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REVISTA EDUCACIÓN INCLUSIVA VOL. 5, N.º 1
39
Haciendoquelasescuelas
seanmásinclusivas:lecciones
apartirdelanálisisdela
investigacióninternacional1
(Makingschoolsmoreinclusive:lessonsfrominternationalresearch)
Mel Ainscow
(Centre for Equity in Education, University of Manchester)
1 Esta traducción de la versión original ha sido realizada por Etelvina Richard, a cargo del Centro Superior de Lenguas Modernas de
la Universidad de Cádiz.
Definiendo la inclusión
En todas partes del mundo existen crite-
rios de desarrollo con respecto a la mane-
ra en que los sistemas educativos atienden
Šȱ•˜œȱ—’Û˜œȱŒ˜—ȱ’ęŒž•ŠŽœȱǻ’Ĵ•Ž›ǰȱŘŖŖŖǼǯȱ
En líneas generales, se trata de un acerca-
miento gradual desde la exclusión hacia la
educación especial, haciendo hincapié en la
integración, para luego arribar a la idea de
la educación inclusiva. El ritmo del desarro-
llo a través de estas etapas varía, inevitable-
mente, con cada país.
Por lo tanto, se podría decir que el reciente
énfasis en la educación inclusiva es un paso
más en este camino histórico; aunque tras-
cendental en lo que respecta al objetivo de
transformar al aula ordinaria de modo que
amplíe sus capacidades para dar respuesta
a las necesidades de todos los alumnos. Esto
requiere de la participación de muchos inte-
resados, de modo que cuestione en gran me-
dida el statu quo y tenga importantes reper-
cusiones en los roles futuros de las personas
que se desempeñan en la provisión de la
educación especial y el apoyo pedagógico.
En algunos países aun se considera a la
educación inclusiva como un modo de aten-
ción a los niños con discapacidades dentro
del contexto de la educación general. No
obstante, internacionalmente está cada vez
más vista como una reforma que apoya y
acoge la diversidad de todos los educandos
(UNESCO, 2001). En este trabajo se adop-
ta esta formulación más amplia. Parte del
presupuesto que la mejora de la educación
inclusiva tiene por objeto eliminar la exclu-
sión social que surge como consecuencia de
las actitudes y respuestas a la diversidad
de raza, clase social, origen étnico, religión,
género y logros, como así también de capa-
cidades.
Este concepto de educación inclusiva con-
tó con el aval de la Conferencia de Salaman-
ca sobre Necesidades Educativas Especiales
ǻ  ǰȱ ŗşşŚǼǯȱ Šȱ ŽŒ•Š›ŠŒ’à—ȱ Žȱ Š•Š-
manca, uno de los documentos internacio-
nales más importantes que hayan aparecido
nunca en el ámbito de la educación especial,
sostiene que “las escuelas comunes con una
orientación inclusiva constituyen los me-
dios más efectivos para combatir actitudes
HACIENDO QUE LAS ESCUELAS SEAN MÁS INCLUSIVAS
40
discriminatorias, construir una sociedad
integradora y lograr la educación para to-
dos”. Además, señala que dichas escuelas
proporcionan “una educación efectiva a la
–Š¢˜›ÇŠȱŽȱ•˜œȱ—’Û˜œȱ¢ȱ–Ž“˜›Š—ȱ•ŠȱŽęŒ’Ž—Œ’Šȱ
¢ǰȱŽ—ȱŽę—’’ŸŠǰȱ•Šȱ›Ž•ŠŒ’à—ȱŒ˜œ˜ȬŽęŒŠŒ’ŠȱŽȱ
˜˜ȱŽ•ȱœ’œŽ–ŠȱŽžŒŠ’Ÿ˜Ȅȱǻ  ǰȱŗşşŚǰȱ
párrafo 3).
La Declaración de Salamanca nos alien-
Šȱ Šȱ Ž¡Š–’—Š›ȱ •Šœȱ ’ęŒž•ŠŽœȱ ŽžŒŠ’ŸŠœȱ
desde una nueva perspectiva. Esto se basa
en la convicción de que los cambios en la
metodología y organización que se llevan
a cabo para dar respuesta a las necesidades
Žȱ•˜œȱŽœž’Š—ŽœȱŒ˜—ȱ’ęŒž•ŠŽœȱ™žŽŽ—ǰȱ
‹Š“˜ȱŒ’Ž›ŠœȱŒ˜—’Œ’˜—Žœǰȱ‹Ž—ŽęŒ’Š›ȱŠȱ˜˜œȱ
los niños y niñas. Sin embargo, dada la
confusión e incertidumbre presentes en es-
te terreno, el progreso hacia la implemen-
tación de una educación inclusiva dista
mucho de ser fácil, e incluso las evidencias
de progreso varían de manera notable en
cada país. Por otra parte, no se debe dar
™˜›ȱ‘ŽŒ‘˜ȱ•ŠȱŠ™›˜‹ŠŒ’à—ȱ˜Š•ȱŽȱ•Šȱę•˜œ˜ÇŠȱ
de la inclusión.
Dada dicha controversia, mis colegas y
yo sostenemos que los avances exigen una
Žę—’Œ’à—ȱŽȱ•˜ȱšž·ȱ’–™•’ŒŠȱ›ŽŠ•–Ž—ŽȱœŽ›ȱ
más inclusivo. Desde nuestro punto de vis-
ta, se trata de un conjunto principios de la
educación (Ainscow, Booth y Dyson, 2006)
que supone:
– El proceso por el cual la participa-
ción de los alumnos en los currículos,
culturas y comunidades educativas
escolares aumenta y su exclusión dis-
minuye.
– La reestructuración de las culturas, po-
líticas y prácticas en los colegios con el
objeto de dar respuesta a la diversidad
del alumnado en su localidad.
– La presencia, la participación y los re-
sultados escolares de todos los alum-
nos que son vulnerables a las presiones
exclusionistas, no sólo de aquellos con
discapacidad o que están catalogados
como “alumnos con necesidades edu-
cativas especiales”.
Algunas características del modo de con-
ceptualizar la educación inclusiva son de
particular importancia: a) la educación in-
clusiva se preocupa por todos los niños y
jóvenes de la escuela; b) también hace hin-
capié en la presencia, la participación y los
resultados escolares; c) la inclusión y exclu-
sión se encuentran íntimamente ligadas, de
tal manera que la inclusión supone la lucha
activa contra la exclusión; y d) la inclusión
Žœȱž—ȱ™›˜ŒŽœ˜ȱšžŽȱ—˜ȱ’Ž—Žȱę—ǯȱ˜›ȱ•˜ȱŠ—-
to, una escuela inclusiva está en continuo
movimiento y no ha alcanzado el estado de
perfección. La inclusión es, por consiguien-
te, un proceso que exige vigilancia continua.
Lección 1: Para que las políticas y
las prácticas en el ámbito escolar pue-
Š—ȱŠŸŠ—£Š›ǰȱŽœȱ—ŽŒŽœŠ›’˜ȱŽę—’›ȱ•˜ȱšžŽȱ
conlleva la educación inclusiva.
Prácticas inclusivas
Se ha sostenido que los criterios que cons-
tituyen lo que actualmente se conoce como
necesidades educativas especiales, pese
a las buenas intenciones, han continuado
creando barreras que frenan el progreso
a medida que se animaba a las escuelas a
adoptarlos (Slee, 1996). Asimismo, los in-
vestigadores que han analizado las bases
empíricas de los métodos especiales para
categorías especiales de alumnos arriba-
ron a la conclusión de que las pedagogías
de necesidades especiales separadas tienen
™˜Œ˜ȱœžœŽ—˜ȱǻ ŠŸ’œȱ¢ȱ •˜›’Š—ǰȱŘŖŖŚDzȱŽ ’œȱ
y Norwich, 2005). Dicho de un modo más
œŽ—Œ’••˜ǰȱ ž—Šȱ ŽžŒŠŒ’à—ȱ ŽęŒŠ£ȱ Žœȱ ŠšžŽ••Šȱ
šžŽȱ Žœȱ ŽęŒŠ£ȱ ™Š›Šȱ ˜˜œȱ •˜œȱ Š•ž–—˜œǯȱ Žȱ
hecho, se ha señalado que la existencia de
lo que se considera como pedagogías espe-
Œ’Š•ŽœȱœŽ›ŽŠȱ¢ȱŽ¡Œ•ž¢ŽȱŠȱ•˜œȱ—’Û˜œȱŒ˜—ȱ’ę-
cultades aun más (Lewis y Norwich, 2005).
Reconocer que no se podrá lograr una
educación inclusiva trasplantando el pen-
samiento y las prácticas de la educación
especial al contexto de la educación general
pone en evidencia otras posibilidades; mu-
REVISTA EDUCACIÓN INCLUSIVA VOL. 5, N.º 1
41
chas de las cuales están relacionadas con la
necesidad de avanzar hacia una perspectiva
que procure personalizar la enseñanza por
medio de un compromiso con toda la clase
(Ainscow, 1999). A este respecto son perti-
nentes muchas ideas sobre una educación
ŽęŒŠ£ǯȱ’—ȱŽ–‹Š›˜ǰȱž—ȱ›Šœ˜ȱšžŽȱ’œ’—žŽȱ
a la pedagogía inclusiva es el modo en que
los profesores conceptualizan las ideas so-
bre la diferencia.
Así, por ejemplo, en un estudio reciente de
Florian y Black-Hawkins (2010) se concluye
que las diferencias hechas dentro del aula –
por ejemplo, el caso de los alumnos a los que
se les pide que realicen actividades más sen-
cillas o se les da menos trabajo, o bien reci-
ben la ayuda de un auxiliar docente– ocasio-
na que los alumnos perciban a estos últimos
como diferentes. Además, el riesgo que esto
acarrea es que al asignar actividades de un
nivel que se considera apropiado para cada
alumno se está colocando, de hecho, un te-
cho por sobre lo que estos alumnos pueden
lograr. Florian y Black-Hawkin proponen
un modelo que consideran más inclusivo y
en el que los docentes crean un abanico de
posibilidades del que los alumnos deciden
“cómo, cuándo, dónde y con quién” desean
aprender, en condiciones diseñadas para
dar respuesta a las necesidades individuales
de cada alumno. Los autores también sugie-
›Ž—ȱšžŽȱœŽȱŽ‹ŽȱŒ˜—ꊛȱŽ—ȱ•˜œȱŠ•ž–—˜œȱ™Š›Šȱ
que tomen sus propias decisiones y ejerzan
más control sobre su propio aprendizaje.
•ȱ˜‹œŽ›ŸŠ›ȱ•˜œȱ™›˜ŒŽœ˜œȱŽȱ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱ
Žȱ•˜œȱ˜ŒŽ—ŽœȱšžŽȱœ˜—ȱŽęŒŠŒŽœȱŠȱ•Šȱ‘˜›ŠȱŽȱ
atender la diversidad se advierten ciertos
patrones (Ainscow, 1999). Habitualmente
los profesores con experiencia desarrollan
una variedad de formatos de unidades di-
dácticas que se convierten en su repertorio
y a partir de los cuales crean nuevas com-
posiciones que estiman adecuadas para ca-
da caso en particular. Es aquí donde toman
en consideración una serie de factores que
se interrelacionan, tales como el tema a en-
señar, la edad y la experiencia de la clase,
las condiciones físicas del aula, los recursos
disponibles y su propio estado de ánimo,
para así adaptar uno de sus planes de cla-
œŽȱ ‘Š‹’žŠ•Žœǯȱ ’Œ‘Šȱ ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱ ’Ž—Žȱ
a ser un tanto idiosincrásica y, de hecho, a
menudo se formula con una buena dosis de
intuición. En este sentido, este proceso es
distinto a los procedimientos sistemáticos
que se les enseña a los estudiantes de profe-
sorado durante las etapas de su preparación
académica, pues se trata, en gran medida,
de un proceso continuo de formulación y
reformulación de patrones ya establecidos.
›Š—ȱ™Š›ŽȱŽȱŽœŠȱ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ǰȱ™˜›ȱŒ˜—-
siguiente, tiene lugar sin querer entre bam-
balinas en el devenir de su trabajo diario. De
‘ŽŒ‘˜ǰȱœŽȱœ’žŽȱ‘ŠŒ’Ž—˜ȱŠ“žœŽœȱę—Š•ŽœȱŠ•ȱ–˜-
mento de entrar al aula y observar el humor
Žȱ•ŠȱŒ•ŠœŽǯȱŽŒ˜—˜ŒŽ›ȱšžŽȱž—Šȱ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱ
no concluye cuando inicia la clase es funda-
mental. Es más, a menudo las decisiones más
œ’—’ęŒŠ’ŸŠœȱœŽȱ˜–Š—ȱŽ—ȱŽ•ȱ›Š—œŒž›œ˜ȱŽȱ•Šȱ
clase, por medio de lo que se conoce como
proceso de improvisación (Ainscow, 1999).
