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CAUCE, Revista de Filología y su Didáctica, n." 8, 1985, págs. 205 - 215




                                  APROXIMACIÓN DIDÁCTICA
                                    AL CUENTO MODERNO




           MANUEL ALBERCA SERRANO*




           RESUMEN
              En el presente artículo sintetizo las principales aportaciones teóricas sobre el
          carácter específico del cuento moderno —el que surge a partir de la obra de E. A.
          Poe—, como género narrativo diferenciado, y sobre el funcionamiento de los ele-
          mentos estructurales de dicho género: suceso único, brevedad, tensión, efecto fi-
          nal, tratamiento narrativo, etc. Al hilo del análisis de estos elementos constituyen-
          tes, que ejemplifico con referencias a cuentos modernos de diversos autores (Cor-
          tázar, Borges, Monterroso, Kafka), sugiero algunos recursos didácticos que inci-
          tan a escribir sus propios cuentos a los alumnos.

           PALABRAS CLAVE
             Cuento Moderno / Elementos Estructurales y su Funcionamiento / Recursos
          Didácticos.
             0. De todos los géneros literarios, es posiblemente el cuento, por su origen,
          forma y contenido, el que mayor vinculación ha mantenido con el acontecer hu-
          mano; de tal manera se puede decir que la historia profunda del hombre es la que
          éste ha ido escribiendo con sus cuentos.
              Los tipos de cuentos son casi tegión, si bien en este momento, para lo que in-
          teresa aquí, distinguiré dos grandes grupos: los tradicionales, transmitidos oral-
              * Doctor, Catedrático de la Escuela Universitaria de Magisterio de Málaga.


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mente y más tarde recogidos de manera literaria en los libros, y los modernos, que
            nacidos en el siglo XIX, sobre todo a partir de la obra de E. A. Poe, han encontrado
            en éste su modelo más relevante. En el siglo XX, aunque los relatos breves han ido
            evolucionando en muy distintas corrientes y temáticas (la narrativa corta anglosa-
            jona, el vigoroso cuento hispanoamericano, los importantes cuentistas italianos,
            la corriente que se desarrolla a partir de la obra de Kafka, etc., Poe sigue siendo
            paradigma de lo que debe ser un buen relato moderno.

                Y compitiendo en fortuna y lectores con el cuento, la novela. La novela es, rela-
            tivizando una afirmación de este tipo, un género literario mucho más reciente, cu-
            yo desarrollo se relaciona con el de la imprenta por estar destinada a la lectura
            frente al originario carácter oral del cuento. Su aparición coincide con el final del
            teocentrismo medieval y el acceso del antropocentrismo renacentista, aunque es-
            to no impida hablar de novelas anteriores a este momento del siglo XV, como son
            las novelas latinas, El Asno de Oro de Apuleyo o el Satiricen de Petronio.
               En un principio, este nuevo género debe en su nacimiento mucho a los cuen-
            tos y relatos tradicionales. Así las primeras novelas —el Lazarillo de Tormes o el
            mismo Quijote— no son en su argumento sino la sucesión o suma de varios cuen-
            tos, aunque no son solamente esto, y añaden otros elementos que constituyen su
            peculiaridad, como forma distinta del cuento.
               Quizás sea por esta circunstancia, o sencillamente por que la crítica literaria
            no sabía ver las importantes diferencias, la razón por la que se ha tendido a consi-
            derar a la novela como un cuento largo o al cuento como una novela muy breve.
                Cualquiera de estos dos planteamientos erraba, pues no tenía en cuenta algo
            que los escritores de cuentos, al menos en la práctica, distinguían perfectamente:
            cada tipo de narración, novela o cuento, exigen una técnica y un aliento totalmen-
            te distintos 1 .
                Pues bien, para escribir cuentos, buenos cuentos, lo mejor puede ser dejarse
            llevar por la intuición cuentística (si es que ésta existe), de esa capacidad narrati-
            va que conocemos en algunas personas para atraparnos con el relato oral de un
            hecho más o menos notable; intuición o capacidad que difícilmente se aprende,
            pero que aun menos se enseña, porque es en buena medida producto de una tradi-
            ción cultural, heredada o absorbida imperceptiblemente del ambiente familiar y
            local. En este sentido, quizás no esté de más recordar la influencia que los cuen-


                  1. «(Poe) Se dio cuenta antes que nadie del rigor que exige el cuento como género, y de que sus dife-
            rencias con la novela no eran sólo una cuestión de brevedad». CORTÁZAR, Julio. «Introducción», en POE, E.A.
            Ensayos y criticas. Madrid, Alianza, 1973, p. 34.


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tos y relatos orales de ese tipo han tenido en la narrativa de un escritor magistral
        como Gabriel García Márquez2.
           Sin embargo, creo, y de eso se trata aquí, que se pueden, y se deben, conocer
        algunas de las características esenciales de los relatos breves, porque ayudará a
        escribirlos mejor, tanto a los que ya tienen esa predisposición personal para la na-
        rración, como a los que no la tienen.
           La dificultad de escribir cuentos reside, sin duda, en que su compleja y precisa
        estructura hace que se asemeje a la maquinaria de un reloj, donde ninguna pieza
        sobra y ninguna debe faltar, so pena que éste no funcione y su fracaso sea más
        ostensible que en otros géneros de reglas menos rígidas, como la novela o el
        poema.
            De este modo, analizo los elementos fundamentales de esta maquinaria, que
         conviene conocer para escribir cuentos, al tiempo que el contraste comparativo
         con los rasgos de la novela servirá para evitar todo elementos que carezca de fun-
         cionalidad en el cuento. Dichos elementos son los siguientes:
            1.   Suceso único.
            2.   Brevedad.
            3.   Tensión y efecto.
            4.   Narración y tiempo.
            5.   Personajes.
             1. El cuento es, ante todo, la narración cuyo arguemtno se reduce a un único
         suceso o hecho en estado puro, es decir, reducido a su síntesis y desprovisto de
         pormenores anecdóticos. Este rasgo del cuento, sin ser el más importante, es la
         base sobre la que se van a ir superponiendo el resto de elementos, con los que
         mantiene una fuerte interrelación. Por tanto, de esta característica argumental
         del cuento —ocuparse de un sólo acontecimiento— se derivan el resto de carac-
         terísticas que dan especifidad a este género literario.
             La elección de un suceso sorprendente, extravagante, es un buen punto de
         partida para un relato breve. Hay que destacar que en literatura, como en casi to-
         das las artes, el factor sorpresa y la ruptura del automatismo con que asimilamos
         los acontecimientos cotidianos —«desautomatización o estrañamiento»—3 cons-
              2. «Supongo que tus abuelos son representantes de una influencia más vasta y profunda. Me refiero a
        la reglón de la costa colombiana del Caribe donde tú naciste. Evidentemente existe allí una soberbia tradi-
        ción del relato oral, que está presente Inclusive en las canciones, los vallenatos. Siempre cuentan una histo-
        ria. En realidad, todo el mundo sabe allí narrar historias». MENDOZA, Pllnio A. García Márquez: El olor de la
        guayaba. (Conversaciones). Barcelona, Bruguera, 1982, p. 41.
              3. SKLOVSKI, V. «El arte como artificio» en TODOROV, T. Teoría de la literatura. Buenos Aires, signos,
        197O-


