1. RUAH – EVANGELIZANDO A TIEMPO Y DESTIEMPO
LA FE COMO CARISMA
La fe como don del Espíritu Santo es distinta de la virtud teologal, que consiste en la adhesión al
Señor y a su mensaje, y que recibimos desde el bautismo como regalo de Dios.
Aquí se trata de un carisma para beneficio común que nos permite confiar ciegamente en el
Señor en circunstancias especiales y difíciles y que es el requisito para que el Señor obre
entonces maravillas y aun milagros.
San Cirilo de Jerusalén en una de sus Catequesis expone la diferencia que existe entre las dos
clases de fe: "La fe, aunque por su nombre es una, tiene dos realidades distintas. Hay, en efecto,
una fe por la que se cree en los dogmas y que exige que el espíritu atienda y la voluntad se
adhiera a determinadas verdades; esta fe es útil al alma, como lo dice el mismo Señor: El que
escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado tiene vida eterna y no incurre en
condenación; y añade: El que cree en el Hijo no está condenado, sino que ha pasado ya de la
muerte a la vida.
¡Oh gran bondad de Dios para con los hombres! Los antiguos justos, ciertamente, pudieron
agradar a Dios empleando para este fin los largos años de su vida; mas lo que ellos consiguieron
con su esforzado y generoso servicio de muchos años, eso mismo te concede a ti Jesús realizarlo
en un solo momento. Si, en efecto, crees que Jesucristo es el Señor y que Dios lo resucitó de
entre los muertos, conseguirás la salvación y serás llevado al paraíso por aquel mismo que
recibió en su reino al buen ladrón. No desconfíes ni dudes de si ello va a ser posible o no: el que
salvó en el Gólgota al ladrón a causa de una sola hora de fe, él mismo te salvará también a ti si
creyeres.
La otra clase de fe es aquella que Cristo concede a algunos como don gratuito. A unos es dado
por el Espíritu el don de sabiduría; a otros el don de ciencia en conformidad con el mismo
Espíritu; a unos la gracia de la fe en el mismo Espíritu; a otros la gracia de curaciones en el
mismo y único Espíritu.
Esta gracia que te da el Espíritu no consiste solamente en una fe dogmática, también en aquella
otra fe capaz de realizar obras que superan toda posibilidad humana; quien tiene esta fe puede
decir a un monte: "Vete de aquí a otro sitio", y se irá. Cuando uno, guiado por esta fe, dice esto
y cree sin dudar en su corazón que lo que dice se realizará, entonces este tal ha recibido el don
de esta fe.
Es de esta fe de la que se afirma: Si tuvieseis fe, como un grano de mostaza. Porque así como el
grano de mostaza, aunque pequeño en tamaño, está dotado de una fuerza parecida a la del fuego,
y plantado aunque sea en un lugar exiguo, produce grandes ramas hasta tal punto que pueden
cobijarse en él las aves del cielo, así también la fe, cuando arraiga en el alma en pocos
momentos realiza grandes maravillas. El alma, en efecto, iluminada por esta fe, alcanza a
concebir en su mente una imagen de Dios, y llega incluso hasta contemplar al mismo Dios en la
medida en que ello es posible; le es dado recorrer los límites del universo y ver, antes del fin del
mundo, el juicio futuro y la realización de los bienes prometidos.
Procura pues llegar a aquella fe que de ti depende y que conduce al Señor a quien la posee, y así
el Señor te dará también aquella otra que actúa por encima de las fuerzas humanas".
La fe como Carisma es la que posee María en el momento de la Anunciación y que fue loada
por Isabel.
Es la que mantiene firme a la Cananea, a pesar de las aparentes negativas que recibe.
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2. RUAH – EVANGELIZANDO A TIEMPO Y DESTIEMPO
Es la de Pedro cuando camina sobre las Aguas en busca de Jesús. Es la de Marta y María que
llaman a Jesús cuando está enfermo su hermano Lázaro.