Más allá de la improvisación, las investi-
gaciones en este terreno señalan que el ras-
go distintivo que caracteriza a los planes de
Œ•ŠœŽȱšžŽȱœ˜—ȱŽęŒŠŒŽœȱ™Š›ŠȱŠ•Ž—Š›ȱ•Šȱ™Š›’-
cipación de los alumnos es el modo en que
emplea los recursos disponibles –y en espe-
cial, los recursos humanos– para apoyar la
enseñanza. Concretamente, existe la eviden-
cia contundente –por ejemplo, Johnson y Jo-
hnson (1999)– que señala el potencial de los
enfoques que estimulan la cooperación entre
•˜œȱŠ•ž–—˜œȱŠȱę—ȱŽȱŒ›ŽŠ›ȱŒ˜—’Œ’˜—ŽœȱŽ—›˜ȱ
del aula que ayuden a maximizar la partici-
pación, y a su vez la consecución de niveles
altos de aprendizaje para todos los alumnos
de la clase. Por otra parte, dicha evidencia
indica que la aplicación de tales prácticas
Œ˜—œ’ž¢Žȱ ž—ȱ –Ž’˜ȱ ŽęŒŠ£ȱ ™Š›Šȱ Š™˜¢Š›ȱ •Šȱ
participación de los “alumnos excepciona-
les”; por ejemplo, los alumnos que son nue-
vos en una clase, los niños provenientes de
distintos orígenes culturales y aquellos con
discapacidades. No obstante, es importante
hacer hincapié una vez más en la necesidad
de contar con la habilidad adecuada para or-
questar este tipo de práctica escolar, ya que
el trabajo grupal cooperativo mal gestiona-
do generalmente conlleva al desperdicio de
tiempo valioso e incluso da lugar a numero-
sas interrupciones de la clase.
HACIENDO QUE LAS ESCUELAS SEAN MÁS INCLUSIVAS
42
Es aquí donde podemos aprender de los
países económicamente más pobres del Sur,
en donde los recursos limitados de los que
disponen han llevado a reconocer el poten-
cial “del niño tutor” a través del desarrollo
de los denominados programas “Niño-a-
Niño”. Tales experiencias sugieren que los
niños constituyen en sí mismos un recurso
infrautilizado, que puede dinamizarse pa-
ra derribar las barreras a la participación
en clase y contribuir así a incrementar las
˜™˜›ž—’ŠŽœȱŽȱŠ™›Ž—’£Š“Žȱ™Š›Šȱ‹Ž—Žę-
cio de todos los miembros de la clase. Un
aspecto interesante que cabe mencionar es
que los recursos esenciales para que esta
práctica surta efecto están disponibles en lo
inmediato dentro de cualquier clase. De he-
cho, cuanto más numerosa sea la clase, ma-
yor será la cantidad de recursos potenciales
disponibles. El factor importante aquí es la
capacidad del docente para dinamizar esta
energía que se halla en gran parte sin explo-
tar –una situación que nos lleva a formular
la el interrogante de cómo se puede ayudar
a los docentes a desarrollar esta manera de
trabajar.
Lección 2: Las prácticas inclusivas
dentro del aula suponen la dinamiza-
ción de los recursos humanos disponi-
‹•ŽœȱŒ˜—ȱŽ•ȱę—ȱŽȱŸŽ—ŒŽ›ȱ•Šœȱ‹Š››Ž›ŠœȱŠȱ
la participación y el aprendizaje.
Desarrollando prácticas
inclusivas
Recientemente en el Reino Unido, se han
llevado a cabo dos estudios que analizan
detenidamente la manera en que evolucio-
nan las prácticas que atienden de manera
ŽęŒ’Ž—ŽȱŠȱ•Šȱ’ŸŽ›œ’ŠȱŽ•ȱŠ•ž–—Š˜ǯȱ Š‹Žȱ
destacar que, en ambos proyectos, participa-
ron investigadores que trabajaron en cola-
boración con profesionales de la educación.
El primer estudio, Learning without Limits
(Aprender sin límites), estudió las formas
de enseñar que están libres de conviccio-
nes deterministas sobre la capacidad de los
alumnos (Hart, Dixon, Drummond y McIn-
¢›ŽǰȱŘŖŖŚǼǯ ȱę—ȱŽȱŽœž’Š›ȱ’Œ‘Šœȱ™›¤Œ’-
cas docentes, los investigadores trabajaron
estrechamente con un grupo de docentes
que había rechazado la idea de la capacidad
ę“ŠǯȱŠ›’Ž›˜—ȱŽȱ•Šȱ’ŽŠȱŽȱšžŽȱ•Šœȱ™›¤Œ’ŒŠœȱ
centradas en la capacidad imponen restric-
ciones al aprendizaje infantil, dando lugar a
šžŽȱ•˜œȱ—’Û˜œȱœŽȱŽę—Š—ȱ–Ž’Š—Žȱ•ŠȱŒ˜–™Š-
ración con sus pares.
Los investigadores sostienen que la idea
de la capacidad como inteligencia innata ha
acabado por considerarse como “un modo
natural de referirse a los niños” que resume
sus diferencias percibidas. Señalan luego
que, en Inglaterra, que dicho concepto se ve
›ŽĚŽ“Š˜ȱ Ž—ȱ •Šœȱ ™˜•Ç’ŒŠœȱ —ŠŒ’˜—Š•Žœǰȱ •˜ȱ šžŽȱ
hace que para los docentes sea fundamental
la comparación, categorización y agrupa-
Œ’à—ȱŽȱœžœȱŠ•ž–—˜œȱ™˜›ȱœžȱŒŠ™ŠŒ’ŠȱŠȱę—ȱ
de proporcionar una educación adecuada y
estimulante para todos. Así pues, por ejem-
plo, se espera que los inspectores escolares
controlen que enseñanza distingue entre los
alumnos “más capaces”, “medios” y “menos
capaces”. En este contexto, lo que se entien-
de por capacidad no se hace explícito, lo que
da margen a los docentes para interpretar las
›ŽŒ˜–Ž—ŠŒ’˜—Žœȱ Šȱ ę—ȱ Žȱ ŠŠ™Š›•Šœȱ Šȱ œžœȱ
propias creencias y opiniones. No obstante,
cabe indicar que el énfasis de la política en
el establecimiento de los objetivos y las me-
didas del valor añadido del progreso dejan
poco margen para aquellos docentes que re-
chazan la idea establecida de las capacidades
mensurables para aferrarse a sus principios.
Mediante el análisis minucioso de las
prácticas y las ideas de sus compañeros do-
centes, los investigadores se propusieron
’Ž—’ęŒŠ›ȱŠšžŽ••Šœȱ–Š—Ž›Šœȱȃ–¤œȱ“žœŠœȱ¢ȱ
potenciadoras” de entender la diversidad
de los alumnos. En resumen, esto supon-
dría –sostienen– la gestión de las pautas
de logros y respuesta con un “espíritu de
transformabilidad” por parte de los profe-
sores, por medio de la búsqueda de lo que
se puede hacer para mejorar la capacidad
de cada niño en su clase para aprender y
de las condiciones en las que su aprendizaje
pueda prosperar de forma plena y efectiva.
REVISTA EDUCACIÓN INCLUSIVA VOL. 5, N.º 1
43
Los investigadores explican que los profe-
sores de su estudio basaban su ejercicio en
•Šȱę›–ŽȱŒ˜—Ÿ’ŒŒ’à—ȱŽȱšžŽȱ•ŠœȱŒ˜œŠœȱ™žŽŽ—ȱ
cambiar y mejorarse, y reconocían que sea
cual sea el rendimiento académico actual y
las características de un niño, si se propor-
cionan las condiciones adecuadas, todos
pueden mejorar su capacidad de apren-
dizaje. Se observó que, con este modo de
abordar su trabajo, los profesores que par-
ticiparon en este estudio analizaban la bre-
cha existente entre sus propias aspiraciones
respecto de sus alumnos y lo que realmente
ocurría.
El segundo estudio, Understanding and
Developing Inclusive Practices in Schools (En-
tender y desarrollar las prácticas inclusivas
en las escuelas), también señalaba la impor-
tancia de la indagación como estímulo para
cambiar la práctica. En este participaron 25
colegios que, con la colaboración de inves-
tigadores de la Universidad, analizaron
formas para desarrollar la inclusión dentro
de sus propios contextos (Ainscow, Booth y
Dyson, 2006). Cabe destacar que dicho pro-
ceso se desarrolló dentro del contexto de las
amplias actividades del Gobierno británico
para mejorar el nivel de la educación pú-
blica, según se mide por la puntuación de
pruebas y exámenes; lo que ha dado lugar
a la creación de un “mercado educativo”,
unido al énfasis puesto en políticas que
fomentan una mayor diversidad entre las
escuelas. El resultado de todo ello es un
sistema educativo casi selectivo en el que,
por lo general, los niños más pobres asis-
ten a las escuelas que tienen los rendimien-
tos más bajos –otros países desarrollados
muestran tendencias políticas similares, y
en particular Estados Unidos (Wilkinson y
’Œ”ŽĴǰȱŘŖŖşǼǯȱ’—ȱŽ–‹Š›˜ǰȱ™ŽœŽȱŠ•ȱŠ™Š›Ž—-
temente desfavorable contexto de políticas
nacionales, lo que se advirtió en las escuelas
que participaron en el estudio no fue ni el
abatimiento de la inclusión por el denomi-
nado programa de niveles, ni el rechazo de
dicho programa en favor de una alternativa
de inclusión radical. A muchos docentes les
preocupaba, sin lugar a dudas, las repercu-
siones del programa de niveles en su traba-
jo y algunos se manifestaban a favor de las
ideas de inclusión que consideraban como
contradictorias con éste. No obstante, en la
mayoría de las escuelas los dos programas
estaban entrelazados. En efecto, el énfasis
depositado en los resultados parecía impul-
sar a algunos docentes a analizar cuestiones
relacionadas con los resultados escolares y
con la participación de los grupos margina-
dos que antes no habían tenido en cuenta.
Del mismo modo, la preocupación por la
inclusión tendió a determinar el modo en el
que la escuela dio respuesta a la necesidad
imperiosa de mejorar el nivel.
Consideradas en conjunto, las conclusio-
nes de los estudios dan lugar al optimismo,
ya que señalan que el estudio de las prác-
ticas actuales de los docentes establecidas
dentro de la dinámica social interna de las
escuelas puede dar origen a enfoques más
inclusivos. Los estudios también indican
que es posible intervenir en dicha dinámica
Šȱę—ȱŽȱŽœŒž‹›’›ȱ—žŽŸŠœȱ™˜œ’‹’•’ŠŽœȱŽȱ
que la política y la práctica avancen.
Otra de nuestras investigaciones tam-
bién ha demostrado cómo la utilización de
la información disponible para estudiar la
enseñanza puede contribuir a promover el
desarrollo de una educación más inclusi-
va (Ainscow, Howes, Farrell y Frankham,
2003; Ainscow, Dyson, Goldrick y West,
2012) y, en concreto, puede ayudar a crear
un espacio para reexaminar y replantear,
por medio de la ruptura de los discursos
vigentes y concentrando nuestra mayor
atención en las posibilidades que han sido
pasadas por alto de hacer avanzar la prácti-
ca. En este sentido, un técnica especialmen-
ŽȱŽęŒŠ£ȱŽœȱ•Šȱ˜‹œŽ›ŸŠŒ’à—ȱ›ŽŒÇ™›˜ŒŠǰȱŠȱŸŽŒŽœȱ
llevada a cabo con grabaciones de video, y
la información obtenida de los alumnos so-
bre el mecanismo de enseñanza y aprendi-
zaje en la escuela (Ainscow y Kaplan, 2006;
Messiou, 2006; Miles y Kaplan, 2005). Tales
métodos, bajo determinadas condiciones,
proporcionan interrupciones que contribu-
yen a ver lo conocido desde la distancia, de
˜›–ŠȱšžŽȱ˜–Ž—Š—ȱ•Šȱ›ŽĚŽ¡’à—ǰȱ•ŠȱŒ›ŽŠ’-
vidad y la acción. La aplicación de estas in-
terrupciones, en ocasiones puede dar lugar
a la reelaboración de problemas percibidos
que, a su vez, atraen la atención del docente
HACIENDO QUE LAS ESCUELAS SEAN MÁS INCLUSIVAS
44
hacia opciones que han sido pasadas por al-
to de abordar el problema de las barreras a
la participación y el aprendizaje.
Todo esto implica que hacerse más inclu-
œ’Ÿ˜ȱŽœȱž—ŠȱŒžŽœ’à—ȱŽȱ›ŽĚŽ¡’à—ȱ¢ȱ’¤•˜˜ǰȱ
Žȱ ›ŽŸ’œ’à—ȱ ¢ȱ ›ŽŽę—’Œ’à—ȱ Žȱ •Šȱ ™›¤Œ’ŒŠǰȱ
y de intentar desarrollar una cultura más
’—Œ•žœ’ŸŠǯȱ œŠȱ Œ˜—ŒŽ™žŠ•’£ŠŒ’à—ȱ œ’—’ęŒŠȱ
que no podemos separar la inclusión de los
contextos en los que se desarrolla, ni de las
relaciones sociales que puedan sustentar
o limitar ese desarrollo (Dyson, 2006). Es
en la compleja interacción entre los indivi-
duos, y entre grupos e individuos, que las
convicciones y los valores compartidos exis-
ten y cambian; y es imposible separar esas
convicciones de las relaciones en las que se
plasman.
