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BLOQUE TEMÁTICO III. LA PREGUNTA POR EL SER
HUMANO




a.- LAS DIFERENTES RESPUESTAS A LA PREGUNTA ANTROPOLÓGICA A PARTIR
DEL TEXTO DE MAX SCHELER.

b.- Visionado del documental Cerebro y Evolución de D. Suzuki.

c.- EL SER HUMANO: UN HÍBRIDO DE NATURALEZA Y CULTURA A PARTIR DEL
TEXTO DE LAÍN ENTRALGO.

     c.1-   LA   ANTROPOGÉNESIS:       HOMINIZACIÓN       Y   HUMANIZACIÓN        (Breve
referencia. Relación interdisciplinar con Biología y CC. M. C. Materiales complementarios
Libro de texto Izuzquiza y otros de ed. Anaya, Unidad 2; en apuntes de filosofía de JOSÉ
VIDAL. Tema IV, pp. 17-22)

     - Película: En busca del fuego.

d.- EL SER HUMANO: UNA RACIONALIDAD ENTRETEJIDA CON LA PASIÓN.

     El tema Alma/ Cuerpo. Mente / Cerebro. La razón encarnada.

e.- EL SER HUMANO Y LO DIVINO.

     La pregunta por el sentido, La espiritualidad y la experiencia religiosa. (Libro de
texto pp. 158 y 159)
(texto1)   “Si a un europeo culto se le pregunta lo que piensa      cuando se
enfrenta a la palabra hombre, casi siempre comenzarán a rivalizar entre sí en su
cabeza tres círculos de ideas totalmente irreconciliables. En primer término estará el
círculo de ideas de la tradición judeo- cristiana referente a Adán y Eva, la Creación, el
Paraíso, la Caída. En segundo está el círculo de ideas propio de la antigüedad clásica,
en el que por primera vez en el mundo la conciencia que el hombre tiene de sí mismo
se eleva a un concepto de su posición singular mediante la tesis de que el hombre es
hombre por lo mismo que posee razón, logos, fronesis, ratio, mens; donde logos
significa tanto la posesión de la palabra como la facultad, el qué de todas las cosas.
Esta concepción se halla estrechamente enlazada con la doctrina de que el universo
entero se fundamenta en una razón sobrehumana de la que participa el hombre y sólo
él entre todos los demás seres. El tercer círculo de ideas es el de las pertenecientes a
la moderna ciencia de la naturaleza y a la psicología genética, tradicionales desde
hace mucho tiempo, y según las cuales el hombre sería un producto final y muy tardío
de la evolución del planeta Tierra, un ser cuya única diferencia con sus antecesores en
el reino animal sería el grado de complejidad con que se combinarían en él energías y
facultades que en sí ya aparecen en la naturaleza infrahumana. A estos tres círculos
de ideas les falta toda unidad entre sí. Poseemos, por tanto, una antropología
científica, una filosófica y otra teológica, que no se preocupan una de otra, pero no
poseemos una idea unitaria de hombre. Por otra parte, la multiplicidad cada vez
mayor de las ciencias especiales que se ocupan del hombre, por valiosas que sean,
ocultan la esencia de éste mucho más de lo que la iluminan. Si se tiene en cuenta que
los tres círculos nombrados de ideas tradicionales se hallan hoy, además, fuertemente
quebrantados, y más que ningún otro la solución darwinista al problema del origen
del hombre, puede decirse que en ninguna otra época de la historia se ha vuelto el
hombre tan problemático a sí mismo como en la actualidad.”

          – M. SCHELER, El puesto del hombre en el cosmos.(1928) Buenos Aires.
Losada-
(texto 2)    “QUÉ ES EL HOMBRE-          Desde la concepción del hombre
como `animal racional´ (Aristóteles) hasta, entre nosotros, las             definiciones
implícitas o explícitas de Ortega, Zubiri y Marías, docenas y docenas de fórmulas
han sido propuestas para decir lo que el hombre es. No voy a glosarlas. Me
propongo tan sólo añadir a ellas un más, a un tiempo actual y mía. Para lo cual
consideraré la realidad del hombre según los dos principales puntos de vista que
la ciencia de nuestro tiempo impone al antropólogo: el genético y el conductista.