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tituyen un argumento para captar y atrapar la atención del lector4. Así ocurre en
              cuentos tan conocidos como La Metamorfosis de Kafka o El Escarabajo de Oro de
              Pde, donde lo extraño y lo aparentemente inexplicable de sus respectivos asuntos
              consiguen romper, como decía más arriba nuestras posibles previsiones con sus
              inesperados sucesos.
                  No obstante, todos ios cuentos no han tratado siempre de hechos sorprenden-
              tes, sino que muchas veces lo cotidiano, lo de todos los días, puede, mediante un
              tratamiento adecuado, convertirse en un magnífico cuento. Es el caso de numero-
              sos relatos de Julio Cortázar que, partiendo de situaciones habituales o aparente-
              mente sin importancia, se convierten en relatos fantásticos y «significativos»5, co-
              mo dice el propio Cortázar, por la introducción de imperceptibles elementos irrea-
              les. Esta forma de relato provoca en el lector una sensación ambigua y vacilante,
              pues no sabe con certeza si está en la esfera de lo real o de lo onírico, de lo natural
              o de lo sobrenatural. Y lo particular es que esta sensación perdure aun después
              ele que el lector ha terminado de leer el relato6.
                  Para encontrar acontecimientos, válidos para un cuento, pueden utilizarse dis-
              tintos métodos para conseguirlos. Aunque no se debe desconfiar de las capacida-
              des imaginativas propias, en los periódicos y revistas aparecen con frecuencia
              noticias que, cuando menos, sugieren un esbozo de cuento; incluso una foto pue-
              de, en su instantaneidad, motivar un relato explicativo o elucubrante.
                  Otra posibilidad, si bien menos creativa, consiste en echar mano de cuentos
              ya conocidos y crear, a partir de ellos, con modificaciones personales, narracio-
              nes propias. Como sugiere G. Rodari, un buen cuento infantil de y para niños, po-
              dría ser aquel en que Caperucita no es comida por el lobo sirio que después de
              afearle al lobo su conducta en el final tradicional del cuento, ésta accede a ser in-
              vitada a bailar por el lobo7.

                 2. íntimamente ligado al rasgo anterior, se encuentra la brevedad. En realidad,
              ésta no es una característica propia del cuento, como generalmente se ha dicho,
                   4. «Durante el tiempo de lectura, el alma del lector está sometida a la voluntad de aquel». POE, E. A.
              Ob. cit. p. 135.
                     5. «...escoger o limitar una imagen o un acaecimiento que sean significativos, que no solamente val-
              gan por sí mismo, sino que sean capaces de actuar en el espectador o en el lector como una especie de aper-
              tura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucho más allá de la anéc-
              dota visual o literaria contenidas en la foto o en el cuento». «Algunos aspectos del cuento». La casilla de los
              fitorelll. Barcelona, Tusquets, 1975, p. 138.
                    6. TODOROV, T. Introducción a la literatura fantástica. Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo, 1972,
              pp. 42-44.

                    7.   RODARI, G. La Gramática de la Fantasía. Barcelona, Reforma de la Escuela, 1979, pp. 71-72.


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CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
sino una consecuencia que se deriva de que para contar un suceso no son preci-
       sas muchas palabras. Augusto Monterroso ha escrito el cuento más breve que se
       pueda, quizás, imaginar; tan breve que es posible citarlo por completo. Lo titula El
       Dinosaurio, y dice así: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí».8.
           Sin embargo, podrían darse cuentos, y se han dado —el ya citado de Kafka; La
       increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada, de Gar-
       da Márquez—, que no sean necesariamente breves. De cualquier modo, el relato
       del hecho no debe prolongarse más allá de lo que se necesita para desarrollarlo y
       explicarlo. En ocasiones, por motivos editoriales o económicos, narraciones que
       por su estructura son cuentos, resultan artificialmente hinchados o prolongados
       hasta una extensión que permita ser vendidos como novelas. Es el caso, en mi
       opinión, de la Crónica de una muerte anunciada de García Márquez.

           En este punto, quizás convenga hacer alguna comparación con la novela. En el
       cuento, es suficiente, como se ha dicho más arriba, con la narración de un suce-
       so; en cambio, la novela necesita de la sucesión de varios sucesos, incluso de
       aquellos que no son ni relevantes ni significativos. En consecuencia, la novela po-
       dría, al menos teóriamente, prolongarse hasta el infinito, porque siempre cabría
       ampliar el previsible final con algún acontecimiento más.
           Por el contrario, en el cuento esto no es posible, sino con grave deterioro para
       el relato: Todo lo que suponga ampliación del cuento y no tenga que ver directa-
       mente con el suceso, contribuiría a diluir o a oscurecer el perfil del hecho central.
           3. Tan importantes como la brevedad del cuento, son la tensión y el efecto
       que se deben producir en el lector, y ambos factores se necesitan recíprocamen-
       te. La narración del cuento no debe conocer momentos bajos o digresivos, como
       puede ser la descripción de una habitación, que en una novela llega a ocupar una
       o varias páginas. El cuento ha de mantener en su brevedad, una tensión o intensi-
       dad constantes 9 . Esto quiere decir que un relato breve no pueda tener aparente-
       mente momentos desciptivos o digresivos, pero, como más abajo se verá, éstos
       alcanzan a lo largo del relato una funcionalidad muy precisa; es decir, cada ele-
       mento del cuento, por pequeño que parezca, debe estar plenamente justificado en
       su relación con el resto, de tal modo que ningún elemento debe quedar suelto.

          Quiero decir con esto que el cuento no conoce tiempos muertos, porque la ten-
       sión debe sentirse de principio a fin. Para ejemplificarlo, digo que una novela se
       puede leer a lo largo de varios días y con tantas interrupciones como creamos ne-
             8.   MONTERROSO, Augusto. Obras completas (y otros cuentos). Barcelona, Seix Barral, 1981, p. 77.
             9. Utilizo en este apartado tensión e intensidad indistintamente, pero, por ejemplo, CORTÁZAR, Julio.
        Op. Clt., p. 145.