Lección 3: Trabajar con distintas
formas de evidencia disponible
™žŽŽȱ œŽ›ȱ ž—ȱ –˜˜›ȱ ŽęŒŠ£ȱ ™Š›Šȱ
alentar a los docentes a desarrollar
prácticas más inclusivas.
Apoyo al aprendizaje
Conceptualizar la educación inclusiva
como un proceso de educación en la diver-
sidad suscita preguntas respecto a qué tipo
de apoyo adicional cada alumno en particu-
lar necesita, lo cual también trae aparejado
repercusiones en torno a los roles que deben
cumplir los docentes especializados.
En el mundo se puede observar una va-
riedad de enfoques para dar apoyo a cada
alumno con necesidades educativas dife-
rentes (Ainscow, 1999). Cada uno de ellos
presenta tanto ventajas como desventajas
potenciales. Así, por ejemplo, un estudio
llevado a cabo por Takala et al (2009) so-
bre el rol de los docentes de educación es-
pecial en Finlandia observa el uso de tres
enfoques. El primero de ellos se denomina
Enseñanza particular con un docente de edu-
cación especial, y si bien esta modalidad se
consideró efectiva para proporcionar aten-
ción más centralizada, también hizo susci-
tar algunas preocupaciones, tales como la
gran presión que puede ejercer sobre los
alumnos, la ausencia del contacto con sus
compañeros, la estigmatización ocasionada
al ser apartado del contexto de las clases or-
dinarias y el costo asociado. El segundo en-
foque, Enseñanza de grupos reducidos, se con-
sideró como un método que proporcionaba
una enseñanza focalizada en un ambiente
relajado y de apoyo. No obstante, se advir-
tió una serie de efectos negativos: algunos
alumnos sufren al ser apartados de su clase
y pueden sentirse estigmatizados, se pier-
den lo que se está enseñando en la clase
ordinaria, y la enseñanza grupal no pro-
™˜›Œ’˜—Šȱ•ŠȱœžęŒ’Ž—ŽȱŠŽ—Œ’à—ȱ’—’Ÿ’žŠ•ǯȱ
Los docentes de educación especial esgri-
–’Ž›˜—ȱŠ•ŠȱŽȱ’Ž–™˜ȱ™Š›Šȱ™•Š—’ęŒŠ›ȱ•Šœȱ
clases con el docente de la clase ordinaria;
y, a un nivel secundario, en muchas oca-
siones sentían que no tenían conocimiento
œžęŒ’Ž—ŽȱŽ•ȱŒž››ÇŒž•˜ǯȱ •ȱŽ›ŒŽ›ȱŽ—˜šžŽǰȱ
Enseñanza colaborativa con dos docentes, fue
en general la modalidad más aceptada
por ambos docentes. En este enfoque más
miembros de la clase pueden acceder al
apoyo y, lo que es importante, les permite
permanecer en la clase y no perderse de su
contenido. Por otra parte, se observó que
las clases estaban mejores diseñadas. Sin
embargo, este enfoque requiere de tiempo
œžęŒ’Ž—Žȱ™Š›Šȱ•Šȱ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱŒ˜—“ž—Šǰȱ¢Šȱ
que si no se contara con el los docentes de
apoyo podrían sentir que cumplen la fun-
ción de un asistente.
En algunos países, el apoyo a los alum-
nos con necesidades educativas especia-
les que asisten a escuelas ordinarias está
coordinado por la presencia de un docen-
te especialista entre el personal docente, a
veces denominado coordinador/a de necesi-
dades educativas especiales o, cada vez más,
director/a de inclusión. Su trabajo involucra la
coordinación del apoyo pedagógico de cada
alumno, en ocasiones utilizando equipos de
docentes asistentes que trabajan individual-
mente con los alumnos dentro de la clase.
Entre 1997 y 2008, el número de docentes
asistentes en Inglaterra creció de 60.600 a
179.900, lo cual representa la cuarta parte
de la fuerza laboral docente (DCSF, 2008).
REVISTA EDUCACIÓN INCLUSIVA VOL. 5, N.º 1
45
Algunas investigaciones demuestran que
los docentes creen que la presencia de asis-
tentes tiene diversas repercusiones en la ense-
ñanza y el aprendizaje que tienen lugar den-
tro de una clase, como por ejemplo, mayor
atención del alumnado, mejoría del aprendi-
£Š“Žǰȱ–Š¢˜›ȱŽęŒŠŒ’Šȱ¢ȱ–Ž“˜›Žœȱ›Žœž•Š˜œȱ™˜›ȱ
parte del profesorado (Farrell et al, 2010). No
obstante, otros estudios se inclinan por un pa-
norama variado respecto a las repercusiones
asociadas a dicho personal docente. Tras un
estudio de gran envergadura llevado a cabo
por Blatchford et al (2009), por ejemplo, los
autores concluyen que las evidencias de tal
repercusión sobre los resultados son escasas.
Por el contrario, existe la evidencia que indica
que las intervenciones de apoyo pedagógico
focalizadas –en grupos pequeños de escuelas
de nivel primario que contaba con un equipo
docente de apoyo pedagógico con una ade-
cuada formación– lograron mejorar los resul-
Š˜œȱŽȱŠ•Š‹Ž’£ŠŒ’à—ȱŽ—ȱŒŠœ˜œȱ’Ž—’ęŒŠ˜œȱ
de alumnos (Farrell et al, 2010).
Paralelamente, Webster et al (2010) iden-
’ęŒàȱ Ž—ȱ •Šœȱ ŽœŒžŽ•Šœȱ Žȱ —’ŸŽ•ȱ œŽŒž—Š›’˜ȱ
una correlación negativa entre la cantidad
de contacto que los alumnos con necesi-
dades educativas especiales tenían con los
docentes asistentes y las interacciones de
estos alumnos con sus docentes. Además,
se observe que la mayoría de los alumnos
con apoyo pedagógico destinaba la mayor
parte de su tiempo a trabajar en actividades
diferentes a las asignadas a sus compañeros.
Este hallazgo llevó a los autores a arribar a la
conclusión de que muy a menudo, en el ám-
bito de la enseñanza Inglesa, el apoyo peda-
gógico de los docentes asistentes era utiliza-
do como un sustituto de la asistencia de los
docentes. Dada esta situación, los autores
formularon las siguientes recomendaciones:
– Las escuelas deberían examinar el mo-
do en que se utiliza al personal de apo-
yo pedagógico para asegurar que no
sea utilizado de manera rutinaria para
ayudar a los alumnos con bajo rendi-
miento académico.
– A los alumnos con más necesidad se
les debe proporcionar más y no menos
tiempo con sus profesores.
– Los docentes deberían incluir dentro
Žȱ•Šȱ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱŽȱ•ŠȱŒ•ŠœŽȱŠȱ˜˜œȱ
los alumnos, incluyendo aquellos que
reciben apoyo del personal de apoyo
pedagógico.
Pese a las diferencias en las conclusiones
de estos estudios –atribuibles posiblemen-
te al contexto– existe el acuerdo general de
que si se pretende la participación de los do-
centes asistentes en la educación ordinaria,
estos deben recibir formación sobre el modo
de utilizar dicho apoyo dentro del aula.
Lección 4: La utilización del apoyo
pedagógico adicional al servicio de los
alumnos requiere de una cuidadosa
™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱ¢ȱŽȱ•Šȱ˜›–ŠŒ’à—ȱŠŽŒžŠ-
da de aquellos que están comprometi-
dos con dicha labor.
Desarrollo escolar
Existe todo un corpus de trabajos, como
por ejemplo el de Ainscow, Booth y Dyson
(2006); y Dyson y Millward (2000), que po-
nen de relieve los desafíos que surgen cuan-
do las escuelas se ponen en marcha para
convertirse en escuelas más inclusivas. Es-
tos trabajos ponen en evidencia las comple-
jidades internas de las escuelas en cuanto
organizaciones, y las restricciones y contra-
dicciones que generan los entornos norma-
tivos en los que se hallan insertas.
›Šœȱ›ŽĚŽ¡’˜—Š›ȱœ˜‹›Žȱœžœȱ—ž–Ž›˜œŠœȱŽ¡-
periencias vividas al estudiar las escuelas
Žę—’Šœȱ Œ˜–˜ȱ ’—Œ•žœ’ŸŠœǰȱ ¢œ˜—ȱ ǻŘŖŗŖǼȱ
sostiene que no existe una única perspecti-
va de una escuela inclusiva. Los directivos
y docentes de las escuelas a los que el au-
tor entrevistó actúan por lo general guiados
por sus valores. Sin embargo, su compromi-
so no es tanto para con la inclusión en sí, si-
no más bien para con el principio de “hacer
lo mejor que pueden” para todos sus alum-
nos. Además, este compromiso no evita di-
ęŒž•ŠŽœȱ™›¤Œ’ŒŠœȱœ’—’ęŒŠ’ŸŠœȱŠȱ•Šȱ‘˜›Šȱ
HACIENDO QUE LAS ESCUELAS SEAN MÁS INCLUSIVAS
46
de educar a una gran variedad de alumnos
dentro de una misma escuela y (en su caso)
en una misma aula. Incluir los alumnos con
“problemas de comportamiento” en espe-
cial dentro de la escuela y clase ordinarias
se considera a menudo difícil. Incluso a los
docentes más comprometidos les resulta di-
fícil vencer este desafío.
Dyson luego sostiene que las escuelas al-
tamente inclusivas se caracterizan por ser
instituciones acogedoras y solidarias para
Œ˜—ȱ•˜œȱ—’Û˜œȱŒ˜—ȱ’ęŒž•ŠŽœǯȱ˜ȱ™ȱ˜‹œŠ—-
te, no por ello dejan de lado el compromiso
a mejorar los resultados de todo su alum-
nado. De hecho, tienden a desplegar una
variedad de estrategias para mejorar el ren-
dimiento que es típica de todas las escuelas;
¢ȱ•Šȱ™›ŽœŽ—Œ’ŠȱŽȱŠ•ž–—˜œȱšžŽȱœŽȱ’Ž—’ęŒŠ—ȱ
como alumnos con necesidades educativas
especiales no parece impedir la aplicación
de dichas estrategias.
Los autores que tratan la cuestión de có-
mo lograr que la educación sea más inclu-
siva, suelen hacer especial hincapié en los
procesos de colaboración, revisión y desa-
rrollo. Skrtic (1991), por ejemplo, destaca la
importancia de aunar las distintas experien-
cias profesionales del personal docente. En
este contexto, a los niños que no se puedan
educar fácilmente en el marco de las rutinas
establecidas de la escuela no son considera-
dos problemáticos, sino más bien como un
desafío que obliga a reexaminar las prácti-
ŒŠœȱ ˜ŒŽ—Žœȱ Šȱ ę—ȱ Žȱ šžŽȱ œŽŠ—ȱ –¤œȱ ŠŠ™-
tables y que sepan dar respuestas rápidas.
Del mismo modo, nuestro trabajo (Ainscow,
1999) nos ha llevado a señalar ciertas “con-
diciones organizativas” –liderazgo compar-
tido, elevados niveles de participación del
™Ž›œ˜—Š•ȱ ¢ȱ Žȱ •˜œȱ Š•ž–—˜œǰȱ ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱ
conjunta, voluntad de investigar, etc.– que
fomentan la colaboración y la resolución de
problemas entre el personal y que, por lo
tanto, generan respuestas más inclusivas a
la diversidad.
Estos temas están respaldados por un
análisis de la documentación internacional
šžŽȱ Žœž’Šȱ •Šȱ ŽęŒŠŒ’Šȱ Žȱ •Šœȱ –Ž’Šœȱ Žȱ
promoción de la inclusión llevadas a cabo
™˜›ȱ•ŠœȱŽœŒžŽ•Šœȱǻ ¢œ˜—ȱŽȱŠ•ǰȱŘŖŖŚǼǯȱȱ •ȱŠ—¤-
lisis arriba a la conclusión de que existe un
conjunto limitado, pero en absoluto desde-
ñable, de datos empíricos sobre la relación
entre las actividades escolares de promo-
ción de la inclusión y la participación de to-
dos los alumnos en las culturas, currículos
y comunidades de sus escuelas. Partiendo
de estos datos, el equipo revisor de Dyson
propone una serie de recomendaciones en
relación a la política y la práctica. Proponen
que las iniciativas para desarrollar una edu-
cación inclusive deberían prestar especial
atención al desarrollo de “culturas inclu-
sivas” y, en especial, al logro de un cierto
consenso en torno a los valores de inclusión
dentro de las comunidades escolares. Esto
llevó al equipo a la conclusión de que los
directivos y otros dirigentes escolares de-
ben ser elegidos y formados en función de
su compromiso con los valores de inclusión
y su capacidad para dirigir de forma partici-
pativa. Finalmente concluye que el entorno
político externo debería ser compatible con
Ž•ȱŽœŠ››˜••˜ȱŽȱ•Šȱ’—Œ•žœ’à—ȱŠȱę—ȱŽȱšžŽȱŽœ-
tos den apoyo, y no infravaloren, los esfuer-
zos de las escuelas.
