El sabio Sissa inventó el juego de ajedrez y se lo enseñó al rey y sus cortesanos. El rey, maravillado, prometió recompensar a Sissa, pidiéndole como pago un grano de trigo por la primera casilla del tablero y duplicando la cantidad para cada casilla siguiente. Los ministros calcularon que era imposible cumplir con tal pedido, demostrando Sissa una lección de humildad que llevó al rey a nombrarlo primer ministro.