         La especie humana, el conjunto de los animales que los científicos pueden y
deben llamar hombres,       apareció sobre la superficie del planeta hace como tres
millones de años. Sometido a la exigencia que sobre su organismo ofrecía el paso de un
medio a otro, del bosque a la sabana, un homínido antropoide, el australopiteco, dio
lugar por mutación biológica a otro homínido ya humano, el Homo habilis. Dos
interrogaciones surgen sin demora: ¿qué diferencia hubo entre el australopiteco
originario y el recién aparecido hombre? ¿Qué pasó en la viviente realidad de aquél
para que como resultado de una mutación surgiera la realidad viviente de éste?
               En la respuesta a esta pregunta deben ser discernidas tres líneas, dos
ampliamente representadas y otra todavía incipiente. Así las veo yo.
         1. Una rápida y expeditiva acomodación de lo verdaderamente esencial en la
antropología del génesis –el hombre, ente creado por Dios a su imagen y semejanza- a
la concepción científica de la antropogénesis.
         2. La mutación biológica en cuya virtud el australopiteco dio origen al
hombre no difiere esencialmente de las que a lo largo de miles de millones de años,
desde los más antiguos protozoos, han conducido a la génesis de la especie humana.
         3. En los últimos años, no pocas mente reflexivas se han preguntado si entre y
sobre las dos tesis precedentes no podrá formularse otra, en cuya estructura sea
acogido lo que en cada una de ellas parece ser esencial: la irreductible singularidad y la
radical novedad de la especie humana entre todas las que constituyen el reino animal y
la concepción evolutiva de la génesis del hombre en la dinámica de la biosfera. A mi
manera y en mi medida, con esas mentes está la mía. Diré en qué forma.
         CONDUCTA
               Para entender científicamente la génesis del hombre, hecho que nunca
podremos observar, es necesario tener en cuenta su conducta como tal hombre. Por
tanto, decir si esa conducta puede o no puede ser equiparada a la de los restantes
animales, y en consecuencia saber si hay un comportamiento genéricamente animal,
pero no específicamente humano.
                Es sobremanera evidente que entre la conducta de la ameba, la de la
abeja y la del chimpancé hay enormes diferencias. ¿Es posible, sin embargo, descubrir
un básico rasgo común en la actividad vital de esas tres especies animales? ¿Hay un
modo de vivir genéricamente animal? En mi opinión, sí, y se halla constituido por dos
momentos: la vida quisitiva (para vivir, el animal necesita buscar y encontrar) y la
pauta que Jennings describió en la ameba y denominó ensayo y error (cuando
encuentra lo que busca, el animal trata de hacerlo suyo, y si fracasa, procura corregir
su error con un intento nuevo).
                La conducta del hombre ¿puede ser entendida según esta doble pauta?
En cierta medida, sí, porque el hombre vive apeteciendo, buscando y encontrando o
rectificando su error, si el encuentro no se produjo. En último extremo, a esto pueden
ser reducidos los métodos del conductismo originario y ortodoxo, el de Watson y
Skinner.    Pero   acontece   que   el   conocimiento   de   la   conducta   humana   queda
irremisiblemente manco si nos limitamos a estudiar al hombre `desde fuera´, como si
fuese cosa entre cosas: esto es, si hacemos caso omiso de tres hechos ineludibles: que yo
soy consciente de mi mismo, de mi propia intimidad; que mi conocimiento de los demás
hombres queda incompleto si para obtenerlo sólo me atengo a la observación objetiva
de su cuerpo y sus obras, es decir, si no conjeturo la intención de sus acciones y el
sentido de los testimonios objetivos a que éstas dan lugar, un libro, una firma, una
escultura o un campo bien arado; y por fin, que, adviértalo yo o no lo advierta, en mi
conocimiento de otro hombre interviene de algún modo mi experiencia de mí mismo. A
la metódica unificación de todos estos requisitos he llamado yo `conductismo
comprensivo´.
           CINCO ACTIVIDADES
                Pues bien, un examen riguroso de la conducta de cualquier hombre
permitirá descubrir en ella hasta cinco actividades que no existen en el animal.
           1. Desde nuestros lejanísimos abuelos que hace millones de años tallaban
piedras para fabricar puntas de lanza o hachas de sílex, el hombre ha mostrado ser un
animal capaz de proyectar, crear lo proyectado y transmitir a los demás lo que por su
cuenta hizo. El ruiseñor actual canta como el más antiguo de los ruiseñores. Un
chimpancé listo y hambriento es capaz de empalmar dos cañas para hacerse con un
plátano al que ni saltando llegaría y de aprender mil habilidades diferentes, pero sus
hijos no se beneficiarán de estos hallazgos. A lo largo de una accidentada tradición, el
hombre, en cambio, ha pasado de tallar hachas de sílex a fabricar astronaves,
televisores y píldoras anticonceptivas. Hasta los negritos centroafricanos son animales
históricos, aun cuando tan poco hayan progresado desde el nivel de vida humana
vigente en el neolítico.




