CAPACITACIÓN VIGIA EN SEGURIDAD Y SALUD EN EL TRABAJO.ppt
Crisis Alimentaria
1.
2. ¿CRISIS ALIMENTARIA?
abe pensar que la reciente crisis
alimentaria mundial es una llamada
de atención que los países en
desarrollo y la comunidad internacional pueden
aprovechar para revitalizar la producción y el
comercio mundial agrícola e intensificar las
medidas de corrección de los desequilibrios
sistémicos de esa producción y ese comercio que
gradualmente han ido contribuyendo a generar los
problemas actuales. La crisis ha puesto de relieve
las tensiones inherentes al sector de la producción
agrícola de alimentos. Las respuestas a la crisis
habrán de incluir medidas a corto y a largo plazo
debido a que sus causas y consecuencias tienen un
origen a corto plazo y también un origen
estructural. Naturalmente, la prioridad inmediata y
acuciante es garantizar un suministro suficiente de
alimentos a la población necesitada. De ello se
encargan debidamente los organismos
humanitarios y de emergencia. Pero la cuestión no
acaba ahí pues igual importancia tiene responder a
factores más fundamentales y arraigados. Desde la
perspectiva del comercio y el desarrollo, y en el
marco de un planteamiento global de la crisis por el
sistema de las Naciones Unidas, la UNCTAD
recomienda varias medidas de política y
actuaciones concretas para el desarrollo del
comercio, las inversiones y la agricultura a nivel
nacional, regional e internacional.
La inseguridad alimentaria aguda se produce
cuando la incapacidad de una persona para
consumir alimentos adecuados pone en peligro
inmediato su vida o sus medios de subsistencia. Se
basa en medidas internacionalmente aceptadas de
hambre extrema, como la Clasificación Integrada de
la Seguridad Alimentaria en Fases (CIF) y el Cadre
Harmonisé.
El hambre crónica aparece cuando una
persona es incapaz de consumir suficientes
alimentos para mantener un estilo de vida normal y
activo durante un período prolongado. El último
informe de la FAO sobre El estado de la seguridad
alimentaria y la nutrición en el mundo, publicado en
septiembre de 2018, señala que 821 millones de
personas en el planeta padecen hambre.
Los socios que han participado en la
elaboración del Informe mundial sobre las crisis
alimentarias de 2019 son: Comité Interestatal
Permanente de Lucha contra la Sequía en el Sahel
(CILSS), Unión Europea, Red de Sistemas de Alerta
Temprana contra la Hambruna (FEWS NET), FAO,
Módulo mundial de Seguridad Alimentaria, Grupo
temático de Nutrición Mundial, Unidad de Apoyo
Mundial de la Clasificación Integrada de la
Seguridad Alimentaria en Fases (CIF), Autoridad
Intergubernamental para el Desarrollo (IGAD),
Instituto Internacional de Investigaciones sobre
Políticas Alimentarias (IFPRI), Sistema de la
Integración Centroamericana (SICA), Comunidad
del África Meridional para el Desarrollo (SADC),
Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios
de las Naciones Unidas (OCHA), UNICEF, USAID y
WFP.
LA RESPUESTA DE LA UE
esde 2013, la UE ha prestado
asistencia a alrededor de 26 millones
de personas que padecen
inseguridad alimentaria a través de transferencias
sociales o apoyo a los medios de subsistencia
gracias a la asistencia al desarrollo a largo plazo.
Los resultados seleccionados muestran que, desde
2013, se ha alcanzado a casi 18 millones de mujeres
en edad reproductiva, niñas adolescentes y niños
menores de 5 años; en 40 países socios, la
prevalencia de retraso del crecimiento ha
disminuido en 5 años.
Desde 2014, más de 3 millones de pequeños
agricultores han recibido apoyo para una
producción más sostenible y un mejor acceso a los
mercados y la tierra; entre 2013 y 2017, 800.000
mujeres y hombres lograron la tenencia segura de
la tierra.
