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ESTRATEGIAS DE APRENDIZAJE
JESÚS A. BELTRÄN LLERA (•)
RESUMEN. Las estrategias de aprendizaje constituyen uno de los const ructos psi-
cológicos que mayor aceptación ha tenido en las últimas décadas por parte de los ex-
pertos. A pesar de los numerosos artículos que han aparecido en las revistas de mayor
tirada, siguen latentes muchos de los interrogantes inicialmente planteados. El ar-
tículo trata de responder a algunos de ellos, especialmente aquellos que hacen refe-
rencia a la naturaleza, necesidad, diagnóstico y enseñanza de las estrategias. Asimis-
mo, se hace énfasis en la contribución de las estrategias a la construcción del
conocimiento y en la necesidad de crear en el alumno, junto a las estrategias o capaci-
dades, las disposiciones positivas que potencien esa supuesta capacidad. El articulo
termina revisando los resultados de la investigación sobre la eficacia de los programas
de intervención estratégica.
ABSTRACT. Learning strategies make up one of the most welcome (among ex-
perts) psychological constructs of the last few decades. In spite of the many articles
published in widely circulated magazines, many of the questions originally posed re-
main unsolved. The article purports to answer some of these questions, especially
those referring to the nature, necessity, diagnosis and teaching of strategies. lt also
underscores the contribution of the strategies to knowledge-building and the need
to creare in students, alongside the strategies or skills and positive dispositions boos-
ring that alleged capacity. The article ends with a review of the outcome of research
on the efficiency of strategic intervention programs.
La cantidad de literatura científica so-
bre estrategias que existe actualmente es
casi abrumadora, tanto desde el punto de
vista de la investigación (Beltrán, 1993,
1996, 1998, 2002; McKeachie y otros,
1985; Perkins, 1998; Fernández, Beltrán
y Martínez, 2001), como desde el punto
de vista de la intervención educativa (Ber-
nad, 1990; Monereo, 1991; Gargallo,
1997). Sólo en la base de datos de ERIC
aparecían, en la década pasada, 1.415 ar-
tículos sobre las estrategias de aprendizaje
y casi una docena de meta-análisis sobre
los resultados obtenidos en las diferentes
* Universidad Complutense de Madrid.
Revista de Educación, núm. 332 (2003), pp. 55-73
	
55
Fecha de entrada: 25-07-2003
	
Fecha de aceptación: 24-09-2003
intervenciones llevadas a cabo (Hattie,
Biggs y Purdie, 1996). Pasados ya unos
años desde la irrupción de las estrategias
en el ámbito de la educación, puede ser
útil hacer algunas reflexiones sobre ellas.
En este caso, nuestra reflexión abarca 10
preguntas sobre cuestiones de tanto inte-
rés como su naturaleza, necesidad, diag-
nóstico, enseñanza e investigación.
QUÉ SON LAS ESTRATEGIAS
DE APRENDIZAJE?
A pesar de la popularidad de la que go-
zan hoy las estrategias de aprendizaje,
los especialistas no han conseguido po-
nerse de acuerdo sobre lo que entienden
por estrategia, ni tampoco sobre cuales
son los limites que la separan de otros
constructos afines. Por eso, conviene cla-
rificar algunos constructos que, por lo ge-
neral, parecen bastante confusos. Con-
cretamente, conviene distinguir entre
procesos, estrategias y técnicas. El tér-
mino proceso de aprendizaje se utiliza
para significar la cadena general de ma-
cro-actividades u operaciones mentales
implicadas en el acto de aprender como,
por ejemplo, la atención, la compren-
sión, la adquisición, la reproducción o
transfer, o cualquiera de ellas por separa-
do. Estas actividades son hipotéticas,
encubiertas, poco visibles y difícilmente
manipulables. Por el contrario, las téc-
nicas —por ejemplo, hacer un resumen o
un esquema— son actividades fácilmente
visibles, operativas y manipulables.
Entre los procesos y las técnicas están las
estrategias. Estas no son tan visibles
como las técnicas ni tan encubiertas
como los procesos. Así, por ejemplo, la
organización de los datos informativos
que el estudiante lleva a cabo para com-
prender el significado que estos escon-
den, no es tan visible como la técnica del
resumen ni tan encubierta como el pro-
ceso de la comprensión (Beltrán, 1993).
Por otra parte, las estrategias no se
pueden reducir a meras técnicas de estu-
dio, como algunos, con poca fortuna,
han intentado. Las estrategias tienen un
carácter intencional e implican, por tan-
to, un plan de acción, mientras que las
técnicas son marcadamente mecánicas y
rutinarias. Si el estudiante desea com-
prender un mensaje a partir de unos da-
tos informativos puede utilizar una estra-
tegia de selección que le ayude a separar
lo relevante de lo irrelevante —y para ello
puede servirse de una técnica como el
subrayado—, puede utilizar una estrategia
de organización que ponga orden en los
datos —y para ello puede servirse de una
técnica como el mapa conceptual—, o
puede utilizar una estrategia de elabora-
ción que le permita comparar el conoci-
miento nuevo con el conocimiento pre-
vio —y para ello puede servirse de una
técnica tan eficaz como la interrogación.
El proceso de aprendizaje es el mismo en
los tres casos, ya que en los tres se recurre
a la comprensión significativa, que puede
alcanzarse por medio de diferentes estra-
tegias: la selección, la organización o la
elaboración. Y cada una de estas estrate-
gias puede utilizar también, a su vez, di-
ferentes técnicas —el subrayado, el mapa
conceptual, la interrogación...— Las es-
trategias están, pues, al servicio de los
procesos, y las técnicas al servicio de las
estrategias (Beltrán, 1996).
Las estrategias son algo así como las
grandes herramientas del pensamiento,
que sirven para potenciar y extender su ac-
ción allá donde se emplea. De la misma
manera que las herramientas físicas po-
tencian de forma incalculable la acción fí-
sica del hombre, las herramientas menta-
les potencian la acción del pensamiento
hasta límites increíbles, de ahí que algu-
nos especialistas hayan llamado a las estra-
tegias «inteligencia ampliada».
Utilizando la metáfora del ordenador,
podríamos decir que el sistema de proce-
samiento humano esta formado por las
56
diversas estructuras de adquisición, alma-
cenamiento y reproducción de informa-
ción que cada sujeto tiene. Esto constitui-
ría la base del hardware. Se trata, por
tanto, de algo ya dado, y difícilmente
cambiable. Pero los datos informativos se
pueden adquirir, almacenar y recuperar de
muchas maneras en función del programa
de estrategias que se utilice, es decir, en
función del software. Y el software se puede
cambiar, modificar o renovar según cuales
sean los objetivos del procesador. Las es-
trategias son, pues, el gran software educa-
tivo.
Las estrategias de aprendizaje están
directamente relacionadas con la calidad
del aprendizaje del estudiante, ya que per-
miten identificar y diagnosticar las causas
del bajo o alto rendimiento escolar. Es po-
sible que dos sujetos que tienen el mismo
potencial intelectual, el mismo sistema
«instruccional» y el mismo grado de moti-
vación utilicen estrategias de aprendizaje
distintas, y, por tanto, alcancen niveles de
rendimiento diferentes. La identificación
de las estrategias utilizadas permitiría
diagnosticar la causa de esas diferencias de
rendimiento y mejorar el aprendizaje.
En este sentido, las estrategias ofrecen
a la educación un nuevo tipo de tecnología
especialmente útil para la intervención
educativa. Con las estrategias de aprendiza-
je es posible diseñar, con grandes probabili-
dades de éxito, la triple tarea con la que la
acción educativa ha soñado siempre: preve-
nir, identificando qué estrategias emplea-
das por el estudiante son poco eficaces y
cambiándolas por otras más eficaces; opti-
mizar, potenciando las estrategias eficaces
ya utilizadas por el estudiante; y recuperar,
identificando las estrategias responsables
del bajo rendimiento del estudiante o ayu-
dándole a utilizarlas mejor si ha hecho un
mal uso de ellas.
Las estrateias son reglas que permiten
tomar las decisiones adecuadas en relación
con un proceso determinado en el mo-
mento oportuno. Definidas de esta forma
tan general, las estrategias pertenecen a esa
clase de conocimiento llamado «procedi-
mental» —conocimiento «cómo»—, que
hace referencia a cómo se hacen las cosas
—por ejemplo, cómo se hace un resumen—.
De esa forma se distingue de otra clase de
conocimiento, llamado declarativo —cono-
cimiento «qué»— que hace referencia a lo
que las cosas son —qué es un resumen—.
Nos estamos refiriendo, por tanto, a las
actividades u operaciones mentales que el
estudiante puede llevar a cabo para facilitar
y mejorar la realización de la tarea, cual-
quiera que sea el ámbito o el contenido del
aprendizaje. Las estrategias de aprendizaje,
así entendidas, no son otra cosa que las
operaciones que realiza el pensamiento
cuando ha de enfrentarse a la tarea del
aprendizaje. Podemos imaginarlas como
las grandes herramientas del pensamiento
puestas en marcha por el estudiante cuan-
do éste tiene que comprender un texto, ad-
quirir conocimientos o resolver problemas.
Ahora bien, como el aprendizaje es, en rea-
lidad, la huella del pensamiento, se podría
afirmar que la calidad del aprendizaje pasa
más por la calidad de las acciones del estu-
diante que por la calidad de las actividades
del profesor. Y es que si el estudiante, cual-
quiera que sea la calidad de la instrucción,
se limita a repetir o reproducir los conoci-
mientos, el aprendizaje será meramente re-
petitivo. Y si el estudiante selecciona, orga-
niza y elabora los conocimientos —es decir,
utiliza estrategias—, el aprendizaje deja de
ser repetitivo para ser constructivo y signi-
ficativo.
Por último, las estrategias promueven
un aprendizaje autónomo, independien-
te, realizado de manera que las riendas y el
control del aprendizaje vayan pasando de
las manos del profesor a las de los alum-
nos. Esto es especialmente provechoso
cuando el estudiante es ya capaz de plani-
ficar, regular y evaluar su propio aprendi-
zaje, es decir, cuando posee y domina las
estrategias de aprendizaje llamadas «meta-
cognitivas».
57
SON NECESARIAS LAS ESTRATEGIAS
DE APRENDIZAJE?
Cuando se empezó a hablar de las estrate-
gias de aprendizaje, hace ya algunos años
(McKeachie, 1985; Beltrán, 1993, 1995,
1996), nadie esperaba que iban a tener la
trascendencia que han tenido, ni que su
existencia fuera a extenderse tanto en el
tiempo. La acogida que han tenido en
congresos, conferencias, revistas, y demás
escaparates académicos no parece sino el
resultado de una campaña de marketing
rigurosamente programada. Hoy día, si-
guen siendo aún uno de los constructos es-
trella en las revistas científicas de mayor
prestigio. Han dado lugar a numerosos
programas de intervención y, lo que es
más importante, han ofrecido apoyo y co-
bertura a gran parte de las ideas que han
favorecido el cambio de paradigma educa-
tivo. Sólo por esto, estaría justificado el
amplio despliegue que se ha hecho de ellas
en los diferentes campos de la investiga-
ción psicopedagógica. Su papel como me-
diadoras entre estímulo y respuesta, espe-
cialmente en el campo de la educación, ha
permitido abandonar viejos planteamien-
tos mecanicistas, ensanchar los marcos
teóricos explicativos de la ejecución hu-
mana, abrir horizontes más prometedores
en el campo de los procesos de enseñan-
za-aprendizaje y elaborar programas de
eficacia probada para mejorar el rendi-
miento escolar.
Como cualquier constructo psicológi-
co, las estrategias de aprendizaje pueden
ser objeto de critica y, ciertamente, las crí-
ticas no han escaseado desde el momento
mismo de su aparición. Pero no cabe duda
de (que su influencia ha sido trascendental
en los últimos años de la investigación psi-
copedagógica por tres razones fundamen-
tales, que afectan a la base, a la entraña
misma de la conducta humana: querer,
poder y decidir (Weinstein, 2002). Las
tres instancias son fundamentales para
realizar cualquier actividad en cualquier
GRÁFICO 1
Instancias son fundamentales para realizar
cualquier actividad
Decidir
(Toma de decisiones)
Poder
(Capacidad)
dimensión de la conducta y más en el con-
texto de la escuela. Si alguna de ellas falla,
la conducta humana se resiente. Si, por el
contrario, están presentes, la acción hu-
mana tiene garantías suficientes para resis-
tir cualquier embate, ya proceda éste de
dentro o de fuera.
Decía Ausubel (1968) que para
aprender significativamente la primera
condición necesaria es querer aprender de
esta manera. Las estrategias de apoyo que
favorecen la buena disposición del alum-
no a aprender de manera significativa son
una garantía de ese aprencizaje. Sin em-
bargo, es aquí donde residen hoy muchos
de los problemas que los profesores expe-
rimentan en la escuela, porque, aunque es
verdad que hay estudiantes bien predis-
puestos para el estudiar, lamentablemen-
te, son muchos los que no quieren apren-
der. Esto no quiere decir que no estén
motivados. Seguramente, lo que esto sig-
nifica es que no quieren aprender lo que se
les ofrece o del modo que se les ofrece. Es
decir, tienen otras motivaciones diferentes
a las de la escuela. El papel de las estrate-
gias de aprendizaje es fortalecer la volun-
tad de los que muestran una buena dis-
posición y, sobre todo, devolver a los
alumnos lo que por naturaleza siempre
Querer
(Voluntad)
58
han tenido y les ha hecho perder la socie-
dad en la que está viviendo: su deseo natu-
ral de saber.
Aristóteles decía en su Metafísica
que todos los seres humanos desean, por
naturaleza, saber. Si el deseo de saber es
natural y no está presente o no es, al me-
nos, visible en muchos de los alumnos,
alguien tendría que explicar las razones
de esta ausencia. Las estrategias de
aprendizaje pueden favorecer la apari-
ción y el fortalecimiento de ese apetito
natural. Una estrategia de apoyo ampa-
rada en la curiosidad, el desafío, la con-
fianza, el auto-control o el disfrute del
aprendizaje podría devolver lo que pare-
ce ser un elemento constitutivo de nues-
tra naturaleza.