         2. El animal no racional se comunica con sus congéneres sólo mediante
signos: el ladrido del perro, el canto de la alondra. El animal humano, en cambio, lo
hace mediante signos y símbolos. Signo es una señal directa y unívocamente expresiva
de aquello de que procede. Símbolo, en cambio, es una señal a la que cierta convención
social expresa o tácita ha atribuido varias significaciones posibles, de las cuales
prevalece en cada ocasión la correspondiente a la intención de quien lo emplea. La
palabra nieve, por ejemplo puede designar, como de ordinario sucede, la que cae en
invierno, mas también la blancura de una piel femenina o –así en Alarcón- la frialdad y
la sosera de unas palabras. El hombre es el único animal simbolizante y metafórico, y
no parece gran osadía pensar que ya lo era antes de inventar el lenguaje articulado.
         3. Salvo que haya sido adiestrado para no hacerlo, un animal hambriento
comerá siempre el alimento que se le ofrezca; un hombre no. Por causas muy
diferentes -ayuno religioso o dietético, pudor social, capricho-, el hombre puede dejar
de comer la vianda para él más apetitosa. A su conducta -a su libertad- pertenece el
poder ser, como escribió Scheler, `asceta de la vida´. Es el único animal capaz de serlo,
porque sólo él es capaz de optar libremente.
         4. Como tan certeramente hizo notar Ortega, el hombre puede caer y cae con
cierta frecuencia en el ensimismamiento. El animal reposa, pero no se ensimisma. Así
lo hará ver un examen atento de su conducta, sea ésta la de la ameba o la del
mamífero.
         5. El animal vive en todo momento entre estímulos, hállese despierto o
dormido. El hombre vive entre realidades estimulantes; como tantas veces dijo Zubiri,
es `animal de realidades´. El entorno del animal es un entorno estimúlico, el conjunto
de los estímulos que específica e individualmente le afectan. Para él, la sensación de
calor procede de un estímulo térmico emitido por su medio. El entorno del hombre, en
cambio es un mundo de realidades estimulantes; en el caso de la estimulación térmica,
la percepción de una realidad que es o está caliente o fría, de una cosa que constante u
ocasionalmente tiene en sí misma, independientemente de mí, la propiedad de calentar
o de enfriar. La afirmación de esa diferencia entre uno y otro modo de la conducta no
es una incomprobable sutileza mental; la observación atenta de la conducta animal y de
la conducta humana permitirá descubrir que la diferencia esencial entre la vida entre
estímulos y la vida en la realidad existe de hecho.
         No será difícil añadir a las cinco apuntadas otras peculiaridades de la
conducta humana respecto a la conducta animal.
         Digan lo que digan los doctrinarios de la continuidad entre el animal no
racional y el animal humano, un radical salto cualitativo –pequeño entre el
australopiteco y el Homo habilis, gigantesco luego- separa esos dos niveles evolutivos
de la biosfera. Como animal que es, el hombre busca y ensaya, pero lo hace a su modo,
al modo humano.
         He aquí una conclusión provisional: la especie humana es el resultado de la
mutación biológica de una especie animal, y entre su conducta y la de          todas las
restantes especies hay una radical diferencia cualitativa. ¿Cómo explicar la coincidencia
de estos dos hechos? ¿Sólo invocando la superior complejidad de la actividad
bioquímica y biológico- molecular de nuestro cuerpo, como desde el siglo XVIII viene
proponiendo el materialismo reduccionista? ¿La vida humana es en verdad explicable
mediante los principios, las leyes y los métodos de la física y la química?
         Pienso que no; los principios, las leyes y los métodos de las ciencias de la
naturaleza cósmica serán siempre necesarios para entender adecuadamente la realidad
y la vida del hombre, pero éstas nunca podrán ser explicadas sólo con ellos. Si la
protoconciencia bioquímica de la ameba que acierta a corregir sus errores y la
conciencia neural de todos los animales dotados de sistema nervioso son el presupuesto
biológico de la autoconciencia humana, en modo alguno pueden ser su explicación. En
tal caso, ¿habremos de recurrir al dualismo aristotélico o al cartesiano?
         VULNERABLE TRADICIÓN
               Movidos por el peso de una vulnerable tradición antropológica, o por su
invencible aversión hacia todo lo que huela a materialismo, por una idea de la vida
humana que no se decide a pasar de su descripción y su comprensión a la pesquisa de
su fundamento real, no son pocos los que todavía se refugian en la visión dualista –
alma/cuerpo, espíritu/ materia, mente/ cerebro- de la realidad del hombre.
               No estoy con ellos. Pienso que la comunicación operativa entre el
espíritu y la materia, misteriosamente posible para la omnipotencia divina, no puede
ser entendida por el hombre de un modo científica y filosóficamente satisfactorio. Para
mí y para bastantes más, la intelección razonable de la actividad y la conducta del
hombre –comer     y digerir humanamente, hablar, componer un poema, resolver una
ecuación diferencial o aspirar a la unión mística- puede y debe ser abordada bajo una
concepción no dualista y no reduccionista de su realidad.
Doy por cierto que el enigma de la condición humana nunca será
íntegramente resuelto por nuestra inteligencia; pero creo también que la pertenencia
de ese enigma al ingente conjunto de nuestros saberes y nuestras ignorancias puede ser
más razonablemente entendido según la tercera vía antes apuntada. Ésta fue      la ya
añeja meta del emergentismo de Lloyd Morgan, Alexander y Whitehead, ésa ha sido la
más reciente de Zubiri y ésa es la que, continuándoles, con mis débiles y gastadas
fuerzas me he propuesto yo.”
         -PEDRO LAÍN ENTRALGO; “Qué es el hombre. EL PAÍS. 12 febrero 1992-




