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Artículo sobre Juan Marsé en Esquire
1. En la casa del
‘marsismo’
Por Xavier Robles Sàrries
Fotografía Lisbeth Salas
No ha enviado un e-mail
en su vida y jamás se le ocurriría
comprobar una información
por Internet. Juan Marsé
sigue escribiendo a mano, con
la única ayuda de un boli y una
cantidad ingente de papeles,
garabateando trazos de tinta,
subrayados y algún que otro
tachón. ‘Esquire’ visitó la guarida
del Premio Cervantes...
y respiró literatura
en estado salvaje.
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2. A
unque quiera transmitir lo contrario, se nota que las en el cine, ahora te tratan bastante mal. No digo que añore un Premio Cervantes
no amarga a nadie...
Juan Marsé está preparando a conciencia lo que dirá eso de comer pipas y chocolatinas, pero por ejemplo hace años Ni siquiera a marsé.
cuando, dentro de muy poco, le entreguen el Premio había cortinas y podías leer el periódico antes de que empeza-
Cervantes, el galardón más importante de las letras hispa- se la película. Ahora te machacan con filmets…”.
nas [cuando esta entrevista esté publicada, ya lo habrá reci-
bido, el 23 de abril en concreto]. La mesa de su despacho, en Sin embargo, le brillan los ojos cuando recuerda, plano a pla-
su casa de Barcelona, está llena de notas y papeles con frases no, algunas de sus escenas favoritas y tararea melodías que
escritas a mano que me prohíbe leer. “Cuando supe que me tiene grabadas en la cabeza, como la de La diligencia o El la-
habían dado el premio”, suelta, “lo primero que me vino a la drón de Bagdad. Explica que, en especial, le fascinan los di-
cabeza fue todo lo que conllevaba, lo que me obligaba a hacer rectores que venían del cine mudo por el increíble dominio
y el tiempo que me quitará de seguir escribiendo”. del lenguaje cinematográfico que tenían. Unos cineastas que,
por cierto, tienen mucho que ver con la forma que tiene Mar-
Es la tercera vez que le entrevisto, pero su cara no deja de sor- sé de escribir: “Me gusta hacerle ver al lector la historia que
prenderme. Parece la de un boxeador de los años cincuenta, le cuento. Me gusta más trabajar con imágenes que con ideas,
agresiva a primera vista, pero que esconde un evidente des- eso por descontado, y si hay alguna idea, me gusta transmitir-
tello de confianza y ternura. A pesar de su fama de escritor la a través de imágenes y llevarla donde yo quiero”.
enrabiado con el mundo, Marsé tiene demasiados años –aca-
ba de cumplir 76– como para andar perdiendo el tiempo por Precisamente esto, el hecho de no saber manejarse a la perfec-
ahí. No concede entrevistas en televisión ni las va a conceder ción con un determinado lenguaje, es lo que Marsé más criti-
nunca, dice. “No me gusta cultivar la imagen pública. Me pa- ca de aquellos que han intentado adaptar algunas de sus nove-
rece obsceno, no me interesa y me aburre. En realidad es una las al cine. Se ensaña especialmente con Fernando Trueba, de
posición muy egoísta, porque se supone que uno se debe a sus quien reconoce que escribió un guión catastrófico de su novela
lectores. Pero no necesito para nada a ningún lector mío para El Embrujo de Shangai. “Yo siempre he confiado en que un di-
escribir. Un escritor necesita soledad y entendérselas consi- rector puede trabajar con un guión así, cogido por los pelos, pe-
go. Esto es una batalla con uno mismo”. Para apuntillarlo, y ro teniendo siempre la película en la cabeza. Si no has creado
con el cargador de ironía hasta arriba, suspira: “Intelectua- ese mundo… pasa lo que pasa. Cuando una película es buena,
les… cuando se juntan más de cuatro, ya vamos mal”. lo es por su propia dinámica estrictamente cinematográfica,
no literaria. Y estas películas son malas por esta razón. Que no
sean fieles a la novela me da igual, de hecho creo que el error
“Soy bastante alérgico al ‘boom’ es que lo son demasiado”. Es toda una pena que el guión que
más le gusta, el que hizo Víctor Erice de El embrujo de Shan-
de Internet. Tengo la impresión gai, al final no se rodase. Lo considera incluso mejor que la no-
vela (interesados, si rebuscáis en según que librerías podréis
de que todo el mundo cree estar encontrarlo, ya que se llegó a publicar en 2001).
