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Carta Pastoral
El Saneamiento Moral de la Nación
A nuestros presbíteros y diáconos
A los hombres y mujeres de vida consagrada
A los cristianos laicos de nuestras Iglesias
A todos los hombres y mujeres de buena voluntad
Queridos Hermanos:
1. Hace hoy tres años que publicamos nuestra última carta pastoral
colectiva en un momento particularmente doloroso para los cristianos
de nuestra patria. Calificábamos aquella coyuntura como una hora
de prueba que debía llevarnos a profundizar nuestro amor y servicio
a la verdad y a fortalecer nuestra comunión eclesial.
Pedíamos entonces, como Pastores legítimos del pueblo creyente,
que se pusiera término a los abusos de poder y a los procedimientos
arbitrarios; que se respetara y promoviera lealmente la dignidad de la
persona humana; que para ello se hiciera todo lo necesario para
restablecer la plena vigencia de un poder judicial respetable y eficiente.
Señalábamos la dramática urgencia de sanear nuestros tribunales para
que "los jueces recuperen credibilidad y realmente administren la
justicia, que es el único fundamento estable de la verdadera paz.
Estamos agradecidos al Señor porque nuestra voz no ha caído en el
vacío: no se han repetido apresamientos masivos y la casi totalidad
de los presos sin proceso han recuperado su libertad o han sido
defendidos en juicio. La libertad de expresión ha sido mayor: un
número creciente de periódicos y de radioemisoras se ocupan de
diversos aspectos del bien común, denuncian abusos, sirven de
expresión al pueblo y a las personas heridas en sus derechos. No se
han repetido los ataques directos a la Iglesia y a sus ministros, salvo
en contados casos, y en general ella ha podido desarrollar su misión
apostólica con menos dificultades. Y aún en el caso de algunas
medidas restrictivas como las que afecta la incorporación de personal
extranjero a las obras de la Iglesia, se ha podido encontrar una práctica más
flexible.
2. Con el propósito de contribuir a serenar los ánimos y estimulados
por la acogida respetuosa de nuestra palabra pastoral, hemos dejado
pasar cierto tiempo ante de volver a pronunciarnos colectivamente
sobre los muchos problemas que aún nos afectan. Nos pareció
suficiente que cada Obispo siguiese ejerciendo su ministerio de
maestro y conductor del pueblo cristiano en su propia iglesia particular,
en servicio del pueblo que le ha sido confiado.
Hemos seguido, sin embargo, ejerciendo con constancia y espíritu
vigilante nuestra intransferible responsabilidad de pastores, llamados
a servir a nuestro pueblo en su peregrinar terreno a fin de que todos
lleguemos a la patria definitiva. Queremos asegurar en nuestra patria
temporal "la presencia crítica de la Iglesia en esta hora de grandes
emprendimientos para preservar los valores humanos del desarrollo
y para garantizar que el mismo se inserte en el contexto cristiano de
la historia de la salvación" (1). Cada año, con motivo de nuestra
Asamblea Plenaria, reflexionamos juntos sobre la situación general
del país y de la Iglesia en el año que fenece. La evaluamos con ojos
de cristianos creyentes, desde el ángulo propio de nuestra
responsabilidad pastoral, procurando ajustar siempre más nuestro
servicio eclesial a las necesidades de los hombres.
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(1) Pastoral colectiva Nº 11 "Entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios". 12
junio 1976, pag.16.
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En nuestra última asamblea hemos resuelto escribirles para compartir
una vez más con todos ustedes nuestras preocupaciones, reflexionar
juntos y proponernos todo el esfuerzo necesario para reconocer
nuestros errores y aportar alguna solución a nuestros problemas. Lo
que más nos preocupa en estos momentos es el grave deterioro moral
de nuestra sociedad, la quiebra de los valores morales que pone en
peligro las estabilidad misma de la nación.
3. Al analizar la situación actual hemos reconocido que nuestras
relaciones con el Gobierno del Estado han conocido una cierta mejoría.
Por otra parte, se han dado pasos concretos hacia una mayor libertad
de expresión ciudadana.
Estos hechos positivos nos alegran.
Pero, hay otras áreas que se han deteriorado
Sobresalen por su gravedad y urgencia: la mala administración de la
justicia y la excesiva tolerancia observada en casos repetidos de
transgresiones públicas y manifiestas y la impunidad de que gozan sus actores.
Del caso de los tribunales y jueces ya hemos hablado suficientemente
en nuestra carta anterior. A nuestra voz se ha sumado la del Colegio
de Abogados del Paraguay y prácticamente la de todos los medios de
comunicación social. Y el problema sigue esperando una respuesta
digna de un pueblo civilizado.
De la corrupción pública y privada queremos ocuparnos hoy con más
detenimiento. Y queremos hacerlo también con mayor referencia a
nuestra propia resposabilidad cristiana, personal y eclesial.
Porque, aunque en el caso del poder judicial no está ausente la
responsabilidad personal de los funcionarios - ya que entra en juego
su conciencia cristiana - con todo, una adecuada solución de tan
trascendente función pública recae principalmente sobre los
organismos del Estado y sobre quienes ejercen sus magistraturas.
4. La quiebra de los valores morales, en efecto, nos atañe directamente
a todos y a cada uno de los ciudadanos y una respuesta adecuada a
esta situación exige nuestra conversión personal y el saneamiento de
nuestras instituciones públicas y privadas.
La quiebra de los valores en nuestra sociedad nos afecta
profundamente: toca las raíces mismas de la comunidad nacional. El
ritmo creciente en que suceden hechos delictuosos, la impunidad de
que gozan sus autores, la reacción cada vez más resignada y permisiva
de la gente nos debe alarmar a todos, pero especialmente a los
cristianos, que queremos ser la conciencia moral de la nación y el
fermento liberador de nuestra sociedad.
Nos preocupa y alarma porque esta quiebra de valores morales
significa la pérdida del horizonte moral en la mayoría de nuestros
conciudadanos. En palabras de Pio XII podemos decir: "Falta a nuestro
tiempo el sentido del pecado".
En verdad, no es sólo una sucesión de desórdenes y actos delictuosos,
sino en definitiva es la destrucción del mismo hombre, de la persona
humana, la única portadora de los valores morales.
Es una advertencia comprometedora para todos ya que nos dice que
la descristianización de nuestro pueblo esta llegando a niveles
alarmantes. Porque esta destrucción de la persona es al mismo tiempo
destrucción de la sociedad y es la negación de una convivencia fraterna
digna del hombre, hijo de Dios. Este deterioro de la conciencia
cristiana que se traduce en un desprecio de la ley de Dios, es la
destrucción de la paz, porque es la violación sistemática de la justicia.
¿A qué valores nos estamos refiriendo? Vamos a describir brevemente
los hechos, para que nos demos lugar a equívocos y todos podamos
tomar conciencia clara de la situación.
EL ÍDOLO DE LA RIQUEZA
5. Mas que la coherencia y eficacia de la planificación económica y
social, son los grandes emprendimientos y obras de infraestructuras
los que han traído al país indiscutible progreso económico. Y aunque
este crecimiento a la verdad favorece en forma directa a un sector
muy pequeño de la población, no cabe duda que indirectamente la
mayor parte de la gente ha progresado y tiene la impresión de vivir
en un mundo de mayor abundancia. En efecto, el hombre de la calle
ve cada vez más automóviles, comprueba que hay más bancos y casas
de cambio; se multiplican grandes tiendas y supermercados. Las
vitrinas están llenas de artículos suntuarios que van desde baratijas a
productos electrónicos y juguetes sofisticados; la propaganda atropella
con sus ofertas de cigarrillos, bebidas y perfumes; estimula deseos artificiales.
Es la sociedad de consumo en acción…Es el predominio del dinero.
El ídolo de la riqueza, como valor supremo, que exige adoradores
incondicionales y sacrificios crueles. Es insaciable y pide ganancias
rápidas y suculentas, sin mirar a los medios.
He aqui una primera fuente de corrupción: hay que conseguir dinero
de cualquier modo! Somos testigos de toda clase de robos y de fraudes.
La emisión de cheques sin fondos, el contrabando - no solo de
hormigas, sino a gran escala - las quiebras fraudulentas no son
novedad y ya no escandalizan a nadie, que es lo más grave.
Es el trabajo honesto y paciente el que se ha vuelto raro y llama la
atención. Se prefiere tentar fortuna por vía del azar y el acomodo, se
multiplican las pollas, loterías, casinos y concursos millonarios.
Ya es imposible intervenir en una licitación pública o privada sin
recurrir a los padrinos, a la coima y al soborno, que se han vuelto
rubros delictivos presupuestados en todas las obras de cierta
importancia. Con dinero todo se consigue, todo se permite, al parecer
ya no hay límites. Con tal de ganar se explota al hombre y se fomenta
la delincuencia y prostitución juveniles, el alcoholismo y la drogadicción.
Y se descuidan los rubros que no son rentables, como las viviendas
económicas y la atención de los hospitales. Sin bien los sueldos de
ejecutivos y altos empleados han aumentado vertiginosamente, ciertas
retribuciones a servicios básicos importantes siguen siendo
cruelmente insuficientes. Valga mencionar el sueldo de maestros y
profesores o los del personal del servicio doméstico o la situación de
los trabajores del campo. Y no puede recordarse sin vergüenza el
monto de ciertas jubilaciones y pensiones de los beneméritos de la patria.
Las consecuencias más graves de esta subversión de valores
en éste orden económico son:
• La brecha de la desigualdad económica entre los ricos y los
pobres de nuestro país tiende a aumentar: los pocos ricos son
cada vez más ricos.
• Se estimulan necesidades artificiales, se frustra a la gente
provocándoles con lo que no pueden comprar, se
desequilibran los presupuestos familiares.
• Entre los agricultures se fomenta cultivos de renta (algodón,
tabaco, etc.) "porque da dinero", en perjuicio de sus cultivos
de subsistencia (mandioca, poroto, etc.) con grave deterioro
de su ya desequilibrada dieta familiar; aumenta así la
desnutrición infantil, la desorganización familiar y el juego y la vagancia.
• Aumentan las explotaciones comerciales de las diversiones
populares (bailes, funciones, etc.) cuyos organizadores
terminan robando y corrompiendo al pueblo humilde principalmente.
En síntesis, con este consumismo materialístico se ha polarizado el
interés egoísta, el afán del dinero, un deseo insaciable de tener más
en detrimento gravísimo del ser más. Al perder la disciplina del trabajo
honesto y subestimar la honradez, hemos llegado a la apología de la
ganancia fácil y de la explotación humana. Despreciando la austeridad
en la manera de vivir, hemos caído en el sufrimiento de la codicia y
de la envidia de lo que no tenemos. Se llega a considerar ingénuo a
quien es honrado y no busca explotar a su semejante.
EL ÍDOLO DEL PLACER
6. La quiebra de valores acfecta principalmente a las relaciones de
convivencia cotidiana y a la necesaria regulación de los instintos. La
invasión de criterios hedonistas en nuestra sociedad, ya configurada
como una sociedad de consumo, eficazmente promocionados por los
medios de comunicación social, ha encontrado su víctima privilegiada
en nuestras familias.
Los filmes, revistas y anuncios que propagan la pronografía, la
permisividad del ambiente han hecho que el placer sexual primara
sobre el amor; es como si fuera un fin en sí; las relaciones sexuales
prematrimoniales y extra-matrimoniales no crean ya en muchos
ningún problema moral y así se explica su proliferación impune.
Las campañas antinatalistas han fomentado la irresponsabilidad
sexual. Fácilmente se evita los hijos, usando cualquier procedimiento.
Se sigue recurriendo frecuentemente a métodos abortivos, píldoras,
espirales, inyecciones, etc. con sus gravísimas consecuencias por la
salud física, síquica y moral. Muchas veces se recurre el infanticidio
para no asumir la responsabilidad de la maternidad o de la paternidad.
Hay cada vez más condescedencia y excesiva tolerancia con las
desviaciones sexuales; algunos ya llegan a aceptarlas como si fueran
naturales: homosexualismo, sadismo, orgías.
Se lamentan cada vez más las destrucciones familiares, separaciones
y divorcios; las uniones adulterinas han peridido su carácter
vergorozamente para adquirir carta de ciudadanía en nuestra sociedad.
Es frecuente y en ambientes en que antes no ocurrían o eran muy
excepcionales la adicción al alcohol o a las drogas, con graves
consecuencias para las familias y para la sociedad. Hay como una
desintegración progresiva de la personalidad. El hecho, ya antiguo
en nuestro país, de las madres solteras e hijos ilegítimos se ve así
agravado por estas nuevas lacras sociales.
A nivel más general, tenemos la impresión que entre nuestros jóvenes,
aun reconociendo excepciones que nos consuelan y nos dan
esperanzas, campean la frivolidad y superficialidad, la falta de ideales
y de disciplina de vida. Muchos de ellos, al ser víctimas de esta
sociedad permisiva, fácilmente se amoldan a ella y se entregan a todos
sus excesos. Entre las graves consecuencias de esta situación, hemos
de poner principalmente el deterioro progresivo de la conciencia y
sensibilidad moral, la destrucción del núcleo familiar y la alienación
de las nuevas generaciones que hipotecan así el futuro del país y de la Iglesia.
