El documento discute la castidad consagrada desde dos perspectivas: 1) Como un don y camino de crecimiento personal que libera para amar, en contraste con la cultura hedonista actual. 2) Como un consejo evangélico propuesto por Jesús que permite dedicarse más libremente a Dios y servirle, según enseñan San Pablo y el Concilio Vaticano II.