Carlos Eduardo de Jesús Sierra Cuartas Profesor Asociado, Universidad Nacional de Colombia Miembro de la Sociedad Julio Garavito Con la oportuna y precisa frase “el placer de descubrir”, el celebérrimo Richard Phillips Feynman, uno de los más grandes científicos del siglo XX, estableció con claridad su postura escéptica frente a los premios en ciencia y tecnología. En otras palabras, pese a que Feynman fue un recipiendario del premio Nobel de Física en 1965, junto con Julian Schwinger y Sin-Itiro Tomonaga, en una elocuente entrevista que concedió al respecto, declaró, con su franqueza característica, lo siguiente: “… no sé nada sobre el premio Nobel, no entiendo qué es o para qué sirve, pero si las personas que hay en la Academia sueca deciden que x, y o z gana el premio Nobel, entonces así sea. No quiero tener nada que ver con el premio Nobel… es un grano en el… [risas]. No me gustan los honores. […] Yo ya he tenido mi premio. El premio está en el placer de descubrir, en la excitación del descubrimiento, en observar que otras personas lo utilizan: esas son cosas reales, los honores no son reales para mí. No creo en los honores, eso me fastidia, los honores son las charreteras, los honores son los uniformes. Así es como me educó mi padre. No puedo soportarlo, me duele”. Hasta aquí Feynman, cuyas elocuentes palabras son toda una lección de buena ética científica. La buena ciencia estriba en lo real, no en lo aparente.