EL ÍDOLO DEL PODER
7. Hechos de orden político-social hemos mencionado en muchas
otras ocasiones. En nuestra última carta hemos reflexionado ya sobre
las múltiples formas de violencia y de tortura, sobre la mentira como
sistema de vida y de propaganda. Hoy queremos agregar a estos
hechos negativos las calumnias y falsas delaciones que tan
profundamente lesionan la convivencia social. Se intriga y se denuncia
falsamente, sin medir la gravedad de las consecuencias, lo mismo a
pobres e indefensos ciudadanos que a sacerdotes y Obispos. Ni se
respeta ya la amistad. Estos hechos graves están íntimamente ligados
a la obsecuencia y la adulación, que si ya son deplorables en quienes
los practican, deshonran más aún a quienes los aceptan y los fomentan.
También hemos sido testigos de repetidos actos de abuso de autoridad
y prepotencia, sobre todo en el interior del país, que no han recibido
ni el tratamiento debido ni la sanción justa. Aqui hay que mencionar
también actos de atropello y desalojo contra pobladores campesinos
y agricultures, con apoyo de las autoridades locales e indiferencia de
las superiores. Muchas veces son las misma instituciones encargadas
de promover el bienestar rural las que son responsables de estas
situaciones: dobles títulos de propiedad, mensuras y demarcaciones
defectuosas, favoritismos e influencias injustificables. Pero, aun
admitiendo el legítimo derecho de los propietarios, se han de respetar
siempre los derechos inalienables de las personas y la consideración
debida especialmente a los pobres.
Estos hechos son siempre perjudiciales para la paz pública y la sana
convivencia, porque sus protagonistas son precisamente hombres que
ejercen autoridad o cargos públicos al servicio del bien común.
CAUSAS DE ESTA SITUACIÓN
8. Si hemos de buscar las causas más profundas de esta situación,
debemos referirlas necesariamente al egoísmo humano y al pecado
que impera en el mundo y que afecta a todos en nuestro
comportamiento personal y colectivo.
Pero también hemos de señalar factores de implicancia más inmediata
como son todos aquellos que modelan, para bien o para mal, el comportamiento
humano.
a. En primer lugar, y como causa muy universal, está la
deficiencia del núcleo familiar. Nuestras familias han perdido
autoridad moral. Los padres no logran educar a sus hijos; se
vuelven excesivamente tolerantes, se dejan llevar por el
ambiente y en algunos casos se despreocupan de lo que hacen
sus hijos. En las clases acomodadas la situación no es mejor:
los jóvenes manejan demasiado dinero, disponen a su antojo
de automóviles, no aceptan las privaciones ni la disciplina
necesaria para afrontar dignamente la vida.
En estas condiciones su irresponsabilidad y comportamiento
antisocial afectan más profundamente a la convivencia
comunitaria porque disponen de medios más poderosos y su
impunidad es mayor.
b. El sistema educacional del país no ha logrado acompañar su
crecimiento cuantitativo con una eficacia cualitativa
proporcional. Más aún, nos da la impresión de que su capacidad
educativa se está deteriorando progresivamente. Los colegios,
aún los católicos, parecen a veces incapaces de dar una
formación adecuada. O porque no logran contrarrestar la desidia
del hogar, la influencia negativa del ambiente y de los medios
de comunicación social. O porque han abandonado una
"filosofía" educativa austera, centrada en el respeto de las
personas y en el servicio del bien común. En este mismo orden
de cosas no podemos dejar de expresar nuestra preocupación
por la calidad moral de algunos maestros y profesores y la
formación que ellos mismos reciben.
c. Nosotros mismos Obispos, sacerdotes y agentes pastorales
de nuestra Iglesia no hemos predicado suficientemente ni urgido
con la energía necesaria los postulados de la moral cristiana y
el necesario seguimiento de Cristo, nuestra ley y nuestra norma.
Damos a veces la impresión de no tener un criterio claro, firme
y seguro en la enseñanza de la moral, de la disciplina y de la
austeridad cristiana. ¿Estaremos también inficionados por la
permisividad moral del ambiente? ¿O hemos caído en el
relativismo moral?
d. Finalmente, hemos de reconocer y lamentar que los medios
de comunicación social (T.V., radios, cines, prensa, etc.) no
educan, más bien desorientan; muchas veces son alienantes,
envilecen. Los temas sexuales se tratan o como artículo de
consumo o con criterio puramente animal. Se fomenta la
violencia. Hay demasiado erotismo.
En síntesis, la educación moral es muy débil. No se forma el criterio
moral que permite distinguir el bien y el mal: no hay sentido de pecado.
No se estimula la conciencia ni los valores, elementos imprescindibles
para la superación moral. No se educa el carácter, para afrontar con
buen éxito las dificultades y las luchas. No preparamos a los jóvenes
para el ejercicio responsable de la libertad. Hay una apatía moral. La
educación religiosa es netamente insuficiente.
TAREAS A AFRONTAR
9. El cuadro de situación que hemos trazado es más bien negativo,
pero es real. Y no puede extrañarnos que así sea; aunque sí debe
preocuparnos a todos porque todos somos responsables de ella.
Nos encontramos en un tiempo de crisis de valores, de cambios
culturales provocados por las transformaciones del país y la invasión
de los medios de comunicación social que socaban día y noche los
sistemas tradicionales de comportamiento. Experimentamos
dificultades en la convivencia nacional nacidas de la inquietud de los
ciudadanos que ven violados sus derechos, frenadas sus libertades o
no encuentran respuesta a sus aspiraciones legítimas.
Cuando señalábamos las causas no pretendíamos establecer
culpabilidad. Culpables somos todos en mayor o menor grado. Aunque
hay sin duda personas y estructuras más responsables que otras y en
muchos casos deben ser mencionados para que se ponga remedio.
Pero las mismas correcciones, para ser eficaces, debemos hacerlas
con amor - nunca es lícito fomentar el odio - con humildad y no con prepotencia.
Lo más importante es siempre descubrir y reconocer nuestra propia
culpabilidad, en orden a afrontar nuestra propia conversión y
empeñarnos decididamente en corregir los males.
10. La tarea que se nos presenta a los cristianos es inmensa y
apremiante: se trata de reconstruir al hombre, de rehacer el tejido
social, de dar sentido y orientación a la acción humana individual y colectiva.
a. La reconstrucción del hombre y todo empeño por mejorar el
comportamiento humano, debe comenzar por la conversión
personal. En nosotros mismos comienza la tarea de
perfeccionamiento moral. El primer criticado, el primer juzgado
debo ser yo mismo. La construcción del Reino de Dios debe
empezar en mi mismo. Después debo mejorar mi propia familia;
sanear mi empresa antes de empéñarme en la reconstrucción
de la sociedad nacional e internacional.
Nos lo recuerda el Papa Juan Pablo II:
"En efecto, si la primera palabra de la enseñanza de Cristo, la primera
frase del Evangelio - Buena Nueva - era "arrepentíos y creed en el
Evangelio" (metanoeite), el sacramento de la pasión, de la cruz y
resurrección parece reforzar y consolidar de manera especial esta
invitación en nuestras almas…Es siempre el mismo Cristo que
exhorta a la penitencia, que repite el "arrepentíos". Sin este constante
y siempre renovado esfuerzo por la conversión, la participación en la
Eucaristía estaría privada de su plena eficacia redentora…En nosotros
- hombres sujetos a múltiples limitaciones - la necesidad de dirigirnos
hacia Dios en forma siempre más madura y con una constante
conversión, siempre más profunda" es innegable (2).
11. b) Rehacer el tejido social de la nación con el fin de asegurar
formas humanizantes de relación entre todos los miembros de nuestra
sociedad es tarea urgente. La conversión del individuo es
indispensable pero ciertamente es insuficiente para asegurar la
coherencia de la vida cristiana. Hay dimensiones sociales y políticas
de la fe inseparables de nuestra condición y fidelidad cristianas. Toda
la realidad humana - no solo la individual, también la social - ha
sido asumida por Cristo y redimina por El. La Iglesia, la comunidad
creyente, está llamada a igual que su Redentor a asumir esta realidad
compleja, a juzgarla a la luz de la palabra de Dios, a descubrir en el
entramado de los intereses humanos una acogida o un rechazo del
designio de Dios. La conciencia cristiana siente la urgencia de una
acción eficaz que ayude a superar una situación que ofende a Dios y
al hermano. El cristiano sabe que no se redime esta realidad sino
asumiéndola en una praxis liberadora.
Y sabe también que la liberación integral es una realidad escatológica;
no realizable plenamente en este mundo. Sin embargo, por el hecho
mismo de ser escatológica se anticipa ya en la historia y se realiza a
través de las liberaciones particulares, constituyendo un verdadero proceso.
Ninguna de las liberaciones parciales constituye la liberación integral
en Cristo, pero son pasos necesarios que encuentra sus concreciones
en la política, en la economía, en la cultura, en todo el quehacer
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(2) Juan Pablo II, carta encíclica "Redemptor hominis". 4 de marzo 79, pag. 84.
Ver también
nuestras pastorales colectivas nn. 9 y 10 del 5 Julio 74 y cuaresma 75
respectivamente,
sobre la necesaria conversión.
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humano. Todo tiene su relación con el Reino de Dios; de ahí que
todo puede contribuir a la salvación y a la felicidad del hombre o a su
condenación y destrucción en la medida en que esté o nó de acuerdo con el
designio de Dios.
La estructura social, política y económica no es ajena ni exterior al
hombre, sino que lo afecta radicalmente. Sus defectos muestran el
aspecto social del pecado y exigen una rehabilitación en términos
estructurales y sociales. La búsqueda de un hombre nuevo nacido de
la conversión producida por su encuentro personal con Cristo
Salvador, lleva también a crear situaciones en las que la gracia de
Dios pueda encarnarse en mediaciones sociales más justas y más fraternas.
Como ya lo hemos señalado más arriba, nuestra sociedad esta muy
marcada por mecanismos de alienación y de dominación. La pobreza,
la dependencia, la explotación de unos hombre por otros, la delación
y la intriga con fines de lucro o de acomodo político han debilitado y
destruído grandemente el tejido social de nuestras relaciones. Es ésta
una realidad que no puede no calificarse de inmoral.
La estabilidad política o el progreso material que se logra en estas
condiciones se vuelven inhumanos e inícuos por el enorme costo social
y humano que reclama. ¿Es posible justificar el progreso contra el
interés social de la gran mayoría para favorecer desmesuradamente a
una minoría de privilegiados?
12. Comprendemos muy bien que todo progreso económico y toda
aceleración exige un precio. Hay conflictos ineludibles. La opción
por un acelarado crecimiento económico, base para el bienestar social
de todos, lleva consigo una determinada tasa de iniquidad social. El
problema moral se plantea cuando esa "iniquidad" sobrepasa los
límites tolerables para la justicia y la humanidad.
Se exige la participación de todos en la construcción económico-
social, pero no se permite una participación proporcional de todos en
la riqueza conseguida. El sacrificio que impone el progreso no está
distribuido equitativamente entre todos, sino recae sobre los mismos
que vienen sufriendo privaciones de todo orden desde siempre: los
trabajadores, los campesinos, los pobres.
Seamos, pues, ecuánimes y solidarios:
Hay dolores y sacrificios que deben pagarse inexorablemente como
precio de todo crecimiento sea espiritual, económico o social. Esto
lo comprende cualquier hombre sensato. Pero hay también
sufrimientos, pobreza, miseria y dolores humanos que son frutos de
la injusticia, de un orden inhumano en la convivencia y en la
distribución de los bienes, así como de una insaciable sed de poder.
Hay que repetir, pues, una vez más que no basta adquirir y poseer
más y más, si no hay al mismo tiempo una dimensión espiritual del
ser humano, una ascesis creativa y un sentido de equidad social.
13. Aceptamos que todo sistema político necesita un servicio adecuado
de informaciones. La seguridad y la defensa del cuerpo social exigen
la estabilidad del "orden público" y la garantía del correcto uso de la
fuerza pública. Es admisible inclusive tener que renunciar a ciertas
"libertades" por exigencias muy concretas del bien común. Pero lo
que no se puede aceptar es el abuso y la arbitrariedad. Hay que guardar
las proporciones. Han de respetarse siempre los valores inalienables
de las personas y no pasar ciertos límites si no se quiere crear
situaciones que siembran la discordia, la desconfianza y la separación entre los
hombres.
Por razones de seguridad nacional se han ido liquidando los cuerpos
intermedios y asociaciones voluntarias de ciudadanos, lo que ha
llevado a la destrucción de las bases societarias del pueblo, sin excluir
el mismo núcleo familiar. Esto ha hecho que la participación del
pueblo en el destino de la nación se haya vuelto demasiado limitada.
Se le han ido quitando los medios básicos para formarse su conciencia
crítica y libre, para organizarse dentro de las garantías que le ofrecen
nuestra Constitución, para hacer oir sus justas reclamaciones.
