es un trabajo de la economía de Venezuela a través del tiempo y su geografía faltaria mucho por observar pero es un buen comienzo ya que es un tema muy largo y difícil de resumir
es un trabajo de la economía de Venezuela a través del tiempo y su geografía faltaria mucho por observar pero es un buen comienzo ya que es un tema muy largo y difícil de resumir
La Navidad en Cabana se expresa con los Nacimientos, la presencia de Los Pastorcillos y más adelante con "Las Levantadas". Dos relatos importantes, el uno de Enrique Vásquez S. y el otro de Manuel E. Sifuentes Reyes.
La Navidad en Cabana se expresa con los Nacimientos, la presencia de Los Pastorcillos y más adelante con "Las Levantadas". Dos relatos importantes, el uno de Enrique Vásquez S. y el otro de Manuel E. Sifuentes Reyes.
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CEREMONIA DE INICIACIÓN
La ceremonia de iniciación o de hacerse el santo, entre otras denominaciones, dura
siete días y consta de tres pasos: el asentamiento del santo en la cabeza; el Día del
Medio y la lectura de su Itá al recién iniciado en la religión Yoruba. En la primera y
la última sólo pueden participar creyentes y en la del Día del Medio, que es una
fiesta en honor al iniciado, si pueden asistir sus acompañantes y otro invitados.
“Asentar el santo es la ceremonia en la que se le coloca en la cabeza al iniciado
(iyawó), “su santo de cabecera” o “ángel de la guarda” del cual es “hijo”, con el
objetivo de armonizar las vibraciones de su ser interno. Pero no se trata de santos
católicos, sino yorubas, santos que del África vinieron.
“Los motivos para iniciarse en las religiones de origen africano pueden variar, pero
todos son humanos: miedo a la muerte, a las enfermedades; inseguridad; soledad;
deseo de felicidad, de paz, de éxito en el amor. Son sentimientos y temores que
todos los seres humanos experimentan, independientemente de las creencias
religiosas.
“(…)“Entramos en una humilde casa en la barriada habanera de
Pogolotti donde van a “asentar el santo” a dos iyawó. En la
sala, los muebles han sido apilados con cuidado en un rincón y
sustituidos por rústicos bancos de madera. Dos personas están
sentadas en sillas, de frente hacia la puerta. Nos asombra que no
saluden, ni hablen con nadie. Al preguntar, nos responde una
morena entrada en años, vestida con una blusa de hilo blanco
almidonada y rematada con puntas de encaje, una saya hecha de
retazos de siete colores y un delantal, tan pulcro como la blusa.
Lleva al cuello los collares de Eleguá, Obatalá, Ogún, Oshún,
Shangó y Yemayá; su cabeza está envuelta por un pañuelo blanco y
en sus brazos tintinean cinco pulseras de bronce y siete de plata.
“- Iyawó no puede hablar con nadie, debe rezar sus Ave Marías y
sus Padre Nuestros- nos dice, refiriéndose a los dos creyentes a los
que se les “asentará el santo”. El iyawó debe ser protegido y
respetado, para no tener que escuchar preguntas tontas de
aquellos que no comprenden la trascendencia y el significado que
para los creyentes tiene la iniciación en la religión. La casa entera
es un constante ir y venir de personas de todas las edades y razas,
pero en ellos se observa un común denominador: a pesar de las
diferentes vestimentas, todas tienen la cabeza cubierta, ya sea
con pañuelos las mujeres o con gorros los hombres –porque la
cabeza, orí o erí, en yoruba, es órgano de preferente cuidado para
el africano y para los que tienen sus credos religiosos y místicos,
porque en ella reside el eledá o ser místico. Todos llevan al cuello
los collares emblemáticos de sus queridos dioses, los orishas.
“Hay mucho amor y alegría en su trajinar. Mucho han cuidado de “preparar las
cuatro esquinas”, es decir, de hacer una serie de ofrendas en ese lugar de la calle
para que Eleguá, dios del destino y de los caminos, de todo lo cambiante, limpie el
SSAABBIIDDUURRIIAA YY FFIIRRMMEEZZAA Compilado por: Mario ORTIZ GOMEZ
Rubrica: Osha Tema: Iniciación-Ceremonia Tomo: I Actualizado : 27/03/2008
DOCUMENTOSDERELIGIONYORUBA
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camino y no se produzcan situaciones desagradables o inconvenientes durante la
ceremonia. También han procurado que no falten las flores ese día en el altar
familiar, donde nos observan, desde lo alto del mismo, diferentes santos del
panteón católico: Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, Nuestra Señora de las
Mercedes, La santísima Virgen de Regla, Santa Bárbara Bendita y San Lázaro.
