Carlos Tobar, de 82 años y desempleado, y Carmelina Arteaga, de 80 años y ama de casa, recuerdan que cuando eran niños el Río Pasto estaba lleno de basura y colchones viejos, olía mal y la gente no podía soportar el hedor. El río también era pequeño, sucio, no estaba cubierto ni canalizado, y el municipio lo descuidaba, por lo que cuando arrojaban basura al río emitía un fuerte olor.