Tenemos la impresión que se busca atemorizar al pueblo y que quienes
destruyen el tejido social de relaciones, lo que realmente temen es la
libertad del pueblo y el ejercicio de la verdadera democracia.
14. c) Finalmente, hemos de decir que la reconstrucción del hombre,
causa de nuestra redención y razón de ser de la Iglesia, exige no solo
la refacción del tejido social hecho de relaciones humanizantes, el
saneamiento del entorno en que vive, sino también, y como tarea
muy urgente y servicio muy calificado de los cristianos, dar sentido
y orientación a la acción humana individual y colectiva.
En efecto, nuestra gente sencilla ha podido dar sentido a su existencia
y alimentar su esperanza contra todas las esperanzas terrenas, gracias
al descubrimiento de los valores auténticos del pueblo, a la toma de
conciencia de su propia cultura y de la validez de su religiosidad
cristiana. Por esta razón, cuando los pastores queremos ser cada vez
más fieles a los clamores del pueblo, cuando queremos prestarle
nuestra voz a los sin voz y sin oportunidad, buscamos una nueva
encarnación del evangelio de Cristo en nuestra cultura (3). Nos
esforzamos con nuestros fieles en instaurar una renovada vivencia de
la fe para construir una patria mejor, más digna de los hijos de Dios.
Queremos salvar los valores de nuestro pueblo hospitalario y sufrido,
bondadoso y jovial, inclinado a la convivencia sencilla y alegre.
15. Pero el mayor servicio que se nos pide a los cristianos es sin duda
hacer partícipes a nuestros contemporaneos de lo que Cristo nos ha
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(3) Ver "conclusiones de Puebla" nn. 385 y ss.
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revelado sobre el origen y el destino del hombre. La iglesia tiene
algo que le es muy propio y que puede ofrecer al mundo: su verdad
sobre el hombre y su futuro. Y en este sentido, la Iglesia ha de ser y
ha de vivirse como testigo del sentido y orientación en un mundo que
está comenzando a desesperar de la sanidad interior de todos sus
proyectos, que está acrecentando sus posesiones mientras se le va
obscureciendo simultáneamente la figura de su ser y pierde el
equilibrio de todos sus dinamismos y necesidades. Los cristianos no
podemos permitir que la lucha por tener más deje al hombre sin la
seguridad y la razón sustentadora de su vivir y morir.
Nuestro país empeñado en lograr un mayor desarrollo económico no
puede contentarse con el simple crecimiento de bienes, descuidando
los valores con que alimentarse: "no son más importantes los
productos para vivir que los ideales para supervivir". Ni podemos
resignarnos a que a la degradación que antes operaba la pobreza suceda
ahora la degradación que opera el exceso del tener y del poder.
Tarea de la Iglesia es ahora más que nunca hacerse servidora de los
hombres para satisfacer su necesidad de sentido: ofrecer una clara
orientación a la vida humana personal y colectiva. Tarea de la Iglesia
en nuestra patria es velar para que los hombres puedan seguir hablando
de Dios, del sentido de la vida, del pecado y de la culpa, de la muerte
y de la esperanza, del sacrificio de Jesucristo y de la salvación que nos ofrece.
Los cristianos han de ser quienes griten en alto que se mata al hombre
cuando se le hace imposible por dominaciones políticas, dictaduras
de la pobreza o dictaduras del consumo, preguntarse sobre su destino temporal y
eterno.
Mientras la Iglesia siga cumpliendo fielmente esta tarea en nuestra
patria, será la mejor garantía de que la persona humana trasciende
todas las estructuras de poder y de producción y de todas las ofertas
de consumo y liberará al hombre del temor y de la esclavitud de
quedar prisionero de sus propios productos. Podrá tener más sin dejar
de ser más. Recordemos: si el hombre asegura el sentido de su vida y
se orienta hacia Dios su Padre, llegará a la posibilidad real para gustar
un placer digno del hombre y vivir la alegría honesta entre sus
hermanos. Es el gozo del Espíritu, serenamente gustado. La mesa
aunque pobre, si es compartida, a la vez que alegra, santifica. Vivir
como hermanos que avanzan hacia la casa del Padre es ya primicia
de la nueva humanidad.
16. Los Obispos tenemos encomendado el ministerio de la comunidad
y en razón del mismo tenemos la misión de guiar al pueblo cristiano.
Nos toca, pues, a nosotros concretar el aporte de la Iglesia en esta
gran tarea de reconstrucción moral de la nación.
La Iglesia renovada por el Concilio Ecuménico Vaticano II, ha ido
tomando conciencia cada vez más lúcida de que su destino evangélico
está hondamente vinculado al destino personal y social de los pobres
y desvalidos. Si estos no ven reconocidos sus derechos fundamentales,
al menos en países como el nuestro que se reclama el nombre de
cristiano, la propia Iglesia debe reconocer que no ha logrado aún
evangelizar en profundidad; no ha llegado a encarnar el mensaje de
Cristo en los hombres de nuestra patria y en sus instituciones.
Nuestra Iglesia del Paraguay, con su activa participación en las
Conferencias de Medellín y de Puebla, se ha confirmado siempre
más en este servicio de los pobres, en esta lucha paciente por la
liberación en Cristo de todo hombre y de todos los hombres. Ella se
ha puesto al servicio del hombre, porque sabe que "el hombre es el
camino de la Iglesia" como audazmente lo reclama Juan Pablo II:
"Siendo por tanto este hombre el camino de la Iglesia, el camino de
su vida y esperanza cotidianas, de su misión y de su fatiga, la Iglesia
de nuestro tiempo debe ser de manera siempre nueva consciente de
la situación de él. Es decir, debe ser consciente de sus posibilidades,
que toman siempre nuevas orientaciones y de este modo se
manifiesten; la Iglesia, al mismo tiempo debe ser consciente de las
amenazas que se presentan al hombre. Debe ser consciente también de
todo lo que parece ser contrario al esfuerzo para que la vida humana
sea cada vez más humana (PP, 21) para que todo lo que compone esta
vida responda a la verdadera dignidad del hombre. En una palabra,
debe ser consciente de todo lo que hay contrario a aquel proceso" (4).
Como ya lo exponíamos anteriormente (5) estamos comprometidos
con el hombre concreto de nuestra patria. Y no queremos faltar a
nuestro deber de ofrecerle todo lo que la Iglesia de Cristo puede
aportarle para su liberación integral. Esta responsabilidad ineludible
la compartimos los pastores con todos los cristianos lúcidos y
conscientes de esta hora ciertamente histórica que nos toca vivir.
Seremos juzgados por el Señor si no respondemos generosamente al
clamor de nuestros hermanos, porque somos protagonistas y
responsables de esta hora de gran transformación del mundo (6).
El gran servicio que la Iglesia Católica y sus pastores queremos prestar
en esta hora a nuestra sociedad, a cada hombre - a todo hombre sin
excepción alguna - y a toda la nación, se puede sintetizar en gran
medida en contribuir a la formación y sostenimiento de una necesaria
concepción moral así como a la consiguiente búsqueda y clarificación
del sentido de la auténtica vida humana en la tierra.
Tenemos conciencia que para realizar este desinteresado propósito,
necesitamos y esperamos contar con toda la solidaridad de los hombres
y mujeres de buena voluntad. Y así pensamos, no solo porque nos
sentimos limitados ante la magnitud del desafío, sino más todavía
porque lo que la Iglesia propone como propio se funda y surge de las
exigencias mismas de la vida humana.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------
(4) Juan Pablo II, carta encíclica "Redemptor hominis", p. 45.
(5) Ver pastoral colectiva n. 8 "La misión de la Iglesia, hoy"
(6) Juan Pablo II, Duscurso inaugural de la III. Conferencia General de Puebla,
AAS, LXXI, p. 187.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------
Y también tenemos acuciante conciencia que hoy más que nunca
debemos dar testimonio inequívoco de Jesucristo como Señor. La
Iglesia, con humildad pero con firmeza a la vez, declara su certeza:
que la ley de nuestra naturaleza concreta es la ley del destino
sobrenatural de la humanidad, el destino que esta humanidad tiene
por Cristo, Hijo de Dios. La ley de las más profundas aspiraciones
morales de los hombres en la historia - nuestra naturaleza concreta
con vocación sobrenatural - existe por Cristo Jesús. El es la medida
de nuestra realización plena:
"Cristo es el modelo y el fin del mundo creado, El es antes que todo,
el universo tiene en El su consistencia" (Col. 1,15).
17. ¿Cómo concretar esta aporte de la Iglesia en esta impostergable
tarea de reconstrucción moral de la nación? Nos limitaremos a
enumerarlo brevemente:
1º Nuestra primera contribución a la salud de nuestra sociedad
no puede ser sino el anuncio de la alegre nueva revelada en
Cristo Jesús:
"Ay de mí si no anuncio el Evangelio" (1 Cor. 9,16). Esto vale
no solo para Pablo, sino también para toda la Iglesia.
Nuestra salvación depende de la acogida alegre y reconocida
que le reservemos al Evangelio y de la voluntad de ponerlo en práctica (7).
El hombre que no ha llegado a la fe en Cristo, no tiene todavía
plena conciencia de su origen, del centro y del fin de su propia
existencia. Nuestra prioridad irrenunciable es, pues, predicación del Evangelio.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
(7) Bernardo Haring, "Moral y evangelización en el mundo de hoy", PS editora,
Madrid, p. 29.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Predicar a Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el
fundamento y la raíz de todo mensaje moral.
La comprensión del misterio de Jesús es nuestra salvación
porque en El encontramos la vida verdaderamente humana. El
nos revela la verdad del hombre.
El nos releva al mismo tiempo la verdad de Dios.
Gracias a El le conocemos a Dios como a Padre que nos llama
(Mt. 22, 1-14), que nos perdona (Lc. 7,36-50), que nos ama a
todos los hombres insdistinta y gratuitamente (Mt. 5,43-45)
2º Queremos también, a la luz de Cristo, transmitir a todos
nuestros conciudadanos los valores humanos universalmente
aceptados como base de una convivencia pacífica y
humanizante. Tales son los valores "naturales" de ecuanimidad
y justicia, de sinceridad y cumplimiento de la palabra
empeñada, de sobriedad y temperancia, de lealtad y fidelidad,
de respeto al semejante y defensa de los débiles.
3º Debemos velar por la salvaguardia de esos valores, que
consideramos fundamentales, porque manifiestan la semejeaza
del hombre con Dios. Aqui radica la razón por la que la Iglesia
promueve la dignidad humana y defiende los derechos de la
persona a nivel político, económico, social y cultural.
4º Ofrecemos, finalmente, nuestra cooperación en la búsqueda,
con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, de
soluciones correctas y adecuadas a la vida humana para los
problemas que las nuevas situaciones nos van presentando.
Queridos hermanos:
Hoy solo parece posible y eficaz un testimonio evangélico allí donde
toda la Iglesia, en cuanto comunidad de creyentes y no sólo los
resposables de su coducción, contribuye solidariamente a configurar
la formación de la voluntad y a plasmar la conciencia de
responsabilidad de la sociedad.
Esto requiere de nuestra fildelidad a Cristo, solidaridad con la miseria
y las angustias de los hombres, especialmente de los pobres y
marginados. "Sólo son capaces de convercer la preocupación
fidedigna, el esfuerzo sin reservas y la acción caritativa, unidos al
compromiso personal y al consejo razonado sobre la base de una fe
auténtica" (8). Sólo así los cristianos podemos ayudar tanto a los
individuos como a las instituciones sociales a asumir sus
responsabilidades éticas. Es evidente que no podemos limitarnos a la
mera predicación "religiosa" del evangelio, sin comprometernos en su aplicación.
Sabemos que con la confesión de la fe cristiana no se resuelven todos
los problemas sociales, económicos y políticos. Pero somos también
conscientes que sin esperanza fundada en la resurrección de Jesús,
sin la fe en la promesa de Dios y en su fidelidad no podemos afrontar
dignamente la vida, ni rsponder a las gravísimas cuestiones que
plantean el sentido de la muerte y del sufrimiento, de la miseria y la crueldad.
Es nuestra fe y el seguimiento de Cristo lo que nos apremia a
comprometernos para elevar la responsabilidad moral así como por
mejorar las condiciones de vida de nuestros prójimos.
------------------------------------------------------------------------------------------------------
(8) J. Neumann, "Derechos y deberes de la sociedad eclesial", en Concilium 130,
p. 513.
------------------------------------------------------------------------------------------------------
PAUTAS PARA LA ACCIÓN PASTORAL
18. La atenta lectura del Plan de Pastoral Orgánica que hemos
aprobado para nuestras Iglesias y en cuya implementación estamos
empeñados, ya nos señalan las pautas operativas que orientan la acción de los
cristianos.
Hemos asumido opciones fundamentales de liberación de Cristo.
Dentro de nuestra competencia específica teológico-pastoral
queremos, pues, concretar nuestra acción en una estrategia en la que
puedan ser eficaces las dimensiones políticas y social de nuestra fe cristiana.