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CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
cesarlo hacer sin que nada de lo fundamental se pierda. En un cuento, no. El cuen-
            to exige del lector una lectura de un tirón, de una sola vez, si no queremos que el
            efecto y la tensión de diluyan. Y cuando el cuento es bueno, y nos ha enganchado
            totalmente, no podremos dejarlo hasta el final10.
                Estas dos formas de lectura son manifestación de la distinta tensión y efecto
            que producen la novela y el cuento. Y precisamente para que el cuento mantenga
            la tensión necesaria y el efecto final no se evapore, los elementos de tensión de-
            ben estar calculados y dosificados debidamente.
                A esta técnica de crear y sostener la tensión se le puede llamar recurrencia,
            sirviéndome de un término que procede de R. Jacobson11. Para ello es preciso que
            todos los elementos se sometan al hecho central del relato, como si cada palabra,
            objeto o detalle de éste fuera un Indicio del hecho argumental o influyera en él. El
            propio Poe ya había, a este propósito, dicho: «Si su primera frase no tiende ya a la
            producción de dicho efecto, quiere decir que ha fracasado en el primer paso. No
            debería haber una sola palabra en toda la composición cuya tendencia, directa o
            indirecta, no se aplicara al designio preestablecido12.
                Un buen ejemplo de recurrencia lo constituye el conocido relato de Julio Cortá-
            zar, La casa tomada13, en el que la descripción pormenorizada de la mansión que
            en un principio podría parecer innecesaria para un cuento tan breve, adquiere fun-
            cionalidad y sentido en la medida en que el avance de los «invasores» y la tensión
            creciente que éste va creando, se siente por el conocimiento que ya tenemos de la
            distribución y dimensiones de la casa. Cada espacio de la casa que va siendo ocu-
            pado, en la medida en que cada nueva ocupación parcial, cada habitación, es una
            operación recurrente, contribuye eficientemente a la tensión del relato cortazariano.
               Tan importante como la tensión es el efecto final que debe cerrar todo relato.
            Los cuentos tradicionales de raíz oral desarrollaron una serie de fórmulas fijas en
            forma de pareado o cualquier otro recurso que marcaba el cierre, al tiempo que
            servía de resumen o síntesis.
                El relato moderno, que toma como modelo la cuentística de E. A. Poe, ha desa-
            rrollado un tipo de cierre en donde se culmina la tensión anterior con un final efec-
                 10. MENTÓN, Seymour. El cuento hispanoamericano. Vol. 1. México, F.C.E. 1964, p. 8. «...que se puede
            leer en menos de una hora».
                 11. JACOBSON, R. Ensayos de lingüística general. Barcelona, Seix Barral, 1975. En esta obra y en su ar-
            chiconocido articulo sobre las funciones del lenguaje utiliza ese término para definir una de las característi-
            cas de la función poética. No parece en exceso forzado el uso de éste, toda vez que poema y cuento coinci-
            den en este aspecto.
                  12.   POE, E. A. Ob. cií., p. 136.
                  13.   CORTÁZAR, Julio. Bestiario. Buenos Aires, Sudamericana, 1964.

            210




CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
tista. El descubrimiento de un misterio o el desenvolvimiento de la verdad, oculta
         y retrasada a lo largo del relato, es una de las formas de producir el efecto; otras,
         la sorpresa cómica, el extrañamiento onírico o lo fantástico crean el efecto. Sin
         ese cierre contundente, sorpresivo o explicativo, el cuento queda incompleto.
         Conviene, por tanto, elegir cuidadosamente el final del cuento, pues debe ser la
         solución de la tensión acumulada a lo largo del relato. Dos finales ejemplares,
         dentro de la magnífica cuentística hispanoamericana son los que culminan el la-
         beríntico relato de Borges, El jardín de los senderos que se bifurcan y el borgiano
         relato de Cortázar en la breve narración de La continuidad de los parques.
            La manera de construir y organizar tensión y efecto es difícil de generalizar,
         pero quizás no convenga olvidar la recomendación de Poe a propósito de la obra
         cuentística de N. Hawthorne: «... después de concebir cuidadosamente cierto
         efecto, único y singular, inventará los incidentes, combinándolos de la manera
         que mejor le ayude a logar el efecto preconcebido»14.
             Por su parte, en los relatos de raíz kafkiana, argumento y narración no se es-
         tructuran en función de un efecto final. La situación extraordinaria o anormal de
         la que nace el cuento permanece presenta de manera obsesiva y absurda, sin ape-
         nas modificación de principio a fin. El hecho narrado se repite a lo largo del relato
         sin encontrar una explicación, ni, en muchas ocasiones, un cierre o final, sino que
         éste permanece en una especie de presente absoluto15. En este tipo de relatos, la
         sensación de sorpresa o el extrañamiento, que producen los del tipo Po.e con el
         efecto final, se consiguen con la situación inicial y su absurda prolongación sin
         un final explícito, en muchas narraciones. Un buen ejemplo de esta clase de cuen-
         tos está bien representado por el breve y significativo relato de Kafka, El golps a
         la puerta del cortijo16.
            4. Hasta ahora he hablado de los elementos del cuento como son suceso, ten-
         sión y efecto; es decir, he tratado de cómo encontrar un buen argumento y de có-
         mo dosificarlo a lo largo del relato. Pero nada se ha dicho todavía de su desarrollo
         narrativo.
            Narrar, como se sabe, es referir uno o varios sucesos desde una determinada
         perspectiva temporal. El tiempo propio de la narración es el pasado, como mostró
         E Staiger17, y el cuento género narrativo por excelencia, adopta esta perspectiva

            14.   POE, E. A. Ob. Clt., p. 136.

            15.   LANCELOTTI, M. A. De Poe a Kafka. Buenos Aires, Eudeba, 1965, p. 42,
            16.   KftFKA, Franz. La muralla china. Madrid, Alianza, 1980, pp. 92-93.
            17. STAIGER, E. Conceptos fundamentóles de Poética. Madrid, Rialp, 1966.


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CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
temporal de manera prácticamente constante. Pueden escribirse relatos desde
             una perspectiva de presente, pero esta posibilidad es obviamente una licencia na-
             rrativa, que se utiliza según convenga al cuento. Por no hablar del relato en tiempo
             futuro, que en su presunción máxima antes que una narración sería una previsión.
             Los relatos de ciencia ficción o fantaciencia que son por definición los más futu-
             ristas, dejando aparte otras consideraciones sobre su intención, están escritos
             como si los hechos allí contados estuviesesn sucediendo o hubiesen sucedido ya.
                 En el aspecto del tiempo, la novela suele ser bastante más flexible y alternar
             los distintos tratamientos temporales, en un procedimiento que quiere crear la im-
             presión de una cadena de hechos abierta hacia el futuro.
                 Por el contrario, el cuento adopta una estructura temporal mucho más rígida, y
             precisamente en ese aspecto radica una de las dificultades de escribir buenos
             cuentos. El cuento narra un suceso acabado y por tanto se sitúa siempre en el pa-
             sado. Pero la peculiaridad de este hecho ya ocurrido es que alcanza con su in-
             fluencia el presente (tiempo desde el que se narra y que necesariamente coincide
             con el tiempo de la lectura), porque es en este momento cuando se explica o se
             comprende la razón de ese suceso o cuando menos se abre una interrogación so-
             bre ese hecho y.a sucedido que no encuentra respuesta sino en forma de duda18.
                 El suceso del cuento está totalmente terminado en los del tipo Poe e inquie-
             tantemente abierto en los de inspiración kafkiana, cuando el narrador comienza el
             relato. El narrador, aun habiendo podido intervenir en la acción, ahora en el mo-
             mento de contarlo, se sitúa fuera de él, aparentemente distanciado.
                  íntimamente relacionado con el aspecto del narrador, se encuentra el proble-
             ma de elegir la persona narrativa o punto de vista desde el que se va a contar la
             historia. En realidad, las posibilidades de efección se reducen a dos: la primera y
             la tercera persona (yo/él), cada una de ellas con sus respectivas variantes19. Am-
             bas formas pueden tener sus propias ventajas e inconvenientes. Respectivamen-
             te, la utilización de la primera se presta a una intensificación subjetivizada y la ter-
             cera, a una objetividad distanciada. Sin embargo, como se ha notado en ocasio-
             nes, ésta última actúa como una primera persona disfrazada, que cuando menos
             introduce una cierta ambigüedad, muy interesante para determinados cuentos.
             Ahora bien, la solución, quizás, resida como dice Cortázar en utilizar la primera
             persona por ser ésta «la más fácil y la mejor solución del problema, porque narra-
             ción y acción son ahí una y la misma cosa»20.
                18.   LANCELOTTI, M. A. Ob. clt., pp. 33-35.

