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Principios de la
Educación Inclusiva
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2. La educación inclusiva valora positivamente la diversidad
existente en las aulas y enriquece a todos los alumnos, quienes participan
activamente en la vida escolar.
““ las escuelas deben acoger a todos los niños, independientemente
de sus condiciones físicas, intelectuales, sociales, emocionales, lingüís-
ticas u otras. Deben acoger a niños discapacitados, niños superdota-
dos, niños que viven en la calle y que trabajan, niños de poblaciones
remotas o nómadas, niños de minorías lingüísticas, étnicas o culturales
y niños de otros grupos o zonas desfavorecidos o marginados“.
(Declaración de Salamanca, 1994: Marco de acción sobre Necesidades
Educativas Especiales).
Comprometidos con la educación inclusiva
Como vemos, la sociedad avanza más rápidamente que la educación. La
escuela, por su dimensión social, debe ser reflejo de una sociedad plural, don-
de tengan cabida diferentes ritmos de aprendizajes, etnias, valores cultura-
les, capacidades, etc. La gran velocidad a la que se producen los cambios de
hoy deja obsoletos los estilos de enseñanza, así como las herramientas y los
métodos pedagógicos, que no aguantan el tirón de las necesidades que van
surgiendo. Esta enorme turbulencia exige dotar de una nueva metodología a los
docentes, ya que ninguno de los alumnos es igual a otro. Esta exigencia no de-
be plantearse como una imposición, sino como una urgente toma de conciencia
de los profesionales de la educación.
La Declaración de Salamanca, aprobada el 10 de Junio de 1994 en la
“Conferencia Mundial sobre Necesidades Educativas Especiales: Acceso y Ca-
lidad“, introdujo un cambio de paradigma educativo que debía ir acompañado
de un proceso de toma de conciencia, de cambio de estructuras y de nuevas
respuestas.
En este contexto adquiere un enorme protagonismo la educación cogniti-
va e inclusiva. La educación cognitiva busca formar mentes, potenciar la ca-
pacidad del alumno para aprender a aprender, valora más el cómo que los da-
tos y contenidos, trata de fomentar la autonomía y la creatividad en el aprendi-
zaje, para así adaptarse a la nueva e imprevisible sociedad y garantizar un
aprendizaje a lo largo de toda la vida. El fin último es evitar el fracaso
escolar
(que diferencia y segrega a alumnos en itinerarios, grupos o aulas especiales y
centros específicos, cuando sus necesidades educativas dificultan el aprendiza-
je de la mayoría y se traduce, en muchos casos, en la deserción escolar) y do-
tar de prestigio a la función docente. El educador se convierte así en el
artífice
imprescindible de toda transformación del mundo educativo.
Razones que fundamentan la educación
4. La educación inclusiva trata de armonizar la enseñanza y el
aprendizaje en común con la necesaria atención a la diversidad. El
punto de partida es considerar la heterogeneidad del alumnado como
una situación normal del aula y promover una educación para todos y
con todos, independientemente de sus características personales, psi-
cológicas o sociales, sus ritmos de aprendizaje y de si tienen o no dis-
capacidad. Trata de ampliar el ámbito de actuación fuera del aula y de
incluir a la familia y a otras comunidades del entorno. Por tanto, la
inclusión es un concepto más amplio que el de integración, ya que
apuesta por una participación plena en la vida escolar de los alumnos
con necesidades especiales integrados en los centros ordinarios.
Como vemos, la educación inclusiva defiende que cada persona
es un ser único e irrepetible, digno de toda atención, que necesita
afianzar su dignidad siendo plenamente acogido en todas las institucio-
nes de las que participa, como es el caso de la escuela.
La esencia educativa está centrada en las personas concretas. La for-
mación de actitudes y motivaciones, así como la adquisición de hábitos
y normas, para responder a las necesidades de cada sociedad, nos
obligan a asumir las diferencias individuales y crear estructuras que
beneficien a todos.