Según este análisis, existe una serie de
principios generales de organización escolar
y práctica del aula que deberían respetarse,
en particular: a) la eliminación de las barre-
ras entre los distintos grupos de alumnos y
el personal docente; b) el desmantelamien-
to de programas, servicios y especialidades
aislados; y c) el desarrollo de enfoques pe-
dagógicos (como los enfoques constructi-
vistas y el aprendizaje cooperativo a los que
hemos hecho referencia) que permitan a los
alumnos aprender juntos y no separados. El
análisis también sostiene que las escuelas
deberían establecer relaciones estrechas con
los padres y comunidades locales, basadas
en el desarrollo del compromiso común con
los valores de la inclusión.
Las repercusiones que esta orientación
puede tener en la práctica se ilustran en el In-
dex for Inclusion (Índice de inclusión) (Booth
y Ainscow, 2002) –instrumento de auto-eva-
luación escolar. El Índice, utilizado en mu-
chos países de todo el mundo, permite a las
escuelas sacar provecho del conocimiento y
las opiniones del personal, los alumnos, los
padres o tutores y los miembros del consejo
REVISTA EDUCACIÓN INCLUSIVA VOL. 5, N.º 1
47
escolar sobre las barreras al aprendizaje y la
participación existentes entre las “culturas,
políticas y prácticas” vigentes de las escue-
las para establecer el orden de prioridades
del cambio. Al vincular la inclusión con los
detalles de la política y la práctica, el Índice
anima a aquellos que lo aplican a construir
su propia visión de la inclusión, en base a su
experiencia y sus valores, cuando elaboran
las políticas y prácticas que desean promo-
ver o disuadir. El Índice es una herramienta
que puede servir de apoyo al personal de
las escuelas para perfeccionar los procesos
Žȱ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱŽȱ–˜˜ȱšžŽȱŽ—›ŠÛŽ—ȱ–Š-
yor colaboración y participación y aporten
una coherencia al desarrollo (ver Rustemier
y Booth, 2005).
Lección 5: Las escuelas inclusivas
pueden ser de diversas formas, pero lo
šžŽȱ˜ŠœȱŽ••ŠœȱžŠ›Š—ȱŽ—ȱŒ˜–ø—ȱŽœȱ•Šȱ
existencia de una cultura organizativa
que contemple la diversidad del alum-
nado de manera positiva.
Liderazgo para la
inclusión
Parece probable, por lo tanto, que el desa-
rrollo de prácticas inclusivas requieran que
se cuestione el pensamiento de los integran-
tes de las escuelas y esto, suscita inevitable-
mente interrogantes respecto del liderazgo.
Un análisis reciente de la documentación
concluye que la diversidad del alumnado y
la inclusión representan cada vez más desa-
fíos claves para los dirigentes del ámbito es-
colar (Ainscow y Sandill, 2010). Leithwood,
Jantzi y Steinbach (1999), por ejemplo, pro-
ponen que, con el aumento de la diversidad,
las escuelas necesitarán sacar provecho de
la incertidumbre, tener una mayor capaci-
dad para la resolución colectiva de proble-
mas y ser capaces de dar respuesta a una
mayor variedad de alumnos. Sergiovanni
(1992) también hace hincapié en el desafío
que supone la diversidad del alumnado y
sostiene que los enfoques actuales hacia el
liderazgo escolar podrían interponerse a los
esfuerzos de mejora.
Zollers et al. (1999) estudió 1000 escue-
las estadounidenses y halló que aquellas
cuyas prácticas escolares inclusivas eran
ŽęŒŠŒŽœȱ ™›ŽœŽ—Š‹Š—ȱ œ’ŽŽȱ Ž•Ž–Ž—˜œȱ Ž—ȱ
común: liderazgo visionario, colaboración,
evaluación reorientada, apoyo al personal
escolar y los alumnos, recursos económi-
cos, participación activa de los padres, y
adaptación curricular y prácticas efectivas.
Chadbourne (1997) también descubrió que
el rol que desempeñan los directores de
las escuelas en la implementación de un
programa de inclusión es crucial. A su vez,

žŽ•–Šœœȱ ¢ȱ ’—œŒ˜ ȱ ǻŘŖŖŚǼȱ ’Ž—’ęŒŠ›˜—ȱ
las características comunes a los directivos
de escuelas en tres países (Portugal, Reino
Unido y Estados Unidos)que lograron im-
plementar modos de trabajar inclusivos con
éxito: un compromiso inquebrantable con
•Šȱ ’—Œ•žœ’à—ǰȱ ž—Šȱ Žę—’Œ’à—ȱ Œ•Š›Šȱ Žȱ ›˜•Žœǰȱ
las responsabilidades y los límites, estilo
interpersonal de colaboración, habilidades
para la solución de problemas y resolución
ŽȱŒ˜—Ě’Œ˜œǰȱŒ˜–™›Ž—œ’à—ȱ¢ȱŸŠ•˜›ŠŒ’à—ȱŽȱ
la experiencia de otros colegas y relaciones
de apoyo entre los miembros del personal.
Todo esto plantea interrogantes sobre el
modo en que los dirigentes escolares llevan
a cabo el trabajo de fomentar la inclusión.
Lambert y sus colegas (1995) abogan por lo
que consideran una perspectiva construc-
’Ÿ’œŠȱŽ•ȱ•’Ž›Š£˜ǰȱŽę—’˜ȱŒ˜–˜ȱŽ•ȱ™›˜-
ceso recíproco que permite a los participan-
tes de una comunidad educativa construir
œ’—’ęŒŠ˜œȱŒ˜–ž—ŽœȱšžŽȱŒ˜—ž£ŒŠ—ȱŠȱž—Šȱ
determinación común de la escolaridad. Los
autores se basan en esta perspectiva para
Šę›–Š›ȱšžŽȱŽ•ȱ•’Ž›Š£˜ȱ’–™•’ŒŠȱž—ȱ™›˜ŒŽ-
so interactivo en el que participan tanto los
alumnos como los docentes. Por consiguien-
te, es necesario un liderazgo compartido,
en el que el director de la escuela sea con-
siderado el líder de líderes. Las estructuras
jerárquicas deben ser sustituidas por la res-
ponsabilidad compartida en una comuni-
dad que pasa a caracterizarse por valores y
esperanzas compartidas, de modo que mu-
chas de las funciones de control pertinentes
HACIENDO QUE LAS ESCUELAS SEAN MÁS INCLUSIVAS
48
a la dirección de la escuela pierden impor-
tancia o son incluso contraproducentes.
Los aportes teóricos y empíricos más úti-
les son los que proporciona Riehl (2000),
quien tras su amplio análisis de las inves-
tigaciones en el campo del liderazgo, desa-
rrolla un “enfoque global de la administra-
ción y la diversidad escolares”. La autora
concluye que los líderes escolares deben
atender a tres grandes tipos de tareas: a) fo-
–Ž—Š›ȱ—žŽŸ˜œȱœ’—’ęŒŠ˜œȱœ˜‹›Žȱ•Šȱ’ŸŽ›-
sidad; b) promover las prácticas inclusivas
en las escuelas; y c) crear lazos entre las es-
cuelas y las comunidades. Riehl pasa luego
a considerar la forma en que estas tareas se
pueden realizar, y para ello estudia el modo
en que el concepto de la práctica, en espe-
cial la práctica discursiva, puede contribuir
a un total entendimiento del trabajo de los
directores de las escuelas. Este análisis lle-
va a la autora a acercarnos una perspectiva
positiva del potencial de los directores de
las escuelas para desarrollar actividades in-
clusivas y transformadoras. A modo de con-
Œ•žœ’à—ȱŠę›–ŠDZȱȃ •ȱŽœžŽ›£˜ȱŽȱ•˜œȱŠ–’—’œ-
tradores por darle sentido a las situaciones,
fomentar las culturas y prácticas inclusivas
en la escuela y la creación de relaciones po-
sitivas fuera de la escuela, unido de manera
indisoluble al compromiso indestructible
con la equidad, la opinión y la justicia so-
cial, puede en efecto promover una nueva
forma de práctica” (2000: 71).
Lección 6: El papel principal de los líderes
escolares es el de trabajar conjuntamente con
sus colegas para fomentar la cultura inclusi-
va en sus escuelas.
Repasando las
lecciones
El resumen de la documentación presen-
tada en este artículo señala que apoyar a los
alumnos que están catalogados como niños
con necesidades educativas especiales –y,
de hecho, otros grupos de alumnos vulnera-
bles– tiene mucho más que ver con el proce-
so del aprendizaje social dentro de contextos
particulares y no tanto con la introducción
de técnicas especiales o la gestión organiza-
tiva. La utilización de distintas formas de
evidencias como un medio para fomentar la
experimentación y la colaboración dentro de
una escuela constituye una estrategia funda-
mental. Como señala Copland (2003), la in-
dagación puede ser el “motor” que permita
•Šȱ’œ›’‹žŒ’à—ȱŽ•ȱ•’Ž›Š£˜ȱ—ŽŒŽœŠ›’˜ȱŠȱę—ȱ
de estimular la participación en el aprendi-
zaje, y la “cola” que una a la comunidad en
torno a un propósito en común.
Como he expuesto anteriormente, todo
esto tiene importantes repercusiones en la
práctica del liderazgo en las escuelas, y en
particular exige el esfuerzo coordinado y
sostenido en torno a la idea de que el cam-
bio de los resultados de los grupos vulne-
rables es muy poco probable si no se pro-
ducen cambios en el comportamiento de los
adultos. Por consiguiente, el punto de parti-
da deben ser el personal docente; de hecho
œ’—’ęŒŠȱ›ŠŠ›ȱŽȱŠ–™•’Š›ȱœžȱŒŠ™ŠŒ’ŠȱŽȱ
imaginar lo que podría conseguirse y au-
mentar su sentido de responsabilidad para
hacerlo realidad. Esto también podría signi-
ęŒŠ›ȱŠ›˜—Š›ȱœž™žŽœ˜œȱšžŽǰȱ•Šȱ–Š¢˜›ÇŠȱŽȱ
las veces, están relacionados con determina-
dos grupos de alumnos, sus capacidades y
conductas.
Esta argumentación se basa en el su-
puesto de que las escuelas cuentan hoy en
día con la pericia necesaria para apoyar el
aprendizaje de todo sus alumnos (Ainscow
y West, 2006). Si esto es así, el punto lógico
de partida para el desarrollo de la inclusión
dentro de la escuela está en el estudio ex-
haustivo de la práctica actual y las habili-
dades compartidas entre los miembros del
personal docente.
Teniendo en cuenta lo argumentado, el
presente análisis sugiere seis ideas que pue-
Ž—ȱœŽ›ȱž’•’£ŠŠœȱŠȱę—ȱŽȱž’Š›ȱŽ•ȱŽœŠ››˜-
llo de la inclusión en este ámbito:
1. Para que las políticas y las prácticas
en el ámbito escolar puedan avanzar,
Žœȱ—ŽŒŽœŠ›’˜ȱŽę—’›ȱ•˜ȱšžŽȱŒ˜—••ŽŸŠȱ•Šȱ
educación inclusiva.
REVISTA EDUCACIÓN INCLUSIVA VOL. 5, N.º 1
49
2. Las prácticas inclusivas dentro del aula
suponen la dinamización de los recur-
œ˜œȱ‘ž–Š—˜œȱ’œ™˜—’‹•ŽœȱŒ˜—ȱŽ•ȱę—ȱŽȱ
vencer las barreras a la participación y
el aprendizaje.
3. Trabajar con distintas formas de evi-
dencia disponible puede ser un motor
ŽęŒŠ£ȱ™Š›ŠȱŠ•Ž—Š›ȱŠȱ•˜œȱ˜ŒŽ—ŽœȱŠȱŽ-
sarrollar prácticas más inclusivas.
Śǯȱ Šȱ ž’•’£ŠŒ’à—ȱ Ž•ȱ Š™˜¢˜ȱ ™ŽŠà’Œ˜ȱ
adicional al servicio de los alumnos re-
šž’Ž›ŽȱŽȱž—ŠȱŒž’Š˜œŠȱ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱ
y de la formación adecuada de aque-
llos que están comprometidos con di-
cha labor.
5. Las escuelas inclusivas pueden ser de
diversas formas, pero lo que todas ellas
guardan en común es la existencia de
una cultura organizativa que contem-
ple la diversidad del alumnado de ma-
nera positiva.
6. El papel principal de los líderes escola-
res es el de trabajar conjuntamente con
sus colegas para fomentar la cultura
inclusiva en sus escuelas.
Estas ideas respaldan la noción de que
desarrollar es, en esencia, un proceso social
que debe tener lugar dentro de contextos
particulares. Así, mejorar la educación in-
Œ•žœ’ŸŠȱœ’—’ęŒŠȱŠ™›Ž—Ž›ȱŠȱŒà–˜ȱŸ’Ÿ’›ȱŒ˜—ȱ
la diferencia y, en efecto, aprender a cómo
aprender de la diferencia. Por consiguiente,
es la voluntad colectiva el elemento más im-
portante para que esto se haga realidad.