Es la de Pedro cuando sana al paralítico: "En nombre de Jesús, anda". Aquí Pedro no se limita a
creer que Jesús puede curar, sino que lo va a hacer inmediatamente.
Es la fe de Abraham, "nuestro Padre en la fe". Es la de tantos que con una seguridad
inexplicable humanamente, se lanzan a realizar obras que parecen locura, pero al convertirse en
realidad benefician a muchos. Es la de quienes como Pedro dicen: "en tu nombre echaré las
redes", y las sacan llenas de peces. Es la fe expectante y carismática.
Hoy necesitamos la abundancia de este Carisma, porque el progreso científico nos lleva a
confiar más en el poder de la técnica que en el Señor, y debido a esto estamos presenciando una
crisis religiosa terrible.
El hombre actual no quiere creer sino en sí mismo y en la naturaleza y olvida al Autor de esa
naturaleza.
La Renovación Espiritual que está realizando el Espíritu Santo en la Iglesia está reviviendo la fe
y su consecuencia inmediata, la acción del Señor que dijo: "que se haga conforme a vuestra fe".
A medida que aumente el Carisma de la fe, se multiplicarán también las manifestaciones del
poder y del amor del Señor en beneficio de la Iglesia y del mundo.
Recordemos que Él dijo que los que tengan fe harán las obras que Él hizo y aún mayores. Jn.
14,12).
Si falta poder en nuestras vidas y en nuestro ministerio es porque tenemos una fe muy lánguida,
aunque nos parezca muy "sabia", y porque en la práctica estamos convencidos que el Señor es
ahora distinto y que ya no quiere realizar en su iglesia y por la Iglesia las obras que hizo y que
nos narra el Evangelio.
Por algo tuvo que decir a sus Apóstoles que eran "hombres de poca fe". Pidamos al Señor que
aumente en todos nosotros la virtud de la fe que es necesaria para la justificación y para la
salvación y también que multiplique el Carisma de fe para que la acción de su Espíritu aparezca
con todo su poder y con su infinito amor. .
(Entrelazamos el artículo "La fe como carisma" con un testimonio real de esa fe
carismática.)
EL CARISMA DE FE
Hay un criterio de discernimiento espiritual en nuestras faltas de fe. Podemos encontrar muchas
tentaciones que proceden de nuestra imaginación, de nuestra psicología herida. Pero existe una
que nunca procede de nosotros, que siempre procede del Maligno: es aquélla de la duda, sobre
Dios, sobre el amor de Dios, la duda sobre el corazón de Dios abierto para nosotros. La duda es
la firma del Maligno.
La primera vez que el Señor me pidió ejercer el carisma de fe ocurrió en una gran asamblea
carismática, hace unos doce años. Tenía que animar la oración para los enfermos y había en el
santuario donde se desarrollaba esta oración unas seis mil personas. De ellas, treinta a cuarenta
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3. RUAH – EVANGELIZANDO A TIEMPO Y DESTIEMPO
personas paralíticas en sillas de ruedas. Les había pedido que accedieran al presbiterio de la
iglesia para estar muy cerca de los animadores. Y habíamos decidido imponer las manos a cada
una de las personas paralizadas.
Me gusta mucho reposar mi mirada sobre los enfermos cuando se ora por ellos. Y justo, antes
del momento en que íbamos a imponerles las manos, los miré a todos, simplemente. Y en un
momento determinado mi vista se detuvo en una joven a quien no había visto hasta ese
momento. No recibí una profecía ni una palabra de conocimiento, sólo un impulso muy fuerte
del corazón, como si el Señor me indicase que quería hacer algo muy especial a esta joven pero
que ni ella misma sabía cómo acoger la gracia de Dios.