bien informado por el hecho Además del interés de varios cineastas por su obra hay varios
aspectos más que, día a día, siguen confirmando que Marsé ya
de usar cuatro cacharros, cuando es todo un clásico de nuestras letras. Por ejemplo, que su obra
sea de lectura obligada en la mayoría de institutos. “La pala-
en verdad nadie sabe nada” bra clásico me revienta bastante, la verdad. Además no soy yo
quien tiene que decirlo y ni siquiera me preocupa”.
Suena el teléfono. Se levanta y se retira unos minutos. Sigo mi-
Una vez despejada la mesa y ya sentados, me fijo en la deco- rando sus estanterías y, entre tanta imagen de cine clásico y te-
ración de su estudio. Está lleno de miniaturas, de coches clá- beos de los de antes, no puedo más que recordar la tremenda
sicos de juguete (me parece distinguir algún Lincoln Con- historia de los orígenes del escritor que se acaba de ausentar.
tinental de 1945 como los de sus novelas) y, sobre todo, de La de su nacimiento, en especial, es chocante. Su padre, taxista
pósters de actrices de cine clásico. Situado junto a una im- de profesión, quedó desolado tras la muerte de su mujer, que
ponente Marlene Dietrich con sombrero de copa y cigari- falleció tras dar a luz al propio Juan. Pocos días después, una
llo con boquilla larga, Marsé comenta sin rodeos que el cine pareja catalana –los Marsé– subió a su taxi y, también destro-
ha sido tan o más importante para su formación que la litera- zados, le contaron que acababan de sufrir un aborto y no po-
tura. “Aunque a mí me gusta el cine de antes. El de hoy en día, drían tener hijos nunca. Al cabo de un tiempo, Juan pasaría a
por muchos efectos especiales que tenga, no me acaba de inte- ser hijo adoptivo de aquel matrimonio. “La infancia te marca,
resar”. Se queja también de que “aunque las pelis hay que ver- tanto si uno es escritor como si no”, recuerda. “Si eres escri-
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3. tor, en teoría, se refleja en la obra. En mi caso fue algo especial, nales (se ve que un camarada se acostó con quien no debía) no
porque soy hijo adoptivo. Es una historia muy dickensiana, pe- le ha impedido seguir despotricando contra el régimen ni ha-
ro es una novela que no llegaré a escribir nunca. Ya hay otros cer una labor de recuperación histórica. “Hay dos memorias,
que lo han hecho mejor de lo que lo podría hacer yo”. la colectiva y la individual. Sin memoria un escritor no es nada,
ni siquiera un escritor de ficciones. En el terreno colectivo, por
Ya en su adolescencia, y en una época de posguerra en la que más que una dictadura diera una versión oficial falsa, ésta no se
no abundaba el dinero, tuvo que apañárselas para ganarse la correspondía con la realidad. Yo intenté recuperar esa versión
vida. Dejó sus estudios muy joven, algo que le impidió dedi- no oficial. Ahora la memoria es un argumento político. La opo-
carse a una vocación frustrada, la de músico, ya que en el con- sición sigue estando vinculada al franquismo”.
servatorio le exigían haber estudiado bachillerato, por lo que
se puso a trabajar de joyero. Entre recado y recado, acabó por Con todo, confiesa que ya no ve la necesidad de volcar ideología
conocer como la palma de su mano esa Barcelona que evoca política en la obra y que el compromiso auténtico del escritor es
en sus novelas. para con sus propios textos. “Yo estoy marcado por una derro-
En 1960 decidió marcharse a París. “Me fui por irme. Eran años
muy represivos, sobre todo para alguien que tenía inquietudes
culturales. No se trataba tanto de ir a París como de dejar de
“El éxito tiene escaso interés; si te
vivir en España, en Barcelona. Te sentías muy oprimido, por-
que no había prácticamente nada. Y lo mejor estaba prohibido.
