Este documento presenta un prólogo y una introducción a la obra "Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas" de Hugh Nibley. El prólogo describe brevemente el contenido del libro, el cual explora la historia y cultura de los pueblos jaredita, nefita y mulekita antes de emigrar a América según se relata en el Libro de Mormón. La introducción proporciona antecedentes biográficos de Nibley y contextualiza su investigación pionera sobre los paralelos históricos y culturales del
1. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
1
2. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
2
La Colección Literaria de Hugh Nibley. Volumen 5:
LEHI EN EL DESIERTO Y EL MUNDO DE LOS JAREDITAS.
Por Hugh Nibley.
Traducción Libre al Español por Alberto Caraveo Gutiérrez.
3. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
3
Prólogo a la Edición de 1952.
El Libro de Mormón, la obra literaria mas interesante de la Iglesia es
en esencia el recuento de tres migraciones provenientes de tierras asiá-
ticas hacia América.
Los Jareditas llegaron a América al tiempo de la confusión de len-
guas; un segundo grupo hizo lo propio bajo el liderazgo del profeta Lehi en
la época de Sedequías, rey de Israel y el tercero, guiado por Mulek llegó
en esa misma época.
Mientras que la historia de estos pueblos en su hogar adoptivo es
tratada abundantemente en el Libro de Mormón para brindar al lector una
comprensión perfecta de sus objetivos y filosofías, muy poco se nos dice
sobre sus vidas antes de que iniciaran su viaje hacia tierras occidentales.
Esto hace al libro del Dr. Nibley doblemente interesante.
El autor ha intentado, tras una larga y exhaustiva investigación,
abordar la historia del pueblo de Jared; su ‗modus vivendi‘, así como las
razones que los motivaron a abandonar sus hogares en Asia para aven-
turarse en una nueva tierra, conocida ahora como América.
A partir de innumerables fuentes el Dr. Nibley ha reunido este mate-
rial que en conjunto describe a este primer pueblo, que, buscando las
verdades de Dios decidió abandonar su hogar en pos de un mundo hasta
entonces desconocido. Este estudio se ha realizado de manera tal que
permite comprender las motivaciones de estas personas, apareciendo
ante nosotros como personajes reales de carne y huesos de aquella
época, a pesar de los miles de años que nos separan de ellos.
El Dr. Nibley ha procedido de forma similar con los grupos restantes;
el primero bajo el liderazgo del profeta Lehi y el segundo guiado por Mulek
años mas tarde. El entorno cultural del que fuera el hogar de Lehi es
descrito con toda minuciosidad. La obra del Dr. Nibley responde a las
interrogantes que han sido abordadas someramente en el Libro de
Mormón; ¿Quién era Lehi? ¿Qué hacía en Jerusalén? ¿Dónde se ubicaba
su hogar? ¿Qué le impulso a salir y buscar un nuevo hogar allende el
Gran Océano? Las respuestas a estas cuestiones insuflan de vida a estas
personas, que de otra forma, permanecerían entre las sombras. Esta obra
del Dr. Nibley confirma además la historia presentada en el Libro de
Mormón; ofrece respuestas a las causas de la migración y explica sobre la
base de la evidencia histórica el cómo y el por qué ocurrieron ciertos
eventos mencionados en el Libro de Mormón. El estudio del pueblo Ja-
redita, del pueblo de Lehi en el desierto y del grupo de Mulek, cubre un
amplio terreno de la investigación histórica que hasta ahora no había sido
abarcado por los eruditos modernos.
El libro jamás hubiera salido a luz de no ser por la vasta colección de
4. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
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fuentes consultadas, además de que es necesario hacer notar que ha sido
escrito bajo la inspiración del espíritu de Dios. Tal vez lo mejor del libro es
que se convierte en un testimonio adicional de la autenticidad de José
Smith como profeta divinamente inspirado para llevar a cabo la obra de la
traducción del Libro de Mormón y la Restauración del Evangelio de Je-
sucristo.
Las evidencias a favor de la autenticidad del Libro de Mormón au-
mentan día con día. Por tal motivo esta obra se convierte en un poderoso
testigo de el; y por lo tanto, doblemente valioso para todo Santo de los
Últimos Días.
Tanto el Dr. Nibley como los editores de esta obra agradecen que la
serie de artículos que primeramente fueron publicados en la revista ―Im-
provement Era‖ hayan dado pie a este libro.
Dr. John A. Witdsoe.
5. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
5
Introducción de la Edición de 1988.
Con la llegada del alba del 6 de Junio de 1944, las primeras lanchas
de desembarque de las fuerzas aliadas atracaban en las playas de
Normandía. En la playa conocida por los aliados con el nombre clave de
Utah, una docena de hombres a bordo de uno de esos jeeps de combate
vitoreaban a su pintoresco conductor como si hubiera surgido triunfante
de debajo de la superficie de las heladas aguas del Canal de la Mancha.
Ese conductor, un elemento de inteligencia del ejército de Estados Unidos
poseedor de un doctorado en historia antigua por la Universidad de Ca-
lifornia en Berkeley, no era otro que Hugh Nibley, de 34 años.
Mientras se preparaba la invasión, Nibley ya había visitado algunas
librerías antiguas de Londres –saliendo con una gran cantidad de tesoros
de la literatura Arabe y Griega bajo el brazo. Una vez hecho esto, a hur-
tadillas escondió un ejemplar del Libro de Mormón en el interior de una de
las cincuenta y cinco bolsas de faena de su regimento que integraba, junto
con otros, las tropas de inteligencia.
El jeep que conducía Nibley rodeó una duna de arena y desapareció
de la faz de la tierra sin que jamas se volviera a saber de él. ―yo estuve
ahí, en la playa Utah,‖ recuerda vívidamente el autor, ―estuvimos un par
de pies bajo del agua; un hecho que realmente me impresionó profun-
damente, tan profundamente como la veracidad del Libro de Mormón.
Nunca había reflexionado en ello hasta ahora, pero todo lo que puedo
recordar de ese día es lo maravilloso que era para mí este Libro de
Mormón.‖
Independientemente de la norma empleada para juzgarlo, el Libro de
Mormón no es un libro ordinario. Tan certera parece ser esta afirmación
que el más ilustre erudito que lo ha investigado siempre ha quedado
fascinado de una manera no menos ordinaria. Después de su estadía en
la playa Utah, Hugh Nibley no volvería a ser el mismo, ni el mismo erudito
en el Libro de Mormón.
Hugh Nibley probablemente es conocido por sus grandilocuentes
investigaciones sobre los entornos culturales e históricos del Cercano
Oriente de Nefitas y Jareditas. Esos estudios clásicos están contenidos en
este volumen –el primero de una serie de libros que forman parte de la
colección literaria de Hugh Nibley con relación al Libro de Mormón. Hasta
el día de hoy, Nibley recuerda cuán emocionado estaba mientras reali-
zaba estos descubrimientos y los escribía.
Sin embargo para Nibley, estos y otros paralelos históricos única-
mente on útiles para entender el contexto de los mensajes fundamentales
presentados en el Libro de Mormón. En última instancia, la importancia
del Libro de Mormón, en su opinión, es que esboza un panorama extra-
ordinariamente claro y convincente del Plan de Salvación. Expone sin
6. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
6
ambigüedades las flaquezas de la condición humana y los desafíos que
toda persona debe enfrentar para lograr su supervivencia temporal y
espiritual. Estos mensajes –de urgente relevancia en nuestros días– son
para Hugh Nibley, el núcleo central y el corazón del Libro de Mormón. Su
excursión a través de la historia, lenguaje, cultura y entorno del Libro de
Mormón únicamente son un método desarrollado para entender y apreciar
ciertos aspectos de ese mensaje.
Desarrollar esta comprensión del mensaje presente en el Libro de
Mormón ha sido un reto en el que ha empleado la mayor parte e su vida.
Esta labor dió inicio en 1948 con la publicación de su artículo ―El Libro de
Mormón como un Reflejo de Oriente,‖ que creció hasta convertirse en tres
sagas, ―Lehi en el Desierto‖ en 1950, ―El mundo de los Jareditas‖ en
1951-52 y ―Había Jareditas‖ en 1956-57 que fueron publicados en la
revista Improvement Era. En 1952 la colección de artículos que formaban
los títulos ―Lehi en el Desierto‖ y ―El Mundo de los Jareditas‖ fueron pu-
blicados en un libro intitulado ―Lehi en el Desierto y el Mundo de los Ja-
reditas‖ que ha gozado de gran aceptación desde hace 35 años.
En el presente volumen, el trabajo de los editores se ha limitado
únicamente a cuestiones de carácter técnico. El texto original permanece
sustancialmente intacto, aunque sujeto a ediciones de carácter superfi-
cial. Toda la información disponible en ―El Libro de Mormón como un
Reflejo de Oriente‖ (mucha de la cual se insertó en ―Lehi en el Desierto‖ en
1950) y las notas de ―Lehi en el Desierto,‖ han sido reestructuradas en el
texto así como la mayoría de las ilustraciones. La saga ―Había Jareditas‖
se incluye por primera vez en este volumen y todas las notas en esta
edición especial se han verificado y simplificado; especialmente gracias a
la labor de Stepher Callister, Darrell Matthews y Rebeca Bishop.
Un trabajo minucioso con estos artículos y sus fuentes correspon-
dientes hacen ahora más evidente el hecho de que tanto ―El Libro de
Mormón como un Reflejo de Oriente‖ y ―Lehi en el Desierto‖ lucen actua-
lizados. Desde esa época, este insigne investigador ha producido otras
frutíferas investigaciones que corroboran la solidez de su innovador en-
foque. El vasto conocimiento histórico del Cercano Oriente y en especial
su dominio de la lengua árabe le han permitido al Dr. Nibley reconstruir los
probables ambientes culturales de hombres como Lehi y Nefi, así como
escudriñar el Libro de Mormón para identificar posibles evidencias de su
mundo cultural. Mucha de esta evidencia es completamente precisa y
sólida; en otras ocasiones es sutil y remota. En este último caso, nadie
mas se ha percatado de tales cuestiones; y si se dejaran de lado esas
ideas perspicaces, la vida de Lehi y los Jareditas ―permanecería en las
sombras,‖ como lo señalara el élder John A. Widtsoe en el prólogo de la
edición de 1952.
La metodología empleada en ―Lehi en el Desierto‖ es, como lo ex-
plicara en una ocasión el Dr. Nibley, ―simplemente concederle al Libro de
Mormón el beneficio de la duda.‖ Si se asume que Lehi vivió en Jerusalén
7. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
7
alrededor del año 600 a.C. entonces emerge un cuadro consistente entre
lo que ahora sabemos de ese período histórico desde una perspectiva
secular y lo que encontramos en el mismo libro. De la misma forma, si se
se asume que Jared abandonó Mesopotamia alrededor del año 2000 a.C.
entonces la naturaleza de la sociedad y la historia reflejada en los pri-
meros registros de esta gente deberían ser consistentes con lo que se
conoce sobre esa época. Las costumbres del Cercano Oriente y las ob-
servaciones del Dr. Nibley se cotejan con los detalles presentes en el
Libro de Mormón en las áreas del lenguaje y la literatura; la arqueología y
la historia; así como la política y la cultura. Un puñado de hechos, una vez
reunidos, resultan abrumadoramente aplastantes, pero tambien encajan
perfecta y convincentemente en lo que el autor llama ―El Panorama
Completo.‖
En esos primeros años, Hugh Nibley se sintió gratamente recom-
pensado al ver que sus investigaciones eran dinamita pura en contra de
los críticos del Libro de Mormón. Sus observaciones plasmadas en ―Lehi
en el Desierto‖ y en ―El Mundo de los Jareditas‖ convergen en un asunto
fundamental:
No existe punto de discusión a la cuestión: ¿Quién escribió el Libro de
Mormón? Habría sido prácticamente imposible escribir el libro tanto para
el hombre mas instruido de 1830 como para José Smith. Y quienquiera
que desee explicar el relato del Libro de Mormón mediante cualquier otra
teoría propuesta debe –con excepción de una– descartar las primeras
cuarenta páginas.
Escribir una historia sobre lo que pudo haber sucedido en los albores
de la historia escrita habría estado tan lejos del alcance de cualquier
erudito de la época de José Smith como la posibilidad de que pudiera
construirse una bomba atómica.
A pesar de que la solidez de estas ideas es difícil de ignorar, no se
debe estar satisfecho con esto. Esto sirve solo a manera de aperitivo.
