1. Publicado en: Observatorio de Recursos Humanos y Relaciones Laborales, Nº 16, septiembre 2007
Foto:Baharri
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Efrén Martín, gerente de y profesor de la Universidad de Deusto
www.fvmartin.net
Abatiéndose desde una roca altísima, un águila
arrebató un cordero. Quiso entonces la
corneja, para no ser menos, imitarla, y con
gran estrépito se lanzó sobre un carnero; pero
sus garras se enredaron en los mechones de
lana, batiendo en vano las alas, sin lograr
soltarse.
Vio el pastor la cosa, corrió y cogió a la
corneja, y cortándole las puntas de las alas,
llevósela por la noche a sus hijos. Estos le
preguntaron qué clase de ave era aquel pájaro,
a lo que respondió el pastor: “En mi entender,
una corneja; un águila según sus
pretensiones”. (Esopo).
Algunas cosas pueden cambiarse y otras no,
entre éstas el talento natural con el que nos
dota la naturaleza y que a unos hace fuertes en
unas cualidades y a otros en otras. Al ser
humano le interesa -y conviene- conocerse a sí
mismo, y más aún cuestionar las creencias
referidas a su propia identidad.
Son pocas las personas que han alcanzado
una auténtica confianza en sí mismos,
apoyándose en sus talentos naturales, que
despliegan con naturalidad y –muy importante-
con modestia. Son demasiados quienes no
han llegado aún a reconocer su naturaleza y
el alcance de su valía. Pero hay un pequeño
grupo que se refugia en el atajo de la falsa
autoestima, lo que les lleva actuar de forma
grotesca y engreída.
Decía Tolstoi: "Un hombre es como una
fracción, cuyo numerador corresponde a lo
que él es, en tanto que el denominador es lo
que cree ser", de forma que cuanto más te
crees menos vales. Resulta fácil identificar a
estas personas, por sus conductas tóxicas,
que muestran su contradictoria naturaleza:
Se auto promocionan y vanaglorian de sus
méritos, mientras quienes les conocen se
burlan de su incapacidad a sus espaldas y
del vacío de sus contenidos.
Nunca reconocen “no saber” de algo y se
creen mucho más inteligentes que el resto.
Con frecuencia se atribuyen los éxitos de
otros, convirtiéndolos en propios, lo que les
crea la animadversión de los ultrajados. En
cierta ocasión, una persona me dijo: “lo
que más me molesta de mi jefe es que me
explique…mis ideas”.
Cuando hay errores, ni siquiera se
justifican –que ya sería grave- sino que
directamente le echan la culpa a quienes
nada tuvieron que ver en el asunto;
cayendo en una crítica injusta y excesiva.
Pese a su fingimiento, si se les observa de
cerca, son muchos lo momentos en que se
nota la ausencia del talento fingido.
Gastan tanta energía en mantener la
fachada, que suelen caer en una constante
alteración emocional.
Evitemos la estrategia de parecer lo que no
somos o no llegaremos a la verdadera
excelencia y autoestima. Según Pascal:
¿¿QQuuiieerreess qquuee hhaabblleenn bbiieenn ddee ttii?? NNoo hhaabblleess
bbiieenn ddee ttii mmiissmmoo..