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EUOEBA S.E.M.
fundada por la Unive~dad de Buenos Aires
© 1993
I:.DITURIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIIlES
Sociedod de EconomÚl Mi~tQ
Rivadavia 1571/13
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
ISBN 9S~23-047S-6
IMPRESO EN LA ARGENTINA
Introducción
al pensamiento científico
Módulo 3
El progreso de la ciencia
Rector
Vicerrector
UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
Dr. Oscar J. Shuberoff
Dr. Atilio Borón
Secretaria de Asuritos Académicos
Prof. Alicia W. de Camilloni
PROGRAMA UBA XXI
Dirección del Programa
Prof. Edith Litwin
Vlcedlrecclón del Programa
Prof. ~orma Riccó
Coordinación de Contenidos
Prof. Gladys Palau
Coordinación de Material Impreso
Prof. Luisa Brodheim de Sommerfleck
Autores del Módulo
Prof. Gladys Palau
Prof. Manuel Comesai'la
Procesamiento Didáctico
Prof. Susana Lamboglia
Evaluación
Lic. Altcia Zamudio
.Indice
Pág.
Programa anaJ/tico del Módulo 3 ....................................................... 5
Bibliografla obligatoria y complementaria ....................................... 6
Programación ....................................................................................... 7
Material de lectura y actividades de aprendizaje ............................. 8
Anexo ..............>...................................................................................... 32
Autoevaluaclón .................................................................................... 38
Programa anaUtico del
Módulo 3
El progreso de la ciencia
3.0. Introducción
3.1. El problema del descubrimiento de las teorias cientfficas.
• Contexto de descubrimiento y contexto de justificación.
• leorla y observación.
3.2. El progreso de la ciencia
• El progreso de la ciencia en Kuhn.
• Comparación de las tesis kuhnianas con el refutacionismo.
• Comparación con el inductivismo.
• Algunas criticas a la posición de Kuhn.
3.3. La revolución copernicana y la ruptura con el paradigma
aristotélico
• El paradigma aristotélico.
• La ruptura con el paradigma aristotélico y el surgimiento del para-
digma copernicano.
• La revolución copernicana.
B·ibliografra
Blbllograffa Obligatoria·
CHAl.MERS. A.: ¿Qué. es esa coaallamada._c1encla't, Madrid, Sigio XXI,
1984. Cap. 6 (parágrafo 5) y Cap. 8.
Blbllografla Complementarla
BROWN.H.: La nueva fllosofla de la ciencia, Madrid, Tecnos, 1983.
CHALMERS, A.: ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?, Madrid, Siglo XXI,
1984. Cap. 6." .
KUHN, T.: La revolución copernlcana, Barcelona, Ariet, 1978.
KUHN, l.: La ..tructura de 18.8 r.volUC?lon,~ ql",t.lf'cae,. Méxjco, F.C.E.;
1971. . "
Programación
Este tercer módulo tendrá una duración de tres semanas y será de-
sarrollado a través de los siguientes medios:
Material impreso
Editado por EUDEBA y en venta en todos los centros de distribución
de la Editorial.
Audiciones radiales
Transmitidas por Radio Nacional (99.1 FM) en horario nocturno.
Temas:
1. De la observación a la teoría: ¿una calle de mano única o doble mano?
2. Kuhn: ¿progreso de la ciencia o relativismo cultural?
3. Ciencia y política. El juiciO a Galileo.
4. ¿Hay progreso en ciencia?
Emisiones de televisión
Proyectadas en USA XXI.
Reuniones tutorlales
Una cada quince dfas.
7
El progreso de la ciencia
3.0. Introducción
En el módulo anterior hemos tratado de mostrar lo más senclUa y ri-
gurosamente posible los problemas fundamentales de las ciencias fác-
ticas, relacionados con la contrastación de las leorlas y la determina-
ción de si resultan confirmadas (según el confirmacionismo al estilo de
Carnap y Hempel) o refutadas (de acuerdo con el refutacionismo poppe-
rlano). Hemos definido las teorlas cientlficas como conjuntos de hipóte-
sis de distintos niveles entre las cuales hay una relación de deducibili-
dad; tal definición resume lo que podemos llamar la versión hipotéticO-
deductivista de las teorlas.
Pero en el módulo anterior no nos hemos preguntado acerca de dos
grandes cuestiones que en la actualidad preocupan a muchos filósofos
de la ciencia: ¿debe la epistemologfa ocuparse sólo de la justificación
de las teorlas cientlficas y no del modo eh que ellas se descubren? Y
¿cómo se produce el crecimiento o avance del conocimiento cienttfico?
El presente módulo estará destinado al tratamiento de tales interrogan-
tes. Y veremos cómo a partir de las respuestas a ellos surgen las prime-
ras criticas a la versión de Já c1encia que hemos analizado en el módulo
anterior. Por esta razón y por la complejidad de la problemática a que dan
lugar las preguntas formuladas, se acentuará én el presente módulo el
carácter polémico que, como ya se vio en el anterior, caracteriza a la me-
todologla de la ciencia emplrica; al.mismo tiempo, el tratamiento de los
temas será menos formal y tendrá vlnculos más estrechos con la histo-
ria, la sociologra, las ideologlas y la filosoffa en general. Como conse-
cuencia de esto, nos conformaremos con presentar someramente los
problemas sin la pretensión de ofrecer soluciones definitivas.
En la sección 3.1. trataremos de responder a la cuestión de si la epis-
temologia puede ocuparse también de investlgare1 modo en que se des-
cubren y se constituyen las teorlas clentlficas. Para ello comenzaremos
distinguiendo entre el llamado contexto de descubrimiento y contexto
de justificación, a fin de mostrar las primeras erft-icas a la tesis, sosteni-
da por lo que hemos llamado hipotético-deductlvismo, de que hay una
separación neta entre ambos contextos.
Veremos asimismo la idea que los llamados "nuevos filósofos de la
ciencia" (Kuhn, Hanson, Feyerabend, Toulmin) tienen acerca de la rela-
ción entre teorla y observación.
La sección siguiente estará destinada al análisis de la noción de
progreso cientlflco. Comenzaremos por una descripción de lo que en-
tiende Kuhn por el avance de la ciencia, para pasar luego a comparar las
tesis de Kuhn con las concepciones refutacionlstas e inductivlstas de.
dicho progreso. El último parágrafo estará destinado a exponer algunas
criticas que ha recibido la posición de Kuhn.
Puesto que en la concepCión de Kuhn el concepto de revolución
cientrfica es esencial para la descripción del desarrollo de la ciencia, la
sección 3.3. la dedicaremos precisamente al análisis de una de las revolu-
ciones cientrficas más importantes en la historia: la revolución coperni-
cana. Para ello partiremos de una breve resena de lo que se ha llamado
el paradigma aristotélico, pasando por elanáli.sis de la ruptura d~1 mis-
mo y el surgimiento del paradtgmacopernicano.
Por último consideraremos los aspec.tos soclopoUticosque se dan
en toda revolución cientlfica, es decir, en todo cambio de paradigma.
Para ello hemos seleccionado el caso de Galileo. que nos parece
ejemplar, no sólo por su importancIa dentro de la historia de la ciencia,
sino por la'vl.genciaque todavla tiene..
3.1. El problema del descubrimiento"de
las teorias clentHicas
En el módulo anterior presentamos la metodologla de las ciencias
fácticas como algo relacionado fundamentalmente con la reconstruc-
ción hipotétic~ductivista de las teorlas cientfficas, destinada a hacer
¡posible la contrastación de dichas teorfas a través de sus consecuen-
¡cias observacionales. Citamos los hombres de Carnap, Hempel. Nagel y
Popper como autores representativos del conflrmacionismo y el refuta-
clonismo -el último deellos-. En adelante nos re,feriremos a estos fi-
lósofos con el rótulo de "filósofos clásicos de la ciencia", teniendo en
cuenta que sus contribuciones dieron lugar a uno de los momentos más
creativos en la historia de la filosofla contemporánea. Por primera vez, fi-
lósofos que conocJan la ciencia de su tiempo y también los desarrollos
recientes de la lógica matemática elaboraron una fIlosofla de lactencia
precisa y sistemática. Hacia fines de la década del cincuenta, esta "filo-
sofla clásica" de la ciencia comenzó a recibir las primeras crfticas, que
podrlan resumirse asl: 1) el uso excesivo de la lógica deductiva llevaba a
muchos epistemólogos a concentrarse en ejemplos demasiado sen-
cUJos, fácilmente formalizables pero de escaso significado cientlfico; 2)
la reconstrucción de la teorla como sistemas hipotético-deductivos sólo
era posible para teorlas muy sencillas -en los otros casos, habla que
distorsionar mucho las teorfas para que entraran en tal esquema-; 3) el
modelo de ciencia ofrecido estaba lejos de la práctica cientJfica real y
no tenia en cuenta los procesos que llevan al descubrimiento de las teo-
rlas.
la filosofla de las ciencJas de tos aftos sesenta surge como una re-
acc.ión historicista frente a este estado de cosas. Como lo afirmá J. Mo.
terln en el prólogo al libro de C. U.-Moufines, Exploraciones metacIentifIcas,
•.lla filosofla de la cJencia clásica se verá ahora acusada de ser excesiva-
mente simplista, de ser más una filosoffade la ciencia"ficción que de la
ciencia real. En la ciencia real las teorlas no se construyen por induc-
ción ni se destruyen por la regla lógica del modu$ tollens a partir de un
solo contraejemplo. la historia y la observación del presente nos
muestran que las teorlas se mantienen a pesar de .que no se cumplen en
diversos casos, a .pesar de que no resulten aplicables a ciertos domi-
nios".las teorras se mantienen mientras haya consenso a su favor en la
comunidad cientlfica respectiva; de ah! que en el módulo anterior haya-
mos clasificado a esta filosofla de la ciencia como "consensualismo".
Entre los nuevos filósofos de la ciencia podemos citar a Kuhn -el más
influyente de toOOs-, Toulmin, Hanson; Feyerabend. Dice también Mos-
terln que estos nuevos filósofos "sabfan muy poco de lógica y mucho de
historia". Muchos de ellos eran, en efecto. historiadores de la ciencia y a
ralz de ello decidieron criticar desde la historia la Imagen de la c.iencJa
que ofreclan los filósofos clásicos. Las teorlas cientfficas, dicen, no
pueden ser estudiadas sin tener en cuenta los procesos que les dieron
origen, la forma en que se gestaron. Concentrados exclusivamente en la
justificación de las teorlas, los filósofos clásicos ignoraron estos aspec-
tos genético-históricos de la ci,encia. Todos ellos dan por sentada una
distinción que los nuevos filósofos rechazan: la distinción entre contexto
de descubrimiento y contexto de justificación -terminologla que procede
del filósofo alemán Hans Reichenbach, quien la utilizó en su libro Expe-
riencia y predicción, publicado en 1938-, que estudiaremos en el próxi-
mo parágrafo.
Contexto de descubrimiento y contexto de
justificación
En su articulo "Estructura y validez de las teorlas cientfficas" (ya ci-
tado en e"1 módulo anterior), dice Klimovsky: "En este sentido es bueno
recordar una distinción que los eplstemólogos hacen frecuentemente: los
problemas del conocimiento cientffico, arguyen, constituyen tres con-
textos. El primero es el contexto de descubrimiento y abarca todo lo relati-
vo a la manera en que los clentfficos arriban a sus conjeturas, hipótesis
o afirmaciones. El segundo es el contexto de justificación, que compren-
de toda cuestión relativa a la validación del conocimiento, y el último es-
tá integrado por todo lo que involucre las aplicaciones de la ciencia y
puede denominarse contexto de aplicación (o tecno~gico). De acuerdo
con lo dicho, el contexto de justificación antecede al de aplicación. Y
obviamente el de descubrimiento antecede al de justificación (...). Una
cosa es el cúmulo de factores sociales, polfticos, psicológicos y cultu-
rales que pueden inducir a un cientlfico a preferir cierto modo de con-
ceptuar en comparación con otro, o a preferir ciertos caminos teóricos
con preferencia a tales o cuales, y otra es la verificación o apoyo lógico
o emplrico que sus afirmaciones pueden tener. La distinción es impor-
tante y vale la pena hacerla".
En la Lógica de la investigación cientIflca Popper defiende una divi-
sión tajante entre ambos contextos: "He dicho más arriba que el trabajo
del cientlfico consiste en proponer teorlas y en contrastarlas. La etapa
inicial, el acto de concebir o inventar una teorla, no me parece que exija
un análisis lógico ni sea susceptible de él. La cuestión de cómo se le
ocurre una idea nueva a una persona -ya sea un tema musical, un
conflicto dramático o una teorla cientlfica- puede ser de gran interés
para la pslcologla emplrica, pero carece de importancia para el análisis
lógico del conocimiento cientlfico (...). Para que un enunciado pueda ser
examinado lógicamente de esta forma, alguien tlene'que habérnoslo pre-
puesto antes: alguien debe haberlo formulado y habérnoslo entregado
para su examen lógico. En cuanto a la tarea de la lógica del conocimien-
to -que he contrapuesto a la psicologla del mismo-, me basaré en el
supuesto de que consiste pura y exclusivamente en la Investigación de
los métodos empleados en las contrastaciones sistemáticas a que debe
someterse toda idea nueva antes de que se la pueda sostener seriamen-
te".
Ya dijimos que los nuevos filósofos de la ciencia rechazan esta dis-
tinción. Debe ser eliminada, argumentan, porque en la práctica real de la
ciencia es Imposible separar los procedimientos de justificación de las
hipótesis de los procesos que las gestaron. Cuando se atribuye un des-
cubrimiento a Galileo o Newton, se habla solamente de hipótesis que
Galileo o Newton tuvieron buenas razones para proponer, es decir, hipó-
tesis que ellos ya consideraban susceptibles de contrastación. En el
proceso mismo de concebir una hipótesis están esbozados, según los
nuevos filósofos, los procedimientos de justificación. La justificación es
asl parte constitutiva del descubrimiento y el análisis de una teorla no
es ya un análisis lógico, sino que consiste en comprender los procesos
que la dieron a luz pero, una v~z que ha surgido, la teorla no se cristaliza;
no existe una versión final de las teorlas a partir de la cual pueda hacer-
se una reconstrucción lógica y las correspondientes corroboración o re-
futación. Este enfoque conduce a una concepción no normativista de la
eplstemologla, contrapuesta a la postura normativista que defendlan los
filósofos clásicos. Mientras éstos eran partidarios de una epistemologla
que prescribiera o normara la tarea del científico, los fiiósofos moder-
nos se inclinan por describir, con un profundo énfasis sociologista, los
procesos que dan origen a las teorlas cientlficas.
- 1) En la investigación sobre la causa de la fiebre puerperal
relatada en el libro de Hempel, distinga los aspectos que
e"n su opinión pertenezcan al contexto de descubrimiento
de aquellos que formen parte del contexto de justifica-
ción.
2) Al estudiar experiencias como ésa, ¿ha encontrado usted
alguna razón que fundamente el rechazo de dicha distin-
ción por parte de los nuevos filósofos de la ciencia? Jus-
tifique su respuesta.
Teorla y observación
La posiCión de estos nuevos filósofos de la ciencia los ha llevado
también a criticar duramente el papel asignado a la base emplrica en la
contrastación de las teorlas. En general, enfatizan a tal punto el papel de
la teorla frente a la observación que llegan a sostener que las teorlas
cientlficas y los marcos conceptuales en los que ellas se encuentran in-
mersas, condicionan la observación al extremo de influenciar cómo ve-
mos la realidad. No existe para ellos un observador neutral, Objetivo, que
sea capaz de interpretar una teorla cientrfica desde fuera. Por el contra-
rio, adherentes a distintas teorlas pueden observar hechos distintos aun
cuando miren los mismos fenómenos. Ilustran esta tesis del siguiente
modo: si, por ejemplo, dos astrónomos adhieren a teorlas distintas
sobre el universo, observan cosas también distintas cuando "miran el fir-
mamento. Cuando Kepler miraba el Sol -sostienen-, vela el centro fijo
del universo alrededor del cual giraban la Tierra y los demás astros;
Ticho Brahe observaba, en cambio, un cuerpo celeste que se movla alre-
dedor de la Tierra, punto de vista más cercano al sentido común. Esto
era asl porque, mientras Kepler crela en el sistema heliocéntrico pro-
puesto por Copérnico, Ticho Brahe segula aferrado al sistema geocéntri-
co de Tolomeo, que tuvo vigencia precisamente hasta la llamada revolu-
ción copernicana. Pueden citarse otros ejemplos para Ilustrar la influen-
cia determinante de la teorla sobre la observación. En el siglo XVIII toda-
vla estaba vigente la llamada teorla del flogisto (llama, en griego), según
la cual todos los materiales combustibles poselan una sustancia o prin-
cipio de inflamabilldad a cuya presencia se debla la combustión. Esta
teorfa expUcaba una serie de fenómenos relacionados con la combus-
tión y la calcinación de los metales al ser calentados. Fue Lavoisier
quien, a partir de 1772, refutó esta teorla demostrando que tales fenóme-
nos se deblan a que la combustión consistla en una combinación con el
oxIgeno. Pero el oxIgeno no habla sido descubierto por Lavoisler sino
por Prlestley (clérigo Inglés), que, paradójicamente,segula aceptando la
teorla que su descubrimiento permitla refutar; por eso, no hablaba de
oxrgeno sino de aire "desflogistizado", o sea, de un aire al que se le ha-
bra extrardo el flogisto.Esto es aSf, según los nuevos filósofos, porque el
cientffico no registra todo lo que ve sino que observa lo que resulta sig-
nificativo a la luz de su teorta. Las teorras se convierten asr en formas
estructurantes de la experiencia. Pero el material -es decir, los fenóme-
nos que se observan- no es tampoco un material neutro, sino que se
estructura en el momento mismo de ser percibido desde el marco con-
ceptual de una teorra y sólo dentro de ésta se lo considera observable.
Acabarnos de resanar dos de las objeciones más Importantes que
·Ios nuevos filósofos de la ciencia formulan a la concepción hipotétlco-
deductivista de la8 teorlas, a saber, la artlficlalldad de la distinción entre
contexto de descubrimiento y contexto de justificación y el escaso énfa-
sis puesto en el papel estructurante que desempenan las teorras con
respecto a la observación y la experimentación. A estascrfticas se agre-
gan otras: la debilidad de la base emprrica como piedra de toque para la
puesta a prueba de las teorfas, el rechazo de la distinción entre términos
teóricos y observaclonales, el carácter normativo de una epistemologla
alejada de la práctica cientIfica real, las dudas sobre el modelo nomológi·
co-deductivo de explicactón. Dada la complejidad de tales criticas, que
rebasa largamente los Hmites de este módulO, nos coñformaremos con
mencionarlas al pasar y dedicaremos la sIguiente sección a examinar có-
mo las tesis sostenidas por estos filósofos determinan también una res-
puesta distinta a la cuestión de cómo crece el conocimiento, cómo
progresa la ciencia. Expondremos primero, en sus lineamientos genera-
les,la posición de Kuhn, por considerarlo el autor más representativo de
esta corriente -sin que esto implique desconocer la importancia de fi-
lósofos como Hanson o Feyerabend, por ejemplo'-:, y luego la compara-
remos con las concepciones Inductivfsta y refutacionista del progreso
.cientlfico.
- Los nuevos filósofos deia ciencia han criticado el papel de
la base emPlnca como control de las teorlas cientlficas.
Subraye en el parágrafo anterior las frases principales don-
de quede expresado este punto de. vista. Tenga en cuenta
Que lo Que aquf importa es la relación entre teorla y observa~
clón.
3.2. El progreso de la ciencia
Todas las teorlas de la ciencia (inductivismo, refutacionismo, con-
sensualismo) afirman que las ciencias progresan. Tal carácter progresi-
vo constituye una nota fundamental de las ciencias; seria inadmisible la
idea de una ciencia que no progresara. Cada concepción del progreso es
coherente con la teorla de la ciencia a la cual pertenece. En los parágra-
fos que siguen intentaremos, en primer lugar, caracterizar la concepción
del progreso cientlflco de T. S. Kuhn, para luego compararla con las no-
tas que adscriben a dicho progreso Popper y el inductivlsmo. En tal &x-
posición seguiremos dos artfculos inéditos de un ex profesor titular de
UBA, Ricardo Gómez, titulados "Una concepción revolucionaria del
progreso cientlfico" y "La concepción neopositivista de la ciencia".
El progreso de la ciencia en Kuhn
Kuhn sostiene que existen en el desarrollo de una ciencia periodos
"normales" (actividad cientlfica normal) y periodos "extraordinarios"
(revoluciones cientJficas). Por eso considera necesario analizar el
progreso en los periodos de ciencia normal, por una parte, y a través de
las revoluciones, por la otra. A continuación resenaremos en forma de
tesis las caracterlsticas que Kuhn atribuye al progreso de las ciencias.
1) La ciencia normal es acumulativa. La actividad cientlflca normal,
regida por un "paradigma", consiste fundamentalmente en ampliar el
conocimiento de los hechos que el paradigma delimita como relevantes,
en extender la adecuación entre las predicciones del paradigma y los
hechos y en articular cada vez mejor el propio paradigma. La pretensión
de realizar exitosamente estas tareas obliga a resolver complejos
problemas instrumentales, conceptuales y matemáticos; tales proble-
mas son los "rompecabezas" o "enigmas". El paradigma determina
cuáles son los auténticos-enigmas y asevera que tienen solución. La ac-
tividad cientlfica normal se percibe, pues, como una acumulación de
enigmas y soluciones.
2) El desarrollo de una ciencia consiste en una sucesión de pe-
rrodos de tradición eslabonados por rupturas no acumulativas. Puede
darse el caso de que la comunidad perciba que la naturaleza se resiste a
ser totalmente encuadrada en los marcos del paradigma. Estamos en-
tonces en presencia de "anomallas". Se pretende en estos casos adaptar
la teorla, pero tal adaptación no se logra por un mero ajuste; es necesa-
rio visualizar la naturaleza de otro modo y percibir las anomaHas como
nuevos hechos cientlficos. Tales cambios se tornan ineludibles cuando
las anomaHas han penetrado tan profundamente en las diversas áreas
de la ciencia normal, que éstas se encuentran en estado de crisis. A la
crisis se responde, cuando se dispone de un nuevo paradigma alternativo,
mediante la adopción por parte dela comunidad cientlfica de este nuevo
paradigma. Este proceso de transición de un paradigma en crisis a otro
nuevo implica una reconstrucción del dominio de los hechos y de
muchos de los métodos y aplicaciones del paradigma; por ello, no tiene
sentido pensarlo como acumulativo o como una nueva ampliación o
corrección del antiguo paradigma. La transición de un paradigma a otro
es lo que Kuhn llama "revolución cientlfica". Una revolución cientlfica se
caracteriza por: a) la presencia de una creciente toma de conciencia de
que un paradigma ha dejado de funcionar adecuadamente; b) resisten-
cia por parte de la comunidad cientlflca a abandonar el viejo paradigma,
fundada en la fe de que resolverá los problemas que lo ponen en crisis
tal como resolvió anteriormente muchos otros; c) división dentro de la
comunidad cientrfica entre defensores del statu quo y del cambio. Para
dilucidar la cuestión no hay estructuras neutrales; la elección entre pa-
radigmas es la elección entre modos incompatibles de ver, pensar y ha-
cer de una comunidad. Cada grupo trata de imponer su paradigma y para
ello argumenta desde él. Tal discusión sin patrones unificadores no
puede conducir a ninguna solución. De ahl la necesidad de técnicas de
persuación para convencer a los remisos de que adopten el nuevo para-
digma. Si se tiene éxito, se estará, no ante una elección efectuada sobre
la base exclusiva de la argumentación, sino ante una real "conversión"
de la comunidad cientlfica. Dada la conversión, o sea, aceptado el nuevo
paradigma, la revolución cientlfica se ha consumado. Como resultado
de ella se producen cambios profundos en los rriembros de la comuni-
dad: a) cambia "lo que se ve" -los paradigmas determinan la experien-
cia-; b) cambia el significado de los términos. Ambos cambios hacen
que el proceso de transición suscitado a través de cada revolución con-
duzca de periodos de ciencia normal a otros periodos de ciencia normal
en los que ningún aspecto puede considerarse como prolongación o mo-
dificación correctora de lo que se daba en el paradigma anterior. Lo
que se ve es distinto, lo que s-ignifican los términos es distinto, los mo-
dos de hacer son distintos, sin que haya lenguaje común ni patrón
neutro de evaluación. Por ello, los paradigmas son "inconmensurables"
(es decir, no comparables), y las revoluciones constituyen hiatos (saltos)
en el desarrollo de una ciencia. Podemos sintetizar gráficamente la pro-
puesta kuhniana sobre tal desarrollo:
Ciencia normal - AnomaUas - Crisis - Revoluciones - Ciencia normal...
