1. Escuela de Padres
EDUCAR EN LA RESPONSABILIDAD
Educar a los hijos para que sean responsables es uno de los principales
objetivos de los padres.
La responsabilidad es una cualidad que indica un cierto grado de madurez y
compromiso, tanto con los demás, como con uno mismo. Ser responsable
implica asumir una serie de obligaciones y responder ante los propios actos.
Los padres no pueden estar siempre detrás del niño o del adolescente para
hacerle cumplir las normas. Lo que se ha de lograr mediante estrategias
educativas adecuadas es que estas normas queden tan arraigadas en ellos,
que lleguen a comportarse de una manera responsable también cuando no
haya nadie que les indique lo que han de hacer o dejar de hacer.
La mejor manera de transmitir a nuestros hijos el valor de la responsabilidad es
creando un ambiente donde pueda encontrar la información sobre cada una
de las opciones entre las que puede elegir y las consecuencias de cada una
de ellas, proporcionándoles, al mismo tiempo, los recursos adecuados para
poderlas llevar a cabo.
"Responsabilidad" puede ser un concepto bastante confuso. Es conveniente
que los padres enseñen a sus hijos a pensarlo en cuatro niveles:
1. SER RESPONSABLE de acciones específicas significa que tú eres la causa de
lo ocurrido ("¿Quién es el responsable de lo que ha sucedido?").
2. TENER RESPONSABILIDAD por algo significa que estás obligado a hacerlo
("María tiene la responsabilidad de sacar la basura todas las noches").
3. TOMAR LA RESPONSABILIDAD de algo significa que te encargas de ello, y
aceptas tanto el elogio como la culpa del resultado.
4. SER UNA PERSONA RESPONSABLE significa actuar como un adulto, tener
metas e iniciativas, y cuando ves que falta algo por hacer, lo haces.
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¿CUÁNDO EMPEZAR A EDUCAR LA RESPONSABILIDAD?
La responsabilidad, como manera de actuar, se va aprendiendo e
interiorizando de forma progresiva y de acuerdo con el desarrollo evolutivo de
los niños.
Cuando el niño va tomando conciencia de sí mismo y de su entorno y es
capaz de entender, es el momento de empezar a estimular su capacidad
para responsabilizarse de algunos de sus actos. El nivel de exigencia ha de
estar en consonancia con las posibilidades de cada etapa evolutiva.
A partir del año y medio se le puede enseñar a que se ocupe de algunas de
sus cosas, por ejemplo, tirar su pañal sucio a la basura o recoger sus juguetes
cuando termina de jugar. Con estas pequeñas obligaciones se irá
familiarizando con la responsabilidad y, al mismo tiempo, le harán sentirse
importante y valorado dentro de su familia. A medida que el niño vaya
ampliando su capacidad de comprensión y de actuación, podremos ir
aumentando el nivel de exigencia.
Para que el niño madure valorando las consecuencias de sus acciones y
comportamientos ante los demás, necesita familiarizarse con diversas tareas y
obligaciones y aprender que debe ser responsable de sus actos. Este proceso
de aprendizaje abarca toda la infancia, la pubertad y la adolescencia.
A veces para los padres es más fácil hacerle las cosas al niño que enseñarle y
esperar que sea capaz de hacerlas. Con esta actitud estaremos corriendo el
riesgo de que el niño no llegue a responsabilizarse nunca de sus obligaciones.
Los padres deben evitar adoptar una actitud sobreprotectora que impida al
niño hacer cosas por sí mismo, porque ésta no le permitirá madurar
adecuadamente. Pero una postura de exigencia excesiva es también nociva,
ya que puede generar en el niño inseguridad y miedo, debiendo realizar un
sobreesfuerzo que en algunos casos hará que desarrolle una "falsa madurez".
Para fomentar la responsabilidad es necesario:
Establecer normas y límites: todos necesitamos puntos de referencias para
saber en cada momento lo que podemos y debemos hacer, lo que está
bien y lo que está mal, lo que ocurrirá si no se respetan las normas.
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Educamos para vivir en sociedad. Por eso permitir que el niño haga siempre
lo que quiera no educa para la vida adulta. Pero es evidente que estas
normas y límites han de cumplir con unos requisitos:
Que sean sencillas y simples.
Que sean justas.
Que los niños tengan muy claro cuáles van a ser las consecuencias si no
las cumplen.
Que apliquemos las normas de forma coherente y sobre todo, justa.
Siempre que sea posible, permite que tus hijos elaboren sus propias
normas sobre tiempo de estudio, diversión, tareas de casa, etc.,
dejándoles claro que además de decidir deben cumplir con ellas.
Dar responsabilidades atendiendo a las capacidades y necesidades del
niño.
Los padres deben ser coherentes comportándose siempre de la misma
manera, en base a unos principios y valores.
No ser arbitrario. Las normas sirven para todos igual, en todos los momentos,
por eso tienen que ser concretas y respetadas por todos. Pero al mismo
tiempo, también tienen que ser flexibles y estar abiertas a los cambios.
CÓMO INCULCAR A NUESTROS HIJOS EL VALOR DE LA
RESPONSABILIDAD
El mejor método educativo es el de "predicar con el ejemplo", ya que los niños
toman como modelos a sus padres y muchos de los valores, actitudes y
comportamientos que se aprenden a lo largo de la vida se derivan de lo que
han visto hacer a sus progenitores.
Difícilmente un niño llegará a ser responsable si sus padres se comportan de
forma irresponsable con él o con sus propias obligaciones.
Para poder exigir, no debemos olvidar que antes hay que enseñar y que se
debe dar un plazo de tiempo para la práctica y la interiorización del nuevo
aprendizaje.
