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EL MUNDO DE AGUSTÍN
PREFACIO
Trato en esta novela filosófica de dar a conocer aspectos de la vida y de
las reflexiones y sentimientos de Agustín de Hipona que, aunque
pueden ser conocidos en las obras académicas dedicadas a su
pensamiento teológico y filosófico así como en sus propios libros,
considero que a través de una trama expositiva que no sea compleja
pueden ser objeto de comprensión e interpretación.
El desarrollo más conveniente, a mi juicio, es la estructuración de la
trama o desarrollo expositivo a través de interpretaciones y
comentarios personales respecto a las cuestiones que, a mi juicio, son
más interesantes en la vida y obra de San Agustín. De este modo,
puedo elaborar no únicamente descripciones del mundo y la realidad
en la que vivió Agustín de Hipona, sino también comentarios e
interpretaciones al hilo de los motivos, sentimientos y pensamientos
que guiaron la vida del santo.
Existen numerosas facetas de su personalidad y de su pensamiento que
pueden ser objeto de interpretación. Además indagar en sus motivos o
incluso especular sobre ellos desde una base firme es también algo muy
positivo para el mundo contemporáneo. Porque en el fondo la
naturaleza humana en lo fundamental no ha cambiado a pesar de la
gran distancia temporal respecto a los siglos IV y V en los que vivió
Agustín. El estudio y conocimiento de su época nos abre a mundo
apasionante en el que están presentes ideas, sentimientos y emociones
que demuestran que el ser humano posee tantos aspectos que su
análisis es interminable. Como lo es también el de la época de Agustín
marcada por la desaparición progresiva del Imperio Romano de
Occidente. En la Ciudad de Dios Agustín que era profesor de Retórica
argumenta contra las afirmaciones que pretenden culpar a los
cristianos y al cristianismo de la decadencia de Roma.
En las Confesiones su libro más conocido Agustín expone en un relato
autobiográfico sus errores y sus circunstancias vitales en un texto que
conmueve por su profundidad y claridad.Muchos de los problemas que
afectan actualmente en la denominada sociedad del consumo ya los
conoció el mismo Agustín. En una inscripción de la época se lee algo
que Agustín compartiría en su juventud : «La caza, los baños, juegos y
risas, ¡eso es la vida para mí!».

1
I
NORTE DE ÁFRICA
El nacimiento de Agustín en la ciudad de Tagaste que actualmente es
Souk Aharas en Argelia es un hecho confirmado. Ciertamente, es una
ciudad que era la expresión del esplendor económico que los romanos
habían extendido ya desde el siglo I a. C. en las territorios del norte de
África y que se prolongó en el tiempo hasta el siglo IV. En este siglo
comenzó de manera evidente el declive arquitectónico y civilizatorio de
estas extensas zonas romanizadas. La geometrización de los espacios
impuestos por los romanos fueron cediendo, y bosques de olivos
fueron surgiendo en las laderas de estos espacios norteafricanos. El
aceite del que se iluminaba la lámpara con la que Agustín trabajaba
por la noche provenía de ellos. La existencia en esta región de
Numidia meridional estaba habitada por campesinos con unas
costumbres que prácticamente no estaban influidas por la
romanización, ya que seguían viviendo y trabajando con unos hábitos
ancestrales. Uno de las señales de prosperidad para estos era
precisamente la cantidad de árboles plantados en su vida, por ejemplo,
4000.
Agustín ya desde niño sentía la luminosidad especial de África. En
cambio, creció a más de 300 kilómetros del mar y a una altura de 600
metros sobre el nivel del Mediterráneo. De todas formas, este gran
teólogo y filósofo disponía de medios económicos suficientes en la
ciudad en la que vivía, y no conoció en su propia existencia la miseria y
la pobreza del campesinado. El padre de Agustín era pobre, pero eso
no impedirá que ofrezca a su hijo una educación clásica que le permita
una vida de éxito, libre y civilizada en el ámbito de cultura romana en
la que se formaba. Incluso, como se sabe, Patricio el padre de Agustín
realizo tan notables sacrificios económicos que él y su familia tuvieron
que ir pobremente vestidos durante un cierto tiempo para pagar los
estudios del filósofo. Además, los cambios de fortuna y la mala suerte
también hicieron acto de presencia en el curso del periodo de
aprendizaje de Agustín, puesto que tuvo que dejar de estudiar en
Madaura durante un año por problemas económicos.