                19. ANDERSON IMBEHT, Enrique. Teoría y técnica del cuento. Buenos Aires, Marymar, 1979, pp. 77 y ss.
                20.   Ob. clt., p. 107.


             212




CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
Cualquiera que sea el punto de vista narrativo elegido, el narrador observa y
         explica el pasado desde el presente, o dicho de otra manera, el cuento debe estar
         contado de forma que el pasado modifique y actúe en el presente. El resultado de
         este tratamiento particular, que debe presidir el cuento, es un tiempo absoluto o
         circular donde los motivos del argumento, aunque sucediéndose en un orden cro-
         nológico, gravitan simultáneamente en la narración.
             En la novela, los hechos se van narrando paralelamente a su acontecer, some-.
         tiéndose a un plan en el que las unidades funcionales, en gran medida, se van su-
         mando en el conjunto de manera «catalítica», frente al carácter «indicional mixto»
         de las unidades del cuento21.
             5. ¿Y los personajes? El auténtico personaje del cuento es, deber ser, el acon-
         tecimiento mismo que se constituye en su protagonista. Los personajes carecen
         de relieve propio y deben estar concebidos en función del suceso central. Horacio
         Quiroga, a propósito de este aspecto, en su lapidario e irónico Manual del perfec-
         to cuentista dice: «Toma los personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el
         final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo
         que ellos no pueden o no les importa ver»22.
            Todo personaje que quiera alcanzar un protagonismo en el cuento o una ca-
         racterización psicológica, social o política muy marcadas estará impidiendo la
         viabilidad efectiva del cuento y terminará por eclipsar lo único importante: el he-
         cho contado. En el ya citado relato de J. Cortázar, La casa tomada, los personajes
         que invaden la casa y terminan ocupándola, están ahí, pero no los vemos, ni si-
         quiera tenemos constancia de su existencia, posiblemente no sean sino la aluci-
         nación de los propietarios de la casa, porque lo importante no son los personajes,
         sino esa invasión misteriosa.

             Sobre este aspecto, baste recordar que los personajes de los cuentos tradicio-
         nales no eran personas con identidad propia sino que éstos pretendían ejemplifi-
         car los vicios y las virtudes humanas o servir de soporte narrativo para el desarro-
         llo de la acción 23 . De esta manera, muchas veces los animales podían asumir un
         protagonismo humano en los cuentos medievales de origen oriental, pues sólo se
         trataba de mostrar simbólicamente las conductas más comunes.
              A veces, sin embargo, conocemos en la vida real personas, que por su singula-
          ridad reclaman nuestra atención y merecen ser recogidos en un cuento. Para ello,
            21. BARTHES.'Roland. «Introducción al análisis estructural de los relatos» en BARTHES, R. y otros.
         Análisis estructural dsl relato. Buenos Aires, tiempo Contemporáneo, 1970, pp. 18-22.
             22.   QUIROGA, Horacio. Cuentos. México, Purrúa, 1968, p. XXXIV.

             23. AYALA, F. La estructura narrativa y otras experiencias literarias. Barcelona, Crítica, 1984. (44).


                                                                                                                 213




CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
estos personajes deber ser presentados en un momento crucial de su
           existencia.como ocurre en Macario, cuento de Juan Rulfo24, o en la conocida serie
           de cuentos, Los tontos, de Camilo J. Cela25.
              Este tipo de narraciones, sin apartarse totalmente de los caracteres señala-
           dos —brevedad, recurrencia, acción excepcional— carecen de dos de ellos que,
           bajo mi punto de vista, son consultanciales al género del cuento moderno: tensión
           narrativa y efecto final; por lo que habría que encontrar un nombre específico para
           este tipo de relatos.
              Esta excepción, dentro del tipo de cuento que pretendo definir aquí, no es sino
           un caso entre la infinita, y casi inclasificable, variedad de narraciones breves, en
           sus múltiples temáticas o tratamientos morfológicos, como de manera bastante
           exhaustiva ha estudiado Enrique Anderson Imbert26.
               6. Hasta aquí he expuesto los principales elementos formales y temáticos del
            cuento, como son el suceso, la brevedad, la tensión y el efecto, la narración y el
            tiempo, los personajes. Por tanto, he hecho una implícita definición del género li-
            terario cuento, pero este esfuerzo lo he dirigido más hacia cómo conseguir un
            buen argumento o cómo graduar la tensión, por ejemplo, que a reflexionar analíti-
            camente sobre una hipotética teoría del cuento.
                No obstante, llego al final de mi propósito con la firme convicción de que no
            basta, para escribir cuentos, conocer los elementos que lo componen; conocer és-
            tos quizás ayude, pero, sin duda, no es suficiente. Como escribió Cortázar en un
            conocido artículo, citado anteriormente: «Nadie puede pretender que los cuentos
            sólo se escriban luego de conocer sus leyes. (...) ...no hay tales leyes; a lo sumo ca-
            be hablar de puntos de vista, de ciertas constantes que dan una estructura a ese
            género tan poco encasillable...»27.
                Por el contrario, parece necesario que todo cuento encuentre su germen en la
            vida; sin la experiencia previa, ya sea vivida en el parámetro de lo físico, de lo oní-
            rico, de lo cotidiano o de lo excepcional, es difícil que surja algo que merezca la
            pena ser contado, aunque se conozcan las reglas o se domine la técnica. En este
            sentido, por sus características, en relato breve se presta de manera especial pa-
            ra dar cuenta de los pequeños hechos inexplicables, de los sueños obsesivos, de
            las alucinaciones momentáneas; en estos casos el cuento se convierte en cauce
               24.Rulfo, Juan. El llano en llamas. Barcelona, Plañera, 1975.

                25. CELA, Camilo, J. en GARCÍA PAVÓN, Francisco. Antología ds cuentistas españoles contemporá-
            neos. Madrid, Gredos, 1971, pp. 90-102.

               26. Teoría y técnica del cuento. Buenos Aires, Marymar, 1979. (Sobre todo los capítulos 11, 12 y 13).
               27.   CORTÁZAR, julio. «Algunos aspectos del cuento». Ob. cit., p. 135.

            214




CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
conductor de pequeñas neurosis, en medio de expresión inmejorable para exorci-
         zar los demonos personales. Nuevamente tengo que citar a Cortázar en otro ma-
         gistral artículo, en que se refiere a este aspecto del cuento en tanto que liberación
         personal: «Quizá sea exagerado afirmar que todo cuento breve plenamente logra-
         do, y en especial los cuentos fantásticos, son productos neuróticos, pesadillas.
         (...) ...de todas maneras, en cualquier cuento breve memorable se percibe esa pola-
         rización, como si el autor hubiera querido desprenderse lo antes posible y de la
         manera más absoluta de su criatura, exorcizándola en la única forma en que le era
         dado hacerlo: escribiéndola»28.
             Finalmente, no quiero terminar este rosario de consejos y de buenas intencio-
         nes para escribir un cuento sin parafrasear las palabras ejemplares de Gabriel
         García Márquez29 que en un artículo periodístico venía a decir aproximadamente:
         La escritura del cuento, o sale de un tirón, o no sale nunca, pues éste responde a
         una descarga psíquica casi compulsiva, y si ésta se resuelve de forma fallida o in-
         verosímil en el relato, de nada servirá querer rehacer dicha descarga, cuando ya
         se ha diluido; por consiguiente el lugar más indicado para estos cuentos no debe
         ser otro que la papelera.