El impulso en mi corazón fue tan fuerte que me dirigí directamente hacia esa joven y hablé un
poco con ella. Me dijo su nombre: Chantal, tenía veinticuatro años y a los veintiuno sufrió un
grave accidente de moto; su médula espinal, partida totalmente, la dejo paralizada de las
piernas. Yo era médico y, como médico, sabía que esto no tenía cura.
Entonces tuvo lugar en mi corazón todo un combate espiritual. Al mismo tiempo sentía dentro
de mí el impulso de fe y yo no sabía, en ese momento, que eso era el carisma de fe, pero con
este impulso de fe, mi corazón sabía que el Señor quería que caminara, pero mi inteligencia de
médico me decía, y estaba seguro, que eso era una locura. Durante algunos minutos estuve
vacilando y, finalmente, me lancé al agua. Pero yo no sabía nada, al menos en cuanto a nadar
con los carismas.
Y entonces le dije a esta persona: "El Señor quiere hacer algo contigo. ¿Lo crees?". Respondió
muy débilmente con un pequeño "sí". Le dije: "Si el Señor quisiera sanarte ahora, ¿qué
pensarías?". Me contestó: "¡Es imposible!". Y entonces le he dicho: "¿y por qué estás aquí?".
Ella respondió: "Porque espero que el Señor pueda curarme". "Entonces lo esperas pero no te lo
crees". "Eso es cierto". Seguía presente dentro de mí esta fuerza interior, este impulso de fe. Era
algo a lo que no estaba acostumbrado y me sorprendía que siguiera tan fuerte en mi corazón. Y
entonces le dije con fuerza: "Vamos a orar juntos y vas a recibir algo del Señor". Y
comenzamos a orar. Al cabo de algunos minutos le pregunté: " ¿Sientes algo?". Y ella me
explicó: "Sólo siento como una corriente eléctrica en mis piernas". Entonces le dije: "Vamos a
seguir orando pero ten confianza". Notaba cómo ella tenía miedo de recibir la sanación y sentí
que debía animarla; necesitaba que le animase para que lo acogiera en su corazón, para que se
atreviera a confiar en Dios. Porque tenía fe, creía en Dios, pero no creía en la acción de Dios en
ella.
Seguimos orando y al cabo de unos minutos le dije: "Bueno. Ahora vas a intentar ponerte en
pie". Y me contestó: " ¿Está loco? . ¡Hace tres años que no puedo!". Y le confirmé: "Sí, pero
Dios lo puede por ti". Entonces, la ayudé un poco y comenzó a incorporarse y podía estar en pie
con mucha debilidad. Para ella esto era ya muy importante. Le dije: "Vamos a seguir orando".
Los otros animadores de la velada estaban algo molestos porque me decían: "Philippe, hay
trescientos enfermos por los que tenemos que orar". Y entonces les dije: "Bueno, vosotros
ocuparos de los trescientos que yo me quedo con Chantal". Porque el impulso de fe en mi
corazón era tan fuerte que era la prioridad que yo tenía que atenderla. Y creo que en ello reside
una de las características del carisma de fe: sentir y saber que somos enviados a una persona
para animarla a la confianza en lo que Dios quiere darle.
Seguí orando con Chantal. Media hora más tarde caminaba normalmente. Y al día siguiente, en
la tarde de testimonios bailó el vals con un hermano, alrededor del altar
Es algo muy sencillo. No estoy diciendo que esto tiene que ocurrir con todos los paralíticos.
Pero este ejemplo verídico nos enseña cómo el Señor nos quiere educar en la fe y cómo el
Espíritu Santo quiere hacernos salir de nuestros miedos personales para introducirnos en otra
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experiencia de la fe y del poder de Dios. Y creo que es lo que la RCC tiene que aprender a vivir
en estos tiempos. Es tiempo para la RCC, de salir de sus miedos. Con todos estos miedos están
unidas las divisiones, la falta de unidad. Debemos aprender a ser enviados con el poder del
Espíritu Santo. Y el poder del Espíritu Santo nos es dado en primer lugar a través de la fe.
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