Los regímenes fascistas de Italia y Alemania aprovecharon eventos deportivos como el Mundial de Fútbol de 1934 en Italia y los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 para exhibir su fuerza y propagar su ideología. Mussolini consideró el Mundial de 1934 como un asunto de estado y elemento de propaganda del régimen italiano, mientras que los Juegos Olímpicos de 1936 en Alemania se planearon como una apología del nazismo y exaltación de la raza aria.