En las etapas sucesivas hay una comprensión cada vez más detalla-
da y refinada de la naturaleza; hay aumento en la articulación y la espe-
cialización. No podemos decir que el nuevo paradigma abarca más (o
menos) hechos que el anterior, pero en el pasaje de uno a otro hay un
avance en profundidad: si se pasa de un paradigma que no resuelve de-
terminadas anomaUas a otro que es capaz de abarcarlas, quiere decir
que los paradigmas sucesivos son cada vez mejores para la solución de
enigmas.
3) El progreso a través de las revoluciones sólo se da si, ante la com-
petencia de al menos dos paradigmas, uno de ellos obtiene la acepta-
ción de la comunidad cientlfica. Las comunidades cientlficas están
constituidas por practicantes de una especialidad que comparten una
educación análoga y una misma bibliografla técnica; como resultado de
ello, se ven a si mismos y son vistos por otros como capaces de alcanzar
objetivos que todos comparten; dentro de tales grupos la comunicación
es completa y los juicios generalmente unánimes. Una revolución cient!-
fica-puede ser vista como un cambio que entrana una radical reestructu-
ración de los acuerdos del grupo.
4) El progreso es nota exclusiva de la ciencia madura. El desarrollo
de la ciencia es distinto al de otros campos y sólo tiene lugar cuando la
ctencia alcanza la "madurez", a la cual se arriba cuando emergen de la
teorla técnicas predictivas exitosas y cada vez mejores.
5) El progreso a través de las revoluciones tiende a enmascararse
como acumulativo. Ello se debe a que la imagen de la actividad cientlfi-
ca se toma de los libros' de texto. Estos libros, las revistas de divulga-
ción y las obras filosóficas concebidas y desarrolladas a partir de ellos
tienden a registrar a lo sumo los resultados estables de las distintas revo-
luciones. AsI todo aparece como una tradición acumulativa de ciencia
normal y las revoluciones se tornan "invisibles".
6) El progreso no es continuo. Ya hemos dicho que las revoluciones
constituyen auténticos hiatos o discontinuidades en el desarrollo de las
ciencias. No sólo interrumpen perIodos de actividad cientlfica normal,
sino que además, debido a la inconmensurabilidad entre paradigmas,
introducen discontinuidades globales, que involucran la percepción, el
lenguaje, los métodos.
7) No es acercamiento a la verdad. El progreso no es una evolución
hacia un objetivo determinado sino, a lo sumo, un mejoramiento desde
el conocimiento disponible; lo más que puede afirmarse es que cada pa-
radigma nuevo es un instrumento mejor para resolver enigmas.
Comparación de las tesis kuhnianas con el
refutacionismo
Consideraremos las notas más salientes que Popper adscribe al
progreso de la ciencia, concentrándonos especialmente en las que más
difieren de las tesis kuhnianas sobre el particular.
1) Popper no está dispuesto a reconocer la existencia de perIodos
como los de Kuhn considera de ciencia normal. Por eso sostiene que el
progreso es una caracterlstlca infaltable de la ciencia y que es único, es
decir, que es siempre del mismo tipo.
2) Tal progreso consiste en pasar de teorlas que suministran expli-
caciones satisfactorias -éste es el objetivo de la cienc.ia- a teorlas
que proporcionan explicaciones aun más satisfactorias. La ciencia
progresa acercándose cada vez más a su objetivo y las teorlas sucesi-
vas son comparables.
3) Consiste también en pasar de teorlas de un cierto grado de vero-
similitud a teorlas de mayor grado de verosimilitud -es decir, que están
más cerca de la verdad-o La verdad constituye una meta inalcanzable,
pero la ciencia se acerca a ella cada vez más; la relación teorla-hechos
tiende hacia un limite, cosa que Kuhn niega.
4) El progreso cientlfico implica aumento de la capacidad crItica.
En la ciencia la actitud critica consiste en contrastar nuestras teorlas, o
sea en tratar de refutarlas. Para Kuhn, tal actitud crItica no es propia de
toda la actividad cientlfica -no aparece, por definición, en la actividad
cientlfica normal- sino que sólo se justifica en los perIodos revolu-
cionarios, y ni siquiera en estos casos tien~ las caracterlsticas que Pop-
per le atribuye.
5) En cierto sentido, el progreso cientlfico es continuo. El hombre
de ciencia está empenado siempre en el mismo tipo de actividad, sin
hiatos en el tiempo; además, no hay entre dos teorlas sucesivas discon-
tinuidades conceptuales que las tornen Incomparables.
6) El esquema del desarrollo del conocimiento cientlfico es para
Popper el siguiente:
P1 - TT - EE - P2
1
La ciencia comienza con problemas (P1). Nuestra meta es conseguir
teorlas tentativas (TI) que no sólo sean interesantes y altamente contras-
tables, sino que hayan superado mejor que sus rivales contrastaéiones
severas realizadas para eliminar errores (EE); que, por lo tanto, resuelvan
mejor sus problemas y que, si son refutadas, den lugar a nuevos proble-
mas inesperados y fecundos (P2). Las diferencias capitales con el es-
quema de Kuhn son: a) Popper no reconoce la existencia de perIodos de
ciencia normal; b) supone que en el desarrollo de la ciencia no inter-
vienen factores extraclentrticos, mientras que las propuestas kuhnianas
sobre la adopción de paradigmas nuevos se oponen frontalmente a se-
mejante "neutralidad"; c) afirma que el desarrollo progresivo comienza
con problemas y conduce siempre a nuevos problemas. En Kuhn los
problemas desempenan un papel importante, pero no están concebidos
del mismo modo: es la resolución de cierto tipo de problemas (los enig-
mas) lo que constituye la tarea clentfflca normal y es el surgimiento de
problemas excepcionales (las anomaHas) lo que Inicia el camino hacia
las revoluciones cientrflcas.
Estas dos maneras de entender el progreso de la ciencia son radi-
calmente distintas; en última instancia, esto se debe a que nos enfrenta-
mos con concepciones de la ciencia profundamente diferentes. Para
mostrarlo, senalaremos algunas de las discrepancias entre ambas teo-
rlas.
a) Mientras que en Popper el concepto básico para el análisis de la
ciencia es el de teorla, en Kuhn lo es el de paradigma, ya que la ciencia
normal se define como la que está regida por un paradigma.
b) En Kuhn, la experiencia es "constituida" por el sujeto. En ciencia
normal son los paradigmas los que delimitan los enigmas, y en los pe-
rIodos revolucionarlos debe reeducarse la percepción.
c) En oposición a Popper, Kuhn sostiene que para comprender la ac-
tividad cientrtica es fundamental comprender el lugar que ocupa y la
función que desempena la actividad del sujeto, En efecto, la comunidad
cientlflca determina las caracterlsticas de la ciencia normal y, en los pe-
riodos revolucionarios, la aceptación del nuevo paradigma.
d) Popper reduce la metodologla de las ciencias fácticas a las cues-
tiones vinculadas con el contexto de justificación. Kuhn sostiene que la
distinción entre ese contexto y el de descubrimiento no es ante(ior al
análisis del conocimiento sino que es una hipótesis más; que forma par-
te de una teorla y que debe ser sometida a las pruebas a las que se so-
mete cualquier teorla. Por otra parte, no está Incluida en su teorla de la
ciencia, ya que en la noción de paradigma hay ingredientes que pertene-
cen al contexto de descubrimiento.
e) Kuhn sostiene que en la actividad cientlfica Intervienen elemen-
tos extraclentlficos y que, comO consecuencia de ello, una teorla de la
ciencia debe plantear cuestiones y proponer tesis "exteriores" a la lógi-
ca ya la metodologla, ya sea pertenecientes a la historia de las ciencias,
o a la sociologla, o a la psicologla social o a la teorla de los valores. En la
descripción que hace Kuhn de la transición de un paradigma a otro se
pone de relieve la referencia a elementos extracientlficos (fe, conver-
sión, persuasión).
f) Lo que hace a la ciencia racional, según Popper, es el modo en
que elégimos entre teorfas: mediante el análisis critico, de'i':minando
cuál constituye un mayor acercamiento a la verdad. Pero tal determina-
ción sólo requiere del análisis lógico y matemático y de argumenta-
ciones que no recurren a elementos extraclentlficos. Si aplicamos a
Kuhn tal canon de racionalidad, se comprenden las acusaciones de irra-
cionalismo de que ha sido Objeto su concepción de la ciencia.
Comparación con el inductivismo
Para comparar la concepción kuhniana del progreso clentrfico con
la Inductlvlsta basta con resenar las tesis fundamentales de esta última,
ya que las diferencias resultan muy notorias -más notorias que las que
acabamos de sei'lalar con el refutacionlsmo-.
1) Para el inductlvlsmo, el progreso cienUfico incluye el descubri·
miento de nuevos hechos y nuevas leyes, mientras que, según Kuhn, en
los perlados de ciencia normal no se tiende a novedades fácticas. La ac-
tividad clentlfica normal está dedicada a la resolución de enigmas cuyo
planteamiento y solución son orientados por el paradigma, de modo que
"normalmente" no se lispira al descubrimiento de hechos nuevos; esto
último está reservado para los momentos en que se resuelven las ano-
mallas mediante la adopción de un nuevo paradigma.
2) Para el inductlvismo en su versión conflrmacionista -la única vi-
gente-, el progreso clentlflco sighifica aumento en la probabilidad de
ras hipótesis.
3) El progreso es continuo.
4) Es acumulativo.
5) Hay criterios de progreso, es decir, hay criterios que permiten ele-
gir la mejor entre dos teorlas rivales, que permiten determinar cuál de
eUas constituirá un progreso en caso de que se la acepte; las notas que
hemos sei'lalado (mayor poder explicativo, grado de confirmacrón rt'lás
elevado) pueden suministrar tales criterios,.
6) El progreso de la ciencia no tiene fin.
7) No hay leyes que lo regulen, y, po.r lo tanto, no se puede p.redecir
el estado futuro de la ciencia.
Algunas criticas a la posición de Kuhn
Citaremos dos dificultades que se han sei'laladoen la concepción
de Kuhn según Popper, Lakatos y SCheffler, ·entre otros. La primera de
ellas se relaciona con la ya mencionada acusación de irraclonallsmo.
Tanto' para el inductlvtsmo corno para el refutaclonismo hay una base
empfrlca neutral que sirve para comparar teorlas rivales y decidir entre
ellas. Para Kuhn, en cambio, la base emplrlca está constituida o delimita-
da por el paradigma, de modo que, al cambiar de paradigma, se cambia
también de base emplrica. No hay ningún campo neutral, ningún criterio
que haga p()Slble la comparación de paradigmas'rivales. Tanto el aban~
dono de un paradigma como ta aceptación de otro son actos "irraciona-
les" de la comunidad cientrtica. Los cientlficos se forman profesional-
mente dentro de un paradigma y ven e.1 mundo a través de él. Un cambio
de paradigma no es el resultado de una elección .taclonal; se parece más
bIen a una conversión religiosa_ "-'
Silos paradigmas son-Inconmensurables, esto implica además que
no hay progreso en un sentido fuerte -por ejemplo, en un sentido como
el de acercamiento a la verdad-o Pero, ¿es aceptable .Ia Idea de que la ff-
sica no progresó -no se acercó a la vérdad- desde Aristóteles hasta
hoy? SI r.chazamos tal idea, estamos comparando paradlgmas'''desde
afuera'!, nos estamos situando en una zona neutraJ.En resumen, si ad-
mitimos que cada paradigma constituye un mundo y que no hay criterios
de evaluación externos, debemos descartar la pOSibilidad de un progre-
so cj:entlflco que, sin embargo, la historIa de la ciencia parece mostrar.
Por otra parte, si la aceptación de paradigmas es un acto Irracional,
no parece posible evitar el relativismo. Pertenece a la ciencia todo lo
que la comunidad cientlfica decide irracionalmente admitir en ella, yes-
to es algo que, por supuesto, varia de una comunidad cientlfica a otra.
La segunda dificultad que queremos citar se relaciona con las no-
ciones de anomalla y crisis. Si es el paradigma el que constituye o deli-
mita los hechos, ¿cómo se explica el surgimiento de ahomallas, espe-
cialmente de anomallas persistentes y graves, como las que dan lugar a
las crisis? Dicho de otro modo, si el mundo sólo se ve a través del para-
digma e incluso es constituido por éste, ¿por qué razón puede algo em-
pezar a funcionar mal? La presencia de una anomalla sólo puede ser la
discrepancia entre algún resultado de la investigación normal y lo que
de hecho se observa; pero, ¿cómo se puede producir discrepancia si la
propia base emplrica está determinada por la teoria o el paradigma? Con
otras palabras: si no hay una zona neutral desde la cual juzgar objetiva-
mente un paradigma, ¿con respecto a qué las anomallas son tales? La ca-
racterización kuhniana de los paradigmas parece llevar a la conclusión de
que no puede haber anomallas, que, sin embargo, resultan necesarias en la
misma teorla de la ciencia para explicar los cambios de paradigma, es
decir, las revoluciones cientlficas.
No hemos pretendido en los párrafos precedentes demostrar que la
teorla de Kuhn es falsa y debe ser rechazada. Hay contraargumentos
que defienden muy bien su postura. Sólo hemos querido mostrar, una vez
más, que, como ya lo dijimos en el módulo anterior, los problemas epis-
temológicos siguen siendo objeto de una discusión todavlaabierta.
- En las investigaciones clentlficas llevadas a cabo por Torri-
celli, Adams y Pasteur (relatadas por Hempal la primera de
ellas y las otras en el Módulo 2).
a) Indique si se trata de un progreso que responde al mode-
lo inductivista o al refutacionista, fundamentando su res-
puesta.
b) Senale si además el tipo de progreso registrado en cada
una de esas investigaciones puede ejemplificar también
alguna de las tesis de Kuhn al respecto.
3.3. La revolución copernicana y la
ruptura con el paradigma
aristotélico1
En el parágrafo anterior hemos resenado la concepción kuhniana
del progreso cientlfico y hemos presentado, entre otras, la noción de
paradigma. Para facilitar la comprensión de esta compleja pro~emática,
expondremos ahora un ejemplo histórico de revolución cientlfica, es de-
1 Para los detalles técnicos de las teorlas astronómicas brevemente resenadas en
esta sección recomendamos al lector la blbllografla citada al final de este texto.
1
cir, de reemplazo de un paradigma por otro: la llamada "revolución co-
pernicana".
Comenzaremos por esbozar el paradigma aristotélico, que gobernó el
pensamiento cientrfico desde los antiguos griegos hasta precisamente
la revolución copernicana, en el siglo XVI; pero, a modo de introducción,
diremos primero unas pocas palabras sobre algunas de las cosmovi-
siones anteriores. Una de las primeras ciencias que surgieron en la his-
toria fue la astronomla. Ya alrededor del al'o 3000 a.C. los egipcios y ba-
bilonios sintieron la necesidad de dar una descripción del universo en
que vivlan; a titulo de ilustración, transcribiremos un pasaje del libro Los
sonámbulos, de Arthur Koestler: "El mundo de los babilonios, egipcios y
hebreos era como una ostra, con agua por debajo yagua por encima, to-
do sostenido por el sólido firmamento. Era de dimensiones moderadas y
estaba seguramente cerrado por todas sus partes (...) la ostra de los ba-
bilonios era redonda; la Tierra un monte hueco colocado en su centro y
bal'ado por las aguas inferiores; por encima se extendla una sólida capa
cubierta por las aguas superiores. Estas últimas se filtraban a través de
la bóveda en forma de lluvia y las aguas inferiores surglan en fuentes y.
manantiales. El Sol, la luna y las estrellas avanzaban en una lenta danza
a través de la bóveda; entraban en escena por puertas situadas en el Es-
te y desapareclan a través de puertas situadas en el Oeste. El universo
de los egipcios era una ostra más rectangular o más bien una caja; la
Tierra era el piso; el cielo, una vaca cuyas cuatro patas descansaban en
los cuatro ángulos de la Tierra o bien una mujer que se apoyaba sobre
sus codos y sus rodillas; más adelante fue una tapa metálica abovedada
(...) las estrellas fijas eran lámparas suspendidas de la bóveda o sosteni-
das por dioses. los planetas navegaban en sus propias naves a lo lar-
go de canales de la Vla láctea, gemelo celeste del Nilo. Alrededor del
quince de cada mes la divinidad luna se vela atacada por una feroz
marrana que la devoraba a lo largo de una agonla que duraba quince
dlas; luego renacla. A veces la marrana se la devoraba por entero y se
producla entonces un eclipse lunar; a veces una serpiente se devoraba el
Sol, lo cual provocaba un eclipse solar. Pero estas tragedias, como las
que se suel'an, eran a la vez reales e irreales; en el interior de su caja o
de su seno materno quien sonaba se sentla muy seguro" (pp. 19-20).
Hemos citado el párrafo precedente, primero, por la belleza de la
descripción; segundo, porque Ilustra la diferencia entre un mito y una
explicación cientrfica, y, por último, para mostrar que en el esquema de
universo de estos pueblos ya estaba presente una caracterlstica que
habrla de transmitirse a las concepciones posteriores: la necesidad de
un modelo de universo que brindara seguridad al hombre que lo habita-
ba. Esta seguridad, opina Koestler, provenla de que, pese a la tumul-
tuosa "vida privada" de la divinidad luna y la divinidad Sol, sus apari-
ciones y movimientos eran regulares y previsibles, y a partir de ellos se
podla determinar la duración del dfa y de la noche, las estaciones, las
lluvias, las épocas de cosecha, etc.
No intentaremos ni siquiera mencionar las cosmologlas o cosmovi-
slones que sucedieron a las de los egipcios y babilonios; lo que nos inte-
resa mostrar es cómo una nueva teorla astronómica, la de Copérnico,
rompe con una larga tradición en la cual habla imperado la cosmologla
de Aristóteles; por eso, dedicaremos el parágrafo que sigue al estudio
del paradigma aristotélico.
El paradigma aristotélico
Antes de Aristóteles, los griegos hablan dado a luz dos sistemas he-
liocéntricos -los de Heráclides y Aristarco~, es decir, dos sistemas
que colocaban al Sol como centro del universo; sin embargo, dice
Koestler, Aristóteles ignoró estos sistemas y "volvió a cerrar la puerta de
este universo, empuJó la Tierra al centro del mundo y la privó de movimien-
to". El modelo de universo que se origina en Aristóteles tiene vigencia
hasta la aparición de la teorla de Copérnico.Pero, antes de indagar el
porqué de esta larga vigencia, nos parece conveniente explicar de m.odo
sencillo en qué consistla tal modelo de universo. Para ello, reseñaremos
los fenómenos celestes que preocupaban a los astrónomos de la época,
ya que estos fenómenos eran lo que las distintas teorlas sobre el univer·
so pretendlan explicar.
Mediante la observación directa de los cielos, los griegos hablan
descubierto cuatro fenómenos que serian fundamentales para todo el
desarrollo posterior de la astronomla. En primer lugar,las estrellas pare-
cen mantener sus posiciones relativas constantes a través del tiempo,
pero también parecen desplazarse todas juntas en el cielo. Si se observa
con atención, se ve qtle el conjunto de las estrellas sigue una trayectoria
aparentemente circular y que todas ellas rotan aJrededor de un eje ima-
ginario. Debido a esta manera de considerar a las estrellas como fijas en
sus posiciones relativas pero rotando en su conjunto alrededor de un
eje, se las concibió como incrustadas en una esfera, que recibió la deno-
minación de esfera de las estrellas fijas. El segundo fenómeno celeste
que se observó fue que, además de las estrellas, durante la noche se po-
dran ver otros cuerpos celestes o astros que. si bien acompañaban el
movimiento de toda la constelación en su marcha de una vuelta por dla,
no pareclan mantener constantes sus posiciones relativas, sino que pa-
recran desplazarse con un movimiento propio. Si observáramos la posi-
ción de estos astros con respecto a las estrellas fijas, al cabo de un
tiempo verlamos que se encuentran más lejoS o más cerca de ellas. A es-
tos astros que parecran tener movimiento propio se los llamó planetas.
En tercer lugar, los griegos observaron que estos planetas marchaban
por el cielo y, en determinado momento, pareclan detenerse ya conti-
nuación retroceder para, una vez llegados a cierto punto de su retroceso,
recomenzar el avance. Esto es lo que se llamó el movimiento retrógrado
de los planetas. El cuarto fenómeno observado fueron los cambios en la
luminosidad de los planetas, cuya luz parece tener en ciertos momentos
una Intensidad dos o tres veces mayor que en otros. Por supuesto, no
fueron éstos los únicos hechos observados en aquella época; los hemos
seleccionado porque fueron los fenómenos centrales alrededor de los
cuales giraron las distintas teorlas astronómicas desde Aristóteles y
porque los errores y fallas en las tentativas de explicarlos y predecirlos
fueron decisivos para el abandono de la astronomra aristotélica y el sur-
gimiento de la teorla copemicana.
Pasemos ahora a describir el modelo aristotélico de universo, acep-
tado por los astrónomos y llamado por Kuhn el universo de la8 do8 esfe-
ra8. la Tierra estaba fija, sin movimiento, en el centro de un gran es·fera,
Esto no es extraño para el conocimiento comlln, puesto que no percibt-
mos directamente el movimiento de la Tierra. Otra gran esfera celeste
envuelve a la primera yen ella se encuentran todas las estrellas; ésta es
la esfera de las estrellas fijas, que gira alrededor de la Tierra. Este movi-
miento permitra explicar el hecho de que las posiciones relativas de las
estrellas entre si permanecieran constantes, que es el primero de los fe·
nómenos celestes mencionados, o sea que las estreJlas.no SE! nueven
unas respecto de las otras porque es, tod~ la esfera la que gira alrededor
de la Tierra. Fuera de la esfera de las estrellas fijas no habla nada, ni ma·
teria ni espacio. Alrededor de la Tierra se mueven también los planetas,
acompanando a la esfera celeste. Si hiciéramos un corte en esa esfera,
el centro estarla ocupado por la Tierra, en la periferia estarlan las
estrellas fijas en la ,esfera celeste y entre ellas y la Tierra estarlan todos
los planetas. Estos astros también darlan una vuelta al dla acompanan·
do a la esfera ceJeste, pero además tendrlan, como ya lo hemos dicho,
un movimiento propio. Los astros que conoclan los griegos eran el Sol,
que ocupaba el tercer lugar; entre la Tierra y el Sol, Mercurio y Venus;
después del Sol, Marte, Júpiter y Saturno; no se contaba la Luna, de la
que ya se sabia que giraba alrededor de la Tierra. La figura 1 ilustra este
universo de las dos esferas.
Figura 1
;
Esfera de las
estrellas fijas
Aparente
rotanelón diaria
de una estrella
fiJa
De este universo de las dos esferas nos interesa destacar los si·'
guientes aspectos:
1) Todos los movimientos celestes son circulares. Desde la anti-
gQedad se suponla que el movimiento circular era el más simple y
perfecto, el único que podla ser propio de los astros.
2) El universo está dividido en dos reglones:
a) Mundo sublunar: comprende la Tierra, ubicada en el centro del
universo, y llega hasta la esfera de la Luna.
b) Mundo supraluilar: comienza en la esfera de la Luna, pasa por
las esferas de los planetas, cada vez más lejanos, y llega a la
1
esfera de las estrellas fijas, que resulta ser, además, el limite
mismo del universo.
Ambas regiones tienen caracterlstlcas totalmente distintas: el
mundo terreno (sublunar) es imperfecto, y todo en él es perecede-
ro, corruptible; el mundo celeste (supralunar) es perfecto, eterno
e incorruptible.