El mundo en el que vivió Agustín era muy duro y competitivo con lo
que la tenacidad, perseverancia, fortaleza e ingenio eran valores muy
apreciados y útiles para alcanzar las metas pensadas y deseadas. De
todos modos, conviene poner de manifiesto que nuestro filósofo y
teólogo contaba también con el mecenazgo de un personaje, quizás
pariente, que se llamaba Romaniano. Se encargó de defender la
2
propiedad de la familia de Agustín ante el tribunal imperial. La verdad
es que el cultivo de la literatura y la filosofía le proporcionó a Agustín
un crecimiento personal, que se plasmó también en un progreso
indudable, en relación con su carrera profesional como profesor e
investigador de primer nivel. En el año 385 llegó a ser profesor de
Retórica en Milán.
Parece ser según lo que se sabe a través de las más profundas
investigaciones que Agustín hablaba en latín. Esto se explica por varias
razones, ya que la formación de este sabio norteafricano se desarrolla
dentro de la cultura latina que era la preponderante en el África
romanizada en la que vivió. Aunque conviene tener presente que desde
la capital del imperio se pensaba de forma general que Numidia y todo
el norte de África era un territorio extranjero, si bien estaba bajo el
dominio romano.
De todos modos, es evidente que Agustín al igual que otros coetáneos
de talento se deleitaba con su habilidad en el uso del lenguaje, con
complicados juegos de palabras, con excéntricos giros verbales, etc. Ya
siendo obispo era muy admirado por su excepcional habilidad
argumentativa y por su capacidad retórica. Se sabe una anécdota que
revela un aspecto de la fuerza especulativa de Agustín: a la edad de
setenta años ante la duda de un antagonista con el que se está
enfrentando dialécticamente ante una duda del opositor dice: «Vaya
parece que su tinta se ha vuelto roja».La emoción ante determinados
escritos literarios también aflora en Agustín porque reconoce haber
derramado lágrimas con la magnífica y gloriosa historia de Dido y
Eneas.
Agustín ya desde joven quiso dedicarse a la enseñanza y ser profesor.
Porque en el ambiente en el que vivía se veneraba la educación, y esto
también influyo de alguna manera en la conformación de su interés
por el estudio y el aprendizaje. Una cuestión que quizás no es
suficientemente destacada es que Agustín tenía un grupo de amigos
que, pasado el tiempo, también se convertirían en obispos que como él
dirigirían la iglesia católica en África.
En relación con la situación social y política en el siglo IV cabe decir,
que era la de un estado continuo de guerra en muchas partes del
imperio. Los impuestos se duplicaron y hasta triplicaron en una sola
generación. El poder de los emperadores se convirtió en algo temible.
Los pobres cada vez lo eran más por la loca inflación que sufrían,
mientras los ricos aumentaban sus posesiones de forma desmesurada.
Además las leyes penales impuestas por el poder romano eran
desproporcionadas. La sociedad se encontraba sometida al poder y la
fuerza de los oficiales imperiales, y por el propio emperador.

3
A pesar de esta situación que era la expresión del acelerado declive del
Imperio Romano de Occidente, la población y los sabios pensaban que
Roma y su poder durarían eternamente. De hecho, existía en los
tiempos de la juventud de Agustín un cierto optimismo general de la
gente e incluso un obispo cristiano consideraba la equivalencia de la
civilización romana y el cristianismo. Los senadores y las personas
cultas formaban una clase que sostenía el dominio de Roma. El mismo
Agustín quería ser un culto profesor al servicio de la grandeza de la
cultura latina y griega que conocía, y a la que unió el cristianismo. Fue
un pensador ecléctico en buena medida, ya que escuchó y leyó las
enseñanzas de Manes un visionario persa, y también analiza las obras
de Plotino y de otras muchas doctrinas y conocimientos.
Agustín siempre quiso afrontar las cosas como retos a superar con su
fortaleza y potente inteligencia. La autobiografía de su juventud que es
las Confesiones muestra a través de sus páginas una capacidad
extraordinaria para la percepción de las vicisitudes de su vida, desde
un análisis asombroso del corazón y de sus emociones, pasiones y
sentimientos de un modo detallado y muy preciso. Mónica la madre de
Agustín presintió la enorme tarea de su hijo y siempre pensó que una
excelente educación clásica sería muy buena para su conversión en un
buen cristiano. Algo que se cumplió sobradamente, como prueban sus
tratados teológicos, que son una de las bases de la doctrina cristiana.