Durante años el Dr. Nibley ha permanecido sin descanso hasta poder
entender los mensajes presentados en el Libro de Mormón a la luz de sus
antecedentes históricos. Por lo tanto, el lector no se conformará con dar la
vuelta a la última hoja de este tomo, sino que deseará ir mas allá tras el
conocimiento de las perspectivas presentadas en ―Un Acercamiento al
Libro de Mormón y ―Desde Cumorah‖ así como una serie de artículos
subsecuentes con relación a los mensajes proféticos del Libro de
Mormón. De igual forma, el legado e influencia del Dr. Nibley con toda
seguridad continuará estimulando el pensamiento crítico de generaciones
con respecto al Libro de Mormón durante mucho tiempo.
Sin embargo, este volumen es necesariamente el punto de inicio
esencial para comprender las contribuciones que el Dr. Nibley ha hecho
durante más de cuatro décadas con relación al Libro de Mormón. En sus
escritos, como fácilmente lo comprobará el lector, el autor nos enseña
8. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
8
algunos puntos importantes:
Nos enseña a ver con un mayor detenimiento al Libro de Mormón.
―Necesitamos hacer del Libro de Mormón objeto de un estudio mas serio y
concienzudo.‖ Además, agrega que, ―la superficialidad es completamente
ofensiva para el Señor. No hemos puesto la suficiente atención al Libro de
Mormón.‖
Nos desafía a entender el Libro de Mormón. ―El Libro de Mormón
puede llegar comprenderse plenamente…si no aceptamos este reto,
perdemos de antemano.‖
Mediante el examen riguroso, nos muestra que el Libro de Mormón
permanece incólume ante el más exigente escrutinio. Al observar cui-
dadosamente en el Libro de Mormón, al establecer inferencias, al re-
flexionar sobre cada palabra o frase significativa presente en el libro, el
lector descubrirá más tesoros que los que el ojo es capaz de reconocer.
El Dr. Nibley también nos enseña lo sorpresivo que puede resultar el
estudio del Libro de Mormón: ―Estudié algunos temas durante años sin
que por un momento se me ocurriera que eran de suma importancia en el
Libro de Mormón.‖
Pero por encima de todo, nunca pierde de vista la importancia espi-
ritual que el Libro de Mormónn encierra. ―Pero sobre todo, el Libro de
Mormón es un testigo de la preocupación que Dios tiene por sus hijos, así
como de la posibilidad de un encuentro íntimo con Jesucristo para todos
aquellos que lo reciban.‖
Independientemente de su gran conocimiento y sabiduría –o para ser
mas precisos, a pesar de ello– Hugh Nibley sabe que cualquier método
científico es de naturaleza y alcances limitados. Sabe que no puede
ofrecerse una prueba empírica definitiva de la autenticidad del Libro de
Mormón: ―La evidencia que afirmará o negará la autenticidad del Libro de
Mormón no existe.‖ En su opinión, toda esta erudición simplemente es-
tablece el escenario para dar por sentadas las preguntas fundamentales
sobre la existencia humana. En cierto momento, una persona se da
cuenta de que no puede explicarse todo lo que se encuentra en las
páginas del Libro de Mormón; tal persona se encuentra finalmente en el
sitio en que Moroni quiere que se encuentre; en el punto en el que esa
persona recurra a Dios para averiguar si el contenido del Libro es ver-
dadero. Lo único que Mormón y Moroni piden a lector es ―no contendáis
por que no véis.‖
Consecuentemente, Hugh Nibley se expresa con franqueza sobre la
relevancia que el Libro tiene en nuestra época. ―Me propongo tomar a
Moroni como mi guía personal con respecto a la situación actual del
mundo.‖ ―En mi juventud pensaba que el Libro de Mormón estaba dema-
siado preocupado con situaciones extremas; situaciones que, creía yo,
tenían poca o nula relación con la rutina diaria del quehacer humano.
9. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
9
¿Qué interés tendría este tan civilizado mundo moderno en saber sobre el
exterminio de naciones? En la actualidad cualquier comentario al respecto
esta de sobra.‖ ―En el Libro de Mormón, las mismas cuestiones que el día
de hoy oprimen por igual a liberales y conservadores, así como la inmi-
nente caída de sus creencias, se encuentran registradas con toda claridad
y perfección. Ningún otro libro ofrece tan perfecta y exhaustiva explicación
de este problema de carácter escatológico. En este libro se encontrará y
responderá cada objeción lógica que la inteligencia y vanidad de los
hombres incluso de esta época tan sofisticada ha sido capaz de concebir
en contra de la palabra del Señor. Y aquí tambien se puede encontrar una
descripción de las condiciones de nuestra propia época tan detallada-
mente precisa y vívida que nadie puede equivocarse en reconocerla.‖
De esta forma, el autor nos coloca en una nueva posición con res-
pecto al Libro de Mormón para que podamos apreciarlo desde una
perspectiva eterna que empieza a tornarse urgente. ―El Libro de Mormón
debe convertirse en un asunto de alta prioridad. No hemos puesto la
suficente y debida atención al Libro de Mormón. Esto es un asunto ur-
gente.‖ Esta sensación de imperiosa necesidad –no menos enfática hoy
de lo que fuera en los días en que conducía su jeep en las playas de
Normandía– es el sello indeleble del legado e influencia de Hugh Nibley.
Después de conocer a Hugh Nibley, ya no somos los mismos. Se nos
ha advertido pero estamos tranquilos. Después de todo, nosotros también
somos como Lehi en el Desierto.
John W. Welch. Editor.
10. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
10
Primera Parte
Lehi en el Desierto
11. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
11
Capítulo 1
El Problemático Oriente.
El Planteamiento
Los primeros dieciocho capítulos (aproximadamente 40 páginas) del
Libro de Mormón relatan la manera en que Lehi condujo a una compañía
de Israelitas desde Jerusalén hasta las playas del mar cruzando Arabia a
principios del siglo VI a.C.
Desde la publicación del Libro de Mormón han salido a luz innume-
rables historias sobre antiguas travesías en el Cercano Oriente; esos
relatos han sido aceptados como auténticos o declarados ficticios siempre
en función de su capacidad o incapacidad para cumplir con ciertas con-
diciones. Por ejemplo, el Profesor Albright califica el relato de Sinuhé el
Egipcio como ―un episodio substancialmente verdadero en su propio
contexto‖ ya que (1) ―su matiz local es extremadamente plausible‖ (2)
además describe ―una condición de la organización social‖ que ―coincide
en todo sentido con toda la evidencia arqueológica y documental exis-
tente;‖ (3) ‖los nombres Amoritas mencionados en la historia concuerdan
perfectamente con la región y período de tiempo estudiados‖ y (4) ―fi-
nalmente, no hay nada que pueda considerarse como descabellado en la
historia en sí‖1
En cuanto a la historia de Wenamón, la misma autoridad la acepta
como genuina en cuanto a su geografía e historia política, haciendo notar
que ‖refleja de manera correcta tanto el horizonte cultural así como las
prácticas e ideas religiosas de su tiempo.‖2
Ciertos episodios de la Odisea
Lieblein se consideran auténticos debido a que revelan ―un amplio cono-
cimiento sobre las condiciones e instituciones egipcias‖ en su composi-
ción.3
Por otra parte, historias como ‗El Capitán del Barco Maldito‘ pueden
ser calificadas como fantasías, debido a ―la ausencia total de un trasfondo
histórico o geográfico, así como de contexto; es decir, la historia en sí
misma también es, mítica y extravagantemente improbable.‖4
Con tales ejemplos ante nosotros, procedamos ahora a examinar la
historia de Lehi: ¿refleja correctamente‖el horizonte cultural, las prácticas,
ideas sociales y religiosas de su tiempo‖? ¿posee un auténtico trasfondo
histórico y geográfico? ¿su contexto es mítico, altamente imaginativo o
extravagantemente improbable? ¿su matiz local es correcto y sus nom-
bres convincentes? Hasta hace pocos años se formulaban las mismas
preguntas sobre el Libro del Éxodo; los eruditos con pesimismo señalaban
con el pulgar hacia abajo hasta que la evidencia acumulada a favor sobre
el particular se encargó de cambiar las cosas. Como lo describiera un
estudiante, el asunto consiste en que ―es mejor demostrar, a través de
innumerables pequeñas coincidencias, lo que Ebers acertadamente ha
12. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
12
llamado la ―egiptización‖ del Pentateuco, que intentar establecer algún
punto histórico particular mediante una monumental evidencia externa‖5
De manera que el problema en 1er. Nefi consiste en establecer tanto su
―egiptización‖ como su ―arabización‖ mediante incontables coincidencias.
El hecho paradójico de que el Libro de Mormón sea un texto moderno y al
mismo tiempo no lo sea tanto como para explotar los frutos de la ar-
queología a su favor, supone un doble obstáculo al asunto, e incluso en
vista de las afirmaciones realizadas por José Smith, no puede alegarse
inmunidad para evitar el escrutinio a través de las mismas pruebas que
han revelado el origen auténtico de documentos antiguos. Si el Libro
puede pasar tales pruebas, no hay forma alguna de impugnar su anti-
güedad y autoría.
Virtualmente todo lo que es conocido del mundo en el que Lehi
asegura haber vivido ha sido descubierto en los últimos cien años –la
mayor parte en los últimos treinta–6
¿coincide esta información con lo
referido en el Libro de 1er. Nefi? Antes de colocar ambas referencias lado
a lado para una comparación, debemos describir brevemente la natura-
leza de la evidencia moderna. En lo que a nosotros concierne, la eviden-
cia se centra en cuatro categorías:
1.- La primera y más valiosa es el conjunto de documentos hallados
en el área geográfica en la que Lehi vivió y que han sido fechados como
correspondientes a su época. Gran cantidad de ellos han salido a luz en
años recientes: sellos, asas de jarrones, grabados, y, las más notables,
las cartas Laquish descubiertas en 1935. Estas últimas son los restos de
la correspondencia de un oficial de la milicia acantonada en la ciudad de
Laquish, situada aproximadamente a 35 millas al suroeste de Jerusalén al
tiempo de la destrucción de ambas ciudades, las cuales son un retrato de
la época de Lehi –un pequeño atisbo tal vez, pero libre de obstáculos. En
esas cartas, ‖entramos en contacto íntimo con la vida religiosa, política y
militar de la tribu de Judá en este período.‖7
Dado que 1er. Nefi pretende
acercarnos a la sociedad de su tiempo, tenemos aquí un importante punto
de ―control.‖
2.-Los nuevos hallazgos han generado una extensa revisión y reva-
loración por parte de los eruditos más capaces sobre la situación en Je-
rusalén al tiempo de su caída; dichas investigaciones y sus conclusiones
correspondientes nos evitarán el problema y riesgo de elaborar las pro-
pias.
3.-Las descripciones presentadas en el Libro de Mormón con res-
pecto a la vida en el desierto deben ser cotejadas con relatos idénticos de
la vida en esos mismos desiertos, de ser posible dentro de períodos de
tiempo similares. Dado que el territorio y la gente involucrada se en-
cuentran entre los menos proclives al cambio de todos los existentes en el
mundo, hay muchas cosas que hoy son tan ciertas y reales como lo fueron
en el año 600 a.C. que proveen información intacta a través del tiempo;
información de naturaleza altamente especializada y que se encuentra a
13. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
13
disposición en forma de:
(a) Un incontable número de publicaciones científicas sobre el terri-
torio en cuestión, entre las cuales, la editada por la Fundación para la
Exploración de Palestina se encuentra a la cabeza.
(b) Un creciente acervo bibliográfico sobre la vida entre los Arabes,
que inicia con los estudios de Burckhardt en 1829; pero la mayoría de
ellos desarrollados en nuestra propia época: Doughty, Philby, Lawrence,
Hogart, Thomas, etc.
(c) Una importante cantidad de Norteamericanos están dándose
cuenta que las oportunidades lingüísticas y culturales se encuentran
disponibles para cualquier estudiante serio en cualquier parte de la tierra.
Ninguna ciudad importante en Estados Unidos carece de sus propias
comunidades de Sirios, Griegos, Armenios, etc., que frecuentemente
conocen las antiguas costumbres de su país y están llenos de las tradi-
ciones del Cercano Oriente. ¿Quién podría imaginarse que quien hasta
hace poco guiaba una caravana de camellos en el desierto, un árabe de
sangre pura y devoto mahometano, se establecería en la inmediaciones
de un lugar como Provo, Utah; o que los desiertos del sur de California
albergarían grupos de Arabes criando ovejas, gallinas y cultivando dátiles
exactamente como sus ancestros lo hicieran en los desiertos de Oriente?
