volar el hospital desde abajo, se han encontrado esqueletos”, etc.), es una estructura real. Una vez que se construyeron los primeros edificios de la nueva Ciudad Universitaria que tendría Madrid, se planteó la necesidad de encontrar un sistema (pionero, por supuesto, como lo era todo el planteamiento del campus) para generar agua caliente y calefacción de forma centralizada; es decir, la creación de una Central Térmica que abasteciese a todos sus edificios. Para ello, se encargó al arquitecto Sánchez Arcas y al ingeniero Eduardo Torroja, que serían autores del Clínico poco tiempo después (ver relato: “Forma y función”), la construcción de un edificio que al- bergase el equipa- miento de producción de ca- lor, junto a sus zo- nas de oficina, taller, garaje y almacén, así Situación de la Central Térmica en la Ciudad Universitaria
  • 69. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 66 como una vivienda para el responsable del mantenimiento de las ins- talaciones. Ambicioso proyecto, sin duda, fruto de lo aprendido en diferentes viajes que Sánchez Arcas realizó a Estados Unidos, donde visitó la potente central Power House de Harvard (Boston), que podía a calentar hasta ciento veinte edificios (algunos de ellos estaban situa- dos a ochocientos metros de central), como también la Heating Plant de Berkeley (California). Desde los inicios se desechó la opción de calefacción por elec- tricidad, dado su elevado coste; tampoco podría ser de vapor, pues su complejidad no aseguraba el rendimiento que necesitaría la Ciudad Universitaria. Se acordó, pues, instalar un sistema de agua caliente pro- ducida por generadores, que circularía gracias a bombas en circuitos cerrados. El equipamiento final lo constituyeron dos calderas Velox, de gasoil, y una de carbón, tipo Borsig. Lo mejor de la época. La obra fue realizada 1932. Se elaboró en el más puro estilo ra- cionalista, con una planta trazada en forma de L, formada por dos grandes volúmenes situados en distintas alturas, debido al desnivel del terreno. Se construyó en ladrillo visto, con líneas ortogonales puras Pasado y presente de la Central Térmica. Al pasear hoy, solo una placa explica los rotundos volúmenes de ladrillo. Fuentes: Urbipedia (foto de 1932) y del autor (actual)
  • 70. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 67 que solo se interrumpen por ventanas, dispuestas en bandas verticales en una de sus fachadas y horizontales en la otra, lo que le da cierta armonía estética. Destaca su singular tolva y deshollinador exterior, elemento que sirve de bisagra a los dos volúmenes y es seña de iden- tidad del conjunto. Su interior consta de grandes salas diáfanas, para albergar las primitivas calderas de calefacción. Sánchez Arcas, del mismo modo que hizo con el Clínico, siguió pautas que estéticamente transmitieran sencillez, en la sobria línea estilística del autor. Sus netos volúmenes y la ausencia de decoración dotan al conjunto de un carác- ter eminentemente funcional, abandonando cualquier atisbo de len- guaje monumental propio de otros edificios de la Ciudad. La obra recibió el premio nacional de arquitectura en 1932. El edificio fue seriamente dañado tras la guerra civil, por lo que en 1943 hubo de ser reconstruido por el propio Eduardo Torroja, aunque ya no pudo contar con Sánchez Arcas, que marchó al exilio hacia la Unión Soviética y Polonia, donde se encontraba haciendo hospitales (como el pediátrico de Nieklanska) y ayudando en la reconstrucción de Varsovia. Intervenciones posteriores han variado poco a poco la inicial fisonomía de la Central; por ejemplo, la debida al Hospital Clínico, que al estar en una cota superior necesitaba mayor presión de vapor, lo que supuso una am- pliación con nueva sala, depósito y bombas. En 1977, el conjunto fue declarado Bien de Interés Cultural.
  • 71. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 68 La instala- ción funcionó con gran eficacia en el suministro para todos los edificios situados en una cota simi- lar o inferior a la de la Central, con la excepción ci- tada del Clínico. La Central Tér- mica dio suminis- tro a todas las facultades y es- cuelas técnicas construidas hasta los años cincuenta (Facultad de De- recho, Filosofía y Letras, Medicina, Ciencias, Farmacia, Escuela de Arquitectura), con una superficie total que ascendía a 11.715 m2. Tras un funcionamiento normal durante quince años (1935-1950), empe- zaron a producirse desenganches de los edificios a los que la Central suministraba calor, pues se consideraba que las pérdidas que se pro- ducían en las conducciones afectaban a su rendimiento (hecho aun hoy, discutido). Poco a poco, algunas facultades y escuelas (y nuestro hospital) se fueron desenganchando y creando sus propias centrales. Además, se construyó un paso subterráneo en la plaza del Cardenal Cisneros que cortaba varios conductos. Tras este período de esplen- Plano de canalizaciones y su llegada al Hospital Clínico Fuentes: La Ciudad Universitaria de Madrid. Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, UCM, 1988, pág. 86
  • 72. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 69 dor, la Central cayó en decadencia, y las nuevas facultades que se construyeron a partir de 1970 con motivo de la creación de la Universidad Po- litécnica, incorporaron centrales propias. A fecha de este escrito, la Central sigue funcionando, aunque ha cambiado de combus- tible (de los iniciales carbón y gasoil, al gas na- tural), su capacidad sigue siendo superior a las demandas de los edificios que aún siguen conec- tados a esta, como las facultades de Derecho, Filosofía y Letras y Farmacia. Sigue en pie este singular edificio, que actualmente pasa desaper- cibido, pero existe un proyecto de Escuela de Energías Renovables, adosado a la Central y en comunicación con ella, que de prosperar podría revitalizar el conjunto y restituirle la gran digni- dad que tuvo. La conducción subterránea desde nuestro hospital recorre el ex- terior del ala norte, bajando por el parque Jaime del Amo, hasta llegar a la Central. Si recorriésemos el camino de los pinos (desde la puerta A hacia la Facultad de Medicina), iremos acompañados de la estruc- tura de túneles. La entrada desde nuestro hospital a este pasadizo se Canalización del vapor por galerías. Así debió ser el aspecto original de nuestro mítico túnel. Fuente: Miguel Cantoral Hidalgo: “Escuela de renovables y la Central Térmica de Ciudad Universitaria”. Universidad Politécnica de Cartagena, 2022
  • 73. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 70 encuentra actualmente cegada, es impracticable. Desde luego, los tú- neles de conducción ya estaban construidos y listos para su funciona- miento al iniciarse la guerra, por lo que no es descabellado pensar que pudieran ser utilizados de algún modo durante el conflicto, bien como tramos de acceso o bien como lugares de almacenamiento. Dejemos volar nuestra mente recordando el dicho de Borges: “La imaginación está hecha de convenciones de la memoria. Si yo no tuviera memoria no podría imaginar”. 