Durante el mismo período, 3,8 millones de
pequeños agricultores se beneficiaron de servicios
de asesoría rural; se implementaron prácticas de
manejo sostenible de la tierra en más de 4 millones
de hectáreas de tierra.
Bruselas – Un informe presentado hoy
conjuntamente por la Unión Europea, la
Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa
Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas
(WFP), concluye que alrededor de 113 millones de
personas en 53 países experimentaron inseguridad
alimentaria aguda en 2018, en comparación con
124 millones en 2017.
El Comisario europeo de Cooperación
Internacional y Desarrollo, Neven Mimica, declaró a
este respecto que “la inseguridad alimentaria sigue
siendo un reto global. Por ello, entre 2014 y 2020, la
UE habrá destinado cerca de 9.000 millones de
euros a iniciativas sobre seguridad alimentaria y
C
D
3. nutricional y agricultura sostenible en más de 60
países. El Informe Mundial de hoy subraya la
necesidad de fortalecer la cooperación entre los
actores humanitarios, de desarrollo y de la paz para
revertir y prevenir las crisis alimentarias. Una Red
Mundial más fuerte puede ayudar a lograr cambios
sobre el terreno para las personas que realmente
los necesitan”.
El Comisario europeo de Ayuda Humanitaria
y Gestión de Crisis, Christos Stylianides, aseguró por
su parte que “las crisis alimentarias continúan
siendo un reto mundial que requiere de nuestro
esfuerzo conjunto. La UE sigue intensificando sus
esfuerzos humanitarios. En los últimos tres años, la
UE ha asignado el mayor presupuesto de ayuda
humanitaria alimentaria y nutricional de su historia,
con casi 2.000 millones de euros en total. Las crisis
alimentarias son cada vez más agudas y complejas y
necesitamos formas innovadoras de abordarlas y
evitar que se produzcan. El Informe Mundial supone
una base para definir los próximos pasos de la Red
Mundial, mejorando nuestros mecanismos de
coordinación”.
EN LA ACTUALIDAD
n nuevo análisis publicado hoy por la
Organización de las Naciones Unidas
para la Alimentación y la Agricultura
(FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA)
identifica a 27 países susceptibles de padecer de
forma inminente crisis alimentarias provocadas por
la COVID-19, ya que los efectos de la pandemia
agravan los factores preexistentes que causan el
hambre.
Ninguna región del mundo es inmune: desde
Afganistán y Bangladesh en Asia, pasando por Haití,
Venezuela y el corredor seco de América Central,
hasta Iraq, el Líbano y Siria en Oriente Medio, o
Burkina Faso, Camerún, Liberia, Níger, Nigeria, Malí,
Mozambique, Sierra Leona y Zimbabwe en África.
El análisis conjunto de la FAO y el PMA advierte
que estos "países en situación crítica" corren un alto
riesgo -y en algunos casos ya lo están sufriendo- de
un deterioro significativo de la seguridad
alimentaria en los próximos meses, incluyendo un
aumento del número de personas que se ven
afectadas por el hambre aguda.
Estos países se enfrentaban ya a niveles
elevados de inseguridad alimentaria y hambre
aguda incluso antes de la COVID-19, debido a
factores y tensiones preexistentes como crisis
económicas, inestabilidad e inseguridad, fenómenos
climáticos extremos, plagas vegetales y
enfermedades de los animales, según explicó el
Director General de la FAO, QU Dongyu.
"Ahora están en primera línea y son los más
afectados por los efectos negativos de la COVID19
en los sistemas alimentarios, que están provocando
una situación de hambre dentro de una crisis
sanitaria", dijo, añadiendo que: "no podemos
considerar esto como una amenaza que podría
surgir en el futuro. No podemos abordar esto como
un problema del mañana. Tenemos que hacer más
para salvaguardar tanto los sistemas alimentarios y
nuestras poblaciones más vulnerables, ahora
mismo".