Esto no significa una nueva serie de acciones pastorales sino más
bien un acento o modo diferentes de llevarlas a cabo.
Queremos, en primer lugar, dar un fuerte impulso a la evangelización,
que proponga adecuadamente a los hombres de nuestro tiempo los
misterios de Cristo, de la Iglesia y del mismo hombre. La Comisión
Episcopal para la Evangelización está implementando este propósito
fundamental de nuestra Iglesia. En particular:
a) Se trata de organizar la catequesis, la predicación y la
enseñanza de la religion en nuestras instituciones educativas
de modo que no nos limitemos a una mera transmisión teórica
de los principios de la fe, sino a un ordenado y progresivo
crecimiento de la misma con las consecuencias practices
aplicadas a las distintas dimensiones y edades de la vida
cristiana y humana. El Equipo Nacional de Catequesis se
encuentra empeñado en esta tarea.
b) Tenemos que promover un fuerte movimiento de promoción
humana, en una auténtica pastoral social que tienda a educar
las conciencias de nuestros cristianos en la justicia y en la
caridad y a expresarlas en acciones y obras de asistencia y
promoción de los miembros más necesitados de nuestra
sociedad. Este campo es la máxima importancia ya que es el
lugar de las relaciones de la Iglesia con el mundo.
c) Es urgente instaurar una pedagogía de formación de los laicos
por la acción, de modo que ellos como ciudadanos de la patria
terrena busquen las mediaciones necesarias de orden politico
y económico que hagan históricamente viables los principios
evangélicos cristianos. A los laicos les compete organizar el
mundo temporal según el designio de Dios. Los pastores
debemos serviles dándoles aliento e iluminación para su
compromiso social y político. No podemos eludir hacer con
ellos el discernimiento necesario (9).
d) Privilegiar la pastoral juvenil es las diversas formas que ya
están en marcha. La atención a los jóvenes debe ser prioritaria
y puede representar una contribución apreciable a la pastoral vocacional.
e) Una particular atención queremos prestar a las familias, a
cada uno de sus miembros y al mismo núcleo familiar. Es una
prioridad pastoral recordada con apremio por el Papa Juan
Pablo II: "Atended a campo tan prioritario con la certeza de
que la evangelización en el futuro depende en gran parte de la
"Iglesia doméstica". Es la escuela del amor, del conocimiento
de Dios, del respeto a la vida, a la dignidad del hombre. Es
esta pastoral tanto más importante cuanto la familia es objeto
de tantas amenazas. Pensad en las campañas favorables al
divorcio, al uso de practices anticoncepcionales, al aborto, que
destruyen la sociedad" (10). Para atender esta área pastoral
-------------------------------------------------------------------------------------
(9) Pablo VI, "Octogessima adveniens", 4 mayo 71, n. 4.
(10) Juan Pablo II, Discurso inaugural, AAS, LXXI, p. 204.
-------------------------------------------------------------------------------------
hemos creado el Centro Nacional de Pastoral Familiar entre
los organismos de la CEP.
f) Recordamos, en fin, a los sacerdotes que gozan de facultades
para oir confesiones en el país, que una tarea primordial de su
ministerio de reconciliación es la de formar la conciencia y
orientar el comportamiento de los cristianos, despertar
nuevamente el sentido del pecado.
Han de poner particular atención cuando se trata de absolver de
algunos pecados que constituyen un crimen externo grave y
particularmente nefasto para la convivencia fraterna o lesivo de la
misma vida humana.
Tales son en nuestro país:
- El pecado de aborto, cuya absolución queda reservada a los
Ordinarios, que limitan así la postestad de absolver de los
inferiores. Consideramos todavía necesario mantener en vigor
esta reservación con la esperanza de extirpar, al menos entre
los cristianos, este vicio criminal.
- Es igualmente grave la falsa delación y la intriga que llevan
a la represión policial o militar con irreparable daño a los
inocentes y a sus familiares.
- Merecen igual calificación la corrupción de menores, la
organización o cooperación directa en el tráfico de drogas y
estupefacientes, explotar la prostitución o inducir a ella,
difundir la pornografía.
En estos casos mencionados, los confesores no darán la absolución
si los pendientes no aceptan una resparación proporcional a la
gravedad del delito que tenderá a formar la conciencia del penitentes
y a reparar de algún modo el daño causado.
19. Entre los factores que no dependen diractamente de nosotros,
queremos señalar dos de ellos: los medios de comunicación social y
las organizaciones de base de los ciudadanos.
a) Particular preocupación nos causan los medios de
comunicación social (TV, radios, cine, prensa, etc.) hacemos
un llamado apremiante a los critianos y hombres honestos que
trabajan en estos medios para que cooperen a la edificación
del hombre, no a su destrucción moral.
"Es necesario que el hombre de nuestro tiempo conozca las
cosas plenas y fielmente, adecuada y exactamente" (11). Los
medios de comunicación social deben servir ante todo a la
verdad, a lo que construye, a lo que mejora y dignifica al hombre.
Este servicio a la verdad no puede ponerse en venta sin llegar
a una deplorable degradación. Ninguna razón justifica la
destrucción del hombre. Los propietarios y ejecutivos de
quienes dependen estos medios, conscientes de su poder e
influencia sobre las gentes, no pueden abstraerse a sus
gravísimas resposabilidades ante Dios y ante la Nación.
Recuerden que deben servir a la verdad y la libertad. "Os
aseguro- decía el Papa a los periodistas - en la medida en que
servís este ideal la Iglesia permanecerá a vuestro lado, porque
éste es su ideal también. Ella ama la verdad y la libertad; libertad
de conocer la verdad, de predicarla, de comunicarla a los demás" (12).
-------------------------------------------------------------------------------
(11) Instrucción "Communio et progressio", n. 34.
(12) Juan Pablo II, Discurso al mundo de la información, AAS, LXXI, p. 240.
-------------------------------------------------------------------------------
b) Finalmente, hacemos un pedido muy particular a los
responsables del bien público de la Nación:un medio
indispensable para la reconstrucción moral de la nación es el
hombre mismo, el pueblo, como sujeto responsable de su propia
elevación moral y social.
Ante las complejas y avasallantes estructuras sociales y
políticas del mundo contemporaneo no se puede abandonar al
individuo a sus propias fuerzas. Debe unirse a sus semejantes,
debe organizarse y vivir su vida de hombre y de cristiano en
solidaridad. La Iglesia tiene estima y confianza en la
comunidad. Ella misma se considera una comunidad de
creyentes y quiere que los hombres vivan como hermanos.
"Cuántas bellezas y alegría hay cuando los hermanos viven en
concordia" (Salmo 132).
Las enseñanzas sociales de la Iglesia don gran importancia a
los llamados "cuerpos intermedios", es decir, agrupaciones
voluntarias de ciudadanos reunidos para crecer en humanidad
y contribuir eficazmente al servicio de la sociedad global. Es
sin duda la idea de una organización de la base la que nos
preocupa ya que su papel es determinante para la existencia
social. La misma Iglesia, como sociedad que es, pretende sobre
todo constituir comunidades eclesiales de base sin las cuales
no está en condiciones de hacer frente a su misión con responsabilidad.
Estas comunidades de base en sus múltiples formas son
indispensables para formar la conciencia moral y modelar la
praxis del individuo y la sociedad. Es aqui donde la fe cristiana
puede encontrar una realización madura en actividades y
comportamientos cristianos coherentes. Así habremos superado
el mayor escándalo de nuestro tiempo: la separación entre la
fe y la vida con los cristianos.
CONCLUSIÓN
20. No podemos dejar de subrayar una vez más la necesaria referencia
a Jesus cuando concluimos estas reflexiones. En efecto, la razón de
ser de la ética evangélica, como de todo el mensaje cristiano, se
encuentra en el misterio mismo de Jesús, de su persona, su vida, su
pascua. "Misterio siempre obscuro y lleno de luz, en el cual encuentra
su razón de ser todo el mensaje cristiano y al margen del cual todo lo
restante, incluso su misma palabra, se cosifica, se fosiliza…" (13).
Para nosotros los cristianos la recuperación de la vida humana, nuestra
propia conversión y crecimiento en humanidad no puede venir
simplemente del cumplimiento de la ley, ni siquiera de la promulgada
por Dios, sino del seguimiento de Cristo.
Por esta misma razón como raíz de todo resurgimiento moral ha de
ponerse una siempre renovada actitud religiosa que establece nuestra
peculiar relación con Dios Padre. En una palabra, un comportamiento
humano moralmente sano y humanizante supone la fe, sin la cual es
imposible agradar a Dios; supone la oración sin la cual no se alimenta
la fe. Así nos lo enseñó Jesús.
El misterio personal de Jesús de Nazareth se centra en su misteriosa
relación con Dios Padre. De este único, irrepetible y vivencial
conocimiento de Dios Padre (Mt. 11,27) depende la comprensión
última de Jesús, la raíz de su entrega generosa. Su razón de ser radica
precisamente en ser imagen del Dios vivo, que El conoce como Hijo,
ama y nos revela.
Toda la existencia de Jesús, sus hechos, sus palabras, su muerte y su
resurrección, es la realización de su entrega a Dios Padre como
donación personal y libre (Fil. 2,5-11; Hebreos 10,5).
---------------------------------------------------------------------------------------
(13) G. Mora, "El proyecto moral del Evangelio", en Iglesia viva 73, p. 70.
---------------------------------------------------------------------------------------
En su vivencia de Dios, Jesús conoce la auténtica vida del hombre.
Dios es la vida del hombre.
La vida verdaderamente humana es la vida vivida en y según Dios
como único Adsoluto destruida toda otra idolatría. Nada de lo que
existe en el mundo es aquel Absoluto en el que el hombre puede
encoentrar la vida, la paz, la felicidad…Dios, nuestro Padre, es quien
puede producir en nosotros una actitud serena, libre y clarividente…
Y junto a la imagen de Dios, la raíz de la palabra y de la vida de Jesús
es su propia concepción del hombre y de la vida humana, de la cual
El mismo es la realización perfecta.
La imitación de Cristo, su seguimiento, nos permite vivir su vida y
tener sus mismos sentimientos.
Podemos imitar su ejemplo, amar a Dios en cienta manera, como El
lo ama (Jn. 15-10); y también a nuestro prójimo como El lo amó (Jn.
13,34); servir humildemente a nuestro hermano según el ejemplo de
Aquel que le lavó los pies; tomar su ejemplo de sufrimiento y seguir
su modo de comportarse en este mundo. Podemos con el Apóstol
Pablo hacer propios los sentimientos de Cristo; tener ante los ojos,
en nuestra vida, al Señor glorificado, pero como Quien, en su tiempo,
murió y fue resusitado de entre los muertos tras una vida de
sufrimiento (2 Cor. 1,5; Fil. 3,10) de tribulaciones (Col. 1,24) de
persecución (2 Tim. 3,12) de paciencia (2 Tes. 3,5) de veracidad y de
amor (Fil. 1,8).
De Jesús hemos aprendido esta ley del amor. El fue el hombre-para-
los-demás. Y es por el amor cristiano, que es caridad, que nosotros
podemos llegar a imitar más estrechamente a Jesús. Por la caridad
podemos dar al mundo el suplemento de alma que necesita y contribuir
eficazmente a unir a los hombres entre sí.
Esto no es todo. Cristo, que es nuestro ideal y nuestro ejemplo, nos
ofrece también una comunión personal con El, a fin de que le sigamos
y tengamos participación en Su destino (Rom. 6,5) (14)
Para que seamos sus verdaderos discípulos y tengamos verdadera
comunión de vida con El, nos hace partícipes de su muerte y su
resurrección y nos hace miembros de su cuerpo que es la Iglesia.
21. Hay en la familia humana una mujer que nos precedió en el
seguimiento de Cristo. Siendo de nuestra raza "ella está unida en la
estirpe de Adán con todos los hombres que han de ser salvados…"
(15), participa también pasiva y activamente en la tarea salvadora.
Ella es María, la Madre de Jesús y la madre de los hombres.
Ahora que queremos realizar en nosotros la obra de la salvación, no
podemos no recurrir a María por quien nos vino el Salvador y
acompañó y acompaña siempre la obra de su Hijo (Hechos 1,14). Es
ella madre de la vida. Así nos enseña el Concilio Vaticano II:
"El Padre de las misericordias (16) quiso que precediera a la encarnación
la aceptación de parte de la Madre predestinada, para así como la mujer
contribuyó a la muerte, asi también contribuyera a la vida".
"La bienaventurada Virgen maría avanzó en la peregrinación de la fe
y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz, junto a la
cual se mantuvo en pie" (17).
A esta mujer fuerte y madre amorosísima encomendamos nuestras
Iglesias y a todos nuestros hermanos. Ella desde el cielo donde está
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
---
(14) J. Fuchs, "La moral y la teología moral postconciliar", Herder, Barcelona, P.
132.
(15) "Lumen gentium", n. 54.
(16) Ibidem, n 56.
(17) Ibidem, n. 58.
