Alrededor de mis 25 años, hace 37 años, empecé a cuestionarme sobre el sentido o propósito de mi vida, cuya respuesta me llevó a transitar por un largo recorrido a mi interior, ayudado por la meditación y, en otro momento, por psicoterapia, pero hoy, en un blog de investigadores científicos, encontré este escrito del psicólogo español Antonio Crego que lo resume todo y tiene MUCHO SENTIDO. Lo envié a mis hijas e hijo pero creo que bien merece ser compartido con todo aquel que se pregunté por el sentido de su vida....Raúl.
GUIA DE NUTRICION Y ENTRENAMIENTO para principiantes
EL SENTIDO DE LA VIDA
1. Antonio Crego
Profesor titular del departamento de Psicología y Salud en la Universidad a Distancia de Madrid (UDIMA),
donde coordina el Máster en Psicología General Sanitaria. Su investigación se ubica en la confluencia entre
la psicología social y la psicología de la salud, con especial interés en el análisis de los aspectos psicosociales
implicados en el bienestar.
¿Por qué Sísifo no encontraba sentido a su vida?
Es difícil saber de qué hablamos cuando nos referimos al "sentido de la vida". Sin embargo, algunas
investigaciones realizadas en el ámbito de la psicología han identificado cuáles son los componentes de esta
experiencia. Tener un propósito, tratar de comprender los acontecimientos, dar valor a lo que hacemos y a
uno mismo, y sentirse eficaz, aportan significado en nuestras vidas. Sin él, sobrevienen la desmotivación y la
extrañeza ante cuanto nos rodea. Pero, además, existe otra forma más modesta y cotidiana de entender el
sentido. Se trata, simplemente, de la satisfacción derivada de una tarea bien hecha, que es apreciada por los
demás.
La lucha por llegar a las cumbres basta para llenar un corazón (Albert Camus, El Mito de Sísifo)
Estudiar “el sentido de la vida” de forma empírica y siguiendo las reglas del método científico podría mover a
la risa. Suena grandilocuente. Hasta ahora éste ha sido un tema reservado a los filósofos, y no siempre sin algo
de rubor por parte de quienes se han dedicado a ello. Tal vez, el enfoque más adecuado sea el de los Monty
Python, quienes precisamente abordan la gravedad del asunto desde su contrapartida, el humor absurdo. ¿Su
conclusión?
“[El sentido de la vida] no es nada muy especial. Intenta ser amable con la gente, no comas grasas, lee un
buen libro de vez en cuando, camina un poco, y trata de vivir en paz y armonía con la gente de todos credos
y naciones".
Pero empecemos por el principio. Los propios Python comienzan su “introducción” al tema cantando,
inquisitivos, algunas preguntas... “¿Por qué estamos aquí?” “¿De qué va la vida?”... y otras en esta línea que
seguramente todos en algún momento nos hacemos. El crítico de la cultura Terry Eagleton, por su parte, inicia
su breve ensayo sobre el tema (The Meaning of Life. A Very Short Introduction) planteándose si realmente
tiene sentido preguntarse por el sentido, valga la redundancia (1). ¿No es más bien una “pseudopregunta”
para la que no hay respuesta?
LA "PREGUNTA" POR EL SENTIDO DE LA VIDA
A veces el lenguaje nos lleva a confusión. Por ejemplo, si alguien nos aborda con un "¿Tienes hora?", sabemos
que, aunque parezca una pregunta, en realidad nos está haciendo una petición. Con la pregunta por el sentido
en ocasiones pasa algo parecido. Más que una interrogación, puede ser una expresión de desaliento o una
2. indicación de extrañeza ante algo que nos supera. “¡¿Qué sentido tiene todo esto?!”, se preguntarían
personas en una relación fallida, alguien que presencia una situación dramática, un esforzado profesional sin
éxito, o un filósofo a punto de ingerir cicuta.
Por suerte, no estamos continuamente preguntándonos cuál es el sentido de lo que nos ocurre en la vida. Y
eso es una buena señal, ya que de alguna manera implica que nuestros significados personales nos sirven a la
hora de desenvolvernos en el día a día. Aunque muchos de ellos sean significados implícitos y no conscientes,
lo cierto es que parecen funcionar. Nos permiten interpretar nuestras vidas, tomar decisiones, distinguir qué
cosas tienen valor para nosotros y cuáles no y, en definitiva, nos ayudan a reducir la incertidumbre propia de
la página en blanco que escribimos cada día. Para investigadores como Travis Proulx y Michael Inzlicht, el
significado viene a ser un sistema de representaciones mentales que nos permite entender nuestra
experiencia, estableciendo qué relaciones son esperables que ocurran en ella (2). También Roy Baumeister,
en su monografía Meanings of Life apunta a esta forma de entender el significado, afirmando que “es una
representación mental compartida sobre las posibles relaciones entre cosas, eventos y relaciones; por tanto,
el significado conecta cosas” (3).