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En la adolescencia muchas de las responsabilidades que ya estaban
adquiridas se olvidan.
Muchos adolescentes eluden sus responsabilidades en un intento de refugiarse
en comportamientos más infantiles. Pero, si la adolescencia se resuelve bien,
esta etapa concluirá con la consolidación de la responsabilidad.
Orientaciones para ayudar a nuestros hijos en este proceso
de aprendizaje:
Un niño responsable es un niño que sabe lo que debe hacer y lo que no es
correcto. La responsabilidad debe ser considerada como un medio de
educación, nunca un fin en sí misma.
Si les enseñamos de la forma adecuada en función de su edad, harán suya
esta responsabilidad de forma natural, en lugar de hacerlo a base de
imposiciones.
Establecer un sistema de obligaciones y derechos siguiendo siempre un
mismo criterio.
Es importante enseñarle a cuidar y a responder de sus cosas, pero también
hemos de inculcarle el respeto y cuidado por las cosas de los demás.
Enseñarle a cumplir y a respetar las normas de la familia, del colegio, las
normas sociales, etc.
Hacerle participar, en la medida de sus posibilidades, en las tareas
domésticas, sin pretender que haga cosas imposibles para su edad.
Cuando el niño está en edad escolar hay que inculcarle que el estudio y el
trabajo escolar son sus obligaciones y que con su esfuerzo deberá
responder ante ellas.
Ayudarle a reconocer y aceptar sus errores y enseñarle a repararlos.
Enseñarle las consecuencias de sus actos, ya sean éstos satisfactorios o
recriminables.
Valorar al niño siempre que se muestre responsable y hacerle ver los
beneficios de su actitud.
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Dedicarles el tiempo suficiente para poder explicarles con tranquilidad las
cosas, para que desde su perspectiva de niños o adolescentes puedan
entenderlas e incorporarlas a su experiencia.
Que aprendan a reflexionar y a pensar en el porqué de las cosas, de las
situaciones, de los comportamientos, mostrándoles los efectos o
consecuencias, los beneficios y los perjuicios de éstos.
Que los valores que transmitamos sean también importantes para nosotros:
si unos padres son desordenados será difícil que su hijo aprenda a ser una
persona ordenada.
UNA CUESTIÓN DE INDEPENDENCIA
Hay que educar a los hijos para que se conviertan en adultos independientes y
competentes y para ello es necesario dejarles hacer las cosas por sí mismos.
No existen normas infalibles acerca de dar independencia a los hijos; los
padres deben iniciar el largo proceso de ir soltando las riendas poco a poco
en todos los frentes. Los niños se sienten más seguros si se les anima y se espera
de ellos que sean responsables e independientes. Los más pequeños no
actuarán por sí solos a menos que se les dé cierta autonomía (por ejemplo, si la
madre le abrocha los botones del abrigo, el niño esperará que continúe
haciéndolo).
Los padres ayudan a crecer a sus hijos a base de no ayudarles y no estar todo
el día dictándole lo que debe hacer. Los niños necesitan límites firmes y que
cada uno de sus actos sea regulado y controlado por sus padres, pero al
mismo tiempo deben disponer de la suficiente libertad de acción y de
pensamiento para desarrollar confianza en sí mismos y autocontrol.
CÓMO OTORGAR INDEPENDENCIA
Los niños serán responsables si los padres les dejan. Hay que animarles a
asumir responsabilidades respecto a sí mismos y a sus acciones: "Sé que tú
puedes..." "Confío en que tú...". Invitarles a expresar sus necesidades y darles
permiso para conseguir el éxito y para ser independientes.
Hay que soltar las riendas de manera gradual. Si los padres lo hacen todo
por el hijo y luego, de repente, porque el niño ha alcanzado una cierta
edad, le dejan a su aire, se sentirá perdido e inseguro. No podemos
hacernos cargo de sus vidas para siempre.
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Confianza. No estemos siempre encima de los hijos cuando éstos llevan a
cabo alguna tarea doméstica. Hay que confiar en ellos aunque a veces
cueste, sobre todo la primera vez que se les permite hacer algo.
Es difícil dejarles ir, pero debe hacerse en algún momento, y es mejor que
los padres tengan algún control sobre el proceso que no tener ninguno,
que es lo que sucederá si se le deja ir demasiado tarde.
Valorémoslos. Hagan lo que hagan, si se están esforzando, hay que dejarles
la esperanza de que les va a salir bien. Debemos alabar los pequeños
progresos intermedios, aunque sean extremadamente lentos.
No esperemos que la independencia avance al mismo ritmo en todos los
campos. Tal vez aprenda antes a ir solo a la escuela que a bajar a la tienda
a comprar algo o viceversa.
ERRORES HACIA LA INDEPENDENCIA
Controlar y restringir, y luego de repente dejarle ir. Ir siempre detrás de él
recogiendo lo que deja, y luego imponerle una limpieza absoluta en
cuanto cumple los 13 años.
Estar siempre encima de él. Decirle siempre cuando debe irse a la cama y
preguntarle si ya se ha lavado los dientes.
No confiar en él. Decirle (y a cualquiera que esté escuchando) que uno no
puede fiarse de él.
Reforzar su fama de hacer mal las tareas domésticas, diciéndole: "Deja,
dámelo a mí. Yo lo haré".
Criticar o infravalorar: "Mira esos platos, ¿a eso le llamas limpio?".
En éste, como en muchos otros valores, el ejemplo de los padres tiene un valor
esencial. Unos padres irresponsables difícilmente podrán enseñar a sus hijos a
ser responsables.
Para conseguir que un niño llegue a ser una persona responsable es necesario
potenciar su autoestima y destacar sus habilidades, pero también inculcarle
unos valores que le permitan entender lo que está bien o mal.
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