Las estrategias tienen que ver también
con la capacidad. Es evidente que para
aprender no basta con tener buena volun-
tad, aunque esta es, como hemos visto,
necesaria. Hace falta poder, es decir, capa-
cidad. 1-jónde reside esa capacidad? La
capacidad para aprender se basa funda-
mentalmente en el despliegue de tres
grandes habilidades estratégicas: la selec-
ción, la organización y la elaboración de la
información. Son esas habilidades, las es-
trategias cognitivas, las que permiten
transformar la información en conoci-
miento. Sin ellas, la información carece de
sentido y de valor.
La importancia de estas estrategias se
evidencia especialmente en estos momen-
tos en los que, gracias a cambios muy pro-
fundos, hemos pasado de una sociedad in-
dustrial —cuyo recurso fundamental era la
energía, que tuvo la virtud de ampliar y
potenciar el cuerpo humano— a una socie-
dad de la información —en la que el recur-
so fundamental es la información, que es
capaz de ampliar y potenciar la mente hu-
mana. Pero la información no potenciará
la mente humana si no es transformada
en conocimiento. Por eso, los expertos le
han dado a la sociedad actual un nombre
mejor: la sociedad del conocimiento. El
conocimiento es información más es-
tructura, significado y dirección. Sin
estructura y sentido, la información no
vale para nada. Una montaña de números,
datos o, incluso, hechos nada representa si
no se extrae de ella algún significado. Y esa
transformación sólo se puede hacer cuan-
do se poseen y se activan las estrategias
que permiten seleccionar la información,
ordenarla, y, especialmente, elaborarla
dentro del mundo de significados que
cada uno tiene almacenado.
Por otra parte, si consideramos la ter-
cera instancia de la conducta humana, la
decisión, se pone de manifiesto que para
aprender es necesario querer, tener capaci-
dad, pero, sobre todo, es necesario decidir.
Aprender es tomar decisiones, y para deci-
dir están las estrategias meta-cognitivas,
que tienen como tarea planificar, contro-
lar y evaluar. Los tres niveles de decisión
acompañan todo aprendizaje, orientán-
dolo, corrigiéndolo y evaluando sus resul-
tados.
En términos parecidos se expresan al-
gunos autores cuando recomiendan tres
tipos de intervención para mejorar las ha-
bilidades de estudio (Hattie, Biggs y Pur-
die, 1996). Estos autores hablan de tres
clases de intervención: afectiva, focalizada
en aspectos no cognitivos del aprendizaje,
como la motivación o el auto-concepto;
cognitiva, centrada en las estrategias de
procesamiento de la información (resu-
men, idea principal); y «metacognitiva»,
dirigida al aprendizaje auto-regulado (pla-
nificación, control y evaluación). Las tres
se corresponden literalmente con nuestra
propuesta: querer, poder y decidir.
Pero con esto no se termina el reper-
torio de estrategias de aprendizaje. Es ver-
dad que el conocimiento va está construi-
do, pero ese conocimiento tiene que ser
personalizado, aplicado y transferido. Es
otro grupo de estrategias el que permite
visualizar en el aprendizaje el perfil de
cada estudiante que construye libre y per-
sonalmente su conocimiento, y en él se
59
incluyen la creatividad y el pensamiento
crítico. Si nos asusta el pensamiento único
o el pensamiento uniforme, las estrategias
de aprendizaje pueden ayudarnos a for-
mar estudiantes originales, críticos e inde-
pendientes. Ademas, el conocimiento
construido dentro de esas líneas creativas
y críticamente riprosas tiene que ser apli-
cado a áreas distintas a las originales.
La segunda razón es que posibilitan
la verdadera construcción del conoci-
miento. Todo el mundo interpreta ya que
el aprendizaje va más allá de la adquisi-
ción de respuestas o del almacenamiento
de información, para adherirse a la con-
cepción moderna del aprendizaje como
construcción del conocimiento. Pero po-
cos dicen de manera concreta y específica
en citié consiste esa construcción del co-
nocimiento.
La tercera razón tiene su origen en la
solución que las estrategias ofrecen al
debate educativo sobre el contenido del
aprendizaje. El dilema que supone tener
que optar entre contenidos o procesos
todavía sigue latente en la comunidad
educativa. Para salir al paso se dice que
son necesarias ambas cosas, contenidos
y procesos. Y es verdad. Pero luego no se
sabe muy bien qué tipo de procesos hay
que enseñar y aprender. Es el mismo di-
lema que se plantea cuando se discute
acerca de si son mas importantes los co-
nocimientos declarativos o los « procedi-
mentales». Ambos son necesarios, pero
mientras que los conocimientos declara-
tivos están definidos en el currículo, los
«procedimentales» no lo están tanto o,
incluso, no están definidos de ninguna
manera. Pues bien, la estrategias repre-
sentan las vertientes «procesual» y «pro-
cedimental» que complementan a la ver-
tiente declarativa del aprendizaje. El
objetivo de la educación queda así clari-
ficado desde la vertiente «procedimen-
tal».
Por último, hay evidentemente razo-
nes externas a las mismas estrategias para
justificar su necesidad y explicar su ines-
perado éxito. Sin ánimo de agotar las
posibles razones que explican este fenó-
meno, podemos citar, entre las más im-
portantes, las siguientes: el descenso del
rendimiento en todos los niveles de ense-
ñanza y, especialmente, en la universidad,
el descenso de la población estudiantil y la
consiguiente flexibilización de los siste-
mas de acceso a los estudios universitarios,
la falta de entrenamiento de las habilida-
des de aprendizaje en los estudios de ense-
ñanza primaria y secundaria, la compro-
bación de que los estudiantes con éxito y
los estudiantes con un bajo rendimiento
emplean diferentes estrategias, al igual
que ocurre en el caso de los expertos y los
principiantes en distintas áreas. A este
auge de las estrategias han contribuido, de
manera indirecta, la constatación de la
creciente complejidad de la sociedad mo-
derna, el descenso del rendimiento en
muchas de las áreas de los currículos esco-
lares, y el apoyo popular a los plantea-
mientos democráticos de la educación
para todos (Beltrán, 1993).
LAS ESTRATEGIAS DE APRENDIZAJE
Y LA CONSTRUCCIÓN
DEL CONOCIMIENTO
Como decíamos anteriormente, las estra-
tegias posibilitan, mejor que ninguna otra
instancia, la construcción del conoci-
miento. La teoría «constructivista» está
hoy suficientemente asentada, si bien es
susceptible de múltiples interpretaciones.
Tres de estas interpretaciones han sido
perfectamente asumidas e integradas por
la comunidad educativa: la enclógena, la
exógena y la dialéctica (Moshman, 1982).
La enseñanza «constructivista» endógena
se apoya sobre todo en lo dicho por Piaget
y destaca más la exploración y el descu-
brimiento por parte del niño que la ins-
trucción directa del profesor. La enseñan-
za «constructivista» exógena acentúa la
60
enseñanza explícita por medio del mode-
lado, de acuerdo con los principios del
aprendizaje social (Bandura, 1986; Zim-
merman y Shunk, 1989). El aprendizaje
que resulta de este enfoque didáctico no es
mecánico, sino que implica una compren-
sión e interpretación personalizada por
parte del estudiante.
Los estudiantes descubren los conoci-
mientos, sobre todo, mediante la observa-
ción de modelos, y la imitación de lo que
dicen y hacen esos modelos. Es un aprendi-
zaje constructivo, personal, que se produce
como consecuencia del modelado, y que
puede desembocar en interpretaciones y
comprensiones críticas, diferentes de las
del modelo. La enseñanza «constructivista»
dialéctica (Vygotsky, 1978) está a medio
camino entre la endógena y la exógena. Su-
ministra al alumno la ayuda estrictamente
necesaria, pero no más, para que pueda
construir sus conocimientos. La ayuda que
se proporciona al alumno no es tan explíci-
ta como recomiendan los partidarios del
enfoque exógeno, ni tan escasa como de-
fienden los partidarios del constructivismo
endógeno. Si se les dan a los alumnos mu-
chas explicaciones, se puede condicionar la
construcción personal y favorecer una re-
petición mecánica del conocimiento; si se
les proporciona poca ayuda, pueden tardar
mucho en descubrir el conocimiento o, in-
cluso, no llegar a descubrirlo. En el fondo,
las tres interpretaciones de la teoría «cons-
tructivista» se complementan entre sí.
La teoría, dentro de ciertos límites,
está bastante clara. El problema viene
cuando se trata de llevar a la práctica un
aprendizaje constructivo significativo. En
primer lugar, es necesario que los profeso-
res cambien de actitud, y se centren más
en el aprendizaje de sus alumnos. Esto exi-
ge diseñar para aprender más que para en-
señar, ya que de manera inconsciente, los
profesores tienden a actuar en el aula de
acuerdo con la experiencia que tienen del
aprendizaje y la enseñanza que ellos cono-
cieron cuando eran alumnos. En segundo
lugar, la preparación de las clases requiere
algo más que refrescar los conocimientos.
Cuando hay que transmitir, basta posible-
mente con tener a punto los conocimien-
tos y utilizar un método didáctico eficaz
para que los alumnos puedan asimilarlos
adecuadamente. Pero, cuando se trata de
ayudar a los alumnos a construir los cono-
cimientos, las cosas cambian sustancial-
mente. Y es entonces cuando surgen inte-
rrogantes por todas partes, ya que el
enfoque «constructivista» implica un deli-
cado juego de equilibrios, puesto que es
necesario que se respete el protagonismo
del alumno y, a la vez, se garantice un ni-
vel aceptable de rendimiento de acuerdo
con el contexto social y cultural en el que
se vive.
A la hora de la verdad, que es la hora de
la práctica, tenemos que confesar que si
aceptamos la idea de que el conocimiento
es un proceso de construcción de significa-
do, más que la memorización de un cuerpo
de hechos más o menos representativos,
nuestra estrategia de enseñanza tiene que
ser rediseñada para que podamos ser conse-
cuentes con ese nuevo modelo. En este sen-
tido, resulta evidente que, en lugar de pla-
nificar para enseriar una lección de forma
magistral o expositiva, debemos planificar
las actividades de aprendizaje que van a
realizar nuestros estudiantes. Si creemos
que aprender es un proceso que consiste en
cambiar lo que se sabe construyendo patro-
nes de acción para resolver problemas sig-
nificativos, el profesor debe centrarse en
organizar el aprendizaje del estudiante más
que en planificar su propio discurso. Con-
fiando en que los estudiantes puedan cons-
truir su propio significado, los profesores
alcanzan un sentido más claro de lo que la
palabra educación (edúcere) significa, es de-
cir, de que su trabajo consiste en sacar más
que en meter.
Día a día, los profesores han tratado
de encarnar estas ideas, que suponen un
vuelco en la práctica educativa. Están con-
vencidos de que no es lo mismo diseñar
61
para transmitir conocimientos a los alum-
nos, que diseñar para que los alumnos pue-
dan construirlos. Yen ese empeño ha con-
vertido en un compromiso vital. Han
perdido una falsa imagen de protagonis-
mo, pero han ganado ilusión. Han dejado
de escucharse a sf mismos, pero ahora escu-
chan a sus alumnos. Han tenido que pen-
sar de forma creativa y arriesgada, pero han
conseguido que sus estudiantes hagan lo
mismo. Han conseguido que sus alumnos
aprendan y disfruten aprendiendo, y ade-
más se han visto reconfortados al compro-
bar que ellos también aprenden, y se per-
feccionan humana y profesionalmente.
Pero, cómo diseñar un ambiente
educativo en el que puedan ponerse a
prueba estas ideas? Cuáles son las claves
para el éxito de este nuevo modelo de en-
señanza? Cómo definir el papel y las ta-
reas del alumno y del profesor?
La construcción del conocimiento es
una metáfora que utilizamos para expresar
una realidad tan compleja como la del
aprendizaje significativo, que permite que
el alumno deje a un lado la metáfora del
aprendizaje memorístico, puramente pa-
sivo y acumulativo, y participe activamen-
te mediante la elaboración de su propia
interpretación de la realidad. Esa realidad
tan compleja tiene muchas perspectivas, y
falsearíamos su imagen si la contemplára-
mos sólo desde una de ellas. La construc-
ción del conocimiento no es algo instantá-
neo, inmediato, sino, más bien, un
proceso del que forman parte muchos y
muy diferentes elementos.
Podemos ver este proceso de cons-
trucción, al menos, desde cuatro puntos
de vista diferentes: contextual, compren-
sivo, «disposicional» y estratégico (Belträn
y Vega, 2003). En primer lugar, podemos
verlo desde el punto de vista del que lo tie-
ne que diseñar, el profesor, que ha de defi-
nir y adaptar los elementos esenciales que
lo favorecen y lo hacen posible, como las
ideas previas, las preguntas, las tareas esco-
lares, o el trabajo cooperativo. Esta es una
perspectiva contextual, porque hace refe-
rencia a los elementos del contexto
educativo que contribuyen a la construc-
ción del conocimiento.
En segundo lugar, en el proceso de
construcción del conocimiento, hay que
tener en cuenta los efectos que tiene en el
sujeto que construye ese conocimiento. Es
decir, hay tomar en consideración la com-
prensión del conocimiento que el alumno
tiene como consecuencia de esa construc-
ción y cómo se puede favorecer desde la
enseñanza dicha comprensión. Cuando
alguien aprende y comprende, puede ha-
cer algo con ese conocimiento: explicarlo,
justificarlo y aplicarlo (Perkins). La cons-
trucción del conocimiento pone en sus
manos una capacidad que antes no tenía.
Esta es la perspectiva comprensiva.
En tercer lugar, el proceso de cons-
trucción del conocimiento puede consi-
derarse desde la vertiente de las disposi-
ciones. Todas los planteamientos
anteriores serían imposibles sin la disposi-
ción del sujeto para, en lugar de repetir o
reproducir la información que tiene de-
lante, construirla. El construir implica es-
fuerzo, autonomía y una buena capacidad
para asumir los riesgos de esa construc-
ción o interpretación personal de la reali-
dad. Esta es la perspectiva “disposicional».