“Cerca del altar y en un rincón, hay una pequeña mesa cubierta por un mantel
blanco, con un fino bordado, y sobre ésta nueve vasos llenos de agua, muy limpios,
una gran copa con un rosario y un crucifijo y un paquete de barajas españolas.
Frente a ella y en el suelo, un jarrón con flores nos recuerda la misa de acción de
gracias a los muertos –guías y protectores de los futuros iyawós- celebrada antes,
con el fin de “coronarlos” de manera espiritual y darles cuenta del paso que darán
esas personas a las que han protegido desde el mismo día en que vinieron al
mundo.
“- No se puede hacer nada en el santo, sin antes contar con el muerto –nos dice con
amabilidad la santera que nos recibió.
“En el comedor, varias personas escogen y limpian los granos de arroz y frijoles que
se cocinarán para el almuerzo, al tiempo que otras preparan los tamales de maíz
(ekó), y los de pasta de fríjol de carita (olelé y ekrú aró), que se ofrendarán como
golosinas a los orishas. Desde la cocina nos llega el inconfundible aroma del café
criollo, indispensable en la mañana.
“-¿Ya desayunaron? – nos preguntan; no es un desayuno de “lujo”, pero de lo poco
que hay se le brinda a todo el mundo.
“Y así es: en este ritual afrocubano se hace patente, una vez más, el carácter
hospitalario y el espíritu de camaradería que identifican al cubano en cualquier
lugar.
“En el patio está el “padrino del santo” quien, junto al oriaté o sacerdote, revisa
con cuidado los mazos de hierba que compondrán el omiero o líquido lustral y que
se encuentran en una gran canasta, tapados con un paño limpio y húmedo para que
conserven su frescor.
“El oriaté es un personaje muy importante que dirige las ceremonias de “asiento”
del santo. Asimismo, realiza el itá, ceremonia adivinadora en la cual hablarán los
“caracoles” de cada uno de los orishas recibidos por los iniciados, sobre el pasado,
el presente y el futuro de ellos.
“(…)“En el cuarto donde se realizará la ceremonia de iniciación, la oyubona –“los
ojos que guían”- , vela porque todos los instrumentos, recipientes e ingredientes
estén completos, para que nada falte al oriaté y la ceremonia se realice sin
tropiezos. Al fondo del patio, vemos a los animales de “plumas” y de “cuatro
patas” que serán sacrificados para “dar de comer a los santos” u orisha.
“Cuando todo está listo, el padrino llama a todos los iyalosha y babalosha que han
sido “levantados” (citados) para ese acontecimiento y, todos juntos se dirigen
hacia el vertedero donde se realizará el ritual de “darle coco al muerto”. Con unos
golpes en el suelo con el págugu de egún, el oriaté invoca primero a todos los
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fallecidos –familiares, santeros y guías protectores- del padrino y de la oyubona;
después a todos los del iyawó. Hay solemnidad y emoción en su voz, no sólo por la
trascendencia del acto que va a realizar y la responsabilidad que va a asumir, sino
porque muchos de esos nombres evocados pertenecen a religiosos de afamado
prestigio cuyo recuerdo permanece aún vivo en la memoria y el corazón de sus
hijos.
“Finalizada esta ceremonia, los santeros pasan al “cuarto de santo”, cuya entrada
está cubierta por una sábana blanca colocada a manera de cortina. Sobre ella, se
aprecia un dosel de mariwó y en el dintel de la puerta, un hermoso racimo de
plátanos fruta. Como no podemos participar de la ceremonia, nos retiramos hacia
la sala y desde allí escuchamos la voz grave del oriaté quien, gracias a una
memoria privilegiada, entona los rezos en honor a los orishas mientras se desarrolla
la ceremonia.