Reconocimiento
Quisiera expresar mi agradecimiento a mis colegas Alan Dyson y Saira Weiner por
las contribuciones a las ideas que se presentan en este artículo.
Mel Ainscow (UK) es catedrático de la Universidad de Manchester y co-director
del Centro de Necesidades Educativas de la misma Universidad. Fue director, ins-
pector de la administración local y profesor titular de la Universidad de Cambrid-
ge. Reconocido internacionalmente por sus investigaciones en el ámbito de la edu-
cación inclusiva, ha dado conferencias y participado en proyectos llevados a cabo
en más de 100 países. Su labor como investigador –cuya característica particular
es la de colaborar con legisladores, profesionales de la educación y otros investi-
gadores– pretende hacer aportaciones al pensamiento y la práctica en contextos
particulares y al mismo tiempo generar conocimiento de mayor relevancia.

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  • 1. REVISTA EDUCACIÓN INCLUSIVA VOL. 5, N.º 1 39 Haciendoquelasescuelas seanmásinclusivas:lecciones apartirdelanálisisdela investigacióninternacional1 (Makingschoolsmoreinclusive:lessonsfrominternationalresearch) Mel Ainscow (Centre for Equity in Education, University of Manchester) 1 Esta traducción de la versión original ha sido realizada por Etelvina Richard, a cargo del Centro Superior de Lenguas Modernas de la Universidad de Cádiz. Definiendo la inclusión En todas partes del mundo existen crite- rios de desarrollo con respecto a la mane- ra en que los sistemas educativos atienden Šȱ•˜œȱ—’Û˜œȱŒ˜—ȱ’ęŒž•ŠŽœȱǻ’Ĵ•Ž›ǰȱŘŖŖŖǼǯȱ En líneas generales, se trata de un acerca- miento gradual desde la exclusión hacia la educación especial, haciendo hincapié en la integración, para luego arribar a la idea de la educación inclusiva. El ritmo del desarro- llo a través de estas etapas varía, inevitable- mente, con cada país. Por lo tanto, se podría decir que el reciente énfasis en la educación inclusiva es un paso más en este camino histórico; aunque tras- cendental en lo que respecta al objetivo de transformar al aula ordinaria de modo que amplíe sus capacidades para dar respuesta a las necesidades de todos los alumnos. Esto requiere de la participación de muchos inte- resados, de modo que cuestione en gran me- dida el statu quo y tenga importantes reper- cusiones en los roles futuros de las personas que se desempeñan en la provisión de la educación especial y el apoyo pedagógico. En algunos países aun se considera a la educación inclusiva como un modo de aten- ción a los niños con discapacidades dentro del contexto de la educación general. No obstante, internacionalmente está cada vez más vista como una reforma que apoya y acoge la diversidad de todos los educandos (UNESCO, 2001). En este trabajo se adop- ta esta formulación más amplia. Parte del presupuesto que la mejora de la educación inclusiva tiene por objeto eliminar la exclu- sión social que surge como consecuencia de las actitudes y respuestas a la diversidad de raza, clase social, origen étnico, religión, género y logros, como así también de capa- cidades. Este concepto de educación inclusiva con- tó con el aval de la Conferencia de Salaman- ca sobre Necesidades Educativas Especiales ǻ ǰȱ ŗşşŚǼǯȱ Šȱ ŽŒ•Š›ŠŒ’à—ȱ Žȱ Š•Š- manca, uno de los documentos internacio- nales más importantes que hayan aparecido nunca en el ámbito de la educación especial, sostiene que “las escuelas comunes con una orientación inclusiva constituyen los me- dios más efectivos para combatir actitudes
  • 2. HACIENDO QUE LAS ESCUELAS SEAN MÁS INCLUSIVAS 40 discriminatorias, construir una sociedad integradora y lograr la educación para to- dos”. Además, señala que dichas escuelas proporcionan “una educación efectiva a la –Š¢˜›ÇŠȱŽȱ•˜œȱ—’Û˜œȱ¢ȱ–Ž“˜›Š—ȱ•ŠȱŽęŒ’Ž—Œ’Šȱ ¢ǰȱŽ—ȱŽę—’’ŸŠǰȱ•Šȱ›Ž•ŠŒ’à—ȱŒ˜œ˜ȬŽęŒŠŒ’ŠȱŽȱ ˜˜ȱŽ•ȱœ’œŽ–ŠȱŽžŒŠ’Ÿ˜Ȅȱǻ ǰȱŗşşŚǰȱ párrafo 3). La Declaración de Salamanca nos alien- Šȱ Šȱ Ž¡Š–’—Š›ȱ •Šœȱ ’ęŒž•ŠŽœȱ ŽžŒŠ’ŸŠœȱ desde una nueva perspectiva. Esto se basa en la convicción de que los cambios en la metodología y organización que se llevan a cabo para dar respuesta a las necesidades Žȱ•˜œȱŽœž’Š—ŽœȱŒ˜—ȱ’ęŒž•ŠŽœȱ™žŽŽ—ǰȱ ‹Š“˜ȱŒ’Ž›ŠœȱŒ˜—’Œ’˜—Žœǰȱ‹Ž—ŽęŒ’Š›ȱŠȱ˜˜œȱ los niños y niñas. Sin embargo, dada la confusión e incertidumbre presentes en es- te terreno, el progreso hacia la implemen- tación de una educación inclusiva dista mucho de ser fácil, e incluso las evidencias de progreso varían de manera notable en cada país. Por otra parte, no se debe dar ™˜›ȱ‘ŽŒ‘˜ȱ•ŠȱŠ™›˜‹ŠŒ’à—ȱ˜Š•ȱŽȱ•Šȱę•˜œ˜ÇŠȱ de la inclusión. Dada dicha controversia, mis colegas y yo sostenemos que los avances exigen una Žę—’Œ’à—ȱŽȱ•˜ȱšž·ȱ’–™•’ŒŠȱ›ŽŠ•–Ž—ŽȱœŽ›ȱ más inclusivo. Desde nuestro punto de vis- ta, se trata de un conjunto principios de la educación (Ainscow, Booth y Dyson, 2006) que supone: – El proceso por el cual la participa- ción de los alumnos en los currículos, culturas y comunidades educativas escolares aumenta y su exclusión dis- minuye. – La reestructuración de las culturas, po- líticas y prácticas en los colegios con el objeto de dar respuesta a la diversidad del alumnado en su localidad. – La presencia, la participación y los re- sultados escolares de todos los alum- nos que son vulnerables a las presiones exclusionistas, no sólo de aquellos con discapacidad o que están catalogados como “alumnos con necesidades edu- cativas especiales”. Algunas características del modo de con- ceptualizar la educación inclusiva son de particular importancia: a) la educación in- clusiva se preocupa por todos los niños y jóvenes de la escuela; b) también hace hin- capié en la presencia, la participación y los resultados escolares; c) la inclusión y exclu- sión se encuentran íntimamente ligadas, de tal manera que la inclusión supone la lucha activa contra la exclusión; y d) la inclusión Žœȱž—ȱ™›˜ŒŽœ˜ȱšžŽȱ—˜ȱ’Ž—Žȱę—ǯȱ˜›ȱ•˜ȱŠ—- to, una escuela inclusiva está en continuo movimiento y no ha alcanzado el estado de perfección. La inclusión es, por consiguien- te, un proceso que exige vigilancia continua. Lección 1: Para que las políticas y las prácticas en el ámbito escolar pue- Š—ȱŠŸŠ—£Š›ǰȱŽœȱ—ŽŒŽœŠ›’˜ȱŽę—’›ȱ•˜ȱšžŽȱ conlleva la educación inclusiva. Prácticas inclusivas Se ha sostenido que los criterios que cons- tituyen lo que actualmente se conoce como necesidades educativas especiales, pese a las buenas intenciones, han continuado creando barreras que frenan el progreso a medida que se animaba a las escuelas a adoptarlos (Slee, 1996). Asimismo, los in- vestigadores que han analizado las bases empíricas de los métodos especiales para categorías especiales de alumnos arriba- ron a la conclusión de que las pedagogías de necesidades especiales separadas tienen ™˜Œ˜ȱœžœŽ—˜ȱǻ ŠŸ’œȱ¢ȱ •˜›’Š—ǰȱŘŖŖŚDzȱŽ ’œȱ y Norwich, 2005). Dicho de un modo más œŽ—Œ’••˜ǰȱ ž—Šȱ ŽžŒŠŒ’à—ȱ ŽęŒŠ£ȱ Žœȱ ŠšžŽ••Šȱ šžŽȱ Žœȱ ŽęŒŠ£ȱ ™Š›Šȱ ˜˜œȱ •˜œȱ Š•ž–—˜œǯȱ Žȱ hecho, se ha señalado que la existencia de lo que se considera como pedagogías espe- Œ’Š•ŽœȱœŽ›ŽŠȱ¢ȱŽ¡Œ•ž¢ŽȱŠȱ•˜œȱ—’Û˜œȱŒ˜—ȱ’ę- cultades aun más (Lewis y Norwich, 2005). Reconocer que no se podrá lograr una educación inclusiva trasplantando el pen- samiento y las prácticas de la educación especial al contexto de la educación general pone en evidencia otras posibilidades; mu-
  • 3. REVISTA EDUCACIÓN INCLUSIVA VOL. 5, N.º 1 41 chas de las cuales están relacionadas con la necesidad de avanzar hacia una perspectiva que procure personalizar la enseñanza por medio de un compromiso con toda la clase (Ainscow, 1999). A este respecto son perti- nentes muchas ideas sobre una educación ŽęŒŠ£ǯȱ’—ȱŽ–‹Š›˜ǰȱž—ȱ›Šœ˜ȱšžŽȱ’œ’—žŽȱ a la pedagogía inclusiva es el modo en que los profesores conceptualizan las ideas so- bre la diferencia. Así, por ejemplo, en un estudio reciente de Florian y Black-Hawkins (2010) se concluye que las diferencias hechas dentro del aula – por ejemplo, el caso de los alumnos a los que se les pide que realicen actividades más sen- cillas o se les da menos trabajo, o bien reci- ben la ayuda de un auxiliar docente– ocasio- na que los alumnos perciban a estos últimos como diferentes. Además, el riesgo que esto acarrea es que al asignar actividades de un nivel que se considera apropiado para cada alumno se está colocando, de hecho, un te- cho por sobre lo que estos alumnos pueden lograr. Florian y Black-Hawkin proponen un modelo que consideran más inclusivo y en el que los docentes crean un abanico de posibilidades del que los alumnos deciden “cómo, cuándo, dónde y con quién” desean aprender, en condiciones diseñadas para dar respuesta a las necesidades individuales de cada alumno. Los autores también sugie- ›Ž—ȱšžŽȱœŽȱŽ‹ŽȱŒ˜—ꊛȱŽ—ȱ•˜œȱŠ•ž–—˜œȱ™Š›Šȱ que tomen sus propias decisiones y ejerzan más control sobre su propio aprendizaje. •ȱ˜‹œŽ›ŸŠ›ȱ•˜œȱ™›˜ŒŽœ˜œȱŽȱ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱ Žȱ•˜œȱ˜ŒŽ—ŽœȱšžŽȱœ˜—ȱŽęŒŠŒŽœȱŠȱ•Šȱ‘˜›ŠȱŽȱ atender la diversidad se advierten ciertos patrones (Ainscow, 1999). Habitualmente los profesores con experiencia desarrollan una variedad de formatos de unidades di- dácticas que se convierten en su repertorio y a partir de los cuales crean nuevas com- posiciones que estiman adecuadas para ca- da caso en particular. Es aquí donde toman en consideración una serie de factores que se interrelacionan, tales como el tema a en- señar, la edad y la experiencia de la clase, las condiciones físicas del aula, los recursos disponibles y su propio estado de ánimo, para así adaptar uno de sus planes de cla- œŽȱ ‘Š‹’žŠ•Žœǯȱ ’Œ‘Šȱ ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱ ’Ž—Žȱ a ser un tanto idiosincrásica y, de hecho, a menudo se formula con una buena dosis de intuición. En este sentido, este proceso es distinto a los procedimientos sistemáticos que se les enseña a los estudiantes de profe- sorado durante las etapas de su preparación académica, pues se trata, en gran medida, de un proceso continuo de formulación y reformulación de patrones ya establecidos. ›Š—ȱ™Š›ŽȱŽȱŽœŠȱ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ǰȱ™˜›ȱŒ˜—- siguiente, tiene lugar sin querer entre bam- balinas en el devenir de su trabajo diario. De ‘ŽŒ‘˜ǰȱœŽȱœ’žŽȱ‘ŠŒ’Ž—˜ȱŠ“žœŽœȱę—Š•ŽœȱŠ•ȱ–˜- mento de entrar al aula y observar el humor Žȱ•ŠȱŒ•ŠœŽǯȱŽŒ˜—˜ŒŽ›ȱšžŽȱž—Šȱ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱ no concluye cuando inicia la clase es funda- mental. Es más, a menudo las decisiones más œ’—’ęŒŠ’ŸŠœȱœŽȱ˜–Š—ȱŽ—ȱŽ•ȱ›Š—œŒž›œ˜ȱŽȱ•Šȱ clase, por medio de lo que se conoce como proceso de improvisación (Ainscow, 1999). Más allá de la improvisación, las investi- gaciones en este terreno señalan que el ras- go distintivo que caracteriza a los planes de Œ•ŠœŽȱšžŽȱœ˜—ȱŽęŒŠŒŽœȱ™Š›ŠȱŠ•Ž—Š›ȱ•Šȱ™Š›’- cipación de los alumnos es el modo en que emplea los recursos disponibles –y en espe- cial, los recursos humanos– para apoyar la enseñanza. Concretamente, existe la eviden- cia contundente –por ejemplo, Johnson y Jo- hnson (1999)– que señala el potencial de los enfoques que estimulan la cooperación entre •˜œȱŠ•ž–—˜œȱŠȱę—ȱŽȱŒ›ŽŠ›ȱŒ˜—’Œ’˜—ŽœȱŽ—›˜ȱ del aula que ayuden a maximizar la partici- pación, y a su vez la consecución de niveles altos de aprendizaje para todos los alumnos de la clase. Por otra parte, dicha evidencia indica que la aplicación de tales prácticas Œ˜—œ’ž¢Žȱ ž—ȱ –Ž’˜ȱ ŽęŒŠ£ȱ ™Š›Šȱ Š™˜¢Š›ȱ •Šȱ participación de los “alumnos excepciona- les”; por ejemplo, los alumnos que son nue- vos en una clase, los niños provenientes de distintos orígenes culturales y aquellos con discapacidades. No obstante, es importante hacer hincapié una vez más en la necesidad de contar con la habilidad adecuada para or- questar este tipo de práctica escolar, ya que el trabajo grupal cooperativo mal gestiona- do generalmente conlleva al desperdicio de tiempo valioso e incluso da lugar a numero- sas interrupciones de la clase.
