Dossier realizado sobre Antón Chèjov para os Clubs de Lectura Ágora. Atoparás información sobre Chèjov e sobre as súas obras "El tio Vania", "La gaviota" e "El jardín de los cerezos".
2. Antón Chéjov (1860 Taganrog, Ucrania) - 1904, Badweiler, Ucrania)
Hijo de un tendero y nieto de siervos, cursó estudios de Medicina en la
Universidad de Moscú. Publicó relatos y escenas humorísticas en revistas en su
época de estudiante. Terminada la carrera casi no ejerció debido a su éxito
como escritor y porque padecía tuberculosis, en aquel tiempo una enfermedad
incurable.
Empezó escribiendo cuentos, anécdotas y sketches cómicos bajo el seudónimo
de Antocha Chejonte . Su primera colección de escritos humorísticos, Relatos
de Motley, se editó en 1886, y su primera obra de teatro, Ivanov, se estrenó en
Moscú al año siguiente. Posteriormente escribió La isla de Sajalín (1891-1893).
Se convirtió en una de las más señeras figuras del realismo ruso; creador del
relato moderno en el que el efecto depende más del estado de ánimo y del
simbolismo que del argumento. Algunos de sus mejores relatos se encuentran en
su libro publicado póstumamente Los veraneantes y otros cuentos (1910).
Casi a finales de siglo conoció al productor Konstantín Stanislavski, director del
Teatro de Arte, de Moscú, que en 1898 representó la obra de Chéjov La
gaviota (1896). Esta asociación, permitió la representación de varios de sus
dramas en un acto y de sus obras más significativas como El tío
Vania (1897), Las tres hermanas (1901) y El jardín de los cerezos (1904). Sus
biógrafos han registrado 588 novelas cortas, o relatos largos.
En 1901 se casó con la actriz Olga Knipper, que había actuado en sus obras.
Falleció en el balneario alemán de Badweiler el 15 de julio de 1904.
3. Chéjov: El brillo perdido y la apatía existencial.
Por Verónica López Quesada
http://www.almargen.com.ar/sitio/seccion/teatro/chejov/
Como fiel testigo de su época, su teatro supo plasmar las fluctuaciones de un
país que se encaminaba hacia la modernidad y la industrialización. Sus dramas
manifiestan la imposibilidad del hombre moderno de llevar a cabo sus deseos, y
de tolerar la desidia, la inercia moral, y la falta de responsabilidad.
En sintonía con la realidad social rusa de la época, Chéjov creó a sus personajes
insertos en un contexto en el que la antigua clase aristocrática, habiendo
perdido el brillo y el poder de antaño, se consumía lentamente frente a los
dictados de un nuevo orden encarnado en la incipiente burguesía.
Antón Chéjov y León Tolstói
La Rusia de la segunda mitad del siglo XIX, convulsionada por la agitación
político-social que daría vida a la revolución, tomaba conciencia de su historia
nacional de la mano de un grupo de intelectuales liderados por Pushktin, Tolstoi,
Dostoievsky y Chéjov entre otros; y al mismo tiempo era protagonista de un
cambio profundo que amenazaba quebrar los oxidados cimientos del sistema
tradicional.
4. En 1861, bajo el reinado del zar Alejandro II, se había decretado la abolición de
la servidumbre. Los antiguos Mujiks se convierten en hombres libres; obligados
a trabajar por sus propios medios, comienzan a formar una baja burguesía
concentrada en el campo y en los reductos obreros de San Petersburgo y
Moscú. Las rígidas estructuras de la nobleza se ven sacudidas por una clase que
comienza a interactuar, los límites se desdibujan y el conflicto se patentiza
entre los herederos de un orden estatuido en la sangre y los representantes de
un nuevo modo de vida regido por el trabajo y el sacrificio.
Chéjov es, al mismo tiempo, protagonista y privilegiado espectador del cambio
que se operaba en Rusia y supo plasmar, con extrema lucidez, las fluctuaciones
de un país que se encaminaba lentamente hacia la modernidad y la
industrialización. A lo largo de su corta carrera como escritor dio gran impulso
a la narrativa corta y al teatro, siguiendo una original estructura dramática que
lo daría a conocer en el mundo entero.