Pero este universo de las dos esferas, en el cual el movimiento de
las estrellas fijas no planteaba ya ningún problema, no daba cuenta del
movimiento de los demés astros y en especial del movimiento de los plane-
tas (2do. y 3er. fenómeno observado por los griegos). Se debe a otro discl-
pulo de Platón y contemporáneo de Aristóteles, Eudoxo, matemático de
profesión, la tentativa de explicar dichos movimientos. En el universo
de las dos esferas cada planeta estaba ligado a una esfera transparente
propia y todas las esferas giraban alrededor de la Tierra. Pero estas esfe-
ras no explicaban las aparentes "detenciones" y "retrocesos" que
parecran tener 'Ios planetas en su deambular por el cielo. Para dar una
respuesta satisfactoria a este problema, Eudoxo no asignó una sola es-
fera a cada planeta sino varias, llegando a un universo sumamente
complicado por el número de esferas que se hacia necesario. Pero, pese
a estas complicaciones, que explicaban el movimiento retrógrado y per-
mitran hacer predicciones con cierto grado de exactitud, el modelo de
universo de Eudoxo no explicaba la distinta intensidad de luz o brillo de
los planetas (4to. fenómeno observado), que se hacia particularmente evi-
dente en Marte, Venus y la Luna. Fue Tolomeo de Alejandrla (siglo 11)
quien construyó, sobre la base del modelo aristotélico, el sistema astro-
nómico que tendrla vigencia hasta Copérnico.
Como la hipótesis de la circularidad de los movimientos era "into-
cable", Tolomeo apeló a recursos que pueden ser considerados hipóte-
sis ad hoc. Daremos ejemplos: manteniendo la circularidad del movi-
miento de los planetas se agregó una serie de subórbitas llamadas "epi-
ciclos", que tenlan el centro en la órbita principal y describlan un
circulo (fig. 2).
Figura 2
Otro recurso fueron las "excéntricas", según las cuales la Tierra no
estaba en el centro exacto del clrcuto de la órbita planetaria, sino que
éste era desplazado a un punto (punto excéntrico) sobre el que se descri-
bla un cIrculo a partir del cual giraba el epiciclo correspondiente (1ig. 3).
La figura 1 Ilustra el movimiento retrógrado de los planetas según el
sistema de Tolomeo. En el centro del sistema puede observarse la
Tierra. El p.laneta Mercurio, por ejemplo, gira alrededor de la Tierra for-
mando una órbita llamada deferente; pero a su vez gira sobre el deferen-
te formando epiciclo. a fin de poder explicar precisamente el movimien-
to retrógrado, el momento de detención aparente y luego su posterior
marcha. Por ejemplo, en M1, Mercurio estarla en un momento de aparen-
te detención; luego en M2 parece haber retrocedido, por cuanto ha dado
una vuelta como un rulo hacia atrás, y luego en M3 ha avanzado en su ór-
bita respecto de la Tierra.
Pero tal complejo sistema de eploiclos convlvla con otra anomalla:
no daba cuenta del grado distInto de Intensidad de luz que tenlan los
planetas durante la noche según su distancia de la Tierra, que constitula
el último de los problemas que preocupaba a los astrónomos de la época.
Hoy sabemos que tal problema era producido por el hecho. de que las ór-
bitas no son circulares, sino ellptlcas. Para superar esta anomalla Tolo-
meo recurrió, como ya lo mencionáramos, al recurso ad hoc del llamado
"excéntrico móvil", tal como lo Ilustra la figura 3. Según este recurso, el
centro del deferente ya no colncldla con la Tierra y se lo hacia mover
sobre un pequeno cIrculo cercano a la Tierra, llamado excéntrico, y sobre
un punto de éste, llamado punto excéntrico, se hacIa partir lo que serIa
una especie de radio del deferente, lográndose una especie de órbita
ovoide que explicaba por qué Mercurio tenIa distinta Intensidad de luz
según su distancia a la Tierra. No obstante lo~ nuevos e ingeniosos re-
cursos~ntroducldos por Tolomeo, su sistema siguió presentando Impre-
cisiones que constitulan auténticas anomallas, tanto en las explica-
ciones como en las predicciones.
Figura 3
9
o
(3
a:::
w
Pasemos ahora a considerar la pregunta que realmente Interesa a
nuestros fines: ¿por qué un sistema tan complejo como el de Tolomeo
tuvo vigencia hasta el Renacimiento? En otras palabras,ya que el slste-
ma de Tolomeo era la culminación más refinada del modelo de universo
aristotélico y constituyó lo que según Kuhn serIa el "paradigma tole-
malco", podrlamos entonces reformular la pregunta del siguiente modo:
¿cuéles fueron las razones que hicieron del sistema de universo
aristotélico-tolemaico un paradigma con vigencia hasta el siglo XVI, en el
cual aparece La revolución de las esferas celestes, de Nicolés Copérnico?
y luego podrlamos formularnos también la pregunta siguiente: ¿cuéles
fueron las'causas o más bien las razones que permitieron el resquebraja-
miento del paradigma aristotélico-totemaico, provocaron su ruptura y
posibilitaron la aparición del nuevo paradigma copernicano? A estas
preguntas trataremos de responder en el parágrafo siguiente.
La ruptura con el paradigma aristotélico y el
surgimiento del paradigma copernicano
En La revolución copernlcana, Kuhn se formula nuestra primera pre-
gunta de la siguiente manera: ¿por qué, pese a las reales dificultades
que presentaba el sistema tolemaico, los astrónomos continuaron du-
rante tantos anos sosteniendo que la Tierra se encontraba en el centro
del universo? Luego intenta responderla y nosotros trataremos ahora de
reconstruir su respuesta en una forma que seguramente resultará algo
esquemática e incompleta. Según Kuhn, la respuesta más familiar con-
slstlrla en afirmar que, puesto que Aristóteles fue el más grande filósofo
y clentrfico de la antigOedad, eso mismo lo hacIa ser considerado una
autoridad en toda cuestión referida a la ciencia y a la cosmologla. Pero
Kuhn sostiene que esto es sólo el comienzo de la respuesta, porque hu-
bo muchas afirmaciones aristotélicas que algunos de los filósofos pos-
teriores rechazaron como falsas, modificando su doctrina, pero son muy
pocas las crIticas a Aristóteles que Influyeron en la revolución coperni-
cana. La respuesta de Kuhn es la siguiente: la tesis de la Tierra como
centro del universo tuvo 1800 anos de vigencia porque ella se relaciona
con muchos otros conceptos importantes del pensamiento aristotélico.
Un universo aristotélico podla ser construido de cualquier forma, ya sea
a la manera de Eudoxo o de Tolomeo, pero no podrta haber incluido ja-
más la idea de una Tierra en movimiento, es decir, la idea de conside-
rarla como un planeta más. También podrlamos preguntarnos ahora:
¿por qué tal tesis aristotélica fue considerada casi un dogma de fe? Se-
gún Kuhn, y en esto radica la riqueza del concepto de paradigma o mar-
co conceptual, tal tesis era inamovible, porque ella conformaba un siste-
ma de creencias altamente coherente con otros pensamientos de carác-
ter no astronómico. En primer lugar, cómo además se verá con mucho
mayor cuidado en la sección 3.4., la concepCión. de una Tierra estática
era coherente con el concepto de movimiento que sostenla Aristóteles.
En efecto, Aristóteles crela que, en ausencia de fuerzas externas prove-
nientes de los cielos, todos los elementos de la Tierra permaneclan en
reposo en la parte de la región terrestre que era natural a él. La Tierra
estaba naturalmente quieta en el centro y, puesto que la astronomla y la
flsica de la Tierra no son ciencias Independientes, la tesis de un Tierra fi-
ja en el centro del universo implicaba una flsica del reposo y viceversa.
En segundo lugar; la tesis de la Tierra como centro estático es cohe-
rente con la concepción aristotélica conocida como plenum (que quiere
decir algo asl como universo "lleno" o "pleno"). Esta concepción está a
menudo referida al "horror al vaclo" que generalmente se atribuye al
pensamiento griego y puede enunclarse de la siguiente manera: "La Na-
4
turaleza actúa siempre previniendo la formación del vaclo". A partir de es-
ta afirmación o ley, si se quiere, los griegos explicaban una gran canti-
dad de fenómenos naturales. Por ejemplo: si se da vuelta una botella
con un pico muy pequeno, el agua no saldrá de eUa hasta que no se haya
hecho un segundo or.11icio, porque sin este segundo agujero por donde
entra el aire, dentro de la botella se producirla un vacfo. Además, para
Aristóteles y sus sucesores este "horror al vaclo" fue algo mucho más
que un principio experimental aplicable a Jos fenómenos naturales de la
superficie de la Tierra. En efecto, Aristóteles sostenla no solamente que
de hecho no habla vaclo, sino que en principio no podla hab.er vaclo en
ninguna parte del universo. El concepto de yacIo era tan contradictorio
para Aristótel.es como el de "cuadrado redondo". Pero, en ausencia de
los contraejemplos y experiencias que hoy poseemos, esta tesis aristoté-
lica era convincente, puesto que ella sirve para explicar las dificultades
que se presentaron res'pecto de los conceptos de materia y espacio.
Aparentemente, el espacio puede ser definido en términos de vOll;lmen
ocupado por un cuerpo y en ausencia de un cuerpo material no hay na-
da en término de lo cual definir "espacio": el espacio no puede aparente-
mente existir por si mismo; materia y espacio son inseparables. Como
dos lados del mismo ángulo y por lo tanto no hay espaciO sin materia;
según las propias palabras de Aristóteles, "no hay cosas dimensIonales
que no sean sustancias materiales". Esta concepción, sumada al prlnci-
plo experimental al que aludlamos antes y comb1nada con la autoridad
de la lógica aristotélica, se volvió inmediatamente -al decir de Kuhn-
un ingrediente esencial de las teorlas cosmológicas y astronómicas de
la época. Por ejemplo, está presente en la explicación de la duración del
movimiento dentro de la esfera de las estrellas fijas: si cualquiera de los
cuerpos terrestres o celestes fueran reemplazados por el vaclo, todo mo-
vimiento cesarla. Y aqul radica precisamente la base de la finitud del
universo. Fuera de la esfera de las estrellas fijas no habla nada, nlespa-
cio ni materia. Asl, la infinitud del universo es rechazada por Aristóteles,
porque si el universo fuera infinito. no tendrfa centro, y si el universo no
tuviera centro, las cosas de la Tierra no tendrlan posición natural. Ade-
más, la suposición de un universo infinitoatentarla contra la unicidad de
la Tierra. Vemos asr que la concepción del plenum aristotélico está
ImpHcada en la duración del movimiento, la finitud del espacio, las leyes
del movimiento sobre la superficie terrestre y la unicidadde la Tierra. Pe-
ro es necesario hacer notar lo siguiente: la concepción del ptenum no
-implica lógicamente las demás tesis y tampoco la unicidad de la Tierra,
el reposo de la mism~, etcétera, implican lógicamente la concepción del
plenum. Simplemente se afirma que tales tesis constituyen un todo
coherente y según Kuhn no es casual que ambos puntos de vista hayan
sido sostenidos conjuntamente hasta la apariCión de Copérnico.
El tercer factor que para Kuhn Interviene en la vigencia del paradig-
ma aristotélico-tolemaico es el que él titula "la majestad de los
cielos", y alude directamente al mundo supratunar, perfecto, eterno e in-
corruptible del que ya hablamos en el parágrafo anterior, y que se basa-
ba en la seguridad que dicho mundo ofrecla frente a la Inseguridad de la
vida terrestre. Pero,segúnKuhn,esta misma división del universo en la
reglón sublunar y la s'upralunar depende expHcltamente de la posición
central de la Tierra y de la simetrlaperfecta de las esferas q'ue genera-
ban los movimientos de las estrenas y los planetas.
Por último, todas estas concepciones aristotélicas, brevemente es-
bozadas aqul, confluyen más tarde con la doctrina teológloa cristiana y
dan como resultado uÁ universo cuya estructura tiene significado tanto
religioso como flsico: "El infierno está en el centro geométrico; Dios
ocupa el trono más allá de la esfera de las estrellas; cada esfera planeta-
ria y epiciclo es girado por un ángel". A esta concepción aristotélica del
poder de los cielos se hace también necesario agregar las creencias
astrológicas que pasan a fortalecer el paradigma aristotélico-tolemaico,
al extremo de que durante 1800 años la astrologia funcionó inseparable-
mente ligada a la astronomla, al mismo tiempo que era una profesión al-
tamente exitosa. De esta forma, para Kuhn la astrologia y la llamada ma-
jestad de los cielos son un ejemplo más de una consecuencia indirecta
de la concepción de la unicidad y estabilidad de la Tierra, que también
se rompe con la astronomla de Copérnico.
En slntesis, la concepción aristotélico-tolemaica no era simple·
mente una teorla astronómica, sino que constitula exactamente un
marco conceptual o paradigma que contenla concepciones extra-
astronómicas, convincentes, de apreciable pOder explicativo de 105 fe-
nómenos de los cielos y de la Tierra, relacionada con aspectos reli-
giosos y astrológicos y que, pese al grado de complejidad teórica que
contenla, conformaba una cosmovisión coherente y segura.
Pasemos ahora a preguntarnos: ¿qué hechos debieron suceder para
que esta cosmovisión tan coherentemente armada comenzara a res·
quebrajarse y dar así la posibilidad para la producción de una revolu-
ción cientlfica?
Las razones que podrlan esgrimirse a fin de explicar el resquebraja-
miento del paradigma aristotélico-tolemaico y su consiguiente ruptura,
podrlamos sintetizarlas en las siguientes: en primer lugar, el sistema de
Tolomeo se fue complicando cada vez más a medida que se incorpora-
ban epiciclos excéntricos con el propósito de conciliar la teorla con las
observaciones. Y, pese a que el sistema de Tolomeo no fue el más
complicado, los sistemas posteriores que segulan su modelo, si bien ga-
naban en exactitud, perdlan en simplicidad, es decir, explicaban cada
vez con más exactitud pero a costa de complejizar cada vez más la teo-
rla. En segundo lugar, pese a la introducción de tales complicaciones,
tampoco se ganaba una reconciliación precisa entre teorla y observa-
ciones; las órbitas de los planetas, y en particular la de Marte, segulan
comportándose en forma caprichosa. En slntesis, ninguna de las ver-
siones posteriores del sistema de Tolomeo resistió la puesta a prueba
con las observaciones que cada vez se haclan más precisas y refinadas.
Por otra parte, tales sistemas se volvlan cada vez más complicados, de-
sapareciendo casi totalmente la aspiración de economla conceptual
que pretende toda teorla cientlfica. Estas razones son, a juicio de Kuhn,
¡as de mayor peso en el resquebrajamiento del marco conceptual tole-
maico. Pero, entonces, ¿por qué tardó tanto tiempo en producirse la re-
volución copernicana? Para Kuhn, la respuesta a esta pregunta está re-
lacionada con la naturaleza y estructura del esquema o marco concep-
tual y con los procesos que permiten el paso de un paradigma a otro.
En primer lugar, para Kuhn, siempre hay sistemas conceptuales al-
ternativos capaces de abarcar una lista de observaciones, pero estas al-
ternativas difieren en sus predicciones acerca de los fenómenos no
incluidos en dicha lista. Es decir, ellos no dan idéntica cuenta de todas
las posibles observaciones. Pero una sola observación incompatible con
la teor/a le demuestra al cientrfico que él ha estado empleando un teorla
errónea. Si esto sucede, el marco conceptual o paradigma debe ser
abandonado y reemplazado por otro. De ahl que, al decir de Kuhn, una re-
volución cientlfica tenga la siguiente estructura: "Un esquema concep-
tual, cre/ble hasta un determinado momento porque es económico, fruc-
tlfero y astronómicamente satisfactorio, finalmente conduce a resulta-
dos incompatibles con la observación; las creencias son abandonadas y
una nueva teorla es adoptada; después el proceso recomienza nuevamen-
te". En slntesis, es útil señalar esta discrepancia entre teorla y observa·
ción porque en ella reside la fuente última de toda revolución clentlfica.
Pero esto nos lleva a otra pregunta muy importante también: ¿cuándo
una discrepancia se transforma en un conflicto inaceptable? En la seco
ción anterior ya vimos que esto es asl cuando dentro del paradigma que
gobierna la actividad de la ciencia normal un determinado enigma no se
puede resolver y se convierte en una anomalla que sólo puede ser expli·
cada por un corte o ruptura con el viejo paradigma y la sustitución de és-
te por otro nuevo. Efectivamente, esto es lo que hace Copérnico cuando,
impOSibilitado de explicar las anomallas dentro de la teorla tolemaica,
abandona el principio esencial de la Tierra como centro-del universo, po-
ne al Sol en el centro y convierte a la Tierra en un planeta más.
En el parágrafo que sigue trataremos de sintetizar brevemente los
puntos esenciales de la obra de Copérnico, con el fin de comprender
bien el sentido de la llamada revolución copernicana.
La revolución copernicana
Nos introduciremos en el tema de la revolución copernicana citan·
do un párrafo de Toulmin-Goodfield (en La trama de los cielos, p. 186).
"Las exposiciones populares de la ciencia moderna frecuentemsn-
te pintan a Nicolás Copérnico (1473-1543) como un hombre quese propu·
so deliberadamente refutar ese cuadro del universo. Se lo muestra como
el Iniciador de una nueva dirección en la ciencia que condujo en linea
recta a nuestras concepciones modernas a través de Galileo y de New-
ton, y como el proclamador de verdades que los hombres de su tiempo
eran demasiado ciegos par ver o demasiado prejuiciosos para admitir.
Según este enfoque, su gran libro Sobre las revoluciones de las esferas ce-
lestes en el primer mOjón de la ciencia moderna, punto de origen en la
astronomla de la revolución copernicana que luego se convirtió en una
revolución cientffica general. Una vez q"ue los hombres comenzaron a
confiar en las evidencias de sus propias observaciones y experimentos, y
ya no fueron trabados por la tradición, el descubrimiento de Copérnico
de que la Tierra se mueve alrededor el Sol fue pronto seguido por otros
descubrimientos igualmente revolucionarios... Más o menos asl discurre
esta historia.
Debemos ahora mirar más allá de las semiverdades de esta carica-
tura para discernir lo que Copérnico intentó realizar y lo que de hecho
realizó.
Copérnico desplazó-ala Tierra de su posiCión en el centro del siste-
ma planetario sin ningún esplritu de rebelión contra las tradiciones. Lo
hizo simplemente porque, en su opinión, las construcciones improvisa-
das de Tolomeo ofendlan el intelecto y deseaba elaborar un sistema
más coherente de geometrla planetaria. Fue necesario más de un siglo
para que este sistema llegara a formarse. Pues, al menos hasta cincuen-
ta años después de su muerte, no era de ningún modo claro que sus ven-
tajas superaran a sus desventajas, o que pudiera responer a las obje·
ciones que se le oponlan. Eventualmente, Copérnico triunfó alll donde
habla fracasado Aristarco, pero ello se debió a que tuvo la fortuna de te-
ner otros sucesores. Las teorlas de Kepler y de Newton dieron profundi-
dad y nuevo significado a un cambio que, en Copérnico mismo, apenas
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era algo más .que un prejuicio Intelectual. Su disgusto casi estético p,or
los métodos matemáticos de Tolomeo suministraron a sus sucesores
una clave para reaUzar un nuevo tipo de un'6n entre la astronomla mate-
mática y la astroflslca. Sin embargo. Copérnico mismo estaba lejos de
prever el uso que se harla más tarde de sus ideas; él se consideraba a
sI mismo más bien como el restaurador de la flsica aristotélica en !.os
puntos en fos que Tolomeo se habla apartado de ella.
Sea como fuere, Copérnico no fue, en la Europa occidental, el pri-
mero en plantear el problema del movlmiento de la Tierra. A principios
del siglo XIV se conaclan todas las doctrinas importantes de la anti-
güedad, al menos en Hneas generales, inclusive las de Heráclldes y Aris-
tarco. Nicolás de Oreame, un destacado sabio parisiense, discutió en
detalle la idea de que la rotación de los cielos podla ser una ilusión ópti~
ca resultanta de la rotación de la Tierra. Un siglo más tarde, e' cardenal
Nicolás de Cusatamblén discutió el movimiento de la Tierra ypJanteó
dificultades acerca de los conceptos de espacio y movimiento que aún
no han togrado resolverse en la actualidad. As', pues, dlgaae lo que se
diga acerca de los poetas y los teólogos profesionales de la Edad Media,
el cuadro tradicional de los cielos no era aceptado sin crItica por todos
los doctores ilustrados de la Iglesia".
A manera de s'ntesis, podemos decir que, cuando hoy se habla del
sistema de Copérnico y de la revolución copernicana, se entiende algo
muy distinto de lo descripto en su obra De las revolucione. y se hace refe-
rencia a la transformación en el esquema de universo que su obra desen-
cadena en tos cientrficos posteriores, produciéndose, ahora sI, la ruptu-
ra con el paradigma anterior aristotélico-tolemaico.
Comencemos, tal como lo hizo Copérnlco, describiendo la forma
más sencllla.que tendrfa un sistema heliocéntrico: el Sol fijo en el centro
del universo e' Inmóvil y a su alrededor lOs planetas describiendo órbitas
en forma de circunferencias en el siguiente orden: Mercurio, Venus,
Tierra (con la Luna como satélite), Marte, Júpiter y Saturno. En forma
bastante clara un sistema asl concebido explicaba los movimientos apa-
rentes del Sol y las estrellas. Como se sostenla que a su vez la Tierra gj--
raba sobre su eje una vez por dla, de igual forma se explicaban los res-
tantes movimientos aparentes principales de los demás planetas. En ge-
nera', se atribuyó a cada planeta un tiempo de revolución distinto según
su distancia al Sol y esto permitió la mejor explicación del movimiento
retrógrado de los mismos. Aslel movimiento retrógrado se explicó en
término de velocidades relativas respecto del movimIento de los plane-
tas. Por ejemplo, observando a Venus, se lo ve, o bien como estrella de la
tarde o bien como estrella de la manana, pues se atrasa o se adelanta
respecto del Sol pero nunca Hega a estar en una pOSiCión de 180° con
respecto a él. Sinteticemos los cambios de este sistema de Copérnico ~
gún él mismo los expone en el plan de su obra De Revolutionlbus: 1) el
universo ocupa un espaCio finito limitado por la esfera de las estrellas fi-
jas; 2) el Sol está en el centro: 3) la esfera de las estrellas fijas yeJ Sol
permanecen quietos; 4) alrededor del Sol se muéven los planetas: Mer·
curio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter y Saturno; 5) la Luna se mueve alre-
dedor de la Tierra; 6) la aparente rotación diaria del universo se debe a la
rotación de la Tierra sobre su eje; 7) el movimiento anual aparente del
Sol se debe al movitniento anual de la Tierra alrededor del Sol; 8) lo mis~
mo pasa con Jos planetaS ya esto se deben las aparentes detenciones y
retrocesos, y 9) las Irregularidades de las estaciones y otras Irregularida-
des menores se deben a las vibractones del eje de la Tierra.
Lamentablemente el sistema asl tdeado por Copérnlco no'coincidla
exactamente con la realidad en el sentido de que las predicciones que él
permitra respecto de las posiciones de los planetas no respondlan allu-
gar en que éstos efectivamente se encontraban. Principalmente, la posi-
ción de Marte siempre era predicha con un margen muy significativo de
error que preocupó sobremanera a los astrónomos posteriores y, preci-
samente por etlo, la explicación de su órbita motivó las Investigaciones
de Kepler, quien, comoya se sabe, fue el que rompió con el llamado mito
de la circularidad de las órbitas planetarias, y descubrió que en realidad
se trataba de órbitas ellpticas. A fin de hacer coincidir su sistema con las
observaciones, Copérnico se vio obligado a introducir complicaciones
en su sistema, como por ejemplo desplazar al Sol del centro de la órbita
terrestre, con lo cual su sistema pasó de heliocéntrico a helioestático
(sistema con el Sol no en e'l centro pero sI inmóvil). Más aún, tuvo que
apelar al recurso de los epiciclos que ya habla utilizado Tolomeo, debido
a que todavla segula aferrado a la circularidad de las órbitas planetarias,
y llegó a aumentar el número de epiciclos del sistema tolemaico (hasta
cincuenta).
Pero, pese a estas dificultades y complicaciones, el sistema de Ce-
pérnico siguió presentando ventajas indudables: en primer lugar, la faci-
lidad para la explicación del movimiento retrógrado y en segundo lugar
dio una base sólida para determinar la distancia del Sol a los planetas.