Por último, el proceso de construcción
del conocimiento puede verse también
desde la perspectiva de las herramientas
que se emplean para realizar esa construc-
ción. Nos estamos refiriendo a las estrate-
gias o herramientas mentales que permiten
transformar la información en conoci-
miento y construirlo significativamente:
seleccionar, organizar y elaborar los datos
informativos para extraer de ellos algún
significado. Esta es la perspectiva estratégi-
ca, que ofrece a los estudiantes herramien-
tas eficaces para la construcción del conoci-
miento que permiten hacer operativa la
actividad educadora. El gráfico II revela
cual es el papel de las tres estrategias en la
construcción del conocimiento.
62
Selección
Organización
MEMORIA
A CORTO PLAZO
O DE TRABAJO
REGISTRO
SENSORIAL
GRÁFICO II
Función de las estrategias en la construcción del conocimiento
Elaboración
MEMORIA A LARGO
PLAZO
LAS ESTRATEGIAS DE APRENDIZAJE
Y LA INTELIGENCIA
Las estrategias de aprendizaje están estre-
chamente relacionadas con la inteligen-
cia. Las investigaciones más recientes han
demostrado que la inteligencia no es una,
sino múltiple. Este es el caso, por ejem-
plo, de los estudios de Sternberg (1993) y
su teoría triádica, que hacen referencia a
tres clases de inteligencia —«componen-
cial», «experiencial» y práctica. Por su
parte, Gardner (1983) habla de inteli-
gencias múltiples. Ambas teorías, por re-
ferirnos a las dos más recientes, tienen
importantes consecuencias para la clarifi-
cación conceptual de las estrategias y, por
consiguiente, para las posibles interven-
ciones en contextos educativos tanto for-
males, como informales.
Estas investigaciones también han
puesto de manifiesto que la inteligencia
no es una entidad fija, sino modificable,
como han demostrado los ya numerosos
programas de intervención en sujetos con
necesidades educativas especiales. Y si la
inteligencia es susceptible de modifica-
ción y mejora, se abren nuevas vías para la
mejora y el cambio educativo. Además, el
enfoque actual no identifica inteligencia
tanto con conocimientos (inteligencia =
cantidad de conocimientos) o con capaci-
dad potencial (inteligencia = potencial
neurológico), como con el repertorio de
habilidades que permiten actuar inteli-
gentemente. De esta forma, la inteligencia
no es tanto una entidad como un conjun-
to de habilidades; es más bien un sistema
abierto y, como todos los sistemas, puede
mejorar cuando mejora cualquiera de los
subsistemas de que consta.
Desde el punto de vista educativo,
este nuevo enfoque permite cambiar los
objetivos de la educación y destacar, más
que la comprobación de la capacidad
potencial de los alumnos, el diseño de
programas «instruccionales» que les per-
mitan desarrollar al máximo sus habili-
dades o estrategias intelectuales, inde-
pendientemente de cual sea su potencial
inicial. Este cambio de enfoque permite
pasar de una consideración «entitativa»
de la inteligencia a una consideración
«estratégica». El apoyo científico a las
posibilidades de mejora de la conducta
inteligente a través del incremento de las
habilidades o estrategias de la in teli-
encia es una de las principales razones
e que se produzca el movimiento estra-
tégico. Es la diferencia que hay entre
63
considerar la inteligencia como una en-
tidad o como un conjunto de conoci-
mientos —que ha sido lo habitual en la
tradición educativa—, y considerarla
como un conjunto de estrategias que se
pueden enseñar y cambiar (Perkins,
1987).
La coincidencia entre inteligencia y
estrategias de aprendizaje es tal que los tres
componentes que Sternberg (1985) atri-
buye a la inteligencia «componencial» o
analítica —y que llama codificación selecti-
va, combinación selectiva y comparación
selectiva— equivalen prácticamente a las
estrategias de sensibilización —selección,
organización y elaboración. Son, pues, las
tres grandes habilidades de la inteligencia
las que permiten analizar la realidad selec-
cionando, organizando y elaborando la
información.
ESTRATEGIAS Y AUTONOMÍA
No basta con poseer un buen repertorio
de estrategias cognitivas, hay que tener en
cuenta las estrategias «metacognitivas». Es
evidente que el estudiante debe tener con-
ciencia y control de sus propios procesos
estratégicos y «disposicionales», es decir,
debe tener un enfoque «metacognitivo».
El enfoque «metacognitivo» tiene en
cuenta que el estudiante, para llegar a ser
un sujeto independiente y autónomo, ha
de poseer un conocimiento previo de sus
propios procesos cognitivos y un control
efectivo de los mismos, que le permita ac-
tuar en función de los objetivos previa-
mente formulados. Cuando un sujeto co-
noce los procesos fundamentales que tiene
que activar a lo largo del aprendizaje y tiene
los mecanismos de control adecuados para
regularlos, se puede considerar que es autó-
nomo e independiente, y que tiene el con-
trol del aprendizaje en sus manos.
Como ha señalado McCombs
(1993), la intervención educativa debe fa-
vorecer que el estudiante tome conciencia
de su yo como agencia central responsable
de las representaciones y visiones de la rea-
lidad, tanto personal y como ajena, que ha
alcanzado en el pasado, y alcanzará en el
futuro. La acentuación de la reflexión
acerca de los procesos meta-cognitivos
permitirá al estudiante aumentar progre-
sivamente el control sobre su propio
aprendizaje y romper las ataduras de de-
pendencia que, al principio, ha tenido que
establecer. Todos los demás objetivos son
instrumentos o medios con los que se pre-
tende lograr la autonomía del estudiante.
Por otra parte, la vivencia de esta autono-
mía es auto-motivadora y contribuye efi-
cazmente a la mejora de los aprendizajes
en cualquiera de las áreas del currículo.
Esto es lo que, hoy día, se denomina
aprendizaje auto-regulado.
ESTRATEGIAS Y DISPOSICIONES
Aunque las estrategias constituyen en es-
tos momentos la mejor unidad de análisis
de las investigaciones y los programas de
intervención educativa, sería un error
pensar que la consideración estratégica es
la única perspectiva posible tanto en el
área de la intervención, como en la de la
investigación educativa. Además de las es-
trategias o de las habilidades, hay otras va-
riables que influyen en el proceso de inter-
vención y aprendizaje. No es, pues, de
extrañar que muchos especialistas hayan
dado la voz de alarma y traten de comple-
tar el ámbito de la intervención conside-
rando otras variables de tipo «disposicio-
nal» que contribuyen de forma indirecta a
la mejora del rendimiento y el desarrollo
personal del sujeto.
Perkins (1993) ilustra este enfoque
«disposicional» cuando hablar de la creati-
vidad, y señala que se han ensalzado las
habilidades creativas hasta el punto de ha-
cer que éstas capitalicen en exclusiva la
atención de educadores y especialistas y
que ha llegado la hora de poner las cosas
64
en su sitio y darle a cada variable el puesto
que le corresponde, situando las estrate-
gias al mismo nivel que la inclinación y la
sensibilidad.
En el mismo sentido podría interpre-
tarse el trabajo de Bereiter y Scardamalia
(1993) sobre la composición escrita que,
después de centrarse en un principio en la
enseñanza de las estrategias, dada la difi-
cultad que ésta plantea y los resultados
poco favorables que se obtienen mediante
la misma, ensayan un segundo enfoque
que concede más importancia a la pre-es-
critura y los factores «motivacionales»,
que favorecen que el alumno se sienta im-
plicado en una auto-expresión íntima y
personal. Finalmente, Bereiter y Scarda-
malia desarrollan un tercer enfoque, en el
que, con la creación de un entorno o co-
munidad de aprendizaje, se pretende, más
que lograr una escritura formal, represen-
tar, comunicar y construir significado.
A la vista de estos datos, a lo mejor re-
sulta de interés examinar los resultados de
algunos programas de intervención en
otras áreas para ver si el bajo nivel de éxito
pudiera tener su explicación en el olvido
de enfoques «disposicionales» comple-
mentarios del enfoque estratégico utiliza-
do. Este es el caso del brillante estudio de
Sternberg (1993) sobre la posibilidad de
modificar el contexto escolar.
ESTRATEGIAS Y CONTEXTO
La intervención no puede quedar circuns-
crita al ámbito de la interacción estudian-
te-profesor, sino que debe tener en cuenta
el entorno o contexto de la situación de
aprendizaje. Esto es lo que sostiene la ma-
yor parte de los especialistas, por ejemplo,
Bereiter y Scardamalia cuando plantean el
tercer enfoque sobre la composición escri-
ta, Preseisen cuando se refiere a los sistemas
de aprendizaje cooperativo, McCombs
cuando presenta el modelo de potencia-
ción recíproca donde la intervención se
realiza sobre los alumnos y los profesores,
Sternber cuando señala la necesidad de
evaluar la posibilidad de modificar el con-
texto antes de iniciar la modificación del
sujeto, y Lipman cuando habla de una co-
munidad de pensamiento correcto.
De esta forma, el marco de interven-
ción se ha ampliado y ha ido mas allá de
los limites personales del estudiante y del
profesor para abarcar el entorno que, de
alguna manera, condiciona y hasta deter-
mina el signo y la intensidad de la inter-
vención educativa.
DIAGNÓSTICO. CI:)M0 SE MIDEN?
DIAGNÓSTICO DE LAS ESTRATEGIAS
Antes de enseñar una estrategia a un estu-
diante y, con más razón, antes de imple-
mentar un programa completo de estrate-
gias, es preciso averiguar el conocimiento
que ese estudiante tiene de las estrategias y
la práctica que tiene en su empleo. Se tra-
ta, evidentemente, de hacer un diagnósti-
co del equipamiento estratégico de una
persona en relación con el aprendizaje.
Una forma de averiguar el grado de cono-
cimiento y de dominio de las estrategias
de un sujeto es observar cómo enfoca sus
tareas escolares. Esta observación se puede
realizar en el aula, mientras el estudiante
hace sus tareas, o, cuando ya las ha termi-
nado, comprobando los mecanismos
mentales implicados en cada una de las ta-
reas realizadas. Los resultados de la obser-
vación se pueden contrastar e, incluso,
complementar con una entrevista perso-
nal con el estudiante —estructurada o
semi-estructurada— o, también, con un
protocolo o informe verbal del estudiante
en el que éste explique lo que hace mien-
tras lo está haciendo.
Una forma rápida de diagnosticar
las estrategias de aprendizaje es utilizar
algunos de los cuestionarios existentes,
cuya ventaja es que permiten obtener
65
rápidamente un perfil de cada uno de
los alumnos y compararlo con el de
otros, independientemente, incluso, de
que pertenezcan a culturas diferentes.
INSTRUMENTOS DE MEDIDA
Los instrumentos más utilizados actual-
mente son los siguientes:
• LASS1 de Weinstein, Zimmerman y
Palmer (1988) tiene 77 ítems y 10
escalas. Las escalas miden las actitu-
des, la motivación, el control del
tiempo, la ansiedad, la concentra-
ción, el procesamiento de la infor-
mación, la idea principal, las ayudas
para el estudio, la auto-evaluación y
las habilidades de aprendizaje. Se
emplea con sujetos cuya edad está
comprendida entre los 12 y los 16
años.
• ACRA de Román y Gallego (1995)
consta de 119 ítems y 4 escalas, y se
utiliza con alumnos de entre 12 y
16 años. Las escalas miden: la ad-
quisición de información, la codi-
ficación de la información, la recu-
peración de la información y el
apoyo al procesamiento.
• CEA-R de Belträn, Pérez y Ortega
(1998) tiene 90 ítems y 4 escalas, y se
emplea con alumnos de 12 a 16
años. Las sub-escalas miden: la moti-
vación, las actitudes, el control emo-
cional, la selección, la organización,
la elaboración, el pensamiento críti-
co, el pensamiento creativo, la recu-
peración, la transferencia, la planifi-
cación y la regulación/evaluación.
• IDEA de Vizcarro y otros (1996) cons-
ta de 153 Ítems y 14 factores, y pue-
de emplearse en secundaria y bachi-
llerato. Los factores miden: la
atención, el establecimiento de co-
nexiones, la representación del cono-
cimiento, la expresión oral y escrita,
la actitud asertiva con el profesor, la
motivación, la percepción del con-
trol, el aprendizaje repetitivo, los
exámenes, el diseño de tareas, la
meta-cognición, la búsqueda adicio-
nal, las condiciones para el aprendi-
zaje y el aprendizaje reflexivo.
• MSLQ de García y Pintrich (1996) tie-
ne 90 ítems y 12 factores, y está pen-
sado para alumnos de secundaria.
Los factores miden: la adquisición y
la repetición de la información, la or-
ganización, la elaboración, la
meta-cognición, el pensamiento crí-
tico, el manejo del contexto, la
orientación a la meta, la motivación
intrínseca, la auto-eficacia, la ansie-
dad y la capacidad de control.
Hay otras formas de diagnóstico,
como la entrevista personal y las tareas es-
pecíficas. Se necesita más tiempo para
aplicarlas, pero pueden llenar las lagunas
que dejan los instrumentos anteriormente
citados, que son más rápidos.
EL CUESTIONARIO CEA-R
Las cuatro escalas del cuestionario CEA-R se
corresponden con bastante exactitud con
el modelo de construcción del cono-
cimiento expuesto por Beltrán (1993),
aunque responden a una formulación más
reducida. El modelo de construcción del
conocimiento de Beltran comprende ori-
ginalmente siete grandes procesos: Me-
tacognición, sensibilización, atención, ad-
quisición, personalización, recuperación,
transfer y evaluación. Por razones prácti-
cas, estos siete procesos se han reorganiza-
do para dar lugar a los cuatro que final-
mente componen el cuestionario. El
proceso de adquisición se ha denominado
«elaboración» para destacar el peso que la
elaboración tiene en la adquisición y
la construcción del conocimiento, y se ha
incluido en ella el proceso «atencional»
ya presente en las estrategias de selec-
ción entendidas como atención selectiva.
66
Asimismo, están subsumidos en el proce-
so de personalización los procesos corres-
pondientes a la recuperación y el transfer
de conocimientos. Mientras que, por su
parte, el proceso de evaluación se conside-
ra incluido en la meta-cognición, que está
compuesta por la tríada formada por la
planificación, la regulación y la evalua-
ción.