Tales personas a menudo son maravillosos informantes por que son
poseedores de una memoria asombrosa y porque además no hay nada
que les agrade más que rememorar tales historias durante una partida de
backgammon tan larga como la noche misma.8
4.- Aunado a los reportes de viva voz, tenemos las palabras de los
ancestrales poetas árabes. La historia en prosa del Bani Hilal es suma-
mente útil; en primer término como ―manual o instructivo‖ sobre la migra-
ción en el desierto, y en un segundo término, como una historia que
mantiene un sorprendente paralelismo en algunos puntos con relación a
la historia escrita por Nefi.
Una vez reunidas, estas fuentes permiten hacer un escrutinio mas
minucioso del Libro de 1er. Nefi que el que habría podido realizar una
generación anterior. Sin embargo, ello no es más que el panorama ge-
neral que creemos se ciñe a los lineamientos que debería tener un co-
rrecto análisis de la historia de Lehi y que, adicionalmente, se ha ofrecido
la evidencia necesaria y suficiente para justificar las conclusiones a las
que se llegarán al final de este estudio.
La Ubicación en Jerusalén
Cuando hablamos de Jerusalén, es importante señalar la preferencia
de Nefi por una expresión no-bíblica; ―la tierra de Jerusalén‖ (1 Ne. 3:10)
para referirse a su lugar de origen. Mientras que sus hermanos y él
siempre se referían a ―la tierra de Jerusalén‖ como su hogar, queda per-
14. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
14
fectamente claro, por cierto número de pasajes que ―la tierra de la
herencia de nuestro padre‖ (1 Ne. 3:16) posiblemente no formaba parte de
la ciudad, ni de su vecindad inmediata; sin embargo, Lehi ―había morado
en Jerusalén todos sus días‖ (1 Ne. 1:4). Los términos parecen confusos,
sin embargo, reflejan correctamente las condiciones imperantes; en las
cartas Amarna leemos sobre ―la tierra de Jerusalén‖ como un área mas
extensa que la ciudad en sí, e inclusive aprendemos que ―una ciudad de la
tierra de Jerusalén, Bet-Ninib, ha sido capturada.‖ Era una regla en Siria y
Palestina, como lo muestran las cartas referidas, designar como ciudad a
una amplia zona alrededor de la misma, incluidos sus habitantes.9
Esto
fue una práctica común desde aquellas épocas en las que campos y
ciudades eran consideradas una unidad política simple, comprimida bajo
el término ciudades-estado; cuando estas últimas eran absorbidas para
formar parte de un imperio, la identidad original se preservaba, no así su
significado político.10
La misma condición hizo posible que Sócrates fuera
considerado un ateniense de pura cepa, a pesar de ser originario de la
villa de Alopeke, situada a cierta distancia de la ciudad.11
Mención parti-
cular merece esta circunstancia, ya que muchos han señalado como una
perfecta prueba de fraude la declaración registrada en Alma 7:10 de que
el Salvador nacería ―en Jerusalén, la tierra de nuestros antepasados‖. A
pesar de la oposición, la antigua terminología fielmente preservada,
describe perfectamente un sistema que ha últimas fechas ha sido re-
descubierto.
A pesar de haber‖morado en Jerusalén‖, Lehi no vivía en la ciudad, ya
que solo después de haber fallado en su intento de obtener las planchas
de bronce en Jerusalén es que sus hijos deciden ir a ―la tierra de herencia
de nuestro padre‖ (1Ne.3:16) y reunir la suficiente riqueza para comprarle
las planchas a Labán. Cargados con cuanto pudieron llevar, ―fueron a la
casa de Labán nuevamente‖ en Jerusalén (1Ne.3:23). El Libro de Mormón
emplea las expresiones ―bajar‖ y ―subir‖ exactamente en la misma forma
en la que lo hacen los Egipcios y los Hebreos para referirse a su ubicación
con respecto a Jerusalén, y por tanto, queda claramente establecido que
la propiedad de Lehi se encontraba en algún punto exterior y no dentro de
los muros de Jerusalén.12
Muy poco sabemos sobre la estructura del gobierno judío de una
ciudad, salvo que los ―ancianos‖ desempeñaban un papel principal. El
vocablo ―ancianos‖ debe entenderse como ―los líderes de las familias mas
influyentes de la ciudad.‖13
Lo anterior podría colocarlos en posición si-
milar a la de aquellos príncipes, nobles y oficiales conocidos con el título
de Sarim en las cartas de Laquish; el término Sarim se aplica, de acuerdo
con J. W. Jack, a ―miembros de la casta oficial, p. ej. ‗Oficiales‘ actuando
por mandato del rey como sus consejeros y gobernantes.‖ En las cartas
de Laquish encontramos a un Sarim denunciando a Jeremías ante el rey y
solicitando su ejecución inmediata debido a su influencia negativa sobre la
moral del pueblo (Jeremías 38:4-5).14
Al acusar a Jeremías de insurrecto,
los judíos influyentes de Jerusalén eran apoyados por la mayoría de la
15. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
15
gente y por embusteros, cuyos falsos oráculos, ―el judaísmo tradiciona-
lista,‖ condujeron a la mayoría ―en pos de un fanatismo tendencioso,‖
logrando con ello, por decirlo de alguna manera, constituirse como una
seria amenaza para quien sostuviera una opinión contraria.15
Para el
gobierno a cargo de un Sedequías débil e incompetente significaría co-
locarse en ruta de una política suicida de alianza militar con Egipto
―convenientemente convincente.‖16
El país había experimentado un cre-
cimiento económico sin precedentes, gracias al intercambio comercial
cada vez más importante sostenido con Egipto, lo cual había propiciado el
florecimiento sin paralelo de algunos capitales privados. ―Galeras fenicias
colmaban las riberas del Nilo, y los mercaderes semitas… abarrotaban el
Delta.‖17
El grueso del comercio marítimo pasaba a través de Sidón,
puerto que dominó la escena comercial de principio a fin.18
Las listas de
los bienes importados a Egipto desde Palestina muestran que los grandes
hombres de Oriente tomaron para sí el oro de Egipto a cambio de su vino,
aceite, grano y miel; siendo por mucho los tres primeros, artículos de
suma importancia.19
En ciudades del interior del país como Jerusalén, las
caravanas de príncipes mercaderes desfilaban como en los días descritos
en las cartas Amarna; los caminos aparecieron hasta la época de los
Romanos.
Con el devenir del siglo, la situación internacional arrojaba una obs-
cura sombra sobre el cuadro. Babilonia, liberada de otras preocupaciones
se movía rápidamente hacia una confrontación con Egipto; la ―caña rota‖
en la que los imprudentes líderes judíos cifraban todas sus esperanzas.
Incluso las nubes de una guerra inminente no eran tan obscuras como las
sombras proyectadas por una actitud religiosa laxa y un declive moral;
condiciones que, de acuerdo con Jeremías, aparecieron después de una
época de excesiva prosperidad y un desmedido aprecio por artículos de
manufactura egipcia (Jeremías 43:10-13; 44:1-30; 46:11-26). No resulta
extraño que el Sarim, teniendo ya suficientes problemas intentando
mantener a flote su programa de ―el negocio por encima de todo,‖ de-
nunciara al melancólico profeta como traidor, activista y colaborador de
Babilonia. El país estaba dividido en dos facciones o bandos, ―ambos
bandos, pro-egipcios y pro-babilónicos, coexistían en el territorio. El rey
Sedequías, sus príncipes y gobernantes, así como probablemente la
mayor parte del pueblo se inclinaban a favor de Egipto….en tanto que
Jeremías y sus seguidores sugerían favorecer a Babilonia.‖20
Era una
época de ―disensiones e incertidumbre; cuando opiniones encontradas
dividían a la triste ciudad de Jerusalén,‖21
y las circunstancias funestas
empeoraron rodeadas de una atmósfera ―cargada con desolación y pe-
simismo,…Sedequías…obsecadamente siguió el patrón hacia la ruina
inminente al conspirar, haciendo mancuerna con el faraón egipcio, en
contra de Babilonia.‖22
La inquietud y alarma estaban plenamente justifi-
cadas, ya que cuando el problema estalló, los resultados fueron de di-
mensiones catastróficas; incluso mas catastróficas de lo que los eruditos
han estado dispuestos a admitir, debido a que ―casi todas, o virtualmente
16. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
16
todas las ciudades fortificadas de Judá…fueron arrasadas.‖23
No fue sino
hasta 1925 que aprendemos que ―Tiro, de hecho, cayó‖ en esa época.24
La soberbia y fatal alianza con Egipto, ampliamente responsable de tal
calamidad, es una excepcional característica de la historia. ¿Por qué el
gobierno de Judá se mantuvo tan leal a un Egipto que desde hacía tiempo
atrás había perdido el poder para hacerse obedecer? Por una sencilla
razón: por que ahora sabemos que los lazos culturales y económicos eran
mas fuertes de lo que hasta ahora se había supuesto. J. W. Jack señaló
en 1938 que ―los trabajos de excavación han mostrado una relación mas
cercana con la tierra de los faraones de lo que se había supuesto;…las
autoridades de la ciudad de Laquish muy probablemente emplearon, o al
menos estaban familiarizados con el calendario y el sistema numérico
egipcios, en sus registros locales.‖ Sin embargo, esta situación data de
época mas antiguas, ya que ―toda la evidencia apunta hacia una sólida y
estrecha relación con Egipto que continuaría sin interrupción hasta los
últimos días de la monarquía Judía.‖25
Cierto antropólogo inclusive fue aún
más lejos al llamar la atención sobre el hecho de que la ciudad de Laquish
era, en aquella época, una colonia egipcia; sin embargo las investiga-
ciones muestran que la morfología física ―egipcia‖ y el predominio de tal
cultura es una constante en otras latitudes de Palestina.26
Los estudios
preliminares practicados en los entierros descubiertos a lo largo y ancho
del territorio, así como las piezas de marfil, sellos, grabados y efigies
halladas recientemente narran una historia común: una inesperada y
abrumadora preponderancia de influencia egipcia,27
que es a su vez solo
comparable con la sorprendente ausencia de influencias de origen ba-
bilónico y asirio.28
En la propia Jerusalén, donde los trabajos de excava-
ción son necesariamente restringidos, los sellos y asas atestiguan el
amplio reinado de la cultura egipcia.29
Al mismo tiempo, el papiro Elefan-
tino menciona otro aspecto que los eruditos jamás habrían pensado como
posible y de lo cual la mayor parte de ellos era reacio a creer; a saber, que
colonias enteras de soldados y comerciantes judíos habitaban cómoda-
mente en algunas regiones del Alto Egipto, sitios en los que libremente
podían practicar su religión.30
Los lazos entre Palestina y Egipto eran
además relaciones a largo plazo debido a los ―siglos de un entorno
hebreo-egipcio común‖ tan necesario para producir la infiltración de las
formas egipcias de expresión y pensamiento en el sustrato social hebreo
que diera lugar al empleo del vocabulario egipcio, prescindiendo de
términos propios de Palestina y Siria.31
Nuevamente estudiado, el texto
Aechtungs muestra que a principios del año 2000 a.C. ―Palestina era, al
menos en gran parte, tributaria de Egipto,― en tanto que los trabajos ar-
queológicos realizados en Biblos, un lugar que parecer ser un ―Egipto a
escala‖, aporta evidencia sustancial de la presencia del Imperio Egipcio
en siglos posteriores.32
Acreditar el predominio de la cultura egipcia en un área determinada
no implica necesariamente argumentar a favor de presencia y dominio
egipcios. De acuerdo con Hogarth, Egipto ejerció su dominio imperial
17. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
17
articulando tres ejes: el primero de ellos consistió en gobernar por medio
de un despliegue de fuerza directa, el segundo ―por medio del temor que
los guardias, los agentes creados para tal objeto y el talante del con-
quistador pudieran sembrar y mantener vivo en las mentes de sus admi-
nistradores indirectos, súbditos y vasallos‖ y finalmente el tercero ―me-
diante el empleo de una reducida esfera de poder formada por la élite
aristocrática del bando perdedor, y de quienes se esperaba un tributo; sin
embargo, esta esfera de poder no estaba restringida o supervisada por
guardias o representantes del imperio…solo ocasionalmente.‖33
Dado lo
anterior, vemos que la posición de Egipto como ―la nación mas favorecida‖
en Judá bien pudiera catalogarse como una pérdida creciente del domi-
nio, e incluso cabría la posibilidad de establecer para estas circunstancias
particulares en Palestina un patético y decadente cuarto eje de dominio.34
La larga herencia cultural, más que su forma gobierno, era lo que permitía
a Egipto detentar todo el poder; tal influencia se mantuvo fuertemente
arraigada en Palestina incluso mucho tiempo después de que Egipto
había cedido su lugar como potencia hegemónica del Mundo Antiguo. 35
Durante la época dorada de Egipto el reconocido Ipuwer se jactaba
diciendo que ―todo extranjero había llegado a ser como un egipcio‖, y un
contemporáneo de Lehi habría cuestionado, ―he aquí, ¿no son instruidos
el Etíope, el Sirio y todo extranjero en la lengua de Egipto?‖36
Durante
siglos fue costumbre que los príncipes sirios enviaran a sus hijos a Egipto
para ser educados allí.37
No importa cuando lamentemos la grave situa-
ción de Egipto, las jactanciosas afirmaciones registradas de sus gober-
nantes –algunas de ellas en ciertas ocasiones sumamente pueriles–
proclaman la absoluta e incuestionable superioridad de la civilización
egipcia sobre el resto: para los Egipcios, tal presunción es un asunto de
vida o muerte. Al igual que los Ingleses de nuestros días, los Egipcios
demostraron una y otra vez la habilidad para mantener el poder e in-
fluencia del mundo de su época, siempre en función de sus recursos
materiales. Sin mayor ayuda que la perfecta y tenaz confianza en la divina
superioridad de Egipto y Amón, Wenamón casi logra intimidar al gran
príncipe de Biblos. ¿Se preguntaría alguien en ese momento en que
Egipto disfrutaba de un breve pero casi milagroso resurgimiento del es-
plendor que había marcado a la décimoctava dinastía, con su asombroso
repunte del comercio mundial si el crédito de ese éxito tendría algo que
ver con la tierra de Jerusalén?