              VÍDEO “CEREBRO Y EVOLUCIÓN” –Prof. DAVID SUZUKI-


Mente y Conciencia: Las conclusiones derivadas a partir de las
excavaciones en las cuevas de Shanidar (Irak) Las Ceremonias religiosas
y las hipótesis acerca de la evolución del cerebro.


  Del cerebro reptiliano al cerebro de los mamíferos, con cortex

                                       Lo que permite

         Sobrevivir con temperaturas muy bajas


• Hace cinco millones de años aproximadamente apareció el cortex en el ser
   humano.
• De los 500 grs. iniciales se pasa a los 750 del homo habilis, al kg. del
   homo erectus (que descubre el fuego) y a nuestro cerebro actual (entre
   1.400 grs. y 1.750) El cortex (con ½ cm. de espesor, recubierto de
   células nerviosas) es la estructura que nos permite comprender la
   realidad, ver, hablar...
• Las neuronas: Células básicas del sistema nervioso. Las conexiones
   neuronales que se crean con la experiencia.
•       El cerebro como estructura dinámica y flexible que va construyendo
   su red de conexiones neuronales (lo que Suzuki relaciona con el
   aprendizaje privilegiado de los primeros años de vida)
• La investigación del cerebro por técnicas actuales como la MRI.
• Las distintas áreas cerebrales.
• La sinapsis neuronal y la importancia de los neurotransmisores:
     * Serotonina: Inhibe las tendencias agresivas