La FAO y el PMA señalan que existen cuatro
formas principales en que la COVID-19 está
sumiendo a la población en una situación de
hambre de mayor gravedad:
1. La disminución del empleo y los salarios
significa que las personas tienen menos dinero
para gastar en alimentos para el hogar y que los
trabajadores en el extranjero envían menos
remesas a sus familiares en los países con
inseguridad alimentaria. Al mismo tiempo, los
precios de los alimentos están subiendo en
muchos países con crisis, creando una barrera
para el acceso a los mismos.
2. Diversas perturbaciones asociadas a las medidas
sanitarias preventivas para hacer frente a la
pandemia están teniendo también
repercusiones importantes -y cada vez mayores-
en la producción y el suministro de alimentos.
3. La caída en picado de los ingresos
gubernamentales significa que las redes de
seguridad social fundamentales -como la
protección social y los programas de
alimentación escolar-, carecen de fondos
suficientes y no pueden responder a unas
necesidades crecientes.
4. Por último, la pandemia podría estar
contribuyendo a la inestabilidad política y al
aumento de los conflictos, por ejemplo los
intercomunitarios por recursos naturales como
el agua, las tierras de pastoreo o las rutas de
migración, lo que altera aún más la producción
agrícola y los mercados.
5. Las evidencias de las encuestas en curso de la
FAO en países con crisis alimentarias respaldan
el análisis conjunto actual, indicando que la
producción alimentaria se está convirtiendo
rápidamente en un grave problema.
Los campesinos consultados informan de
numerosas dificultades para acceder a semillas, lo
U
4. que dará lugar a una reducción de la siembra. En
Haití, el 90 por ciento esperan ver una disminución
significativa en la producción de cereales. En
Colombia, más de la mitad de los ganaderos que
participaron en la encuesta informan de dificultades
para acceder a los piensos, mientras en Sudán del
Sur, dos tercios de los encuestados dijeron que les
resulta complicado acceder a asistencia veterinaria
para sus animales.
Es probable que esta dinámica dé lugar a un
círculo vicioso de disminución de la producción,
menores oportunidades de trabajo agrícola y
aumento de los precios de los alimentos, lo que dará
lugar a estrategias negativas de supervivencia y a
un mayor deterioro de la seguridad alimentaria y
nutricional.
En un intento por hacer frente a estas nuevas
circunstancias, la FAO hizo público hoy un
llamamiento revisado por valor de 428,5 millones
de dólares EEUU bajo el Plan mundial de respuesta
humanitaria para la COVID-19 del sistema de las
Naciones Unidas, que aborda las crecientes
necesidades del sector alimentario y agrícola,
centrándose en la ayuda urgente para salvaguardar
los medios de subsistencia, mantener las cadenas
alimentarias y garantizar que las personas más
vulnerables puedan acceder a alimentos vitales y
nutritivos. También incluye la recopilación y el
análisis de datos, para diseñar las intervenciones
adecuadas.
Responder a los desafíos requiere medidas
urgentes más amplias, según la FAO. Las
temporadas agrícolas cruciales, los desplazamientos
de ganado para obtener pastos y agua, la
recolección, el procesado y almacenamiento de
alimentos no son actividades que puedan dejarse en
suspenso.
"Si actuamos ahora a la escala necesaria,
podemos hacer que el mayor número posible de
personas siga produciendo alimentos, proteger sus
medios de subsistencia y reducir su necesidad de
ayuda alimentaria humanitaria, al tiempo que se
sientan las bases para una recuperación con
resiliencia", señaló Qu. "No es demasiado tarde -
añadió para prevenir la peor crisis de hambre en
décadas".
También en respuesta a las crecientes necesidades
humanitarias en el sector alimentario y agrícola, el
Consejo de Gobierno de la FAO aprobó la semana
pasada la propuesta del Director General de
establecer una nueva Oficina de Resiliencia y
Emergencias, que tiene como objetivo ampliar
significativamente la capacidad de la Organización
para responder con rapidez a las crisis
humanitarias y salvaguardar los medios de
subsistencia para salvar vidas.
