Una función es integrable si el valor superior e inferior de la integral son iguales para cualquier partición del intervalo. Una función es integrable si para cualquier epsilon positivo existe una partición tal que la diferencia entre los valores superior e inferior de la integral sea menor que epsilon. Si una función es continua o solo discontinua en puntos finitos y es acotada, es integrable. Las propiedades de la integral incluyen la linealidad y que la integral de una función menor siempre es menor que la de una función mayor en el mismo intervalo.