El cuestionario está en consonancia
con las teorías más recientes acerca de la
inteligencia y, en especial, con la teoría
«triárquica» de Sternberg (1985), que
habla de tres clases de inteligencia: ana-
lítica, sintética o creativa, y aplicada. En
la inteligencia analítica, Sternberg dis-
tingue meta-componentes y componen-
tes. Los meta-componentes correspon-
den a nuestra escala de meta-cognición,
y destacan la autonomía o el autogobier-
no de la inteligencia en el campo de las
acciones y decisiones humanas. Los
componentes tienen que ver con la ad-
quisición de conocimientos y son tres: la
codificación selectiva, la combinación
selectiva y la comparación selectiva.
Constituyen los mecanismos funda-
mentales que emplea la mente humana
para la construcción del conocimiento
y, en nuestra escala de elaboración, co-
rresponden a lo que nosotros llamamos
selección, organización y elaboración.
En la inteligencia sintética o «experien-
cial», Sternberg destaca la habilidad del
insight —la capacidad de construir o ge-
nerar conocimientos novedosos, origi-
nales, creativos—, que corresponde a
nuestra tercera escala de personaliza-
ción. Por último, la inteligencia práctica
o contextual destaca la capacidad de
aplicar los conocimientos en contextos
nuevos y diferentes a los iniciales, aspec-
to ya incluido en la escala de personali-
zación. Así pues, una parte importante
de las tres inteligencias está considerada
en el presente cuestionario de estrategias
de aprendizaje, y no podía ser de otra
manera, ya que aprender no es otra cosa
que aplicar la inteligencia a los datos que
se obtienen de la realidad, sea ésta de na-
turaleza académica, personal o social.
El cuestionario sintoniza también con
los modelos de aprendizaje humano com-
plejo que describen el itinerario del pensa-
miento en el camino de transformación
de la información en conocimiento
(Weinstein, 2002; Beltrin, 1993, 1996).
Además, los esquemas clasificatorios de
Gagne (1985), Cook-Mayer (1983),
Thomas y Rhower (1986), Shuell (1988),
o Marzano (1991) siguen la misma ten-
dencia.
En la tabla I, se puede observar el
marco general del cuestionario. Éste abar-
ca cuatro escalas y ha sido construido si-
guiendo las orientaciones de numerosos
autores, entre los cuales cabe mencionar a
Thomas y Rhower (1986), Shuell (1988),
Sternberg (1985), Grigorenko y Stern-
berg (1997), Weinstein (2002), Weins-
tein y Mayer (1986), Weinstein, Zimmer-
man y Palmer (1988), Gargallo y Puig
(1997), Beltrán, (1993), Pérez, Bados y
Beltrán (1997), Segovia y Beltrán (1998)
y Vermunt (1999).
En las escalas, quedan reflejados los
cuatro grandes procesos del aprendizaje
humano complejo (Beltrán, 1993), que
constituyen la instancia que media entre
el input «instruccional» informativo del
profesor o del manual y la ejecución del
estudiante. Los procesos representan suce-
sos internos que han de tener lugar en la
cabeza del que aprende mientras aprende.
Implican, por eso mismo, una elabora-
ción de la información entrante, que se
realiza gracias a las diferentes estrategias
de aprendizaje utilizadas por el estudian-
te. En realidad, se trata de una verdadera
cadena de procesos cognitivos en la que
los diversos momentos del proceso están
relacionados íntimamente y de forma in-
teractiva, y sólo se pueden separar a efec-
tos de elaboración mental y de aplicación
«instruccional».
67
TABLA I
Las cuatro escalas del cuestionario y sus correspondientes sub-escalas
AUTONOMÍA
(estrategias metacognitivas)
METACOGNICIÓN
Planificación
Regulación/Evaluación
CAPACIDAD
(estrategias cognitivas)
ELABORACIÓN
Selección
Organización
Elaboración
ENSEÑANZA DE LAS ESTRATEGIAS
Una vez que la estrategia está ya identifi-
cada y elaborada, y se comprueba que el
estudiante necesita adquirir esa estrategia,
se puede comenzar la enseñanza propia-
mente dicha.
Algunos optimistas piensan que la
mejor forma de enseñar estrategias es esti-
mular a los estudiantes por medio de pre-
guntas inquietantes y provocadoras que
les inciten a poner en marcha las activida-
des características y esenciales del pensa-
miento, o facilitar la activación de esas
mismas actividades poniendo a los alum-
nos en condiciones de realizarlas en cone-
xión con las tareas escolares, ofreciendo,
por ejemplo, grupos de datos para que los
estudiantes avancen desde la mera consta-
tación hasta la selección, organización y
elaboración reflexiva de dichos datos, y
realicen de esta forma un verdadero pro-
cesamiento significativo.
VOLUNTAD
(estrategias de apoyo)
SENSIBILIZACIÓN
Motivación
Afectividad/control emocional
Actitudes
CAPACIDAD
(estrategias cognitivas)
PERSONALIZACIÓN
Creatividad
Pensamiento crítico
Recuperación
Transferencia
Pero esto es una utopía, ya que está
comprobado que los alumnos —al menos,
los de mediano y bajo rendimiento— no
ponen en marcha estas actividades por sí
mismos si no reciben una enseñanza ex-
presa acerca de todos los mecanismos
mentales que necesitan emplear. Con
todo, esta estimulación y facilitación «ins-
truccional» producirá mejores resultados
si va precedida de una instrucción explíci-
ta y bien planificada de esas actividades
mentales.
Aunque son muchas las maneras de
enseñar estrategias, es posible agruparlas
en tres grandes modalidades: la directiva,
la constructiva y la mixta. La enseñanza
directiva tiene como punto de partida la
presentación y la enseñanza directa del
profesor, que luego asegura la calidad es-
tratégica de los alumnos a través de la
practica grupal e independiente que reali-
za cada uno de ellos. Se insiste, de manera
especial, en la naturaleza, la estructura y el
68
ámbito de funcionamiento de la estrategia
con vistas a su posible transferencia. La
modalidad constructiva pretende lograr
que sea el estudiante el que, con la ayuda
del profesor, construya progresivamente
la estrategia. Se destaca, sobre todo, la idea
de descubrimiento. Por último, la modali-
dad mixta recoge los elementos tanto de la
modalidad directiva como de la construc-
tiva.
Con relación a la enseñanza de las es-
trategias se debate si es mejor incluir la en-
señanza de las estrategias en el currículo o
dejarla fuera de él. Hay divisiones entre
los investigadores porque existen ventajas
y desventajas en cualquiera de las dos op-
ciones. Sin embargo, en la actualidad, está
bastante extendida la creencia de que lo
ideal es combinar ambas posiciones, el
curso separado y la inclusión en el cu-
rrículo. Eso permite, por ejemplo, que el
profesor pueda observar la experiencia del
curso de estrategias y participar en ella,
para después introducir los conceptos cla-
ve del curso en su instrucción a lo largo
del día escolar.
Cuando las estrategias están incorpo-
radas en el currículo, el profesor de conte-
nido integra la enseñanza del contenido
con la enseñanza de las estrategias para así
facilitar el procesamiento de información.
Las ventajas que se obtienen al incorporar
las estrategias al currículo parecen hoy
mucho mayores que las que se logran me-
diante el entrenamiento fuera de él, ya
que la transferencia resulta, en este caso,
menos probable.
MODELO PRACTICO
DE ENSEÑANZA DE ESTRATEGIAS
El modelo de enseñanza de las estrategias
para la adquisición de conocimientos que
proponemos tiene en cuenta los criterios
que se han señalado anteriormente.
En primer lugar, se tienen en cuenta
los 4 pasos propuestos por la nueva teoría
de la psicología de la instrucción (Glaser,
1976; Glaser, 1992), y se indica que el
modelo «instruccional» debe comenzar
con un análisis de la competencia que
constituye la meta de la instrucción, y
debe seguir con el conocimiento del esta-
do inicial del sujeto o sujetos, las acciones
o intervenciones que van a permitir pasar
del estado inicial al que se ha establecido
como meta, y la evaluación del grado de
consecución de esa meta.
También se han tenido en cuenta los
principios de intervención educativa
(DcB). Estos principios insisten en que la
intervención debe partir del momento
evolutivo inicial del alumno, y señalan es-
pecíficamente el carácter «constructivista»
de esas intervenciones educativas, así
como el papel de mediadores que desem-
peñan todos los agentes educativos —pro-
fesor, estudiante y compañeros.
Los criterios del aprendizaje significa-
tivo están igualmente presentes cuando se
hace especial hincapié en que el aprendi-
zaje parta de las necesidades e intereses del
propio sujeto, se realice un tratamiento
integrado y cíclico de contenidos y habili-
dades, se utilicen textos reales, se efectúe
un aprendizaje activo, constructivo y au-
tónomo o se favorezca la mediación de los
compañeros dentro de la propia dinámica
de la enseñanza.
El modelo se hace eco, asimismo, de
las ideas extraídas de las investigaciones
que se está realizando en la actualidad, y
que permiten obtener un elevado nivel de
éxito en el aprendizaje, tal es el caso de,
entre otras, las que se derivan de: la taxo-
nomía de Bloom —análisis, síntesis y apli-
cación—, la zona de desarrollo actual y po-
tencial de Vygotsky —lo que el alumno
puede hacer solo y con ayuda del profe-
sor—, la enseñanza directa —los pasos obje-
tivamente eficaces en la presentación «ins-
truccional»—, el dominio del aprendizaje
—Mastery learning—, el modelado —que el
profesor realice fa tarea a la vista de los
alumnos—, la enseñanza recíproca —que
69
los alumnos enseñen la tarea modelada
por el profesor—, el enfoque «procedimen-
tal» —que exige que se pase por tres esta-
dios del aprendizaje: el cognitivo, el aso-
ciativo y el autónomo—, el aprendizaje
auto-regulado, etc.
Los puntos comunes en los que coin-
ciden directamente los diversos progra-
mas son estos: la descripción de la estrate-
gia, la descripción de las condiciones de
aplicación, el modelado, la práctica guia-
da grupal e individual, la práctica inde-
pendiente, el enriquecimiento, la genera-
lización y la evaluación. El formato
propuesto sería el que se puede encontrar
en la tabla II.
TABLA II
Secuencia del modelo
de instrucción de estrategias
Secuencia del modelo
de instrucción de estrategias
Introducción. Presentación
Enseñanza directa
Modelado
Práctica en grupo
Práctica independiente
Generalización. Transfer
Evaluación
INVESTIGACIÓN
SOBRE [AS ESTRATEGIAS
En una investigación reciente realizada por
Fernández, Beltrin y Martínez (2001a;
2001b) se aplicó un Programa de Entrena-
miento en Estrategias de aprendizaje elabo-
rado de acuerdo con el modelo teórico de
Belträn (1996, 1998, 1999). Se entrenó a
los estudiantes del área de ciencias sociales y
del área de ciencias naturales de primer cur-
so de educación secundaria obligatoria en
las estrategias de selección, organización y
elaboración. Los participantes fueron 331
alumnos/as de cuatro centros públicos de
Madrid.
Cada una de las estrategias y de las
técnicas se abordó desde el conocimiento
declarativo (qué), «procedimental»
(cómo) y condicional (cuándo) de acuer-
do con el modelo de Gagné (1985). Se es-
tablecieron, a partir de las estrategias de
procesamiento de la información —selec-
ción, organización y elaboración—, siete
niveles de tratamiento, según si éstas se
entrenan de forma individual (s, o, E), o se
combinan en grupos de dos (SO, SE, 0E) o
tres estrategias (soE). El enfoque de la in-
tervención fue mixto: se incluyeron ele-
mentos de instrucción directa y construc-
tiva. La investigación se realizó en dos
áreas curriculares, ciencias sociales y cien-
cias naturales, y se utilizaron como instru-
mentos de medida el LASSI y el Cuestiona-
rio de tareas estratégicas construido para
esta investigación.
Los resultados obtenidos en las dife-
rentes variables de estudio han reflejado
diferencias significativas entre los grupos
experimentales, aquellos que empleaban
estrategias de aprendizaje, y el grupo de
control. Además, los tratamientos combi-
nados obtuvieron puntuaciones superio-
res a los individuales.
Resultados semejantes a los de este es-
tudio pueden encontrarse en otras investi-
gaciones realizadas (Gagné, 1985;
N/IcCrindle y Christensen, 1995). Los da-
tos arrojados por el LASSI guardan una es-
trecha relación con los obtenidos en otras
investigaciones (Weinstein, 1988), aun-
que son más satisfactorios, ya que mien-
tras que en la investigación de Weinstein
sólo clos —actitud y control del tiempo— de
las 10 escalas de la prueba eran significati-
vas, en ésta se obtuvieron diferencias sig-
nificativas en tres de las cuatro escalas ana-
lizadas.
Además de los cuestionarios, se han
utilizado pruebas con tareas específica-
mente diseñadas para comprobar el domi-
nio de las estrategias correspondientes. La
70
prueba de tareas también ha sido conclu-
yente para cada uno de los tratamientos
experimentales —S (selección), O (organi-
zación) y E (elaboración)—, y ha permitido
discernir cuál es el más eficaz en función
de la técnica desarrollada. Cada estrategia
es condición previa para la adquisición de
la siguiente, por lo que, además, estas
pruebas podrían explicar por qué los tra-
tamientos que incorporan la elaboración y
la organización como estrategias son más
eficaces que aquellos en los que sólo inter-
viene la selección.
Además, en los resultados aprecia
una estrecha relación entre rendimiento
académico alto y estrategias de aprendi-
zaje en ambas áreas curriculares (ciencias
sociales y ciencias naturales), principal-
mente cuando las estrategias empleadas
son la elaboración y la organización. Los
resultados de esta investigación —que está
en la misma línea que los trabajos de
Pressley (1989a, 19896) y Zimmerman y
Shunck (1980)— arrojan algo de luz al de-
bate en torno a la conveniencia de incor-
porar las estrategias al currículo, lo que
permitiría resolver algunas de las cuestio-
nes planteadas por los docentes respecto
a la metodología, la eficacia en el apren-
dizaje y la dotación de herramientas ne-
cesarias para aprender a aprender y
aprender a pensar (Fernández, Martínez
y Beltrán, 2001)
Los resultados de este y otros estudios
permiten ofrecer algunas sugerencias para
la práctica educativa. En primer lugar, hay
que señalar que se obtienen mejores resul-
tados cuando la intervención o enseñanza
se realiza en el contexto de las actividades
del aula y no fuera de ellas, ya que se lo-
gran mejores resultados si se emplea el
método de inmersión que si se emplea el
de entrenamiento. En segundo lugar, las
estrategias insertadas en el contexto del
currículo funcionan mejor y, además, fa-
cilitan que los alumnos realicen una mejor
transferencia, ya que es importante que
puedan situar los conocimientos dentro
de un contexto. En tercer lugar, utilizar un
paquete de estrategias es mejor que utili-
zar sólo una o dos. En cuarto lugar, las es-
trategias de procesamiento o cognitivas
deben ir acompañadas de algunas estrate-
gias meta-cognitivas, y es especialmente
necesario que queden claras las condicio-
nes de su aplicación y transferencia, por-
que conviene saber por qué, cómo, cuán-
do, etc. utilizar una estrategia. Y, por
último, es 'posible que, al comienzo 'del
aprendizaje de las estrategias, los alumnos
no lo hagan bien o, incluso, que lo hagan
peor que antes debido a la necesidad de
acomodarse a las nuevas estrategias apren-
didas.