No obstante, ahora toca el turno al Libro de 1er. Nefi. ¡Cuán perfec-
tamente su autor bosqueja la situación que hasta hace poco se describía!
El autor explica que no intenta escribir una historia política, aunque en
númerosas ocasiones nos parece intuirla; inclusive la cantidad de infor-
mación que comparte de la forma más casual y desenfadada posible es
simplemente asombrosa. Considérese en primer término la descripción
que se hace de Lehi.
Lehi era un judío sumamente acaudalado y se sentía orgulloso de su
18. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
18
educación de origen egipcio; hablaba y escribía egipcio e insistió en que
sus hijos también lo aprendieran. Era poseedor de una abundante riqueza
en forma de ―oro, plata y toda clase de riquezas‖ (1Ne.3:16), bienes que
no habían sido fabricados en Jerusalén; poseía estrechos vínculos co-
merciales con Sidón (uno de los nombres mas populares en el Libro de
Mormón, ya que aparece registrado tanto en su forma semítica como en
su forma egipcia, Giddona); e incluso vivía en una región del país a la que
llamaba ―la tierra de su herencia‖ (1Ne.2:4), y muy probablemente era
experto en cuestiones sobre vino, olivo, higos y miel; de manera que es
casi seguro que sostenía tratos comerciales con Egipto.
Proveniente de uno de los mas antiguos linajes familiares y en po-
sesión de una educación y un bagaje cultural incuestionables, este hom-
bre, súbitamente se encuentra enemistado con ―su gente.‖ Primeramente
las burlas y mofas, acto seguido la ira y finalmente, tentativas para quitarle
la vida (1Ne.1:19-20). Ante tales intentos, cada vez mas serios, segura-
mente apoyados desde las altas esferas, debido a su abierta adhesión a
Jeremías (1Ne.7:14) se había convertido en traidor a los de su propia
tradición y clase: los miembros de su propia familia se volvieron contra él
aliándose con ―los judíos que estaban en Jerusalén‖ (1Ne.2:13) y, como lo
explica Nefi, acusaron a su padre de ser un anarquista criminal por pre-
tender enseñar y predicar que ‖la gran ciudad de Jerusalén seria des-
truida‖ (1Ne.1:4), exactamente en la misma forma en que Sarim acusó a
Jeremías de prédicas conspiratorias. Tan poderosamente persuasivo era
el punto de vista de la clase gobernante de Jerusalén que los dos hijos
mayores de Lehi compartían con el resto de los judíos el deleznable
crimen de ―procurar quitarle la vida‖ (1Ne.17:44). En ninguna otra parte
puede apreciarse con mayor claridad ―la disensión e incertidumbre que
privaba en la triste ciudad de Jerusalén‖38
que en estas consternadoras
escenas dentro de la propia familia de Lehi. Los hijos mayores, acos-
tumbrados a una vida de elegancia egipcia y pensando disfrutar am-
pliamente de una fortuna que tenía reminiscencias y vínculos con Egipto,
fueron acérrimos defensores del ―statu quo‖, mientras que los hijos mas
jóvenes, menos influenciados por los acontecimientos, habían estado
alejados del verdadero origen de la crisis suscitada en Jerusalén, la cual
no era de carácter político o económico, sino básicamente de índole moral
(1Ne.1:19). Los hermanos mayores no comprendían: ―la gente que estaba
en la tierra de Jerusalén‖, protestaron, ―era gente justa porque guardaban
los estatutos… de acuerdo a la ley de Moisés; por tanto, sabemos que
eran gente justa‖ (1Ne.17:22). Tal era el tradicionalismo mojigato de los
falsos profetas y su evangelio ―convenientemente convincente‖. El clima
de histeria y desolación que prevalece en la historia de la Jerusalén de
Nefi es, como se ha visto, estrictamente auténtica, y el peligro de una
ulterior destrucción de Jerusalén que como presagio de ominoso destino
corre a través de todas las páginas del Libro fue, una vez verificado tal
acontecimiento, ampliamente justificado.
19. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
19
El Lenguaje y el Libro de Mormón
El mundo siempre ha fijado sus altivos y burlones ojos en las cons-
tantemente frecuentes alusiones del Libro de Mormón sobre cuestiones
egipcias. Con una mezcla sorpresa e incredulidad, ahora se sabe que la
cultura egipcia se había enraizado en Palestina en el año 600 a.C. con
mayor fuerza que lo que cualquiera hubiera supuesto. Es significativo que
las alusiones del Libro de Mormón con relación a Egipto son de naturaleza
estrictamente cultural –jamás se menciona a faraón o se habla sobre el
gobierno egipcio; solo de la cultura egipcia y en particular del lenguaje.
Queda perfectamente claro, sin embargo, que el egipcio fue para Lehi
como un segundo idioma, ―por que habiendo sido instruido en el lenguaje
de los egipcios por tanto él pudo leer estos grabados y enseñárselos a sus
hijos‖ (Mos.1:4). Hemos visto que el idioma egipcio se enseñaba a ―Et-
íopes, Sirios y a todo extranjero‖ en los días de Lehi. Moroni nos informa
(Mormón 9:32-33) que el idioma de los descendientes de Lehi no era ni
hebreo ni egipcio, sino una mezcla de ambos, producto de un paulatino
proceso de corrupción, de tal suerte que ‖ningún otro pueblo conoce
nuestra lengua‖; tales circunstancias hubieran sido poco menos que im-
probables si únicamente hubieran dominado el idioma hebreo. El antiguo
idioma hitita era en cierto sentido una forma de lenguaje dual. La decla-
ración ―ningún otro pueblo conoce nuestra lengua‖ continua vigente hasta
el día de hoy, ya que el inglés es el resultado de la imposición del idioma
francés sobre los nativos sajones; de la misma forma se llevó a efecto la
imposición del idioma egipcio sobre los hebreos nativos de la Palestina de
los días de Lehi. En una daga ceremonial, cuya empuñadura labrada de
oro blanco nos recuerda la espada de Labán, se lee el nombre Ja‗qob-her,
―Jehová se ha complacido,‖ un nombre que combina enteramente el
egipcio y el hebreo en un proceso de fusión del que ahora existe un
cúmulo de evidencia y que ha estado presente desde épocas anteriores a
los días de Lehi.39
Era común, tanto en idiomas antiguos como modernos, utilizar una
misma palabra (p. ej. en español ―discurso‖, en egipcio ―ra‖) tanto para
―lengua‖ como para ―idioma,‖40
sin embargo, este estilo tan común en el
Libro de Mormón no se conoce en el idioma hebreo. Cuando Nefi men-
ciona, ―así se expresaba mi padre en alabanzas a su Dios‖ (1Ne.1:15), no
esta refiriéndose al idioma en que su padre se expresaba, sino que intenta
decirnos que lo que hace es citar o parafrasear las palabras de su padre.
De forma similar, al decir ―hago la relación en el lenguaje de mi padre‖
(1Ne.1:2), sugiere que va a citar o parafrasear de lo escrito por su padre
(1Ne.1:16). Nefi explica que su padre escribió el registro en egipcio, de
acuerdo a la manera de los judíos, pero nunca afirma que el egipcio sea la
lengua nativa de su padre. El condicionante que aparece al principio de
1Ne.1:2 ―y se compone de…‖ por supuesto que no esta refiriéndose al
―idioma‖ o al ―autor‖, sino al ―registro‖. Las dos primeras son sintáctica-
mente posibles, pero carecen de sentido: un idioma no consiste en una
sola lengua, pero un registro sí. La frase esta escrita en un inglés torpe y
20. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
20
poco elegante, pero al igual que muchas otras contenidas en el Libro de
Mormón, es muy similar a una típica construcción semítica que bien
podría leerse como: ―hago un registro, en el lenguaje de mi padre, con-
sistente en la sabiduría de los judíos,‖ etc. José Smith jamás dictó signos
de puntuación durante el proceso de traducción del Libro de Mormón.
Algunos sostienen que el Libro de Mormón fue escrito en hebreo,
pero empleando para ello caracteres egipcios. Sin embargo Moroni
(Morm. 9:32-34) enfatiza que los Nefitas habían alterado la manera de
escribir el idioma egipcio para ajustarlo de acuerdo con su particular forma
de hablarlo, ―pero también hemos alterado el hebreo,‖ obteniendo como
resultado el que ―ningún otro pueblo conoce nuestra lengua.‖ Su idioma
no era ni egipcio ni hebreo. Moroni tiene en alta estima la claridad y
exactitud del hebreo, que a la sazón, ya no era hablado por su pueblo
(Morm.9:33) y renuentemente escribe ―en los caracteres que entre noso-
tros se llaman egipcio reformado,‖ simplemente porque ocupan menor
espacio. Ahora el egipcio podía escribirse empleando para ello un espacio
menor que el ocupado por el hebreo, por que en los días de Lehi la es-
critura demótica era una especie de taquigrafía, abreviada y extrema-
damente apretada;41
y era taquigráfica por la sencilla razón de su natu-
raleza completamente idiomática, es decir, peculiarmente adaptada a la
fonética y a los procesos cognitivos de un solo y único idioma. Podía
emplearse exitosamente para escribir egipcio, pero no para otro idioma.
De hecho, no mucho tiempo después de la época de Lehi, los conquis-
tadores persas aprendieron arameo en lugar del egipcio por que la es-
critura egipcia era demasiado difícil de aprender.42
Ahora nos vemos
forzados a creer que los judíos revirtieron este proceso y adoptaron los
caracteres egipcios incorporándolos a su propio lenguaje.
Estas declaraciones establecen que los Nefitas declinaron el uso de
su santa y magnífica escritura, de la que Torczyner escribe: ―La escritura
de Laquish permite darnos cuenta por primera vez que el alfabeto
hebreo-fenicio es… una escritura inventada y empleada particularmente
para escribir con tinta sobre papiros, cuero y tela. Ahora comprendemos
como los antiguos judíos podían escribir rápida y eficientemente, con
fluidez artística y con la encantadora estética propia de aquellos que
disfrutan de la escritura.‖43
¡y los Nefitas se deshicieron de esto para
aprender en su lugar el mas difícil, incómodo e impráctico sistema de
escritura jamás creado por el hombre! ¿para que tanto problema? sim-
plemente para ahorrar espacio. ¿qué espacio? el invaluable espacio en
planchas. ¿Cuándo inició tal costumbre? Con Lehi. ¿Cuándo y donde
aprendió ―el idioma de los egipcios‖? En Palestina, naturalmente, aún
antes de considerarse a sí mismo como un historiador. ¿Su riqueza le
permitió aprender caracteres egipcios solo para sentarse en su casa en la
tierra de Jerusalén a escribir signos demóticos que únicamente le aho-
rrarían algunos centavos al mes en materiales para escritura? ¿Y ordenó
a sus hijos que aprendieran egipcio solamente para que pudieran ahorrar
espacio cuando tuvieran que guardar registros? Por supuesto que no:
21. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
21
cuando aprendieron el idioma, ni Lehi ni sus hijos tenían la más mínima
idea de que algún día les sería útil para conservar registros en planchas
de metal. No tenían ninguna otra razón para aprender caracteres egipcios
que la de saber leer y escribir egipcio. Fue hasta hace poco, cuando los
historiadores se dieron cuenta de la necesidad de espacio al registrar los
acontecimientos, que vieron la ventaja de continuar escribiendo en egip-
cio. Los caracteres egipcios fueron preservados por el uso, ya que implí-
citamente se preservaba el lenguaje; aquellos que no estuvieran tan in-
teresados en la cuestión del espacio no habrían continuado escribiendo el
hebreo empleando los engorrosos caracteres egipcios durante cientos de
años, cuando la escritura habría sido menos complicada empleando los
prácticos y sencillos veintidós caracteres del alfabeto hebreo, que durante
tanto tiempo habían estado a su completa disposición.
