El marco económico y social burgalés se desarmó, causando el deterioro de los caminos y comunicaciones. Burgos entró en un gran aislamiento y sopor. Un documento del archivo municipal refleja que la ciudad estaba despoblada y sin gente, ya que los que vivían allí se mudaban fuera para poder sustentarse, y las casas y edificios estaban casi todos arruinados. Burgos permaneció en este estado de desolación hasta las últimas décadas del siglo XVIII.