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Bloque 1.2

  • 1. e ESTRATEGIAS DE APRENDIZAJE JESÚS A. BELTRÄN LLERA (•) RESUMEN. Las estrategias de aprendizaje constituyen uno de los const ructos psi- cológicos que mayor aceptación ha tenido en las últimas décadas por parte de los ex- pertos. A pesar de los numerosos artículos que han aparecido en las revistas de mayor tirada, siguen latentes muchos de los interrogantes inicialmente planteados. El ar- tículo trata de responder a algunos de ellos, especialmente aquellos que hacen refe- rencia a la naturaleza, necesidad, diagnóstico y enseñanza de las estrategias. Asimis- mo, se hace énfasis en la contribución de las estrategias a la construcción del conocimiento y en la necesidad de crear en el alumno, junto a las estrategias o capaci- dades, las disposiciones positivas que potencien esa supuesta capacidad. El articulo termina revisando los resultados de la investigación sobre la eficacia de los programas de intervención estratégica. ABSTRACT. Learning strategies make up one of the most welcome (among ex- perts) psychological constructs of the last few decades. In spite of the many articles published in widely circulated magazines, many of the questions originally posed re- main unsolved. The article purports to answer some of these questions, especially those referring to the nature, necessity, diagnosis and teaching of strategies. lt also underscores the contribution of the strategies to knowledge-building and the need to creare in students, alongside the strategies or skills and positive dispositions boos- ring that alleged capacity. The article ends with a review of the outcome of research on the efficiency of strategic intervention programs. La cantidad de literatura científica so- bre estrategias que existe actualmente es casi abrumadora, tanto desde el punto de vista de la investigación (Beltrán, 1993, 1996, 1998, 2002; McKeachie y otros, 1985; Perkins, 1998; Fernández, Beltrán y Martínez, 2001), como desde el punto de vista de la intervención educativa (Ber- nad, 1990; Monereo, 1991; Gargallo, 1997). Sólo en la base de datos de ERIC aparecían, en la década pasada, 1.415 ar- tículos sobre las estrategias de aprendizaje y casi una docena de meta-análisis sobre los resultados obtenidos en las diferentes * Universidad Complutense de Madrid. Revista de Educación, núm. 332 (2003), pp. 55-73 55 Fecha de entrada: 25-07-2003 Fecha de aceptación: 24-09-2003
  • 2. intervenciones llevadas a cabo (Hattie, Biggs y Purdie, 1996). Pasados ya unos años desde la irrupción de las estrategias en el ámbito de la educación, puede ser útil hacer algunas reflexiones sobre ellas. En este caso, nuestra reflexión abarca 10 preguntas sobre cuestiones de tanto inte- rés como su naturaleza, necesidad, diag- nóstico, enseñanza e investigación. QUÉ SON LAS ESTRATEGIAS DE APRENDIZAJE? A pesar de la popularidad de la que go- zan hoy las estrategias de aprendizaje, los especialistas no han conseguido po- nerse de acuerdo sobre lo que entienden por estrategia, ni tampoco sobre cuales son los limites que la separan de otros constructos afines. Por eso, conviene cla- rificar algunos constructos que, por lo ge- neral, parecen bastante confusos. Con- cretamente, conviene distinguir entre procesos, estrategias y técnicas. El tér- mino proceso de aprendizaje se utiliza para significar la cadena general de ma- cro-actividades u operaciones mentales implicadas en el acto de aprender como, por ejemplo, la atención, la compren- sión, la adquisición, la reproducción o transfer, o cualquiera de ellas por separa- do. Estas actividades son hipotéticas, encubiertas, poco visibles y difícilmente manipulables. Por el contrario, las téc- nicas —por ejemplo, hacer un resumen o un esquema— son actividades fácilmente visibles, operativas y manipulables. Entre los procesos y las técnicas están las estrategias. Estas no son tan visibles como las técnicas ni tan encubiertas como los procesos. Así, por ejemplo, la organización de los datos informativos que el estudiante lleva a cabo para com- prender el significado que estos escon- den, no es tan visible como la técnica del resumen ni tan encubierta como el pro- ceso de la comprensión (Beltrán, 1993). Por otra parte, las estrategias no se pueden reducir a meras técnicas de estu- dio, como algunos, con poca fortuna, han intentado. Las estrategias tienen un carácter intencional e implican, por tan- to, un plan de acción, mientras que las técnicas son marcadamente mecánicas y rutinarias. Si el estudiante desea com- prender un mensaje a partir de unos da- tos informativos puede utilizar una estra- tegia de selección que le ayude a separar lo relevante de lo irrelevante —y para ello puede servirse de una técnica como el subrayado—, puede utilizar una estrategia de organización que ponga orden en los datos —y para ello puede servirse de una técnica como el mapa conceptual—, o puede utilizar una estrategia de elabora- ción que le permita comparar el conoci- miento nuevo con el conocimiento pre- vio —y para ello puede servirse de una técnica tan eficaz como la interrogación. El proceso de aprendizaje es el mismo en los tres casos, ya que en los tres se recurre a la comprensión significativa, que puede alcanzarse por medio de diferentes estra- tegias: la selección, la organización o la elaboración. Y cada una de estas estrate- gias puede utilizar también, a su vez, di- ferentes técnicas —el subrayado, el mapa conceptual, la interrogación...— Las es- trategias están, pues, al servicio de los procesos, y las técnicas al servicio de las estrategias (Beltrán, 1996). Las estrategias son algo así como las grandes herramientas del pensamiento, que sirven para potenciar y extender su ac- ción allá donde se emplea. De la misma manera que las herramientas físicas po- tencian de forma incalculable la acción fí- sica del hombre, las herramientas menta- les potencian la acción del pensamiento hasta límites increíbles, de ahí que algu- nos especialistas hayan llamado a las estra- tegias «inteligencia ampliada». Utilizando la metáfora del ordenador, podríamos decir que el sistema de proce- samiento humano esta formado por las 56
  • 3. diversas estructuras de adquisición, alma- cenamiento y reproducción de informa- ción que cada sujeto tiene. Esto constitui- ría la base del hardware. Se trata, por tanto, de algo ya dado, y difícilmente cambiable. Pero los datos informativos se pueden adquirir, almacenar y recuperar de muchas maneras en función del programa de estrategias que se utilice, es decir, en función del software. Y el software se puede cambiar, modificar o renovar según cuales sean los objetivos del procesador. Las es- trategias son, pues, el gran software educa- tivo. Las estrategias de aprendizaje están directamente relacionadas con la calidad del aprendizaje del estudiante, ya que per- miten identificar y diagnosticar las causas del bajo o alto rendimiento escolar. Es po- sible que dos sujetos que tienen el mismo potencial intelectual, el mismo sistema «instruccional» y el mismo grado de moti- vación utilicen estrategias de aprendizaje distintas, y, por tanto, alcancen niveles de rendimiento diferentes. La identificación de las estrategias utilizadas permitiría diagnosticar la causa de esas diferencias de rendimiento y mejorar el aprendizaje. En este sentido, las estrategias ofrecen a la educación un nuevo tipo de tecnología especialmente útil para la intervención educativa. Con las estrategias de aprendiza- je es posible diseñar, con grandes probabili- dades de éxito, la triple tarea con la que la acción educativa ha soñado siempre: preve- nir, identificando qué estrategias emplea- das por el estudiante son poco eficaces y cambiándolas por otras más eficaces; opti- mizar, potenciando las estrategias eficaces ya utilizadas por el estudiante; y recuperar, identificando las estrategias responsables del bajo rendimiento del estudiante o ayu- dándole a utilizarlas mejor si ha hecho un mal uso de ellas. Las estrateias son reglas que permiten tomar las decisiones adecuadas en relación con un proceso determinado en el mo- mento oportuno. Definidas de esta forma tan general, las estrategias pertenecen a esa clase de conocimiento llamado «procedi- mental» —conocimiento «cómo»—, que hace referencia a cómo se hacen las cosas —por ejemplo, cómo se hace un resumen—. De esa forma se distingue de otra clase de conocimiento, llamado declarativo —cono- cimiento «qué»— que hace referencia a lo que las cosas son —qué es un resumen—. Nos estamos refiriendo, por tanto, a las actividades u operaciones mentales que el estudiante puede llevar a cabo para facilitar y mejorar la realización de la tarea, cual- quiera que sea el ámbito o el contenido del aprendizaje. Las estrategias de aprendizaje, así entendidas, no son otra cosa que las operaciones que realiza el pensamiento cuando ha de enfrentarse a la tarea del aprendizaje. Podemos imaginarlas como las grandes herramientas del pensamiento puestas en marcha por el estudiante cuan- do éste tiene que comprender un texto, ad- quirir conocimientos o resolver problemas. Ahora bien, como el aprendizaje es, en rea- lidad, la huella del pensamiento, se podría afirmar que la calidad del aprendizaje pasa más por la calidad de las acciones del estu- diante que por la calidad de las actividades del profesor. Y es que si el estudiante, cual- quiera que sea la calidad de la instrucción, se limita a repetir o reproducir los conoci- mientos, el aprendizaje será meramente re- petitivo. Y si el estudiante selecciona, orga- niza y elabora los conocimientos —es decir, utiliza estrategias—, el aprendizaje deja de ser repetitivo para ser constructivo y signi- ficativo. Por último, las estrategias promueven un aprendizaje autónomo, independien- te, realizado de manera que las riendas y el control del aprendizaje vayan pasando de las manos del profesor a las de los alum- nos. Esto es especialmente provechoso cuando el estudiante es ya capaz de plani- ficar, regular y evaluar su propio aprendi- zaje, es decir, cuando posee y domina las estrategias de aprendizaje llamadas «meta- cognitivas». 57
  • 4. SON NECESARIAS LAS ESTRATEGIAS DE APRENDIZAJE? Cuando se empezó a hablar de las estrate- gias de aprendizaje, hace ya algunos años (McKeachie, 1985; Beltrán, 1993, 1995, 1996), nadie esperaba que iban a tener la trascendencia que han tenido, ni que su existencia fuera a extenderse tanto en el tiempo. La acogida que han tenido en congresos, conferencias, revistas, y demás escaparates académicos no parece sino el resultado de una campaña de marketing rigurosamente programada. Hoy día, si- guen siendo aún uno de los constructos es- trella en las revistas científicas de mayor prestigio. Han dado lugar a numerosos programas de intervención y, lo que es más importante, han ofrecido apoyo y co- bertura a gran parte de las ideas que han favorecido el cambio de paradigma educa- tivo. Sólo por esto, estaría justificado el amplio despliegue que se ha hecho de ellas en los diferentes campos de la investiga- ción psicopedagógica. Su papel como me- diadoras entre estímulo y respuesta, espe- cialmente en el campo de la educación, ha permitido abandonar viejos planteamien- tos mecanicistas, ensanchar los marcos teóricos explicativos de la ejecución hu- mana, abrir horizontes más prometedores en el campo de los procesos de enseñan- za-aprendizaje y elaborar programas de eficacia probada para mejorar el rendi- miento escolar. Como cualquier constructo psicológi- co, las estrategias de aprendizaje pueden ser objeto de critica y, ciertamente, las crí- ticas no han escaseado desde el momento mismo de su aparición. Pero no cabe duda de (que su influencia ha sido trascendental en los últimos años de la investigación psi- copedagógica por tres razones fundamen- tales, que afectan a la base, a la entraña misma de la conducta humana: querer, poder y decidir (Weinstein, 2002). Las tres instancias son fundamentales para realizar cualquier actividad en cualquier GRÁFICO 1 Instancias son fundamentales para realizar cualquier actividad Decidir (Toma de decisiones) Poder (Capacidad) dimensión de la conducta y más en el con- texto de la escuela. Si alguna de ellas falla, la conducta humana se resiente. Si, por el contrario, están presentes, la acción hu- mana tiene garantías suficientes para resis- tir cualquier embate, ya proceda éste de dentro o de fuera. Decía Ausubel (1968) que para aprender significativamente la primera condición necesaria es querer aprender de esta manera. Las estrategias de apoyo que favorecen la buena disposición del alum- no a aprender de manera significativa son una garantía de ese aprencizaje. Sin em- bargo, es aquí donde residen hoy muchos de los problemas que los profesores expe- rimentan en la escuela, porque, aunque es verdad que hay estudiantes bien predis- puestos para el estudiar, lamentablemen- te, son muchos los que no quieren apren- der. Esto no quiere decir que no estén motivados. Seguramente, lo que esto sig- nifica es que no quieren aprender lo que se les ofrece o del modo que se les ofrece. Es decir, tienen otras motivaciones diferentes a las de la escuela. El papel de las estrate- gias de aprendizaje es fortalecer la volun- tad de los que muestran una buena dis- posición y, sobre todo, devolver a los alumnos lo que por naturaleza siempre Querer (Voluntad) 58
