La crisis económica mundial de 2008-2009 comenzó en Estados Unidos y se expandió al resto del mundo debido a factores como la sobrevalorización de bienes, la inflación y una crisis crediticia y hipotecaria. Aunque algunos argumentan que no fue una verdadera crisis, tuvo un profundo impacto en las economías desarrolladas. Las naciones del G-20 acordaron expandir sus gastos y políticas monetarias para estimular el crecimiento y ayudar a los países en desarrollo, así como mejorar la regulación financiera.