El documento argumenta que para ser un buen padre es necesario tener una relación con Dios como el Padre verdadero. Señala que muchos hombres son solo progenitores y no ejercen realmente la paternidad. También sugiere que Jesús mostró a Dios como un Padre amoroso y que cada hombre debe ver la paternidad como una extensión del amor paternal de Dios. Finalmente, cita Deuteronomio para enfatizar la importancia de inculcar los mandamientos de Dios en los hijos.