Pero también convivla'con anomallas permanentes. Por un lado, el siste-
ma de Copérnlco no permitlael cálculo de la llamada paralaje anual de
las estrellas fijas, es decir, el desplazamiento de la visual cuando se ob-
serva el mismo objeto desde dos posiciones distintas. La falla respecto
del cálculo de la paralaje de las estrellas es importante debido a que me-
diante él es posible calcular la distancia de la Tierra al Sol. La segunda
desventaja del sistema de Copérnico y que en realidad es también una
falta o carencia más que una desventaja, es la que más nos interesa des-
tacar porque su solución es la que lleva a producir la auténtica revolu-
ción que dio en llamarse revolución copernicana_ La expondremos me-
diante varias preguntas_ En primer lugar, ¿cómo explicar el movjmiento
de los cuerpos sobre una Tierra que también se mueve? y ¿por qué la
Tierra arrastra en su movimiento a los objetos que se hallan sobre ella?
En sfntesis, la afirmación de una Tierra que se mueve y desplazada del
centro del universo, ya no era compatible con la trsica de Aristóteles ba-
sada en una Tierra fija e inmóvil. Habla, por lo tanto, que crear una nueva
flslca para una Tierra en movimiento. Es precisamente en este punto
donde se ven los verdaderos alcances de la revolución que' origina Co-
pérnico.
Trataremos de resumir en pocas lineas ciertos aspectos de la crea-
ción de esa nueva tlsica. Uno de los principales argumentos que se es-
grimlan contra la hipótesis de una Tierr~ en movimiento era el siguien-
te: si se deja caer una piedra desde lo alto de una torre, la piedra cae al
pie de la torre; si la Tierra se estuviera moviendo, la piedra tendrla que
caer a cierta distancia de la torre, ya que la Tierra se habrla movido durante
el lapso que emplea la piedra para llegar al suelo. A este argumento res-
pondla Galileo de la siguiente manera: si se deja caer una piedra desde
lo alto del mástil de un barco en movimiento, la piedra cae la pie del
mástil -a pesar de que el barco se está moviendo-o Este resultado
muestra que la piedra no sólo se mueve verticalmente hacia el suelo, si-
no que además se mueve también horizontalmente, acompanando el
movimiento del barco. Con nuestro planeta ocurre algo análogo: cuando
dejamos caer una piedra desde lo alto de una torre, la piedra cae verti-
calmente hacia abajo, pero también horizontalmente, acompanando el
movimiento de la Tierra. A este movimiento horizontal, Galileo lo consi-
deró un movimiento inercial. Para aclarar lo que se quiere decir con esto,
debemos senalar que en la concepción aristotélica el movimiento re-
quiere explicación, mientras que el reposo no la necesita. Esto se rela-
ciona estrechamente con una teorla aristotélica según la cual cada cuer-
po tiene un lugar natural (por ejemplo, el lugar natural de la Tierra es el
centro del universo). Como consecuencia de esta teorla, lo "normal" es
que cada cuerpo esté en su lugar natural, en cuyo caso no se produce
ningún movimiento. Para que un cuerpo abandone su lugar natural, se
necesita una fuerza que lo saque de él; cuando vuelve a su lugar natural,
lo hace movido por una tendencia intrlnseca que lo impulsa en esa direc-
ción. En cualquiera de los dos casos, el movimiento responde a la ac-
ción de un motor, y esto constituye su explicación. En oposición a esto,
Galileo concibe al movimiento como algo tan natural y tan poco necesi-
tado de explicación como el reposo, y este nuevo enfoque lo conduce a
la Idea de la inercia, según la cual los cuerpos tienden a persistir tanto
en su estado de reposo como en su estado de movimiento uniforme, sal-
vo que intervengan fuerzas externas.
Pero la aparición de un nuevo paradigma o marco conceptual no es
un hecho que se restrinja sólo al marco de la ciencia. Es sabido que las
nuevas teorlas cientlficas siempre deben enfrentarse dentro mismo de
la ciencia con defensores de las viejas teorlas y más aún con detracto-
res de las nuevas concepciones aun fuera de la ciencia misma. Más aún
cuando se trata de teorlas cientlficas, que, como en el caso de la teorla
de Galileo, ponla en tela de juiCio todos los conocimientos mantenidos
por 1800 anos y consolidados por creencias filosóficas y religiosas. La
ciencia es una actividad social y, por lo tanto, sus mecanismos de pro-
ducción y sus consecuencias también deben buscarse en el campo de lo
social, sin por ello excluir los motivos y consecuencias estrictamente
cientlficos que cada ciencia particular construye. Por este motivo he-
mos incluido como anexo de este módulo la exposición del "amado ca-
so Galileo a fin de mostrar claramente las consecuencias sociopollticas
que toda teorla cientlfica implica cuando su importancia es tal que llega
a producir una auténtica revolución no sólo en la ciencia misma sino
dentro de la cosmovisión que la sociedad en su conjunto ha adoptado
como verdadera.
- Relea atentamente la sección 3.3. y responda las siguientes
preguntas:
1. ¿Cuáles eran los fenómenos celestes observados por
los griegos que deblan ser explicados?
2. ¿De cuáles de esos fenómenos, y cómo, dan cuenta la
astronomla basada en el universo de las dos esferas y el
sistema de Tolomeo?
3. ¿Qué anomallas presentaba el sistema tolemaico?
4. ¿Cómo fueron resueltas por el sistema de Copérnico?
5. ¿Por qué entiende Kuhn que hasta Tolomeo inclusive
transcurrió en la astronomla un perIodo de ciencia nor-
mal, y que sólo con Copérnico tuvo lugar una revolu-
ción?
6. ¿Por qué, según Kuhn, era inamovible la tesis geocéntri-
ca en el paradigma aristotélico?
7. ¿Qué razones pueden explicar el resquebrajamiento del
paradigma aristotélico-tolemaico?
8. ¿Cuáles son, según Kuhn, las razones que explican la vI-
gencia del paradigma aristotélico durante 1800 anos?
9. ¿Por qué la hipótesis de una tierra en movimiento exigla
una nueva flslca?
10. ¿De qué manera se sustentan mutuamente la inmovilI-
dad de la Tierra y la ausencia de inercia dentro del para-
digma aristotélico? (Tenga en cuenta el experimento de
la torre.)
Se agradece la colaboración prestada por Eduardo Rivera López para la redacción de
este texto.
Anexo
Aspectos sociopoHticos de un cambio
de paradigma: "Sobre el caso Galileo"
Por Guillermo Boido
El programa gallleano
En la segunda década del siglo XVII, el hombre a quien Einstein lla-
mara "el padre de la moderna ciencia de la naturaleza" concibió un am-
bicioso proyecto poUtlco-cultural destinado a ganar para la nueva cien-
cia experimental todo el poder secular y eclesiástico de su época. Gali-
leo Galllel (1564-1642), por entonces matemático oficial del Gran Duque
de Toscana, Cosme 11, era un hombre áspero y franco, amante de la polé-
mica y la abiert~ confrontación de ideas: la autoridad de mil hombres,
escribió, no vale lo que los humildes razonamientos de un solo Individuo.
En su opinión, la ciencia no podla ser concebida como tarea solita-
ria y de alcances restringidos a una comunidad de esplritus selectos;
entrevió, lúcidamente, la estrecha simbiosis entre ciencia y sociedad, ca-
racterlstica de los tiempos modernos. Comprometió por tanto todo su
genio intelectual, su asombrosa vitalidad y su talento publicitario en la
empresa de persuadir al poder poHtlco de promover la investigación
clentlfica.
Al mundo académico de las universidades, cuya autoridad radica-
ban en la Invocación de Aristóteles y el uso de la toga, destinó el despre-
cio y la argumentación brillante; y asl se hará de enemi·gos irreconci-
liables. que más adelante precipitarán su tragedia. Contó en cambio con
la adhesión de prlncipes y cortesanos, senores de la burguesla para
quienes la nueva ciencia se revelaba más adecuada como fuente de po-
der t~cnológico que los tratados de Aristóteles o las divagaciones espe-
culativas de la filosofla tradicional. Era conveniente promover la buena y
provechosa ciencia capaz de predecir la trayectoria de los proyectiles o
decidir el procedimiento más eficaz para la construcción de un puente.
Pero el flanco eclesiástico ofreció a Galileo dificultades de natura-
leza muy diferente, a la postre insalvables. En el único libro de Nicolás
Copérnlco, publicado en 1543, Galileo y su eminente contemporáneo,
el astrónomo alemán Johannes Kepler. hablan reconocido no sólo un
nuevo sistema planetario sino una embrionaria cosmologla revoluciona-
ria. En el siglo XVI el modelo geocéntrico de Totomeo era una técnica de
cálculo para uso de astrónomos pero, al mismo tiempo, formaba parte
de un cuadro cosmológico cimentado en la flsica de Aristóteles e in-
terpretado por la Iglesia en términos teológicos que lo adecuaban a la
palabra blblica. Los estudios mecánicos que Galileo habla realizado en
su juventud, en Pisa y luego en Padua, lo convencieron de la inade-
cuación· de la trslca aristotélica como fundamento de una cosmologla
de ralz copernicana; y cuando, en 1610, un rudimentario telescopio reve-
ló a sus ojos evidencias en favor de la tesis heliocéntrica, no vacUó en
protagonizar una cruzada destinada a mostrar al poder eclesiásUco la
necesidad de conciliar el dogma con la ciencia, la Escritura con los re-
sultados de la investigación. El cientlfico querrá salvar la autonor:nfa de
su actividad ante el cuestionamiento teológico; el honesto creyente, im-
pedir que su Iglesia cometiese el trágico error de asimilar los fundamen-
tos del pensamiento cristiano a su expresión temporal e histórica. No lo
logró. A tres siglos y medio de la condena de Gatueo,Juan Pablo 11 atri-
buye la intransigencia eclesiástica de 1633 a "una lectura de la S'lbUa
culturalmente influida", tesis que es, irónicamente, antropológica, es
decir, cientlfica.
La primera derrota
AlU está, por ejemplo, en la Biblia, el episodio de la batalla de Gabaón,
donde Josué ordena detenerse al Sol y no a la Tierra.
Bien lo sabia en 1613 el obispo de Fiesole, quien desde el púlpito
exigla que se encarcelara a Copérnico, muerto setenta y dos anos atrás.
Consultado en privado por su amigo Galileo, el cardenal Conti opinaba
que, en el futuro, quizá la Iglesia se aviniese a aceptar una interpretación
no literal de ciertos pasajes blblicos, pero que el momento no habla lle-
gado tOdavfa. (El momento demoró casi tresslgJos: fue en 1893.) Pese a'l
prudente consejo, Galileo lanzó en cartas divulgadas en 1613 y 1615 su
tesis del "doble lenguaje": el clentffico que renuncia al lenguaje bfbHco,
destinado al vulgo iletrado, no renuncia a la SIbUa ni a su autoridad; se
limita a traducir la verdad revelada al lenguaje matemático en el Que
Dios escribió el "libro de la naturaleza". La t8Ologla es reina en virtud de
la excelsitud del tema, que trata, y en mOdO alguno puede rebajarse a
reunir o sintetizar el conocimiento que ofrecen las "ciencias menores"
como la geometrfa o la astronornfa. Si ello es aSf, ¿por qué el teórogo
habrla de inmiscuirse en cuestiones cientlficas que desconoce? Serfa,
d.lce Galileo, como si un pOderoso prlncipe, sin ser médico o arquitecto,
ordenase que se curara o construyera según sus indicaciones, con grave
perjuicio para enfermos y edificios.
la reacción ante este reclamo de autonomla para la ciencia fue un
portazo brutal en las narices de Galileo. Como respuesta al desafIo pro-
testante, el Concilio de Trento (finalizado en 1563) habla precisado al má-
ximo la doctrina; desde Roma, el Santo Oficio actuaba a modo de pollcla
Intelectual en defensa de la ortodoxia.
Alentadas por el flanco conservador de la Iglesia, la orden dominl-
oa, arreciaron las denuncias: el matemático ducal no sólo profesaba
doctrinarias temerarias, ¡pretendfa además enselarles su oficio a los teó-
logos! fue decisiva entonces la intervención de ta eminencia gris de Ja
Contrarreforma y maestro en cuestiones de controversia, el teólogo pa--
pal Roberto Bellarmlno. En su calidad de consultor del Santo Oficio,
Bellarmlno habla enviado en 1600 a Giordano Bruno a la hoguera, y des-
de 1611 no quitaba los ojos de cuanto hiciese o dijera Galileo. A diferen-
cia de algunos tercos académicos, él si habla mirado a través del te~es­
copio y lo que habla visto no dejaba de Inquietarlo. le tenra sin cuidado
que los astrónomos empleasen el modelo copemlcano a modo de instru-
mento para el cálculo de órbitas y posiciones planetarias, a condlolón de
que ese Sol quieto. y esa Tierra móvil fueran concebidos en '81 marco de
una mera suposición sIn pretenslones.de realidad; en suma: :como una fic-
ción útil. Hablar asl del copernicanlsmo, habla escrito al padre Foseari-
ni, p~rtidario de GaliJeo, "es hablar con buen sentido y sin correr riesgo
alguno". La propuesta del "doble lenguaje" debió por tanto res.ultarle te.
meraria, pues admitla la posibilidad de afirmar con fundamento aquello
que Galileo, en su fuero Intimo, sostenla con vehemencia: la realidad del
copernicanismo, la certeza de que en verdad la Tierra gira alrededor de
un Sol inmóvil. Por lo demás, conceder un margen de autonomla para la
ciencia, tal como reclamaba Galileo, podla actuar a la larga a manera de
boomerang. ¿Acaso el éxito en el campo de la mecánica o la astronomla
no conducirla a los nuevos estudiosos a emplear sus métodos en el orbe
de lo ético o aun de lo religioso? Era necesario, pues, acallar a ese hombre,
aunque fuese (y quizá por ello mismo) el más célebre cientlfico europeo.
El contraataque fue lanzado en febrero de 1616. En sesión secreta,
los expertos del Santo Oficio declararon "herética" la opinión de que el
Sol, inmóvil, es el centro del mundo; un decreto posterior incluyó al libro
de Copérnico en el Index hasta tanto fuera "corregido", pero aqul no
aparece el término "herejla". ·EI nombre de Galileo nunca fue pública-
mente mencionado, probablemente en razón de tratarse de un funciona-
rio del poderoso Gran Duque de Toscana; sin embargo, el verdadero pro-
tagonista del episodio fue citado ante Bellarmino y otros miembros de la
Congregación y exhortado a abandonar la censurada opinión. No cono-
cemos con exactitud lo sucedido alll, y el margen de incertidumbre ha
dado lugar a una abundante literatura polémica. Hoy parece incues-
tionable que Galileo aceptó con prudencia la intimación de no defender
ni sostener la doctrina copernicana; no prometió, en cambio, dejar de en-
senarla o discutirla al modo en que Bellarmino lo aprobaba, es decir, co-
mo mera ficción o instrumento de cálculo. Pero entre los documentos
secretos del "caso Galileo" archivados en el Vaticano se conserva el
borrador de un acto donde se da cuenta de la imposición formal de un
mandato absoluto: la prohibición de "sostener, ensenar o convertir en
objeto de demostración, de cualquier modo" el sistema de Copérnico.
En opinión de Giorgio de Santillana, eminente estudioso contemporá-
neo del caso, el documento fue fraguado en 1616 por el Comisario del
Santo Oficio sin el conocimiento de Bellarmino. Será la piedra de toque
del futuro proceso de 1633, pues agravará la situación procesal de Gali-
leo al volverlo sospechoso de perjurio. Transitoriamente derrotado, Gali-
leo volvió a Florencia y aguardó una nueva oportunidad. En el expedien-
te del episodio de 1616, en Roma, una bomba de tiempo habla sido deto-
nada.
La tormenta
Bellarmino murió en 1621. Los hombres, habla dicho cierta vez, son
como ranas: andan por alll con la boca abierta, atra/dos por la tentación
de cosas que no les conciernen: Por el contrario, el Cardenal Maffeo Bar-
berini parecla pensar que a veces el croar de las ranas semeja la voz de
Dios. Decla amar las letras y las artes, y en 1620 escribió un poema en
homenaje a su amigo Galileo, al que elogiaba públicamente. Tres anos
más tarde la providencia pareció intervenir para inaugurar una época de
apertura y diálogo entre la cultura y la fe: con el nombre de Urbano VIII,
Barberini fue elegido papa. Pronto iba a comprender Galileo que se tra-
taba de un espejismo. Ambos sostuvieron seis largas conversaciones en
Roma; Galileo volvió a Florencia con halagos personales pero ninguna
certeza: el nuevo papa, amablemente pero con firmeza; insistió en la te-
sis de Bellarmino de 1616 y se negó a reconsiderar el decreto de conde-
na del copernlcanismo. Aseguró, sin embargo, que Galileo podla escribir
libremente acerca de ello en los términos conjeturales que no comprome-
tlan la cosmologla geocéntrica oficial.
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Galileo escribió. Los sucesos de 1616 hablan alejado de la investi-
gación cientrfica a muchos creyentes y eclesiásticos; en particular, al-
gunos importantes astrónomos de la orden jesuita, la avanzada intelec-
tual de la Iglesia, debieron resignar su adhesión inicial al copernicariis-
mo y ahora hostilizaban abiertamente a Galileo. Los jesuitas Grassi y
Scheiner, ridiculizados por Galileo en sus escritos, promoverlan luego el
proceso de 1633; el Comisario del Santo Oficio en esa oportunidad no
serIa otro que el padre Firenzuola, criticado por Galileo a propósito de
un problema de ingenierla militar. Pero en 1624 todo parecla indicar que
el antiguo proyecto de Galileo podla ser retomado, al menos bajo la for-
ma más modesta; se trataba ahora de impedir, tan sólo, que el diálogo
quedase irremediablemente trunco. Los argumentos en favor y en contra
de Copérnico deblan ser expuestos ante un público masivo y, muy en es-
pecial, a la consideración de las mentes más lúcidas y progresistas del
clero. El resultado fue una obra maestra de la literatura polémica y el pri-
mer gran manifiesto de la ciencia moderna, los Diálogos acerca de los má-
ximos sistemas del mundo. Escrita en italiano y no en el académico latln,
el libro propone un diálogo franco entre dos personajes que defienden,
respectivamente, las tesis tolemaica y copernicana, y un tercero que juz-
ga las argumentaciones de sus interlocutores. La censura eclesiástica
no opuso reparos y el libro apareció a comienzos de 1632. Entonces es-
talló abiertamente la tormenta.
Urbano VIII afrontaba una dura crisis polltica. Habla sido elegido
con el apoyo de los cardenales filofranceses en mome'ntos en que Fran-
cia emergla del predominio hispano y austrIaco. El mismlsimo cardenal
espanol Borgia lo acusaba de transar con herejes y carecer del "celo
apostólico" de sus antecesores. También se le imputaba haber sacrifi-
cado los intereses de la Iglesia a su ambición personal, su nepotismo y
su vanidad (en verdad, fue el primer pontlfice que admitió la erección de
su monumento en vida). Sospechaba una conspiración; temla ser envene-
nado..Influyentes adversarios de Galileo alimentaron en el papa el ren-
cor hacia el sabio; asl, Urbano VIII fue persuadido de que en los DIálogos
se ridiculizaba su persona. Enfurecido, decidió asestar un golpe que res-
tableciera su autoridad en la figura del más prestigioso servidor de la ca-
sa de Medici, partidaria de Espana. Galileo fue conminado a presentarse
en Roma: ni su edad avanzada, su enfermedad o la peste que asolaba los
caminos sirvieron de pretexto. Con sórdida unanimidad, poderosos se-
nares a quienes habla servido durante décadas y altos prelados que ha-
blan hecho ostentación de su amistad le volvieron la espalda. El nuevo
Gran Duque, Fernando 1, le envió una litera y le deseó un buen viaje. Ante
la amenaza de ser conducido a las cárceles de la Inquisición "ligado con
hierros si es preciso", Galileo partió finalmente dur.ante el crudo invier-
no de comienzos de 1633. Estaba solo.
La condena
Ante el tribunal inquisitorial, el acusado ignora los cargos, carece
de defensor y el fiscal puede mencionar pruebas sin necesidad de exhi-
birlas. En el caso de Galileo, los detalles del proceso carecen de relevan-
cia filosófica; se reducen, en slntesis, a una serie de maniobras y argu-
cias legales destinadas a atemorizar a un anciano enfermo. Asl y todo, la
telarana debió de ser montada con dificultades, pues, ¿cuál era, en
concreto, la acusación que justificaba'la presencia de Galileo ante sus
jueces? Los Diálogos se hablan publicado con autorización eclesiástica
y no era posible condenar a su autor simplemente por haberse ocupado
35
del sistema coperntcano. Por tanto se esgrimió el documento apócrifo
de 1616 Y se halló a Gatlleo culpable de haber transgredido la presunta
prohibición absoluta de exponer, de cualquier modo, el heHocentrismo,
amén de haber procedido de mala fe porno haber mencionado el inexis·
tente mandato ante los .censores. Finalmente, se lo encontró "vehemen·
temente sospechoso de herejfa". AsI, al fraude se agregó una Inconsis·
tencia, pues el carácter herético del copernicanismo nunca habla sIdo
confirmado por un infalible pronunciamiento papal o por un Concilio
Ecuménico.
En verdad, la sentencia habla sido pronunciada mucho antes de que
Galileo compareciera en presencia dé los Jueces. A los censores, por in-
competencia, habla escapado que los Diálogos encubren una apasiona-
da defensa de una cosmologla incompatible con la ortodoxia; la teorla
galileana de las mareas, aunque errónea, es un intento de mostrar la res-
Ildad flslca· del heHocentrismo. De haberlo querido, el Santo Oficio hu-
biese podido fundamentar una condena de muerte para Galileo. Pero al
entorno papal le bastaba acallar a la ciencia en la concreta humillación
de su máximo y detestado representante: la abjuración probarla a Europa,
además, que el poder eclesiástico era capaz aun de amedrentar a un co-
loso intelectual sin derramar sangre. El fanatismo hubiera converti.do a
Galileo en mártir; su justificable temor, en cambio, ofreció a la historia
de las ideas la obra impar de sus restantes ocho anos de vida.
La posteridad construyó el mito del librepensador a quien debió
aplicarse la tortura para arrancarle la retractación y que, luego de
quemar su propio libro ante los jueces, osó afirmar epptD' si muove, En rea-
lida(l, el hombre concreto que el 22 de junio de 1633 se arrodill6ante el
majestuoso ting.lado inquisitorial y maldijo la causa a la que habla ofre-
cido su vJda era un septuagenario tembloroso, moralmente aniquilado por-
lo que luego habrfa de llamar "una conjura de la ignorancia, madre de la
malignidad y de la envidia". Sólo meses después; en la villa de Arcetri,
donde permaneció recluido por orden del Santo Oficio hasta su muerte.
pudo recuperar su estatura de gigante y escribir su obra maestra, los Dis"
cursos acerca de dos nuevas ciencias, piedra basal de la flslca moderna y
de la nueva cosmologla que edificarfa, antes de concluir el siglo, Isaac
Newton.
La parOdia jurfdica y su culminación, la condena de Galileo, destru-
yó la ciencia en Italia pero no pudo Impedir su acelerado desarrollo en
los paIses desvinculados de la autoridad romana, en especial Holanda e
Inglaterra,donde fructificarfa el pensamiento del gran humUlado. El de-
senlace fue considerado insensato por todos aquellos que, en el campo
eclesiásti·co y fuera. de él, confiaban en erigir una Iglesia renovada capaz
de protagonizar sin antagonismos la construcción de un tiempo nuevc>,
No estaban equivocados. La historia de la ciencia ha destruido parte de
una leyenda pero ello no podrá nunca silenciar esas palabras laceran-
tes, yo, arrodillado, Juro que creo, y abjuro, y aborrezco mis errores, yme so-
meto al castigo, niel sentido de un texto cuya aterradora modernidad nos
recuerda que hay,o puede haber, un GaUleoen cada uno de nosotros.
El proceso, hoy
la revolución copernicana, enérgicamente alimentada por el fervor
de Galileo, iniCió la lenta disolución del dogma que Identificaba el mito
crtsUano con la historia. Aferradaaél, la teotogfa llevó la peor parte en la
controversia desatada en los siglos siguientes y su papel se ntdujo, co-
36
mo escribe un historiador, a "desarrollar acciones de retaguardia con
cortinas de humo intelectual para cubrir la retirada". El darwinismo
asestó el golpe de gracia a la interpretación literal de un relato que
transcurre entre la calda de Adán y el Juicio. Hoy el mito no remite a una
temporalidad concreta sino al corazón del hombre: la serpiente está alll
para recordarnos la tentación ante el poder y el riesgo que involucra su
ejercicio. En este marco, a su modo y desde su tiempo, Galileo imaginó
el diálogo entre la ciencia y la fe, y en él se inscri.be la decisión papal
destinada a la eventual"revocación de su condena.