  • 4. HACIENDO QUE LAS ESCUELAS SEAN MÁS INCLUSIVAS 42 Es aquí donde podemos aprender de los países económicamente más pobres del Sur, en donde los recursos limitados de los que disponen han llevado a reconocer el poten- cial “del niño tutor” a través del desarrollo de los denominados programas “Niño-a- Niño”. Tales experiencias sugieren que los niños constituyen en sí mismos un recurso infrautilizado, que puede dinamizarse pa- ra derribar las barreras a la participación en clase y contribuir así a incrementar las ˜™˜›ž—’ŠŽœȱŽȱŠ™›Ž—’£Š“Žȱ™Š›Šȱ‹Ž—Žę- cio de todos los miembros de la clase. Un aspecto interesante que cabe mencionar es que los recursos esenciales para que esta práctica surta efecto están disponibles en lo inmediato dentro de cualquier clase. De he- cho, cuanto más numerosa sea la clase, ma- yor será la cantidad de recursos potenciales disponibles. El factor importante aquí es la capacidad del docente para dinamizar esta energía que se halla en gran parte sin explo- tar –una situación que nos lleva a formular la el interrogante de cómo se puede ayudar a los docentes a desarrollar esta manera de trabajar. Lección 2: Las prácticas inclusivas dentro del aula suponen la dinamiza- ción de los recursos humanos disponi- ‹•ŽœȱŒ˜—ȱŽ•ȱę—ȱŽȱŸŽ—ŒŽ›ȱ•Šœȱ‹Š››Ž›ŠœȱŠȱ la participación y el aprendizaje. Desarrollando prácticas inclusivas Recientemente en el Reino Unido, se han llevado a cabo dos estudios que analizan detenidamente la manera en que evolucio- nan las prácticas que atienden de manera ŽęŒ’Ž—ŽȱŠȱ•Šȱ’ŸŽ›œ’ŠȱŽ•ȱŠ•ž–—Š˜ǯȱ Š‹Žȱ destacar que, en ambos proyectos, participa- ron investigadores que trabajaron en cola- boración con profesionales de la educación. El primer estudio, Learning without Limits (Aprender sin límites), estudió las formas de enseñar que están libres de conviccio- nes deterministas sobre la capacidad de los alumnos (Hart, Dixon, Drummond y McIn- ¢›ŽǰȱŘŖŖŚǼǯ ȱę—ȱŽȱŽœž’Š›ȱ’Œ‘Šœȱ™›¤Œ’- cas docentes, los investigadores trabajaron estrechamente con un grupo de docentes que había rechazado la idea de la capacidad ę“ŠǯȱŠ›’Ž›˜—ȱŽȱ•Šȱ’ŽŠȱŽȱšžŽȱ•Šœȱ™›¤Œ’ŒŠœȱ centradas en la capacidad imponen restric- ciones al aprendizaje infantil, dando lugar a šžŽȱ•˜œȱ—’Û˜œȱœŽȱŽę—Š—ȱ–Ž’Š—Žȱ•ŠȱŒ˜–™Š- ración con sus pares. Los investigadores sostienen que la idea de la capacidad como inteligencia innata ha acabado por considerarse como “un modo natural de referirse a los niños” que resume sus diferencias percibidas. Señalan luego que, en Inglaterra, que dicho concepto se ve ›ŽĚŽ“Š˜ȱ Ž—ȱ •Šœȱ ™˜•Ç’ŒŠœȱ —ŠŒ’˜—Š•Žœǰȱ •˜ȱ šžŽȱ hace que para los docentes sea fundamental la comparación, categorización y agrupa- Œ’à—ȱŽȱœžœȱŠ•ž–—˜œȱ™˜›ȱœžȱŒŠ™ŠŒ’ŠȱŠȱę—ȱ de proporcionar una educación adecuada y estimulante para todos. Así pues, por ejem- plo, se espera que los inspectores escolares controlen que enseñanza distingue entre los alumnos “más capaces”, “medios” y “menos capaces”. En este contexto, lo que se entien- de por capacidad no se hace explícito, lo que da margen a los docentes para interpretar las ›ŽŒ˜–Ž—ŠŒ’˜—Žœȱ Šȱ ę—ȱ Žȱ ŠŠ™Š›•Šœȱ Šȱ œžœȱ propias creencias y opiniones. No obstante, cabe indicar que el énfasis de la política en el establecimiento de los objetivos y las me- didas del valor añadido del progreso dejan poco margen para aquellos docentes que re- chazan la idea establecida de las capacidades mensurables para aferrarse a sus principios. Mediante el análisis minucioso de las prácticas y las ideas de sus compañeros do- centes, los investigadores se propusieron ’Ž—’ęŒŠ›ȱŠšžŽ••Šœȱ–Š—Ž›Šœȱȃ–¤œȱ“žœŠœȱ¢ȱ potenciadoras” de entender la diversidad de los alumnos. En resumen, esto supon- dría –sostienen– la gestión de las pautas de logros y respuesta con un “espíritu de transformabilidad” por parte de los profe- sores, por medio de la búsqueda de lo que se puede hacer para mejorar la capacidad de cada niño en su clase para aprender y de las condiciones en las que su aprendizaje pueda prosperar de forma plena y efectiva.
  • 5. REVISTA EDUCACIÓN INCLUSIVA VOL. 5, N.º 1 43 Los investigadores explican que los profe- sores de su estudio basaban su ejercicio en •Šȱę›–ŽȱŒ˜—Ÿ’ŒŒ’à—ȱŽȱšžŽȱ•ŠœȱŒ˜œŠœȱ™žŽŽ—ȱ cambiar y mejorarse, y reconocían que sea cual sea el rendimiento académico actual y las características de un niño, si se propor- cionan las condiciones adecuadas, todos pueden mejorar su capacidad de apren- dizaje. Se observó que, con este modo de abordar su trabajo, los profesores que par- ticiparon en este estudio analizaban la bre- cha existente entre sus propias aspiraciones respecto de sus alumnos y lo que realmente ocurría. El segundo estudio, Understanding and Developing Inclusive Practices in Schools (En- tender y desarrollar las prácticas inclusivas en las escuelas), también señalaba la impor- tancia de la indagación como estímulo para cambiar la práctica. En este participaron 25 colegios que, con la colaboración de inves- tigadores de la Universidad, analizaron formas para desarrollar la inclusión dentro de sus propios contextos (Ainscow, Booth y Dyson, 2006). Cabe destacar que dicho pro- ceso se desarrolló dentro del contexto de las amplias actividades del Gobierno británico para mejorar el nivel de la educación pú- blica, según se mide por la puntuación de pruebas y exámenes; lo que ha dado lugar a la creación de un “mercado educativo”, unido al énfasis puesto en políticas que fomentan una mayor diversidad entre las escuelas. El resultado de todo ello es un sistema educativo casi selectivo en el que, por lo general, los niños más pobres asis- ten a las escuelas que tienen los rendimien- tos más bajos –otros países desarrollados muestran tendencias políticas similares, y en particular Estados Unidos (Wilkinson y ’Œ”ŽĴǰȱŘŖŖşǼǯȱ’—ȱŽ–‹Š›˜ǰȱ™ŽœŽȱŠ•ȱŠ™Š›Ž—- temente desfavorable contexto de políticas nacionales, lo que se advirtió en las escuelas que participaron en el estudio no fue ni el abatimiento de la inclusión por el denomi- nado programa de niveles, ni el rechazo de dicho programa en favor de una alternativa de inclusión radical. A muchos docentes les preocupaba, sin lugar a dudas, las repercu- siones del programa de niveles en su traba- jo y algunos se manifestaban a favor de las ideas de inclusión que consideraban como contradictorias con éste. No obstante, en la mayoría de las escuelas los dos programas estaban entrelazados. En efecto, el énfasis depositado en los resultados parecía impul- sar a algunos docentes a analizar cuestiones relacionadas con los resultados escolares y con la participación de los grupos margina- dos que antes no habían tenido en cuenta. Del mismo modo, la preocupación por la inclusión tendió a determinar el modo en el que la escuela dio respuesta a la necesidad imperiosa de mejorar el nivel. Consideradas en conjunto, las conclusio- nes de los estudios dan lugar al optimismo, ya que señalan que el estudio de las prác- ticas actuales de los docentes establecidas dentro de la dinámica social interna de las escuelas puede dar origen a enfoques más inclusivos. Los estudios también indican que es posible intervenir en dicha dinámica Šȱę—ȱŽȱŽœŒž‹›’›ȱ—žŽŸŠœȱ™˜œ’‹’•’ŠŽœȱŽȱ que la política y la práctica avancen. Otra de nuestras investigaciones tam- bién ha demostrado cómo la utilización de la información disponible para estudiar la enseñanza puede contribuir a promover el desarrollo de una educación más inclusi- va (Ainscow, Howes, Farrell y Frankham, 2003; Ainscow, Dyson, Goldrick y West, 2012) y, en concreto, puede ayudar a crear un espacio para reexaminar y replantear, por medio de la ruptura de los discursos vigentes y concentrando nuestra mayor atención en las posibilidades que han sido pasadas por alto de hacer avanzar la prácti- ca. En este sentido, un técnica especialmen- ŽȱŽęŒŠ£ȱŽœȱ•Šȱ˜‹œŽ›ŸŠŒ’à—ȱ›ŽŒÇ™›˜ŒŠǰȱŠȱŸŽŒŽœȱ llevada a cabo con grabaciones de video, y la información obtenida de los alumnos so- bre el mecanismo de enseñanza y aprendi- zaje en la escuela (Ainscow y Kaplan, 2006; Messiou, 2006; Miles y Kaplan, 2005). Tales métodos, bajo determinadas condiciones, proporcionan interrupciones que contribu- yen a ver lo conocido desde la distancia, de ˜›–ŠȱšžŽȱ˜–Ž—Š—ȱ•Šȱ›ŽĚŽ¡’à—ǰȱ•ŠȱŒ›ŽŠ’- vidad y la acción. La aplicación de estas in- terrupciones, en ocasiones puede dar lugar a la reelaboración de problemas percibidos que, a su vez, atraen la atención del docente
  • 6. HACIENDO QUE LAS ESCUELAS SEAN MÁS INCLUSIVAS 44 hacia opciones que han sido pasadas por al- to de abordar el problema de las barreras a la participación y el aprendizaje. Todo esto implica que hacerse más inclu- œ’Ÿ˜ȱŽœȱž—ŠȱŒžŽœ’à—ȱŽȱ›ŽĚŽ¡’à—ȱ¢ȱ’¤•˜˜ǰȱ Žȱ ›ŽŸ’œ’à—ȱ ¢ȱ ›ŽŽę—’Œ’à—ȱ Žȱ •Šȱ ™›¤Œ’ŒŠǰȱ y de intentar desarrollar una cultura más ’—Œ•žœ’ŸŠǯȱ œŠȱ Œ˜—ŒŽ™žŠ•’£ŠŒ’à—ȱ œ’—’ęŒŠȱ que no podemos separar la inclusión de los contextos en los que se desarrolla, ni de las relaciones sociales que puedan sustentar o limitar ese desarrollo (Dyson, 2006). Es en la compleja interacción entre los indivi- duos, y entre grupos e individuos, que las convicciones y los valores compartidos exis- ten y cambian; y es imposible separar esas convicciones de las relaciones en las que se plasman. Lección 3: Trabajar con distintas formas de evidencia disponible ™žŽŽȱ œŽ›ȱ ž—ȱ –˜˜›ȱ ŽęŒŠ£ȱ ™Š›Šȱ alentar a los docentes a desarrollar prácticas más inclusivas. Apoyo al aprendizaje Conceptualizar la educación inclusiva como un proceso de educación en la diver- sidad suscita preguntas respecto a qué tipo de apoyo adicional cada alumno en particu- lar necesita, lo cual también trae aparejado repercusiones en torno a los roles que deben cumplir los docentes especializados. En el mundo se puede observar una va- riedad de enfoques para dar apoyo a cada alumno con necesidades educativas dife- rentes (Ainscow, 1999). Cada uno de ellos presenta tanto ventajas como desventajas potenciales. Así, por ejemplo, un estudio llevado a cabo por Takala et al (2009) so- bre el rol de los docentes de educación es- pecial en Finlandia observa el uso de tres enfoques. El primero de ellos se denomina Enseñanza particular con un docente de edu- cación especial, y si bien esta modalidad se consideró efectiva para proporcionar aten- ción más centralizada, también hizo susci- tar algunas preocupaciones, tales como la gran presión que puede ejercer sobre los alumnos, la