  • 5. han tenido y les ha hecho perder la socie- dad en la que está viviendo: su deseo natu- ral de saber. Aristóteles decía en su Metafísica que todos los seres humanos desean, por naturaleza, saber. Si el deseo de saber es natural y no está presente o no es, al me- nos, visible en muchos de los alumnos, alguien tendría que explicar las razones de esta ausencia. Las estrategias de aprendizaje pueden favorecer la apari- ción y el fortalecimiento de ese apetito natural. Una estrategia de apoyo ampa- rada en la curiosidad, el desafío, la con- fianza, el auto-control o el disfrute del aprendizaje podría devolver lo que pare- ce ser un elemento constitutivo de nues- tra naturaleza. Las estrategias tienen que ver también con la capacidad. Es evidente que para aprender no basta con tener buena volun- tad, aunque esta es, como hemos visto, necesaria. Hace falta poder, es decir, capa- cidad. 1-jónde reside esa capacidad? La capacidad para aprender se basa funda- mentalmente en el despliegue de tres grandes habilidades estratégicas: la selec- ción, la organización y la elaboración de la información. Son esas habilidades, las es- trategias cognitivas, las que permiten transformar la información en conoci- miento. Sin ellas, la información carece de sentido y de valor. La importancia de estas estrategias se evidencia especialmente en estos momen- tos en los que, gracias a cambios muy pro- fundos, hemos pasado de una sociedad in- dustrial —cuyo recurso fundamental era la energía, que tuvo la virtud de ampliar y potenciar el cuerpo humano— a una socie- dad de la información —en la que el recur- so fundamental es la información, que es capaz de ampliar y potenciar la mente hu- mana. Pero la información no potenciará la mente humana si no es transformada en conocimiento. Por eso, los expertos le han dado a la sociedad actual un nombre mejor: la sociedad del conocimiento. El conocimiento es información más es- tructura, significado y dirección. Sin estructura y sentido, la información no vale para nada. Una montaña de números, datos o, incluso, hechos nada representa si no se extrae de ella algún significado. Y esa transformación sólo se puede hacer cuan- do se poseen y se activan las estrategias que permiten seleccionar la información, ordenarla, y, especialmente, elaborarla dentro del mundo de significados que cada uno tiene almacenado. Por otra parte, si consideramos la ter- cera instancia de la conducta humana, la decisión, se pone de manifiesto que para aprender es necesario querer, tener capaci- dad, pero, sobre todo, es necesario decidir. Aprender es tomar decisiones, y para deci- dir están las estrategias meta-cognitivas, que tienen como tarea planificar, contro- lar y evaluar. Los tres niveles de decisión acompañan todo aprendizaje, orientán- dolo, corrigiéndolo y evaluando sus resul- tados. En términos parecidos se expresan al- gunos autores cuando recomiendan tres tipos de intervención para mejorar las ha- bilidades de estudio (Hattie, Biggs y Pur- die, 1996). Estos autores hablan de tres clases de intervención: afectiva, focalizada en aspectos no cognitivos del aprendizaje, como la motivación o el auto-concepto; cognitiva, centrada en las estrategias de procesamiento de la información (resu- men, idea principal); y «metacognitiva», dirigida al aprendizaje auto-regulado (pla- nificación, control y evaluación). Las tres se corresponden literalmente con nuestra propuesta: querer, poder y decidir. Pero con esto no se termina el reper- torio de estrategias de aprendizaje. Es ver- dad que el conocimiento va está construi- do, pero ese conocimiento tiene que ser personalizado, aplicado y transferido. Es otro grupo de estrategias el que permite visualizar en el aprendizaje el perfil de cada estudiante que construye libre y per- sonalmente su conocimiento, y en él se 59
  • 6. incluyen la creatividad y el pensamiento crítico. Si nos asusta el pensamiento único o el pensamiento uniforme, las estrategias de aprendizaje pueden ayudarnos a for- mar estudiantes originales, críticos e inde- pendientes. Ademas, el conocimiento construido dentro de esas líneas creativas y críticamente riprosas tiene que ser apli- cado a áreas distintas a las originales. La segunda razón es que posibilitan la verdadera construcción del conoci- miento. Todo el mundo interpreta ya que el aprendizaje va más allá de la adquisi- ción de respuestas o del almacenamiento de información, para adherirse a la con- cepción moderna del aprendizaje como construcción del conocimiento. Pero po- cos dicen de manera concreta y específica en citié consiste esa construcción del co- nocimiento. La tercera razón tiene su origen en la solución que las estrategias ofrecen al debate educativo sobre el contenido del aprendizaje. El dilema que supone tener que optar entre contenidos o procesos todavía sigue latente en la comunidad educativa. Para salir al paso se dice que son necesarias ambas cosas, contenidos y procesos. Y es verdad. Pero luego no se sabe muy bien qué tipo de procesos hay que enseñar y aprender. Es el mismo di- lema que se plantea cuando se discute acerca de si son mas importantes los co- nocimientos declarativos o los « procedi- mentales». Ambos son necesarios, pero mientras que los conocimientos declara- tivos están definidos en el currículo, los «procedimentales» no lo están tanto o, incluso, no están definidos de ninguna manera. Pues bien, la estrategias repre- sentan las vertientes «procesual» y «pro- cedimental» que complementan a la ver- tiente declarativa del aprendizaje. El objetivo de la educación queda así clari- ficado desde la vertiente «procedimen- tal». Por último, hay evidentemente razo- nes externas a las mismas estrategias para justificar su necesidad y explicar su ines- perado éxito. Sin ánimo de agotar las posibles razones que explican este fenó- meno, podemos citar, entre las más im- portantes, las siguientes: el descenso del rendimiento en todos los niveles de ense- ñanza y, especialmente, en la universidad, el descenso de la población estudiantil y la consiguiente flexibilización de los siste- mas de acceso a los estudios universitarios, la falta de entrenamiento de las habilida- des de aprendizaje en los estudios de ense- ñanza primaria y secundaria, la compro- bación de que los estudiantes con éxito y los estudiantes con un bajo rendimiento emplean diferentes estrategias, al igual que ocurre en el caso de los expertos y los principiantes en distintas áreas. A este auge de las estrategias han contribuido, de manera indirecta, la constatación de la creciente complejidad de la sociedad mo- derna, el descenso del rendimiento en muchas de las áreas de los currículos esco- lares, y el apoyo popular a los plantea- mientos democráticos de la educación para todos (Beltrán, 1993). LAS ESTRATEGIAS DE APRENDIZAJE Y LA CONSTRUCCIÓN DEL CONOCIMIENTO Como decíamos anteriormente, las estra- tegias posibilitan, mejor que ninguna otra instancia, la construcción del conoci- miento. La teoría «constructivista» está hoy suficientemente asentada, si bien es susceptible de múltiples interpretaciones. Tres de estas interpretaciones han sido perfectamente asumidas e integradas por la comunidad educativa: la enclógena, la exógena y la dialéctica (Moshman, 1982). La enseñanza «constructivista» endógena se apoya sobre todo en lo dicho por Piaget y destaca más la exploración y el descu- brimiento por parte del niño que la ins- trucción directa del profesor. La enseñan- za «constructivista» exógena acentúa la 60
  • 7. enseñanza explícita por medio del mode- lado, de acuerdo con los principios del aprendizaje social (Bandura, 1986; Zim- merman y Shunk, 1989). El aprendizaje que resulta de este enfoque didáctico no es mecánico, sino que implica una compren- sión e interpretación personalizada por parte del estudiante. Los estudiantes descubren los conoci- mientos, sobre todo, mediante la observa- ción de modelos, y la imitación de lo que dicen y hacen esos modelos. Es un aprendi- zaje constructivo, personal, que se produce como consecuencia del modelado, y que puede desembocar en interpretaciones y comprensiones críticas, diferentes de las del modelo. La enseñanza «constructivista» dialéctica (Vygotsky, 1978) está a medio camino entre la endógena y la exógena. Su- ministra al alumno la ayuda estrictamente necesaria, pero no más, para que pueda construir sus conocimientos. La ayuda que se proporciona al alumno no es tan explíci- ta como recomiendan los partidarios del enfoque exógeno, ni tan escasa como de- fienden los partidarios del constructivismo endógeno. Si se les dan a los alumnos mu- chas explicaciones, se puede condicionar la construcción personal y favorecer una re- petición mecánica del conocimiento; si se les proporciona poca ayuda, pueden tardar mucho en descubrir el conocimiento o, in- cluso, no llegar a descubrirlo. En el fondo, las tres interpretaciones de la teoría «cons- tructivista» se complementan entre sí. La teoría, dentro de ciertos límites, está bastante clara. El problema viene cuando se trata de llevar a la práctica un aprendizaje constructivo significativo. En primer lugar, es necesario que los profeso- res cambien de actitud, y se centren más en el aprendizaje de sus alumnos. Esto exi- ge diseñar para aprender más que para en- señar, ya que de manera inconsciente, los profesores tienden a actuar en el aula de acuerdo con la experiencia que tienen del aprendizaje y la enseñanza que ellos cono- cieron cuando eran alumnos. En segundo lugar, la preparación de las clases requiere algo más que refrescar los conocimientos. Cuando hay que transmitir, basta posible- mente con tener a punto los conocimien- tos y utilizar un método didáctico eficaz para que los alumnos puedan asimilarlos adecuadamente. Pero, cuando se trata de ayudar a los alumnos a construir los cono- cimientos, las cosas cambian sustancial- mente. Y es entonces cuando surgen inte- rrogantes por todas partes, ya que el enfoque «constructivista» implica un deli- cado juego de equilibrios, puesto que es necesario que se respete el protagonismo del alumno y, a la vez, se garantice un ni- vel aceptable de rendimiento de acuerdo con el contexto social y cultural en el que se vive. A la hora de la verdad, que es la hora de la práctica, tenemos que confesar que si aceptamos la idea de que el conocimiento es un proceso de construcción de significa- do, más que la memorización de un cuerpo de hechos más o menos representativos, nuestra estrategia de enseñanza tiene que ser rediseñada para que podamos ser conse- cuentes con ese nuevo modelo. En este sen- tido, resulta evidente que, en lugar de pla- nificar para enseriar una lección de forma magistral o expositiva, debemos planificar las actividades de aprendizaje que van a realizar nuestros estudiantes. Si creemos que aprender es un proceso que consiste en cambiar lo que se sabe construyendo patro- nes de acción para resolver problemas sig- nificativos, el profesor debe centrarse en organizar el aprendizaje del estudiante más que en planificar su propio discurso. Con- fiando en que los estudiantes puedan cons- truir su propio significado, los profesores alcanzan un sentido más claro de lo que la palabra educación (edúcere) significa, es de- cir, de que su trabajo consiste en sacar más que en meter. Día a día, los profesores han tratado de encarnar estas ideas, que suponen un vuelco en la práctica educativa. Están con- vencidos de que no es lo mismo diseñar 61
  • 8. para transmitir conocimientos a los alum- nos, que diseñar para que los alumnos pue- dan construirlos. Yen ese empeño ha con- vertido en un compromiso vital. Han perdido una falsa imagen de protagonis- mo, pero han ganado ilusión. Han dejado de escucharse a sf mismos, pero ahora escu- chan a sus alumnos. Han tenido que pen- sar de forma creativa y arriesgada, pero han conseguido que sus estudiantes hagan lo mismo. Han conseguido que sus alumnos aprendan y disfruten aprendiendo, y ade- más se han visto reconfortados al compro- bar que ellos también aprenden, y se per- feccionan humana y profesionalmente. Pero, cómo diseñar un ambiente educativo en el que puedan ponerse a prueba estas ideas? Cuáles son las claves para el éxito de este nuevo modelo de en- señanza? Cómo definir el papel y las ta- reas del alumno y del profesor? La construcción del conocimiento es una metáfora que utilizamos para expresar una realidad tan compleja como la del aprendizaje significativo, que permite que el alumno deje a un lado la metáfora del aprendizaje memorístico, puramente pa- sivo y acumulativo, y participe activamen- te mediante la elaboración de su propia interpretación de la realidad. Esa realidad tan compleja tiene muchas perspectivas, y falsearíamos su imagen si la contemplára- mos sólo desde una de ellas. La construc- ción del conocimiento no es algo instantá- neo, inmediato, sino, más bien, un proceso del que forman parte muchos y muy diferentes elementos. Podemos ver este proceso de cons- trucción, al menos, desde cuatro puntos de vista diferentes: contextual, compren- sivo, «disposicional» y estratégico (Belträn y Vega, 2003). En primer lugar, podemos verlo desde el punto de vista del que lo tie- ne que diseñar, el profesor, que ha de defi- nir y adaptar los elementos esenciales que lo favorecen y lo hacen posible, como las ideas previas, las preguntas, las tareas esco- lares, o el trabajo cooperativo. Esta es una perspectiva contextual, porque hace refe- rencia a los elementos del contexto educativo que contribuyen a la construc- ción del conocimiento. En segundo lugar, en el proceso de construcción del conocimiento, hay que tener en cuenta los efectos que tiene en el sujeto que construye ese conocimiento. Es decir, hay tomar en consideración la com- prensión del conocimiento que el alumno tiene como consecuencia de esa construc- ción y cómo se puede favorecer desde la enseñanza dicha comprensión. Cuando alguien aprende y comprende, puede ha- cer algo con ese conocimiento: explicarlo, justificarlo y aplicarlo (Perkins). La cons- trucción del conocimiento pone en sus manos una capacidad que antes no tenía. Esta es la perspectiva comprensiva. En tercer lugar, el proceso de cons- trucción del conocimiento puede consi- derarse desde la vertiente de las disposi- ciones. Todas los planteamientos anteriores serían imposibles sin la disposi- ción del sujeto para, en lugar de repetir o reproducir la información que tiene de- lante, construirla. El construir implica es- fuerzo, autonomía y una buena capacidad para asumir los riesgos de esa construc- ción o interpretación personal de la reali- dad. Esta es la perspectiva “disposicional». Por último, el proceso de construcción del conocimiento puede verse también desde la perspectiva de las herramientas que se emplean para realizar esa construc- ción. Nos estamos refiriendo a las estrate- gias o herramientas mentales que permiten transformar la información en conoci- miento y construirlo significativamente: seleccionar, organizar y elaborar los datos informativos para extraer de ellos algún significado. Esta es la perspectiva estratégi- ca, que ofrece a los estudiantes herramien- tas eficaces para la construcción del conoci- miento que permiten hacer operativa la actividad educadora. El gráfico II revela cual es el papel de las tres estrategias en la construcción del conocimiento. 62