Pero el episodio permanece, indemne. ¿Bastará desagraviar la me·
moria de Galileo, recuperarlo para el catolicismo, censurar la ceguera
doctrinal de quienes lo humillaron en virtud de una "lectura de la Biblia
culturalmente influida"? Afortunadamente, la palabra de Juan Pablo JI
parece inclinarse por la negativa. Al mencionar el sufrimiento que debió
padecer Galileo en manos de "ciertos cuerpos de la Iglesia", nos recuer-
da que en verdad nunca existió un "caso Galileo" sino un "caso Santo
Oficio". ¿En qué marco inscribir hoy el suplicio de Glordano Bruno, la
ética inquisitorial del terror, las atrocidades cometidas en nombre de la
caridad cristiana? El Santo Oficio, el Nuevo Orden o el Proceso: los
nombres importan poco. Hay quien obliga a abjurar, hay Quien abjura. La
fe del poder salva al poder, escribe Claude Roy, y la fingida fe del acusa·
do salva al acusado. Pero, ¿Qué salvará al simple creyente,el honesto, el
enganado que clama muera Galileo, quemen al judlo, hagamos la guerra?
Aqul otro es el marco, y algo más que una conciliación está en juego: la
dignidad del hombre, su derecho a serlo.
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El contexto del descubrimiento científico

  • 1. EUOEBA S.E.M. fundada por la Unive~dad de Buenos Aires © 1993 I:.DITURIAL UNIVERSITARIA DE BUENOS AIIlES Sociedod de EconomÚl Mi~tQ Rivadavia 1571/13 Hecho el depósito que marca la ley 11.723 ISBN 9S~23-047S-6 IMPRESO EN LA ARGENTINA Introducción al pensamiento científico Módulo 3 El progreso de la ciencia Rector Vicerrector UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES Dr. Oscar J. Shuberoff Dr. Atilio Borón Secretaria de Asuritos Académicos Prof. Alicia W. de Camilloni PROGRAMA UBA XXI Dirección del Programa Prof. Edith Litwin Vlcedlrecclón del Programa Prof. ~orma Riccó Coordinación de Contenidos Prof. Gladys Palau Coordinación de Material Impreso Prof. Luisa Brodheim de Sommerfleck Autores del Módulo Prof. Gladys Palau Prof. Manuel Comesai'la Procesamiento Didáctico Prof. Susana Lamboglia Evaluación Lic. Altcia Zamudio
  • 2.
  • 3. .Indice Pág. Programa anaJ/tico del Módulo 3 ....................................................... 5 Bibliografla obligatoria y complementaria ....................................... 6 Programación ....................................................................................... 7 Material de lectura y actividades de aprendizaje ............................. 8 Anexo ..............>...................................................................................... 32 Autoevaluaclón .................................................................................... 38 Programa anaUtico del Módulo 3 El progreso de la ciencia 3.0. Introducción 3.1. El problema del descubrimiento de las teorias cientfficas. • Contexto de descubrimiento y contexto de justificación. • leorla y observación. 3.2. El progreso de la ciencia • El progreso de la ciencia en Kuhn. • Comparación de las tesis kuhnianas con el refutacionismo. • Comparación con el inductivismo. • Algunas criticas a la posición de Kuhn. 3.3. La revolución copernicana y la ruptura con el paradigma aristotélico • El paradigma aristotélico. • La ruptura con el paradigma aristotélico y el surgimiento del para- digma copernicano. • La revolución copernicana.
  • 4. B·ibliografra Blbllograffa Obligatoria· CHAl.MERS. A.: ¿Qué. es esa coaallamada._c1encla't, Madrid, Sigio XXI, 1984. Cap. 6 (parágrafo 5) y Cap. 8. Blbllografla Complementarla BROWN.H.: La nueva fllosofla de la ciencia, Madrid, Tecnos, 1983. CHALMERS, A.: ¿Qué es esa cosa llamada ciencia?, Madrid, Siglo XXI, 1984. Cap. 6." . KUHN, T.: La revolución copernlcana, Barcelona, Ariet, 1978. KUHN, l.: La ..tructura de 18.8 r.volUC?lon,~ ql",t.lf'cae,. Méxjco, F.C.E.; 1971. . " Programación Este tercer módulo tendrá una duración de tres semanas y será de- sarrollado a través de los siguientes medios: Material impreso Editado por EUDEBA y en venta en todos los centros de distribución de la Editorial. Audiciones radiales Transmitidas por Radio Nacional (99.1 FM) en horario nocturno. Temas: 1. De la observación a la teoría: ¿una calle de mano única o doble mano? 2. Kuhn: ¿progreso de la ciencia o relativismo cultural? 3. Ciencia y política. El juiciO a Galileo. 4. ¿Hay progreso en ciencia? Emisiones de televisión Proyectadas en USA XXI. Reuniones tutorlales Una cada quince dfas. 7
  • 5. El progreso de la ciencia 3.0. Introducción En el módulo anterior hemos tratado de mostrar lo más senclUa y ri- gurosamente posible los problemas fundamentales de las ciencias fác- ticas, relacionados con la contrastación de las leorlas y la determina- ción de si resultan confirmadas (según el confirmacionismo al estilo de Carnap y Hempel) o refutadas (de acuerdo con el refutacionismo poppe- rlano). Hemos definido las teorlas cientlficas como conjuntos de hipóte- sis de distintos niveles entre las cuales hay una relación de deducibili- dad; tal definición resume lo que podemos llamar la versión hipotéticO- deductivista de las teorlas. Pero en el módulo anterior no nos hemos preguntado acerca de dos grandes cuestiones que en la actualidad preocupan a muchos filósofos de la ciencia: ¿debe la epistemologfa ocuparse sólo de la justificación de las teorlas cientlficas y no del modo eh que ellas se descubren? Y ¿cómo se produce el crecimiento o avance del conocimiento cienttfico? El presente módulo estará destinado al tratamiento de tales interrogan- tes. Y veremos cómo a partir de las respuestas a ellos surgen las prime- ras criticas a la versión de Já c1encia que hemos analizado en el módulo anterior. Por esta razón y por la complejidad de la problemática a que dan lugar las preguntas formuladas, se acentuará én el presente módulo el carácter polémico que, como ya se vio en el anterior, caracteriza a la me- todologla de la ciencia emplrica; al.mismo tiempo, el tratamiento de los temas será menos formal y tendrá vlnculos más estrechos con la histo- ria, la sociologra, las ideologlas y la filosoffa en general. Como conse- cuencia de esto, nos conformaremos con presentar someramente los problemas sin la pretensión de ofrecer soluciones definitivas. En la sección 3.1. trataremos de responder a la cuestión de si la epis- temologia puede ocuparse también de investlgare1 modo en que se des- cubren y se constituyen las teorlas clentlficas. Para ello comenzaremos distinguiendo entre el llamado contexto de descubrimiento y contexto de justificación, a fin de mostrar las primeras erft-icas a la tesis, sosteni- da por lo que hemos llamado hipotético-deductlvismo, de que hay una separación neta entre ambos contextos. Veremos asimismo la idea que los llamados "nuevos filósofos de la ciencia" (Kuhn, Hanson, Feyerabend, Toulmin) tienen acerca de la rela- ción entre teorla y observación. La sección siguiente estará destinada al análisis de la noción de progreso cientlflco. Comenzaremos por una descripción de lo que en- tiende Kuhn por el avance de la ciencia, para pasar luego a comparar las tesis de Kuhn con las concepciones refutacionlstas e inductivlstas de. dicho progreso. El último parágrafo estará destinado a exponer algunas criticas que ha recibido la posición de Kuhn. Puesto que en la concepCión de Kuhn el concepto de revolución cientrfica es esencial para la descripción del desarrollo de la ciencia, la sección 3.3. la dedicaremos precisamente al análisis de una de las revolu- ciones cientrficas más importantes en la historia: la revolución coperni- cana. Para ello partiremos de una breve resena de lo que se ha llamado el paradigma aristotélico, pasando por elanáli.sis de la ruptura d~1 mis- mo y el surgimiento del paradtgmacopernicano. Por último consideraremos los aspec.tos soclopoUticosque se dan en toda revolución cientlfica, es decir, en todo cambio de paradigma. Para ello hemos seleccionado el caso de Galileo. que nos parece ejemplar, no sólo por su importancIa dentro de la historia de la ciencia, sino por la'vl.genciaque todavla tiene.. 3.1. El problema del descubrimiento"de las teorias clentHicas En el módulo anterior presentamos la metodologla de las ciencias fácticas como algo relacionado fundamentalmente con la reconstruc- ción hipotétic~ductivista de las teorlas cientfficas, destinada a hacer ¡posible la contrastación de dichas teorfas a través de sus consecuen- ¡cias observacionales. Citamos los hombres de Carnap, Hempel. Nagel y Popper como autores representativos del conflrmacionismo y el refuta- clonismo -el último deellos-. En adelante nos re,feriremos a estos fi- lósofos con el rótulo de "filósofos clásicos de la ciencia", teniendo en cuenta que sus contribuciones dieron lugar a uno de los momentos más creativos en la historia de la filosofla contemporánea. Por primera vez, fi- lósofos que conocJan la ciencia de su tiempo y también los desarrollos recientes de la lógica matemática elaboraron una fIlosofla de lactencia precisa y sistemática. Hacia fines de la década del cincuenta, esta "filo- sofla clásica" de la ciencia comenzó a recibir las primeras crfticas, que podrlan resumirse asl: 1) el uso excesivo de la lógica deductiva llevaba a muchos epistemólogos a concentrarse en ejemplos demasiado sen- cUJos, fácilmente formalizables pero de escaso significado cientlfico; 2) la reconstrucción de la teorla como sistemas hipotético-deductivos sólo era posible para teorlas muy sencillas -en los otros casos, habla que distorsionar mucho las teorfas para que entraran en tal esquema-; 3) el modelo de ciencia ofrecido estaba lejos de la práctica cientJfica real y no tenia en cuenta los procesos que llevan al descubrimiento de las teo- rlas. la filosofla de las ciencJas de tos aftos sesenta surge como una re- acc.ión historicista frente a este estado de cosas. Como lo afirmá J. Mo. terln en el prólogo al libro de C. U.-Moufines, Exploraciones metacIentifIcas, •.lla filosofla de la cJencia clásica se verá ahora acusada de ser excesiva- mente simplista, de ser más una filosoffade la ciencia"ficción que de la ciencia real. En la ciencia real las teorlas no se construyen por induc- ción ni se destruyen por la regla lógica del modu$ tollens a partir de un solo contraejemplo. la historia y la observación del presente nos muestran que las teorlas se mantienen a pesar de .que no se cumplen en diversos casos, a .pesar de que no resulten aplicables a ciertos domi- nios".las teorras se mantienen mientras haya consenso a su favor en la comunidad cientlfica respectiva; de ah! que en el módulo anterior haya- mos clasificado a esta filosofla de la ciencia como "consensualismo". Entre los nuevos filósofos de la ciencia podemos citar a Kuhn -el más influyente de toOOs-, Toulmin, Hanson; Feyerabend. Dice también Mos- terln que estos nuevos filósofos "sabfan muy poco de lógica y mucho de historia". Muchos de ellos eran, en efecto. historiadores de la ciencia y a ralz de ello decidieron criticar desde la historia la Imagen de la c.iencJa
  • 6. que ofreclan los filósofos clásicos. Las teorlas cientfficas, dicen, no pueden ser estudiadas sin tener en cuenta los procesos que les dieron origen, la forma en que se gestaron. Concentrados exclusivamente en la justificación de las teorlas, los filósofos clásicos ignoraron estos aspec- tos genético-históricos de la ci,encia. Todos ellos dan por sentada una distinción que los nuevos filósofos rechazan: la distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación -terminologla que procede del filósofo alemán Hans Reichenbach, quien la utilizó en su libro Expe- riencia y predicción, publicado en 1938-, que estudiaremos en el próxi- mo parágrafo. Contexto de descubrimiento y contexto de justificación En su articulo "Estructura y validez de las teorlas cientfficas" (ya ci- tado en e"1 módulo anterior), dice Klimovsky: "En este sentido es bueno recordar una distinción que los eplstemólogos hacen frecuentemente: los problemas del conocimiento cientffico, arguyen, constituyen tres con- textos. El primero es el contexto de descubrimiento y abarca todo lo relati- vo a la manera en que los clentfficos arriban a sus conjeturas, hipótesis o afirmaciones. El segundo es el contexto de justificación, que compren- de toda cuestión relativa a la validación del conocimiento, y el último es- tá integrado por todo lo que involucre las aplicaciones de la ciencia y puede denominarse contexto de aplicación (o tecno~gico). De acuerdo con lo dicho, el contexto de justificación antecede al de aplicación. Y obviamente el de descubrimiento antecede al de justificación (...). Una cosa es el cúmulo de factores sociales, polfticos, psicológicos y cultu- rales que pueden inducir a un cientlfico a preferir cierto modo de con- ceptuar en comparación con otro, o a preferir ciertos caminos teóricos con preferencia a tales o cuales, y otra es la verificación o apoyo lógico o emplrico que sus afirmaciones pueden tener. La distinción es impor- tante y vale la pena hacerla". En la Lógica de la investigación cientIflca Popper defiende una divi- sión tajante entre ambos contextos: "He dicho más arriba que el trabajo del cientlfico consiste en proponer teorlas y en contrastarlas. La etapa inicial, el acto de concebir o inventar una teorla, no me parece que exija un análisis lógico ni sea susceptible de él. La cuestión de cómo se le ocurre una idea nueva a una persona -ya sea un tema musical, un conflicto dramático o una teorla cientlfica- puede ser de gran interés para la pslcologla emplrica, pero carece de importancia para el análisis lógico del conocimiento cientlfico (...). Para que un enunciado pueda ser examinado lógicamente de esta forma, alguien tlene'que habérnoslo pre- puesto antes: alguien debe haberlo formulado y habérnoslo entregado para su examen lógico. En cuanto a la tarea de la lógica del conocimien- to -que he contrapuesto a la psicologla del mismo-, me basaré en el supuesto de que consiste pura y exclusivamente en la Investigación de los métodos empleados en las contrastaciones sistemáticas a que debe someterse toda idea nueva antes de que se la pueda sostener seriamen- te". Ya dijimos que los nuevos filósofos de la ciencia rechazan esta dis- tinción. Debe ser eliminada, argumentan, porque en la práctica real de la ciencia es Imposible separar los procedimientos de justificación de las hipótesis de los procesos que las gestaron. Cuando se atribuye un des- cubrimiento a Galileo o Newton, se habla solamente de hipótesis que Galileo o Newton tuvieron buenas razones para proponer, es decir, hipó- tesis que ellos ya consideraban susceptibles de contrastación. En el proceso mismo de concebir una hipótesis están esbozados, según los nuevos filósofos, los procedimientos de justificación. La justificación es asl parte constitutiva del descubrimiento y el análisis de una teorla no es ya un análisis lógico, sino que consiste en comprender los procesos que la dieron a luz pero, una v~z que ha surgido, la teorla no se cristaliza; no existe una versión final de las teorlas a partir de la cual pueda hacer- se una reconstrucción lógica y las correspondientes corroboración o re- futación. Este enfoque conduce a una concepción no normativista de la eplstemologla, contrapuesta a la postura normativista que defendlan los filósofos clásicos. Mientras éstos eran partidarios de una epistemologla que prescribiera o normara la tarea del científico, los fiiósofos moder- nos se inclinan por describir, con un profundo énfasis sociologista, los procesos que dan origen a las teorlas cientlficas. - 1) En la investigación sobre la causa de la fiebre puerperal relatada en el libro de Hempel, distinga los aspectos que e"n su opinión pertenezcan al contexto de descubrimiento de aquellos que formen parte del contexto de justifica- ción. 2) Al estudiar experiencias como ésa, ¿ha encontrado usted alguna razón que fundamente el rechazo de dicha distin- ción por parte de los nuevos filósofos de la ciencia? Jus- tifique su respuesta. Teorla y observación La posiCión de estos nuevos filósofos de la ciencia los ha llevado también a criticar duramente el papel asignado a la base emplrica en la contrastación de las teorlas. En general, enfatizan a tal punto el papel de la teorla frente a la observación que llegan a sostener que las teorlas cientlficas y los marcos conceptuales en los que ellas se encuentran in- mersas, condicionan la observación al extremo de influenciar cómo ve- mos la realidad. No existe para ellos un observador neutral, Objetivo, que sea capaz de interpretar una teorla cientrfica desde fuera. Por el contra- rio, adherentes a distintas teorlas pueden observar hechos distintos aun cuando miren los mismos fenómenos. Ilustran esta tesis del siguiente modo: si, por ejemplo, dos astrónomos adhieren a teorlas distintas sobre el universo, observan cosas también distintas cuando "miran el fir- mamento. Cuando Kepler miraba el Sol -sostienen-, vela el centro fijo del universo alrededor del cual giraban la Tierra y los demás astros; Ticho Brahe observaba, en cambio, un cuerpo celeste que se movla alre- dedor de la Tierra, punto de vista más cercano al sentido común. Esto era asl porque, mientras Kepler crela en el sistema heliocéntrico pro- puesto por Copérnico, Ticho Brahe segula aferrado al sistema geocéntri- co de Tolomeo, que tuvo vigencia precisamente hasta la llamada revolu- ción copernicana. Pueden citarse otros ejemplos para Ilustrar la influen- cia determinante de la teorla sobre la observación. En el siglo XVIII toda-
  • 7. vla estaba vigente la llamada teorla del flogisto (llama, en griego), según la cual todos los materiales combustibles poselan una sustancia o prin- cipio de inflamabilldad a cuya presencia se debla la combustión. Esta teorfa expUcaba una serie de fenómenos relacionados con la combus- tión y la calcinación de los metales al ser calentados. Fue Lavoisier quien, a partir de 1772, refutó esta teorla demostrando que tales fenóme- nos se deblan a que la combustión consistla en una combinación con el oxIgeno. Pero el oxIgeno no habla sido descubierto por Lavoisler sino por Prlestley (clérigo Inglés), que, paradójicamente,segula aceptando la teorla que su descubrimiento permitla refutar; por eso, no hablaba de oxrgeno sino de aire "desflogistizado", o sea, de un aire al que se le ha- bra extrardo el flogisto.Esto es aSf, según los nuevos filósofos, porque el cientffico no registra todo lo que ve sino que observa lo que resulta sig- nificativo a la luz de su teorta. Las teorras se convierten asr en formas estructurantes de la experiencia. Pero el material -es decir, los fenóme- nos que se observan- no es tampoco un material neutro, sino que se estructura en el momento mismo de ser percibido desde el marco con- ceptual de una teorra y sólo dentro de ésta se lo considera observable. Acabarnos de resanar dos de las objeciones más Importantes que ·Ios nuevos filósofos de la ciencia formulan a la concepción hipotétlco- deductivista de la8 teorlas, a saber, la artlficlalldad de la distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación y el escaso énfa- sis puesto en el papel estructurante que desempenan las teorras con respecto a la observación y la experimentación. A estascrfticas se agre- gan otras: la debilidad de la base emprrica como piedra de toque para la puesta a prueba de las teorfas, el rechazo de la distinción entre términos teóricos y observaclonales, el carácter normativo de una epistemologla alejada de la práctica cientIfica real, las dudas sobre el modelo nomológi· co-deductivo de explicactón. Dada la complejidad de tales criticas, que rebasa largamente los Hmites de este módulO, nos coñformaremos con mencionarlas al pasar y dedicaremos la sIguiente sección a examinar có- mo las tesis sostenidas por estos filósofos determinan también una res- puesta distinta a la cuestión de cómo crece el conocimiento, cómo progresa la ciencia. Expondremos primero, en sus lineamientos genera- les,la posición de Kuhn, por considerarlo el autor más representativo de esta corriente -sin que esto implique desconocer la importancia de fi- lósofos como Hanson o Feyerabend, por ejemplo'-:, y luego la compara- remos con las concepciones Inductivfsta y refutacionista del progreso .cientlfico. - Los nuevos filósofos deia ciencia han criticado el papel de la base emPlnca como control de las teorlas cientlficas. Subraye en el parágrafo anterior las frases principales don- de quede expresado este punto de. vista. Tenga en cuenta Que lo Que aquf importa es la relación entre teorla y observa~ clón. 3.2. El progreso de la ciencia Todas las teorlas de la ciencia (inductivismo, refutacionismo, con- sensualismo) afirman que las ciencias progresan. Tal carácter progresi- vo constituye una nota fundamental de las ciencias; seria inadmisible la idea de una ciencia que no progresara. Cada concepción del progreso es coherente con la teorla de la ciencia a la cual pertenece. En los parágra- fos que siguen intentaremos, en primer lugar, caracterizar la concepción del progreso cientlflco de T. S. Kuhn, para luego compararla con las no- tas que adscriben a dicho progreso Popper y el inductivlsmo. En tal &x- posición seguiremos dos artfculos inéditos de un ex profesor titular de UBA, Ricardo Gómez, titulados "Una concepción revolucionaria del progreso cientlfico" y "La concepción neopositivista de la ciencia". El progreso de la ciencia en Kuhn Kuhn sostiene que existen en el desarrollo de una ciencia periodos "normales" (actividad cientlfica normal) y periodos "extraordinarios" (revoluciones cientJficas). Por eso considera necesario analizar el progreso en los periodos de ciencia normal, por una parte, y a través de las revoluciones, por la otra. A continuación resenaremos en forma de tesis las caracterlsticas que Kuhn atribuye al progreso de las ciencias. 1) La ciencia normal es acumulativa. La actividad cientlflca normal, regida por un "paradigma", consiste fundamentalmente en ampliar el conocimiento de los hechos que el paradigma delimita como relevantes, en extender la adecuación entre las predicciones del paradigma y los hechos y en articular cada vez mejor el propio paradigma. La pretensión de realizar exitosamente estas tareas obliga a resolver complejos problemas instrumentales, conceptuales y matemáticos; tales proble- mas son los "rompecabezas" o "enigmas". El paradigma determina cuáles son los auténticos-enigmas y asevera que tienen solución. La ac- tividad cientlfica normal se percibe, pues, como una acumulación de enigmas y soluciones. 2) El desarrollo de una ciencia consiste en una sucesión de pe- rrodos de tradición eslabonados por rupturas no acumulativas. Puede darse el caso de que la comunidad perciba que la naturaleza se resiste a ser totalmente encuadrada en los marcos del paradigma. Estamos en- tonces en presencia de "anomallas". Se pretende en estos casos adaptar la teorla, pero tal adaptación no se logra por un mero ajuste; es necesa- rio visualizar la naturaleza de otro modo y percibir las anomaHas como nuevos hechos cientlficos. Tales cambios se tornan ineludibles cuando las anomaHas han penetrado tan profundamente en las diversas áreas de la ciencia normal, que éstas se encuentran en estado de crisis. A la crisis se responde, cuando se dispone de un nuevo paradigma alternativo, mediante la adopción por parte dela comunidad cientlfica de este nuevo paradigma. Este proceso de transición de un paradigma en crisis a otro nuevo implica una reconstrucción del dominio de los hechos y de muchos de los métodos y aplicaciones del paradigma; por ello, no tiene sentido pensarlo como acumulativo o como una nueva ampliación o corrección del antiguo paradigma. La transición de un paradigma a otro