Además su actividad como obispo durante muchos años de su vida. En
la vida interior de su juventud la influencia de Mónica es decisiva,
como él mismo reconoce en las Confesiones. De ser una figura
absorbente pasa, en otros momentos, a ser más bien una forma de
conciencia que controla la impulsividad e irracionalidad del joven
Agustín. Incluso llega a describirla u definirla como la voz de Dios en
la primera parte de su existencia. La firmeza y resolución en sus actos,
discursos y escritos es algo que, en buena parte, quizás se derive de la
fortaleza y decisión de sus padres que, en todo momento, confiaron
plenamente en la capacidad, tenacidad y determinación de Agustín.
La existencia en el norte de África se desarrollaba sobre todo de forma
pública, ya que era una sociedad en la que la convivencia en el foro o
en el ágora o plaza pública es el eje de las relaciones humanas, y de la
amistad.
Agustín conocía profundamente la totalidad de las emociones
humanas. De hecho, se preocupó por la naturaleza de la convivencia
humana de un modo sorprendente, por su grado de comprensión de
la misma. La sociedad africana en la convivía era muy supersticiosa en
general, como se prueba con la existencia de numerosos amuletos
contra el mal de ojo. Además se muestra como un profundo conocedor

4
del poder de la envidia en la mente, y en los comportamientos más
habituales de sus coetáneos.
Los fuertes sentimientos que se podrían atribuir a una especie de
temperamento africano parece que se manifiestan en una cierta
exageración en las conductas de los habitantes de esta tierra. Incluso
la trascendencia e importancia concedida a los sueños como
predicciones, premoniciones y prefiguraciones del futuro son algo
presente también en Mónica la madre de Agustín.
II
EDUCACIÓN
Ciertamente, la sensibilidad de Agustín ya se dejó sentir desde su
primera infancia de un modo agudo. Su sentido de la vergüenza y su
deseo de tener éxito en la escuela eran una buena manera de evitar
castigos físicos, y de poner en acción su gran curiosidad por lo que lo
rodeaba, y también por saber cosas nuevas. La naturaleza que
observaba le gustaba, pero se fijaba especialmente en las montañas y
no tanto quizás en otros aspectos de tipo botánico. De todos modos, lo
esencial y lo que se repite en sus descripciones es la luz africana que
define como la «reina de todos los colores derramándose sobre todas
las cosas». En efecto, la luz estimulaba su mente y sus sentimientos de
una forma muy viva. No es casual que su único poema sea una
alabanza al brillo cálido del cirio pascual.
Agustín que goza de una prodigiosa memoria la aplica a sus estudios
de una forma perseverante y tenaz. Da mucha significación al poder de
la palabra, porque afirma la necesidad de: «un discurso que
comunique su mensaje con encanto, con una voz bien timbrada para
mover los sentimientos de los oyentes y los ritmos melodiosos y el alto
sentimiento de una buena poesía». El método pedagógico que era el
usual en el siglo IV en el que aprendió Agustín no era el más adecuado.
Amigos de nuestro pensador tenía que saber de memoria todo Virgilio
y parte de Cicerón. Además el maestro explicaba cada palabra de los
textos que enseñaba de un modo excesivamente minucioso. Para
aprender griego que era la lengua más culta y superior en prestigio al
latín, estos métodos no eran los apropiados. Por lo que el dominio de la
lengua griega era extremadamente difícil. Evidentemente, los grandes
sistemas filosóficos de Platón y Aristóteles, y de otros filósofos están
escritos en griego, y de ahí la relevancia de este lenguaje.
Agustín sabía latín, y conocía las opiniones y pensamientos de los
filósofos helenos. El objetivo esencial de la educación fue para Agustín
el desarrollo a través del conocimiento y la erudición de la capacidad
5
retórica y persuasiva, para lograr convencer en sus discursos, disputas
dialécticas y conversaciones. La facilidad de palabra que era innata en
Agustín fue mejorada, aumentada y perfeccionada gracias al estudio y
la práctica constante imitando los mejores modelos latinos como
podían ser Virgilio, Cicerón, etc.