Original credo estético
Heredera del realismo social de sus antecesores, la obra de Chéjov es difícil de
encasillar en algún movimiento, y por esto ha sido blanco constante tanto de
admiradores como de detractores. Si bien sus piezas no revelan claramente su
tendencia, de su lectura surge una línea reacia al romanticismo subjetivista. En
lo que respecta a la estructuración de sus dramas, mantiene una forma fija, la
obra realista en 4 actos, rechazando la experimentación, y utiliza los recursos
técnicos en la eliminación de lo subjetivo y lo melodramático más que en la
creación de novedosas estructuras. En este punto, su credo artístico se
resumen en la esperanza de que al expresar una visión objetiva y honesta la
forma se desarrollaría por si misma.
La doble dimensión: Realismo y Compromiso
Dispuesto a ser un retratista fiel de su contexto, Chéjov intenta obviar toda
referencia a su personalidad. No sólo en la despreocupación por la forma,
también en las motivaciones y el actuar de sus personajes oficia como un testigo
imparcial, como un demiurgo que da vida para luego desentenderse y dejar fluír
el curso de la historia libremente. Su objetivo es mostrar las cosas como son,
bajo la plácida sensación de lo cotidiano, lo banal. La acción se reduce al mínimo,
los golpes de efecto brillan por su ausencia y la trama se entreteje en diálogos
cotidianos, aparentemente desprovistos de mayor significado.
De acuerdo con esto se lo podría definir como naturalista, sin embargo, en una
lectura profunda de sus dramas es evidente que no logra por completo
abstenerse de cierto compromiso con su creación. Claro que esto es poco
5. evidente; la superficie chejoviana no es fácil de atravesar, pero cuando se lo
hace queda al descubierto una actitud moralizante que impregna toda la pieza y
otorga significado a los diálogos sin objeto.
Las dos dimensiones, realismo y compromiso, interactúan sutilmente
evidenciando la intencionalidad del autor: pintar objetivamente la realidad con
todos sus matices, sin excluír las fuerzas ocultas que operan sobre ella. Como él
mismo le escribe a Suvorín en 1888: "El artista observa, elige, conjetura,
combina... Usted tiene razón en exigir una actitud consciente del artista hacia
su obra, pero mezcla dos ideas: la solución del problema y su correcta
presentación. Sólo lo último es obligatorio para el artista."
Es entonces en forma indirecta, eligiendo,
conjeturando, combinando como Chejov ejerce su
función moral. Presenta los problemas reales de
acuerdo a un orden y deja libradas al arbitrio del
espectador las posibles soluciones. Claro que el
orden está preconcebido, no toma personajes ni
situaciones al azar; por el contrario, sus piezas
dejan entrever determinados tópicos que se repiten
en forma constante.
Sus dramas manifiestan la imposibilidad del hombre
moderno de poner en acto sus deseos, su indolencia,
la inercia moral y la falta de responsabilidad.
Ambientados en casas de provincia, los personajes
se ven sometidos al aburrimiento y la monotonía característicos de una clase
aristocrática que ha perdido sus motivaciones. Se sienten los últimos baluartes
de la cultura, en contraposición con la vulgaridad generalizada de la vida rusa,
ámbito que sofoca cualquier expectativa. Es preciso aclarar que cuando Chéjov
habla de cultura no se refiere a una particularidad privativa de las clases altas,
cultura no es para él sinónimo de intelectualidad, sino un compendio de
sabiduría, educación, humanidad y capacidad de sacrificio.
También el modelo dramático es sintomático de su credo estético. Todas sus
obras de madurez están elaboradas según un principio básico: el conflicto entre
un explotador y sus víctimas: en "El jardín de los cerezos" Lopajín se apodera
del jardín de Madame Ranevsky y Gaev, en "Tres Hermanas" es Natasha quien
desaloja a los Prozorov de su casa de provincia, en "La gaviota" Trigorín
destruye la candidez de Nina y Arkadina las esperanzas de su hijo y en "Tio
6. Vania" la llegada de Elena y Serebriakov hace tomar conciencia en los demás sus
propias miserias.
El teatro chéjoviano ha sido señalado como el menos dramático debido a la
introducción, como temática central, de la banalidad cotidiana y la rutina.
