James Perkins, de Londres (Inglaterra), obtuvo una patente por su diseño de cohete de vapor. Consistía en un recipiente metálico parcialmente lleno de agua y un tapón de aleación de plomo y estaño en un cuerno en el fondo. Todo el recipiente se colocaba sobre un brasero para que el agua se calentara hasta convertirse en vapor. Cuando alcanzaba la presión crítica, el tapón se derretía, lo que hacía que la presión en el interior del recipiente saliera disparada hacia el aire. Perkins no pudo aplicar ninguna finalidad a su invento, y parece haber languidecido sin uso. Sin embargo, en 1841, el inglés Charles Golightly obtuvo la patente de una máquina voladora impulsada por un cohete de vapor. Nunca se construyó.