--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
---
en cuerpo y alma "no ha dejado esta misión salvadora sino que con
su multiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna".
"Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que
todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean
conducidos a la patria bienaventurada" (18)
La Virgen María en su abvocación de Caacupé sea para nosotros los
agentes de pastoral ejemplo de fidelidad al Señor y de la solicitud
maternal con que es necesario que estemos animados todos los que
en la Iglesia cooperamos a la regeneración de los hombres.
Roque González de Santa Cruz, nuestro compatriota y hermano, nos
ayude desde el cielo.
Asunción, 12 de junio de 1979
Por mandato de la Asamblea Plenaria
+ Jorge Livieres Banks
Obispo Titular del Uttimmira
Secretario General de la CEP

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  • 1. Carta Pastoral El Saneamiento Moral de la Nación A nuestros presbíteros y diáconos A los hombres y mujeres de vida consagrada A los cristianos laicos de nuestras Iglesias A todos los hombres y mujeres de buena voluntad Queridos Hermanos: 1. Hace hoy tres años que publicamos nuestra última carta pastoral colectiva en un momento particularmente doloroso para los cristianos de nuestra patria. Calificábamos aquella coyuntura como una hora de prueba que debía llevarnos a profundizar nuestro amor y servicio a la verdad y a fortalecer nuestra comunión eclesial. Pedíamos entonces, como Pastores legítimos del pueblo creyente, que se pusiera término a los abusos de poder y a los procedimientos arbitrarios; que se respetara y promoviera lealmente la dignidad de la persona humana; que para ello se hiciera todo lo necesario para restablecer la plena vigencia de un poder judicial respetable y eficiente. Señalábamos la dramática urgencia de sanear nuestros tribunales para que "los jueces recuperen credibilidad y realmente administren la justicia, que es el único fundamento estable de la verdadera paz. Estamos agradecidos al Señor porque nuestra voz no ha caído en el vacío: no se han repetido apresamientos masivos y la casi totalidad de los presos sin proceso han recuperado su libertad o han sido defendidos en juicio. La libertad de expresión ha sido mayor: un número creciente de periódicos y de radioemisoras se ocupan de diversos aspectos del bien común, denuncian abusos, sirven de expresión al pueblo y a las personas heridas en sus derechos. No se han repetido los ataques directos a la Iglesia y a sus ministros, salvo en contados casos, y en general ella ha podido desarrollar su misión apostólica con menos dificultades. Y aún en el caso de algunas medidas restrictivas como las que afecta la incorporación de personal extranjero a las obras de la Iglesia, se ha podido encontrar una práctica más flexible. 2. Con el propósito de contribuir a serenar los ánimos y estimulados por la acogida respetuosa de nuestra palabra pastoral, hemos dejado pasar cierto tiempo ante de volver a pronunciarnos colectivamente sobre los muchos problemas que aún nos afectan. Nos pareció suficiente que cada Obispo siguiese ejerciendo su ministerio de
  • 2. maestro y conductor del pueblo cristiano en su propia iglesia particular, en servicio del pueblo que le ha sido confiado. Hemos seguido, sin embargo, ejerciendo con constancia y espíritu vigilante nuestra intransferible responsabilidad de pastores, llamados a servir a nuestro pueblo en su peregrinar terreno a fin de que todos lleguemos a la patria definitiva. Queremos asegurar en nuestra patria temporal "la presencia crítica de la Iglesia en esta hora de grandes emprendimientos para preservar los valores humanos del desarrollo y para garantizar que el mismo se inserte en el contexto cristiano de la historia de la salvación" (1). Cada año, con motivo de nuestra Asamblea Plenaria, reflexionamos juntos sobre la situación general del país y de la Iglesia en el año que fenece. La evaluamos con ojos de cristianos creyentes, desde el ángulo propio de nuestra responsabilidad pastoral, procurando ajustar siempre más nuestro servicio eclesial a las necesidades de los hombres. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- (1) Pastoral colectiva Nº 11 "Entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios". 12 junio 1976, pag.16. ----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- En nuestra última asamblea hemos resuelto escribirles para compartir una vez más con todos ustedes nuestras preocupaciones, reflexionar juntos y proponernos todo el esfuerzo necesario para reconocer nuestros errores y aportar alguna solución a nuestros problemas. Lo que más nos preocupa en estos momentos es el grave deterioro moral de nuestra sociedad, la quiebra de los valores morales que pone en peligro las estabilidad misma de la nación. 3. Al analizar la situación actual hemos reconocido que nuestras relaciones con el Gobierno del Estado han conocido una cierta mejoría. Por otra parte, se han dado pasos concretos hacia una mayor libertad de expresión ciudadana. Estos hechos positivos nos alegran. Pero, hay otras áreas que se han deteriorado Sobresalen por su gravedad y urgencia: la mala administración de la justicia y la excesiva tolerancia observada en casos repetidos de transgresiones públicas y manifiestas y la impunidad de que gozan sus actores. Del caso de los tribunales y jueces ya hemos hablado suficientemente en nuestra carta anterior. A nuestra voz se ha sumado la del Colegio de Abogados del Paraguay y prácticamente la de todos los medios de comunicación social. Y el problema sigue esperando una respuesta digna de un pueblo civilizado.
  • 3. De la corrupción pública y privada queremos ocuparnos hoy con más detenimiento. Y queremos hacerlo también con mayor referencia a nuestra propia resposabilidad cristiana, personal y eclesial. Porque, aunque en el caso del poder judicial no está ausente la responsabilidad personal de los funcionarios - ya que entra en juego su conciencia cristiana - con todo, una adecuada solución de tan trascendente función pública recae principalmente sobre los organismos del Estado y sobre quienes ejercen sus magistraturas. 4. La quiebra de los valores morales, en efecto, nos atañe directamente a todos y a cada uno de los ciudadanos y una respuesta adecuada a esta situación exige nuestra conversión personal y el saneamiento de nuestras instituciones públicas y privadas. La quiebra de los valores en nuestra sociedad nos afecta profundamente: toca las raíces mismas de la comunidad nacional. El ritmo creciente en que suceden hechos delictuosos, la impunidad de que gozan sus autores, la reacción cada vez más resignada y permisiva de la gente nos debe alarmar a todos, pero especialmente a los cristianos, que queremos ser la conciencia moral de la nación y el fermento liberador de nuestra sociedad. Nos preocupa y alarma porque esta quiebra de valores morales significa la pérdida del horizonte moral en la mayoría de nuestros conciudadanos. En palabras de Pio XII podemos decir: "Falta a nuestro tiempo el sentido del pecado". En verdad, no es sólo una sucesión de desórdenes y actos delictuosos, sino en definitiva es la destrucción del mismo hombre, de la persona humana, la única portadora de los valores morales. Es una advertencia comprometedora para todos ya que nos dice que la descristianización de nuestro pueblo esta llegando a niveles alarmantes. Porque esta destrucción de la persona es al mismo tiempo destrucción de la sociedad y es la negación de una convivencia fraterna digna del hombre, hijo de Dios. Este deterioro de la conciencia cristiana que se traduce en un desprecio de la ley de Dios, es la destrucción de la paz, porque es la violación sistemática de la justicia. ¿A qué valores nos estamos refiriendo? Vamos a describir brevemente los hechos, para que nos demos lugar a equívocos y todos podamos tomar conciencia clara de la situación. EL ÍDOLO DE LA RIQUEZA 5. Mas que la coherencia y eficacia de la planificación económica y social, son los grandes emprendimientos y obras de infraestructuras los que han traído al país indiscutible progreso económico. Y aunque
  • 4. este crecimiento a la verdad favorece en forma directa a un sector muy pequeño de la población, no cabe duda que indirectamente la mayor parte de la gente ha progresado y tiene la impresión de vivir en un mundo de mayor abundancia. En efecto, el hombre de la calle ve cada vez más automóviles, comprueba que hay más bancos y casas de cambio; se multiplican grandes tiendas y supermercados. Las vitrinas están llenas de artículos suntuarios que van desde baratijas a productos electrónicos y juguetes sofisticados; la propaganda atropella con sus ofertas de cigarrillos, bebidas y perfumes; estimula deseos artificiales. Es la sociedad de consumo en acción…Es el predominio del dinero. El ídolo de la riqueza, como valor supremo, que exige adoradores incondicionales y sacrificios crueles. Es insaciable y pide ganancias rápidas y suculentas, sin mirar a los medios. He aqui una primera fuente de corrupción: hay que conseguir dinero de cualquier modo! Somos testigos de toda clase de robos y de fraudes. La emisión de cheques sin fondos, el contrabando - no solo de hormigas, sino a gran escala - las quiebras fraudulentas no son novedad y ya no escandalizan a nadie, que es lo más grave. Es el trabajo honesto y paciente el que se ha vuelto raro y llama la atención. Se prefiere tentar fortuna por vía del azar y el acomodo, se multiplican las pollas, loterías, casinos y concursos millonarios. Ya es imposible intervenir en una licitación pública o privada sin recurrir a los padrinos, a la coima y al soborno, que se han vuelto rubros delictivos presupuestados en todas las obras de cierta importancia. Con dinero todo se consigue, todo se permite, al parecer ya no hay límites. Con tal de ganar se explota al hombre y se fomenta la delincuencia y prostitución juveniles, el alcoholismo y la drogadicción. Y se descuidan los rubros que no son rentables, como las viviendas económicas y la atención de los hospitales. Sin bien los sueldos de ejecutivos y altos empleados han aumentado vertiginosamente, ciertas retribuciones a servicios básicos importantes siguen siendo cruelmente insuficientes. Valga mencionar el sueldo de maestros y profesores o los del personal del servicio doméstico o la situación de los trabajores del campo. Y no puede recordarse sin vergüenza el monto de ciertas jubilaciones y pensiones de los beneméritos de la patria. Las consecuencias más graves de esta subversión de valores en éste orden económico son: • La brecha de la desigualdad económica entre los ricos y los pobres de nuestro país tiende a aumentar: los pocos ricos son cada vez más ricos.