PUNTOS CRÍTICOS DEL
HAMBRE
n Afganistán, el precio de los alimentos
ha aumentado hasta un 20 por ciento,
según el informe de hoy, mientras que
la pandemia también ha causado una reducción de
los ingresos, perturbado las cadenas de suministro
de alimentos y reducido el acceso a los insumos
agrícolas, al combustible y la mano de obra.
En Bangladesh, las repercusiones
económicas de la crisis están a punto de duplicar la
tasa de pobreza del país, empujándola por encima
del 40 por ciento.
En Etiopía, las medidas de mitigación
relacionadas con la COVID-19, combinadas con las
recientes inundaciones y la pérdida de cultivos
causada por las langostas del desierto, darán lugar
posiblemente a una cosecha de la temporada
secundaria "belg" inferior a la media, que se
recolecta en junio-julio
En Haití, el impacto de la COVID-19 se suma
a las escasas y erráticas precipitaciones que se
produjeron durante la recién terminada temporada
de lluvias principal, con probables caídas en la
producción agrícola y la consiguiente pérdida de
cosechas, por un nuevo año consecutivo.
En Sierra Leona, los precios de los
principales productos alimenticios ya han
aumentado muy por encima de su media a largo
plazo. Una posible reducción de la producción
agrícola nacional -consecuencia de unas lluvias
inferiores a la media previstas para la próxima
temporada-, podría provocar nuevos aumentos de
los precios.
En Somalia, se prevé que los desafíos de la
COVID-19, en combinación con las recientes
inundaciones y el impacto de la langosta del
desierto, reducirán la producción de las principales
cosechas de la temporada "gu", -que se recolectarán
en julio-, en un 20-30 por ciento. Las exportaciones
de ganado -una fuente importante de ingresos- ya
han disminuido en un 20 por ciento y se prevé otra
reducción del 30 al 50 por ciento por la menor
demanda de Arabia Saudita, tras la cancelación de la
peregrinación durante el Ramadán. Se pronostica
que el número de personas que padecen hambre
aguda en Somalia se triplique con respecto al año
pasado.
E
5. En Yemen que ya es la mayor crisis
alimentaria y humanitaria del mundo-, se ha
registrado un aumento del 35 por ciento en los
precios de los alimentos en algunas zonas desde
abril.
Zimbabwe sufrió ya una de las temporadas más
secas de las que se tiene constancia, que ha dado
lugar a importantes déficits de cereales por
segundo año consecutivo. Ahora, el impacto
económico de la pandemia se observa a través de
una mayor depreciación de la moneda y la inflación
(con una inflación alimentaria que se sitúa en el
953,5 por ciento en mayo de 2020, con un aumento
desde el 685 por ciento en enero de 2020).
PRINCIPALES
CONCLUSIONES
La cifra de 113 millones de personas que se
enfrentan a crisis alimentarias es ligeramente
inferior a los 124 millones de personas de 2017. Sin
embargo, el número de personas en el mundo que
padecen estas crisis alimentarias se ha mantenido
por encima de los 100 millones en los últimos tres
años, y el número de países afectados ha
aumentado. Además, otros 143 millones de
personas en otros 42 países están solamente a un
paso de tener que enfrentarse al hambre aguda.
Casi dos tercios de las personas que padecen
hambre aguda se encuentran en sólo ocho países:
Afganistán, Etiopía, Nigeria, República Democrática
del Congo, Sudán del Sur, Sudán, Siria y Yemen. En
17 países, el hambre aguda se mantuvo o aumentó.
Los desastres climáticos y naturales
condujeron a otros 28 millones de personas a la
inseguridad alimentaria aguda en 2018. Y 13 países
-incluidos Corea del Norte y Venezuela- no están
incluidos en el análisis debido a la falta de datos.