  • 8. es lo que Kuhn llama "revolución cientlfica". Una revolución cientlfica se caracteriza por: a) la presencia de una creciente toma de conciencia de que un paradigma ha dejado de funcionar adecuadamente; b) resisten- cia por parte de la comunidad cientlflca a abandonar el viejo paradigma, fundada en la fe de que resolverá los problemas que lo ponen en crisis tal como resolvió anteriormente muchos otros; c) división dentro de la comunidad cientrfica entre defensores del statu quo y del cambio. Para dilucidar la cuestión no hay estructuras neutrales; la elección entre pa- radigmas es la elección entre modos incompatibles de ver, pensar y ha- cer de una comunidad. Cada grupo trata de imponer su paradigma y para ello argumenta desde él. Tal discusión sin patrones unificadores no puede conducir a ninguna solución. De ahl la necesidad de técnicas de persuación para convencer a los remisos de que adopten el nuevo para- digma. Si se tiene éxito, se estará, no ante una elección efectuada sobre la base exclusiva de la argumentación, sino ante una real "conversión" de la comunidad cientlfica. Dada la conversión, o sea, aceptado el nuevo paradigma, la revolución cientlfica se ha consumado. Como resultado de ella se producen cambios profundos en los rriembros de la comuni- dad: a) cambia "lo que se ve" -los paradigmas determinan la experien- cia-; b) cambia el significado de los términos. Ambos cambios hacen que el proceso de transición suscitado a través de cada revolución con- duzca de periodos de ciencia normal a otros periodos de ciencia normal en los que ningún aspecto puede considerarse como prolongación o mo- dificación correctora de lo que se daba en el paradigma anterior. Lo que se ve es distinto, lo que s-ignifican los términos es distinto, los mo- dos de hacer son distintos, sin que haya lenguaje común ni patrón neutro de evaluación. Por ello, los paradigmas son "inconmensurables" (es decir, no comparables), y las revoluciones constituyen hiatos (saltos) en el desarrollo de una ciencia. Podemos sintetizar gráficamente la pro- puesta kuhniana sobre tal desarrollo: Ciencia normal - AnomaUas - Crisis - Revoluciones - Ciencia normal... En las etapas sucesivas hay una comprensión cada vez más detalla- da y refinada de la naturaleza; hay aumento en la articulación y la espe- cialización. No podemos decir que el nuevo paradigma abarca más (o menos) hechos que el anterior, pero en el pasaje de uno a otro hay un avance en profundidad: si se pasa de un paradigma que no resuelve de- terminadas anomaUas a otro que es capaz de abarcarlas, quiere decir que los paradigmas sucesivos son cada vez mejores para la solución de enigmas. 3) El progreso a través de las revoluciones sólo se da si, ante la com- petencia de al menos dos paradigmas, uno de ellos obtiene la acepta- ción de la comunidad cientlfica. Las comunidades cientlficas están constituidas por practicantes de una especialidad que comparten una educación análoga y una misma bibliografla técnica; como resultado de ello, se ven a si mismos y son vistos por otros como capaces de alcanzar objetivos que todos comparten; dentro de tales grupos la comunicación es completa y los juicios generalmente unánimes. Una revolución cient!- fica-puede ser vista como un cambio que entrana una radical reestructu- ración de los acuerdos del grupo. 4) El progreso es nota exclusiva de la ciencia madura. El desarrollo de la ciencia es distinto al de otros campos y sólo tiene lugar cuando la ctencia alcanza la "madurez", a la cual se arriba cuando emergen de la teorla técnicas predictivas exitosas y cada vez mejores. 5) El progreso a través de las revoluciones tiende a enmascararse como acumulativo. Ello se debe a que la imagen de la actividad cientlfi- ca se toma de los libros' de texto. Estos libros, las revistas de divulga- ción y las obras filosóficas concebidas y desarrolladas a partir de ellos tienden a registrar a lo sumo los resultados estables de las distintas revo- luciones. AsI todo aparece como una tradición acumulativa de ciencia normal y las revoluciones se tornan "invisibles". 6) El progreso no es continuo. Ya hemos dicho que las revoluciones constituyen auténticos hiatos o discontinuidades en el desarrollo de las ciencias. No sólo interrumpen perIodos de actividad cientlfica normal, sino que además, debido a la inconmensurabilidad entre paradigmas, introducen discontinuidades globales, que involucran la percepción, el lenguaje, los métodos. 7) No es acercamiento a la verdad. El progreso no es una evolución hacia un objetivo determinado sino, a lo sumo, un mejoramiento desde el conocimiento disponible; lo más que puede afirmarse es que cada pa- radigma nuevo es un instrumento mejor para resolver enigmas. Comparación de las tesis kuhnianas con el refutacionismo Consideraremos las notas más salientes que Popper adscribe al progreso de la ciencia, concentrándonos especialmente en las que más difieren de las tesis kuhnianas sobre el particular. 1) Popper no está dispuesto a reconocer la existencia de perIodos como los de Kuhn considera de ciencia normal. Por eso sostiene que el progreso es una caracterlstlca infaltable de la ciencia y que es único, es decir, que es siempre del mismo tipo. 2) Tal progreso consiste en pasar de teorlas que suministran expli- caciones satisfactorias -éste es el objetivo de la cienc.ia- a teorlas que proporcionan explicaciones aun más satisfactorias. La ciencia progresa acercándose cada vez más a su objetivo y las teorlas sucesi- vas son comparables. 3) Consiste también en pasar de teorlas de un cierto grado de vero- similitud a teorlas de mayor grado de verosimilitud -es decir, que están más cerca de la verdad-o La verdad constituye una meta inalcanzable, pero la ciencia se acerca a ella cada vez más; la relación teorla-hechos tiende hacia un limite, cosa que Kuhn niega. 4) El progreso cientlfico implica aumento de la capacidad crItica. En la ciencia la actitud critica consiste en contrastar nuestras teorlas, o sea en tratar de refutarlas. Para Kuhn, tal actitud crItica no es propia de toda la actividad cientlfica -no aparece, por definición, en la actividad cientlfica normal- sino que sólo se justifica en los perIodos revolu- cionarios, y ni siquiera en estos casos tien~ las caracterlsticas que Pop- per le atribuye. 5) En cierto sentido, el progreso cientlfico es continuo. El hombre de ciencia está empenado siempre en el mismo tipo de actividad, sin hiatos en el tiempo; además, no hay entre dos teorlas sucesivas discon- tinuidades conceptuales que las tornen Incomparables. 6) El esquema del desarrollo del conocimiento cientlfico es para Popper el siguiente: P1 - TT - EE - P2 1
  • 9. La ciencia comienza con problemas (P1). Nuestra meta es conseguir teorlas tentativas (TI) que no sólo sean interesantes y altamente contras- tables, sino que hayan superado mejor que sus rivales contrastaéiones severas realizadas para eliminar errores (EE); que, por lo tanto, resuelvan mejor sus problemas y que, si son refutadas, den lugar a nuevos proble- mas inesperados y fecundos (P2). Las diferencias capitales con el es- quema de Kuhn son: a) Popper no reconoce la existencia de perIodos de ciencia normal; b) supone que en el desarrollo de la ciencia no inter- vienen factores extraclentrticos, mientras que las propuestas kuhnianas sobre la adopción de paradigmas nuevos se oponen frontalmente a se- mejante "neutralidad"; c) afirma que el desarrollo progresivo comienza con problemas y conduce siempre a nuevos problemas. En Kuhn los problemas desempenan un papel importante, pero no están concebidos del mismo modo: es la resolución de cierto tipo de problemas (los enig- mas) lo que constituye la tarea clentfflca normal y es el surgimiento de problemas excepcionales (las anomaHas) lo que Inicia el camino hacia las revoluciones cientrflcas. Estas dos maneras de entender el progreso de la ciencia son radi- calmente distintas; en última instancia, esto se debe a que nos enfrenta- mos con concepciones de la ciencia profundamente diferentes. Para mostrarlo, senalaremos algunas de las discrepancias entre ambas teo- rlas. a) Mientras que en Popper el concepto básico para el análisis de la ciencia es el de teorla, en Kuhn lo es el de paradigma, ya que la ciencia normal se define como la que está regida por un paradigma. b) En Kuhn, la experiencia es "constituida" por el sujeto. En ciencia normal son los paradigmas los que delimitan los enigmas, y en los pe- rIodos revolucionarlos debe reeducarse la percepción. c) En oposición a Popper, Kuhn sostiene que para comprender la ac- tividad cientrtica es fundamental comprender el lugar que ocupa y la función que desempena la actividad del sujeto, En efecto, la comunidad cientlflca determina las caracterlsticas de la ciencia normal y, en los pe- riodos revolucionarios, la aceptación del nuevo paradigma. d) Popper reduce la metodologla de las ciencias fácticas a las cues- tiones vinculadas con el contexto de justificación. Kuhn sostiene que la distinción entre ese contexto y el de descubrimiento no es ante(ior al análisis del conocimiento sino que es una hipótesis más; que forma par- te de una teorla y que debe ser sometida a las pruebas a las que se so- mete cualquier teorla. Por otra parte, no está Incluida en su teorla de la ciencia, ya que en la noción de paradigma hay ingredientes que pertene- cen al contexto de descubrimiento. e) Kuhn sostiene que en la actividad cientlfica Intervienen elemen- tos extraclentlficos y que, comO consecuencia de ello, una teorla de la ciencia debe plantear cuestiones y proponer tesis "exteriores" a la lógi- ca ya la metodologla, ya sea pertenecientes a la historia de las ciencias, o a la sociologla, o a la psicologla social o a la teorla de los valores. En la descripción que hace Kuhn de la transición de un paradigma a otro se pone de relieve la referencia a elementos extracientlficos (fe, conver- sión, persuasión). f) Lo que hace a la ciencia racional, según Popper, es el modo en que elégimos entre teorfas: mediante el análisis critico, de'i':minando cuál constituye un mayor acercamiento a la verdad. Pero tal determina- ción sólo requiere del análisis lógico y matemático y de argumenta- ciones que no recurren a elementos extraclentlficos. Si aplicamos a Kuhn tal canon de racionalidad, se comprenden las acusaciones de irra- cionalismo de que ha sido Objeto su concepción de la ciencia. Comparación con el inductivismo Para comparar la concepción kuhniana del progreso clentrfico con la Inductlvlsta basta con resenar las tesis fundamentales de esta última, ya que las diferencias resultan muy notorias -más notorias que las que acabamos de sei'lalar con el refutacionlsmo-. 1) Para el inductlvlsmo, el progreso cienUfico incluye el descubri· miento de nuevos hechos y nuevas leyes, mientras que, según Kuhn, en los perlados de ciencia normal no se tiende a novedades fácticas. La ac- tividad clentlfica normal está dedicada a la resolución de enigmas cuyo planteamiento y solución son orientados por el paradigma, de modo que "normalmente" no se lispira al descubrimiento de hechos nuevos; esto último está reservado para los momentos en que se resuelven las ano- mallas mediante la adopción de un nuevo paradigma. 2) Para el inductlvismo en su versión conflrmacionista -la única vi- gente-, el progreso clentlflco sighifica aumento en la probabilidad de ras hipótesis. 3) El progreso es continuo. 4) Es acumulativo. 5) Hay criterios de progreso, es decir, hay criterios que permiten ele- gir la mejor entre dos teorlas rivales, que permiten determinar cuál de eUas constituirá un progreso en caso de que se la acepte; las notas que hemos sei'lalado (mayor poder explicativo, grado de confirmacrón rt'lás elevado) pueden suministrar tales criterios,. 6) El progreso de la ciencia no tiene fin. 7) No hay leyes que lo regulen, y, po.r lo tanto, no se puede p.redecir el estado futuro de la ciencia. Algunas criticas a la posición de Kuhn Citaremos dos dificultades que se han sei'laladoen la concepción de Kuhn según Popper, Lakatos y SCheffler, ·entre otros. La primera de ellas se relaciona con la ya mencionada acusación de irraclonallsmo. Tanto' para el inductlvtsmo corno para el refutaclonismo hay una base empfrlca neutral que sirve para comparar teorlas rivales y decidir entre ellas. Para Kuhn, en cambio, la base emplrlca está constituida o delimita- da por el paradigma, de modo que, al cambiar de paradigma, se cambia también de base emplrica. No hay ningún campo neutral, ningún criterio que haga p()Slble la comparación de paradigmas'rivales. Tanto el aban~ dono de un paradigma como ta aceptación de otro son actos "irraciona- les" de la comunidad cientrtica. Los cientlficos se forman profesional- mente dentro de un paradigma y ven e.1 mundo a través de él. Un cambio de paradigma no es el resultado de una elección .taclonal; se parece más bIen a una conversión religiosa_ "-' Silos paradigmas son-Inconmensurables, esto implica además que no hay progreso en un sentido fuerte -por ejemplo, en un sentido como el de acercamiento a la verdad-o Pero, ¿es aceptable .Ia Idea de que la ff- sica no progresó -no se acercó a la vérdad- desde Aristóteles hasta hoy? SI r.chazamos tal idea, estamos comparando paradlgmas'''desde afuera'!, nos estamos situando en una zona neutraJ.En resumen, si ad- mitimos que cada paradigma constituye un mundo y que no hay criterios de evaluación externos, debemos descartar la pOSibilidad de un progre- so cj:entlflco que, sin embargo, la historIa de la ciencia parece mostrar. Por otra parte, si la aceptación de paradigmas es un acto Irracional,
  • 10. no parece posible evitar el relativismo. Pertenece a la ciencia todo lo que la comunidad cientlfica decide irracionalmente admitir en ella, yes- to es algo que, por supuesto, varia de una comunidad cientlfica a otra. La segunda dificultad que queremos citar se relaciona con las no- ciones de anomalla y crisis. Si es el paradigma el que constituye o deli- mita los hechos, ¿cómo se explica el surgimiento de ahomallas, espe- cialmente de anomallas persistentes y graves, como las que dan lugar a las crisis? Dicho de otro modo, si el mundo sólo se ve a través del para- digma e incluso es constituido por éste, ¿por qué razón puede algo em- pezar a funcionar mal? La presencia de una anomalla sólo puede ser la discrepancia entre algún resultado de la investigación normal y lo que de hecho se observa; pero, ¿cómo se puede producir discrepancia si la propia base emplrica está determinada por la teoria o el paradigma? Con otras palabras: si no hay una zona neutral desde la cual juzgar objetiva- mente un paradigma, ¿con respecto a qué las anomallas son tales? La ca- racterización kuhniana de los paradigmas parece llevar a la conclusión de que no puede haber anomallas, que, sin embargo, resultan necesarias en la misma teorla de la ciencia para explicar los cambios de paradigma, es decir, las revoluciones cientlficas. No hemos pretendido en los párrafos precedentes demostrar que la teorla de Kuhn es falsa y debe ser rechazada. Hay contraargumentos que defienden muy bien su postura. Sólo hemos querido mostrar, una vez más, que, como ya lo dijimos en el módulo anterior, los problemas epis- temológicos siguen siendo objeto de una discusión todavlaabierta. - En las investigaciones clentlficas llevadas a cabo por Torri- celli, Adams y Pasteur (relatadas por Hempal la primera de ellas y las otras en el Módulo 2). a) Indique si se trata de un progreso que responde al mode- lo inductivista o al refutacionista, fundamentando su res- puesta. b) Senale si además el tipo de progreso registrado en cada una de esas investigaciones puede ejemplificar también alguna de las tesis de Kuhn al respecto. 3.3. La revolución copernicana y la ruptura con el paradigma aristotélico1 En el parágrafo anterior hemos resenado la concepción kuhniana del progreso cientlfico y hemos presentado, entre otras, la noción de paradigma. Para facilitar la comprensión de esta compleja pro~emática, expondremos ahora un ejemplo histórico de revolución cientlfica, es de- 1 Para los detalles técnicos de las teorlas astronómicas brevemente resenadas en esta sección recomendamos al lector la blbllografla citada al final de este texto. 1 cir, de reemplazo de un paradigma por otro: la llamada "revolución co- pernicana". Comenzaremos por esbozar el paradigma aristotélico, que gobernó el pensamiento cientrfico desde los antiguos griegos hasta precisamente la revolución copernicana, en el siglo XVI; pero, a modo de introducción, diremos primero unas pocas palabras sobre algunas de las cosmovi- siones anteriores. Una de las primeras ciencias que surgieron en la his- toria fue la astronomla. Ya alrededor del al'o 3000 a.C. los egipcios y ba- bilonios sintieron la necesidad de dar una descripción del universo en que vivlan; a titulo de ilustración, transcribiremos un pasaje del libro Los sonámbulos, de Arthur Koestler: "El mundo de los babilonios, egipcios y hebreos era como una ostra, con agua por debajo yagua por encima, to- do sostenido por el sólido firmamento. Era de dimensiones moderadas y estaba seguramente cerrado por todas sus partes (...) la ostra de los ba- bilonios era redonda; la Tierra un monte hueco colocado en su centro y bal'ado por las aguas inferiores; por encima se extendla una sólida capa cubierta por las aguas superiores. Estas últimas se filtraban a través de la bóveda en forma de lluvia y las aguas inferiores surglan en fuentes y. manantiales. El Sol, la luna y las estrellas avanzaban en una lenta danza a través de la bóveda; entraban en escena por puertas situadas en el Es- te y desapareclan a través de puertas situadas en el Oeste. El universo de los egipcios era una ostra más rectangular o más bien una caja; la Tierra era el piso; el cielo, una vaca cuyas cuatro patas descansaban en los cuatro ángulos de la Tierra o bien una mujer que se apoyaba sobre sus codos y sus rodillas; más adelante fue una tapa metálica abovedada (...) las estrellas fijas eran lámparas suspendidas de la bóveda o sosteni- das por dioses. los planetas navegaban en sus propias naves a lo lar- go de canales de la Vla láctea, gemelo celeste del Nilo. Alrededor del quince de cada mes la divinidad luna se vela atacada por una feroz marrana que la devoraba a lo largo de una agonla que duraba quince dlas; luego renacla. A veces la marrana se la devoraba por entero y se producla entonces un eclipse lunar; a veces una serpiente se devoraba el Sol, lo cual provocaba un eclipse solar. Pero estas tragedias, como las que se suel'an, eran a la vez reales e irreales; en el interior de su caja o de su seno materno quien sonaba se sentla muy seguro" (pp. 19-20). Hemos citado el párrafo precedente, primero, por la belleza de la descripción; segundo, porque Ilustra la diferencia entre un mito y una explicación cientrfica, y, por último, para mostrar que en el esquema de universo de estos pueblos ya estaba presente una caracterlstica que habrla de transmitirse a las concepciones posteriores: la necesidad de un modelo de universo que brindara seguridad al hombre que lo habita- ba. Esta seguridad, opina Koestler, provenla de que, pese a la tumul- tuosa "vida privada" de la divinidad luna y la divinidad Sol, sus apari- ciones y movimientos eran regulares y previsibles, y a partir de ellos se podla determinar la duración del dfa y de la noche, las estaciones, las lluvias, las épocas de cosecha, etc. No intentaremos ni siquiera mencionar las cosmologlas o cosmovi- slones que sucedieron a las de los egipcios y babilonios; lo que nos inte- resa mostrar es cómo una nueva teorla astronómica, la de Copérnico, rompe con una larga tradición en la cual habla imperado la cosmologla de Aristóteles; por eso, dedicaremos el parágrafo que sigue al estudio del paradigma aristotélico.