              28. CORTÁZAR, Julio. «Del cuento breve y sus alrededores». Ob. clt., p. 108.
               29. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. «¿Cómo se escribe una novela?» El País. Madrid, 25 de Enero de 1984,
          pp. 9-10.


                                                                                                           215




CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
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  • 1. CAUCE, Revista de Filología y su Didáctica, n." 8, 1985, págs. 205 - 215 APROXIMACIÓN DIDÁCTICA AL CUENTO MODERNO MANUEL ALBERCA SERRANO* RESUMEN En el presente artículo sintetizo las principales aportaciones teóricas sobre el carácter específico del cuento moderno —el que surge a partir de la obra de E. A. Poe—, como género narrativo diferenciado, y sobre el funcionamiento de los ele- mentos estructurales de dicho género: suceso único, brevedad, tensión, efecto fi- nal, tratamiento narrativo, etc. Al hilo del análisis de estos elementos constituyen- tes, que ejemplifico con referencias a cuentos modernos de diversos autores (Cor- tázar, Borges, Monterroso, Kafka), sugiero algunos recursos didácticos que inci- tan a escribir sus propios cuentos a los alumnos. PALABRAS CLAVE Cuento Moderno / Elementos Estructurales y su Funcionamiento / Recursos Didácticos. 0. De todos los géneros literarios, es posiblemente el cuento, por su origen, forma y contenido, el que mayor vinculación ha mantenido con el acontecer hu- mano; de tal manera se puede decir que la historia profunda del hombre es la que éste ha ido escribiendo con sus cuentos. Los tipos de cuentos son casi tegión, si bien en este momento, para lo que in- teresa aquí, distinguiré dos grandes grupos: los tradicionales, transmitidos oral- * Doctor, Catedrático de la Escuela Universitaria de Magisterio de Málaga. 205 CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
  • 2. mente y más tarde recogidos de manera literaria en los libros, y los modernos, que nacidos en el siglo XIX, sobre todo a partir de la obra de E. A. Poe, han encontrado en éste su modelo más relevante. En el siglo XX, aunque los relatos breves han ido evolucionando en muy distintas corrientes y temáticas (la narrativa corta anglosa- jona, el vigoroso cuento hispanoamericano, los importantes cuentistas italianos, la corriente que se desarrolla a partir de la obra de Kafka, etc., Poe sigue siendo paradigma de lo que debe ser un buen relato moderno. Y compitiendo en fortuna y lectores con el cuento, la novela. La novela es, rela- tivizando una afirmación de este tipo, un género literario mucho más reciente, cu- yo desarrollo se relaciona con el de la imprenta por estar destinada a la lectura frente al originario carácter oral del cuento. Su aparición coincide con el final del teocentrismo medieval y el acceso del antropocentrismo renacentista, aunque es- to no impida hablar de novelas anteriores a este momento del siglo XV, como son las novelas latinas, El Asno de Oro de Apuleyo o el Satiricen de Petronio. En un principio, este nuevo género debe en su nacimiento mucho a los cuen- tos y relatos tradicionales. Así las primeras novelas —el Lazarillo de Tormes o el mismo Quijote— no son en su argumento sino la sucesión o suma de varios cuen- tos, aunque no son solamente esto, y añaden otros elementos que constituyen su peculiaridad, como forma distinta del cuento. Quizás sea por esta circunstancia, o sencillamente por que la crítica literaria no sabía ver las importantes diferencias, la razón por la que se ha tendido a consi- derar a la novela como un cuento largo o al cuento como una novela muy breve. Cualquiera de estos dos planteamientos erraba, pues no tenía en cuenta algo que los escritores de cuentos, al menos en la práctica, distinguían perfectamente: cada tipo de narración, novela o cuento, exigen una técnica y un aliento totalmen- te distintos 1 . Pues bien, para escribir cuentos, buenos cuentos, lo mejor puede ser dejarse llevar por la intuición cuentística (si es que ésta existe), de esa capacidad narrati- va que conocemos en algunas personas para atraparnos con el relato oral de un hecho más o menos notable; intuición o capacidad que difícilmente se aprende, pero que aun menos se enseña, porque es en buena medida producto de una tradi- ción cultural, heredada o absorbida imperceptiblemente del ambiente familiar y local. En este sentido, quizás no esté de más recordar la influencia que los cuen- 1. «(Poe) Se dio cuenta antes que nadie del rigor que exige el cuento como género, y de que sus dife- rencias con la novela no eran sólo una cuestión de brevedad». CORTÁZAR, Julio. «Introducción», en POE, E.A. Ensayos y criticas. Madrid, Alianza, 1973, p. 34. 206 CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
  • 3. tos y relatos orales de ese tipo han tenido en la narrativa de un escritor magistral como Gabriel García Márquez2. Sin embargo, creo, y de eso se trata aquí, que se pueden, y se deben, conocer algunas de las características esenciales de los relatos breves, porque ayudará a escribirlos mejor, tanto a los que ya tienen esa predisposición personal para la na- rración, como a los que no la tienen. La dificultad de escribir cuentos reside, sin duda, en que su compleja y precisa estructura hace que se asemeje a la maquinaria de un reloj, donde ninguna pieza sobra y ninguna debe faltar, so pena que éste no funcione y su fracaso sea más ostensible que en otros géneros de reglas menos rígidas, como la novela o el poema. De este modo, analizo los elementos fundamentales de esta maquinaria, que conviene conocer para escribir cuentos, al tiempo que el contraste comparativo con los rasgos de la novela servirá para evitar todo elementos que carezca de fun- cionalidad en el cuento. Dichos elementos son los siguientes: 1. Suceso único. 2. Brevedad. 3. Tensión y efecto. 4. Narración y tiempo. 5. Personajes. 1. El cuento es, ante todo, la narración cuyo arguemtno se reduce a un único suceso o hecho en estado puro, es decir, reducido a su síntesis y desprovisto de pormenores anecdóticos. Este rasgo del cuento, sin ser el más importante, es la base sobre la que se van a ir superponiendo el resto de elementos, con los que mantiene una fuerte interrelación. Por tanto, de esta característica argumental del cuento —ocuparse de un sólo acontecimiento— se derivan el resto de carac- terísticas que dan especifidad a este género literario. La elección de un suceso sorprendente, extravagante, es un buen punto de partida para un relato breve. Hay que destacar que en literatura, como en casi to- das las artes, el factor sorpresa y la ruptura del automatismo con que asimilamos los acontecimientos cotidianos —«desautomatización o estrañamiento»—3 cons- 2. «Supongo que tus abuelos son representantes de una influencia más vasta y profunda. Me refiero a la reglón de la costa colombiana del Caribe donde tú naciste. Evidentemente existe allí una soberbia tradi- ción del relato oral, que está presente Inclusive en las canciones, los vallenatos. Siempre cuentan una histo- ria. En realidad, todo el mundo sabe allí narrar historias». MENDOZA, Pllnio A. García Márquez: El olor de la guayaba. (Conversaciones). Barcelona, Bruguera, 1982, p. 41. 3. SKLOVSKI, V. «El arte como artificio» en TODOROV, T. Teoría de la literatura. Buenos Aires, signos, 197O- 207 CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