     *   Adrenalina: Dispara la alarma en el organismo
*    P: Transmite el dolor

   *   Endorfinas: Calman el dolor



  La visión de la conciencia en relación a la actividad cerebral:

       Los profesores Charland y Crick y su “hipótesis sorprendente”



  Las actuales reflexiones       filosófico-científicas   sobre   nuestro
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Bloque tem tico_iii3

  • 1. BLOQUE TEMÁTICO III. LA PREGUNTA POR EL SER HUMANO a.- LAS DIFERENTES RESPUESTAS A LA PREGUNTA ANTROPOLÓGICA A PARTIR DEL TEXTO DE MAX SCHELER. b.- Visionado del documental Cerebro y Evolución de D. Suzuki. c.- EL SER HUMANO: UN HÍBRIDO DE NATURALEZA Y CULTURA A PARTIR DEL TEXTO DE LAÍN ENTRALGO. c.1- LA ANTROPOGÉNESIS: HOMINIZACIÓN Y HUMANIZACIÓN (Breve referencia. Relación interdisciplinar con Biología y CC. M. C. Materiales complementarios Libro de texto Izuzquiza y otros de ed. Anaya, Unidad 2; en apuntes de filosofía de JOSÉ VIDAL. Tema IV, pp. 17-22) - Película: En busca del fuego. d.- EL SER HUMANO: UNA RACIONALIDAD ENTRETEJIDA CON LA PASIÓN. El tema Alma/ Cuerpo. Mente / Cerebro. La razón encarnada. e.- EL SER HUMANO Y LO DIVINO. La pregunta por el sentido, La espiritualidad y la experiencia religiosa. (Libro de texto pp. 158 y 159)
  • 2. (texto1) “Si a un europeo culto se le pregunta lo que piensa cuando se enfrenta a la palabra hombre, casi siempre comenzarán a rivalizar entre sí en su cabeza tres círculos de ideas totalmente irreconciliables. En primer término estará el círculo de ideas de la tradición judeo- cristiana referente a Adán y Eva, la Creación, el Paraíso, la Caída. En segundo está el círculo de ideas propio de la antigüedad clásica, en el que por primera vez en el mundo la conciencia que el hombre tiene de sí mismo se eleva a un concepto de su posición singular mediante la tesis de que el hombre es hombre por lo mismo que posee razón, logos, fronesis, ratio, mens; donde logos significa tanto la posesión de la palabra como la facultad, el qué de todas las cosas. Esta concepción se halla estrechamente enlazada con la doctrina de que el universo entero se fundamenta en una razón sobrehumana de la que participa el hombre y sólo él entre todos los demás seres. El tercer círculo de ideas es el de las pertenecientes a la moderna ciencia de la naturaleza y a la psicología genética, tradicionales desde hace mucho tiempo, y según las cuales el hombre sería un producto final y muy tardío de la evolución del planeta Tierra, un ser cuya única diferencia con sus antecesores en el reino animal sería el grado de complejidad con que se combinarían en él energías y facultades que en sí ya aparecen en la naturaleza infrahumana. A estos tres círculos de ideas les falta toda unidad entre sí. Poseemos, por tanto, una antropología científica, una filosófica y otra teológica, que no se preocupan una de otra, pero no poseemos una idea unitaria de hombre. Por otra parte, la multiplicidad cada vez mayor de las ciencias especiales que se ocupan del hombre, por valiosas que sean, ocultan la esencia de éste mucho más de lo que la iluminan. Si se tiene en cuenta que los tres círculos nombrados de ideas tradicionales se hallan hoy, además, fuertemente quebrantados, y más que ningún otro la solución darwinista al problema del origen del hombre, puede decirse que en ninguna otra época de la historia se ha vuelto el hombre tan problemático a sí mismo como en la actualidad.” – M. SCHELER, El puesto del hombre en el cosmos.(1928) Buenos Aires. Losada-