  • 11. El paradigma aristotélico Antes de Aristóteles, los griegos hablan dado a luz dos sistemas he- liocéntricos -los de Heráclides y Aristarco~, es decir, dos sistemas que colocaban al Sol como centro del universo; sin embargo, dice Koestler, Aristóteles ignoró estos sistemas y "volvió a cerrar la puerta de este universo, empuJó la Tierra al centro del mundo y la privó de movimien- to". El modelo de universo que se origina en Aristóteles tiene vigencia hasta la aparición de la teorla de Copérnico.Pero, antes de indagar el porqué de esta larga vigencia, nos parece conveniente explicar de m.odo sencillo en qué consistla tal modelo de universo. Para ello, reseñaremos los fenómenos celestes que preocupaban a los astrónomos de la época, ya que estos fenómenos eran lo que las distintas teorlas sobre el univer· so pretendlan explicar. Mediante la observación directa de los cielos, los griegos hablan descubierto cuatro fenómenos que serian fundamentales para todo el desarrollo posterior de la astronomla. En primer lugar,las estrellas pare- cen mantener sus posiciones relativas constantes a través del tiempo, pero también parecen desplazarse todas juntas en el cielo. Si se observa con atención, se ve qtle el conjunto de las estrellas sigue una trayectoria aparentemente circular y que todas ellas rotan aJrededor de un eje ima- ginario. Debido a esta manera de considerar a las estrellas como fijas en sus posiciones relativas pero rotando en su conjunto alrededor de un eje, se las concibió como incrustadas en una esfera, que recibió la deno- minación de esfera de las estrellas fijas. El segundo fenómeno celeste que se observó fue que, además de las estrellas, durante la noche se po- dran ver otros cuerpos celestes o astros que. si bien acompañaban el movimiento de toda la constelación en su marcha de una vuelta por dla, no pareclan mantener constantes sus posiciones relativas, sino que pa- recran desplazarse con un movimiento propio. Si observáramos la posi- ción de estos astros con respecto a las estrellas fijas, al cabo de un tiempo verlamos que se encuentran más lejoS o más cerca de ellas. A es- tos astros que parecran tener movimiento propio se los llamó planetas. En tercer lugar, los griegos observaron que estos planetas marchaban por el cielo y, en determinado momento, pareclan detenerse ya conti- nuación retroceder para, una vez llegados a cierto punto de su retroceso, recomenzar el avance. Esto es lo que se llamó el movimiento retrógrado de los planetas. El cuarto fenómeno observado fueron los cambios en la luminosidad de los planetas, cuya luz parece tener en ciertos momentos una Intensidad dos o tres veces mayor que en otros. Por supuesto, no fueron éstos los únicos hechos observados en aquella época; los hemos seleccionado porque fueron los fenómenos centrales alrededor de los cuales giraron las distintas teorlas astronómicas desde Aristóteles y porque los errores y fallas en las tentativas de explicarlos y predecirlos fueron decisivos para el abandono de la astronomra aristotélica y el sur- gimiento de la teorla copemicana. Pasemos ahora a describir el modelo aristotélico de universo, acep- tado por los astrónomos y llamado por Kuhn el universo de la8 do8 esfe- ra8. la Tierra estaba fija, sin movimiento, en el centro de un gran es·fera, Esto no es extraño para el conocimiento comlln, puesto que no percibt- mos directamente el movimiento de la Tierra. Otra gran esfera celeste envuelve a la primera yen ella se encuentran todas las estrellas; ésta es la esfera de las estrellas fijas, que gira alrededor de la Tierra. Este movi- miento permitra explicar el hecho de que las posiciones relativas de las estrellas entre si permanecieran constantes, que es el primero de los fe· nómenos celestes mencionados, o sea que las estreJlas.no SE! nueven unas respecto de las otras porque es, tod~ la esfera la que gira alrededor de la Tierra. Fuera de la esfera de las estrellas fijas no habla nada, ni ma· teria ni espacio. Alrededor de la Tierra se mueven también los planetas, acompanando a la esfera celeste. Si hiciéramos un corte en esa esfera, el centro estarla ocupado por la Tierra, en la periferia estarlan las estrellas fijas en la ,esfera celeste y entre ellas y la Tierra estarlan todos los planetas. Estos astros también darlan una vuelta al dla acompanan· do a la esfera ceJeste, pero además tendrlan, como ya lo hemos dicho, un movimiento propio. Los astros que conoclan los griegos eran el Sol, que ocupaba el tercer lugar; entre la Tierra y el Sol, Mercurio y Venus; después del Sol, Marte, Júpiter y Saturno; no se contaba la Luna, de la que ya se sabia que giraba alrededor de la Tierra. La figura 1 ilustra este universo de las dos esferas. Figura 1 ; Esfera de las estrellas fijas Aparente rotanelón diaria de una estrella fiJa De este universo de las dos esferas nos interesa destacar los si·' guientes aspectos: 1) Todos los movimientos celestes son circulares. Desde la anti- gQedad se suponla que el movimiento circular era el más simple y perfecto, el único que podla ser propio de los astros. 2) El universo está dividido en dos reglones: a) Mundo sublunar: comprende la Tierra, ubicada en el centro del universo, y llega hasta la esfera de la Luna. b) Mundo supraluilar: comienza en la esfera de la Luna, pasa por las esferas de los planetas, cada vez más lejanos, y llega a la 1
  • 12. esfera de las estrellas fijas, que resulta ser, además, el limite mismo del universo. Ambas regiones tienen caracterlstlcas totalmente distintas: el mundo terreno (sublunar) es imperfecto, y todo en él es perecede- ro, corruptible; el mundo celeste (supralunar) es perfecto, eterno e incorruptible. Pero este universo de las dos esferas, en el cual el movimiento de las estrellas fijas no planteaba ya ningún problema, no daba cuenta del movimiento de los demés astros y en especial del movimiento de los plane- tas (2do. y 3er. fenómeno observado por los griegos). Se debe a otro discl- pulo de Platón y contemporáneo de Aristóteles, Eudoxo, matemático de profesión, la tentativa de explicar dichos movimientos. En el universo de las dos esferas cada planeta estaba ligado a una esfera transparente propia y todas las esferas giraban alrededor de la Tierra. Pero estas esfe- ras no explicaban las aparentes "detenciones" y "retrocesos" que parecran tener 'Ios planetas en su deambular por el cielo. Para dar una respuesta satisfactoria a este problema, Eudoxo no asignó una sola es- fera a cada planeta sino varias, llegando a un universo sumamente complicado por el número de esferas que se hacia necesario. Pero, pese a estas complicaciones, que explicaban el movimiento retrógrado y per- mitran hacer predicciones con cierto grado de exactitud, el modelo de universo de Eudoxo no explicaba la distinta intensidad de luz o brillo de los planetas (4to. fenómeno observado), que se hacia particularmente evi- dente en Marte, Venus y la Luna. Fue Tolomeo de Alejandrla (siglo 11) quien construyó, sobre la base del modelo aristotélico, el sistema astro- nómico que tendrla vigencia hasta Copérnico. Como la hipótesis de la circularidad de los movimientos era "into- cable", Tolomeo apeló a recursos que pueden ser considerados hipóte- sis ad hoc. Daremos ejemplos: manteniendo la circularidad del movi- miento de los planetas se agregó una serie de subórbitas llamadas "epi- ciclos", que tenlan el centro en la órbita principal y describlan un circulo (fig. 2). Figura 2 Otro recurso fueron las "excéntricas", según las cuales la Tierra no estaba en el centro exacto del clrcuto de la órbita planetaria, sino que éste era desplazado a un punto (punto excéntrico) sobre el que se descri- bla un cIrculo a partir del cual giraba el epiciclo correspondiente (1ig. 3). La figura 1 Ilustra el movimiento retrógrado de los planetas según el sistema de Tolomeo. En el centro del sistema puede observarse la Tierra. El p.laneta Mercurio, por ejemplo, gira alrededor de la Tierra for- mando una órbita llamada deferente; pero a su vez gira sobre el deferen- te formando epiciclo. a fin de poder explicar precisamente el movimien- to retrógrado, el momento de detención aparente y luego su posterior marcha. Por ejemplo, en M1, Mercurio estarla en un momento de aparen- te detención; luego en M2 parece haber retrocedido, por cuanto ha dado una vuelta como un rulo hacia atrás, y luego en M3 ha avanzado en su ór- bita respecto de la Tierra. Pero tal complejo sistema de eploiclos convlvla con otra anomalla: no daba cuenta del grado distInto de Intensidad de luz que tenlan los planetas durante la noche según su distancia de la Tierra, que constitula el último de los problemas que preocupaba a los astrónomos de la época. Hoy sabemos que tal problema era producido por el hecho. de que las ór- bitas no son circulares, sino ellptlcas. Para superar esta anomalla Tolo- meo recurrió, como ya lo mencionáramos, al recurso ad hoc del llamado "excéntrico móvil", tal como lo Ilustra la figura 3. Según este recurso, el centro del deferente ya no colncldla con la Tierra y se lo hacia mover sobre un pequeno cIrculo cercano a la Tierra, llamado excéntrico, y sobre un punto de éste, llamado punto excéntrico, se hacIa partir lo que serIa una especie de radio del deferente, lográndose una especie de órbita ovoide que explicaba por qué Mercurio tenIa distinta Intensidad de luz según su distancia a la Tierra. No obstante lo~ nuevos e ingeniosos re- cursos~ntroducldos por Tolomeo, su sistema siguió presentando Impre- cisiones que constitulan auténticas anomallas, tanto en las explica- ciones como en las predicciones. Figura 3 9 o (3 a::: w Pasemos ahora a considerar la pregunta que realmente Interesa a nuestros fines: ¿por qué un sistema tan complejo como el de Tolomeo tuvo vigencia hasta el Renacimiento? En otras palabras,ya que el slste-
  • 13. ma de Tolomeo era la culminación más refinada del modelo de universo aristotélico y constituyó lo que según Kuhn serIa el "paradigma tole- malco", podrlamos entonces reformular la pregunta del siguiente modo: ¿cuéles fueron las razones que hicieron del sistema de universo aristotélico-tolemaico un paradigma con vigencia hasta el siglo XVI, en el cual aparece La revolución de las esferas celestes, de Nicolés Copérnico? y luego podrlamos formularnos también la pregunta siguiente: ¿cuéles fueron las'causas o más bien las razones que permitieron el resquebraja- miento del paradigma aristotélico-totemaico, provocaron su ruptura y posibilitaron la aparición del nuevo paradigma copernicano? A estas preguntas trataremos de responder en el parágrafo siguiente. La ruptura con el paradigma aristotélico y el surgimiento del paradigma copernicano En La revolución copernlcana, Kuhn se formula nuestra primera pre- gunta de la siguiente manera: ¿por qué, pese a las reales dificultades que presentaba el sistema tolemaico, los astrónomos continuaron du- rante tantos anos sosteniendo que la Tierra se encontraba en el centro del universo? Luego intenta responderla y nosotros trataremos ahora de reconstruir su respuesta en una forma que seguramente resultará algo esquemática e incompleta. Según Kuhn, la respuesta más familiar con- slstlrla en afirmar que, puesto que Aristóteles fue el más grande filósofo y clentrfico de la antigOedad, eso mismo lo hacIa ser considerado una autoridad en toda cuestión referida a la ciencia y a la cosmologla. Pero Kuhn sostiene que esto es sólo el comienzo de la respuesta, porque hu- bo muchas afirmaciones aristotélicas que algunos de los filósofos pos- teriores rechazaron como falsas, modificando su doctrina, pero son muy pocas las crIticas a Aristóteles que Influyeron en la revolución coperni- cana. La respuesta de Kuhn es la siguiente: la tesis de la Tierra como centro del universo tuvo 1800 anos de vigencia porque ella se relaciona con muchos otros conceptos importantes del pensamiento aristotélico. Un universo aristotélico podla ser construido de cualquier forma, ya sea a la manera de Eudoxo o de Tolomeo, pero no podrta haber incluido ja- más la idea de una Tierra en movimiento, es decir, la idea de conside- rarla como un planeta más. También podrlamos preguntarnos ahora: ¿por qué tal tesis aristotélica fue considerada casi un dogma de fe? Se- gún Kuhn, y en esto radica la riqueza del concepto de paradigma o mar- co conceptual, tal tesis era inamovible, porque ella conformaba un siste- ma de creencias altamente coherente con otros pensamientos de carác- ter no astronómico. En primer lugar, cómo además se verá con mucho mayor cuidado en la sección 3.4., la concepCión. de una Tierra estática era coherente con el concepto de movimiento que sostenla Aristóteles. En efecto, Aristóteles crela que, en ausencia de fuerzas externas prove- nientes de los cielos, todos los elementos de la Tierra permaneclan en reposo en la parte de la región terrestre que era natural a él. La Tierra estaba naturalmente quieta en el centro y, puesto que la astronomla y la flsica de la Tierra no son ciencias Independientes, la tesis de un Tierra fi- ja en el centro del universo implicaba una flsica del reposo y viceversa. En segundo lugar; la tesis de la Tierra como centro estático es cohe- rente con la concepción aristotélica conocida como plenum (que quiere decir algo asl como universo "lleno" o "pleno"). Esta concepción está a menudo referida al "horror al vaclo" que generalmente se atribuye al pensamiento griego y puede enunclarse de la siguiente manera: "La Na- 4 turaleza actúa siempre previniendo la formación del vaclo". A partir de es- ta afirmación o ley, si se quiere, los griegos explicaban una gran canti- dad de fenómenos naturales. Por ejemplo: si se da vuelta una botella con un pico muy pequeno, el agua no saldrá de eUa hasta que no se haya hecho un segundo or.11icio, porque sin este segundo agujero por donde entra el aire, dentro de la botella se producirla un vacfo. Además, para Aristóteles y sus sucesores este "horror al vaclo" fue algo mucho más que un principio experimental aplicable a Jos fenómenos naturales de la superficie de la Tierra. En efecto, Aristóteles sostenla no solamente que de hecho no habla vaclo, sino que en principio no podla hab.er vaclo en ninguna parte del universo. El concepto de yacIo era tan contradictorio para Aristótel.es como el de "cuadrado redondo". Pero, en ausencia de los contraejemplos y experiencias que hoy poseemos, esta tesis aristoté- lica era convincente, puesto que ella sirve para explicar las dificultades que se presentaron res'pecto de los conceptos de materia y espacio. Aparentemente, el espacio puede ser definido en términos de vOll;lmen ocupado por un cuerpo y en ausencia de un cuerpo material no hay na- da en término de lo cual definir "espacio": el espacio no puede aparente- mente existir por si mismo; materia y espacio son inseparables. Como dos lados del mismo ángulo y por lo tanto no hay espaciO sin materia; según las propias palabras de Aristóteles, "no hay cosas dimensIonales que no sean sustancias materiales". Esta concepción, sumada al prlnci- plo experimental al que aludlamos antes y comb1nada con la autoridad de la lógica aristotélica, se volvió inmediatamente -al decir de Kuhn- un ingrediente esencial de las teorlas cosmológicas y astronómicas de la época. Por ejemplo, está presente en la explicación de la duración del movimiento dentro de la esfera de las estrellas fijas: si cualquiera de los cuerpos terrestres o celestes fueran reemplazados por el vaclo, todo mo- vimiento cesarla. Y aqul radica precisamente la base de la finitud del universo. Fuera de la esfera de las estrellas fijas no habla nada, nlespa- cio ni materia. Asl, la infinitud del universo es rechazada por Aristóteles, porque si el universo fuera infinito. no tendrfa centro, y si el universo no tuviera centro, las cosas de la Tierra no tendrlan posición natural. Ade- más, la suposición de un universo infinitoatentarla contra la unicidad de la Tierra. Vemos asr que la concepción del plenum aristotélico está ImpHcada en la duración del movimiento, la finitud del espacio, las leyes del movimiento sobre la superficie terrestre y la unicidadde la Tierra. Pe- ro es necesario hacer notar lo siguiente: la concepción del ptenum no -implica lógicamente las demás tesis y tampoco la unicidad de la Tierra, el reposo de la mism~, etcétera, implican lógicamente la concepción del plenum. Simplemente se afirma que tales tesis constituyen un todo coherente y según Kuhn no es casual que ambos puntos de vista hayan sido sostenidos conjuntamente hasta la apariCión de Copérnico. El tercer factor que para Kuhn Interviene en la vigencia del paradig- ma aristotélico-tolemaico es el que él titula "la majestad de los cielos", y alude directamente al mundo supratunar, perfecto, eterno e in- corruptible del que ya hablamos en el parágrafo anterior, y que se basa- ba en la seguridad que dicho mundo ofrecla frente a la Inseguridad de la vida terrestre. Pero,segúnKuhn,esta misma división del universo en la reglón sublunar y la s'upralunar depende expHcltamente de la posición central de la Tierra y de la simetrlaperfecta de las esferas q'ue genera- ban los movimientos de las estrenas y los planetas. Por último, todas estas concepciones aristotélicas, brevemente es- bozadas aqul, confluyen más tarde con la doctrina teológloa cristiana y dan como resultado uÁ universo cuya estructura tiene significado tanto
  • 14. religioso como flsico: "El infierno está en el centro geométrico; Dios ocupa el trono más allá de la esfera de las estrellas; cada esfera planeta- ria y epiciclo es girado por un ángel". A esta concepción aristotélica del poder de los cielos se hace también necesario agregar las creencias astrológicas que pasan a fortalecer el paradigma aristotélico-tolemaico, al extremo de que durante 1800 años la astrologia funcionó inseparable- mente ligada a la astronomla, al mismo tiempo que era una profesión al- tamente exitosa. De esta forma, para Kuhn la astrologia y la llamada ma- jestad de los cielos son un ejemplo más de una consecuencia indirecta de la concepción de la unicidad y estabilidad de la Tierra, que también se rompe con la astronomla de Copérnico. En slntesis, la concepción aristotélico-tolemaica no era simple· mente una teorla astronómica, sino que constitula exactamente un marco conceptual o paradigma que contenla concepciones extra- astronómicas, convincentes, de apreciable pOder explicativo de 105 fe- nómenos de los cielos y de la Tierra, relacionada con aspectos reli- giosos y astrológicos y que, pese al grado de complejidad teórica que contenla, conformaba una cosmovisión coherente y segura. Pasemos ahora a preguntarnos: ¿qué hechos debieron suceder para que esta cosmovisión tan coherentemente armada comenzara a res· quebrajarse y dar así la posibilidad para la producción de una revolu- ción cientlfica? Las razones que podrlan esgrimirse a fin de explicar el resquebraja- miento del paradigma aristotélico-tolemaico y su consiguiente ruptura, podrlamos sintetizarlas en las siguientes: en primer lugar, el sistema de Tolomeo se fue complicando cada vez más a medida que se incorpora- ban epiciclos excéntricos con el propósito de conciliar la teorla con las observaciones. Y, pese a que el sistema de Tolomeo no fue el más complicado, los sistemas posteriores que segulan su modelo, si bien ga- naban en exactitud, perdlan en simplicidad, es decir, explicaban cada vez con más exactitud pero a costa de complejizar cada vez más la teo- rla. En segundo lugar, pese a la introducción de tales complicaciones, tampoco se ganaba una reconciliación precisa entre teorla y observa- ciones; las órbitas de los planetas, y en particular la de Marte, segulan comportándose en forma caprichosa. En slntesis, ninguna de las ver- siones posteriores del sistema de Tolomeo resistió la puesta a prueba con las observaciones que cada vez se haclan más precisas y refinadas. Por otra parte, tales sistemas se volvlan cada vez más complicados, de- sapareciendo casi totalmente la aspiración de economla conceptual que pretende toda teorla cientlfica. Estas razones son, a juicio de Kuhn, ¡as de mayor peso en el resquebrajamiento del marco conceptual tole- maico. Pero, entonces, ¿por qué tardó tanto tiempo en producirse la re- volución copernicana? Para Kuhn, la respuesta a esta pregunta está re- lacionada con la naturaleza y estructura del esquema o marco concep- tual y con los procesos que permiten el paso de un paradigma a otro. En primer lugar, para Kuhn, siempre hay sistemas conceptuales al- ternativos capaces de abarcar una lista de observaciones, pero estas al- ternativas difieren en sus predicciones acerca de los fenómenos no incluidos en dicha lista. Es decir, ellos no dan idéntica cuenta de todas las posibles observaciones. Pero una sola observación incompatible con la teor/a le demuestra al cientrfico que él ha estado empleando un teorla errónea. Si esto sucede, el marco conceptual o paradigma debe ser abandonado y reemplazado por otro. De ahl que, al decir de Kuhn, una re- volución cientlfica tenga la siguiente estructura: "Un esquema concep- tual, cre/ble hasta un determinado momento porque es económico, fruc- tlfero y astronómicamente satisfactorio, finalmente conduce a resulta- dos incompatibles con la observación; las creencias son abandonadas y una nueva teorla es adoptada; después el proceso recomienza nuevamen- te". En slntesis, es útil señalar esta discrepancia entre teorla y observa· ción porque en ella reside la fuente última de toda revolución clentlfica. Pero esto nos lleva a otra pregunta muy importante también: ¿cuándo una discrepancia se transforma en un conflicto inaceptable? En la seco ción anterior ya vimos que esto es asl cuando dentro del paradigma que gobierna la actividad de la ciencia normal un determinado enigma no se puede resolver y se convierte en una anomalla que sólo puede ser expli· cada por un corte o ruptura con el viejo paradigma y la sustitución de és- te por otro nuevo. Efectivamente, esto es lo que hace Copérnico cuando, impOSibilitado de explicar las anomallas dentro de la teorla tolemaica, abandona el principio esencial de la Tierra como centro-del universo, po- ne al Sol en el centro y convierte a la Tierra en un planeta más. En el parágrafo que sigue trataremos de sintetizar brevemente los puntos esenciales de la obra de Copérnico, con el fin de comprender bien el sentido de la llamada revolución copernicana. La revolución copernicana Nos introduciremos en el tema de la revolución copernicana citan· do un párrafo de Toulmin-Goodfield (en La trama de los cielos, p. 186). "Las exposiciones populares de la ciencia moderna frecuentemsn- te pintan a Nicolás Copérnico (1473-1543) como un hombre quese propu· so deliberadamente refutar ese cuadro del universo. Se lo muestra como el Iniciador de una nueva dirección en la ciencia que condujo en linea recta a nuestras concepciones modernas a través de Galileo y de New- ton, y como el proclamador de verdades que los hombres de su tiempo eran demasiado ciegos par ver o demasiado prejuiciosos para admitir. Según este enfoque, su gran libro Sobre las revoluciones de las esferas ce- lestes en el primer mOjón de la ciencia moderna, punto de origen en la astronomla de la revolución copernicana que luego se convirtió en una revolución cientffica general. Una vez q"ue los hombres comenzaron a confiar en las evidencias de sus propias observaciones y experimentos, y ya no fueron trabados por la tradición, el descubrimiento de Copérnico de que la Tierra se mueve alrededor el Sol fue pronto seguido por otros descubrimientos igualmente revolucionarios... Más o menos asl discurre esta historia. Debemos ahora mirar más allá de las semiverdades de esta carica- tura para discernir lo que Copérnico intentó realizar y lo que de hecho realizó. Copérnico desplazó-ala Tierra de su posiCión en el centro del siste- ma planetario sin ningún esplritu de rebelión contra las tradiciones. Lo hizo simplemente porque, en su opinión, las construcciones improvisa- das de Tolomeo ofendlan el intelecto y deseaba elaborar un sistema más coherente de geometrla planetaria. Fue necesario más de un siglo para que este sistema llegara a formarse. Pues, al menos hasta cincuen- ta años después de su muerte, no era de ningún modo claro que sus ven- tajas superaran a sus desventajas, o que pudiera responer a las obje· ciones que se le oponlan. Eventualmente, Copérnico triunfó alll donde habla fracasado Aristarco, pero ello se debió a que tuvo la fortuna de te- ner otros sucesores. Las teorlas de Kepler y de Newton dieron profundi- dad y nuevo significado a un cambio que, en Copérnico mismo, apenas 27
  • 15. era algo más .que un prejuicio Intelectual. Su disgusto casi estético p,or los métodos matemáticos de Tolomeo suministraron a sus sucesores una clave para reaUzar un nuevo tipo de un'6n entre la astronomla mate- mática y la astroflslca. Sin embargo. Copérnico mismo estaba lejos de prever el uso que se harla más tarde de sus ideas; él se consideraba a sI mismo más bien como el restaurador de la flsica aristotélica en !.os puntos en fos que Tolomeo se habla apartado de ella. Sea como fuere, Copérnico no fue, en la Europa occidental, el pri- mero en plantear el problema del movlmiento de la Tierra. A principios del siglo XIV se conaclan todas las doctrinas importantes de la anti- güedad, al menos en Hneas generales, inclusive las de Heráclldes y Aris- tarco. Nicolás de Oreame, un destacado sabio parisiense, discutió en detalle la idea de que la rotación de los cielos podla ser una ilusión ópti~ ca resultanta de la rotación de la Tierra. Un siglo más tarde, e' cardenal Nicolás de Cusatamblén discutió el movimiento de la Tierra ypJanteó dificultades acerca de los conceptos de espacio y movimiento que aún no han togrado resolverse en la actualidad. As', pues, dlgaae lo que se diga acerca de los poetas y los teólogos profesionales de la Edad Media, el cuadro tradicional de los cielos no era aceptado sin crItica por todos los doctores ilustrados de la Iglesia". A manera de s'ntesis, podemos decir que, cuando hoy se habla del sistema de Copérnico y de la revolución copernicana, se entiende algo muy distinto de lo descripto en su obra De las revolucione. y se hace refe- rencia a la transformación en el esquema de universo que su obra desen- cadena en tos cientrficos posteriores, produciéndose, ahora sI, la ruptu- ra con el paradigma anterior aristotélico-tolemaico. Comencemos, tal como lo hizo Copérnlco, describiendo la forma más sencllla.que tendrfa un sistema heliocéntrico: el Sol fijo en el centro del universo e' Inmóvil y a su alrededor lOs planetas describiendo órbitas en forma de circunferencias en el siguiente orden: Mercurio, Venus, Tierra (con la Luna como satélite), Marte, Júpiter y Saturno. En forma bastante clara un sistema asl concebido explicaba los movimientos apa- rentes del Sol y las estrellas. Como se sostenla que a su vez la Tierra gj-- raba sobre su eje una vez por dla, de igual forma se explicaban los res- tantes movimientos aparentes principales de los demás planetas. En ge- nera', se atribuyó a cada planeta un tiempo de revolución distinto según su distancia al Sol y esto permitió la mejor explicación del movimiento retrógrado de los mismos. Aslel movimiento retrógrado se explicó en término de velocidades relativas respecto del movimIento de los plane- tas. Por ejemplo, observando a Venus, se lo ve, o bien como estrella de la tarde o bien como estrella de la manana, pues se atrasa o se adelanta respecto del Sol pero nunca Hega a estar en una pOSiCión de 180° con respecto a él. Sinteticemos los cambios de este sistema de Copérnico ~ gún él mismo los expone en el plan de su obra De Revolutionlbus: 1) el universo ocupa un espaCio finito limitado por la esfera de las estrellas fi- jas; 2) el Sol está en el centro: 3) la esfera de las estrellas fijas yeJ Sol permanecen quietos; 4) alrededor del Sol se muéven los planetas: Mer· curio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter y Saturno; 5) la Luna se mueve alre- dedor de la Tierra; 6) la aparente rotación diaria del universo se debe a la rotación de la Tierra sobre su eje; 7) el movimiento anual aparente del Sol se debe al movitniento anual de la Tierra alrededor del Sol; 8) lo mis~ mo pasa con Jos planetaS ya esto se deben las aparentes detenciones y retrocesos, y 9) las Irregularidades de las estaciones y otras Irregularida- des menores se deben a las vibractones del eje de la Tierra. Lamentablemente el sistema asl tdeado por Copérnlco no'coincidla exactamente con la realidad en el sentido de que las predicciones que él permitra respecto de las posiciones de los planetas no respondlan allu- gar en que éstos efectivamente se encontraban. Principalmente, la posi- ción de Marte siempre era predicha con un margen muy significativo de error que preocupó sobremanera a los astrónomos posteriores y, preci- samente por etlo, la explicación de su órbita motivó las Investigaciones de Kepler, quien, comoya se sabe, fue el que rompió con el llamado mito de la circularidad de las órbitas planetarias, y descubrió que en realidad se trataba de órbitas ellpticas. A fin de hacer coincidir su sistema con las observaciones, Copérnico se vio obligado a introducir complicaciones en su sistema, como por ejemplo desplazar al Sol del centro de la órbita terrestre, con lo cual su sistema pasó de heliocéntrico a helioestático (sistema con el Sol no en e'l centro pero sI inmóvil). Más aún, tuvo que apelar al recurso de los epiciclos que ya habla utilizado Tolomeo, debido a que todavla segula aferrado a la circularidad de las órbitas planetarias, y llegó a aumentar el número de epiciclos del sistema tolemaico (hasta cincuenta). Pero, pese a estas dificultades y complicaciones, el sistema de Ce- pérnico siguió presentando ventajas indudables: en primer lugar, la faci- lidad para la explicación del movimiento retrógrado y en segundo lugar dio una base sólida para determinar la distancia del Sol a los planetas. Pero también convivla'con anomallas permanentes. Por un lado, el siste- ma de Copérnlco no permitlael cálculo de la llamada paralaje anual de las estrellas fijas, es decir, el desplazamiento de la visual cuando se ob- serva el mismo objeto desde dos posiciones distintas. La falla respecto del cálculo de la paralaje de las estrellas es importante debido a que me- diante él es posible calcular la distancia de la Tierra al Sol. La segunda desventaja del sistema de Copérnico y que en realidad es también una falta o carencia más que una desventaja, es la que más nos interesa des- tacar porque su solución es la que lleva a producir la auténtica revolu- ción que dio en llamarse revolución copernicana_ La expondremos me- diante varias preguntas_ En primer lugar, ¿cómo explicar el movjmiento de los cuerpos sobre una Tierra que también se mueve? y ¿por qué la Tierra arrastra en su movimiento a los objetos que se hallan sobre ella? En sfntesis, la afirmación de una Tierra que se mueve y desplazada del centro del universo, ya no era compatible con la trsica de Aristóteles ba- sada en una Tierra fija e inmóvil. Habla, por lo tanto, que crear una nueva flslca para una Tierra en movimiento. Es precisamente en este punto donde se ven los verdaderos alcances de la revolución que' origina Co- pérnico. Trataremos de resumir en pocas lineas ciertos aspectos de la crea- ción de esa nueva tlsica. Uno de los principales argumentos que se es- grimlan contra la hipótesis de una Tierr~ en movimiento era el siguien- te: si se deja caer una piedra desde lo alto de una torre, la piedra cae al pie de la torre; si la Tierra se estuviera moviendo, la piedra tendrla que caer a cierta distancia de la torre, ya que la Tierra se habrla movido durante el lapso que emplea la piedra para llegar al suelo. A este argumento res- pondla Galileo de la siguiente manera: si se deja caer una piedra desde lo alto del mástil de un barco en movimiento, la piedra cae la pie del mástil -a pesar de que el barco se está moviendo-o Este resultado muestra que la piedra no sólo se mueve verticalmente hacia el suelo, si- no que además se mueve también horizontalmente, acompanando el movimiento del barco. Con nuestro planeta ocurre algo análogo: cuando dejamos caer una piedra desde lo alto de una torre, la piedra cae verti- calmente hacia abajo, pero también horizontalmente, acompanando el
  • 16. movimiento de la Tierra. A este movimiento horizontal, Galileo lo consi- deró un movimiento inercial. Para aclarar lo que se quiere decir con esto, debemos senalar que en la concepción aristotélica el movimiento re- quiere explicación, mientras que el reposo no la necesita. Esto se rela- ciona estrechamente con una teorla aristotélica según la cual cada cuer- po tiene un lugar natural (por ejemplo, el lugar natural de la Tierra es el centro del universo). Como consecuencia de esta teorla, lo "normal" es que cada cuerpo esté en su lugar natural, en cuyo caso no se produce ningún movimiento. Para que un cuerpo abandone su lugar natural, se necesita una fuerza que lo saque de él; cuando vuelve a su lugar natural, lo hace movido por una tendencia intrlnseca que lo impulsa en esa direc- ción. En cualquiera de los dos casos, el movimiento responde a la ac- ción de un motor, y esto constituye su explicación. En oposición a esto, Galileo concibe al movimiento como algo tan natural y tan poco necesi- tado de explicación como el reposo, y este nuevo enfoque lo conduce a la Idea de la inercia, según la cual los cuerpos tienden a persistir tanto en su estado de reposo como en su estado de movimiento uniforme, sal- vo que intervengan fuerzas externas. Pero la aparición de un nuevo paradigma o marco conceptual no es un hecho que se restrinja sólo al marco de la ciencia. Es sabido que las nuevas teorlas cientlficas siempre deben enfrentarse dentro mismo de la ciencia con defensores de las viejas teorlas y más aún con detracto- res de las nuevas concepciones aun fuera de la ciencia misma. Más aún cuando se trata de teorlas cientlficas, que, como en el caso de la teorla de Galileo, ponla en tela de juiCio todos los conocimientos mantenidos por 1800 anos y consolidados por creencias filosóficas y religiosas. La ciencia es una actividad social y, por lo tanto, sus mecanismos de pro- ducción y sus consecuencias también deben buscarse en el campo de lo social, sin por ello excluir los motivos y consecuencias estrictamente cientlficos que cada ciencia particular construye. Por este motivo he- mos incluido como anexo de este módulo la exposición del "amado ca- so Galileo a fin de mostrar claramente las consecuencias sociopollticas que toda teorla cientlfica implica cuando su importancia es tal que llega a producir una auténtica revolución no sólo en la ciencia misma sino dentro de la cosmovisión que la sociedad en su conjunto ha adoptado como verdadera. - Relea atentamente la sección 3.3. y responda las siguientes preguntas: 1. ¿Cuáles eran los fenómenos celestes observados por los griegos que deblan ser explicados? 2. ¿De cuáles de esos fenómenos, y cómo, dan cuenta la astronomla basada en el universo de las dos esferas y el sistema de Tolomeo? 3. ¿Qué anomallas presentaba el sistema tolemaico? 4. ¿Cómo fueron resueltas por el sistema de Copérnico? 5. ¿Por qué entiende Kuhn que hasta Tolomeo inclusive transcurrió en la astronomla un perIodo de ciencia nor- mal, y que sólo con Copérnico tuvo lugar una revolu- ción? 6. ¿Por qué, según Kuhn, era inamovible la tesis geocéntri- ca en el paradigma aristotélico? 7. ¿Qué razones pueden explicar el resquebrajamiento del paradigma aristotélico-tolemaico? 8. ¿Cuáles son, según Kuhn, las razones que explican la vI- gencia del paradigma aristotélico durante 1800 anos? 9. ¿Por qué la hipótesis de una tierra en movimiento exigla una nueva flslca? 10. ¿De qué manera se sustentan mutuamente la inmovilI- dad de la Tierra y la ausencia de inercia dentro del para- digma aristotélico? (Tenga en cuenta el experimento de la torre.) Se agradece la colaboración prestada por Eduardo Rivera López para la redacción de este texto.