  • 4. tituyen un argumento para captar y atrapar la atención del lector4. Así ocurre en cuentos tan conocidos como La Metamorfosis de Kafka o El Escarabajo de Oro de Pde, donde lo extraño y lo aparentemente inexplicable de sus respectivos asuntos consiguen romper, como decía más arriba nuestras posibles previsiones con sus inesperados sucesos. No obstante, todos ios cuentos no han tratado siempre de hechos sorprenden- tes, sino que muchas veces lo cotidiano, lo de todos los días, puede, mediante un tratamiento adecuado, convertirse en un magnífico cuento. Es el caso de numero- sos relatos de Julio Cortázar que, partiendo de situaciones habituales o aparente- mente sin importancia, se convierten en relatos fantásticos y «significativos»5, co- mo dice el propio Cortázar, por la introducción de imperceptibles elementos irrea- les. Esta forma de relato provoca en el lector una sensación ambigua y vacilante, pues no sabe con certeza si está en la esfera de lo real o de lo onírico, de lo natural o de lo sobrenatural. Y lo particular es que esta sensación perdure aun después ele que el lector ha terminado de leer el relato6. Para encontrar acontecimientos, válidos para un cuento, pueden utilizarse dis- tintos métodos para conseguirlos. Aunque no se debe desconfiar de las capacida- des imaginativas propias, en los periódicos y revistas aparecen con frecuencia noticias que, cuando menos, sugieren un esbozo de cuento; incluso una foto pue- de, en su instantaneidad, motivar un relato explicativo o elucubrante. Otra posibilidad, si bien menos creativa, consiste en echar mano de cuentos ya conocidos y crear, a partir de ellos, con modificaciones personales, narracio- nes propias. Como sugiere G. Rodari, un buen cuento infantil de y para niños, po- dría ser aquel en que Caperucita no es comida por el lobo sirio que después de afearle al lobo su conducta en el final tradicional del cuento, ésta accede a ser in- vitada a bailar por el lobo7. 2. íntimamente ligado al rasgo anterior, se encuentra la brevedad. En realidad, ésta no es una característica propia del cuento, como generalmente se ha dicho, 4. «Durante el tiempo de lectura, el alma del lector está sometida a la voluntad de aquel». POE, E. A. Ob. cit. p. 135. 5. «...escoger o limitar una imagen o un acaecimiento que sean significativos, que no solamente val- gan por sí mismo, sino que sean capaces de actuar en el espectador o en el lector como una especie de aper- tura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucho más allá de la anéc- dota visual o literaria contenidas en la foto o en el cuento». «Algunos aspectos del cuento». La casilla de los fitorelll. Barcelona, Tusquets, 1975, p. 138. 6. TODOROV, T. Introducción a la literatura fantástica. Buenos Aires, Tiempo Contemporáneo, 1972, pp. 42-44. 7. RODARI, G. La Gramática de la Fantasía. Barcelona, Reforma de la Escuela, 1979, pp. 71-72. 208 CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
  • 5. sino una consecuencia que se deriva de que para contar un suceso no son preci- sas muchas palabras. Augusto Monterroso ha escrito el cuento más breve que se pueda, quizás, imaginar; tan breve que es posible citarlo por completo. Lo titula El Dinosaurio, y dice así: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí».8. Sin embargo, podrían darse cuentos, y se han dado —el ya citado de Kafka; La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada, de Gar- da Márquez—, que no sean necesariamente breves. De cualquier modo, el relato del hecho no debe prolongarse más allá de lo que se necesita para desarrollarlo y explicarlo. En ocasiones, por motivos editoriales o económicos, narraciones que por su estructura son cuentos, resultan artificialmente hinchados o prolongados hasta una extensión que permita ser vendidos como novelas. Es el caso, en mi opinión, de la Crónica de una muerte anunciada de García Márquez. En este punto, quizás convenga hacer alguna comparación con la novela. En el cuento, es suficiente, como se ha dicho más arriba, con la narración de un suce- so; en cambio, la novela necesita de la sucesión de varios sucesos, incluso de aquellos que no son ni relevantes ni significativos. En consecuencia, la novela po- dría, al menos teóriamente, prolongarse hasta el infinito, porque siempre cabría ampliar el previsible final con algún acontecimiento más. Por el contrario, en el cuento esto no es posible, sino con grave deterioro para el relato: Todo lo que suponga ampliación del cuento y no tenga que ver directa- mente con el suceso, contribuiría a diluir o a oscurecer el perfil del hecho central. 3. Tan importantes como la brevedad del cuento, son la tensión y el efecto que se deben producir en el lector, y ambos factores se necesitan recíprocamen- te. La narración del cuento no debe conocer momentos bajos o digresivos, como puede ser la descripción de una habitación, que en una novela llega a ocupar una o varias páginas. El cuento ha de mantener en su brevedad, una tensión o intensi- dad constantes 9 . Esto quiere decir que un relato breve no pueda tener aparente- mente momentos desciptivos o digresivos, pero, como más abajo se verá, éstos alcanzan a lo largo del relato una funcionalidad muy precisa; es decir, cada ele- mento del cuento, por pequeño que parezca, debe estar plenamente justificado en su relación con el resto, de tal modo que ningún elemento debe quedar suelto. Quiero decir con esto que el cuento no conoce tiempos muertos, porque la ten- sión debe sentirse de principio a fin. Para ejemplificarlo, digo que una novela se puede leer a lo largo de varios días y con tantas interrupciones como creamos ne- 8. MONTERROSO, Augusto. Obras completas (y otros cuentos). Barcelona, Seix Barral, 1981, p. 77. 9. Utilizo en este apartado tensión e intensidad indistintamente, pero, por ejemplo, CORTÁZAR, Julio. Op. Clt., p. 145. 209 CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
  • 6. cesarlo hacer sin que nada de lo fundamental se pierda. En un cuento, no. El cuen- to exige del lector una lectura de un tirón, de una sola vez, si no queremos que el efecto y la tensión de diluyan. Y cuando el cuento es bueno, y nos ha enganchado totalmente, no podremos dejarlo hasta el final10. Estas dos formas de lectura son manifestación de la distinta tensión y efecto que producen la novela y el cuento. Y precisamente para que el cuento mantenga la tensión necesaria y el efecto final no se evapore, los elementos de tensión de- ben estar calculados y dosificados debidamente. A esta técnica de crear y sostener la tensión se le puede llamar recurrencia, sirviéndome de un término que procede de R. Jacobson11. Para ello es preciso que todos los elementos se sometan al hecho central del relato, como si cada palabra, objeto o detalle de éste fuera un Indicio del hecho argumental o influyera en él. El propio Poe ya había, a este propósito, dicho: «Si su primera frase no tiende ya a la producción de dicho efecto, quiere decir que ha fracasado en el primer paso. No debería haber una sola palabra en toda la composición cuya tendencia, directa o indirecta, no se aplicara al designio preestablecido12. Un buen ejemplo de recurrencia lo constituye el conocido relato de Julio Cortá- zar, La