Trabajo que describe las diferentes maneras en las que la comunicación puede ser una barrera o un camino, según se produzca el encuentro entre las diferentes culturas.
RETO MES DE ABRIL .............................docx
Ensayo sobre interculturalidad y comunicación
1. Silvia Alejandra Caniffi
Interculturalidad y Comunicación
Trabajo Final
1- Definiciones: Grupos étnicos, cultura y discriminación
Hablar de identidad étnica implica reconocer la alteridad que está presente en la
mayoría de las relaciones sociales del mundo actual. Los Estados nacionales – en
particular los latinoamericanos- que imponen límites jurídicos, geográficos e
ideológicos están compuestos en su mayoría por grupos étnicos diversos, lo que
resulta en una multiplicidad y complejidad de relaciones. Los grupos étnicos son
estructuras categoriales a las que los individuos adhieren y con los cuales se
identifican. Los sistemas sociales, se fundamentan en estas interacciones.
Asimismo, los grupos étnicos son portadores de cultura. . Barth1
afirma que el
límite étnico define el grupo, no la cultura específica de cada grupo. Sin embargo, su
adscripción e identificación al mismo está dada precisamente por los signos externos
que manifiestan y que son característicos de la misma. Cabe aclarar que expuestos
-por ejemplo- a nichos ecológicos distintos, manifiestan diferentes formas de
adaptación, aunque esto no signifique distinciones en lo que a orientación cultural se
refiere. Sólo estamos en presencia de manifestaciones de una ecología y una cultura
trasmitida específicas.
Existe una forma de vinculación entre grupos étnicos diversos al interior de una
sociedad que posee un tenor positivo. Esta ocurre cuando hay complementariedad
entre grupos en relación con algunos rasgos culturales específicos. Esta continuidad
1
Barth, Frederik (comp.) Los grupos étnicos y sus fronteras. La organización social de las diferencias
culturales. Introducción. FEC, México D.F., 1976. pp. 9-49.
1
2. puede darse de manera simbiótica o manteniendo la independencia. Cuando esta
complementariedad no está presente, las formas de relación no pueden basarse en las
identidades étnicas.
Desde otro ángulo, los individuos se reconocen entre sí y a sí mismos como
pertenecientes a un determinado grupo étnico de acuerdo a los signos o rasgos que
muestren de una determinada cultura, además de las pautas morales y normas de
comportamiento por las que su conducta es evaluada. De acuerdo Barth2
, “...las
categorías étnicas ofrecen un recipiente organizacional capaz de recibir diversas
proporciones y formas de contenido en los diferentes sistemas socioculturales”.
La existencia de cada uno depende del contacto entre unos y otros. El
reconocimiento individual está sujeto al reconocimiento grupal y este existe a
condición de la existencia de pautas culturales comunes.Aún más,el reconocimiento
de un grupo como tal depende de cómo se reconozca a sí mismo y cómo lo
reconozcan otros grupos.
“No existimos si no es a través y por la existencia de los otros y mediante las
miradas mutuas. Las soluciones, por lo tanto, no pueden ser iguales para ambas
realidades”3
.
La pervivencia de los grupos étnicos se debe al mantenimiento de pautas
culturales que los diferencian de los demás. No obstante ello, en la interacción con los
otros, es indispensable encontrar coincidencias, por lo que se genera un espacio
cultural común.
Como hemos visto, el encuentro que se origina en estos espacios puede revestir
diversas configuraciones. Los conflictos surgen cuando la búsqueda de interrelación –
ya sea por choque o vía tolerancia y respeto- impone una jerarquización entre los
grupos interactuantes.
2
Barth, Op. Cit. p. 11
3
De Gregori, Carlos Iván, Educación y diversidad rural. Multiculturalidad e Interculturalidad. Seminario
Taller Julio 1998, Ministerio de Educación, Lima, 1999, p. 2
2
3. Algunas de las formas en las que puede darse la interacción entre los grupos son la
asimilación, la aculturación, el mestizaje, el sincretismo y la hibridación. Estos
caminos pueden darse con el consentimiento explícito de los individuos
interactuantes, de manera forzada o aún de forma gradual casi sin que los
involucrados lo noten. Las jerarquías entre los grupos establecen de algún modo la
conformación de la interacción: la aculturación y la asimilación generalmente se
asocian a los grupos subordinados y el mestizaje , la hibridación, el sincretismo
pueden manifestarse en ambos extremos de los vínculos.
García Canclini4
sostiene que en las relaciones de alteridad hay dos tipos de
problemáticas: una vinculada la situación de social y de mercado ; la otra en relación
con las prácticas culturales.La primera es la problemática por la desigualdad y la
segunda está dada por la diferencia. La discriminación puede presentarse en ambos
tipos de conflictos.
