Reflexiones entorno a las fronetras entre la ciudad, la politica y las narrativas del cine distópico influenciado por la novela de George Orwell, 1984.
Reflexiones entorno a las fronetras entre la ciudad, la politica y las narrativas del cine distópico influenciado por la novela de George Orwell, 1984.
Artículo publicado en la revista Jot Down Cultural Magazine, noviembre 2013.
"No hay ficción televisiva que se abra y se cierre mejor que The Shield. El primer asalto es salvaje: una crochet de realismo sucio y adrenalina en la jungla de asfalto, una hora que castiga el hígado hasta noquearte. «Lo del poli bueno y el poli malo se acabó por hoy. Yo soy un tipo de policía diferente», clama Vic Mackey antes de partirle los dientes a un pederasta en la sala de interrogación.
Como el protagonista, The Shield (FX, 2002-08) también es un relato diferente, arriesgado, que aspira a contar «esas historias que podías ver en The Shield y no encontrar en ninguna otra serie», como confesaba su creador, Shawn Ryan. Unas veces empleando la sutileza del planchazo en la cara y otras optando por la suavidad del tiro en la cabeza. Enérgica, brutal y ambigua hasta lo insoportable, la trama agarra al espectador por las pelotas y no lo suelta hasta su imborrable adiós, el más deslumbrante que ha ofrecido la serialidad contemporánea. Siempre fue un chute adictivo y cañero, pero su séptima y última temporada —capaz de competir en agonía e intensidad con la quinta de Breaking Bad— la aupó al Olimpo, multiplicando el sentido narrativo y la implicación emocional del viaje que el espectador había recorrido con los personajes. "
Artículo publicado en la revista Jot Down Cultural Magazine, noviembre 2013.
"No hay ficción televisiva que se abra y se cierre mejor que The Shield. El primer asalto es salvaje: una crochet de realismo sucio y adrenalina en la jungla de asfalto, una hora que castiga el hígado hasta noquearte. «Lo del poli bueno y el poli malo se acabó por hoy. Yo soy un tipo de policía diferente», clama Vic Mackey antes de partirle los dientes a un pederasta en la sala de interrogación.
Como el protagonista, The Shield (FX, 2002-08) también es un relato diferente, arriesgado, que aspira a contar «esas historias que podías ver en The Shield y no encontrar en ninguna otra serie», como confesaba su creador, Shawn Ryan. Unas veces empleando la sutileza del planchazo en la cara y otras optando por la suavidad del tiro en la cabeza. Enérgica, brutal y ambigua hasta lo insoportable, la trama agarra al espectador por las pelotas y no lo suelta hasta su imborrable adiós, el más deslumbrante que ha ofrecido la serialidad contemporánea. Siempre fue un chute adictivo y cañero, pero su séptima y última temporada —capaz de competir en agonía e intensidad con la quinta de Breaking Bad— la aupó al Olimpo, multiplicando el sentido narrativo y la implicación emocional del viaje que el espectador había recorrido con los personajes. "
Contractualismo, relaciones abiertas y KantSimon43
Comentario sobre el contractualismo, donde se glosa la crisis de la fundamentación de la moral bajo el ideario de la Escuela de Frankfurt y la teoría crítica, y sus contrapuntos con la ética kantiana.
Desglose del séptimo capítulo de 'Pero ¿esto es arte?' de C. Freeland: el efecto de alienación en cine y teatro (Kubrick), pesquisas comunicativas de McLuhan, la MTV y David Fincher.
2. Gangs of New York es probablemente, uno de los más profundos análisis del avance
del comportamiento social hasta nuestros tiempos. La maestría del director guía al
espectador a través del fluido e intenso sentimiento de identificación con el mensaje
de una película que cautiva, ante todo, por la increíble caracterización de Bill “El
Carnicero”, interpretado por Daniel Day-Lewis de una manera asombrosa, reflejando
la creación de un ser, constituido por los pilares de la violencia, que no llega a perder
la noción de los valores y principios que buscaban sus antepasados.
Así, Martin Scorsese logra formar una línea artística que no se desaprovecha en
ninguna ocasión, empleando un reparto estelar, capitaneado, por Leonardo DiCaprio,
quien logra adaptar un papel complejo, abundante de dilemas morales, a la formación
de un personaje que encaja a la perfección en la estela de la estructura artística.
La clara noción del olvido del pasado queda reflejada de manera astuta en esta cinta,
y logra emocionar por el claro enfoque a su contra, pues muestra al pasado como el
pilar más fundamentalista de una sociedad, aquel sobre el que se cierne todo aquello
que se ha creado posteriormente, pues toda historia tiene un principio, pero este no ha
de ser grandioso.
La primera escena de la película resulta impactante por la crudeza visual de la misma,
pero logra plasmar a la perfección un sentimiento de aprecio moral hacia los valores
ajenos. La emoción llega cuando todo se desvanece en la violencia y la oscura sangre
reflejada en la noche, y suena la “Las manos que crearon Nueva York”.
Además de la realidad, Martin Scorsese logra plasmar una historia, surrealista por
momentos, que es llevada a límites técnicamente similares a los de una tétrica obra de
Broadway, caracterizados por unos interiores poco trabajados, pero que ayudan a
resaltar aún más a la exuberante fotografía que seguramente llegaría a influir en la
película de Guy Ritchie, Sherlock Holmes.
La ambientación de la sociedad, aquella que se basaba en el comportamiento caótico
y anarquista, y representaba actos de brutalidad y crueldad asfixiantes, es el
complemento mejor retratado para salvaguardar la estructura de un guión que en
ningún momento llega a perderla.
Así, tras la deplorable Casino, Martin Scorsese se reinventa, y comienza su nueva
etapa con un nuevo actor fetiche, Leonardo DiCaprio, quien le acompaña en el
ascenso de mayor estabilidad de su carrera, pasando por el magnífico biopic de
Howard Hughes en El Aviador , el inevitable retorno del director al mundo de la
mafia con Infiltrados , y por último, a la incursión del thriller psicológico más
profundo, aquel donde ambos despliegan su potencial artístico, Shutter Island.