6
retórica y persuasiva, para lograr convencer en sus discursos, disputas
dialécticas y conversaciones. La facilidad de palabra que era innata en
Agustín fue mejorada, aumentada y perfeccionada gracias al estudio y
la práctica constante imitando los mejores modelos latinos como
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  • 1. EL MUNDO DE AGUSTÍN PREFACIO Trato en esta novela filosófica de dar a conocer aspectos de la vida y de las reflexiones y sentimientos de Agustín de Hipona que, aunque pueden ser conocidos en las obras académicas dedicadas a su pensamiento teológico y filosófico así como en sus propios libros, considero que a través de una trama expositiva que no sea compleja pueden ser objeto de comprensión e interpretación. El desarrollo más conveniente, a mi juicio, es la estructuración de la trama o desarrollo expositivo a través de interpretaciones y comentarios personales respecto a las cuestiones que, a mi juicio, son más interesantes en la vida y obra de San Agustín. De este modo, puedo elaborar no únicamente descripciones del mundo y la realidad en la que vivió Agustín de Hipona, sino también comentarios e interpretaciones al hilo de los motivos, sentimientos y pensamientos que guiaron la vida del santo. Existen numerosas facetas de su personalidad y de su pensamiento que pueden ser objeto de interpretación. Además indagar en sus motivos o incluso especular sobre ellos desde una base firme es también algo muy positivo para el mundo contemporáneo. Porque en el fondo la naturaleza humana en lo fundamental no ha cambiado a pesar de la gran distancia temporal respecto a los siglos IV y V en los que vivió Agustín. El estudio y conocimiento de su época nos abre a mundo apasionante en el que están presentes ideas, sentimientos y emociones que demuestran que el ser humano posee tantos aspectos que su análisis es interminable. Como lo es también el de la época de Agustín marcada por la desaparición progresiva del Imperio Romano de Occidente. En la Ciudad de Dios Agustín que era profesor de Retórica argumenta contra las afirmaciones que pretenden culpar a los cristianos y al cristianismo de la decadencia de Roma. En las Confesiones su libro más conocido Agustín expone en un relato autobiográfico sus errores y sus circunstancias vitales en un texto que conmueve por su profundidad y claridad.Muchos de los problemas que afectan actualmente en la denominada sociedad del consumo ya los conoció el mismo Agustín. En una inscripción de la época se lee algo que Agustín compartiría en su juventud : «La caza, los baños, juegos y risas, ¡eso es la vida para mí!». 1
  • 2. I NORTE DE ÁFRICA El nacimiento de Agustín en la ciudad de Tagaste que actualmente es Souk Aharas en Argelia es un hecho confirmado. Ciertamente, es una ciudad que era la expresión del esplendor económico que los romanos habían extendido ya desde el siglo I a. C. en las territorios del norte de África y que se prolongó en el tiempo hasta el siglo IV. En este siglo comenzó de manera evidente el declive arquitectónico y civilizatorio de estas extensas zonas romanizadas. La geometrización de los espacios impuestos por los romanos fueron cediendo, y bosques de olivos fueron surgiendo en las laderas de estos espacios norteafricanos. El aceite del que se iluminaba la lámpara con la que Agustín trabajaba por la noche provenía de ellos. La existencia en esta región de Numidia meridional estaba habitada por campesinos con unas costumbres que prácticamente no estaban influidas por la romanización, ya que seguían viviendo y trabajando con unos hábitos ancestrales. Uno de las señales de prosperidad para estos era precisamente la cantidad de árboles plantados en su vida, por ejemplo, 4000. Agustín ya desde niño sentía la luminosidad especial de África. En cambio, creció a más de 300 kilómetros del mar y a una altura de 600 metros sobre el nivel del Mediterráneo. De todas formas, este gran teólogo y filósofo disponía de medios económicos suficientes en la ciudad en la que vivía, y no conoció en su propia existencia la miseria y la pobreza del campesinado. El padre de Agustín era pobre, pero eso no impedirá que ofrezca a su hijo una educación clásica que le permita una vida de éxito, libre y civilizada en el ámbito de cultura romana en la que se formaba. Incluso, como se sabe, Patricio el padre de Agustín realizo tan notables sacrificios económicos que él y su familia tuvieron que ir pobremente vestidos durante un cierto tiempo para pagar los estudios del filósofo. Además, los cambios de fortuna y la mala suerte también hicieron acto de presencia en el curso del periodo de aprendizaje de Agustín, puesto que tuvo que dejar de estudiar en Madaura durante un año por problemas económicos. El mundo en el que vivió Agustín era muy duro y competitivo con lo que la tenacidad, perseverancia, fortaleza e ingenio eran valores muy apreciados y útiles para alcanzar las metas pensadas y deseadas. De todos modos, conviene poner de manifiesto que nuestro filósofo y teólogo contaba también con el mecenazgo de un personaje, quizás pariente, que se llamaba Romaniano. Se encargó de defender la 2