En este sentido Todorov5
habla de dos clases de discriminación: una negativa y
otra positiva, ambas basadas en el prejuicio. La discriminación negativa asume las
formas de negación, subestimación, inferiorización, degradación. La discriminación
positiva es aún más peligrosa, ya que coloca al otro en la posición del “ideal del yo” o
con el yo propiamente dicho. Es decir que si el otro es igual a mi doy por sentado que
cree, piensa, actúa, interpreta el mundo de la misma forma que yo.Es como yo. De este
modo, negando la diferencia, la discriminación positiva impide el conocimiento del
otro. El otro no es en sí mismo, es en la medida en que yo soy.
2- El Estado Argentino y los pueblos originarios
La conflictividad en las relaciones interculturales son parte de nuestra historia
como argentinos y de nuestra realidad. Nos parece importante reconocer como se
constituyeron y como subsisten para intentar caminos alternativos para vincularnos los
unos con los otros.
4
García Canclini, Néstor, Diferentes, Desiguales y Desconectados, mapas de la interculturalidad, Ed
Gedisa, 2004, p. 46
5
Todorov, Tzvetan, La Conquista de América, el problema del otro. Siglo XXI Editores, 1982, p. 138-150
3
4. La adscripción a un Estado nación puede darse partiendo de dos bases jurídicas el
ius sanguinis y el ius solis.
El primero refiere a la pertenencia en función de la adcripción a la herencia sobre
el territorio, fundamentado en la permanencia sobre el mismo a través de las
generaciones y las culturas ancestrales.
En nuestro país, desde los orígenes de su conformación como Estado-nación, se
fomentó una identidad nacional basada en el segundo modelo, el ius solis, que se
fundamenta en un proyecto impuesto por la clase dirigente. Este molde se sustentó
sobre la base de la inmigración. La mano de obra inmigrante fue traída con la promesa
de un espacio geográfico, ideológico, social y político novedoso donde ellos ocuparían
un lugar de preponderancia sobre la población originaria, en función de supuestas
calificaciones o características que traían a estas tierras. Lo cierto es que como
Karasik6
reflexiona, el proyecto dominante aspiraba a eliminar los derechos que sobre
la tierra poseían los pobladores originales, partiendo de la base de la negación de su
existencia.
En el caso de no poder imponer la negación, se admitió reticentemente pero
anulando cualquier derecho sobre el territorio y los recursos naturales. Al respecto el
autor7
retoma las palabras de Stolcke (1997) “La regulación legal del acceso a la
ciudadanía estuvo ligada, como en otros países, a nociones subjetivas de pertenencia e
identidad nacional, al punto de llegar a confundirse los requisitos constitucionales
para adquisición y disfrute de la nacionalidad (como instancia de derechos) con
nociones sumamente excluyentes de identidad nacional”.
La construcción del Estado nacional se fundo sobre la idea de una sociedad
“pluralista”, queriendo dar a entender que respetaba las diferencias étnicas de la gran
variedad de pueblos que constituyen la Nación. Esta mirada fue un aliciente para
atraer a una gran masa inmigratoria, con la ilusión de mantener su cultura de origen y
a su vez adquirir derechos de plena ciudadanía en la tierra de adopción.
La subjetividad resultante como consecuencia de la imposición de esta ideología
conjugó tensiones, autoafirmaciones y la adopción de los valores y características que
definían al “ser argentino”.
Sin embargo, el diseño de país no preveía iguales oportunidades para los pueblos
originales. La incorporación de descendientes de europeos perseguía desterrar los
6
Karasik, Gabriela en Fronteras, naciones e identidades, la periferia como centro, Alejandro Grimson
compilador, Ed. Ciccus, 2000, p. 157
7
Ibid. p. 159
4
5. derechos sobre la tierra de los indígenas. El proyecto de país en relación con la
tenencia de la tierra fue diseñado sobre la base de los grandes latifundios que
colocaron el territorio del Estado nacional en poder de los sectores dominantes, y la
mano de obra inmigrante se incorporó con el objeto de impedir cualquier reclamo
sobre las tierras. Cabe aclarar que muchas de las promesas con las que se atrajo a los
inmigrantes no se cumplieron en la práctica.
Con el paso del tiempo, debido a la persistencia de los reclamos por parte de los
pobladores originarios y la evidente desigualdad en lo que tiene que ver con el acceso
a recursos, bienes y servicios, aún a los derechos más básicos por parte de sus
descendientes, se fueron buscando salidas. Sin embargo, las alternativas – siempre
apuntando a mantener en modelo dominante- fueron revistiéndose de ropajes que
disimularan la persistente idea de que los indígenas son “ciudadanos de segunda”.