  • 5. • Se estimulan necesidades artificiales, se frustra a la gente provocándoles con lo que no pueden comprar, se desequilibran los presupuestos familiares. • Entre los agricultures se fomenta cultivos de renta (algodón, tabaco, etc.) "porque da dinero", en perjuicio de sus cultivos de subsistencia (mandioca, poroto, etc.) con grave deterioro de su ya desequilibrada dieta familiar; aumenta así la desnutrición infantil, la desorganización familiar y el juego y la vagancia. • Aumentan las explotaciones comerciales de las diversiones populares (bailes, funciones, etc.) cuyos organizadores terminan robando y corrompiendo al pueblo humilde principalmente. En síntesis, con este consumismo materialístico se ha polarizado el interés egoísta, el afán del dinero, un deseo insaciable de tener más en detrimento gravísimo del ser más. Al perder la disciplina del trabajo honesto y subestimar la honradez, hemos llegado a la apología de la ganancia fácil y de la explotación humana. Despreciando la austeridad en la manera de vivir, hemos caído en el sufrimiento de la codicia y de la envidia de lo que no tenemos. Se llega a considerar ingénuo a quien es honrado y no busca explotar a su semejante. EL ÍDOLO DEL PLACER 6. La quiebra de valores acfecta principalmente a las relaciones de convivencia cotidiana y a la necesaria regulación de los instintos. La invasión de criterios hedonistas en nuestra sociedad, ya configurada como una sociedad de consumo, eficazmente promocionados por los medios de comunicación social, ha encontrado su víctima privilegiada en nuestras familias. Los filmes, revistas y anuncios que propagan la pronografía, la permisividad del ambiente han hecho que el placer sexual primara sobre el amor; es como si fuera un fin en sí; las relaciones sexuales prematrimoniales y extra-matrimoniales no crean ya en muchos ningún problema moral y así se explica su proliferación impune. Las campañas antinatalistas han fomentado la irresponsabilidad sexual. Fácilmente se evita los hijos, usando cualquier procedimiento. Se sigue recurriendo frecuentemente a métodos abortivos, píldoras, espirales, inyecciones, etc. con sus gravísimas consecuencias por la salud física, síquica y moral. Muchas veces se recurre el infanticidio para no asumir la responsabilidad de la maternidad o de la paternidad. Hay cada vez más condescedencia y excesiva tolerancia con las
  • 6. desviaciones sexuales; algunos ya llegan a aceptarlas como si fueran naturales: homosexualismo, sadismo, orgías. Se lamentan cada vez más las destrucciones familiares, separaciones y divorcios; las uniones adulterinas han peridido su carácter vergorozamente para adquirir carta de ciudadanía en nuestra sociedad. Es frecuente y en ambientes en que antes no ocurrían o eran muy excepcionales la adicción al alcohol o a las drogas, con graves consecuencias para las familias y para la sociedad. Hay como una desintegración progresiva de la personalidad. El hecho, ya antiguo en nuestro país, de las madres solteras e hijos ilegítimos se ve así agravado por estas nuevas lacras sociales. A nivel más general, tenemos la impresión que entre nuestros jóvenes, aun reconociendo excepciones que nos consuelan y nos dan esperanzas, campean la frivolidad y superficialidad, la falta de ideales y de disciplina de vida. Muchos de ellos, al ser víctimas de esta sociedad permisiva, fácilmente se amoldan a ella y se entregan a todos sus excesos. Entre las graves consecuencias de esta situación, hemos de poner principalmente el deterioro progresivo de la conciencia y sensibilidad moral, la destrucción del núcleo familiar y la alienación de las nuevas generaciones que hipotecan así el futuro del país y de la Iglesia. EL ÍDOLO DEL PODER 7. Hechos de orden político-social hemos mencionado en muchas otras ocasiones. En nuestra última carta hemos reflexionado ya sobre las múltiples formas de violencia y de tortura, sobre la mentira como sistema de vida y de propaganda. Hoy queremos agregar a estos hechos negativos las calumnias y falsas delaciones que tan profundamente lesionan la convivencia social. Se intriga y se denuncia falsamente, sin medir la gravedad de las consecuencias, lo mismo a pobres e indefensos ciudadanos que a sacerdotes y Obispos. Ni se respeta ya la amistad. Estos hechos graves están íntimamente ligados a la obsecuencia y la adulación, que si ya son deplorables en quienes los practican, deshonran más aún a quienes los aceptan y los fomentan. También hemos sido testigos de repetidos actos de abuso de autoridad y prepotencia, sobre todo en el interior del país, que no han recibido ni el tratamiento debido ni la sanción justa. Aqui hay que mencionar también actos de atropello y desalojo contra pobladores campesinos y agricultures, con apoyo de las autoridades locales e indiferencia de las superiores. Muchas veces son las misma instituciones encargadas de promover el bienestar rural las que son responsables de estas situaciones: dobles títulos de propiedad, mensuras y demarcaciones defectuosas, favoritismos e influencias injustificables. Pero, aun admitiendo el legítimo derecho de los propietarios, se han de respetar
  • 7. siempre los derechos inalienables de las personas y la consideración debida especialmente a los pobres. Estos hechos son siempre perjudiciales para la paz pública y la sana convivencia, porque sus protagonistas son precisamente hombres que ejercen autoridad o cargos públicos al servicio del bien común. CAUSAS DE ESTA SITUACIÓN 8. Si hemos de buscar las causas más profundas de esta situación, debemos referirlas necesariamente al egoísmo humano y al pecado que impera en el mundo y que afecta a todos en nuestro comportamiento personal y colectivo. Pero también hemos de señalar factores de implicancia más inmediata como son todos aquellos que modelan, para bien o para mal, el comportamiento humano. a. En primer lugar, y como causa muy universal, está la deficiencia del núcleo familiar. Nuestras familias han perdido autoridad moral. Los padres no logran educar a sus hijos; se vuelven excesivamente tolerantes, se dejan llevar por el ambiente y en algunos casos se despreocupan de lo que hacen sus hijos. En las clases acomodadas la situación no es mejor: los jóvenes manejan demasiado dinero, disponen a su antojo de automóviles, no aceptan las privaciones ni la disciplina necesaria para afrontar dignamente la vida. En estas condiciones su irresponsabilidad y comportamiento antisocial afectan más profundamente a la convivencia comunitaria porque disponen de medios más poderosos y su impunidad es mayor. b. El sistema educacional del país no ha logrado acompañar su crecimiento cuantitativo con una eficacia cualitativa proporcional. Más aún, nos da la impresión de que su capacidad educativa se está deteriorando progresivamente. Los colegios, aún los católicos, parecen a veces incapaces de dar una formación adecuada. O porque no logran contrarrestar la desidia del hogar, la influencia negativa del ambiente y de los medios de comunicación social. O porque han abandonado una "filosofía" educativa austera, centrada en el respeto de las personas y en el servicio del bien común. En este mismo orden de cosas no podemos dejar de expresar nuestra preocupación por la calidad moral de algunos maestros y profesores y la formación que ellos mismos reciben. c. Nosotros mismos Obispos, sacerdotes y agentes pastorales
  • 8. de nuestra Iglesia no hemos predicado suficientemente ni urgido con la energía necesaria los postulados de la moral cristiana y el necesario seguimiento de Cristo, nuestra ley y nuestra norma. Damos a veces la impresión de no tener un criterio claro, firme y seguro en la enseñanza de la moral, de la disciplina y de la austeridad cristiana. ¿Estaremos también inficionados por la permisividad moral del ambiente? ¿O hemos caído en el relativismo moral? d. Finalmente, hemos de reconocer y lamentar que los medios de comunicación social (T.V., radios, cines, prensa, etc.) no educan, más bien desorientan; muchas veces son alienantes, envilecen. Los temas sexuales se tratan o como artículo de consumo o con criterio puramente animal. Se fomenta la violencia. Hay demasiado erotismo. En síntesis, la educación moral es muy débil. No se forma el criterio moral que permite distinguir el bien y el mal: no hay sentido de pecado. No se estimula la conciencia ni los valores, elementos imprescindibles para la superación moral. No se educa el carácter, para afrontar con buen éxito las dificultades y las luchas. No preparamos a los jóvenes para el ejercicio responsable de la libertad. Hay una apatía moral. La educación religiosa es netamente insuficiente. TAREAS A AFRONTAR 9. El cuadro de situación que hemos trazado es más bien negativo, pero es real. Y no puede extrañarnos que así sea; aunque sí debe preocuparnos a todos porque todos somos responsables de ella. Nos encontramos en un tiempo de crisis de valores, de cambios culturales provocados por las transformaciones del país y la invasión de los medios de comunicación social que socaban día y noche los sistemas tradicionales de comportamiento. Experimentamos dificultades en la convivencia nacional nacidas de la inquietud de los ciudadanos que ven violados sus derechos, frenadas sus libertades o no encuentran respuesta a sus aspiraciones legítimas. Cuando señalábamos las causas no pretendíamos establecer culpabilidad. Culpables somos todos en mayor o menor grado. Aunque hay sin duda personas y estructuras más responsables que otras y en muchos casos deben ser mencionados para que se ponga remedio. Pero las mismas correcciones, para ser eficaces, debemos hacerlas con amor - nunca es lícito fomentar el odio - con humildad y no con prepotencia. Lo más importante es siempre descubrir y reconocer nuestra propia culpabilidad, en orden a afrontar nuestra propia conversión y empeñarnos decididamente en corregir los males.
  • 9. 10. La tarea que se nos presenta a los cristianos es inmensa y apremiante: se trata de reconstruir al hombre, de rehacer el tejido social, de dar sentido y orientación a la acción humana individual y colectiva. a. La reconstrucción del hombre y todo empeño por mejorar el comportamiento humano, debe comenzar por la conversión personal. En nosotros mismos comienza la tarea de perfeccionamiento moral. El primer criticado, el primer juzgado debo ser yo mismo. La construcción del Reino de Dios debe empezar en mi mismo. Después debo mejorar mi propia familia; sanear mi empresa antes de empéñarme en la reconstrucción de la sociedad nacional e internacional. Nos lo recuerda el Papa Juan Pablo II: "En efecto, si la primera palabra de la enseñanza de Cristo, la primera frase del Evangelio - Buena Nueva - era "arrepentíos y creed en el Evangelio" (metanoeite), el sacramento de la pasión, de la cruz y resurrección parece reforzar y consolidar de manera especial esta invitación en nuestras almas…Es siempre el mismo Cristo que exhorta a la penitencia, que repite el "arrepentíos". Sin este constante y siempre renovado esfuerzo por la conversión, la participación en la Eucaristía estaría privada de su plena eficacia redentora…En nosotros - hombres sujetos a múltiples limitaciones - la necesidad de dirigirnos hacia Dios en forma siempre más madura y con una constante conversión, siempre más profunda" es innegable (2). 11. b) Rehacer el tejido social de la nación con el fin de asegurar formas humanizantes de relación entre todos los miembros de nuestra sociedad es tarea urgente. La conversión del individuo es indispensable pero ciertamente es insuficiente para asegurar la coherencia de la vida cristiana. Hay dimensiones sociales y políticas de la fe inseparables de nuestra condición y fidelidad cristianas. Toda la realidad humana - no solo la individual, también la social - ha sido asumida por Cristo y redimina por El. La Iglesia, la comunidad creyente, está llamada a igual que su Redentor a asumir esta realidad compleja, a juzgarla a la luz de la palabra de Dios, a descubrir en el entramado de los intereses humanos una acogida o un rechazo del designio de Dios. La conciencia cristiana siente la urgencia de una acción eficaz que ayude a superar una situación que ofende a Dios y al hermano. El cristiano sabe que no se redime esta realidad sino asumiéndola en una praxis liberadora. Y sabe también que la liberación integral es una realidad escatológica; no realizable plenamente en este mundo. Sin embargo, por el hecho mismo de ser escatológica se anticipa ya en la historia y se realiza a través de las liberaciones particulares, constituyendo un verdadero proceso.
  • 10. Ninguna de las liberaciones parciales constituye la liberación integral en Cristo, pero son pasos necesarios que encuentra sus concreciones en la política, en la economía, en la cultura, en todo el quehacer ------------------------------------------------------------------------------------------------------------ (2) Juan Pablo II, carta encíclica "Redemptor hominis". 4 de marzo 79, pag. 84. Ver también nuestras pastorales colectivas nn. 9 y 10 del 5 Julio 74 y cuaresma 75 respectivamente, sobre la necesaria conversión. ------------------------------------------------------------------------------------------------------------ humano. Todo tiene su relación con el Reino de Dios; de ahí que todo puede contribuir a la salvación y a la felicidad del hombre o a su condenación y destrucción en la medida en que esté o nó de acuerdo con el designio de Dios. La estructura social, política y económica no es ajena ni exterior al hombre, sino que lo afecta radicalmente. Sus defectos muestran el aspecto social del pecado y exigen una rehabilitación en términos estructurales y sociales. La búsqueda de un hombre nuevo nacido de la conversión producida por su encuentro personal con Cristo Salvador, lleva también a crear situaciones en las que la gracia de Dios pueda encarnarse en mediaciones sociales más justas y más fraternas. Como ya lo hemos señalado más arriba, nuestra sociedad esta muy marcada por mecanismos de alienación y de dominación. La pobreza, la dependencia, la explotación de unos hombre por otros, la delación y la intriga con fines de lucro o de acomodo político han debilitado y destruído grandemente el tejido social de nuestras relaciones. Es ésta una realidad que no puede no calificarse de inmoral. La estabilidad política o el progreso material que se logra en estas condiciones se vuelven inhumanos e inícuos por el enorme costo social y humano que reclama. ¿Es posible justificar el progreso contra el interés social de la gran mayoría para favorecer desmesuradamente a una minoría de privilegiados? 12. Comprendemos muy bien que todo progreso económico y toda aceleración exige un precio. Hay conflictos ineludibles. La opción por un acelarado crecimiento económico, base para el bienestar social de todos, lleva consigo una determinada tasa de iniquidad social. El problema moral se plantea cuando esa "iniquidad" sobrepasa los límites tolerables para la justicia y la humanidad. Se exige la participación de todos en la construcción económico- social, pero no se permite una participación proporcional de todos en la riqueza conseguida. El sacrificio que impone el progreso no está
  • 11. distribuido equitativamente entre todos, sino recae sobre los mismos que vienen sufriendo privaciones de todo orden desde siempre: los trabajadores, los campesinos, los pobres. Seamos, pues, ecuánimes y solidarios: Hay dolores y sacrificios que deben pagarse inexorablemente como precio de todo crecimiento sea espiritual, económico o social. Esto lo comprende cualquier hombre sensato. Pero hay también sufrimientos, pobreza, miseria y dolores humanos que son frutos de la injusticia, de un orden inhumano en la convivencia y en la distribución de los bienes, así como de una insaciable sed de poder. Hay que repetir, pues, una vez más que no basta adquirir y poseer más y más, si no hay al mismo tiempo una dimensión espiritual del ser humano, una ascesis creativa y un sentido de equidad social. 13. Aceptamos que todo sistema político necesita un servicio adecuado de informaciones. La seguridad y la defensa del cuerpo social exigen la estabilidad del "orden público" y la garantía del correcto uso de la fuerza pública. Es admisible inclusive tener que renunciar a ciertas "libertades" por exigencias muy concretas del bien común. Pero lo que no se puede aceptar es el abuso y la arbitrariedad. Hay que guardar las proporciones. Han de respetarse siempre los valores inalienables de las personas y no pasar ciertos límites si no se quiere crear situaciones que siembran la discordia, la desconfianza y la separación entre los hombres. Por razones de seguridad nacional se han ido liquidando los cuerpos intermedios y asociaciones voluntarias de ciudadanos, lo que ha llevado a la destrucción de las bases societarias del pueblo, sin excluir el mismo núcleo familiar. Esto ha hecho que la participación del pueblo en el destino de la nación se haya vuelto demasiado limitada. Se le han ido quitando los medios básicos para formarse su conciencia crítica y libre, para organizarse dentro de las garantías que le ofrecen nuestra Constitución, para hacer oir sus justas reclamaciones. Tenemos la impresión que se busca atemorizar al pueblo y que quienes destruyen el tejido social de relaciones, lo que realmente temen es la libertad del pueblo y el ejercicio de la verdadera democracia. 14. c) Finalmente, hemos de decir que la reconstrucción del hombre, causa de nuestra redención y razón de ser de la Iglesia, exige no solo la refacción del tejido social hecho de relaciones humanizantes, el saneamiento del entorno en que vive, sino también, y como tarea muy urgente y servicio muy calificado de los cristianos, dar sentido y orientación a la acción humana individual y colectiva.