casa tomada13, en el que la descripción pormenorizada de la mansión que en un principio podría parecer innecesaria para un cuento tan breve, adquiere fun- cionalidad y sentido en la medida en que el avance de los «invasores» y la tensión creciente que éste va creando, se siente por el conocimiento que ya tenemos de la distribución y dimensiones de la casa. Cada espacio de la casa que va siendo ocu- pado, en la medida en que cada nueva ocupación parcial, cada habitación, es una operación recurrente, contribuye eficientemente a la tensión del relato cortazariano. Tan importante como la tensión es el efecto final que debe cerrar todo relato. Los cuentos tradicionales de raíz oral desarrollaron una serie de fórmulas fijas en forma de pareado o cualquier otro recurso que marcaba el cierre, al tiempo que servía de resumen o síntesis. El relato moderno, que toma como modelo la cuentística de E. A. Poe, ha desa- rrollado un tipo de cierre en donde se culmina la tensión anterior con un final efec- 10. MENTÓN, Seymour. El cuento hispanoamericano. Vol. 1. México, F.C.E. 1964, p. 8. «...que se puede leer en menos de una hora». 11. JACOBSON, R. Ensayos de lingüística general. Barcelona, Seix Barral, 1975. En esta obra y en su ar- chiconocido articulo sobre las funciones del lenguaje utiliza ese término para definir una de las característi- cas de la función poética. No parece en exceso forzado el uso de éste, toda vez que poema y cuento coinci- den en este aspecto. 12. POE, E. A. Ob. cií., p. 136. 13. CORTÁZAR, Julio. Bestiario. Buenos Aires, Sudamericana, 1964. 210 CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
  • 7. tista. El descubrimiento de un misterio o el desenvolvimiento de la verdad, oculta y retrasada a lo largo del relato, es una de las formas de producir el efecto; otras, la sorpresa cómica, el extrañamiento onírico o lo fantástico crean el efecto. Sin ese cierre contundente, sorpresivo o explicativo, el cuento queda incompleto. Conviene, por tanto, elegir cuidadosamente el final del cuento, pues debe ser la solución de la tensión acumulada a lo largo del relato. Dos finales ejemplares, dentro de la magnífica cuentística hispanoamericana son los que culminan el la- beríntico relato de Borges, El jardín de los senderos que se bifurcan y el borgiano relato de Cortázar en la breve narración de La continuidad de los parques. La manera de construir y organizar tensión y efecto es difícil de generalizar, pero quizás no convenga olvidar la recomendación de Poe a propósito de la obra cuentística de N. Hawthorne: «... después de concebir cuidadosamente cierto efecto, único y singular, inventará los incidentes, combinándolos de la manera que mejor le ayude a logar el efecto preconcebido»14. Por su parte, en los relatos de raíz kafkiana, argumento y narración no se es- tructuran en función de un efecto final. La situación extraordinaria o anormal de la que nace el cuento permanece presenta de manera obsesiva y absurda, sin ape- nas modificación de principio a fin. El hecho narrado se repite a lo largo del relato sin encontrar una explicación, ni, en muchas ocasiones, un cierre o final, sino que éste permanece en una especie de presente absoluto15. En este tipo de relatos, la sensación de sorpresa o el extrañamiento, que producen los del tipo Po.e con el efecto final, se consiguen con la situación inicial y su absurda prolongación sin un final explícito, en muchas narraciones. Un buen ejemplo de esta clase de cuen- tos está bien representado por el breve y significativo relato de Kafka, El golps a la puerta del cortijo16. 4. Hasta ahora he hablado de los elementos del cuento como son suceso, ten- sión y efecto; es decir, he tratado de cómo encontrar un buen argumento y de có- mo dosificarlo a lo largo del relato. Pero nada se ha dicho todavía de su desarrollo narrativo. Narrar, como se sabe, es referir uno o varios sucesos desde una determinada perspectiva temporal. El tiempo propio de la narración es el pasado, como mostró E Staiger17, y el cuento género narrativo por excelencia, adopta esta perspectiva 14. POE, E. A. Ob. Clt., p. 136. 15. LANCELOTTI, M. A. De Poe a Kafka. Buenos Aires, Eudeba, 1965, p. 42, 16. KftFKA, Franz. La muralla china. Madrid, Alianza, 1980, pp. 92-93. 17. STAIGER, E. Conceptos fundamentóles de Poética. Madrid, Rialp, 1966. 211 CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
  • 8. temporal de manera prácticamente constante. Pueden escribirse relatos desde una perspectiva de presente, pero esta posibilidad es obviamente una licencia na- rrativa, que se utiliza según convenga al cuento. Por no hablar del relato en tiempo futuro, que en su presunción máxima antes que una narración sería una previsión. Los relatos de ciencia ficción o fantaciencia que son por definición los más futu- ristas, dejando aparte otras consideraciones sobre su intención, están escritos como si los hechos allí contados estuviesesn sucediendo o hubiesen sucedido ya. En el aspecto del tiempo, la novela suele ser bastante más flexible y alternar los distintos tratamientos temporales, en un procedimiento que quiere crear la im- presión de una cadena de hechos abierta hacia el futuro. Por el contrario, el cuento adopta una estructura temporal mucho más rígida, y precisamente en ese aspecto radica una de las dificultades de escribir buenos cuentos. El cuento narra un suceso acabado y por tanto se sitúa siempre en el pa- sado. Pero la peculiaridad de este hecho ya ocurrido es que alcanza con su in- fluencia el presente (tiempo desde el que se narra y que necesariamente coincide con el tiempo de la lectura), porque es en este momento cuando se explica o se comprende la razón de ese suceso o cuando menos se abre una interrogación so- bre ese hecho y.a sucedido que no encuentra respuesta sino en forma de duda18. El suceso del cuento está totalmente terminado en los del tipo Poe e inquie- tantemente abierto en los de inspiración kafkiana, cuando el narrador comienza el relato. El narrador, aun habiendo podido intervenir en la acción, ahora en el mo- mento de contarlo, se sitúa fuera de él, aparentemente distanciado. íntimamente relacionado con el aspecto del narrador, se encuentra el proble- ma de elegir la persona narrativa o punto de vista desde el que se va a contar la historia. En realidad, las posibilidades de efección se reducen a dos: la primera y la tercera persona (yo/él), cada una de ellas con sus respectivas variantes19. Am- bas formas pueden tener sus propias ventajas e inconvenientes. Respectivamen- te, la utilización de la primera se presta a una intensificación subjetivizada y la ter- cera, a una objetividad distanciada. Sin embargo, como se ha notado en ocasio- nes, ésta última actúa como una primera persona disfrazada, que cuando menos introduce una cierta ambigüedad, muy interesante para determinados cuentos. Ahora bien, la solución, quizás, resida como dice Cortázar en utilizar la primera persona por ser ésta «la más fácil y la mejor solución del problema, porque narra- ción y acción son ahí una y la misma cosa»20. 18. LANCELOTTI, M. A. Ob. clt., pp. 33-35. 19. ANDERSON IMBEHT, Enrique. Teoría y técnica del cuento. Buenos Aires, Marymar, 1979, pp. 77 y ss. 20. Ob. clt., p. 107. 212 CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