La pregunta por el sentido de algo que nos ocurre, o de la vida, surge típicamente en situaciones de crisis, en
las que se producen violaciones de los significados previamente asumidos y se quiebran las “relaciones
esperadas” entre acontecimientos. La búsqueda de significados es más perentoria cuanto más irracional se
vuelve el entorno. No es casualidad que una de las obras más célebres sobre este tema, El hombre en busca
de sentido, de Viktor Frankl, narre las experiencias de su autor en un campo de concentración durante la
Segunda Guerra Mundial (4).
LOS INGREDIENTES DE UNA VIDA CON SENTIDO
Aun así, decir simplemente que el significado es lo contrario al absurdo, la alienación, la ansiedad existencial,
o el hastío vital, no es suficiente. Por suerte, en muchas ocasiones también sentimos positivamente que las
cosas encajan, que la vida tiene un significado —sea el que sea—, y que los acontecimientos, por más adversos
que parezcan, son al menos inteligibles. ¿Cuándo decimos que las cosas tienen sentido para nosotros? Algunos
investigadores del ámbito de la psicología han señalado que para disfrutar de esta experiencia deben darse
algunas condiciones (3, 5, 6, 7):
Tener propósitos. Hablar del significado de la vida muchas veces equivale a hablar de nuestros objetivos y
propósitos en ella. Si alguien nos preguntara por el sentido de nuestra vida, posiblemente, le responderíamos
indicando una serie de resultados que nos parecen deseables, o describiendo aquellos escenarios que nos
gustaría que se hicieran realidad. Y en nuestra respuesta, seguramente, también incluiríamos un conjunto de
acciones que son instrumentales para lograr tales metas. Es la visión "teleológica" del significado o, dicho de
otra forma, aquella en la que nos preguntamos el "¿para qué...?" de las cosas que hacemos (3, 6, 7).
Comprender lo que nos rodea y a nosotros mismos. Percibir que unos acontecimientos están conectados con
otros y son coherentes nos proporciona una sensación de sentido (3, 6, 7). Los acontecimientos de la vida
adquieren significado cuando apreciamos algún orden en ellos. Pero además, es necesaria la sensación de que
nos entendemos a nosotros mismos y a los demás, un cierto insight sobre cuál es el papel que desempeñamos
en el entramado de relaciones de nuestro mundo social (5).
Sentirse eficaz. Para experimentar que la vida tiene sentido es necesario un cierto grado de autoeficacia, es
decir, tener la impresión de que los acontecimientos son controlables y podemos llegar a lograr nuestras
metas. Cuando pensamos que no existe conexión alguna entre nuestras acciones y los resultados obtenidos,
se pierde la idea de que las cosas tienen un sentido; lo que ocurre —sea positivo o negativo— nos parece
simplemente arbitrario, un capricho del azar (3).
Sentir que nuestras metas son valiosas. En nuestras conversaciones cotidianas, el "sentido de la vida" en
ocasiones se equipara a "lo que importa en la vida", las cosas que de verdad "merecen la pena", aquello por
3. lo que estamos dispuestos a invertir tiempo, esfuerzo y a dar lo mejor de nosotros mismos, aunque implique
sacrificios (5).
Por ejemplo, una forma en la que habitualmente respondemos a la pregunta por el sentido es, simplemente,
referirnos a aquello que más nos importa y que representa una fuente de motivación en nuestras vidas, ya
sean personas (la familia, los amigos, etc.), ámbitos (el trabajo, la cultura, el deporte, etc.) o abstracciones (la
justicia, la solidaridad, etc). Son cosas a las que atribuimos valor, justificación ética o legitimidad (3).
Autoestima. Finalmente, otro ingrediente para experimentar significado es tener una visión positiva de uno
mismo. En gran medida, un autoconcepto positivo va unido al sentimiento de que uno importa, de que los
demás le aprecian y reconocen. Es difícil percibir que la vida tiene sentido si uno mismo no se respeta y se
valora, o si siente que no desempeña un papel relevante en ella (3, 7).
La experiencia de sentido, en definitiva, hace que el mundo en que estamos nos resulte un lugar familiar (2).
Cuando percibimos un sentido, la vida nos parece comprensible, orientada hacia alguna meta valiosa, y nos
sentimos cómodos en ella, sin que nuestra autoestima o nuestro autoconcepto se vean amenazados.
EL SENTIDO CON "S" Y EL SENTIDO CON "S"
Existe otra forma más de entender el significado. Dan Ariely ha distinguido entre el Sentido con "S" y el sentido
con "s" (8). El Sentido con "S" se da en aquellas actividades que persiguen grandes metas, con alto impacto
benéfico sobre la sociedad (por ejemplo, combatir la pobreza, encontrar la cura para una enfermedad, etc.).