  • 3. (texto 2) “QUÉ ES EL HOMBRE- Desde la concepción del hombre como `animal racional´ (Aristóteles) hasta, entre nosotros, las definiciones implícitas o explícitas de Ortega, Zubiri y Marías, docenas y docenas de fórmulas han sido propuestas para decir lo que el hombre es. No voy a glosarlas. Me propongo tan sólo añadir a ellas un más, a un tiempo actual y mía. Para lo cual consideraré la realidad del hombre según los dos principales puntos de vista que la ciencia de nuestro tiempo impone al antropólogo: el genético y el conductista. La especie humana, el conjunto de los animales que los científicos pueden y deben llamar hombres, apareció sobre la superficie del planeta hace como tres millones de años. Sometido a la exigencia que sobre su organismo ofrecía el paso de un medio a otro, del bosque a la sabana, un homínido antropoide, el australopiteco, dio lugar por mutación biológica a otro homínido ya humano, el Homo habilis. Dos interrogaciones surgen sin demora: ¿qué diferencia hubo entre el australopiteco originario y el recién aparecido hombre? ¿Qué pasó en la viviente realidad de aquél para que como resultado de una mutación surgiera la realidad viviente de éste? En la respuesta a esta pregunta deben ser discernidas tres líneas, dos ampliamente representadas y otra todavía incipiente. Así las veo yo. 1. Una rápida y expeditiva acomodación de lo verdaderamente esencial en la antropología del génesis –el hombre, ente creado por Dios a su imagen y semejanza- a la concepción científica de la antropogénesis. 2. La mutación biológica en cuya virtud el australopiteco dio origen al hombre no difiere esencialmente de las que a lo largo de miles de millones de años, desde los más antiguos protozoos, han conducido a la génesis de la especie humana. 3. En los últimos años, no pocas mente reflexivas se han preguntado si entre y sobre las dos tesis precedentes no podrá formularse otra, en cuya estructura sea acogido lo que en cada una de ellas parece ser esencial: la irreductible singularidad y la radical novedad de la especie humana entre todas las que constituyen el reino animal y la concepción evolutiva de la génesis del hombre en la dinámica de la biosfera. A mi manera y en mi medida, con esas mentes está la mía. Diré en qué forma. CONDUCTA Para entender científicamente la génesis del hombre, hecho que nunca podremos observar, es necesario tener en cuenta su conducta como tal hombre. Por
  • 4. tanto, decir si esa conducta puede o no puede ser equiparada a la de los restantes animales, y en consecuencia saber si hay un comportamiento genéricamente animal, pero no específicamente humano. Es sobremanera evidente que entre la conducta de la ameba, la de la abeja y la del chimpancé hay enormes diferencias. ¿Es posible, sin embargo, descubrir un básico rasgo común en la actividad vital de esas tres especies animales? ¿Hay un modo de vivir genéricamente animal? En mi opinión, sí, y se halla constituido por dos momentos: la vida quisitiva (para vivir, el animal necesita buscar y encontrar) y la pauta que Jennings describió en la ameba y denominó ensayo y error (cuando encuentra lo que busca, el animal trata de hacerlo suyo, y si fracasa, procura corregir su error con un intento nuevo). La conducta del hombre ¿puede ser entendida según esta doble pauta? En cierta medida, sí, porque el hombre vive apeteciendo, buscando y encontrando o rectificando su error, si el encuentro no se produjo. En último extremo, a esto pueden ser reducidos los métodos del conductismo originario y ortodoxo, el de Watson y Skinner. Pero acontece que el conocimiento de la conducta humana queda irremisiblemente manco si nos limitamos a estudiar al hombre `desde fuera´, como si fuese cosa entre cosas: esto es, si hacemos caso omiso de tres hechos ineludibles: que yo soy consciente de mi mismo, de mi propia intimidad; que mi conocimiento de los demás hombres queda incompleto si para obtenerlo sólo me atengo a la observación objetiva de su cuerpo y sus obras, es decir, si no conjeturo la intención de sus acciones y el sentido de los testimonios objetivos a que éstas dan lugar, un libro, una firma, una escultura o un campo bien arado; y por fin, que, adviértalo yo o no lo advierta, en mi conocimiento de otro hombre interviene de algún modo mi experiencia de mí mismo. A la metódica unificación de todos estos requisitos he llamado yo `conductismo comprensivo´. CINCO ACTIVIDADES Pues bien, un examen riguroso de la conducta de cualquier hombre permitirá descubrir en ella hasta cinco actividades que no existen en el animal. 1. Desde nuestros lejanísimos abuelos que hace millones de años tallaban piedras para fabricar puntas de lanza o hachas de sílex, el hombre ha mostrado ser un animal capaz de proyectar, crear lo proyectado y transmitir a los demás lo que por su cuenta hizo. El ruiseñor actual canta como el más antiguo de los ruiseñores. Un chimpancé listo y hambriento es capaz de empalmar dos cañas para hacerse con un plátano al que ni saltando llegaría y de aprender mil habilidades diferentes, pero sus hijos no se beneficiarán de estos hallazgos. A lo largo de una accidentada tradición, el
