Haruki Murakami, Kafka en la orilla,Traducido por Lourdes Porta, p. 373, 374(fragmentos)
1. (…..)
—A mí también. Es preciosa y, a la vez, original. Sencilla, pero profunda. Dice mucho
de la persona que la ha compuesto.
—Claro que la letra es muy simbólica —digo.
—La poesía y el simbolismo siempre han estado indivisiblemente unidos. Como los
piratas y el ron.
— ¿Crees que la señora Saeki comprendía el significado de los versos?
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Óshima alza la cabeza, aguza el oído para escuchar un trueno que retumba a lo lejos,
calcula la distancia y, luego, me mira.
—No necesariamente. El simbolismo y el significado son dos cosas distintas. Es
posible que ella lograra encontrar las palabras precisas sin usar procedimientos
redundantes como el significado y la lógica. Debió de capturar las palabras de los
sueños, como si agarrara suavemente por las alas una mariposa que volara por el
espacio. Los artistas son capaces de evitar la redundancia.
—O sea, que crees que la señora Saeki encontró las palabras en una dimensión distinta,
un sueño, por ejemplo.
—En los grandes poemas siempre sucede más o menos de esa forma. Si las
palabras que contiene el poema no logran encontrar un túnel profético que las
conecte con el lector, el poema no cumple su función como tal.
—Pero hay muchos poemas que se limitan a fingirlo —digo.
—Exacto. Fingirlo es fácil. Basta con aprenderse el truco. Se utilizan palabras que
parecen simbólicas y ya se tiene algo que se parece a un poema.
—Pero en la poesía de Kafka en la orilla del mar puedo percibir algo sincero.
—Soy de la misma opinión. Las palabras de ese poema no son palabras vacías. ( …)