  • 3. propiedad de la familia de Agustín ante el tribunal imperial. La verdad es que el cultivo de la literatura y la filosofía le proporcionó a Agustín un crecimiento personal, que se plasmó también en un progreso indudable, en relación con su carrera profesional como profesor e investigador de primer nivel. En el año 385 llegó a ser profesor de Retórica en Milán. Parece ser según lo que se sabe a través de las más profundas investigaciones que Agustín hablaba en latín. Esto se explica por varias razones, ya que la formación de este sabio norteafricano se desarrolla dentro de la cultura latina que era la preponderante en el África romanizada en la que vivió. Aunque conviene tener presente que desde la capital del imperio se pensaba de forma general que Numidia y todo el norte de África era un territorio extranjero, si bien estaba bajo el dominio romano. De todos modos, es evidente que Agustín al igual que otros coetáneos de talento se deleitaba con su habilidad en el uso del lenguaje, con complicados juegos de palabras, con excéntricos giros verbales, etc. Ya siendo obispo era muy admirado por su excepcional habilidad argumentativa y por su capacidad retórica. Se sabe una anécdota que revela un aspecto de la fuerza especulativa de Agustín: a la edad de setenta años ante la duda de un antagonista con el que se está enfrentando dialécticamente ante una duda del opositor dice: «Vaya parece que su tinta se ha vuelto roja».La emoción ante determinados escritos literarios también aflora en Agustín porque reconoce haber derramado lágrimas con la magnífica y gloriosa historia de Dido y Eneas. Agustín ya desde joven quiso dedicarse a la enseñanza y ser profesor. Porque en el ambiente en el que vivía se veneraba la educación, y esto también influyo de alguna manera en la conformación de su interés por el estudio y el aprendizaje. Una cuestión que quizás no es suficientemente destacada es que Agustín tenía un grupo de amigos que, pasado el tiempo, también se convertirían en obispos que como él dirigirían la iglesia católica en África. En relación con la situación social y política en el siglo IV cabe decir, que era la de un estado continuo de guerra en muchas partes del imperio. Los impuestos se duplicaron y hasta triplicaron en una sola generación. El poder de los emperadores se convirtió en algo temible. Los pobres cada vez lo eran más por la loca inflación que sufrían, mientras los ricos aumentaban sus posesiones de forma desmesurada. Además las leyes penales impuestas por el poder romano eran desproporcionadas. La sociedad se encontraba sometida al poder y la fuerza de los oficiales imperiales, y por el propio emperador. 3
  • 4. A pesar de esta situación que era la expresión del acelerado declive del Imperio Romano de Occidente, la población y los sabios pensaban que Roma y su poder durarían eternamente. De hecho, existía en los tiempos de la juventud de Agustín un cierto optimismo general de la gente e incluso un obispo cristiano consideraba la equivalencia de la civilización romana y el cristianismo. Los senadores y las personas cultas formaban una clase que sostenía el dominio de Roma. El mismo Agustín quería ser un culto profesor al servicio de la grandeza de la cultura latina y griega que conocía, y a la que unió el cristianismo. Fue un pensador ecléctico en buena medida, ya que escuchó y leyó las enseñanzas de Manes un visionario persa, y también analiza las obras de Plotino y de otras muchas doctrinas y conocimientos. Agustín siempre quiso afrontar las cosas como retos a superar con su fortaleza y potente inteligencia. La autobiografía de su juventud que es las Confesiones muestra a través de sus páginas una capacidad extraordinaria para la percepción de las vicisitudes de su vida, desde un análisis asombroso del corazón y de sus emociones, pasiones y sentimientos de un modo detallado y muy preciso. Mónica la madre de Agustín presintió la enorme tarea de su hijo y siempre pensó que una excelente educación clásica sería muy buena para su conversión en un buen