Pueden esgrimirse innumerables razones para rechazar esta inte-
resante teoría; sin embargo, la simple y sencilla declaración de Moroni
debería ser suficiente para borrar la vana ilusión de que cualquier persona
con elementales conocimientos del hebreo conoce el idioma original del
Libro de Mormón. Si así fuese, su traducción mediante el don y el poder
de Dios no hubiera sido un milagro, y en lugar de Urim y Tumim, un breve
listado de caracteres egipcios con sus correspondientes equivalentes en
hebreo hubiera sido la única herramienta necesaria tanto para la gene-
ración de José Smith como para la nuestra.
Hay mucho en lo escritos de Nefi que muestran, como él mismo de-
clara, que esta escribiendo en egipcio –no en caracteres egipcios.
Cuando Nefi nos dice que su registro y el de su padre están escritos en el
idioma de los Egipcios (no debe entenderse que el idioma de los egipcios
fuera el idioma de su padre), podemos estar seguros que eso es exac-
tamente lo que significa. Por lo tanto, ¿Habría algo mas natural que eli-
giera para grabar su mensaje, dirigido no solo a los Judíos, sino al ―resto
de la casa de Israel‖(1Ne.19:19) y a los gentiles (1Ne.13:39-40) de entre
las lenguas del mundo a su propio lenguaje hebreo tribal?¿no adoptarían
mas tarde los Judíos al griego como idioma internacional por encima del
hebreo, incluso como vehículo de la Santa Palabra de manera que esta se
difundiera lo mas ampliamente posible no solamente entre los gentiles
sino aún entre los mismos judíos?
Los primeros tres versículos de 1er. Nefi son totalmente diferentes del
resto del texto; son un típico prefacio o introducción, una figura literaria
que frecuentemente aparece en las composiciones egipcias. Un ejemplo
de ello es el famoso papiro Bremen-Rhind, que inicia con un prefacio que
contiene (1) la fecha, (2) el nombre de su autor, Nasim, (3) los nombres de
sus padres y una descripción de sus virtudes, con un especial énfasis
sobre el llamado profético de su padre, (4) una maldición lanzada en
contra de todo aquel que pretenda ―apropiarse del libro,‖ probablemente
―debido al temor de que el libro pudiera llegar a caer en manos impuras.‖44
Compárese lo anteriormente expuesto con el prefacio o prólogo escrito
22. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
22
por Nefi: (1) su nombre, (2) los méritos de sus padres, llamando particu-
larmente la atención del lector sobre las valiosas lecciones aprendidas de
su padre, (3) una solemne declaración (equivalente a la maldición de
Nasim) sobre la veracidad de la historia, así como la aseveración, ―y se
escribe por mi propia mano‖ (1Ne.1:3) -condición indispensable de cual-
quier introducción auténtica, ya que su propósito es establecer con cla-
ridad la identidad del primer redactor (no del último escribiente) del texto.
Las obras literarias egipcias regularmente cierran con la fórmula iw-f-pw
―por lo tanto así es‖ ―y de manera que así es.‖45
Nefi concluye las princi-
pales partes de su Libro con la frase, ―Y así es, Amén‖ (1Ne.9:6; 14:30;
22:31).
La gran preocupación y cuidado mostrados en el Libro de Mormón
por las cuestiones sobre redacción, la obsesión de Lehi por registrar
prolija y escrupulosamente cada episodio (1Ne. 1:16) y la sobrada con-
fianza de los redactores en su habilidades retóricas son características
particularmente egipcias. ―Y se escribe por mi propia mano‖ es simple-
mente la equivalencia egipcia de ―lo escrito de mi mano,‖ y casi nos pa-
rece escuchar de boca de Nefi las palabras de un aforismo egipcio:
―Tomad las palabras de vuestros padres que os han precedido… por que
he aquí, sus palabras se hallan ante vosotros. Abrid, leed y tomad.‖
Ciertamente Nefi mismo fue diligente en seguir este consejo.46
Fue el
egipcio y no el hebreo el que mostró su efectividad en el arte de la es-
critura.47
Es completamente egipcio el espíritu didáctico de Lehi y su
hábito de dirigirse formalmente a sus hijos sobre temas de índole moral y
religiosa ―a la manera de sus padres.‖ Como lo haría un buen egipcio, se
aseguró, por supuesto, de escribir esas palabras.48
La forma de tales
discursos, con su introducción y figura retórica sin lugar a dudas tienen su
origen en el academicismo egipcio; sin embargo, su contenido se asemeja
mas a la ―ciencia de los judíos,‖ como el mismo Nefi nos lo indica
(1Ne.1:2). Sin embargo, tanto en forma como en contenido, los escritos de
los profetas y la sabiduría de Israel poseen profundas similitudes con la
literatura ―profética‖ y la ―sabiduría‖ egipcias,49
de modo que no debe
sorprendernos que las profecías de Lehi perfilen ese mismo estilo. A
finales de siglo los eruditos estaban fascinados por el hallazgo de una
profecía demótica, fechada en la época de Bocchoris (718-712 a.C.) en la
que se profetizaban destrucciones anteriores a la aparición del Mesías, y
que fue colocada en la boca de ―un cordero‖ (pa-hib). Las fuentes griegas
nos informan que tal profecía disfrutó de amplia difusión en tiempos an-
tiguos.50
La extraña sintaxis de la gran profecía de Lehi, conocida como
―El Cordero‖ (1Ne.13:34, 41), no es mas que un anacronismo que habría
sobrevivido desde tiempos Helenísticos o Cristianos.
Un ejemplo típico de los profetas egipcios es Neferrohu, cuyas pro-
fecías, a pesar de que no han podido fecharse, se consideran muy anti-
guas. Este hombre se describe a sí mismo como un hombre común y
corriente; mucho menos se considera valiente o ―dueño de grandes ri-
quezas;‖ sin embargo, se enorgullece de su habilidad como escriba. Al
23. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
23
igual que Lehi, pone de manifiesto que había reflexionado mucho ―sobre
lo que habría de suceder en la tierra,‖ y habiendo obrado así fue impul-
sado a profetizar:‖ Alégrese mi corazón, y laméntese esta tierra en donde
sois nacidos…la tierra ha perecido completamente, y nada queda en
pie…la tierra ha conocido la miseria a causa de aquella comida de los
Beduinos que corrompen la tierra‖. Incluso aquí se prefigura la llegada de
un rey-salvador.51
La situación no es única, sino una constante tanto en
Judá como en Egipto, y nadie podrá negar que si Lehi jamás existió, al
menos su arquetipo sí. Nefi enseña que su padre no fue sino uno de los
muchos profetas de su época.
Políticas Egipcias en el Nuevo Mundo.
El indicio mas fuerte de la influencia de la civilización egipcia sobre la
posteridad de Lehi se encuentra en cierto episodio posterior de la historia
nefita.52
En el Libro de Mormón:
Actuando por recomendación del Rey Mosíah, quien ansiaba evitar
una controversia por el trono, los nefitas de principios del siglo I a.C.
sustituyeron la monarquía por un sistema de gobierno basado en jueces,
―hombres sabios como jueces, quienes juzgarán a este pueblo según los
mandamientos de Dios‖ (Mos. 29:11). No se nos dice de donde Mosíah
obtuvo la idea; sin embargo, por la disposición y docilidad con la que el
pueblo adoptó el sistema implica que ya estaban familiarizados con el
(Mos. 29:37-41). Lo anterior queda plenamente demostrado en el episodio
registrado sobre un tal Korihor, quien fue capaz de ganar un gran número
de seguidores al acusar al ―sumo sacerdote, y también juez superior del
país‖ de revivir ―ordenanzas y ceremonias que establecen antiguos sa-
cerdotes para usurpar poder y autoridad‖ del pueblo (Al. 30:21-24). Que
existiera un peligro real al rehabilitar una antigua forma de gobierno sa-
cerdotal es aparente debido a que no mucho tiempo después de haberse
establecido el sistema, cierto Nehor, intentando convertirse en el nuevo
juez superior, fue acusado de ser el primero en introducir la superchería
sacerdotal ―entre este pueblo.‖ En esa ocasión, el juez superior afirmó que
si la superchería sacerdotal fuera impuesta sobre el pueblo ―resultaría en
su entera destrucción‖ (Al.1:12). Resulta paradójico que la superchería
sacerdotal no había sido practicada en el Nuevo Mundo, sin embargo, esa
tradición era vivamente rememorada, por lo que sus orígenes deben
buscarse en el Mundo Antiguo si es que creemos en lo narrado en el Libro
de Mormón.
El Mundo Antiguo:
A partir de la decimoséptima dinastía egipcia en adelante, la historia
documenta de manera amplia los incesantes esfuerzos de los sacerdotes
de Amón, con su sacerdote en jefe encabezándolos, por obtener el control
24. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
24
del país. Para el año 1085 a.C. el sacerdote en jefe de Amón ya se en-
cuentra ocupando el trono del sur, y en esa época ―el sumo sacerdote de
Amón podía -y de hecho lo hizo- reducir al rey a una posición de servi-
dumbre.‖53
El nombre del sumo sacerdote que tomó el trono de Tebas
para sí era Herior o Kherihor.54
El fundamento del régimen sacerdotal
consistía en un nuevo sistema de fiscalías, en las que los sacerdotes de
Amón fungían como jueces y cuya influencia fue extendiéndose cada vez
más hasta competir y finalmente suplantar por completo al poder judicial
en todo el territorio.55
La tendencia separatista tan característica de la
historia sacerdotal quizá se vió ensombrecida durante la reunificación de
las cuatro regiones del sur como una sola unidad administrativa bajo el
liderazgo de Nehi, el gran gobernador de la decimoctava dinastía, así
como la aparición, que inicia con Nehri, de diversas estirpes gobernantes
en Tebas bajo el auspicio de Amón.56
Al tomar el nombre de Sam Tawi (el
que unifica a dos tierras), el sucesor de Nehri prefigura el surgimiento de
una nueva dinastía.57
El que los nombres de Nehi y Nehri tengan o no de alguna manera
cierta relación con el nombre de Nefi (no existen nombres egipcios mas
semejantes) aún falta por investigar. Sin embargo, ningún filólogo se
rehusará a reconocer la posible similitud entre el Korihor del Libro de
Mormón y el Kherihor egipcio, así como también, sea filólogo o no, negará
el asombroso parecido entre Sam [Tawi] y Sam (el hermano de Nefi).
Libro de Mormón:
El autoproclamado ―pueblo de Ammón‖ (Al. 30:1), comunidad notable
por su celo para con Dios, presentó a Korihor ante su líder, Ammón, ―que
era el sumo sacerdote de ese pueblo.‖ Posteriormente ―lo llevaron ante el
sumo sacerdote, y también el juez superior del país.‖ A su vez, la instancia
en turno lo envió ―a la tierra de Zarahemla…ante Alma y ante el juez
superior que gobernaba todo el país‖ (Al.30:19-21, 29-31).
