3. ellos, dice Jehová. 33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi
ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo”.
La sangre era un símbolo del pacto o acuerdo entre Dios y su pueblo – la sangre representaba el
compromiso de ambas partes de cumplir con los términos del pacto, si uno no cumplía le correspondía la
muerte. Dios asumió la responsabilidad de ambas partes y él asumió la muerte que correspondía al pueblo
– a nosotros. Ahora Jesús habla del ‘nuevo pacto en su sangre’, diferente al antiguo, pues la sangre en el AT
apuntaba a un sacrificio futuro. El nuevo pacto es el cumplimiento del antiguo pacto y la sangre de Jesús
constituye la señal de este nuevo pacto.
Siendo la señal del Nuevo Pacto nos recuerda dos cosas; por un lado el compromiso de Dios de cumplir con
otorgarnos todas las bendiciones de nuestra salvación; y por otro lado, nosotros tenemos la
responsabilidad de obedecer y ser leales a Dios todos los días de nuestra vida. El pecado es quebrantar el
pacto con Dios.
Entonces, en el Antiguo Pacto, el sacrificio del cordero pascual señalaba a Cristo como
el Cordero que iba a ser sacrificado para quitar el pecado del mundo. “El siguiente día vio
Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.
Juan 1:29.
3.. LA ‘CENA DEL SEÑOR’ EN EL NUEVO PACTO
Jesús estableció el Nuevo Pacto con Su sangre. “ Y tomando la copa, y habiendo
dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; 28 porque esto es mi sangre del nuevo
pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados”. Mateo 26:27‐28.
Hebreos cp. 8 y 9 Nos hablan claramente del fenecimiento del Antiguo Pacto y
del establecimiento del Nuevo Pacto por Jesucristo.
Jesús es el Cordero sacrificado y es el mediador del Nuevo Pacto. Ver Hebreos cp. 8 a 10: 25 .
Hebreos 8:6 “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre
mejores promesas”.
Hebreos 9:11‐12 “Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más
perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación. Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros,
sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención”.
Hebreos 10:10 “En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para
siempre”.
En la Cena del Señor el ‘pan’ representa ante nuestros ojos el cuerpo de Cristo que una vez fue partido por
su pueblo. El ‘vino’ representa la sangre que Jesús derramó, con la cual lavó nuestros pecados. En la Cena
del Señor, el pan no es más que pan y el vino no es más que vino, pero ambos elementos representan el
cuerpo y la sangre del Salvador.
Los creyentes, quiénes han sido lavados por la sangre de Cristo, son partícipes del Nuevo Pacto.
¿Quiénes pueden participar de la Cena del Señor? Los creyentes, renacidos, regenerados por el Espíritu
Santo y creyentes que están en comunión con Dios.
1 Cor. 11: 23‐26. “23 Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue
entregado, tomó pan; 24 y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros
es partido; haced esto en memoria de mí. 25 Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta
copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. 26 Así, pues, todas
las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”.
¿Qué debe hacer un creyente antes de participar de la Cena del Señor? Para participar en la cena Pablo
recomienda que ‘pruébese cada uno a si mismo’. Es necesario examinarnos si estamos cumpliendo con el