1. Las escuelas, por lo general, hacen un gran esfuerzo por mantener limpias
sus instalaciones, y por ello tiene especial importancia el personal de
intendencia con que cuentan. Sin embargo, con demasiada reiteración el
problema de la basura es el cuento de nunca acabar.
Sobre todo pasillos y salones de clase, parecen ensuciarse al minuto siguiente
que la escoba y el mechudo han recorrido sus pisos. Un mal hábito de
profesores y alumnos para quienes la basura en el suelo es algo común o, por
lo menos, de importancia nimia.
En la lógica de la comunidad escolar, con frecuencia se considera que uno
desecha poco material y además se cuenta con gente encargada de recogerla,
con lo que hasta se justifican esas contrataciones.
El problema es que los planteles operan con una alta densidad de población
y, en la suma total de basura, resulta que sus volúmenes son considerables y
su permanencia constante por los que el ambiente donde se trabajaba no es
precisamente el más estimulante ni grato. Papeles arrugados, envolturas de
golosinas, virutas de los lápices, residuos de goma para borrar y otros objetos
varios constituyen la “decoración” habitual.
Lo malo es que llegamos a acostumbrarnos y el aseo deficiente queda
convertido en parte de la cotidianidad. Dejamos de percatarnos de que
desempeñamos nuestras labores en medio del descuido y la dejadez. Es triste
habituarse a eso, toda vez que en ese edificio pasamos una buena parte de la
vida.
La basura escolar es
inofensiva, nada que valga la
pena
Muchos solemos creer eso.
Pensamos que, a diferencia
de los residuos domésticos,
los desechos escolares
consisten nada más en papel,
de cuando en cuando
acompañado por algún otro
objeto menudo que tampoco
provoca malos olores.
Craso error. Bastaría con
dejar los depósitos sin vaciar
durante una semana y muy pronto atestiguaríamos ese fenómeno que a la
2. gente de siglos pasados le hizo creer en la generación espontánea.
Comenzará a desprenderse el típico hedor de la materia orgánica en
descomposición, y muy pronto veremos surgir a las moscas comunes y
también a esas que pueblan las cocinas cuando la fruta se ha echado a
perder (Drosophila melanogaster).
Si bien trabajamos con hojas, lápices, bolígrafos y gomas, hay muchos otros
elementos que suelen llegar cada día. Así la basura generada luego de la
jornada de estudio es “enriquecida” con residuos de alimentos y bebidas,
envases vacíos, discos inservibles, baterías agotadas, trozos de lápices,
bolígrafos inútiles y cualquier cantidad de cosas impensables: en ocasiones
hasta prendas de vestir o cualquier objeto que constituya evidencia de que se
violó el reglamento escolar al llevarlo.
Lo cierto es que la escuela, como organización, desecha una gran cantidad
de productos: a veces se trata de material con alto potencial de
contaminación (como ocurre con los metales pesados de las pilas y las
sustancias usadas en los laboratorios).
Las soluciones son accesibles
Los responsables de algunos
centros educativos se han
percatado de la importancia de
este problema y han puesto
manos a la obra. Para ello han
optado por la instalación de
recipientes de depósito para
distintos materiales,
acompañando esto con una
intensa campaña de
sensibilización entre su
comunidad.
A diferencia del ámbito
doméstico, donde la restricción
marcada por el espacio disponible
es bastante frecuente, muchos de los planteles tienen la oportunidad de
colocar depósitos con los que se pueda superar la simple separación entre lo
“orgánico” y lo “inorgánico”1.
Un ejemplo de esto lo encontramos en una universidad publica, la Autónoma
Chapingo (en México), que se ha dado a la tarea de colocar estaciones
3. techadas para la colecta separada de basura. Al menos un tambo para cada
una de las siguientes categorías:
Material orgánico (principalmente residuos de alimento)
Papel y cartón
Pilas y residuos informáticos
Materia inorgánica y plásticos
Material no
reciclable
Los resultados han sido
notables porque el
desconcierto o la
indolencia inicial se han
sustituido por una
paulatina asimilación de
hábitos que contribuyen a
mantener más limpio el
campo universitario.
Además, se ha facilitado
la recolección y la
disposición de los
desechos, ya que al
llenarse los basureros a distinto ritmo fue posible establecer horarios o
calendarios diferenciados para cada tipo de desperdicios, con lo que se evita
eso que podríamos llamar “sopa de basura”.
Ahora bien: alguien podría argumentar que eso es posible cuando se cuenta
con grandes áreas, pero el alegato queda invalidado al considerar que no
habrá más residuos de los que cotidianamente se acumulan —y se supone
que para ellos ya existen recipientes—, por lo que en todo caso sólo habrá
que ajustar tamaños.
Beneficios añadidos a la limpieza
La limpieza y el cuidado ambiental, por sí mismos, son asuntos importantes
para todos. No obstante, la práctica de separación en la escuela conlleva una
serie de aprendizajes que, a la larga, son relevantes.
Un estudiante que se ha acostumbrado a usar un recipiente específico para
arrojar cada tipo de material, seguramente llegará a preguntarse por qué en
casa no funcionan las cosas de la misma manera. Con algo de suerte él será
4. promotor de estas prácticas o las establecerá cuando tenga su propia
vivienda.
Los escolares —y también muchos
de los trabajadores académicos y
administrativos que conservamos
hábitos un tanto montaraces—
aprenden que, en buena medida,
el ambiente de trabajo es producto
del esfuerzo propio y del de los
demás. Hay una acción
comunitaria que, por mejorar, es
apreciada y quizá ejercida en
otros ámbitos de la vida.
El tema es la basura pero, en la
práctica, hacemos nuestras las
nociones de convivencia con
respeto a los demás y a uno
mismo. Como muchas otras cosas,
también lo cultivado en el centro educativo suele suplir aquello que no
conocimos en casa o a lo que se le dio poca importancia.
Sin que sea el objetivo, por el solo hecho de separar, la institución podrá
disponer ventajosamente del desperdicio que por fuerza produce la
colectividad. El papel limpio y seco tiene, aunque mínimo, un valor; lo
mismo con el resto de materiales que, eventualmente, participan en procesos
de reciclamiento o reutilización.
Recursos que no tienen afán de lucro, sino que podrían ser útiles para
mejorar paulatinamente los procesos de recolección apropiada.
Establecer métodos de separación de basura es conveniente desde todos los
puntos de vista y la inversión es mínima, ya que el ingenio nos permite
encontrar las más variadas opciones. No hacerlo sólo es explicable por la
indolencia institucional.