  • 17. Anexo Aspectos sociopoHticos de un cambio de paradigma: "Sobre el caso Galileo" Por Guillermo Boido El programa gallleano En la segunda década del siglo XVII, el hombre a quien Einstein lla- mara "el padre de la moderna ciencia de la naturaleza" concibió un am- bicioso proyecto poUtlco-cultural destinado a ganar para la nueva cien- cia experimental todo el poder secular y eclesiástico de su época. Gali- leo Galllel (1564-1642), por entonces matemático oficial del Gran Duque de Toscana, Cosme 11, era un hombre áspero y franco, amante de la polé- mica y la abiert~ confrontación de ideas: la autoridad de mil hombres, escribió, no vale lo que los humildes razonamientos de un solo Individuo. En su opinión, la ciencia no podla ser concebida como tarea solita- ria y de alcances restringidos a una comunidad de esplritus selectos; entrevió, lúcidamente, la estrecha simbiosis entre ciencia y sociedad, ca- racterlstica de los tiempos modernos. Comprometió por tanto todo su genio intelectual, su asombrosa vitalidad y su talento publicitario en la empresa de persuadir al poder poHtlco de promover la investigación clentlfica. Al mundo académico de las universidades, cuya autoridad radica- ban en la Invocación de Aristóteles y el uso de la toga, destinó el despre- cio y la argumentación brillante; y asl se hará de enemi·gos irreconci- liables. que más adelante precipitarán su tragedia. Contó en cambio con la adhesión de prlncipes y cortesanos, senores de la burguesla para quienes la nueva ciencia se revelaba más adecuada como fuente de po- der t~cnológico que los tratados de Aristóteles o las divagaciones espe- culativas de la filosofla tradicional. Era conveniente promover la buena y provechosa ciencia capaz de predecir la trayectoria de los proyectiles o decidir el procedimiento más eficaz para la construcción de un puente. Pero el flanco eclesiástico ofreció a Galileo dificultades de natura- leza muy diferente, a la postre insalvables. En el único libro de Nicolás Copérnlco, publicado en 1543, Galileo y su eminente contemporáneo, el astrónomo alemán Johannes Kepler. hablan reconocido no sólo un nuevo sistema planetario sino una embrionaria cosmologla revoluciona- ria. En el siglo XVI el modelo geocéntrico de Totomeo era una técnica de cálculo para uso de astrónomos pero, al mismo tiempo, formaba parte de un cuadro cosmológico cimentado en la flsica de Aristóteles e in- terpretado por la Iglesia en términos teológicos que lo adecuaban a la palabra blblica. Los estudios mecánicos que Galileo habla realizado en su juventud, en Pisa y luego en Padua, lo convencieron de la inade- cuación· de la trslca aristotélica como fundamento de una cosmologla de ralz copernicana; y cuando, en 1610, un rudimentario telescopio reve- ló a sus ojos evidencias en favor de la tesis heliocéntrica, no vacUó en protagonizar una cruzada destinada a mostrar al poder eclesiásUco la necesidad de conciliar el dogma con la ciencia, la Escritura con los re- sultados de la investigación. El cientlfico querrá salvar la autonor:nfa de su actividad ante el cuestionamiento teológico; el honesto creyente, im- pedir que su Iglesia cometiese el trágico error de asimilar los fundamen- tos del pensamiento cristiano a su expresión temporal e histórica. No lo logró. A tres siglos y medio de la condena de Gatueo,Juan Pablo 11 atri- buye la intransigencia eclesiástica de 1633 a "una lectura de la S'lbUa culturalmente influida", tesis que es, irónicamente, antropológica, es decir, cientlfica. La primera derrota AlU está, por ejemplo, en la Biblia, el episodio de la batalla de Gabaón, donde Josué ordena detenerse al Sol y no a la Tierra. Bien lo sabia en 1613 el obispo de Fiesole, quien desde el púlpito exigla que se encarcelara a Copérnico, muerto setenta y dos anos atrás. Consultado en privado por su amigo Galileo, el cardenal Conti opinaba que, en el futuro, quizá la Iglesia se aviniese a aceptar una interpretación no literal de ciertos pasajes blblicos, pero que el momento no habla lle- gado tOdavfa. (El momento demoró casi tresslgJos: fue en 1893.) Pese a'l prudente consejo, Galileo lanzó en cartas divulgadas en 1613 y 1615 su tesis del "doble lenguaje": el clentffico que renuncia al lenguaje bfbHco, destinado al vulgo iletrado, no renuncia a la SIbUa ni a su autoridad; se limita a traducir la verdad revelada al lenguaje matemático en el Que Dios escribió el "libro de la naturaleza". La t8Ologla es reina en virtud de la excelsitud del tema, que trata, y en mOdO alguno puede rebajarse a reunir o sintetizar el conocimiento que ofrecen las "ciencias menores" como la geometrfa o la astronornfa. Si ello es aSf, ¿por qué el teórogo habrla de inmiscuirse en cuestiones cientlficas que desconoce? Serfa, d.lce Galileo, como si un pOderoso prlncipe, sin ser médico o arquitecto, ordenase que se curara o construyera según sus indicaciones, con grave perjuicio para enfermos y edificios. la reacción ante este reclamo de autonomla para la ciencia fue un portazo brutal en las narices de Galileo. Como respuesta al desafIo pro- testante, el Concilio de Trento (finalizado en 1563) habla precisado al má- ximo la doctrina; desde Roma, el Santo Oficio actuaba a modo de pollcla Intelectual en defensa de la ortodoxia. Alentadas por el flanco conservador de la Iglesia, la orden dominl- oa, arreciaron las denuncias: el matemático ducal no sólo profesaba doctrinarias temerarias, ¡pretendfa además enselarles su oficio a los teó- logos! fue decisiva entonces la intervención de ta eminencia gris de Ja Contrarreforma y maestro en cuestiones de controversia, el teólogo pa-- pal Roberto Bellarmlno. En su calidad de consultor del Santo Oficio, Bellarmlno habla enviado en 1600 a Giordano Bruno a la hoguera, y des- de 1611 no quitaba los ojos de cuanto hiciese o dijera Galileo. A diferen- cia de algunos tercos académicos, él si habla mirado a través del te~es­ copio y lo que habla visto no dejaba de Inquietarlo. le tenra sin cuidado que los astrónomos empleasen el modelo copemlcano a modo de instru- mento para el cálculo de órbitas y posiciones planetarias, a condlolón de que ese Sol quieto. y esa Tierra móvil fueran concebidos en '81 marco de una mera suposición sIn pretenslones.de realidad; en suma: :como una fic- ción útil. Hablar asl del copernicanlsmo, habla escrito al padre Foseari- ni, p~rtidario de GaliJeo, "es hablar con buen sentido y sin correr riesgo alguno". La propuesta del "doble lenguaje" debió por tanto res.ultarle te.
  • 18. meraria, pues admitla la posibilidad de afirmar con fundamento aquello que Galileo, en su fuero Intimo, sostenla con vehemencia: la realidad del copernicanismo, la certeza de que en verdad la Tierra gira alrededor de un Sol inmóvil. Por lo demás, conceder un margen de autonomla para la ciencia, tal como reclamaba Galileo, podla actuar a la larga a manera de boomerang. ¿Acaso el éxito en el campo de la mecánica o la astronomla no conducirla a los nuevos estudiosos a emplear sus métodos en el orbe de lo ético o aun de lo religioso? Era necesario, pues, acallar a ese hombre, aunque fuese (y quizá por ello mismo) el más célebre cientlfico europeo. El contraataque fue lanzado en febrero de 1616. En sesión secreta, los expertos del Santo Oficio declararon "herética" la opinión de que el Sol, inmóvil, es el centro del mundo; un decreto posterior incluyó al libro de Copérnico en el Index hasta tanto fuera "corregido", pero aqul no aparece el término "herejla". ·EI nombre de Galileo nunca fue pública- mente mencionado, probablemente en razón de tratarse de un funciona- rio del poderoso Gran Duque de Toscana; sin embargo, el verdadero pro- tagonista del episodio fue citado ante Bellarmino y otros miembros de la Congregación y exhortado a abandonar la censurada opinión. No cono- cemos con exactitud lo sucedido alll, y el margen de incertidumbre ha dado lugar a una abundante literatura polémica. Hoy parece incues- tionable que Galileo aceptó con prudencia la intimación de no defender ni sostener la doctrina copernicana; no prometió, en cambio, dejar de en- senarla o discutirla al modo en que Bellarmino lo aprobaba, es decir, co- mo mera ficción o instrumento de cálculo. Pero entre los documentos secretos del "caso Galileo" archivados en el Vaticano se conserva el borrador de un acto donde se da cuenta de la imposición formal de un mandato absoluto: la prohibición de "sostener, ensenar o convertir en objeto de demostración, de cualquier modo" el sistema de Copérnico. En opinión de Giorgio de Santillana, eminente estudioso contemporá- neo del caso, el documento fue fraguado en 1616 por el Comisario del Santo Oficio sin el conocimiento de Bellarmino. Será la piedra de toque del futuro proceso de 1633, pues agravará la situación procesal de Gali- leo al volverlo sospechoso de perjurio. Transitoriamente derrotado, Gali- leo volvió a Florencia y aguardó una nueva oportunidad. En el expedien- te del episodio de 1616, en Roma, una bomba de tiempo habla sido deto- nada. La tormenta Bellarmino murió en 1621. Los hombres, habla dicho cierta vez, son como ranas: andan por alll con la boca abierta, atra/dos por la tentación de cosas que no les conciernen: Por el contrario, el Cardenal Maffeo Bar- berini parecla pensar que a veces el croar de las ranas semeja la voz de Dios. Decla amar las letras y las artes, y en 1620 escribió un poema en homenaje a su amigo Galileo, al que elogiaba públicamente. Tres anos más tarde la providencia pareció intervenir para inaugurar una época de apertura y diálogo entre la cultura y la fe: con el nombre de Urbano VIII, Barberini fue elegido papa. Pronto iba a comprender Galileo que se tra- taba de un espejismo. Ambos sostuvieron seis largas conversaciones en Roma; Galileo volvió a Florencia con halagos personales pero ninguna certeza: el nuevo papa, amablemente pero con firmeza; insistió en la te- sis de Bellarmino de 1616 y se negó a reconsiderar el decreto de conde- na del copernlcanismo. Aseguró, sin embargo, que Galileo podla escribir libremente acerca de ello en los términos conjeturales que no comprome- tlan la cosmologla geocéntrica oficial. 4 Galileo escribió. Los sucesos de 1616 hablan alejado de la investi- gación cientrfica a muchos creyentes y eclesiásticos; en particular, al- gunos importantes astrónomos de la orden jesuita, la avanzada intelec- tual de la Iglesia, debieron resignar su adhesión inicial al copernicariis- mo y ahora hostilizaban abiertamente a Galileo. Los jesuitas Grassi y Scheiner, ridiculizados por Galileo en sus escritos, promoverlan luego el proceso de 1633; el Comisario del Santo Oficio en esa oportunidad no serIa otro que el padre Firenzuola, criticado por Galileo a propósito de un problema de ingenierla militar. Pero en 1624 todo parecla indicar que el antiguo proyecto de Galileo podla ser retomado, al menos bajo la for- ma más modesta; se trataba ahora de impedir, tan sólo, que el diálogo quedase irremediablemente trunco. Los argumentos en favor y en contra de Copérnico deblan ser expuestos ante un público masivo y, muy en es- pecial, a la consideración de las mentes más lúcidas y progresistas del clero. El resultado fue una obra maestra de la literatura polémica y el pri- mer gran manifiesto de la ciencia moderna, los Diálogos acerca de los má- ximos sistemas del mundo. Escrita en italiano y no en el académico latln, el libro propone un diálogo franco entre dos personajes que defienden, respectivamente, las tesis tolemaica y copernicana, y un tercero que juz- ga las argumentaciones de sus interlocutores. La censura eclesiástica no opuso reparos y el libro apareció a comienzos de 1632. Entonces es- talló abiertamente la tormenta. Urbano VIII afrontaba una dura crisis polltica. Habla sido elegido con el apoyo de los cardenales filofranceses en mome'ntos en que Fran- cia emergla del predominio hispano y austrIaco. El mismlsimo cardenal espanol Borgia lo acusaba de transar con herejes y carecer del "celo apostólico" de sus antecesores. También se le imputaba haber sacrifi- cado los intereses de la Iglesia a su ambición personal, su nepotismo y su vanidad (en verdad, fue el primer pontlfice que admitió la erección de su monumento en vida). Sospechaba una conspiración; temla ser envene- nado..Influyentes adversarios de Galileo alimentaron en el papa el ren- cor hacia el sabio; asl, Urbano VIII fue persuadido de que en los DIálogos se ridiculizaba su persona. Enfurecido, decidió asestar un golpe que res- tableciera su autoridad en la figura del más prestigioso servidor de la ca- sa de Medici, partidaria de Espana. Galileo fue conminado a presentarse en Roma: ni su edad avanzada, su enfermedad o la peste que asolaba los caminos sirvieron de pretexto. Con sórdida unanimidad, poderosos se- nares a quienes habla servido durante décadas y altos prelados que ha- blan hecho ostentación de su amistad le volvieron la espalda. El nuevo Gran Duque, Fernando 1, le envió una litera y le deseó un buen viaje. Ante la amenaza de ser conducido a las cárceles de la Inquisición "ligado con hierros si es preciso", Galileo partió finalmente dur.ante el crudo invier- no de comienzos de 1633. Estaba solo. La condena Ante el tribunal inquisitorial, el acusado ignora los cargos, carece de defensor y el fiscal puede mencionar pruebas sin necesidad de exhi- birlas. En el caso de Galileo, los detalles del proceso carecen de relevan- cia filosófica; se reducen, en slntesis, a una serie de maniobras y argu- cias legales destinadas a atemorizar a un anciano enfermo. Asl y todo, la telarana debió de ser montada con dificultades, pues, ¿cuál era, en concreto, la acusación que justificaba'la presencia de Galileo ante sus jueces? Los Diálogos se hablan publicado con autorización eclesiástica y no era posible condenar a su autor simplemente por haberse ocupado 35
  • 19. del sistema coperntcano. Por tanto se esgrimió el documento apócrifo de 1616 Y se halló a Gatlleo culpable de haber transgredido la presunta prohibición absoluta de exponer, de cualquier modo, el heHocentrismo, amén de haber procedido de mala fe porno haber mencionado el inexis· tente mandato ante los .censores. Finalmente, se lo encontró "vehemen· temente sospechoso de herejfa". AsI, al fraude se agregó una Inconsis· tencia, pues el carácter herético del copernicanismo nunca habla sIdo confirmado por un infalible pronunciamiento papal o por un Concilio Ecuménico. En verdad, la sentencia habla sido pronunciada mucho antes de que Galileo compareciera en presencia dé los Jueces. A los censores, por in- competencia, habla escapado que los Diálogos encubren una apasiona- da defensa de una cosmologla incompatible con la ortodoxia; la teorla galileana de las mareas, aunque errónea, es un intento de mostrar la res- Ildad flslca· del heHocentrismo. De haberlo querido, el Santo Oficio hu- biese podido fundamentar una condena de muerte para Galileo. Pero al entorno papal le bastaba acallar a la ciencia en la concreta humillación de su máximo y detestado representante: la abjuración probarla a Europa, además, que el poder eclesiástico era capaz aun de amedrentar a un co- loso intelectual sin derramar sangre. El fanatismo hubiera converti.do a Galileo en mártir; su justificable temor, en cambio, ofreció a la historia de las ideas la obra impar de sus restantes ocho anos de vida. La posteridad construyó el mito del librepensador a quien debió aplicarse la tortura para arrancarle la retractación y que, luego de quemar su propio libro ante los jueces, osó afirmar epptD' si muove, En rea- lida(l, el hombre concreto que el 22 de junio de 1633 se arrodill6ante el majestuoso ting.lado inquisitorial y maldijo la causa a la que habla ofre- cido su vJda era un septuagenario tembloroso, moralmente aniquilado por- lo que luego habrfa de llamar "una conjura de la ignorancia, madre de la malignidad y de la envidia". Sólo meses después; en la villa de Arcetri, donde permaneció recluido por orden del Santo Oficio hasta su muerte. pudo recuperar su estatura de gigante y escribir su obra maestra, los Dis" cursos acerca de dos nuevas ciencias, piedra basal de la flslca moderna y de la nueva cosmologla que edificarfa, antes de concluir el siglo, Isaac Newton. La parOdia jurfdica y su culminación, la condena de Galileo, destru- yó la ciencia en Italia pero no pudo Impedir su acelerado desarrollo en los paIses desvinculados de la autoridad romana, en especial Holanda e Inglaterra,donde fructificarfa el pensamiento del gran humUlado. El de- senlace fue considerado insensato por todos aquellos que, en el campo eclesiásti·co y fuera. de él, confiaban en erigir una Iglesia renovada capaz de protagonizar sin antagonismos la construcción de un tiempo nuevc>, No estaban equivocados. La historia de la ciencia ha destruido parte de una leyenda pero ello no podrá nunca silenciar esas palabras laceran- tes, yo, arrodillado, Juro que creo, y abjuro, y aborrezco mis errores, yme so- meto al castigo, niel sentido de un texto cuya aterradora modernidad nos recuerda que hay,o puede haber, un GaUleoen cada uno de nosotros. El proceso, hoy la revolución copernicana, enérgicamente alimentada por el fervor de Galileo, iniCió la lenta disolución del dogma que Identificaba el mito crtsUano con la historia. Aferradaaél, la teotogfa llevó la peor parte en la controversia desatada en los siglos siguientes y su papel se ntdujo, co- 36 mo escribe un historiador, a "desarrollar acciones de retaguardia con cortinas de humo intelectual para cubrir la retirada". El darwinismo asestó el golpe de gracia a la interpretación literal de un relato que transcurre entre la calda de Adán y el Juicio. Hoy el mito no remite a una temporalidad concreta sino al corazón del hombre: la serpiente está alll para recordarnos la tentación ante el poder y el riesgo que involucra su ejercicio. En este marco, a su modo y desde su tiempo, Galileo imaginó el diálogo entre la ciencia y la fe, y en él se inscri.be la decisión papal destinada a la eventual"revocación de su condena. Pero el episodio permanece, indemne. ¿Bastará desagraviar la me· moria de Galileo, recuperarlo para el catolicismo, censurar la ceguera doctrinal de quienes lo humillaron en virtud de una "lectura de la Biblia culturalmente influida"? Afortunadamente, la palabra de Juan Pablo JI parece inclinarse por la negativa. Al mencionar el sufrimiento que debió padecer Galileo en manos de "ciertos cuerpos de la Iglesia", nos recuer- da que en verdad nunca existió un "caso Galileo" sino un "caso Santo Oficio". ¿En qué marco inscribir hoy el suplicio de Glordano Bruno, la ética inquisitorial del terror, las atrocidades cometidas en nombre de la caridad cristiana? El Santo Oficio, el Nuevo Orden o el Proceso: los nombres importan poco. Hay quien obliga a abjurar, hay Quien abjura. La fe del poder salva al poder, escribe Claude Roy, y la fingida fe del acusa· do salva al acusado. Pero, ¿Qué salvará al simple creyente,el honesto, el enganado que clama muera Galileo, quemen al judlo, hagamos la guerra? Aqul otro es el marco, y algo más que una conciliación está en juego: la dignidad del hombre, su derecho a serlo.