El Mundo Antiguo:
El gobernador en jefe de Egipto era ―el sumo sacerdote de Amón (o
Ammón), el equivalente en egipcio –neter hem tep- significa ―siervo [Hem]
en jefe de Dios.‖58
Hem es un prefijo usado en nombres egipcios y tiene la
misma función que el tan comúnmente conocido prefijo asiático Abdí,
propio de las regiones occidentales (p. ej. el Abdulá de origen árabe:
―siervo de Dios‖). Es sumamente interesante que en el Libro de Mormón el
nombre de uno de los hermanos de un Ammón anterior haya sido Hem
(Mos. 7:6). En vista que Amón (o Ammón) es uno de los nombres más
comunes en el Libro de Mormón y también es el más común y más re-
verenciado de los nombres en el Egipto de los faraones durante su última
etapa (después del 930 a.C.)59
que pretende absorber Palestina y esta-
blecer a Jerusalén como una dependencia política. La reverencia mos-
trada al nombre Amón de ningún modo indica ni remotamente la mas
mínima concesión al paganismo por parte de los judíos, ya que Amón no
25. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
25
es más que la versión egipcia de su único y universal Dios-Creador; el
Gran Espíritu, quien jamás fue concebido como una forma animal, ni
representado por imagen alguna.60
Su primera aparición se remonta
aproximadamente al año 2140 a.C. en Tebas, en la parte sur de Egipto,
lugar al que parece haber llegado procedente de la parte occidental de
Asia.61
¿Podría tratarse del Dios de Abraham? Es por demás significativo
que el nombre llegara a alcanzar preeminencia años después de la pre-
sencia de Abraham en Egipto, y cerca de un lugar en donde más tarde se
ubicaría una de las más importantes colonias de judíos.62
Una réplica del
lienzo egipcio bosquejado hasta el momento, bien pudiera hallarse en las
ciudades costeras de Palestina, generalmente bajo la influencia egipcia,
cuya administración y gobierno se encontraba en manos de jueces y
sacerdotes, los cuales ocasionalmente usurpaban la autoridad del rey.
Tales acontecimientos se presentaban tanto en la ciudad de Sidón como
en la de Tiro; en esta última vivían dos usurpadores sacerdotales que
ostentaban el nombre de Maitena o Matena –un nombre con un número
de variantes tal, que ello sugiere una fuerte implicación con el nombre
Matoni que aparece en el Libro de Mormón.
El Libro de Mormón:
El experimento de un gobierno regido por jueces-sacerdotes final-
mente colapsó, debido principalmente, a la rivalidad por el asiento judicial
surgida entre los tres candidatos, todos ellos hijos de Pahorán, el gran
juez superior. Sus nombres: Pahorán, Paanqui y Pacumeni (Hel.1:1-3).
El Mundo Antiguo:
La rivalidad entre familiares ocasionada por la disputa del oficio de
Sumo Sacerdote es una característica del sistema egipcio; de hecho,
pareciera que tal potestad era una posición heredada no a causa de un
derecho legalmente constituido, sino producto de la tradición.63
El nombre Pahorán parece evocar el nombre palestino Pahura (del
egipcio Pa-her-an; también Pa-her-y, ―el Sirio‖), que es egipcio ―refor-
mado‖, es decir, un título egipcio genuino pero alterado en tal forma que
permita adaptarse a la forma de expresión oral cananita. Pahura (o
Puhuru, como también puede escribirse) fue un gobernador (rabú) egipcio
de Siria en tiempos de Amarna. Este hombre o algún otro con el mismo
nombre fue colocado por faraón como gobernador sobre la provincia de
Ube, con sede en Kumedi 64
(también el sufijo –kumen que aparece en
nombres del Libro de Mormón tiene su origen aquí).
Paanqui es simplemente el bien conocido Paiank egipcio (o Pianchi,
Paank, etc.) El primer hombre de importancia en llevar el nombre fue ni
más ni menos que el hijo del ya mencionado Kherihor. No fue sucesor de
su padre en el trono, contentándose con asumir la suprema potestad del
oficio de sumo sacerdote en jefe del culto de Amón; sin embargo, Pane-
zem, su hijo, si lograría alcanzar el trono.65
A mediados del siglo octavo,
otro Pianhki, rey de Nubia, conquistó virtualmente todo el territorio de
26. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
26
Egipto y reclamó para sí el oficio de sumo sacerdote de Amón y el título de
faraón, en Tebas.66
En los días de Lehi, cuando los Asirios invadieron
Egipto, su sucesor se refugió en una ciudad fortificada, cuya ubicación
aún es desconocida y que era conocida como Kipkip o Kibkib, un nombre
cuyo manejo de la forma rítmico-métrica parece evocar con fuerza a la
ciudad/nombre de Gidgid-doni (véase también Gimgim-no, en 3Ne. 8:9).
Pacumeni, el nombre del tercer vástago, se asemeja mucho a los
nombres comúnmente usados por los últimos gobernantes-sacerdotes de
Egipto, cuyos nombres tienen ciertas similitudes Pa-menec, Pa-mnk,
Pamenches, etc. Los Griegos (que normalmente poseían la clave para la
lectura correcta de los nombres egipcios) lo pronunciaban como Paco-
mios. La figura más destacada que ostentó el nombre fue un hombre que
comandó a la totalidad de los ejércitos del sur y sumo sacerdote del culto
de Horus. Al menos algún otro de los gobernadores generales de Egipto
llevaron el nombre.67
Una extraordinaria coincidencia es el predominio del prefijo Pa- en los
nombres de los jueces, tanto nefitas como egipcios. En el idioma egipcio
contemporáneo esto es tremendamente común, y simplemente tiene la
misma función que en una frase en español cumple el artículo definido.68
Otro juez del Libro de Mormón, Cezóram tiene un nombre que sugiere
pudiera derivar del nombre de un gobernador egipcio de cierta ciudad
Siria: Chi-zi-ri.69
No esta por demás señalar que al subir al trono, Pane-
zem, de quien ya se ha hablado con anterioridad, cambió su nombre por el
de Meriamón, que suena, fonéticamente hablando, muy similar al Mo-
riantón del Libro de Mormón, incluso si no lo leemos Moriantón –una
variante perfectamente posible.
Sidón era el puerto oficial a través del cual los Judíos establecieron el
tráfico comercial con Egipto. Debido a que Lehi y su pueblo fueron hábiles
comerciantes, no es una sorpresa el que Sidón sea la única ciudad Pa-
lestina cercana a Jerusalén cuyo nombre figure de manera tan prominente
en el Libro de Mormón. Es más, dado que Sidón era el punto terrestre de
reunión tanto para hebreos como para egipcios y que los nombres de
ambos linajes concurren en el Libro de Mormón, uno podría esperar que el
nombre de tan popular sitio de reunión apareciera tanto en su forma
egipcia como hebrea. La forma egipcia es Dji-dw-na, la cual tiene una
extraordinaria similitud con el nombre Giddona registrado en el Libro de
Mormón (Al 30:23).70
No podemos dar término a este breve resumen sobre las ―cuestiones
egipcias‖ sin hacer mención del hecho significativo de que los antepa-
sados de Lehi no eran oriundos de Jerusalén. En Mosíah 1:4 aprendemos
que ciertas planchas estaban escritas ―en el idioma de los egipcios.‖ Nefi
nos informa (1Ne.3:19) que esas mismas planchas estaban escritas ―en el
idioma de nuestros padres‖, y que la posesión de las mismas era nece-
saria si el conocimiento del idioma iba a ser preservado para su pueblo.
Para preservar simples caracteres, habría sido necesaria menos de una
27. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
27
sencilla página de signos hebreos y egipcios, y tanto Lehi como sus hijos
habrían producido muchas referencias de memoria, ya que ellos ya
habían enseñado la palabra. Y si el idioma en cuestión era el hebreo, los
hijos de Lehi podrían haber producido con sus propios recursos cualquier
cantidad de libros en su propio idioma, de manera que cuando Nefi cree
que con un solo volumen de planchas el idioma se perdería –el antiguo
idioma de sus padres– posiblemente no estaba refiriéndose al hebreo. La
conservación del hebreo naturalmente requería de la posesión de las
escrituras, el canon completo en un lenguaje puro, pero podrían encon-
trarse en cualquier parte de Judea y la misión a casa de Labán habría sido
innecesaria. El idioma de los antepasados de Lehi era una lengua extra-
njera; y cuando Nefi indica que era el idioma de los egipcios, eso es
exactamente lo que quiere decir. Desde tiempos inmemoriales los israe-
litas habían estado exiliándose en Egipto, tanto colectiva, como indivi-
dualmente, y no debería sorprendernos la posibilidad que los ancestros
de Lehi se encontraran entre estas personas.
28. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
28
Capítulo 2
Los Hombres de Oriente
Nombres Extraños.
La huella de Egipto estampada en la posteridad de Lehi puede dis-
tinguirse con claridad en los nombres ostentados por ellos y sus descen-
dientes. Los nombres hebreos y egipcios en conjunto destacan por su
mayoría abrumadora y presencia en cantidades muy similares, lo cual es
exactamente lo que uno podría esperar de la declaración de Mormón en el
sentido de que ambos idiomas fueron empleados por su pueblo (lo que
ciertamente no sería el caso si únicamente se hubiera usado el idioma
hebreo), sin embargo, también están presentes elementos Jonios, Hititas
y Arabes. Primeramente, examinemos algunos nombres egipcios, com-
parando los nombres anotados en el Libro de Mormón (LM) con sus
contrapartes equivalentes del Mundo Antiguo (MA).1
Aha (LM), hijo de un comandante en jefe nefita.
Aha (MA), nombre del primer faraón egipcio; significa ―guerrero‖ y es
un término común.
Amínadab (LM), misionero nefita durante la época de los jueces.
Amanatabí (MA), jefe de una ciudad cananita bajo el dominio egipcio.
El nombre es egipcio ―reformado‖.
Ammón (LM), el nombre que con mayor frecuencia aparece en el
Libro de Mormón.
Ammón (Amón, Amún), el nombre más común en el imperio egipcio:
el gran Dios universal del imperio.
Ammoní[ah] (LM), nombre de una ciudad nefita.
Ammuni-ra (MA), príncipe de Beirut, ciudad sometida bajo el régimen
de gobierno egipcio. La relación es similar a la que
Camení[ah] (LM), un general nefita, tiene con
Khamuni-ra (MA), nombre Amarna, quizá un símil de Ammuni-ra.2
Cezóram (LM), juez superior nefita.
Chiziri (MA), gobernador egipcio de una ciudad de Siria.
Giddona (BM), a) juez superior que juzgó a Korihor, y b) padre de
Amulek.
Dji-dw-na (MA), el nombre egipcio para referirse a Sidón.
Gidgiddoni y Gidgiddona (LM), generales nefitas.
29. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
29
Djed-djhwt-iw-f y Djed-djhwti-iw-s agregando la terminación –ankh
(MA), son nombres egipcios que significan ―Dios ha determinado: que
él viva,‖ y ―Dios ha determinado: que ella viva,‖, respectivamente.3
Tomando como patrón lo anterior, los dos nombres nefitas significan
―Dios ha determinado: que yo viva,‖ y ―Dios ha determinado: que
nosotros vivamos,‖ respectivamente.
Giddiani (LM), general y jefe de los ladrones de Gadiantón.
Djhwti-anhki (MA), ―Thoth es mi vida‖; véase líneas arriba.
Gimgim[no] (LM), ciudad de Gimgim, compárese con la expresión
bíblica No-Amón, ―ciudad de Amón.‖
Kenkeme (MA), ciudad egipcia, también Kipkip, un asentamiento en
Nubia de la dinastía egipcia.
Hem (LM), hermano del primer Ammón, un explorador nefita.
Hem (MA), significa ―siervo‖, específicamente siervo de Amón, como
en la frase Hem tp n‗Imn; siervo principal de Amón‖ usado por los
sumos sacerdotes de Tebas.
Helamán (LM), un gran profeta nefita.
Her-amón (MA), ―en la presencia de Amón‖, muy similar a otro nom-
bre egipcio Heri-i-her-imn.4
La letra ―L‖ de las lenguas semíticas se
escribe como ―R‖ en el idioma egipcio, ya que este último carece de
―L‖. De manera inversa, la letra ―R‖ en el idioma egipcio es conside-
rada como una ―L‖ en los lenguajes de origen semítico.
Himni (LM); un hijo del rey Mosíah.
Hmn (MA), nombre del Dios-Halcón egipcio, símbolo del emperador.
Korihor (LM), un agitador político apresado por el pueblo de Ammón.
Kherihor (en ocasiones escrito como Khuhor, etc.) (MA), el gran sumo
sacerdote de Amón, quien ascendió al trono de Egipto en Tebas al-
rededor del año 1085 a.C.
Mantí (LM), el nombre de un soldado nefita, una tierra, un cerro y una
ciudad.
Manti (MA) es una forma semítica de un nombre egipcio, por ejemplo,
Manti-mankhi, príncipe del alto Egipto alrededor del año 650 a.C.
Manti una derivación idiomática tardía de Month, dios de Hermontis.
Matoni (LM), el discípulo nefita.
Maitena, Mattenos, etc. (MA), dos jueces de la ciudad de Tiro, que en
diferentes épocas llegaron a ser reyes, muy posiblemente bajo el
auspicio y dirección egipcias.
