Santa Rosa de Lima mostró una vocación religiosa desde su infancia. Aprendió música, canto y poesía de su madre y destacó por su entrega a los demás y sus dones místicos. Enfermó gravemente cerca del final de su vida y murió de tuberculosis a los 31 años, tal como ella había profetizado. Sus restos se veneran en una basílica en Lima y es objeto de gran devoción del pueblo peruano.