  • 9. Cualquiera que sea el punto de vista narrativo elegido, el narrador observa y explica el pasado desde el presente, o dicho de otra manera, el cuento debe estar contado de forma que el pasado modifique y actúe en el presente. El resultado de este tratamiento particular, que debe presidir el cuento, es un tiempo absoluto o circular donde los motivos del argumento, aunque sucediéndose en un orden cro- nológico, gravitan simultáneamente en la narración. En la novela, los hechos se van narrando paralelamente a su acontecer, some-. tiéndose a un plan en el que las unidades funcionales, en gran medida, se van su- mando en el conjunto de manera «catalítica», frente al carácter «indicional mixto» de las unidades del cuento21. 5. ¿Y los personajes? El auténtico personaje del cuento es, deber ser, el acon- tecimiento mismo que se constituye en su protagonista. Los personajes carecen de relieve propio y deben estar concebidos en función del suceso central. Horacio Quiroga, a propósito de este aspecto, en su lapidario e irónico Manual del perfec- to cuentista dice: «Toma los personajes de la mano y llévalos firmemente hasta el final, sin ver otra cosa que el camino que les trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no les importa ver»22. Todo personaje que quiera alcanzar un protagonismo en el cuento o una ca- racterización psicológica, social o política muy marcadas estará impidiendo la viabilidad efectiva del cuento y terminará por eclipsar lo único importante: el he- cho contado. En el ya citado relato de J. Cortázar, La casa tomada, los personajes que invaden la casa y terminan ocupándola, están ahí, pero no los vemos, ni si- quiera tenemos constancia de su existencia, posiblemente no sean sino la aluci- nación de los propietarios de la casa, porque lo importante no son los personajes, sino esa invasión misteriosa. Sobre este aspecto, baste recordar que los personajes de los cuentos tradicio- nales no eran personas con identidad propia sino que éstos pretendían ejemplifi- car los vicios y las virtudes humanas o servir de soporte narrativo para el desarro- llo de la acción 23 . De esta manera, muchas veces los animales podían asumir un protagonismo humano en los cuentos medievales de origen oriental, pues sólo se trataba de mostrar simbólicamente las conductas más comunes. A veces, sin embargo, conocemos en la vida real personas, que por su singula- ridad reclaman nuestra atención y merecen ser recogidos en un cuento. Para ello, 21. BARTHES.'Roland. «Introducción al análisis estructural de los relatos» en BARTHES, R. y otros. Análisis estructural dsl relato. Buenos Aires, tiempo Contemporáneo, 1970, pp. 18-22. 22. QUIROGA, Horacio. Cuentos. México, Purrúa, 1968, p. XXXIV. 23. AYALA, F. La estructura narrativa y otras experiencias literarias. Barcelona, Crítica, 1984. (44). 213 CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
  • 10. estos personajes deber ser presentados en un momento crucial de su existencia.como ocurre en Macario, cuento de Juan Rulfo24, o en la conocida serie de cuentos, Los tontos, de Camilo J. Cela25. Este tipo de narraciones, sin apartarse totalmente de los caracteres señala- dos —brevedad, recurrencia, acción excepcional— carecen de dos de ellos que, bajo mi punto de vista, son consultanciales al género del cuento moderno: tensión narrativa y efecto final; por lo que habría que encontrar un nombre específico para este tipo de relatos. Esta excepción, dentro del tipo de cuento que pretendo definir aquí, no es sino un caso entre la infinita, y casi inclasificable, variedad de narraciones breves, en sus múltiples temáticas o tratamientos morfológicos, como de manera bastante exhaustiva ha estudiado Enrique Anderson Imbert26. 6. Hasta aquí he expuesto los principales elementos formales y temáticos del cuento, como son el suceso, la brevedad, la tensión y el efecto, la narración y el tiempo, los personajes. Por tanto, he hecho una implícita definición del género li- terario cuento, pero este esfuerzo lo he dirigido más hacia cómo conseguir un buen argumento o cómo graduar la tensión, por ejemplo, que a reflexionar analíti- camente sobre una hipotética teoría del cuento. No obstante, llego al final de mi propósito con la firme convicción de que no basta, para escribir cuentos, conocer los elementos que lo componen; conocer és- tos quizás ayude, pero, sin duda, no es suficiente. Como escribió Cortázar en un conocido artículo, citado anteriormente: «Nadie puede pretender que los cuentos sólo se escriban luego de conocer sus leyes. (...) ...no hay tales leyes; a lo sumo ca- be hablar de puntos de vista, de ciertas constantes que dan una estructura a ese género tan poco encasillable...»27. Por el contrario, parece necesario que todo cuento encuentre su germen en la vida; sin la experiencia previa, ya sea vivida en el parámetro de lo físico, de lo oní- rico, de lo cotidiano o de lo excepcional, es difícil que surja algo que merezca la pena ser contado, aunque se conozcan las reglas o se domine la técnica. En este sentido, por sus características, en relato breve se presta de manera especial pa- ra dar cuenta de los pequeños hechos inexplicables, de los sueños obsesivos, de las alucinaciones momentáneas; en estos casos el cuento se convierte en cauce 24.Rulfo, Juan. El llano en llamas. Barcelona, Plañera, 1975. 25. CELA, Camilo, J. en GARCÍA PAVÓN, Francisco. Antología ds cuentistas españoles contemporá- neos. Madrid, Gredos, 1971, pp. 90-102. 26. Teoría y técnica del cuento. Buenos Aires, Marymar, 1979. (Sobre todo los capítulos 11, 12 y 13). 27. CORTÁZAR, julio. «Algunos aspectos del cuento». Ob. cit., p. 135. 214 CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
  • 11. conductor de pequeñas neurosis, en medio de expresión inmejorable para exorci- zar los demonos personales. Nuevamente tengo que citar a Cortázar en otro ma- gistral artículo, en que se refiere a este aspecto del cuento en tanto que liberación personal: «Quizá sea exagerado afirmar que todo cuento breve plenamente logra- do, y en especial los cuentos fantásticos, son productos neuróticos, pesadillas. (...) ...de todas maneras, en cualquier cuento breve memorable se percibe esa pola- rización, como si el autor hubiera querido desprenderse lo antes posible y de la manera más absoluta de su criatura, exorcizándola en la única forma en que le era dado hacerlo: escribiéndola»28. Finalmente, no quiero terminar este rosario de consejos y de buenas intencio- nes para escribir un cuento sin parafrasear las palabras ejemplares de Gabriel García Márquez29 que en un artículo periodístico venía a decir aproximadamente: La escritura del cuento, o sale de un tirón, o no sale nunca, pues éste responde a una descarga psíquica casi compulsiva, y si ésta se resuelve de forma fallida o in- verosímil en el relato, de nada servirá querer rehacer dicha descarga, cuando ya se ha diluido; por consiguiente el lugar más indicado para estos cuentos no debe ser otro que la papelera. 28. CORTÁZAR, Julio. «Del cuento breve y sus alrededores». Ob. clt., p. 108. 29. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel. «¿Cómo se escribe una novela?» El País. Madrid, 25 de Enero de 1984, pp. 9-10. 215 CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.
  • 12. CAUCE. Núm. 8. ALBERCA SERRANO, Manuel. Aproximación didáctica al cuento moderno.