El sistema de salud español es uno de los mejores del mundo y recibe amplio consenso, mientras que el sistema educativo español es objeto frecuente de reformas y debate. A pesar de que la salud y la educación son servicios públicos esenciales gestionados a nivel autonómico de manera similar, la educación española no logra igualar la calidad de la salud. Esto puede deberse a que la política educativa está más influenciada por intereses partidistas que por expertos, impidiendo alcanzar un consenso