Moriantón (LM), el nombre de una cuidad nefita y el de su fundador,
también la provincia nefita de Moriántum.
30. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
30
Meriatón y Meriamón (MA), nombres de príncipes egipcios; ―Elegido
de Atón‖ y ―Elegido de Amón‖, respectivamente.
Nefi (LM), fundador de la nación nefita.
Nehi, Nehri (MA), destacados integrantes de la nobleza egipcia. El
nombre de un capitán egipcio era Nfy. Ya que en el Libro de Mormón
en inglés el nombre de Nefi aparece siempre escrito con ―ph‖(Nephi),
esta forma en el idioma inglés es muy semejante a Nihp, el nombre
original del dios Pa-nepi, el cual, en un principio bien pudo haber sido
Nephi.5
Paanqui (LM), hijo de Pahorán y candidato al asiento judicial.
Paanqui (MA), hijo de Kherihor, a) gran sumo sacerdote de Amón, b)
gobernador de la tierra del sur, conquistador de Egipto y sumo sa-
cerdote de Amón en Tebas.
Pahorán (LM), a) gran juez superior, b) hijo de este mismo juez.
Pa-her-an (MA), embajador de Egipto en Palestina, lugar en donde el
nombre ha sido ―reformado‖ como Pahura; el nombre Pa-her-y en
egipcio significa ―el Sirio‖ o nativo de Asia.
Pacumeni (LM), hijo de Pahorán.
Pakamen (MA), nombre egipcio cuyo significado es ―ciego‖; al igual
que Pamenches (en griego, Pacomios), nombre de un comandante
de la región sur y sumo sacerdote de Horus.
Pacus (LM), líder revolucionario y usurpador del trono.
Pa.ks y Pach-qs (MA), nombres egipcios. Compárense con
Pa-ches-i, ―el que clama.‖
Sam (LM), hermano de Nefi.
Sam Tawi (MA), en egipcio ―el que unifica a dos tierras,‖ es un título
tomado por el hermano de Nehri tras alcanzar el trono.
Cezór[am] y Zeezr[om] (LM), un juez inicuo y un abogado entre el
pueblo, respectivamente. El nombre de este último mas tarde sería
llevado por una ciudad nefita.
Zoser, Zeser, etc. (MA), gobernante de la tercera dinastía y uno de los
más grandes e importantes faraones egipcios.
Zemna[ri][ah] (LM), un jefe de la banda de ladrones de Gadiantón.
Zmn[ha][re] (MA), nombre egipcio: los mismos elementos lingüísticos
del nombre anteriormente mencionado, solo que en diferente orden
–una práctica egipcia común.
Zeniff (LM), líder de una colonia nefita.
Znb, Snb (MA), elementos frecuentemente empleados en los nom-
31. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
31
bres egipcios, cf. Senep-ta.
Zenoc (LM), de acuerdo con varios autores del registro nefita, fue un
antiguo profeta en Israel.
Zenekh (MA) nombre egipcio; en otro tiempo propiedad exclusiva de
un dios-serpiente.
Se habrá notado que los nombres comparados rara vez son exac-
tamente iguales, exceptuando el caso de los monosílabos Sam y Hem.
Extrañamente, tal circunstancia es una sólida confirmación de un origen
común, debido a que los nombres fueron obligados to sufrir algún cambio
con el tiempo y la distancia; por lo tanto, si el parecido fuera perfecto, nos
veríamos forzados a atribuirlo, por mas descabellado que pudiera pare-
cernos, a una simple coincidencia. Debe haber diferencias; y lo que es
mas, tales diferencias no deberían ser incongruentes sino mostrar ten-
dencias concretas. Esto nos conduce a la cualidad más impresionante de
los nombres del Libro de Mormón.
Tomemos como ejemplo el caso de Ammón. Siendo un nombre tan
popular, se podría esperar que apareciera tanto en nombres compuestos
como en solitario, y con toda seguridad, sería el elemento mas frecuen-
temente hallado en los nombres compuestos, tanto en occidente como en
Egipto. Pero en nombres compuestos Amón o Amún sufre una meta-
morfósis, siempre de acuerdo con una regla general. En su tratado sobre
Gramática Egipcia, Gardiner escribe:
Entre los nombres compuestos existe una categoría sumamente
importante conocida como teóforus, en la que uno de los elementos que
integran la composición es el nombre de una deidad. En las trascripciones
greco-romanas ahora se aplica como regla que cuando el nombre de la
deidad se encuentre al inicio del nombre, este elemento se pronuncie con
menor fuerza que cuando aparezca solo o al final.6
Acto seguido, el autor procede a demostrar que, en algunos casos,
Amón o Amún frecuentemente se convierte en Amén, mientras que en
otros su pronunciación desaparece por completo. Basta considerar los
nombres Amínadab, Aminadí, Amnor, Amnihú, etc. del Libro de Mormón
para ver cuán perfectamente dicha regla tiene su aplicación. Por otra
parte, en el nombre Helamán permanece la pronunciación acentuada,
debido a que ―el nombre divino‖ no esta ―situado al inicio‖ del nombre. En
vista que la ―L‖ semítica equivale a una ―R‖ en lengua egipcia (la cual, no
tiene letra L) Helamán necesariamente aparecería en el egipcio ―sin re-
formar‖ como el típico nombre egipcio de Heramón.
La presencia constante del elemento Mor- en los nombres del Libro
de Mormón concuerda sorprendentemente con el hecho de que en las
listas de nombres egipcios compilados por Liblein y Ranke el elemento Mr
junto con Nfr son, por mucho, los más comunes.
En un artículo publicado en la revista Improvement Era en Abril de
32. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
32
1948, el autor dirigía su interés a la peculiar tendencia que tienen los
nombres del Libro de Mormón de ser exclusivamente oriundos del Alto
Egipto y del sur de Tebas; en esa ocasión no pudo hallar una explicación
satisfactoria a tan extraño fenómeno, pero ahora la respuesta es muy
clara.7
Tras la caída de Jerusalén, muchos de los contemporáneos de
Lehi que lograron escapar huyeron a Egipto, en donde su principal
asentamiento parece haber sido en Elefantina o Yeb, al sur de Tebas. De
hecho, todo parece indicar que la colonización mas importante de Ele-
fantina se efectuó en esa época y proveniente de Jerusalén.8
¿Que podría
ser entonces mas natural sino que los refugiados que escaparon de la
Jerusalén de Lehi huyendo a Egipto tuvieran nombres similares a los del
Libro de Mormón ya que los integrantes del grupo de Lehi los habían
tomado de la misma fuente?
Una seria objeción para utilizar los nombres del Libro de Mormón
como evidencia filológica no debe quedar sin respuesta. Al tener ante sí
tan extrañas palabras ¿cómo pudo un iletrado José Smith haber sabido
como pronunciarlas? y al escucharlas ¿cómo pudo su escribiente haber
sabido como escribirlas? Recordemos que estos nombres no son tra-
ducciones al inglés como el resto del libro, sino auténticas expresiones
propias del idioma nefita. Entre ellas, las suposiciones del Profeta al
pronunciarlos y las suposiciones de Oliverio Cowdery al escribirlos for-
zaría a realizar un arduo ejercicio de suposiciones mutuas para completar
exitosamente el proceso. Solo que no había nada que suponer. De
acuerdo con los testimonios de David Whitmer y de Emma Smith publi-
cados en el diario "The Saints Herald" y facilitados al autor por Preston
Nibley, José nunca pronunciaba los nombres registrados en las planchas;
siempre los deletreaba.9
De modo que no hay duda que su significado es
tan preciso y fidedigno como es posible interpretarlos mediante el uso de
nuestro alfabeto.
Sin embargo, Egipto no era lo único. Palestina siempre fue una olla
en ebullición y más aún en la época de Lehi, cuando el Cercano Oriente
por entero se encontraba intensamente involucrado en operaciones co-
merciales y de tipo bélico. Listas de nombres de obreros calificados que
vivieron en Babilonia tras la caída de Jerusalén muestran una increíble
variedad de tipos.10
Dado que José Smith disponía del Antiguo Testamento, no hay
errores al listar los nombres en hebreo, pero sus variantes en el Libro de
Mormón son sumamente significativas. La fuerte tendencia a terminar en
–iah es particularmente notable, ya que la gran mayoría de nombres
hebreos hallados en Laquish finalizan de la misma forma, lo cual indica
que los nombres con el sufijo –iah fueron sumamente recurrentes en la
época de Lehi.11
Los nombres hebreos grabados en antiguas jarras pro-
venientes de algunas otras partes de Palestina guardan cierta familiaridad
con los hallados en el Libro de Mormón: Serón, Memsat, Zif (L. de M., Zif),
Méter, Efer, Jalón, Ezer, Méname, Lécah, Amnon (L. de M., Amnor), Zoet,
33. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
33
etc.12
y nunca se sospecharía de ellos si fueran insertados en una lista de
nombres del Libro de Mormón. El Libro de Mormón ofrece el tipo correcto
para nombres hebreos.
Algo verdaderamente sorpresivo es que cierto número de nombres
del Libro de Mormón posiblemente son de origen hitita y algunos de ellos
indudablemente lo son. Así que, mientras Mantí sugiere las voces egip-
cias Mont, Manti, Menedi, etc. y el nombre de una ciudad hitita, Manda y
un elemento característico de los nombres Hurrian (mucho de lo hitita es
hurrian, como lo ha demostrado el Prof. Goetze) –anti, -andi, es igual-
mente común en el Libro de Mormón.13
De la misma manera lo son Cu-
meni, Cumen-oni, Kish-kumen (del hitita Kumani, una importante ciudad),
Seántum (del hitita Sandon, Sandas), Akish (del hitita Achish, una de-
nominación para Chipre), Gadiandi (de una ciudad hitita, Cadianda).14
Su
variante egipcia indica que estos nombres llegaron a la gente de Lehi a
través de otras rutas, no directamente; sin embargo, recientemente se ha
demostrado que algunos contemporáneos de Lehi de cierto renombre
eran hititas; los asentamientos y nombres hititas seguían sobreviviendo
sobre la montañosa Judea de su época.15
La presencia de nombres tales como Timoteo y Laconeo en el Libro
de Mormón es estrictamente correcto, sin embargo en primera instancia
parecería ser contradictorio. Ya que al menos en el siglo XIV a.C. Siria y
Palestina habían estado en permanente contacto con el mundo Egeo y
que a mediados del siglo VII mercaderes y mercenarios griegos se en-
contraban fuertemente ligados a intereses egipcios (los mercenarios
egipcios mas capaces siempre fueron griegos), diseminados por todo el
Cercano Oriente.16
La gente de Lehi, muy aparte de sus actividades
mercantiles, no habría podido evitar un considerable contacto con esta
gente en Egipto y especialmente en Sidón, la cual hasta esos días era
alabada por los poetas griegos como el más grande centro del comercio
mundial. Es interesante anotar que Timoteo es un nombre Jonio, ya que
los griegos de Palestina eran jonios (de ahí el apelativo de ―hijos de Ja-
vanim‖) y –debido a que Laconeo significa ―un Laconiano‖- que los mas
antiguos mercaderes griegos eran Laconianos con colonias en Chipre
(Akish en el Libro de Mormón) que por supuesto comerciaron con Pales-
tina.17
El recopilador de estas investigaciones se mostró tremendamente
sorprendido por la ausencia total de nombres Baal en el Libro de Mormón.
¿Qué desafortunada circunstancia habría intervenido para que los auto-
res del Libro de Mormón olvidaran incluir por lo menos un nombre que
contuviera el elemento Baal, tan común en los nombres del Antiguo
Testamento? Habiendo descubierto, como pensábamos, que el libro
estaba en un error, evitamos criticarlo al momento y de hecho su reti-
cencia a presentar en sus páginas nombres de Baal --lo que ha sido
asombrosamente justificado en años recientes-- sería una marca con-
denatoria contra el libro. Ahora sabemos que el obstinado prejuicio de
34. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
34
nuestro texto mostrado hacia los nombres de Baal es en realidad la actitud
correcta, y este descubrimiento, plantado frente a nuestras preconcep-
ciones y cálculos, debería con toda justicia ser ponderado como una
evidencia de peso a favor de la autenticidad del libro, dado el supuesto
error histórico que sus páginas presentaban.