ausencia del contacto con sus compañeros, la estigmatización ocasionada al ser apartado del contexto de las clases or- dinarias y el costo asociado. El segundo en- foque, Enseñanza de grupos reducidos, se con- sideró como un método que proporcionaba una enseñanza focalizada en un ambiente relajado y de apoyo. No obstante, se advir- tió una serie de efectos negativos: algunos alumnos sufren al ser apartados de su clase y pueden sentirse estigmatizados, se pier- den lo que se está enseñando en la clase ordinaria, y la enseñanza grupal no pro- ™˜›Œ’˜—Šȱ•ŠȱœžęŒ’Ž—ŽȱŠŽ—Œ’à—ȱ’—’Ÿ’žŠ•ǯȱ Los docentes de educación especial esgri- –’Ž›˜—ȱŠ•ŠȱŽȱ’Ž–™˜ȱ™Š›Šȱ™•Š—’ęŒŠ›ȱ•Šœȱ clases con el docente de la clase ordinaria; y, a un nivel secundario, en muchas oca- siones sentían que no tenían conocimiento œžęŒ’Ž—ŽȱŽ•ȱŒž››ÇŒž•˜ǯȱ •ȱŽ›ŒŽ›ȱŽ—˜šžŽǰȱ Enseñanza colaborativa con dos docentes, fue en general la modalidad más aceptada por ambos docentes. En este enfoque más miembros de la clase pueden acceder al apoyo y, lo que es importante, les permite permanecer en la clase y no perderse de su contenido. Por otra parte, se observó que las clases estaban mejores diseñadas. Sin embargo, este enfoque requiere de tiempo œžęŒ’Ž—Žȱ™Š›Šȱ•Šȱ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱŒ˜—“ž—Šǰȱ¢Šȱ que si no se contara con el los docentes de apoyo podrían sentir que cumplen la fun- ción de un asistente. En algunos países, el apoyo a los alum- nos con necesidades educativas especia- les que asisten a escuelas ordinarias está coordinado por la presencia de un docen- te especialista entre el personal docente, a veces denominado coordinador/a de necesi- dades educativas especiales o, cada vez más, director/a de inclusión. Su trabajo involucra la coordinación del apoyo pedagógico de cada alumno, en ocasiones utilizando equipos de docentes asistentes que trabajan individual- mente con los alumnos dentro de la clase. Entre 1997 y 2008, el número de docentes asistentes en Inglaterra creció de 60.600 a 179.900, lo cual representa la cuarta parte de la fuerza laboral docente (DCSF, 2008).
  • 7. REVISTA EDUCACIÓN INCLUSIVA VOL. 5, N.º 1 45 Algunas investigaciones demuestran que los docentes creen que la presencia de asis- tentes tiene diversas repercusiones en la ense- ñanza y el aprendizaje que tienen lugar den- tro de una clase, como por ejemplo, mayor atención del alumnado, mejoría del aprendi- £Š“Žǰȱ–Š¢˜›ȱŽęŒŠŒ’Šȱ¢ȱ–Ž“˜›Žœȱ›Žœž•Š˜œȱ™˜›ȱ parte del profesorado (Farrell et al, 2010). No obstante, otros estudios se inclinan por un pa- norama variado respecto a las repercusiones asociadas a dicho personal docente. Tras un estudio de gran envergadura llevado a cabo por Blatchford et al (2009), por ejemplo, los autores concluyen que las evidencias de tal repercusión sobre los resultados son escasas. Por el contrario, existe la evidencia que indica que las intervenciones de apoyo pedagógico focalizadas –en grupos pequeños de escuelas de nivel primario que contaba con un equipo docente de apoyo pedagógico con una ade- cuada formación– lograron mejorar los resul- Š˜œȱŽȱŠ•Š‹Ž’£ŠŒ’à—ȱŽ—ȱŒŠœ˜œȱ’Ž—’ęŒŠ˜œȱ de alumnos (Farrell et al, 2010). Paralelamente, Webster et al (2010) iden- ’ęŒàȱ Ž—ȱ •Šœȱ ŽœŒžŽ•Šœȱ Žȱ —’ŸŽ•ȱ œŽŒž—Š›’˜ȱ una correlación negativa entre la cantidad de contacto que los alumnos con necesi- dades educativas especiales tenían con los docentes asistentes y las interacciones de estos alumnos con sus docentes. Además, se observe que la mayoría de los alumnos con apoyo pedagógico destinaba la mayor parte de su tiempo a trabajar en actividades diferentes a las asignadas a sus compañeros. Este hallazgo llevó a los autores a arribar a la conclusión de que muy a menudo, en el ám- bito de la enseñanza Inglesa, el apoyo peda- gógico de los docentes asistentes era utiliza- do como un sustituto de la asistencia de los docentes. Dada esta situación, los autores formularon las siguientes recomendaciones: – Las escuelas deberían examinar el mo- do en que se utiliza al personal de apo- yo pedagógico para asegurar que no sea utilizado de manera rutinaria para ayudar a los alumnos con bajo rendi- miento académico. – A los alumnos con más necesidad se les debe proporcionar más y no menos tiempo con sus profesores. – Los docentes deberían incluir dentro Žȱ•Šȱ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱŽȱ•ŠȱŒ•ŠœŽȱŠȱ˜˜œȱ los alumnos, incluyendo aquellos que reciben apoyo del personal de apoyo pedagógico. Pese a las diferencias en las conclusiones de estos estudios –atribuibles posiblemen- te al contexto– existe el acuerdo general de que si se pretende la participación de los do- centes asistentes en la educación ordinaria, estos deben recibir formación sobre el modo de utilizar dicho apoyo dentro del aula. Lección 4: La utilización del apoyo pedagógico adicional al servicio de los alumnos requiere de una cuidadosa ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱ¢ȱŽȱ•Šȱ˜›–ŠŒ’à—ȱŠŽŒžŠ- da de aquellos que están comprometi- dos con dicha labor. Desarrollo escolar Existe todo un corpus de trabajos, como por ejemplo el de Ainscow, Booth y Dyson (2006); y Dyson y Millward (2000), que po- nen de relieve los desafíos que surgen cuan- do las escuelas se ponen en marcha para convertirse en escuelas más inclusivas. Es- tos trabajos ponen en evidencia las comple- jidades internas de las escuelas en cuanto organizaciones, y las restricciones y contra- dicciones que generan los entornos norma- tivos en los que se hallan insertas. ›Šœȱ›ŽĚŽ¡’˜—Š›ȱœ˜‹›Žȱœžœȱ—ž–Ž›˜œŠœȱŽ¡- periencias vividas al estudiar las escuelas Žę—’Šœȱ Œ˜–˜ȱ ’—Œ•žœ’ŸŠœǰȱ ¢œ˜—ȱ ǻŘŖŗŖǼȱ sostiene que no existe una única perspecti- va de una escuela inclusiva. Los directivos y docentes de las escuelas a los que el au- tor entrevistó actúan por lo general guiados por sus valores. Sin embargo, su compromi- so no es tanto para con la inclusión en sí, si- no más bien para con el principio de “hacer lo mejor que pueden” para todos sus alum- nos. Además, este compromiso no evita di- ęŒž•ŠŽœȱ™›¤Œ’ŒŠœȱœ’—’ęŒŠ’ŸŠœȱŠȱ•Šȱ‘˜›Šȱ
  • 8. HACIENDO QUE LAS ESCUELAS SEAN MÁS INCLUSIVAS 46 de educar a una gran variedad de alumnos dentro de una misma escuela y (en su caso) en una misma aula. Incluir los alumnos con “problemas de comportamiento” en espe- cial dentro de la escuela y clase ordinarias se considera a menudo difícil. Incluso a los docentes más comprometidos les resulta di- fícil vencer este desafío. Dyson luego sostiene que las escuelas al- tamente inclusivas se caracterizan por ser instituciones acogedoras y solidarias para Œ˜—ȱ•˜œȱ—’Û˜œȱŒ˜—ȱ’ęŒž•ŠŽœǯȱ˜ȱ™ȱ˜‹œŠ—- te, no por ello dejan de lado el compromiso a mejorar los resultados de todo su alum- nado. De hecho, tienden a desplegar una variedad de estrategias para mejorar el ren- dimiento que es típica de todas las escuelas; ¢ȱ•Šȱ™›ŽœŽ—Œ’ŠȱŽȱŠ•ž–—˜œȱšžŽȱœŽȱ’Ž—’ęŒŠ—ȱ como alumnos con necesidades educativas especiales no parece impedir la aplicación de dichas estrategias. Los autores que tratan la cuestión de có- mo lograr que la educación sea más inclu- siva, suelen hacer especial hincapié en los procesos de colaboración, revisión y desa- rrollo. Skrtic (1991), por ejemplo, destaca la importancia de aunar las distintas experien- cias profesionales del personal docente. En este contexto, a los niños que no se puedan educar fácilmente en el marco de las rutinas establecidas de la escuela no son considera- dos problemáticos, sino más bien como un desafío que obliga a reexaminar las prácti- ŒŠœȱ ˜ŒŽ—Žœȱ Šȱ ę—ȱ Žȱ šžŽȱ œŽŠ—ȱ –¤œȱ ŠŠ™- tables y que sepan dar respuestas rápidas. Del mismo modo, nuestro trabajo (Ainscow, 1999) nos ha llevado a señalar ciertas “con- diciones organizativas” –liderazgo compar- tido, elevados niveles de participación del ™Ž›œ˜—Š•ȱ ¢ȱ Žȱ •˜œȱ Š•ž–—˜œǰȱ ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱ conjunta, voluntad de investigar, etc.– que fomentan la colaboración y la resolución de problemas entre el personal y que, por lo tanto, generan respuestas más inclusivas a la diversidad. Estos temas están respaldados por un análisis de la documentación internacional šžŽȱ Žœž’Šȱ •Šȱ ŽęŒŠŒ’Šȱ Žȱ •Šœȱ –Ž’Šœȱ Žȱ promoción de la inclusión llevadas a cabo ™˜›ȱ•ŠœȱŽœŒžŽ•Šœȱǻ ¢œ˜—ȱŽȱŠ•ǰȱŘŖŖŚǼǯȱȱ •ȱŠ—¤- lisis arriba a la conclusión de que existe un conjunto limitado, pero en absoluto desde- ñable, de datos empíricos sobre la relación entre las actividades escolares de promo- ción de la inclusión y la participación de to- dos los alumnos en las culturas, currículos y comunidades de sus escuelas. Partiendo de estos datos, el equipo revisor de Dyson propone una serie de recomendaciones en relación a la política y la práctica. Proponen que las iniciativas para desarrollar una edu- cación inclusive deberían prestar especial atención al desarrollo de “culturas inclu- sivas” y, en especial, al logro de un cierto consenso en torno a los valores de inclusión dentro de las comunidades escolares. Esto llevó al equipo a la conclusión de que los directivos y otros dirigentes escolares de- ben ser elegidos y formados en función de su compromiso con los valores de inclusión y su capacidad para dirigir de forma partici- pativa. Finalmente concluye que el entorno político externo debería ser compatible con Ž•ȱŽœŠ››˜••˜ȱŽȱ•Šȱ’—Œ•žœ’à—ȱŠȱę—ȱŽȱšžŽȱŽœ- tos den apoyo, y no infravaloren, los esfuer- zos de las escuelas. Según este análisis, existe una serie de principios generales de organización escolar y práctica del aula que deberían respetarse, en particular: a) la eliminación de las barre- ras entre los distintos grupos de alumnos y el personal docente; b) el desmantelamien- to de programas, servicios y especialidades aislados; y c) el desarrollo de enfoques pe- dagógicos (como los enfoques constructi- vistas y el aprendizaje cooperativo a los que hemos hecho referencia) que permitan a los alumnos aprender juntos y no separados. El análisis también sostiene que las escuelas deberían establecer relaciones estrechas con los padres y comunidades locales, basadas en el desarrollo del compromiso común con los valores de la inclusión. Las repercusiones que esta orientación puede tener en la práctica se ilustran en el In- dex for Inclusion (Índice de inclusión) (Booth y Ainscow, 2002) –instrumento de auto-eva- luación escolar. El Índice, utilizado en mu- chos países de todo el mundo, permite a las escuelas sacar provecho del conocimiento y las opiniones del personal, los alumnos, los padres o tutores y los miembros del consejo