  • 5. hombre, en cambio, ha pasado de tallar hachas de sílex a fabricar astronaves, televisores y píldoras anticonceptivas. Hasta los negritos centroafricanos son animales históricos, aun cuando tan poco hayan progresado desde el nivel de vida humana vigente en el neolítico. 2. El animal no racional se comunica con sus congéneres sólo mediante signos: el ladrido del perro, el canto de la alondra. El animal humano, en cambio, lo hace mediante signos y símbolos. Signo es una señal directa y unívocamente expresiva de aquello de que procede. Símbolo, en cambio, es una señal a la que cierta convención social expresa o tácita ha atribuido varias significaciones posibles, de las cuales prevalece en cada ocasión la correspondiente a la intención de quien lo emplea. La palabra nieve, por ejemplo puede designar, como de ordinario sucede, la que cae en invierno, mas también la blancura de una piel femenina o –así en Alarcón- la frialdad y la sosera de unas palabras. El hombre es el único animal simbolizante y metafórico, y no parece gran osadía pensar que ya lo era antes de inventar el lenguaje articulado. 3. Salvo que haya sido adiestrado para no hacerlo, un animal hambriento comerá siempre el alimento que se le ofrezca; un hombre no. Por causas muy diferentes -ayuno religioso o dietético, pudor social, capricho-, el hombre puede dejar de comer la vianda para él más apetitosa. A su conducta -a su libertad- pertenece el poder ser, como escribió Scheler, `asceta de la vida´. Es el único animal capaz de serlo, porque sólo él es capaz de optar libremente. 4. Como tan certeramente hizo notar Ortega, el hombre puede caer y cae con cierta frecuencia en el ensimismamiento. El animal reposa, pero no se ensimisma. Así lo hará ver un examen atento de su conducta, sea ésta la de la ameba o la del mamífero. 5. El animal vive en todo momento entre estímulos, hállese despierto o dormido. El hombre vive entre realidades estimulantes; como tantas veces dijo Zubiri, es `animal de realidades´. El entorno del animal es un entorno estimúlico, el conjunto de los estímulos que específica e individualmente le afectan. Para él, la sensación de calor procede de un estímulo térmico emitido por su medio. El entorno del hombre, en cambio es un mundo de realidades estimulantes; en el caso de la estimulación térmica, la percepción de una realidad que es o está caliente o fría, de una cosa que constante u ocasionalmente tiene en sí misma, independientemente de mí, la propiedad de calentar o de enfriar. La afirmación de esa diferencia entre uno y otro modo de la conducta no es una incomprobable sutileza mental; la observación atenta de la conducta animal y de
  • 6. la conducta humana permitirá descubrir que la diferencia esencial entre la vida entre estímulos y la vida en la realidad existe de hecho. No será difícil añadir a las cinco apuntadas otras peculiaridades de la conducta humana respecto a la conducta animal. Digan lo que digan los doctrinarios de la continuidad entre el animal no racional y el animal humano, un radical salto cualitativo –pequeño entre el australopiteco y el Homo habilis, gigantesco luego- separa esos dos niveles evolutivos de la biosfera. Como animal que es, el hombre busca y ensaya, pero lo hace a su modo, al modo humano. He aquí una conclusión provisional: la especie humana es el resultado de la mutación biológica de una especie animal, y entre su conducta y la de todas las restantes especies hay una radical diferencia cualitativa. ¿Cómo