  • 9. Selección Organización MEMORIA A CORTO PLAZO O DE TRABAJO REGISTRO SENSORIAL GRÁFICO II Función de las estrategias en la construcción del conocimiento Elaboración MEMORIA A LARGO PLAZO LAS ESTRATEGIAS DE APRENDIZAJE Y LA INTELIGENCIA Las estrategias de aprendizaje están estre- chamente relacionadas con la inteligen- cia. Las investigaciones más recientes han demostrado que la inteligencia no es una, sino múltiple. Este es el caso, por ejem- plo, de los estudios de Sternberg (1993) y su teoría triádica, que hacen referencia a tres clases de inteligencia —«componen- cial», «experiencial» y práctica. Por su parte, Gardner (1983) habla de inteli- gencias múltiples. Ambas teorías, por re- ferirnos a las dos más recientes, tienen importantes consecuencias para la clarifi- cación conceptual de las estrategias y, por consiguiente, para las posibles interven- ciones en contextos educativos tanto for- males, como informales. Estas investigaciones también han puesto de manifiesto que la inteligencia no es una entidad fija, sino modificable, como han demostrado los ya numerosos programas de intervención en sujetos con necesidades educativas especiales. Y si la inteligencia es susceptible de modifica- ción y mejora, se abren nuevas vías para la mejora y el cambio educativo. Además, el enfoque actual no identifica inteligencia tanto con conocimientos (inteligencia = cantidad de conocimientos) o con capaci- dad potencial (inteligencia = potencial neurológico), como con el repertorio de habilidades que permiten actuar inteli- gentemente. De esta forma, la inteligencia no es tanto una entidad como un conjun- to de habilidades; es más bien un sistema abierto y, como todos los sistemas, puede mejorar cuando mejora cualquiera de los subsistemas de que consta. Desde el punto de vista educativo, este nuevo enfoque permite cambiar los objetivos de la educación y destacar, más que la comprobación de la capacidad potencial de los alumnos, el diseño de programas «instruccionales» que les per- mitan desarrollar al máximo sus habili- dades o estrategias intelectuales, inde- pendientemente de cual sea su potencial inicial. Este cambio de enfoque permite pasar de una consideración «entitativa» de la inteligencia a una consideración «estratégica». El apoyo científico a las posibilidades de mejora de la conducta inteligente a través del incremento de las habilidades o estrategias de la in teli- encia es una de las principales razones e que se produzca el movimiento estra- tégico. Es la diferencia que hay entre 63
  • 10. considerar la inteligencia como una en- tidad o como un conjunto de conoci- mientos —que ha sido lo habitual en la tradición educativa—, y considerarla como un conjunto de estrategias que se pueden enseñar y cambiar (Perkins, 1987). La coincidencia entre inteligencia y estrategias de aprendizaje es tal que los tres componentes que Sternberg (1985) atri- buye a la inteligencia «componencial» o analítica —y que llama codificación selecti- va, combinación selectiva y comparación selectiva— equivalen prácticamente a las estrategias de sensibilización —selección, organización y elaboración. Son, pues, las tres grandes habilidades de la inteligencia las que permiten analizar la realidad selec- cionando, organizando y elaborando la información. ESTRATEGIAS Y AUTONOMÍA No basta con poseer un buen repertorio de estrategias cognitivas, hay que tener en cuenta las estrategias «metacognitivas». Es evidente que el estudiante debe tener con- ciencia y control de sus propios procesos estratégicos y «disposicionales», es decir, debe tener un enfoque «metacognitivo». El enfoque «metacognitivo» tiene en cuenta que el estudiante, para llegar a ser un sujeto independiente y autónomo, ha de poseer un conocimiento previo de sus propios procesos cognitivos y un control efectivo de los mismos, que le permita ac- tuar en función de los objetivos previa- mente formulados. Cuando un sujeto co- noce los procesos fundamentales que tiene que activar a lo largo del aprendizaje y tiene los mecanismos de control adecuados para regularlos, se puede considerar que es autó- nomo e independiente, y que tiene el con- trol del aprendizaje en sus manos. Como ha señalado McCombs (1993), la intervención educativa debe fa- vorecer que el estudiante tome conciencia de su yo como agencia central responsable de las representaciones y visiones de la rea- lidad, tanto personal y como ajena, que ha alcanzado en el pasado, y alcanzará en el futuro. La acentuación de la reflexión acerca de los procesos meta-cognitivos permitirá al estudiante aumentar progre- sivamente el control sobre su propio aprendizaje y romper las ataduras de de- pendencia que, al principio, ha tenido que establecer. Todos los demás objetivos son instrumentos o medios con los que se pre- tende lograr la autonomía del estudiante. Por otra parte, la vivencia de esta autono- mía es auto-motivadora y contribuye efi- cazmente a la mejora de los aprendizajes en cualquiera de las áreas del currículo. Esto es lo que, hoy día, se denomina aprendizaje auto-regulado. ESTRATEGIAS Y DISPOSICIONES Aunque las estrategias constituyen en es- tos momentos la mejor unidad de análisis de las investigaciones y los programas de intervención educativa, sería un error pensar que la consideración estratégica es la única perspectiva posible tanto en el área de la intervención, como en la de la investigación educativa. Además de las es- trategias o de las habilidades, hay otras va- riables que influyen en el proceso de inter- vención y aprendizaje. No es, pues, de extrañar que muchos especialistas hayan dado la voz de alarma y traten de comple- tar el ámbito de la intervención conside- rando otras variables de tipo «disposicio- nal» que contribuyen de forma indirecta a la mejora del rendimiento y el desarrollo personal del sujeto. Perkins (1993) ilustra este enfoque «disposicional» cuando hablar de la creati- vidad, y señala que se han ensalzado las habilidades creativas hasta el punto de ha- cer que éstas capitalicen en exclusiva la atención de educadores y especialistas y que ha llegado la hora de poner las cosas 64
  • 11. en su sitio y darle a cada variable el puesto que le corresponde, situando las estrate- gias al mismo nivel que la inclinación y la sensibilidad. En el mismo sentido podría interpre- tarse el trabajo de Bereiter y Scardamalia (1993) sobre la composición escrita que, después de centrarse en un principio en la enseñanza de las estrategias, dada la difi- cultad que ésta plantea y los resultados poco favorables que se obtienen mediante la misma, ensayan un segundo enfoque que concede más importancia a la pre-es- critura y los factores «motivacionales», que favorecen que el alumno se sienta im- plicado en una auto-expresión íntima y personal. Finalmente, Bereiter y Scarda- malia desarrollan un tercer enfoque, en el que, con la creación de un entorno o co- munidad de aprendizaje, se pretende, más que lograr una escritura formal, represen- tar, comunicar y construir significado. A la vista de estos datos, a lo mejor re- sulta de interés examinar los resultados de algunos programas de intervención en otras áreas para ver si el bajo nivel de éxito pudiera tener su explicación en el olvido de enfoques «disposicionales» comple- mentarios del enfoque estratégico utiliza- do. Este es el caso del brillante estudio de Sternberg (1993) sobre la posibilidad de modificar el contexto escolar. ESTRATEGIAS Y CONTEXTO La intervención no puede quedar circuns- crita al ámbito de la interacción estudian- te-profesor, sino que debe tener en cuenta el entorno o contexto de la situación de aprendizaje. Esto es lo que sostiene la ma- yor parte de los especialistas, por ejemplo, Bereiter y Scardamalia cuando plantean el tercer enfoque sobre la composición escri- ta, Preseisen cuando se refiere a los sistemas de aprendizaje cooperativo, McCombs cuando presenta el modelo de potencia- ción recíproca donde la intervención se realiza sobre los alumnos y los profesores, Sternber cuando señala la necesidad de evaluar la posibilidad de modificar el con- texto antes de iniciar la modificación del sujeto, y Lipman cuando habla de una co- munidad de pensamiento correcto. De esta forma, el marco de interven- ción se ha ampliado y ha ido mas allá de los limites personales del estudiante y del profesor para abarcar el entorno que, de alguna manera, condiciona y hasta deter- mina el signo y la intensidad de la inter- vención educativa. DIAGNÓSTICO. CI:)M0 SE MIDEN? DIAGNÓSTICO DE LAS ESTRATEGIAS Antes de enseñar una estrategia a un estu- diante y, con más razón, antes de imple- mentar un programa completo de estrate- gias, es preciso averiguar el conocimiento que ese estudiante tiene de las estrategias y la práctica que tiene en su empleo. Se tra- ta, evidentemente, de hacer un diagnósti- co del equipamiento estratégico de una persona en relación con el aprendizaje. Una forma de averiguar el grado de cono- cimiento y de dominio de las estrategias de un sujeto es observar cómo enfoca sus tareas escolares. Esta observación se puede realizar en el aula, mientras el estudiante hace sus tareas, o, cuando ya las ha termi- nado, comprobando los mecanismos mentales implicados en cada una de las ta- reas realizadas. Los resultados de la obser- vación se pueden contrastar e, incluso, complementar con una entrevista perso- nal con el estudiante —estructurada o semi-estructurada— o, también, con un protocolo o informe verbal del estudiante en el que éste explique lo que hace mien- tras lo está haciendo. Una forma rápida de diagnosticar las estrategias de aprendizaje es utilizar algunos de los cuestionarios existentes, cuya ventaja es que permiten obtener 65
  • 12. rápidamente un perfil de cada uno de los alumnos y compararlo con el de otros, independientemente, incluso, de que pertenezcan a culturas diferentes. INSTRUMENTOS DE MEDIDA Los instrumentos más utilizados actual- mente son los siguientes: • LASS1 de Weinstein, Zimmerman y Palmer (1988) tiene 77 ítems y 10 escalas. Las escalas miden las actitu- des, la motivación, el control del tiempo, la ansiedad, la concentra- ción, el procesamiento de la infor- mación, la idea principal, las ayudas para el estudio, la auto-evaluación y las habilidades de aprendizaje. Se emplea con sujetos cuya edad está comprendida entre los 12 y los 16 años. • ACRA de Román y Gallego (1995) consta de 119 ítems y 4 escalas, y se utiliza con alumnos de entre 12 y 16 años. Las escalas miden: la ad- quisición de información, la codi- ficación de la información, la recu- peración de la información y el apoyo al procesamiento. • CEA-R de Belträn, Pérez y Ortega (1998) tiene 90 ítems y 4 escalas, y se emplea con alumnos de 12 a 16 años. Las sub-escalas miden: la moti- vación, las actitudes, el control emo- cional, la selección, la organización, la elaboración, el pensamiento críti- co, el pensamiento creativo, la recu- peración, la transferencia, la planifi- cación y la regulación/evaluación. • IDEA de Vizcarro y otros (1996) cons- ta de 153 Ítems y 14 factores, y pue- de emplearse en secundaria y bachi- llerato. Los factores miden: la atención, el establecimiento de co- nexiones, la representación del cono- cimiento, la expresión oral y escrita, la actitud asertiva con el profesor, la motivación, la percepción del con- trol, el aprendizaje repetitivo, los exámenes, el diseño de tareas, la meta-cognición, la búsqueda adicio- nal, las condiciones para el aprendi- zaje y el aprendizaje reflexivo. • MSLQ de García y Pintrich (1996) tie- ne 90 ítems y 12 factores, y está pen- sado para alumnos de secundaria. Los factores miden: la adquisición y la repetición de la información, la or- ganización, la elaboración, la meta-cognición, el pensamiento crí- tico, el manejo del contexto, la orientación a la meta, la motivación intrínseca, la auto-eficacia, la ansie- dad y la capacidad de control. Hay otras formas de diagnóstico, como la entrevista personal y las tareas es- pecíficas. Se necesita más tiempo para aplicarlas, pero pueden llenar las lagunas que dejan los instrumentos anteriormente citados, que son más rápidos. EL CUESTIONARIO CEA-R Las cuatro escalas del cuestionario CEA-R se corresponden con bastante exactitud con el modelo de construcción del cono- cimiento expuesto por Beltrán (1993), aunque responden a una formulación más reducida. El modelo de construcción del conocimiento de Beltran comprende ori- ginalmente siete grandes procesos: Me- tacognición, sensibilización, atención, ad- quisición, personalización, recuperación, transfer y evaluación. Por razones prácti- cas, estos siete procesos se han reorganiza- do para dar lugar a los cuatro que final- mente componen el cuestionario. El proceso de adquisición se ha denominado «elaboración» para destacar el peso que la elaboración tiene en la adquisición y la construcción del conocimiento, y se ha incluido en ella el proceso «atencional» ya presente en las estrategias de selec- ción entendidas como atención selectiva. 66
  • 13. Asimismo, están subsumidos en el proce- so de personalización los procesos corres- pondientes a la recuperación y el transfer de conocimientos. Mientras que, por su parte, el proceso de evaluación se conside- ra incluido en la meta-cognición, que está compuesta por la tríada formada por la planificación, la regulación y la evalua- ción. El cuestionario está en consonancia con las teorías más recientes acerca de la inteligencia y, en especial, con la teoría «triárquica» de Sternberg (1985), que habla de tres clases de inteligencia: ana- lítica, sintética o creativa, y aplicada. En la inteligencia analítica, Sternberg dis- tingue meta-componentes y componen- tes. Los meta-componentes correspon- den a nuestra escala de meta-cognición, y destacan la autonomía o el autogobier- no de la inteligencia en el campo de las acciones y decisiones humanas. Los componentes tienen que ver con la ad- quisición de conocimientos y son tres: la codificación selectiva, la combinación selectiva y la comparación selectiva. Constituyen los mecanismos funda- mentales que emplea la mente humana para la construcción del conocimiento y, en nuestra escala de elaboración, co- rresponden a lo que nosotros llamamos selección, organización y elaboración. En la inteligencia sintética o «experien- cial», Sternberg destaca la habilidad del insight —la capacidad de construir o ge- nerar conocimientos novedosos, origi- nales, creativos—, que corresponde a nuestra tercera escala de personaliza- ción. Por último, la inteligencia práctica o contextual destaca la capacidad de aplicar los conocimientos en contextos nuevos y diferentes a los iniciales, aspec- to ya incluido en la escala de personali- zación. Así pues, una parte importante de las tres inteligencias está considerada en el presente cuestionario de estrategias de aprendizaje, y no podía ser de otra manera, ya que aprender no es otra cosa que aplicar la inteligencia a los datos que se obtienen de la realidad, sea ésta de na- turaleza académica, personal o social. El cuestionario sintoniza también con los modelos de aprendizaje humano com- plejo que describen el itinerario del pensa- miento en el camino de transformación de la información en conocimiento (Weinstein, 2002; Beltrin, 1993, 1996). Además, los esquemas clasificatorios de Gagne (1985), Cook-Mayer (1983), Thomas y Rhower (1986), Shuell (1988), o Marzano (1991) siguen la misma ten- dencia. En la tabla I, se puede observar el marco general del cuestionario. Éste abar- ca cuatro escalas y ha sido construido si- guiendo las orientaciones de numerosos autores, entre los cuales cabe mencionar a Thomas y Rhower (1986), Shuell (1988), Sternberg (1985), Grigorenko y Stern- berg (1997), Weinstein (2002), Weins- tein y Mayer (1986), Weinstein, Zimmer- man y Palmer (1988), Gargallo y Puig (1997), Beltrán, (1993), Pérez, Bados y Beltrán (1997), Segovia y Beltrán (1998) y Vermunt (1999). En las escalas, quedan reflejados los cuatro grandes procesos del aprendizaje humano complejo (Beltrán, 1993), que constituyen la instancia que media entre el input «instruccional» informativo del profesor o del manual y la ejecución del estudiante. Los procesos representan suce- sos internos que han de tener lugar en la cabeza del que aprende mientras aprende. Implican, por eso mismo, una elabora- ción de la información entrante, que se realiza gracias a las diferentes estrategias de aprendizaje utilizadas por el estudian- te. En realidad, se trata de una verdadera cadena de procesos cognitivos en la que los diversos momentos del proceso están relacionados íntimamente y de forma in- teractiva, y sólo se pueden separar a efec- tos de elaboración mental y de aplicación «instruccional». 67