Uno de ellos fue el proyecto “pluralista”, el cual aboga por la integración de los
pueblos que conviven en el territorio nacional.
Cabe destacar que los términos jurídicos en los que se plantea el marco legal para
la instauración de planes destinados al logro de este objetivo, trasuntan que el respeto
por los derechos de los pobladores originarios – el cual incluye el respeto a sus
tradiciones, lengua, costumbres y toda práctica cultural y social que hace a la
existencia de estos pueblos como tales- no busca otra cosa que no sea “subordinar” a
los indígenas al modelo dominante.
Según Briones8
, uno de los mecanismos utilizados para imponer este proyecto
“pluralista” fue la Ley Federal de Educación (Ley nº 24.195) del año 1993. En el
artículo 34, esta afirma que el Estado argentino “se compromete a promover "[...]
programas, en coordinación con las pertinentes jurisdicciones, de rescate y
fortalecimiento de lenguas y culturas indígenas, enfatizando su carácter de
instrumento de integración". De esta manera subordina el papel central que ocupan la
lengua y la cultura como trasmisoras y perpetuadoras de la esencia de los pueblos al
solo carácter instrumental de integración al estado nacional o modelo de país
establecido por la clase dominante.
Si recordamos que la integración se produce en los espacios de interacción, es decir
cuando una cultura o sociedad se encuentra con otra, podremos comprender que gran
parte de lo que constituye a estas sociedades como tales queda desatendida o, en el
peor de los casos es ignorada. En el fondo, el objeto es homogeneizar bajo el signo del
8
Briones, Claudia, Op. Cit. P. 44
5
6. modelo social predominante. Enfatizar el rol integrador de la lengua y la cultura
impide su eficacia como prácticas identitarias autoafirmantes. El fantasma de la
discriminación subyace debajo del modelo pluralista.
Sin embargo y más allá de la intencionalidad o resultados de estas acciones, no es
posible desestimar que es inevitable que los pobladores originarios se imbriquen en
los estados nacionales y transnacionales las más de las veces tratando de superar las
desigualdades sociales y económicas, que persisten por el éxito del modelo impuesto
desde la creación del Estado nacional.
Estos intercambios modifican la identidad de los individuos y de los grupos, amén
de los procesos demográficos. Asistimos a un contexto multicultural en el cual se da
una “proliferación subalterna de la diferencia”9
En la actualidad, la interacción entre diversos grupos étnicos ha propiciado
diferentes mecanismos a partir de los cuáles los pobladores originarios establecen
variadas estrategias para efectuar sus reclamos.
Estas estrategias ponen de manifiesto por un lado, la compleja trama de
interacciones a partir de la cual se han modificado las identidades étnicas a los largo
del tiempo, por otro el conocimiento de los mecanismos impuestos por la cultura
dominante y la consiguiente utilización de los mismos con el objeto de obtener
mejoras en sus condiciones de vida y recuperar sus derechos perdidos.
Esta búsqueda apela a la tradición y la cultura como mecanismo de
autoidentificación y para imprimir mayor fuerza al reclamo. En palabras de García
Canclini10
“En suma, las prácticas de los pueblos originarios revelan cuántas veces las
diferencias culturales, en vez de sostenerse como absolutas, se insertan en sistemas
nacionales y transnacionales de intercambios para corregir la desigualdad social”.
En esta permanente tensión se encuentran hoy las minorías originarias en
nuestro país.
9
Caggiano, Sergio, Interculturalidad y comunicación, Universidad Nacional de Quilmes, curso de
posgrado,2010, clase 6 , p.2
10
García Canclini, Op. Cit. p. 48
6
7. 3- Estudio de caso: el pueblo mapuche y su realidad hoy
Entre las etnias que han logrado permanecer sin duda una de las más fuertes es
el pueblo mapuche. En el capítulo 13 de la serie “Pueblos Originarios”11
difundida por
el Canal Encuentro se ejemplifican muchas de las cuestiones aquí analizadas.
El video contiene diversas entrevistas a miembros de la comunidad mapuche de
Neuquén y de Bariloche. La primera de ellas es realizada a Lucía Kaniwkura miembro
de la Confederación mapuche neuquina quien relata su experiencia habiendo nacido
en territorio mapuche y luego trasladándose para buscar trabajo a la capital provincial
en el año 1972. Narra un episodio que es muestra del choque con la cultura
hegemónica de manera muy sencilla.
Al afincarse en la ciudad envió a su pequeño hijo a la escuela. A su regreso de la
misma el niño le dijo que la maestra y la directora le habían dicho que tenía que dejar
de ser “indio”. Lucía le contestó: “ No le respondas. Soy mapuche muy antiguamente.