  • 74. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 71 Luces, cámara, ¡acción! A la cámara le gusta el Clínico, a juzgar por las cinco películas en las cuales ha intervenido. Tiene su lógica en cuanto a las que refie- ren a la guerra civil, era de esperar, pero otras más demostraron haber sucumbido a sus encantos muchos años después de la contienda, desde Neville a Almodóvar. La primera a citar habla, pues, de nuestra dolorosa contienda. Se trata de “Frente de Madrid”, una producción de los vencedores de la guerra. Edgar Neville Romrée fue su autor, y contó con actores como Rafael Rivelles, Conchita Montes y Juan de Landa. Neville, hijo de un ingeniero inglés y una condesa española, era un multifacético y curioso personaje: conde de Berlanga, artista, diplomático, escritor y director de cine. También fue autor del documental “La Ciudad Uni- versitaria”, grabado en plenas hostilidades, en 1938, uno de los prin- cipales documentos audiovisuales de las batallas en la Ciudad Universitaria y el Clínico, una durísima pelea que duró toda la guerra.
  • 75. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 72 El Clínico sale en toda su desnudez, sin maquillajes, al natural. Famélico y en los huesos, como los hambrientos combatientes, ex- hausto y a punto de caer, pero milagrosamente en pie. El argumento de la película responde a la propaganda de reconciliación que se em- prendió tras la guerra. En ella, un falangista y un miliciano, debaten malheridos en una zanja sobre la futilidad de la guerra. Demos un salto hacia los años 60, una de las décadas de oro de nuestro hospital en cuanto al séptimo arte. En 1962, “Héroes de blanco” fue una coproducción hispano argentina, dirigida por Enrique Carreras y reparto con Hurd Hartfield, Mercedes Carreras y Germán Cobos; drama en el que una doctora se debate entre el amor de dos hombres, en un marco de continuidad hospitalaria. El Clínico es el marco principal de esta obra, mostrando con profusión despachos, pasillos y varios interiores. Los planos son muy cortos y hay ausencia de panorámicas y exteriores, como corresponde al cine de esta época, aún con gran herencia teatral. 1963 alumbró “El sol en el espejo”, una historia de amor entre una mujer y un escritor fracasado en una pensión donde todos tienen
  • 76. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 73 problemas para pagar a fin de mes, pero el cartero traerá unos enig- máticos cheques para cada uno. Está basada en la obra de Alfonso Paso “Los pobrecitos”. Se trata de un melodrama con humor, sensi- bilidad, emoción e intriga, dirigido por Antonio Fernández Román, y en su elenco podemos reconocer nombres míticos del cine español de esa época: Yvonne de Lys, Luis Dávila, José Isbert y María Asquerino, con una jovencísima Gracita Morales. El papel del hospital es, en este caso, más circunstancial, pero hay planos muy significativos de fa- chada, escalera, quirófano y pasillos. En “La visita que no tocó el timbre”, de Mario Camus (1965), Alberto Closas y José Luis López Vázquez son dos hermanos solteros que se encuentran a un bebé en la puerta de su casa, al que custodian como pueden. Una comedia de intenso contenido social, que podría asemejarse, salvando diferencias, a la norteamericana “Tres Padrinos”, de John Ford (1948). La película es una adaptación de la obra homó- nima: “La visita que no llamó al timbre”, de Joaquín Calvo Sotelo, estrenada en 1949. El Clínico es el lugar de trabajo de Laura (Laura
  • 77. Historias del Clínico Ángel Yela Funcia 74 Valenzuela), la enfermera que les ayuda en los cuidados del bebé. Demos un salto en el tiempo. “Siete mil días juntos” (1994), de Fernando Fernán Gómez, es una comedia negra. José Sacristán, un insatisfecho bedel de la escuela de anatomía del hospital, está casado con una mujer mucho más joven que él (Petra, María Barranco). Las discusiones son constantes; es una cruda película llena de sarcasmos, un infierno matrimonial en un entorno mezquino y sórdido al que no le falta el humor. El irónico esperpento de Fernán Gómez brilla con la maestría interpretativa de los actores. El servicio de Anatomía Pa- tológica del Clínico ayuda a enmarcar el patetismo de unos personajes grises y dramáticos.