Resultados positivos para
todos
Es indudable que, cuando
los alumnos cooperan para
aprender, se promueve la edu-
cación en valores y se fomenta la
solidaridad, la tolerancia y el res-
peto a la diferencia.
La convivencia y el apren-
dizaje en grupo se ven enriqueci-
dos con la diversidad y la inclu-
sión, más que con la asimilación
o integración. La educación inclu-
siva no discrimina la discapaci-
dad, la cultura y el género sino
que busca nuevos planteamien-
tos a la tradicional separación
entre educación “normal“ y
“especial“ y permite a todos los
alumnos el acceso a un currículo
como miembros de un aula acor-
de a su edad.
Cuanto más “normalizada“
sea la situación en que se atien-
de a los alumnos, mayor será la
sensación de pertenencia al gru-
po. Todos los estudiantes forman
un todo y unos ven a los otros
como un reto para avanzar en el
5. camino de nuevas formas de
aprendizaje.
Formar personas
Ese es nuestro fin último.
Las escuelas inclusivas pueden
cambiar las actitudes hacia la
diferencia educando a todos los
niños juntos, sentando las bases
de una sociedad justa y no discri-
minatoria que brinda oportunida-
des a todos y que propicia una
forma abierta de convivencia y
aprendizaje, en armonía, pres-
tando a cada uno la ayuda que
necesita.
Por otro lado, tienden a
disminuir los modelos de com-
portamiento inapropiado, ya que
mejora la apreciación y la acep-
tación de las diferencias indivi-
duales, aumenta la proporción
de los objetivos educativos logra-
dos, se enriquece y generaliza la
adquisición de habilidades, y se
genera una mentalidad inclusiva
para ambientes futuros tras la
escuela, que fomenta el respeto,
con lo que toda la sociedad se
benefi-
cia.
Una educación para todos y con todos
6. Poner en práctica los principios de una educación inclusiva nos obliga
a repensar la escuela y la enseñanza, y a introducir innovaciones en el
modelo tradicional utilizado hasta la fecha en los centros. Hay que utili-
zar toda la imaginación de que dispongamos para hacernos una idea
de cómo vamos a llegar a la meta que nos hemos propuesto, ya que
una escuela abierta a la diversidad, acogedora para todos y parti-
cipativa requiere introducir cambios en las actitudes, en la organiza-
ción de las escuelas (tiempo de estancia en aula ordinaria con o sin
apoyo, tiempo en aula específica, etc.), en los currículos escolares, en
los modelos pedagógicos y en el estilo de enseñanza.
En cuanto a las innovaciones organizativas, habrá que intro-
ducir como elemento esencial la flexibilidad, tanto en lo relativo a las
agrupaciones de alumnos como en el horario y temporalización, así
como en el número de recursos materiales y humanos por aula
(profesores especialistas en discapacidades, cuidadores, profesor de
apoyo, logopedas, fisioterapeutas, con idiomas extranjeros, etc.). La
coordinación del profesorado con el de apoyo, con padres y terapeu-
tas, debe llevarse a cabo de la manera más ágil posible de manera
que no suponga una disminución del tiempo de dedicación a los alum-
nos.
La escuela se enfrenta así al reto de hacer efectivo el derecho
de los alumnos a acceder a la educación y a beneficiarse de una ense-
ñanza de calidad adecuada a las necesidades individuales de aprendi-
zaje. Hay que reforzar y apoyar el plan individual de inclusión de
cada niño, pero consiguiendo un difícil equilibrio que satisfaga a to-
dos.
¿Estamos en condiciones de
asumir este reto? ¡Claro que
SI!
Frente a este desafío, habrá
muchos profesores y centros que se
cuestionen si realmente estamos en
condiciones de asumir todos estos
retos, con la consiguiente superación
de barreras que exige.
Es necesario realizar un análi-
sis del contexto de cada centro y de
sus recursos disponibles, tanto mate-
riales como humanos, para, a partir
de aquí, intentar maximizarlos.
En cualquier caso, hay que
tender a mejorar lo que tenemos, ya
que el esfuerzo merece la pena.