  • 9. REVISTA EDUCACIÓN INCLUSIVA VOL. 5, N.º 1 47 escolar sobre las barreras al aprendizaje y la participación existentes entre las “culturas, políticas y prácticas” vigentes de las escue- las para establecer el orden de prioridades del cambio. Al vincular la inclusión con los detalles de la política y la práctica, el Índice anima a aquellos que lo aplican a construir su propia visión de la inclusión, en base a su experiencia y sus valores, cuando elaboran las políticas y prácticas que desean promo- ver o disuadir. El Índice es una herramienta que puede servir de apoyo al personal de las escuelas para perfeccionar los procesos Žȱ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱŽȱ–˜˜ȱšžŽȱŽ—›ŠÛŽ—ȱ–Š- yor colaboración y participación y aporten una coherencia al desarrollo (ver Rustemier y Booth, 2005). Lección 5: Las escuelas inclusivas pueden ser de diversas formas, pero lo šžŽȱ˜ŠœȱŽ••ŠœȱžŠ›Š—ȱŽ—ȱŒ˜–ø—ȱŽœȱ•Šȱ existencia de una cultura organizativa que contemple la diversidad del alum- nado de manera positiva. Liderazgo para la inclusión Parece probable, por lo tanto, que el desa- rrollo de prácticas inclusivas requieran que se cuestione el pensamiento de los integran- tes de las escuelas y esto, suscita inevitable- mente interrogantes respecto del liderazgo. Un análisis reciente de la documentación concluye que la diversidad del alumnado y la inclusión representan cada vez más desa- fíos claves para los dirigentes del ámbito es- colar (Ainscow y Sandill, 2010). Leithwood, Jantzi y Steinbach (1999), por ejemplo, pro- ponen que, con el aumento de la diversidad, las escuelas necesitarán sacar provecho de la incertidumbre, tener una mayor capaci- dad para la resolución colectiva de proble- mas y ser capaces de dar respuesta a una mayor variedad de alumnos. Sergiovanni (1992) también hace hincapié en el desafío que supone la diversidad del alumnado y sostiene que los enfoques actuales hacia el liderazgo escolar podrían interponerse a los esfuerzos de mejora. Zollers et al. (1999) estudió 1000 escue- las estadounidenses y halló que aquellas cuyas prácticas escolares inclusivas eran ŽęŒŠŒŽœȱ ™›ŽœŽ—Š‹Š—ȱ œ’ŽŽȱ Ž•Ž–Ž—˜œȱ Ž—ȱ común: liderazgo visionario, colaboración, evaluación reorientada, apoyo al personal escolar y los alumnos, recursos económi- cos, participación activa de los padres, y adaptación curricular y prácticas efectivas. Chadbourne (1997) también descubrió que el rol que desempeñan los directores de las escuelas en la implementación de un programa de inclusión es crucial. A su vez, žŽ•–Šœœȱ ¢ȱ ’—œŒ˜ ȱ ǻŘŖŖŚǼȱ ’Ž—’ęŒŠ›˜—ȱ las características comunes a los directivos de escuelas en tres países (Portugal, Reino Unido y Estados Unidos)que lograron im- plementar modos de trabajar inclusivos con éxito: un compromiso inquebrantable con •Šȱ ’—Œ•žœ’à—ǰȱ ž—Šȱ Žę—’Œ’à—ȱ Œ•Š›Šȱ Žȱ ›˜•Žœǰȱ las responsabilidades y los límites, estilo interpersonal de colaboración, habilidades para la solución de problemas y resolución ŽȱŒ˜—Ě’Œ˜œǰȱŒ˜–™›Ž—œ’à—ȱ¢ȱŸŠ•˜›ŠŒ’à—ȱŽȱ la experiencia de otros colegas y relaciones de apoyo entre los miembros del personal. Todo esto plantea interrogantes sobre el modo en que los dirigentes escolares llevan a cabo el trabajo de fomentar la inclusión. Lambert y sus colegas (1995) abogan por lo que consideran una perspectiva construc- ’Ÿ’œŠȱŽ•ȱ•’Ž›Š£˜ǰȱŽę—’˜ȱŒ˜–˜ȱŽ•ȱ™›˜- ceso recíproco que permite a los participan- tes de una comunidad educativa construir œ’—’ęŒŠ˜œȱŒ˜–ž—ŽœȱšžŽȱŒ˜—ž£ŒŠ—ȱŠȱž—Šȱ determinación común de la escolaridad. Los autores se basan en esta perspectiva para Šę›–Š›ȱšžŽȱŽ•ȱ•’Ž›Š£˜ȱ’–™•’ŒŠȱž—ȱ™›˜ŒŽ- so interactivo en el que participan tanto los alumnos como los docentes. Por consiguien- te, es necesario un liderazgo compartido, en el que el director de la escuela sea con- siderado el líder de líderes. Las estructuras jerárquicas deben ser sustituidas por la res- ponsabilidad compartida en una comuni- dad que pasa a caracterizarse por valores y esperanzas compartidas, de modo que mu- chas de las funciones de control pertinentes
  • 10. HACIENDO QUE LAS ESCUELAS SEAN MÁS INCLUSIVAS 48 a la dirección de la escuela pierden impor- tancia o son incluso contraproducentes. Los aportes teóricos y empíricos más úti- les son los que proporciona Riehl (2000), quien tras su amplio análisis de las inves- tigaciones en el campo del liderazgo, desa- rrolla un “enfoque global de la administra- ción y la diversidad escolares”. La autora concluye que los líderes escolares deben atender a tres grandes tipos de tareas: a) fo- –Ž—Š›ȱ—žŽŸ˜œȱœ’—’ęŒŠ˜œȱœ˜‹›Žȱ•Šȱ’ŸŽ›- sidad; b) promover las prácticas inclusivas en las escuelas; y c) crear lazos entre las es- cuelas y las comunidades. Riehl pasa luego a considerar la forma en que estas tareas se pueden realizar, y para ello estudia el modo en que el concepto de la práctica, en espe- cial la práctica discursiva, puede contribuir a un total entendimiento del trabajo de los directores de las escuelas. Este análisis lle- va a la autora a acercarnos una perspectiva positiva del potencial de los directores de las escuelas para desarrollar actividades in- clusivas y transformadoras. A modo de con- Œ•žœ’à—ȱŠę›–ŠDZȱȃ •ȱŽœžŽ›£˜ȱŽȱ•˜œȱŠ–’—’œ- tradores por darle sentido a las situaciones, fomentar las culturas y prácticas inclusivas en la escuela y la creación de relaciones po- sitivas fuera de la escuela, unido de manera indisoluble al compromiso indestructible con la equidad, la opinión y la justicia so- cial, puede en efecto promover una nueva forma de práctica” (2000: 71). Lección 6: El papel principal de los líderes escolares es el de trabajar conjuntamente con sus colegas para fomentar la cultura inclusi- va en sus escuelas. Repasando las lecciones El resumen de la documentación presen- tada en este artículo señala que apoyar a los alumnos que están catalogados como niños con necesidades educativas especiales –y, de hecho, otros grupos de alumnos vulnera- bles– tiene mucho más que ver con el proce- so del aprendizaje social dentro de contextos particulares y no tanto con la introducción de técnicas especiales o la gestión organiza- tiva. La utilización de distintas formas de evidencias como un medio para fomentar la experimentación y la colaboración dentro de una escuela constituye una estrategia funda- mental. Como señala Copland (2003), la in- dagación puede ser el “motor” que permita •Šȱ’œ›’‹žŒ’à—ȱŽ•ȱ•’Ž›Š£˜ȱ—ŽŒŽœŠ›’˜ȱŠȱę—ȱ de estimular la participación en el aprendi- zaje, y la “cola” que una a la comunidad en torno a un propósito en común. Como he expuesto anteriormente, todo esto tiene importantes repercusiones en la práctica del liderazgo en las escuelas, y en particular exige el esfuerzo coordinado y sostenido en torno a la idea de que el cam- bio de los resultados de los grupos vulne- rables es muy poco probable si no se pro- ducen cambios en el comportamiento de los adultos. Por consiguiente, el punto de parti- da deben ser el personal docente; de hecho œ’—’ęŒŠȱ›ŠŠ›ȱŽȱŠ–™•’Š›ȱœžȱŒŠ™ŠŒ’ŠȱŽȱ imaginar lo que podría conseguirse y au- mentar su sentido de responsabilidad para hacerlo realidad. Esto también podría signi- ęŒŠ›ȱŠ›˜—Š›ȱœž™žŽœ˜œȱšžŽǰȱ•Šȱ–Š¢˜›ÇŠȱŽȱ las veces, están relacionados con determina- dos grupos de alumnos, sus capacidades y conductas. Esta argumentación se basa en el su- puesto de que las escuelas cuentan hoy en día con la pericia necesaria para apoyar el aprendizaje de todo sus alumnos (Ainscow y West, 2006). Si esto es así, el punto lógico de partida para el desarrollo de la inclusión dentro de la escuela está en el estudio ex- haustivo de la práctica actual y las habili- dades compartidas entre los miembros del personal docente. Teniendo en cuenta lo argumentado, el presente análisis sugiere seis ideas que pue- Ž—ȱœŽ›ȱž’•’£ŠŠœȱŠȱę—ȱŽȱž’Š›ȱŽ•ȱŽœŠ››˜- llo de la inclusión en este ámbito: 1. Para que las políticas y las prácticas en el ámbito escolar puedan avanzar, Žœȱ—ŽŒŽœŠ›’˜ȱŽę—’›ȱ•˜ȱšžŽȱŒ˜—••ŽŸŠȱ•Šȱ educación inclusiva.
  • 11. REVISTA EDUCACIÓN INCLUSIVA VOL. 5, N.º 1 49 2. Las prácticas inclusivas dentro del aula suponen la dinamización de los recur- œ˜œȱ‘ž–Š—˜œȱ’œ™˜—’‹•ŽœȱŒ˜—ȱŽ•ȱę—ȱŽȱ vencer las barreras a la participación y el aprendizaje. 3. Trabajar con distintas formas de evi- dencia disponible puede ser un motor ŽęŒŠ£ȱ™Š›ŠȱŠ•Ž—Š›ȱŠȱ•˜œȱ˜ŒŽ—ŽœȱŠȱŽ- sarrollar prácticas más inclusivas. Śǯȱ Šȱ ž’•’£ŠŒ’à—ȱ Ž•ȱ Š™˜¢˜ȱ ™ŽŠà’Œ˜ȱ adicional al servicio de los alumnos re- šž’Ž›ŽȱŽȱž—ŠȱŒž’Š˜œŠȱ™•Š—’ęŒŠŒ’à—ȱ y de la formación adecuada de aque- llos que están comprometidos con di- cha labor. 5. Las escuelas inclusivas pueden ser de diversas formas, pero lo que todas ellas guardan en común es la existencia de una cultura organizativa que contem- ple la diversidad del alumnado de ma- nera positiva. 6. El papel principal de los líderes escola- res es el de trabajar conjuntamente con sus colegas para fomentar la cultura inclusiva en sus escuelas. Estas ideas respaldan la noción de que desarrollar es, en esencia, un proceso social que debe tener lugar dentro de contextos particulares. Así, mejorar la educación in- Œ•žœ’ŸŠȱœ’—’ęŒŠȱŠ™›Ž—Ž›ȱŠȱŒà–˜ȱŸ’Ÿ’›ȱŒ˜—ȱ la diferencia y, en efecto, aprender a cómo aprender de la diferencia. Por consiguiente, es la voluntad colectiva el elemento más im- portante para que esto se haga realidad. Reconocimiento Quisiera expresar mi agradecimiento a mis colegas Alan Dyson y Saira Weiner por las contribuciones a las ideas que se presentan en este artículo. Mel Ainscow (UK) es catedrático de la Universidad de Manchester y co-director del Centro de Necesidades Educativas de la misma Universidad. Fue director, ins- pector de la administración local y profesor titular de la Universidad de Cambrid- ge. Reconocido internacionalmente por sus investigaciones en el ámbito de la edu- cación inclusiva, ha dado conferencias y participado en proyectos llevados a cabo en más de 100 países. Su labor como investigador –cuya característica particular es la de colaborar con legisladores, profesionales de la educación y otros investi- gadores– pretende hacer aportaciones al pensamiento y la práctica en contextos particulares y al mismo tiempo generar conocimiento de mayor relevancia.