“Nos acompañan hasta la puerta, haciéndonos los honores de la casa:
“ELEGUÁ, con su atuendo rojo y negro, garabato en mano, sobre su cabeza un
sombrero de yarey adornado con cauris (caracol Cyprea moneta) y el Santo Niño de
Atocha;
“OGÚN, vestido de negro y verde, sayal de mariwó, su machete en la mano,
sombrero de yarey en la cabeza y San Pedro;
“OSHOSI, con traje azul y amarillo oro, cartera de piel de leopardo, gorro del
mismo material, arco en la mano, carcaj en la espalda y san Norberto;
“OBATALÁ, vestido todo de blanco, en una mano su iruke blanco, en la otra el
alfanje de plata y Nuestra Señora de las Mercedes;
“YEMAYÁ, toda de azul, sobre los hombros su fino manto de burato y pedrerías, la
diadema de reina ciñendo su cabeza, en la mano su abanico de nácar y plata, y la
Santísima Virgen de regla, patrona de marineros y pescadores;
“OSHÚN, de traje amarillo brillante; en sus brazos sus manillas de oro; su abanico
de plumas de pavo real en una mano, en la otra la jícara de oñí, y Nuestra Señora
de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba;
“OBA, vestida de rosado, los cabellos recogidos por un turbante del mismo color
que le oculta su oreja –mutilada por amor a su esposo Shangó- y Santa Rita de
Casia;
“OYÁ, la compañera de Shangó en las batallas, soberbia en su traje rojo oscuro,
nueve pañuelos de distintos colores a la cintura, su iruke negro en una mano, y
Santa Teresa de Jesús;
“AGAYÚ SOLA, el orisha gigante, trajeado de rojo oscuro con pañuelos de todos los
colores atados a la cintura, y San Cristóbal, patrón de la Ciudad de la Habana;
“SHANGÓ, pantalón y chaquetillas rojos ribeteados en blanco, la espada al cinto, su
poderoso brazo blandiendo un hacha bipene, y Santa Bárbara Bendita;
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“LOS IBEYI o jimaguas divinos hijos de Shangó, y San Cosme y San Damián;
“BABALÚ-AYÉ, con ropajes de tela de saco de yute ribeteados en morado y
adornados con cauris, y San Lázaro, ayudándose al andar con sus dos muletas y
acompañado por sus fieles perros;
“ORULA, el orisha de la adivinación, cierra la comitiva, vestido de amarillo y verde,
en sus manos el ékuele y el tablero de adivinación, y San Francisco de Asís.
“Prometemos regresar el “día del medio” para ver a los iyawó en sus trajes de gala
–con las características y colores del orisha que le asentarán a cada uno- y para
saborear los deliciosos platos que se prepararán y brindarán ese día a todo aquel
que llegue.
“Ya en la puerta de la calle, advertimos que detrás de ella se encuentra colgada
una hoja de “guano bendito” y, clavadas, una imagen de la Virgen de Loreto y otra
de Santa Clara. Sobre ellas, el dibujo de un gran ojo cuyo lagrimal está atravesado
por un puñal y sobre el cual reza la siguiente inscripción: “Te estoy cazando”.
“Este colorido y alucinante mundo; esta seriedad para interpretar y llevar a cabo
los ritos de una religión popular sin engaños ni adulteraciones; esta alegría unida al
sentido de la responsabilidad; este amor tan grande por sus orishas y por los santos
de otras religiones; esta fidelidad a tradiciones que tienen siglos, explican el auge
del interés por los cultos de origen africano que se palpa; interés que se aprecia no
sólo en el caso de iniciados y creyentes, sino también en el de estudiosos,
observadores, artistas e, incluso, no creyentes”.
Sobre “el Día del Medio” y el “Itá” las autoras explican:
“Pero ashé también se recibió el “día del medio” en la casa donde se produjo la
iniciación de un iyawó. Se llama de esta manera a este día de fiesta general porque
se encuentra en el medio, entre el día de la iniciación y el día del itá, ceremonia
en la que hablan todos los orishas que el iyawó recibió el día en que asentó osha.
“En el itá se le explican las líneas de conducta que deberá seguir en su nueva vida,
las prohibiciones que tendrá que respetar para no tener problemas y los orishas que
deberán recibir en el futuro. Ese día se le escogerá su nombre de religión, por el
que lo llamarán sus “familiares” de santo.
“La imposición del nombre que designa a la nueva persona que “nace” con la
iniciación religiosa es algo sagrado para el creyente. El nombre resume a la
persona, la refleja, forma parte de su “yo” y depende de los odún o letras sagradas
que salieron en su itá. El nombre refleja la conducta religiosa del omó osha y los
manes que lo protegen: tiene ashé.
““El día del medio” es un día de fiesta en que se ofrece un gran almuerzo a todos
los que asistan a saludar y rendirle moforibale a todos los iyawós. Mientras en la
casa flota el aroma de las carnes de los animales sacrificados el día anterior (pollo,
gallina, gallo, pato, paloma, gallina de Guinea, chiva, chivo y carnero) que reposan
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muy bien cocinados en grandes ollas, los iyawós, sentados sobre una estera bajo el
trono, comen de todas las carnes, ya que no se sabe qué plato le prohibirán de por
vida el día del itá. Finalizado el almuerzo, la oyubona los viste con los trajes de
gala, realizados en raso, encaje seda, según los colores del orisha tutelar del
iniciado y sienta a cada uno de ellos en su pilón para presentarlos a los asistentes.
“Hay un plato de comida para todo aquel que llegue, todos están invitados a
comer. Esta costumbre se corresponde con la hospitalidad africana, de acuerdo con
la cual, el dueño de la casa brinda a sus visitantes lo mejor que tiene. Con cariño,
los santeros miembros de la casa atienden a los invitados y procuran que se sientan
“como en familia”.
“Al oscurecer, los presentes se despiden impregnados del ashé recibido ese día.
Mucho ashé se les desea a todos los presentes.