1. Política social y asistencial
Ante la tremenda crisis económica que nos azota lo más coherente
sería la aplicación de políticas creadoras de riqueza, y una mayor y
mejor redistribución del trabajo total existente en este país, entre todos
los ciudadanos que no han alcanzado su edad de jubilación. Si bien
mientras esto no sea posible, la alternativa es muy clara y, en mi
opinión, es indudable. Se trata de garantizar los derechos humanos a
todas los ciudadanos, con lo que aporta la actividad económica del
estado, los impuestos, y con los medios económicos que sean necesarios.
Por ejemplo, con tasas o impuestos muy elevados a las grandes
fortunas, y a los grandes bancos y empresas. Ya que en muchos casos
las grandes corporaciones o entidades bancarias obtienen anualmente
beneficios desproporcionados deben repercutir en la sociedad, en la
que tienen su origen. De este modo, el estado dispondría de unas
cantidades de dinero bastante más elevadas para atender al gran
número de parados, y a otros colectivos marginados o desfavorecidos
por una desigualdad irritante e injusta en el reparto de la tarta social
de la riqueza total de la nación o, si se quiere, del producto interior
bruto, por decirlo de otro modo.
Todo lo expresado anteriormente puede parecer utópico e irrealizable,
pero no lo es. Es cierto que es mejor una política social de estímulo
continuado de la actividad económica, a través del logro de una mayor
productividad, y más incentivos para la creación de nuevas empresas
pequeñas, medianas y grandes. Aunque estos estímulos deben ser
consistentes y sustanciosos, porque de lo contrario no sirven al perder
su eficacia.
El aumento de las exportaciones sería otra de las palancas
dinamizadoras de la economía española. Existe el gran mercado
latinoamericano que, en mi opinión, da mucho más de sí, y aunque ya
existen organismos dedicados a su promoción e impulso es necesario
redoblar los esfuerzos, y crear nuevas iniciativas empresariales.
También el mercado europeo es un agente dinamizador de la actividad
económica si se sabe competir, y se apoya más la tecnología y la
ciencia. Una de las grandes ventajas del mercado hispanoamericano es
el castellano que facilita las cosas en el campo comercial, entre los
diferentes países de la comunidad de habla española.
La encuesta del CIS sobre intención de voto que se hará publica el
lunes de la próxima semana sitúa a Podemos como primera fuerza
política. Y pronostica un gran resultado en Madrid para esta
formación de cara a las autonómicas y las municipales. Es cierto que
falta ver los resultados, una vez se apliquen los criterios correctores a
la encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas. En cualquier
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2. caso, la tendencia de confirmarse es muy significativa. Lo que
demuestra es que una gran parte de la ciudadanía está harta de tanta
corrupción, y de tanta desigualdad e injusticia social. Si a esto unimos
el gran problema de un nivel de desempleo y precariedad insufrible la
explicación se sobreentiende.
Una muy considerable parte de la población quiere una nueva forma
de hacer política que sin caer en el populismo y la demagogia afronte la
muy grave problemática social de un modo diferente. La actividad
política debe estar dirigida, fundamentalmente, a la creación de
puestos de trabajo dignos. El reparto del trabajo existente sería una de
las soluciones posibles. En vez de pluriempleo, más trabajos para
diferentes individuos. Un horario de trabajo de cinco o seis horas para
cada trabajador daría más empleos. En lugar de subir la edad de
jubilación rebajarla algo para facilitar el acceso al mercado laboral de
los jóvenes. Un límite máximo razonable en los sueldos, para que no se
produzcan desproporciones tremendas de ingresos entre unas personas
y otras. Todo pasa por una mejor y más igualitaria redistribución de la
riqueza a través de distintos medios. Ya sé que todo esto que acabo de
exponer parece irrealizable para ciertos políticos y economistas,
porque piensan y consideran, según sus cálculos, que la economía
nacional no lo podría soportar. Pero existen corrientes de pensamiento
político que consideran posible y factible este tipo de política
económica.
Como escribe el filósofo político Robert Nozick: «El estado mínimo nos
trata como individuos inviolables, que no pueden ser usados por otros
de cierta manera, como medios o herramientas o instrumentos o
recursos; nos trata como personas que tienen derechos individuales,
con la dignidad que esto constituye». Esto es lo que justifica un nuevo
modo de entender una política social de verdad, y también asistencial
para no permitir la pobreza, y la exclusión social de ningún ciudadano.
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