1. INIGUALABLE EL PALITO JIMÉNEZ
Pastillita para el Alma 21 – 08 – 13
Allá en nuestro hermoso y señorial Chachapoyas, en un día del mes de setiembre, no sé de qué
año, vino a este mundo mi gran amigo y Pachaquito Lorenzo Jiménez Puerta, para engrosar y
alegrar la familia de don Pablo Jiménez Cava y doña Natividad Puerta Valdez, que con su jardín
de sus hijas Tula, Rosa, Amelia y Emilia, era necesario no el clavel, que daría más adorno, sino
la espina, que hinca, sin hacer daño a nadie.
Lorenzo siempre fue desde niño, cuando estuvo en la Escuela, de contextura delgada, por lo
que le pusieron el apelativo de Palito, que desde luego nunca sería de eucalipto, ishpingo o
nogal, sino de álamo o de tayo, que sabe resistir las inclemencias, que puede doblarse, pero,
jamás romperse o quebrarse.
Todo el tiempo trabajó en la Caja de Depósitos y Consignaciones, que se transformó en el
Banco de la Nación y cuidaba el tesoro del mismo, como si realmente fuera de él, tanto así,
que cada vez que teníamos que cobrar nuestros haberes, honradamente ganados, recibíamos
una reprimenda a voz en cuello y de gran volumen e intensidad, lo cual es una de sus
características, como si verdaderamente tendría voz de hombre… fornido y voluminoso.
Cuantas anécdotas tendría que contar de mi gran amigo y hermano, el Pachaquito Lorenzo
Jiménez Puerta. Cuantas alegrías y momentos de intensa comunión espiritual, que nos ha
regalado el tiempo desde que nos conocimos. Cuanta sinceridad en todos los actos de su
comportamiento. Siempre un caballero y un amigo enormemente fiel, sin intereses mezquinos
ni falsas apariencias, como pocos los que quedan en nuestra Fidelísima ciudad de nuestros
amores. Hasta deportista en el equipo de básquet de la franja roja, con el que teníamos miedo
de chocar por no hacerle daño.
Con él y otros amigos más, que no necesariamente eran del Club Higos Urco, el mejor club del
mundo, tendimos un puente con el Club Sachapuyos. Nuestra intención era formar lazos
invisibles de amistad inquebrantable y lo logramos formando LA HERMANDAD LOS
PACHACOS, con principios de solidaridad, servicio y fraternidad, antes de que levante
columnas la Logia Luz de Amazonas. Muchos de Los Pachacos ya se fueron para no volver,
otros ya no vivimos en Chachapoyas y algunos se encuentran delicados de salud. Todos ellos
están vivos en mi memoria, por los momentos felices que me regalaron y más por los tristes,
donde se fraguan los verdaderos hombres, en el crisol de la amistad, y el único pachaco que
recuerda tocarse la frente, cuando nos saludamos, es el Palito Jiménez, porque para nuestra
Hermandad, el signo de “tocarse la frente” significa: “siempre pienso y estas en mis
recuerdos, aun cuando ya no estamos juntos”. Los Pachacos tuvimos una gran actuación en el
64 hasta el 70, en que las cosas, como los víveres de primera necesidad, escaseaban en
nuestra ciudad. Nuestro ecónomo era el Pachaquito Germán Mori Trigoso, el Chalaco y con él
ayudamos a mucha gente y nuestra misión silenciosa era dar alegría, restaurar su salud y
felicidad a nuestros amigos. Nos faltó poco, para adquirir la Botica de don Pedro Villacorta, con
la cual hubiésemos redondeado nuestra labor, hacia la comunidad. Los Pachacos creamos la
Festividad del Señor de los Milagros de Daguas, fiesta que hasta la fecha perdura y en cuyo
venerado cuadro, obsequio de nuestra Hermandad, existe la firma de todos nosotros.
