El arte cinético incorporó el movimiento a las obras pictóricas a partir de 1920, creando corrientes donde las obras tienen movimiento real o aparente gracias a ilusiones ópticas que cambian según la perspectiva o luz. Estas obras juegan con efectos ópticos que simulan movimiento o requieren que el espectador se mueva para experimentar interpretaciones distintas. Como actividad se propone realizar dos obras cinéticas, una asignada en blanco y negro y otra de creación propia en color.