2. Puede resultar irónico, e incluso descabellado, llegar a pensar que el cine de
animación sea, actualmente, una de las representaciones visuales más emotivas que el
séptimo arte ha dado a luz. Pero, si nos paramos a pensar, este modelo no se aleja
tanto de la realidad cuando vemos como los premios Razzie siguen mofándose de la
inexpresividad interpretativa y narrativa.
La llama del blockbuster veraniego se ha ido apagando(salvo algun que otro cabo que
ha podido lanzar Christopher Nolan) debido a lo insustancial que resulta ver como
Michael Bay da tiros al aire con Transformers, como Marvel sigue jugando al tira y
afloja con Thor, o como Rob Marshall pretende proseguir con la ya muy exprimida
Piratas del Caribe; mencionar al Crepúsculo de Stephanie Meyer sería echar más sal
a la herida. Sin embargo, no todas las esperanzas residen en Origen o en El Caballero
Oscuro. Con el tiempo, e incluso con las primeras demostraciones de su talento, se ha
depositado una gran confianza en la animación por ordenador. Una llama que parece
no apagarse, tan incandescente como los personajes a los que da vida. Toy Story
arrancó más de una sonrisa en el momento de su estreno, como un cautivador ensayo
sobre la inocencia y la emoción. Y por si fuera poco, una tesis tan lograda requeria
una continuación, que tomaba las riendas de una evolución desmedida. Ya no sólo
Toy Story, sino cualquiera de las obras que Pixar ha podido traer a las salas de cine.
Cintas como Buscando a Nemo o Los Increíbles han conquistado las emociones de
millones de espectadores. Y si se intenta relucir su recaudación (inmensa), uno
prefiere verlo como algo supérfluo, o de lo contrario, entender que resulta más
honesto reflejar las emociones humanas mediante la imaginación a hacerlo con
sobrenaturales combates de licántropos y vampiros.
Y ahora que parece no haber más razones para no hacer una cinta de animación, a
Hergé le tenía que tocar la mano de Steven Spielberg. Con la representación que ha
podido dar Spielberg sobre la destrucción y el miedo, ahora debe unirla a los
excelentes pasos que ha dado Indiana Jones sobre el cine ochentero, o al cautivador
espíritu que mueve a sus personajes; incluso deberá recurrir a la picaresca evocada en
Atrápame si puedes. Si en algún momento ha buscado en la unión de esta esencia, no
lo verá representado en el Super 8 de J.J Abrahms, ni en su excelentísima Elle
Fanning, sino en el suspense y misterio que aportaban el atractivo necesario a las
historietas del escritor belga. El secreto del Unicornio es el resultado de un tandem
multimillonario avalado por Peter Jackson, que parece ser el inicio de una de las
franquicias cinematográficas más longevas a esperar. Ante la avalancha de elogios
que ha recibido la cinta del Rey Midas, uno no puede evitar recordar como cualquier
cinta de animación ha llegado a los brazos del público como una obra de arte. Ésto va
más allá que una sencilla demanda, y los seguidores de la animación tridimensional
han dejado de preguntarse que cine es más humano, o cuál representa mejor su
condición, sino que han aprendido a elegir entre Toy Story 3 y Crépusculo y se han
quedado con la primera opción. Steve Jobs sonreiría al saber que fue el precursor de
la animación, o cualquiera que contemplase su brillante legado digital.