Innumerables críticos y dramaturgos han rechazado estas cuestiones por
creerlas poco interesantes; sin embargo Chéjov aclara este punto con extrema
lucidez: "Los hombres comen, duermen, fuman y dicen banalidades y sin
embargo se destruyen". El diálogo parece desarrollarse sin objeto alguno, pero
es revelador de las características de los personajes, de sus motivaciones, sus
odios y pasiones y al mismo tiempo se proyecta como un velo sobre los
acontecimientos que bullen en profundidad. Las obras se despliegan en un
crescendo, comienzan serenas, plácidas y se complejizan hasta el clímax final,
en el que el despojo se evidencia en toda su envergadura.
Ni héroes ni villanos
Otro rasgo esclarecedor de la antipatía de Chéjov por el romanticismo
subjetivista está dado por el diseño de sus personajes. Sus obras maduras
carecen de figuras centrales bien definidas, más bien son retratos de un grupo
que eventualmente se subdivide en solos, dúos o tríos sin fuerza suficiente para
ser protagonistas. Además, Chéjov rechaza la visión maniquea de un mundo
dividido en fuerzas externas contrapuestas. Para él, el bien y el mal se
confunden en conflictos internos, personales; por lo tanto sus personajes no son
arquetipos de héroes o villanos, sino seres capaces de amar y odiar al mismo
tiempo, de sufrir y gozar, revelando así la profunda ambigüedad que caracteriza
al hombre. Sus "héroes" son figuras rutinarias, monótonas, enmarcadas en los
lugares comunes de todos los días. "Se exige, afirma el escritor, que el héroe y
la heroína sean dramáticamente vigorosos. Pero en la vida la gente no se suicida,
no se ahorca no se enamora ni dice cosas geniales a cada minuto. Pasa la mayor
parte del tiempo comiendo, bebiendo... o diciendo tonterías... La vida en la
escena debe ser lo que es en realidad, y la gente, por tanto, debe andar
naturalmente y no sobre zancos."
En variadas ocasiones los personajes están impregnados de matices
caricaturescos que impiden que el espectador se identifique con ellos. De esta
forma Chéjov restringe las simpatías por las víctimas -muchas veces es su
inercia la causa de sus sufrimientos- y suaviza el carácter de los victimarios,
diluyendo el tono melodramático en obras que superficialmente se asemejan a
farsas de tono ligero pero que encubren la lenta destrucción de los personajes
en una atmósfera que paraliza todas sus acciones.
7. El jardín de los cerezos:
Con esta pieza, escrita en 1903, Chéjov finaliza su producción, ya que muere
pocos meses después del estreno. La historia se centra en un grupo de
terratenientes, representantes de la antigua aristocracia, que pierden sus
propiedades en manos de una nueva clase enérgica y abocada al trabajo. El
mismo autor calificó a "El jardín..." de comedia, ya que en vez de limitarse a
despertar compasión por las víctimas, las reviste de rasgos caricaturescos,
invirtiendo el estereotipo esperado. Al mismo tiempo otorga humanidad e
inocencia al despojador (Lopajín) con lo que dificulta enormemente la reducción
de los personajes a meras categorías.
Los aristócratas son simpáticos y encantadores, pero también perezosos,
derrochones y pomposos, y su derrota final se debe a su inercia e inadecuación.
Lopajín, en cambio, es exitoso, trabajador y poco pretensioso. Su efecto es
destructivo pero sus motivaciones no son crueles. Hasta el final intenta
convencer a Liuva y Gaev de vender el jardín y al no ser escuchado hace su
propio negocio. El jardín de los cerezos cae como símbolo del derrumbe de un
modo de vida que no se adecua a las nuevas circunstancias.
"Todo lo que quise fue decir honestamente a la gente: Mírense a ustedes
mismos y vean que malas y monótonas son sus vidas. Lo importante es que la
gente se dé cuenta de ello, porque entonces seguramente crearán para ellos
mismos una vida distinta y mejor... Y mientras esa vida diferente no exista,
seguiré diciéndole a la gente una y otra vez: por favor, comprendan que su vida
es mala y monótona.
8. Algunas obras de Chejov en las Bibliotecas Muncipales de A Coruña
9. Bibliotecas Municipais A Coruña
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