  • 12. En efecto, nuestra gente sencilla ha podido dar sentido a su existencia y alimentar su esperanza contra todas las esperanzas terrenas, gracias al descubrimiento de los valores auténticos del pueblo, a la toma de conciencia de su propia cultura y de la validez de su religiosidad cristiana. Por esta razón, cuando los pastores queremos ser cada vez más fieles a los clamores del pueblo, cuando queremos prestarle nuestra voz a los sin voz y sin oportunidad, buscamos una nueva encarnación del evangelio de Cristo en nuestra cultura (3). Nos esforzamos con nuestros fieles en instaurar una renovada vivencia de la fe para construir una patria mejor, más digna de los hijos de Dios. Queremos salvar los valores de nuestro pueblo hospitalario y sufrido, bondadoso y jovial, inclinado a la convivencia sencilla y alegre. 15. Pero el mayor servicio que se nos pide a los cristianos es sin duda hacer partícipes a nuestros contemporaneos de lo que Cristo nos ha -------------------------------------------------------------------------------- (3) Ver "conclusiones de Puebla" nn. 385 y ss. ------------------------------------------------------------------------------- revelado sobre el origen y el destino del hombre. La iglesia tiene algo que le es muy propio y que puede ofrecer al mundo: su verdad sobre el hombre y su futuro. Y en este sentido, la Iglesia ha de ser y ha de vivirse como testigo del sentido y orientación en un mundo que está comenzando a desesperar de la sanidad interior de todos sus proyectos, que está acrecentando sus posesiones mientras se le va obscureciendo simultáneamente la figura de su ser y pierde el equilibrio de todos sus dinamismos y necesidades. Los cristianos no podemos permitir que la lucha por tener más deje al hombre sin la seguridad y la razón sustentadora de su vivir y morir. Nuestro país empeñado en lograr un mayor desarrollo económico no puede contentarse con el simple crecimiento de bienes, descuidando los valores con que alimentarse: "no son más importantes los productos para vivir que los ideales para supervivir". Ni podemos resignarnos a que a la degradación que antes operaba la pobreza suceda ahora la degradación que opera el exceso del tener y del poder. Tarea de la Iglesia es ahora más que nunca hacerse servidora de los hombres para satisfacer su necesidad de sentido: ofrecer una clara orientación a la vida humana personal y colectiva. Tarea de la Iglesia en nuestra patria es velar para que los hombres puedan seguir hablando de Dios, del sentido de la vida, del pecado y de la culpa, de la muerte y de la esperanza, del sacrificio de Jesucristo y de la salvación que nos ofrece. Los cristianos han de ser quienes griten en alto que se mata al hombre
  • 13. cuando se le hace imposible por dominaciones políticas, dictaduras de la pobreza o dictaduras del consumo, preguntarse sobre su destino temporal y eterno. Mientras la Iglesia siga cumpliendo fielmente esta tarea en nuestra patria, será la mejor garantía de que la persona humana trasciende todas las estructuras de poder y de producción y de todas las ofertas de consumo y liberará al hombre del temor y de la esclavitud de quedar prisionero de sus propios productos. Podrá tener más sin dejar de ser más. Recordemos: si el hombre asegura el sentido de su vida y se orienta hacia Dios su Padre, llegará a la posibilidad real para gustar un placer digno del hombre y vivir la alegría honesta entre sus hermanos. Es el gozo del Espíritu, serenamente gustado. La mesa aunque pobre, si es compartida, a la vez que alegra, santifica. Vivir como hermanos que avanzan hacia la casa del Padre es ya primicia de la nueva humanidad. 16. Los Obispos tenemos encomendado el ministerio de la comunidad y en razón del mismo tenemos la misión de guiar al pueblo cristiano. Nos toca, pues, a nosotros concretar el aporte de la Iglesia en esta gran tarea de reconstrucción moral de la nación. La Iglesia renovada por el Concilio Ecuménico Vaticano II, ha ido tomando conciencia cada vez más lúcida de que su destino evangélico está hondamente vinculado al destino personal y social de los pobres y desvalidos. Si estos no ven reconocidos sus derechos fundamentales, al menos en países como el nuestro que se reclama el nombre de cristiano, la propia Iglesia debe reconocer que no ha logrado aún evangelizar en profundidad; no ha llegado a encarnar el mensaje de Cristo en los hombres de nuestra patria y en sus instituciones. Nuestra Iglesia del Paraguay, con su activa participación en las Conferencias de Medellín y de Puebla, se ha confirmado siempre más en este servicio de los pobres, en esta lucha paciente por la liberación en Cristo de todo hombre y de todos los hombres. Ella se ha puesto al servicio del hombre, porque sabe que "el hombre es el camino de la Iglesia" como audazmente lo reclama Juan Pablo II: "Siendo por tanto este hombre el camino de la Iglesia, el camino de su vida y esperanza cotidianas, de su misión y de su fatiga, la Iglesia de nuestro tiempo debe ser de manera siempre nueva consciente de la situación de él. Es decir, debe ser consciente de sus posibilidades, que toman siempre nuevas orientaciones y de este modo se manifiesten; la Iglesia, al mismo tiempo debe ser consciente de las amenazas que se presentan al hombre. Debe ser consciente también de todo lo que parece ser contrario al esfuerzo para que la vida humana sea cada vez más humana (PP, 21) para que todo lo que compone esta vida responda a la verdadera dignidad del hombre. En una palabra,
  • 14. debe ser consciente de todo lo que hay contrario a aquel proceso" (4). Como ya lo exponíamos anteriormente (5) estamos comprometidos con el hombre concreto de nuestra patria. Y no queremos faltar a nuestro deber de ofrecerle todo lo que la Iglesia de Cristo puede aportarle para su liberación integral. Esta responsabilidad ineludible la compartimos los pastores con todos los cristianos lúcidos y conscientes de esta hora ciertamente histórica que nos toca vivir. Seremos juzgados por el Señor si no respondemos generosamente al clamor de nuestros hermanos, porque somos protagonistas y responsables de esta hora de gran transformación del mundo (6). El gran servicio que la Iglesia Católica y sus pastores queremos prestar en esta hora a nuestra sociedad, a cada hombre - a todo hombre sin excepción alguna - y a toda la nación, se puede sintetizar en gran medida en contribuir a la formación y sostenimiento de una necesaria concepción moral así como a la consiguiente búsqueda y clarificación del sentido de la auténtica vida humana en la tierra. Tenemos conciencia que para realizar este desinteresado propósito, necesitamos y esperamos contar con toda la solidaridad de los hombres y mujeres de buena voluntad. Y así pensamos, no solo porque nos sentimos limitados ante la magnitud del desafío, sino más todavía porque lo que la Iglesia propone como propio se funda y surge de las exigencias mismas de la vida humana. -------------------------------------------------------------------------------------------------------- (4) Juan Pablo II, carta encíclica "Redemptor hominis", p. 45. (5) Ver pastoral colectiva n. 8 "La misión de la Iglesia, hoy" (6) Juan Pablo II, Duscurso inaugural de la III. Conferencia General de Puebla, AAS, LXXI, p. 187. -------------------------------------------------------------------------------------------------------- Y también tenemos acuciante conciencia que hoy más que nunca debemos dar testimonio inequívoco de Jesucristo como Señor. La Iglesia, con humildad pero con firmeza a la vez, declara su certeza: que la ley de nuestra naturaleza concreta es la ley del destino sobrenatural de la humanidad, el destino que esta humanidad tiene por Cristo, Hijo de Dios. La ley de las más profundas aspiraciones morales de los hombres en la historia - nuestra naturaleza concreta con vocación sobrenatural - existe por Cristo Jesús. El es la medida de nuestra realización plena: "Cristo es el modelo y el fin del mundo creado, El es antes que todo, el universo tiene en El su consistencia" (Col. 1,15). 17. ¿Cómo concretar esta aporte de la Iglesia en esta impostergable
  • 15. tarea de reconstrucción moral de la nación? Nos limitaremos a enumerarlo brevemente: 1º Nuestra primera contribución a la salud de nuestra sociedad no puede ser sino el anuncio de la alegre nueva revelada en Cristo Jesús: "Ay de mí si no anuncio el Evangelio" (1 Cor. 9,16). Esto vale no solo para Pablo, sino también para toda la Iglesia. Nuestra salvación depende de la acogida alegre y reconocida que le reservemos al Evangelio y de la voluntad de ponerlo en práctica (7). El hombre que no ha llegado a la fe en Cristo, no tiene todavía plena conciencia de su origen, del centro y del fin de su propia existencia. Nuestra prioridad irrenunciable es, pues, predicación del Evangelio. ------------------------------------------------------------------------------------------------------------ (7) Bernardo Haring, "Moral y evangelización en el mundo de hoy", PS editora, Madrid, p. 29. ------------------------------------------------------------------------------------------------------------ Predicar a Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, es el fundamento y la raíz de todo mensaje moral. La comprensión del misterio de Jesús es nuestra salvación porque en El encontramos la vida verdaderamente humana. El nos revela la verdad del hombre. El nos releva al mismo tiempo la verdad de Dios. Gracias a El le conocemos a Dios como a Padre que nos llama (Mt. 22, 1-14), que nos perdona (Lc. 7,36-50), que nos ama a todos los hombres insdistinta y gratuitamente (Mt. 5,43-45) 2º Queremos también, a la luz de Cristo, transmitir a todos nuestros conciudadanos los valores humanos universalmente aceptados como base de una convivencia pacífica y humanizante. Tales son los valores "naturales" de ecuanimidad y justicia, de sinceridad y cumplimiento de la palabra empeñada, de sobriedad y temperancia, de lealtad y fidelidad, de respeto al semejante y defensa de los débiles. 3º Debemos velar por la salvaguardia de esos valores, que consideramos fundamentales, porque manifiestan la semejeaza del hombre con Dios. Aqui radica la razón por la que la Iglesia promueve la dignidad humana y defiende los derechos de la persona a nivel político, económico, social y cultural. 4º Ofrecemos, finalmente, nuestra cooperación en la búsqueda, con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, de soluciones correctas y adecuadas a la vida humana para los
  • 16. problemas que las nuevas situaciones nos van presentando. Queridos hermanos: Hoy solo parece posible y eficaz un testimonio evangélico allí donde toda la Iglesia, en cuanto comunidad de creyentes y no sólo los resposables de su coducción, contribuye solidariamente a configurar la formación de la voluntad y a plasmar la conciencia de responsabilidad de la sociedad. Esto requiere de nuestra fildelidad a Cristo, solidaridad con la miseria y las angustias de los hombres, especialmente de los pobres y marginados. "Sólo son capaces de convercer la preocupación fidedigna, el esfuerzo sin reservas y la acción caritativa, unidos al compromiso personal y al consejo razonado sobre la base de una fe auténtica" (8). Sólo así los cristianos podemos ayudar tanto a los individuos como a las instituciones sociales a asumir sus responsabilidades éticas. Es evidente que no podemos limitarnos a la mera predicación "religiosa" del evangelio, sin comprometernos en su aplicación. Sabemos que con la confesión de la fe cristiana no se resuelven todos los problemas sociales, económicos y políticos. Pero somos también conscientes que sin esperanza fundada en la resurrección de Jesús, sin la fe en la promesa de Dios y en su fidelidad no podemos afrontar dignamente la vida, ni rsponder a las gravísimas cuestiones que plantean el sentido de la muerte y del sufrimiento, de la miseria y la crueldad. Es nuestra fe y el seguimiento de Cristo lo que nos apremia a comprometernos para elevar la responsabilidad moral así como por mejorar las condiciones de vida de nuestros prójimos. ------------------------------------------------------------------------------------------------------ (8) J. Neumann, "Derechos y deberes de la sociedad eclesial", en Concilium 130, p. 513. ------------------------------------------------------------------------------------------------------ PAUTAS PARA LA ACCIÓN PASTORAL 18. La atenta lectura del Plan de Pastoral Orgánica que hemos aprobado para nuestras Iglesias y en cuya implementación estamos empeñados, ya nos señalan las pautas operativas que orientan la acción de los cristianos. Hemos asumido opciones fundamentales de liberación de Cristo. Dentro de nuestra competencia específica teológico-pastoral queremos, pues, concretar nuestra acción en una estrategia en la que puedan ser eficaces las dimensiones políticas y social de nuestra fe cristiana. Esto no significa una nueva serie de acciones pastorales sino más