Estamos aquí desde siempre. Ellos no saben ni siquiera de donde vienen. Ellos no son
de acá. Si tuvieran civilización como dicen no te dirían eso. Esa es la barbarie de ellos,
no saben ni de donde vienen”.
Posteriormente Lucía se propuso reunir a los mapuches que vivían en la ciudad
usando distintas estrategias. Por ejemplo, los paraba en la calle o buscaba en el diario
en la lista de adjudicación de viviendas del Estado a los que tenían apellidos
mapuches.
Con el tiempo, ya asociados nuevamente, unidos por cultura, creencias y origen
trabajaron para recuperar todos esos elementos que conforman su identidad étnica.
Su hija expresó sin embargo que no todos sus hijos se asumen como mapuches,
solo algunos lo hacen.
En otras entrevistas, jóvenes afirman mantener hoy una guerra ideológica,
rechazando el tipo de organización impuesta por la cultura dominante. Pero utilizan
11
http://descargas.encuentro.gov.ar/emision.php?emision_id=449
7
8. las herramientas tecnológicas y los medios masivos de comunicación para trasmitir su
cultura y difundir su cosmovisión. Asumen que éstos medios no son propios pero
encuentran en ellos un canal para hacerse oír.
Otros grupos de jóvenes de Bariloche trabajan para que se difunda su cultura
mapuche por ejemplo a través de la música. En este caso las letras defienden su
cultura pero los ritmos son hip-hop, reggeton, y cumbia. Además abogan por ocupar
espacios laborales y culturales dentro de la cultura hegemónica.
En lo que respecta a su situación socio-económica, muchos de ellos viven de
los planes del gobierno, no existen proyectos de trabajo y afirman la falta de
compromiso desde el Estado nacional y provincial.
Mapuches que viven en Bariloche sostienen que es muy difícil mantenerse
como pueblo originario allí, ya que se trata de una ciudad muy “extranjerizada”. Sin
embargo, muchos de ellos trabajan para difundir el Mapuzumun (idioma mapuche) y
afirman que el trabajo artesanal que realizan en alfarería, platería y telar posee un
carácter filosófico y espiritual que se sienten en la obligación de trasmitir.
Dos de los tres tipos de interculturalidad que Briones describe son utilizados por
los sectores dominantes pero también incorporados como estrategias por los mismos
pobladores originarios:
En el ejemplo del hijo de Lucía Kaniwkura en la escuela se trata de lo que se
conoce como “indigenismo latinoamericano” es decir una forma de integración desde
la asimilación con el objeto de mejorar las posibilidades y condiciones de vida.
En el caso de los artesanos de Bariloche hay una búsqueda de reivindicación de
su identidad, pero a la vez se basa en el intercambio cordial con otras culturas, es decir
estamos en presencia de lo que Turner llama “multiculturalismo de la diferencia”12
.
Debemos recordar que desde la cultura hegemónica se fomentan este tipo de
intercambios. Sostenemos que estos modos no son privativos de algún Estado en
12
Briones, Op. Cit. p. 47
8
9. particular, sino que se trata de mecanismos utilizados paralelamente, pero siempre
apuntando a conservar las jerarquías establecidas. Y que estos, además son
incorporados por los pueblos originarios como las únicas posibilidades que se les
ofrecen para permanecer como tales. La discriminación ha tomado formas más sutiles,
pero por ello más escurridizas y peligrosas.
4- Conclusiones: una mirada más amplia
El estado nacional se encuentra sin dudas fragmentado culturalmente, situación
vinculada a la marginalidad, la pobreza y la precariedad. Esta realidad puede
constituir una etapa histórica que si no logra superarse acarreará graves problemas
sociales y políticos.
Concientes de ello, es posible que desde muchos sectores haya interesados en
establecer vínculos interculturales de mejor calidad. También es muy probable que
otros procuren mantener las cosas en su estado actual, quizá mediante otros
mecanismos.
La clave de un sendero viable para los que verdaderamente aspiran a encontrar
las formas de una interculturalidad fructífera probablemente se encuentra en la
siguiente reflexión de Claudia Briones13
: “Así como la diversidad no es un dato de la
realidad, sino una forma social de hablar de ella, es más potente pensar que la
interculturalidad no es simplemente una conducta que se sigue o no, una práctica que
se aprende o no, un ordenamiento que se logra o no de una vez y para siempre, sino un
horizonte de significación que nos permite pensar que las cosas siempre pueden ser
mejores. Es, por tanto, una idea política que opera como utopía concreta, pues nos
mueve a actuar. Por ende, aquí la cuestión pasa por definir para quiénes y en qué
sentidos apuntamos a mejorar las condiciones de vida, y por revisar constantemente
los logros para expandirlos”.
13
Briones, Op. Cit. P. 48.
9