Ahora nuestras calles de Chachapoyas, son recorridas de Belén a Santo Domingo, de la Sapra al
cerro Colorado, de la plaza de armas a Pedro Castro Alva, por un hombre bien vestido, con
paso firme, con la frente alta, mostrando sus patillas pobladas hasta media cara, con un folder
de papeles y siempre con una sonrisa en sus labios. Es nuestro Palito Jiménez, el Abogado del
Pueblo, para unos, y el tinterillo de marras, para otros. Es el amigo con el que me encuentro
por el jirón de La Unión, camino al Cementerio, que al verme inmediatamente y
automáticamente se pone la mano en la frente y con una voz y emoción que de ninguna
manera es fingida, me dice Hola Pachaquito, ¿Cuándo has llegau” y yo espero que me diga
¿Cuándo te vas”, pero no lo hace. Nos sentamos en una tienda de Rosita, al costado de la
cancha de Belén, donde jugábamos los verdaderos partidos de futbol que en la opinión de
2. Hernán Saavedra, el Veloz, eran una muestra de futbol con pasión y pundonor, cerca a la
iglesia de San Lázaro, ahora el Señor de la Buena Muerte, y a mi pregunta de “¿Cómo estás
Palito? Inmediatamente, sin pensarlo dos veces y cruzando con fuerza sus brazos en su pecho
y con su voz característica me responde “Machaaazo” y ante la risa irónica por su respuesta
me dice “Jamás cuento que es lo que me duele o que me atormenta, porque el que me
escucha se aleja de mi lado y al primero que lo encuentra, le dice: Lauuuu, lo he visto al Palito,
que ya se va a morir, está flaco, enclenque y enfermo, y si el que escucha es mi enemigo,
seguro que dice,… Bien hecho al fin se va a morir ese desgraciao…, por eso es que siempre
contesto que estoy Machaaazo, porque no quiero dar pena, como muchos que encuentro en la
calle, que andan arrastrando los pies y doblados con la cabeza mirando al suelo, como si
estuvieran juntando capillo”.
Ese es mi Palito Jiménez, un hombre que te contagia su entusiasmo y las ganas de vivir. Un
verdadero cultor de la vida positiva. El personaje decente y honorable que no contagia su
tristeza, que no comparte de ninguna manera su dolor y que ríe, aunque por dentro tenga
ganas de llorar. Un amigo a carta cabal. Un hombre que me encarga gestionar ante las
autoridades para que asignen un patrullero para nuestra ciudad, porque se preocupa por la
seguridad ciudadana, porque siempre lleva en su corazón su don de servir.
Mi Palito Jiménez, émulo de mi compadre y hermano Chinche Ariel Herrera, que mora en el
Oriente Eterno y descansa en el Campo Santo, en un nicho que no le corresponde.
Palito Jiménez, el último de los Frenatraca en Amazonas, el “frenita” que nunca se rinde, que
jamás será tránsfuga, que sigue siendo fiel a sus ideales, que como el mejor de los abogados,
sin título, defiende a los que buscan no ser engañados ni explotados, a los campesinos con
poncho y llanques, que saben del barro, del frio y del hambre, a esas madres despojadas de
sus tierras, que lloran un hijo muerto y miran al cielo pidiendo clemencia por sus pesares, el
que busca que haya seguridad en la ciudad, para que los que nos visitan, no sean víctimas de
los ladrones con saco y corbata, que no se dan cuenta del daño que nos ocasionan, o de los
pericotes y ladronzuelos, que al fin y al cabo no saben lo que hacen.
Pocas veces escribo de los vivos, pero ahora es un caso especial, porque es el reconocimiento
de gratitud al amigo, a mi hermano Pachaco, que me ha dado una enseñanza para ser Feliz,
para vivir lleno de optimismo, para entender que la felicidad es un sentimiento que llevamos
dentro, que las apariencias positivas son admiradas y las negativas son compadecidas y que a
lo largo del tiempo que nos concede D+os, debemos tratar, en lo posible, ser felices, porque
aunque tengamos la amenaza de la muerte sobre nuestros hombros, que de todas maneras
llegará algún día, somos felices, porque nosotros amamos y no, porque nos regalan amor, nos
admiran o compadecen.
“LARGA VIDA PALITO JIMÉNEZ, MI FIEL PACHAQUITO”
Jorge REINA Noriega
*AYÚDAME A AYUDAR”