explicar la coincidencia de estos dos hechos? ¿Sólo invocando la superior complejidad de la actividad bioquímica y biológico- molecular de nuestro cuerpo, como desde el siglo XVIII viene proponiendo el materialismo reduccionista? ¿La vida humana es en verdad explicable mediante los principios, las leyes y los métodos de la física y la química? Pienso que no; los principios, las leyes y los métodos de las ciencias de la naturaleza cósmica serán siempre necesarios para entender adecuadamente la realidad y la vida del hombre, pero éstas nunca podrán ser explicadas sólo con ellos. Si la protoconciencia bioquímica de la ameba que acierta a corregir sus errores y la conciencia neural de todos los animales dotados de sistema nervioso son el presupuesto biológico de la autoconciencia humana, en modo alguno pueden ser su explicación. En tal caso, ¿habremos de recurrir al dualismo aristotélico o al cartesiano? VULNERABLE TRADICIÓN Movidos por el peso de una vulnerable tradición antropológica, o por su invencible aversión hacia todo lo que huela a materialismo, por una idea de la vida humana que no se decide a pasar de su descripción y su comprensión a la pesquisa de su fundamento real, no son pocos los que todavía se refugian en la visión dualista – alma/cuerpo, espíritu/ materia, mente/ cerebro- de la realidad del hombre. No estoy con ellos. Pienso que la comunicación operativa entre el espíritu y la materia, misteriosamente posible para la omnipotencia divina, no puede ser entendida por el hombre de un modo científica y filosóficamente satisfactorio. Para mí y para bastantes más, la intelección razonable de la actividad y la conducta del hombre –comer y digerir humanamente, hablar, componer un poema, resolver una ecuación diferencial o aspirar a la unión mística- puede y debe ser abordada bajo una concepción no dualista y no reduccionista de su realidad.
  • 7. Doy por cierto que el enigma de la condición humana nunca será íntegramente resuelto por nuestra inteligencia; pero creo también que la pertenencia de ese enigma al ingente conjunto de nuestros saberes y nuestras ignorancias puede ser más razonablemente entendido según la tercera vía antes apuntada. Ésta fue la ya añeja meta del emergentismo de Lloyd Morgan, Alexander y Whitehead, ésa ha sido la más reciente de Zubiri y ésa es la que, continuándoles, con mis débiles y gastadas fuerzas me he propuesto yo.” -PEDRO LAÍN ENTRALGO; “Qué es el hombre. EL PAÍS. 12 febrero 1992- VÍDEO “CEREBRO Y EVOLUCIÓN” –Prof. DAVID SUZUKI- Mente y Conciencia: Las conclusiones derivadas a partir de las excavaciones en las cuevas de Shanidar (Irak) Las Ceremonias religiosas y las hipótesis acerca de la evolución del cerebro. Del cerebro reptiliano al cerebro de los mamíferos, con cortex Lo que permite Sobrevivir con temperaturas muy bajas • Hace cinco millones de años aproximadamente apareció el cortex en el ser humano. • De los 500 grs. iniciales se pasa a los 750 del homo habilis, al kg. del homo erectus (que descubre el fuego) y a nuestro cerebro actual (entre 1.400 grs. y 1.750) El cortex (con ½ cm. de espesor, recubierto de células nerviosas) es la estructura que nos permite comprender la realidad, ver, hablar... • Las neuronas: Células básicas del sistema nervioso. Las conexiones neuronales que se crean con la experiencia. • El cerebro como estructura dinámica y flexible que va construyendo su red de conexiones neuronales (lo que Suzuki relaciona con el aprendizaje privilegiado de los primeros años de vida) • La investigación del cerebro por técnicas actuales como la MRI. • Las distintas áreas cerebrales. • La sinapsis neuronal y la importancia de los neurotransmisores: * Serotonina: Inhibe las tendencias agresivas * Adrenalina: Dispara la alarma en el organismo
  • 8. * P: Transmite el dolor * Endorfinas: Calman el dolor La visión de la conciencia en relación a la actividad cerebral: Los profesores Charland y Crick y su “hipótesis sorprendente” Las actuales reflexiones filosófico-científicas sobre nuestro cerebro y nuestra conciencia.