  • 14. TABLA I Las cuatro escalas del cuestionario y sus correspondientes sub-escalas AUTONOMÍA (estrategias metacognitivas) METACOGNICIÓN Planificación Regulación/Evaluación CAPACIDAD (estrategias cognitivas) ELABORACIÓN Selección Organización Elaboración ENSEÑANZA DE LAS ESTRATEGIAS Una vez que la estrategia está ya identifi- cada y elaborada, y se comprueba que el estudiante necesita adquirir esa estrategia, se puede comenzar la enseñanza propia- mente dicha. Algunos optimistas piensan que la mejor forma de enseñar estrategias es esti- mular a los estudiantes por medio de pre- guntas inquietantes y provocadoras que les inciten a poner en marcha las activida- des características y esenciales del pensa- miento, o facilitar la activación de esas mismas actividades poniendo a los alum- nos en condiciones de realizarlas en cone- xión con las tareas escolares, ofreciendo, por ejemplo, grupos de datos para que los estudiantes avancen desde la mera consta- tación hasta la selección, organización y elaboración reflexiva de dichos datos, y realicen de esta forma un verdadero pro- cesamiento significativo. VOLUNTAD (estrategias de apoyo) SENSIBILIZACIÓN Motivación Afectividad/control emocional Actitudes CAPACIDAD (estrategias cognitivas) PERSONALIZACIÓN Creatividad Pensamiento crítico Recuperación Transferencia Pero esto es una utopía, ya que está comprobado que los alumnos —al menos, los de mediano y bajo rendimiento— no ponen en marcha estas actividades por sí mismos si no reciben una enseñanza ex- presa acerca de todos los mecanismos mentales que necesitan emplear. Con todo, esta estimulación y facilitación «ins- truccional» producirá mejores resultados si va precedida de una instrucción explíci- ta y bien planificada de esas actividades mentales. Aunque son muchas las maneras de enseñar estrategias, es posible agruparlas en tres grandes modalidades: la directiva, la constructiva y la mixta. La enseñanza directiva tiene como punto de partida la presentación y la enseñanza directa del profesor, que luego asegura la calidad es- tratégica de los alumnos a través de la practica grupal e independiente que reali- za cada uno de ellos. Se insiste, de manera especial, en la naturaleza, la estructura y el 68
  • 15. ámbito de funcionamiento de la estrategia con vistas a su posible transferencia. La modalidad constructiva pretende lograr que sea el estudiante el que, con la ayuda del profesor, construya progresivamente la estrategia. Se destaca, sobre todo, la idea de descubrimiento. Por último, la modali- dad mixta recoge los elementos tanto de la modalidad directiva como de la construc- tiva. Con relación a la enseñanza de las es- trategias se debate si es mejor incluir la en- señanza de las estrategias en el currículo o dejarla fuera de él. Hay divisiones entre los investigadores porque existen ventajas y desventajas en cualquiera de las dos op- ciones. Sin embargo, en la actualidad, está bastante extendida la creencia de que lo ideal es combinar ambas posiciones, el curso separado y la inclusión en el cu- rrículo. Eso permite, por ejemplo, que el profesor pueda observar la experiencia del curso de estrategias y participar en ella, para después introducir los conceptos cla- ve del curso en su instrucción a lo largo del día escolar. Cuando las estrategias están incorpo- radas en el currículo, el profesor de conte- nido integra la enseñanza del contenido con la enseñanza de las estrategias para así facilitar el procesamiento de información. Las ventajas que se obtienen al incorporar las estrategias al currículo parecen hoy mucho mayores que las que se logran me- diante el entrenamiento fuera de él, ya que la transferencia resulta, en este caso, menos probable. MODELO PRACTICO DE ENSEÑANZA DE ESTRATEGIAS El modelo de enseñanza de las estrategias para la adquisición de conocimientos que proponemos tiene en cuenta los criterios que se han señalado anteriormente. En primer lugar, se tienen en cuenta los 4 pasos propuestos por la nueva teoría de la psicología de la instrucción (Glaser, 1976; Glaser, 1992), y se indica que el modelo «instruccional» debe comenzar con un análisis de la competencia que constituye la meta de la instrucción, y debe seguir con el conocimiento del esta- do inicial del sujeto o sujetos, las acciones o intervenciones que van a permitir pasar del estado inicial al que se ha establecido como meta, y la evaluación del grado de consecución de esa meta. También se han tenido en cuenta los principios de intervención educativa (DcB). Estos principios insisten en que la intervención debe partir del momento evolutivo inicial del alumno, y señalan es- pecíficamente el carácter «constructivista» de esas intervenciones educativas, así como el papel de mediadores que desem- peñan todos los agentes educativos —pro- fesor, estudiante y compañeros. Los criterios del aprendizaje significa- tivo están igualmente presentes cuando se hace especial hincapié en que el aprendi- zaje parta de las necesidades e intereses del propio sujeto, se realice un tratamiento integrado y cíclico de contenidos y habili- dades, se utilicen textos reales, se efectúe un aprendizaje activo, constructivo y au- tónomo o se favorezca la mediación de los compañeros dentro de la propia dinámica de la enseñanza. El modelo se hace eco, asimismo, de las ideas extraídas de las investigaciones que se está realizando en la actualidad, y que permiten obtener un elevado nivel de éxito en el aprendizaje, tal es el caso de, entre otras, las que se derivan de: la taxo- nomía de Bloom —análisis, síntesis y apli- cación—, la zona de desarrollo actual y po- tencial de Vygotsky —lo que el alumno puede hacer solo y con ayuda del profe- sor—, la enseñanza directa —los pasos obje- tivamente eficaces en la presentación «ins- truccional»—, el dominio del aprendizaje —Mastery learning—, el modelado —que el profesor realice fa tarea a la vista de los alumnos—, la enseñanza recíproca —que 69
  • 16. los alumnos enseñen la tarea modelada por el profesor—, el enfoque «procedimen- tal» —que exige que se pase por tres esta- dios del aprendizaje: el cognitivo, el aso- ciativo y el autónomo—, el aprendizaje auto-regulado, etc. Los puntos comunes en los que coin- ciden directamente los diversos progra- mas son estos: la descripción de la estrate- gia, la descripción de las condiciones de aplicación, el modelado, la práctica guia- da grupal e individual, la práctica inde- pendiente, el enriquecimiento, la genera- lización y la evaluación. El formato propuesto sería el que se puede encontrar en la tabla II. TABLA II Secuencia del modelo de instrucción de estrategias Secuencia del modelo de instrucción de estrategias Introducción. Presentación Enseñanza directa Modelado Práctica en grupo Práctica independiente Generalización. Transfer Evaluación INVESTIGACIÓN SOBRE [AS ESTRATEGIAS En una investigación reciente realizada por Fernández, Beltrin y Martínez (2001a; 2001b) se aplicó un Programa de Entrena- miento en Estrategias de aprendizaje elabo- rado de acuerdo con el modelo teórico de Belträn (1996, 1998, 1999). Se entrenó a los estudiantes del área de ciencias sociales y del área de ciencias naturales de primer cur- so de educación secundaria obligatoria en las estrategias de selección, organización y elaboración. Los participantes fueron 331 alumnos/as de cuatro centros públicos de Madrid. Cada una de las estrategias y de las técnicas se abordó desde el conocimiento declarativo (qué), «procedimental» (cómo) y condicional (cuándo) de acuer- do con el modelo de Gagné (1985). Se es- tablecieron, a partir de las estrategias de procesamiento de la información —selec- ción, organización y elaboración—, siete niveles de tratamiento, según si éstas se entrenan de forma individual (s, o, E), o se combinan en grupos de dos (SO, SE, 0E) o tres estrategias (soE). El enfoque de la in- tervención fue mixto: se incluyeron ele- mentos de instrucción directa y construc- tiva. La investigación se realizó en dos áreas curriculares, ciencias sociales y cien- cias naturales, y se utilizaron como instru- mentos de medida el LASSI y el Cuestiona- rio de tareas estratégicas construido para esta investigación. Los resultados obtenidos en las dife- rentes variables de estudio han reflejado diferencias significativas entre los grupos experimentales, aquellos que empleaban estrategias de aprendizaje, y el grupo de control. Además, los tratamientos combi- nados obtuvieron puntuaciones superio- res a los individuales. Resultados semejantes a los de este es- tudio pueden encontrarse en otras investi- gaciones realizadas (Gagné, 1985; N/IcCrindle y Christensen, 1995). Los da- tos arrojados por el LASSI guardan una es- trecha relación con los obtenidos en otras investigaciones (Weinstein, 1988), aun- que son más satisfactorios, ya que mien- tras que en la investigación de Weinstein sólo clos —actitud y control del tiempo— de las 10 escalas de la prueba eran significati- vas, en ésta se obtuvieron diferencias sig- nificativas en tres de las cuatro escalas ana- lizadas. Además de los cuestionarios, se han utilizado pruebas con tareas específica- mente diseñadas para comprobar el domi- nio de las estrategias correspondientes. La 70
  • 17. prueba de tareas también ha sido conclu- yente para cada uno de los tratamientos experimentales —S (selección), O (organi- zación) y E (elaboración)—, y ha permitido discernir cuál es el más eficaz en función de la técnica desarrollada. Cada estrategia es condición previa para la adquisición de la siguiente, por lo que, además, estas pruebas podrían explicar por qué los tra- tamientos que incorporan la elaboración y la organización como estrategias son más eficaces que aquellos en los que sólo inter- viene la selección. Además, en los resultados aprecia una estrecha relación entre rendimiento académico alto y estrategias de aprendi- zaje en ambas áreas curriculares (ciencias sociales y ciencias naturales), principal- mente cuando las estrategias empleadas son la elaboración y la organización. Los resultados de esta investigación —que está en la misma línea que los trabajos de Pressley (1989a, 19896) y Zimmerman y Shunck (1980)— arrojan algo de luz al de- bate en torno a la conveniencia de incor- porar las estrategias al currículo, lo que permitiría resolver algunas de las cuestio- nes planteadas por los docentes respecto a la metodología, la eficacia en el apren- dizaje y la dotación de herramientas ne- cesarias para aprender a aprender y aprender a pensar (Fernández, Martínez y Beltrán, 2001) Los resultados de este y otros estudios permiten ofrecer algunas sugerencias para la práctica educativa. En primer lugar, hay que señalar que se obtienen mejores resul- tados cuando la intervención o enseñanza se realiza en el contexto de las actividades del aula y no fuera de ellas, ya que se lo- gran mejores resultados si se emplea el método de inmersión que si se emplea el de entrenamiento. En segundo lugar, las estrategias insertadas en el contexto del currículo funcionan mejor y, además, fa- cilitan que los alumnos realicen una mejor transferencia, ya que es importante que puedan situar los conocimientos dentro de un contexto. En tercer lugar, utilizar un paquete de estrategias es mejor que utili- zar sólo una o dos. En cuarto lugar, las es- trategias de procesamiento o cognitivas deben ir acompañadas de algunas estrate- gias meta-cognitivas, y es especialmente necesario que queden claras las condicio- nes de su aplicación y transferencia, por- que conviene saber por qué, cómo, cuán- do, etc. utilizar una estrategia. Y, por último, es 'posible que, al comienzo 'del aprendizaje de las estrategias, los alumnos no lo hagan bien o, incluso, que lo hagan peor que antes debido a la necesidad de acomodarse a las nuevas estrategias apren- didas. BIBLIOGRAFÍA AUSUBEL, D. O.: Educational psychology. New York, Holt, 1968. BANDURA, A.: Social foundations of thought and action: A social cognitive Theoly. Engle- wood Cliffs, Prentice Hall, 1986. BELTRÁN, J. A.: Procesos, estrategias y técnicas de aprendizaje. Madrid, Síntesis, 1993. — «Estrategias de aprendizaje en sujetos con necesidades especiales de formación», en Comunicación pedagógica, 131 (1995), pp. 16-26. — «Estrategias de aprendizaje», en BELTRÄN, J. A.; GENOVARD, C.: Psicología de la Instrucción. Madrid, Síntesis, 1996. — «Estrategias de aprendizaje», en SANTIUS- TE, V.; BELTRÄN, J. A.: Dificultades de aprendizaje. Madrid, Síntesis, 1998. — «Estrategias de aprendizaje», en BELTRÄN, J. A. y otros: Enciclopedia de Educación. Madrid, Espasa, 2002. BELTRÄN, J. A.; PÉREZ, L.; ORTEGA, 1.: (2003). CEA-R, en prensa. BELTRÄN, J. A.; VEGA, M.: «La construcción del conocimiento en el Aula Inteligente», en SEGOVIA, F.: El Aula Inteligente. Nuevas perspectivas. Madrid, Espasa, 2003. BEREITER, C.; SCARDAMALIA, M.: «Enfoques de primero, segundo y tercer orden para 71
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