  • 17. bien un acento o modo diferentes de llevarlas a cabo. Queremos, en primer lugar, dar un fuerte impulso a la evangelización, que proponga adecuadamente a los hombres de nuestro tiempo los misterios de Cristo, de la Iglesia y del mismo hombre. La Comisión Episcopal para la Evangelización está implementando este propósito fundamental de nuestra Iglesia. En particular: a) Se trata de organizar la catequesis, la predicación y la enseñanza de la religion en nuestras instituciones educativas de modo que no nos limitemos a una mera transmisión teórica de los principios de la fe, sino a un ordenado y progresivo crecimiento de la misma con las consecuencias practices aplicadas a las distintas dimensiones y edades de la vida cristiana y humana. El Equipo Nacional de Catequesis se encuentra empeñado en esta tarea. b) Tenemos que promover un fuerte movimiento de promoción humana, en una auténtica pastoral social que tienda a educar las conciencias de nuestros cristianos en la justicia y en la caridad y a expresarlas en acciones y obras de asistencia y promoción de los miembros más necesitados de nuestra sociedad. Este campo es la máxima importancia ya que es el lugar de las relaciones de la Iglesia con el mundo. c) Es urgente instaurar una pedagogía de formación de los laicos por la acción, de modo que ellos como ciudadanos de la patria terrena busquen las mediaciones necesarias de orden politico y económico que hagan históricamente viables los principios evangélicos cristianos. A los laicos les compete organizar el mundo temporal según el designio de Dios. Los pastores debemos serviles dándoles aliento e iluminación para su compromiso social y político. No podemos eludir hacer con ellos el discernimiento necesario (9). d) Privilegiar la pastoral juvenil es las diversas formas que ya están en marcha. La atención a los jóvenes debe ser prioritaria y puede representar una contribución apreciable a la pastoral vocacional. e) Una particular atención queremos prestar a las familias, a cada uno de sus miembros y al mismo núcleo familiar. Es una prioridad pastoral recordada con apremio por el Papa Juan Pablo II: "Atended a campo tan prioritario con la certeza de que la evangelización en el futuro depende en gran parte de la "Iglesia doméstica". Es la escuela del amor, del conocimiento de Dios, del respeto a la vida, a la dignidad del hombre. Es esta pastoral tanto más importante cuanto la familia es objeto
  • 18. de tantas amenazas. Pensad en las campañas favorables al divorcio, al uso de practices anticoncepcionales, al aborto, que destruyen la sociedad" (10). Para atender esta área pastoral ------------------------------------------------------------------------------------- (9) Pablo VI, "Octogessima adveniens", 4 mayo 71, n. 4. (10) Juan Pablo II, Discurso inaugural, AAS, LXXI, p. 204. ------------------------------------------------------------------------------------- hemos creado el Centro Nacional de Pastoral Familiar entre los organismos de la CEP. f) Recordamos, en fin, a los sacerdotes que gozan de facultades para oir confesiones en el país, que una tarea primordial de su ministerio de reconciliación es la de formar la conciencia y orientar el comportamiento de los cristianos, despertar nuevamente el sentido del pecado. Han de poner particular atención cuando se trata de absolver de algunos pecados que constituyen un crimen externo grave y particularmente nefasto para la convivencia fraterna o lesivo de la misma vida humana. Tales son en nuestro país: - El pecado de aborto, cuya absolución queda reservada a los Ordinarios, que limitan así la postestad de absolver de los inferiores. Consideramos todavía necesario mantener en vigor esta reservación con la esperanza de extirpar, al menos entre los cristianos, este vicio criminal. - Es igualmente grave la falsa delación y la intriga que llevan a la represión policial o militar con irreparable daño a los inocentes y a sus familiares. - Merecen igual calificación la corrupción de menores, la organización o cooperación directa en el tráfico de drogas y estupefacientes, explotar la prostitución o inducir a ella, difundir la pornografía. En estos casos mencionados, los confesores no darán la absolución si los pendientes no aceptan una resparación proporcional a la gravedad del delito que tenderá a formar la conciencia del penitentes y a reparar de algún modo el daño causado. 19. Entre los factores que no dependen diractamente de nosotros, queremos señalar dos de ellos: los medios de comunicación social y las organizaciones de base de los ciudadanos. a) Particular preocupación nos causan los medios de
  • 19. comunicación social (TV, radios, cine, prensa, etc.) hacemos un llamado apremiante a los critianos y hombres honestos que trabajan en estos medios para que cooperen a la edificación del hombre, no a su destrucción moral. "Es necesario que el hombre de nuestro tiempo conozca las cosas plenas y fielmente, adecuada y exactamente" (11). Los medios de comunicación social deben servir ante todo a la verdad, a lo que construye, a lo que mejora y dignifica al hombre. Este servicio a la verdad no puede ponerse en venta sin llegar a una deplorable degradación. Ninguna razón justifica la destrucción del hombre. Los propietarios y ejecutivos de quienes dependen estos medios, conscientes de su poder e influencia sobre las gentes, no pueden abstraerse a sus gravísimas resposabilidades ante Dios y ante la Nación. Recuerden que deben servir a la verdad y la libertad. "Os aseguro- decía el Papa a los periodistas - en la medida en que servís este ideal la Iglesia permanecerá a vuestro lado, porque éste es su ideal también. Ella ama la verdad y la libertad; libertad de conocer la verdad, de predicarla, de comunicarla a los demás" (12). ------------------------------------------------------------------------------- (11) Instrucción "Communio et progressio", n. 34. (12) Juan Pablo II, Discurso al mundo de la información, AAS, LXXI, p. 240. ------------------------------------------------------------------------------- b) Finalmente, hacemos un pedido muy particular a los responsables del bien público de la Nación:un medio indispensable para la reconstrucción moral de la nación es el hombre mismo, el pueblo, como sujeto responsable de su propia elevación moral y social. Ante las complejas y avasallantes estructuras sociales y políticas del mundo contemporaneo no se puede abandonar al individuo a sus propias fuerzas. Debe unirse a sus semejantes, debe organizarse y vivir su vida de hombre y de cristiano en solidaridad. La Iglesia tiene estima y confianza en la comunidad. Ella misma se considera una comunidad de creyentes y quiere que los hombres vivan como hermanos. "Cuántas bellezas y alegría hay cuando los hermanos viven en concordia" (Salmo 132). Las enseñanzas sociales de la Iglesia don gran importancia a los llamados "cuerpos intermedios", es decir, agrupaciones voluntarias de ciudadanos reunidos para crecer en humanidad y contribuir eficazmente al servicio de la sociedad global. Es
  • 20. sin duda la idea de una organización de la base la que nos preocupa ya que su papel es determinante para la existencia social. La misma Iglesia, como sociedad que es, pretende sobre todo constituir comunidades eclesiales de base sin las cuales no está en condiciones de hacer frente a su misión con responsabilidad. Estas comunidades de base en sus múltiples formas son indispensables para formar la conciencia moral y modelar la praxis del individuo y la sociedad. Es aqui donde la fe cristiana puede encontrar una realización madura en actividades y comportamientos cristianos coherentes. Así habremos superado el mayor escándalo de nuestro tiempo: la separación entre la fe y la vida con los cristianos. CONCLUSIÓN 20. No podemos dejar de subrayar una vez más la necesaria referencia a Jesus cuando concluimos estas reflexiones. En efecto, la razón de ser de la ética evangélica, como de todo el mensaje cristiano, se encuentra en el misterio mismo de Jesús, de su persona, su vida, su pascua. "Misterio siempre obscuro y lleno de luz, en el cual encuentra su razón de ser todo el mensaje cristiano y al margen del cual todo lo restante, incluso su misma palabra, se cosifica, se fosiliza…" (13). Para nosotros los cristianos la recuperación de la vida humana, nuestra propia conversión y crecimiento en humanidad no puede venir simplemente del cumplimiento de la ley, ni siquiera de la promulgada por Dios, sino del seguimiento de Cristo. Por esta misma razón como raíz de todo resurgimiento moral ha de ponerse una siempre renovada actitud religiosa que establece nuestra peculiar relación con Dios Padre. En una palabra, un comportamiento humano moralmente sano y humanizante supone la fe, sin la cual es imposible agradar a Dios; supone la oración sin la cual no se alimenta la fe. Así nos lo enseñó Jesús. El misterio personal de Jesús de Nazareth se centra en su misteriosa relación con Dios Padre. De este único, irrepetible y vivencial conocimiento de Dios Padre (Mt. 11,27) depende la comprensión última de Jesús, la raíz de su entrega generosa. Su razón de ser radica precisamente en ser imagen del Dios vivo, que El conoce como Hijo, ama y nos revela. Toda la existencia de Jesús, sus hechos, sus palabras, su muerte y su resurrección, es la realización de su entrega a Dios Padre como donación personal y libre (Fil. 2,5-11; Hebreos 10,5). ---------------------------------------------------------------------------------------
  • 21. (13) G. Mora, "El proyecto moral del Evangelio", en Iglesia viva 73, p. 70. --------------------------------------------------------------------------------------- En su vivencia de Dios, Jesús conoce la auténtica vida del hombre. Dios es la vida del hombre. La vida verdaderamente humana es la vida vivida en y según Dios como único Adsoluto destruida toda otra idolatría. Nada de lo que existe en el mundo es aquel Absoluto en el que el hombre puede encoentrar la vida, la paz, la felicidad…Dios, nuestro Padre, es quien puede producir en nosotros una actitud serena, libre y clarividente… Y junto a la imagen de Dios, la raíz de la palabra y de la vida de Jesús es su propia concepción del hombre y de la vida humana, de la cual El mismo es la realización perfecta. La imitación de Cristo, su seguimiento, nos permite vivir su vida y tener sus mismos sentimientos. Podemos imitar su ejemplo, amar a Dios en cienta manera, como El lo ama (Jn. 15-10); y también a nuestro prójimo como El lo amó (Jn. 13,34); servir humildemente a nuestro hermano según el ejemplo de Aquel que le lavó los pies; tomar su ejemplo de sufrimiento y seguir su modo de comportarse en este mundo. Podemos con el Apóstol Pablo hacer propios los sentimientos de Cristo; tener ante los ojos, en nuestra vida, al Señor glorificado, pero como Quien, en su tiempo, murió y fue resusitado de entre los muertos tras una vida de sufrimiento (2 Cor. 1,5; Fil. 3,10) de tribulaciones (Col. 1,24) de persecución (2 Tim. 3,12) de paciencia (2 Tes. 3,5) de veracidad y de amor (Fil. 1,8). De Jesús hemos aprendido esta ley del amor. El fue el hombre-para- los-demás. Y es por el amor cristiano, que es caridad, que nosotros podemos llegar a imitar más estrechamente a Jesús. Por la caridad podemos dar al mundo el suplemento de alma que necesita y contribuir eficazmente a unir a los hombres entre sí. Esto no es todo. Cristo, que es nuestro ideal y nuestro ejemplo, nos ofrece también una comunión personal con El, a fin de que le sigamos y tengamos participación en Su destino (Rom. 6,5) (14) Para que seamos sus verdaderos discípulos y tengamos verdadera comunión de vida con El, nos hace partícipes de su muerte y su resurrección y nos hace miembros de su cuerpo que es la Iglesia. 21. Hay en la familia humana una mujer que nos precedió en el seguimiento de Cristo. Siendo de nuestra raza "ella está unida en la estirpe de Adán con todos los hombres que han de ser salvados…"
  • 22. (15), participa también pasiva y activamente en la tarea salvadora. Ella es María, la Madre de Jesús y la madre de los hombres. Ahora que queremos realizar en nosotros la obra de la salvación, no podemos no recurrir a María por quien nos vino el Salvador y acompañó y acompaña siempre la obra de su Hijo (Hechos 1,14). Es ella madre de la vida. Así nos enseña el Concilio Vaticano II: "El Padre de las misericordias (16) quiso que precediera a la encarnación la aceptación de parte de la Madre predestinada, para así como la mujer contribuyó a la muerte, asi también contribuyera a la vida". "La bienaventurada Virgen maría avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz, junto a la cual se mantuvo en pie" (17). A esta mujer fuerte y madre amorosísima encomendamos nuestras Iglesias y a todos nuestros hermanos. Ella desde el cielo donde está -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- --- (14) J. Fuchs, "La moral y la teología moral postconciliar", Herder, Barcelona, P. 132. (15) "Lumen gentium", n. 54. (16) Ibidem, n 56. (17) Ibidem, n. 58. -------------------------------------------------------------------------------------------------------------- --- en cuerpo y alma "no ha dejado esta misión salvadora sino que con su multiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna". "Con su amor materno se cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada" (18) La Virgen María en su abvocación de Caacupé sea para nosotros los agentes de pastoral ejemplo de fidelidad al Señor y de la solicitud maternal con que es necesario que estemos animados todos los que en la Iglesia cooperamos a la regeneración de los hombres. Roque González de Santa Cruz, nuestro compatriota y hermano, nos ayude desde el cielo. Asunción, 12 de junio de 1979 Por mandato de la Asamblea Plenaria + Jorge Livieres Banks
  • 23. Obispo Titular del Uttimmira Secretario General de la CEP