2. Origen es, sin lugar a dudas, la mejor muestra de talento imaginativo en lo que
llevamos de siglo. Christopher Nolan ofrece al espectador la creación de un mundo
del cual nadie se quiere despegar, e incluso le hace dudar de la existencia de un
parámetro definido en cuanto al despliegue de la mente. El sobrecogedor drama
infundido por la genialidad del guión se convierte en uno de los elementos más
característicos del film, además de constituir una barrera de separación entre el cruel
rechazo emocional y el afecto, que pocas veces se ha equilibrado de manera tan
producente.
El sólido empleo del tacto moral resulta añadir aún más originalidad a una cinta que
ha sido dirigida firmemente por uno de los mejores directores de nuestros tiempos.
Ha sido capaz de generar un argumento lo suficientemente oscuro como para
introducir los destellos esperanzadores que reflejan los rostros de Marion Cotillard y
Leonardo DiCaprio, quienes emplean sus interpretaciones para mediar entre una
química idónea que los representa como símbolos sentimentalistas ocultos bajo
personalidades firmes e independientes.
Nolan prescinde de emplear las ilógicas metamorfosis de ambientación, y procede a
narrar con sutileza una historia plagada de atracción, y que lleva consigo una fuerte
señal de superación personal. Todo ello, acompañado de una imponente banda sonora
de Hans Zimmer que simboliza correctamente la repetición y sincronización de los
bucles oníricos.
Por lo demás, una fotografía clave, reflejo característico de los altibajos morales,
siempre fundidos en la oscuridad de las tinieblas, pero que al final acaban por ser
cegados por la luz de la creatividad.
Nolan nos convierte a cada uno de nosotros en arquitectos de nuestra personalidad al
hacernos entrega de esta pieza tan reivindicativa del siglo XXI.