Sucede que por una u otra razón los judíos a principios del siglo sexto
a.C. no habrían tenido nada que ver con los nombres Baal. Una revisión a
las listas de los nombres de Elefantina muestra que ―el cambio de los
nombres Baal, por sustitución, concuerda con la admonición de Oseas en
el sentido de que no deberían ser usados mas por los Israelitas y con-
secuentemente resulta mas interesante averiguar la forma en que los
últimos descubrimientos arqueológicos confirman al profeta, ya que de los
mas de 400 nombres escritos en el papiro de Elefantina ninguno de ellos
esta compuesto por la palabra Baal.‖18
Debido a que Elefantina fue ocupada durante mucho tiempo por los
Israelitas que escaparon de Jerusalén posteriormente a su destrucción,
sus nombres deberían mostrar las mismas tendencias que los presentes
en el Libro de Mormón. Sin embargo el traductor del libro quizá por el
ejercicio de una astucia sobrehumana habría sido advertido por Oseas
2:17 a omitir los nombres Baal, ya que el significado de ese pasaje esta
tan lejos de lo obvio que Albright, ya para 1942 encuentra como ―muy
significativo que los sellos e inscripciones de Judea…tan numerosas en
los siglos séptimo y octavo parece que no contienen nombres Baal en
absoluto.‖19
Realmente muy significativo, pero difícilmente mas que la
extraña perspicacia que el Libro de Mormón muestra sobre el particular.
Con respecto a la presencia de algunos nombres de origen árabe en
el Antiguo Testamento, Margoliouth hace notar que, ―considerando… que
los nombres registrados son una fracción infinitesimal de la población, tal
evidencia resulta extraordinaria.‖20
Esta consideración encuentra aplica-
ción con mucha fuerza en el Libro de Mormón, en donde los nombres
coincidentes con las diversas formas lingüísticas del Mundo Antiguo re-
presentan ―solo una fracción infinitesimal‖ de la población nefita.
Lehi y los Arabes
Lehi era sumamente rico y era también un mercader; su riqueza se
perfilaba bajo la forma de ―toda clase de riquezas‖ (1Ne.3:16) traídas de
diversos y exóticos lugares. Su mundo era un mundo de viajeros y co-
merciantes. Los príncipes del delta eran mercaderes,21
los príncipes de
las ciudades sirias y palestinas eran además, como las tablas Amarna
muestran, mercaderes; la historia de Wenamón nos relata que los
príncipes de Fenicia y Filistea eran mercaderes; los príncipes árabes del
desierto fueron mercaderes; y los mercaderes de Egipto y Babilonia se
reunían en sus tiendas para realizar las transacciones comerciales;22
los
dos hombres mas sabios de Grecia y contemporáneos de Lehi, Solón y
35. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
35
Tales de Mileto viajaron constantemente hacia el Este –por cuestión de
negocios.
Resulta significativo el hecho incidental de que Lehi tuviera una visión
en un lugar desierto ―mientras iba por su camino‖ (1Ne.1:5), para orar, se
nos dice, y al hacerlo tuvo una visión. El efecto producido por la visión lo
hizo regresar apresuradamente ―a su casa en Jerusalén‖ (1Ne.1:7), en
donde fue testigo de manifestaciones aún mas gloriosas, mostrándosele
con ello que no era necesario ―ir por el camino‖ para orar o recibir visiones;
no iba por el camino esperando una visión –porque cuando la hubo reci-
bido inmediatamente regreso a casa– sino que la recibió en el transcurso
de un viaje rutinario de negocios que lo obligó a cambiar de planes.
El oro y los objetos preciosos que Lehi poseía eran el resultado del
intercambio efectuado como pago por su vino, aceite, higos y miel (pro-
ductos para los cuales parecía ser un hábil comerciante), riquezas que no
solamente habían sido transportadas por mar (de ahí la importancia de
Sidón), sino necesaria y especialmente en caravanas. ―Israel‖, dice
Montgomery, ―volvió la vista hacia el desierto. Ahí era comercialmente
posible obtener beneficios a través de las grandes rutas comerciales… a
Siria… a Egipto y el Mediterráneo, o… hacia el Eúfrates y el Golfo Pérsico.
Al Oeste el mercado estaba saturado con Egipcios, Filisteos, Fenicios y
Sirios, todos ellos comerciantes mas hábiles y sagaces que los Hebreos.‖
Ya que Egipto controlaba el comercio occidental, es fácil ver como Lehi
podría sacar el mayor provecho de su bagaje cultural egipcio. Sin em-
bargo estos contactos occidentales estaban abiertos en la época de Lehi
debido a una política de estrecha cooperación con los poderes del occi-
dente en contra de Babilonia; la regla siempre había sido que el comercio
del desierto, específicamente el del desierto del sur era la única fuente
confiable de riqueza para los hombres de Jerusalén.23
Existe amplia evidencia en el Libro de Mormón, como era de espe-
rarse, que Lehi fue un experto sobre viajes en caravana. Considérense
algunas generalidades. Al recibir una advertencia a través de un sueño,
Lehi esta aparentemente preparado y listo al momento de recibir la orden
de tomar a su ―familia, provisiones y tiendas‖ y dirigirse al desierto
(1Ne.2:4). A pesar de no llevar absolutamente mas que las provisiones
necesarias (1Ne.2:4), sabía exactamente que tipo de provisiones debía
llevar, y cuando se le ordenó regresar a la cuidad para atender ciertos
requerimientos inesperados, envió por los registros de Labán, no por
cosas necesarias para el viaje. Todo ello denota en el hombre un alto
grado de preparación y conocimientos, así como la magistral forma de
establecer un campamento-base a fin de reunir fuerzas para la gran jor-
nada a la usanza de los modernos exploradores de Arabia.24
Hasta el
momento de abandonar el campamento-base, es decir, hasta el día en
que recibe la Liahona da la impresión que sabe exactamente lo que esta
haciendo y hacia dónde se dirige: no parece estar siendo ―guiado por el
espíritu, sin saber de antemano‖ como sucediera con Nefi en las obscuras
36. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
36
calles de Jerusalén (1Ne.4:6)
Su familia lo acusa de demente por salir de Jerusalén y no consideran
sus sentimientos al mofarse de sus visiones y sueños, aunque nunca
cuestionan su habilidad para guiarlos. Se quejan, como todos los árabes,
de los terribles y peligrosos desiertos por los que viajan, pero no incluyen
el desconocimiento del desierto entre los peligros inherentes; sin embargo
sería la primera y última objeción a su descabellado proyecto, ya que la
gran ciudad de Jerusalén representaba, desde la perspectiva de Lehi, un
desafío mayor que el agreste y peligroso mundo de los lugares desolados.
Lehi mismo jamás menciona a la inexperiencia como uno de los
obstáculos a vencer. Algunos miembros de la familia ríen maliciosamente
cuando Nefi propone construir un barco (1Ne.17:17-20), y probablemente
recordaron el viejo y conocido refrán, ―no le muestres a un árabe el mar o
a un sidonio el desierto, por que su trabajo es diferente.‖25
Pero a pesar de
que decían que ―le faltaba juicio‖ (1Ne.17:19) para construir un barco,
nunca se burlaron de sus habilidades como cazador o lo trataron como a
alguien que no esta acostumbrado a las rudas condiciones en el yermo. El
hecho de que trajera su arco de fino acero y que supiera como manejar
bien tan difícil instrumento muestra que Nefi había cazado bastante du-
rante su corta existencia.
Lehi tenía fuertes lazos con el desierto entre sus antecedentes fami-
liares. Doscientos sesenta años antes los Judíos se sintieron mucho mas
afines con la gente del desierto que en épocas subsecuentes. ―Llegamos
a darnos cuenta,‖ dice Montgomery, ―que Israel tenía su rostro dirigido
hacia aquellas regiones que llaman el desierto; su vecino mas cercano.‖
Los Judíos mismos originalmente fueron gente del desierto y jamás lo
olvidaron:26
―Este constante ir y venir de vagabundos del desierto aún
continua… No existen barreras de raza, lengua, casta o religión‖ entre
ellos y sus primos del desierto.27
Frecuentemente se nos ha informado
que los antiguos patriarcas fueron Beduinos errantes, sin embargo lo
anterior no es indicativo de que vivieran en la barbarie;28
su lenguaje era el
propio de la gente del desierto, del que muchas palabras hasta el día de
hoy se asemejan mas al hebreo que al árabe moderno.29
En fechas tan
recientes como el año 2000 a.C. el árabe y el hebreo aún no habían sur-
gido de lo que ―sustancialmente era un lenguaje común entendido desde
el Océano Indico hasta Taurus y desde Zagros hasta las fronteras de
Egipto. Este lenguaje común (excluyendo el acadiano…) probablemente
era casi tan homogéneo como lo era el árabe hace mil años.‖30
Una cu-
riosa y persistente homogeneidad cultural y lingüística ha caracterizado a
la gente del Cercano Oriente en cada época histórica, de tal manera que
Margoliouth puede afirmar que ―un sabaeano (Arabe del Sur) bien podría
haber encajado en el primer versículo del Génesis.‖31
―Los Hebreos con-
tinuaron siendo árabes‖ es el veredicto de un erudito moderno; ―su lite-
ratura…en sus formas registradas, es del tipo y estructura árabe.‖32
No es
sorpresa que el Prof. Margoliouth sostenga que los Arabes parecen tener
37. Lehi en el desierto y el mundo de los jareditas Hugh Nibley
37
―la clave para cada enigma‖ en el estudio del Antiguo Testamento. En
años recientes la tendencia de equiparar al hebreo con el árabe ha sido
cada vez mayor, y Guillaume concluye el mas reciente estudio sobre el
tema dictaminando que ambos apelativos son en realidad variantes de un
origen común, en referencia a ―los hijos de Heber‖.‖33
El calificativo ‘Arabe’
no es empleado para referirse a alguna nación, tribu o raza en particular y
―no existía distinción alguna entre Hebreos, Armenios y Arabes en la
época de los patriarcas,‖ según Albright;34
sin embargo, el término sim-
plemente define un estilo de vida y los Judíos continuaron aplicándolo a
sus parientes que habrían permanecido en el desierto una vez que ellos
mismos se habían asentado en las ciudades del país.35
Una relación interesante entre Israel y los Arabes no debe dejarse
pasar por alto ya que tiene una aplicación directa con el Libro de Mormón.
Nos referimos a cierta genealogía hebrea cuya nomenclatura es
no-hebraica, es decir, con peculiares formas antiguas de terminación –an,
-on, y en ciertos casos de un origen árabe en particular.‖36
―La pérdida de
la terminación es completamente común en los nombres de sitios pales-
tinos,‖ de acuerdo con Albright en referencia a lugares mencionados en
documentos egipcios.37
Uno puede recordar cualquier cantidad de lugares
mencionados en el Libro de Mormón –Emrón, Heslón, Jasón, Morón, etc.,
que han preservado esta arcaica terminación –on, indicativo, en lo ge-
neral, de un pintoresco tradicionalismo entre la gente de Lehi, y en par-
ticular, de lazos con la gente del desierto.
Ahora bien, de todas las tribus de Israel, Manasés fue la única que
vivió en las regiones mas apartadas del desierto entrando en contacto
frecuente con los árabes, a menudo casándose entre ellos y al mismo
tiempo sosteniendo la tradicional estrecha relación con Egipto.38
Y Lehi
pertenecía a la tribu de Manasés (Al.10:3). La preeminencia del nombre
de Ammón en el Libro de Mormón quizá tenga que ver con el hecho de
que los Amonitas fueran los vecinos mas cercanos de Manasés y fre-
cuentemente pelearan contra ellos en los desiertos al Este del Jordán; al
mismo tiempo, una conexión prehistórica con el Ammón de Egipto no es
algo que deba descartarse.39
La naturaleza cuasi-nómada de la tribu de
Manasés quizás explicaría el porqué Lehi parece tan fuera de lugar con
respecto a las cosas de Jerusalén. Por primera vez ―descubrió‖ (1Ne.5:16)
de los registros conservados en la casa de Labán que era descendiente
directo de José. ¿Porque no lo sabía? Nefi siempre habla sobre ―los judíos
que estaban en Jerusalén‖ (1Ne.2:13) con cierto desapego curioso; 1er
Nefi nunca se refiere a ellos como ―la gente‖ o ―nuestra gente‖ sino que
siempre lo hace de manera totalmente impersonal como ―los judíos.‖ En
este sentido, es interesante que las cartas de Elefantina únicamente
hablen sobre Judíos y Arameos, nunca sobre Israelitas.40
Nefi y Lehi no se encargan únicamente de mostrar una marcada
frialdad sobre el asunto de la lealtad tribal, sino que agregan que la tribu
no es un factor decisivo para alcanzar la salvación; que las mismas ben-