descuidas es algo empalagoso y
Aunque no pensaba en el oficio; ni siquiera tenía claro que iba
a ser escritor”. De hecho, durante esa época se dedicó a leer, a
de consecuencias nefastas. Lo que
ver mucho cine y a trabajar en el Instituto Pasteur como mozo
de laboratorio a las órdenes del Premio Nobel Jacques Monod.
realmente te enfrenta con la vida
También dio clases de español a Teresa Casadesus, hija del pia-
nista Robert Casadesus, y que inspiró el nombre de una de sus
es el fracaso, que es lo que está,
novelas más conocidas, Últimas tardes con Teresa.
de verdad, en las cosas cotidianas”
Regresó a Barcelona, precisamente, para acabar esa novela. Con
ella acabaría ganando el Premio Biblioteca Breve en 1966, uno
de otros tantos galardones que cuelgan en su solapa: el Premio ta, la derrota de la Guerra Civil, que me marcó a mí y a todo un
Planeta por La muchacha de las bragas de oro, el Premio Ciudad país”. Por eso mismo quizá afirme con rotundidad que “el éxi-
de Barcelona por Ronda del Guinardó, el Premio de la Crítica por to tiene escaso interés. Si te descuidas es una cosa empalagosa
El Embrujo de Shangai, el Premio Nacional de Narrativa por Ra- y de consecuencias muy nefastas. El fracaso te enfrenta con la
bos de lagartija… Novelas, todas ellas, que giran alrededor de la esencia de la vida, que es un fracaso. La novela toca más el fra-
posguerra y que tienen como protagonista una Barcelona muy caso, porque el fracaso está en las cosas cotidianas”.
particular, llena de recuerdos y verdades a medio olvidar.
Aunque está siendo increíblemente atento y amable conmi-
Quizá sea el hecho de haber trabajado siempre con las manos, go, los textos a medio escribir de su inminente discurso me in-
de forma artesanal, lo que le aleja de las nuevas tecnologías. quietan y siento que es hora de irse y dejarlo trabajar. Inter-
Se lo pregunto cuando regresa después de atender la llamada. cambiamos unas cuantas opiniones de la Barcelona de hoy
“Soy bastante alérgico al boom este de la comunicación y de In- en día, de la que dice “se han pasado con tanto diseño y tanto
ternet, estoy saturado de información y saturado de comunica- ‘Posa’t guapa”. Aunque lo intento, no puedo reprimir la pre-
ción. Tengo la impresión de que todo el mundo cree estar muy gunta final de si, sabiendo que en su juventud fue un auténti-
bien informado y comunicado, cuando en realidad, nadie sabe co enfant terrible, echa de menos algún vicio. “Sí, claro, mu-
nada de nada por el hecho de usar esos cuatro cacharros. No lo chos, pero todos inconfesables”.
necesito, no necesito todo eso. Tampoco tengo móvil, no ten-
go mail. Tengo un fax… que ya es algo”. Y, como detecto en la Nos despedimos en la puerta. Él, que viste un batín y unas za-
esquina, una antigua máquina de escribir que seguramente lle- patillas de andar por casa, vuelve rápidamente a su despacho.
nará de traqueteos las habitaciones de su casa cuando, después Y entonces veo en su cara una sonrisa que lo delata. Por mucho
de ir a nadar, se pone a escribir. que lo niegue y por más tiempo que le haya robado de su traba-
uno de los recortes que
decoran su escritorio.
jo, se nota que sí, que en el fondo le hace ilusión ser considera-
en su casa no entra Con esa misma convicción defiende sus fobias y sus afectos. do uno de los grandes de la literatura.
cualquiera, pero Se declara, entre otras cosas, anticlerical militante. El hecho
Nabokov siempre
es bienvenido.
de que abandonase el Partido Comunista por unos líos perso- Y siendo justos, lo es.
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