Pero el sentido "s" es también importante. Se refiere al significado que damos a las pequeñas acciones y tareas
del día a día, por modestas que puedan ser. Es la cuota de sentido que recibimos más comúnmente en la vida
cotidiana y en el trabajo.
¿Por qué escribir un blog con pocos lectores? ¿Por qué hacer algún trabajo voluntario en nuestra comunidad?
¿Por qué esforzarse en hacer algo lo mejor posible cuando es suficiente con hacerlo "correctamente"? ¿Para
qué esmerarse en hacer buena fotografía amateur, pintar el retrato de un familiar, o cultivar un pequeño
huerto en el jardín? Muchas de estas cosas no llevan aparejada una recompensa económica o un incentivo
monetario, y sin embargo, nos enganchamos a ellas. La clave está en que tienen sentido, aunque sea con "s".
En todo lo que hacemos va implícita la imagen que tenemos de nosotros mismos, y nos gusta pensar que
somos competentes, que hacemos algo valioso, y que la gente que ve nuestro trabajo se siente satisfecha con
él y lo aprecia.
Dan Ariely y sus colaboradores han desarrollado una serie de experimentos para comprobar cómo el hecho
de percibir sentido en una actividad tiene un impacto sobre la motivación y la productividad (9). En estos
experimentos, los participantes realizaban tareas relativamente sencillas como, por ejemplo, buscar un patrón
de letras en una página escrita o construir robots con piezas de Lego siguiendo un modelo. El salario y la tarea
se mantenían constantes en las distintas condiciones experimentales, que se diferenciaban sin embargo por
el grado de "sentido" que se le daba a la tarea. Así, en las condiciones donde se trataba de crear una "falta de
sentido", el trabajo de la persona una vez completado podía ser destruido por el experimentador o
simplemente ignorado. Contrariamente, en las condiciones experimentales "significativas", el trabajo del
participante era reconocido de alguna forma simbólica (por ejemplo, identificando el nombre de la persona
que había realizado la tarea o visibilizando el resultado).
Como era esperable, aunque se les retribuyera económicamente siguiendo el mismo patrón, aquellos
participantes que realizaban una "tarea significativa" producían mucho más y mostraban mayor implicación,
en comparación con sus compañeros en la condición de "trabajo sin sentido". Más aún, estar en una condición
donde el trabajo se destruía una vez terminado provocaba otro efecto secundario: una actividad que
inicialmente resultaba gratificante por sí misma (montar piezas de Lego) al final dejaba de serlo para los
participantes.
4. Sísifo, condenado a la absurda tarea de subir una y otra vez la misma piedra pesada a la cima de una montaña,
seguramente sintió que su vida no tenía sentido, cada vez que veía rodar el pedrusco ladera abajo. Muy
posiblemente se preguntara "¡¿Qué sentido tiene todo esto?!" —pero ya sabemos que en realidad no buscaba
una respuesta, sino que más bien estaba dando salida así a su desaliento—. Si hubiera habido psicólogos en
el inframundo, posiblemente Sísifo habría recibido algunos buenos consejos: "Búscate un propósito, Sísifo,
márcate objetivos, trata de ponerte metas", "Sísifo, piensa cuántos leerán tu historia", "¡Date cuenta de que
estás haciendo una proeza!", y otros similares. Pero el castigo de los dioses era especialmente cruel. Como
muestra Dan Ariely, destruyendo su trabajo ni siquiera le permitieron experimentar, al menos, un sentido con
"s", la satisfacción íntima de una obra bien hecha.
Y a pesar de todo, Camus nos dice, "hay que imaginarse a Sísifo feliz".
Referencias
1.Eagleton, T. (2007). The Meaning of Life a Very Short Introduction. Oxford: Oxford University Press.
2.Proulx, T., & Inzlicht, M. (2012). The five “A” s of meaning maintenance: Finding meaning in the theories of sense-
making. Psychological Inquiry, 23(4), 317-335.
3.Baumeister, R. F. (1991). Meanings of life. New York: Guilford Press.
4.Frankl, V. (2015). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder.
5.Baumeister, R.F. (2013). The meanings of life. Aeon Essays, 16.10.2013 Recuperado de https://aeon.co/essays/what-is-
better-a-happy-life-or-a-meaningful-one
6.Steger, M.F. (2012). Making meaning in life. Psychological Inquiry, 23, 381-385.
7.George, L. S., & Park, C. L. (2016). Meaning in life as comprehension, purpose, and mattering: Toward integration and
new research questions. Review of General Psychology, 20(3), 205-220.
8.Ariely, D. (2008). Predictably irrational. New York: Harper Collins.
9.Ariely, D., Kamenica, E., & Prelec, D. (2008). Man's search for meaning: The case of Legos. Journal of Economic
Behavior & Organization, 67(3), 671-677.