cristiano. Algo que se cumplió sobradamente, como prueban sus tratados teológicos, que son una de las bases de la doctrina cristiana. Además su actividad como obispo durante muchos años de su vida. En la vida interior de su juventud la influencia de Mónica es decisiva, como él mismo reconoce en las Confesiones. De ser una figura absorbente pasa, en otros momentos, a ser más bien una forma de conciencia que controla la impulsividad e irracionalidad del joven Agustín. Incluso llega a describirla u definirla como la voz de Dios en la primera parte de su existencia. La firmeza y resolución en sus actos, discursos y escritos es algo que, en buena parte, quizás se derive de la fortaleza y decisión de sus padres que, en todo momento, confiaron plenamente en la capacidad, tenacidad y determinación de Agustín. La existencia en el norte de África se desarrollaba sobre todo de forma pública, ya que era una sociedad en la que la convivencia en el foro o en el ágora o plaza pública es el eje de las relaciones humanas, y de la amistad. Agustín conocía profundamente la totalidad de las emociones humanas. De hecho, se preocupó por la naturaleza de la convivencia humana de un modo sorprendente, por su grado de comprensión de la misma. La sociedad africana en la convivía era muy supersticiosa en general, como se prueba con la existencia de numerosos amuletos contra el mal de ojo. Además se muestra como un profundo conocedor 4
  • 5. del poder de la envidia en la mente, y en los comportamientos más habituales de sus coetáneos. Los fuertes sentimientos que se podrían atribuir a una especie de temperamento africano parece que se manifiestan en una cierta exageración en las conductas de los habitantes de esta tierra. Incluso la trascendencia e importancia concedida a los sueños como predicciones, premoniciones y prefiguraciones del futuro son algo presente también en Mónica la madre de Agustín. II EDUCACIÓN Ciertamente, la sensibilidad de Agustín ya se dejó sentir desde su primera infancia de un modo agudo. Su sentido de la vergüenza y su deseo de tener éxito en la escuela eran una buena manera de evitar castigos físicos, y de poner en acción su gran curiosidad por lo que lo rodeaba, y también por saber cosas nuevas. La naturaleza que observaba le gustaba, pero se fijaba especialmente en las montañas y no tanto quizás en otros aspectos de tipo botánico. De todos modos, lo esencial y lo que se repite en sus descripciones es la luz africana que define como la «reina de todos los colores derramándose sobre todas las cosas». En efecto, la luz estimulaba su mente y sus sentimientos de una forma muy viva. No es casual que su único poema sea una alabanza al brillo cálido del cirio pascual. Agustín que goza de una prodigiosa memoria la aplica a sus estudios de una forma perseverante y tenaz. Da mucha significación al poder de la palabra, porque afirma la necesidad de: «un discurso que comunique su mensaje con encanto, con una voz bien timbrada para mover los sentimientos de los oyentes y los ritmos melodiosos y el alto sentimiento de una buena poesía». El método pedagógico que era el usual en el siglo IV en el que aprendió Agustín no era el más adecuado. Amigos de nuestro pensador tenía que saber de memoria todo Virgilio y parte de Cicerón. Además el maestro explicaba cada palabra de los textos que enseñaba de un modo excesivamente minucioso. Para aprender griego que era la lengua más culta y superior en prestigio al latín, estos métodos no eran los apropiados. Por lo que el dominio de la lengua griega era extremadamente difícil. Evidentemente, los grandes sistemas filosóficos de Platón y Aristóteles, y de otros filósofos están escritos en griego, y de ahí la relevancia de este lenguaje. Agustín sabía latín, y conocía las opiniones y pensamientos de los filósofos helenos. El objetivo esencial de la educación fue para Agustín el desarrollo a través del conocimiento y la erudición de la capacidad 5
  • 6. retórica y persuasiva, para lograr convencer en sus discursos, disputas dialécticas y conversaciones. La facilidad de palabra que era innata en Agustín fue mejorada, aumentada y perfeccionada gracias al estudio y la práctica constante imitando los mejores modelos latinos como podían ser Virgilio, Cicerón, etc. 6
  • 7. retórica y persuasiva, para lograr convencer en sus discursos, disputas dialécticas y conversaciones. La facilidad de palabra que era innata en Agustín fue mejorada, aumentada y perfeccionada gracias al estudio y la práctica constante imitando los mejores modelos latinos como podían ser Virgilio, Cicerón, etc. 6